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Llévame a casa por Valz19r

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Capítulo 02. ¿Cuál es tu nombre?.




Cuando iba en el auto tuvo una idea revolucionaría que lo ayudaría a hacer su día en la secundaría más fácil. Entraría por la puerta principal y caminaría por los pasillos como si estuviese en la entrega de los premios Oscar. Sonreiría como un patán y rompería corazones a cada paso. Pensaría que ese sería su último día de clases.


Y como era de esperarse, cuando llegó envió todos esos planes al quinto carajo.


El instituto Haruken era tan grande que lograba intimidar a Gouenji quien solo observaba a los estudiantes caminar por el campus, algunos en grupos otros en pareja pero ninguno solo. Todo aquel compañerismo le revolvió el estómago y lo hiso sentir como un turista en un país desconocido (técnicamente, eso era él). Llevó su mirada hasta el pequeño cuadro de papel que sostenía en su mano izquierda, según el horario su primera clase era Idiomas, en el salón 3B. Volvió a dirigir la mirada al edificio que tenía al frente y suspiró cansado; necesitaba un poco de suerte si quería encontrar el aula 3B. Miró a su alrededor y sinceramente él esperaba, en el fondo de su negro corazón, que el destino no fuese tan perra como para lanzarlo al montón de mantis religiosas que esperaban ansiosas comerse su cabeza en cuanto se acercara.


Caminó entre las personas, encontrando a su paso pequeños grupos de los que supuso eran los clubes del instituto; estaban las porritas (que ya lo habían notado y ahora murmuraban cosas sobre él con sonrisas coquetas), los chicos del equipo de fútbol soccer con sus uniformes, pero su atención fue capturada por una camioneta Ford de color negro, tenía la sensación de haberla visto en otra ocasión (y así era). De ella bajó un chico, cabello rebelde rosa pastel, piel pálida y chispeantes ojos grises; usaba el uniforme del equipo de fútbol soccer. Detrás de él salió una muchacha rubia, que en realidad no era una chica sino un chico rubio con el cabello muy largo. Los chicos que atraparon la atención de algunas personas caminaron hacía la entrada, charlaban entre ellos y pasaron justo al lado de Shuuya; pudo ver los ojos rubíes del rubio y detallar las bonitas facciones del más bajo. Si no estaba equivocado, había visto a esos dos chicos en el muelle aquella tarde, se sintió aliviado de que no lo reconocieran.


Estaba dispuesto a continuar su camino, cuando volvió la vista al frente y dio el primer paso mi mano movió una pieza delante de él y chocó con otro chico, miró al individuo que se había cruzado en su camino y quedó helado cuando lo vio. El chico de cabello castaño había cerrado con fuerza los ojos por el impacto, sacudió su cabeza y enfocó sus ojos cafés en Gouenji, primero lucía sorprendido pero de inmediato sonrió.


—Hola.— saludó.


No podía, ¡era él! ¡El corredor! Su personaje favorito se encontraba frente a él, el chico que había estado observando durante una semana entera estudiaba en su mismo instituto. Se sentía desconcertado y algo avergonzado porque al parecer el chico lo había reconocido. Pero no, él no era descortés.


—Hola.— saludó correspondiendo con una sonrisa discreta.


—Te he visto antes.— expresó y colocó una pose pensativa.


—Yo creo que no, acabo de llegar a la ciudad.— señaló con los labios curvados.


El chico negó varias veces, se quedó pensativo unos segundos más y luego se rindió. —Qué más da, de seguro te he confundido con otra persona.— dijo riendo. —Soy Endou Mamoru.— El chico extendió su mano con su sonrisa amistosa y se presentó amable.


Gouenji no quería forjar ningún lazo con los chicos que se encontraban en esa ciudad que tanto le desagradaba, pero tampoco quería ser grosero con el chico que muy amable se había presentado, así que solo atinó a hacer lo correcto.


—Soy Shuuya Gouenji.— respondió, estrechó la mano del chico y este le sonrió más amplio.


—Bien Gouenji, ¿necesitas que te lleve a algún lado?— invitó.


Santo cielos, Gouenji comenzaba a sonreír por dentro, el destino comenzaba a ser amable con él…


¡Si claro! Eso no va a pasar jamás.


—Sí, necesito ir al 3B.— respondió.


Entonces lo dos chicos se pusieron en marcha, Endou le indicó a Gouenji dónde era su casillero y aprovechó para guardar sus cosas. Luego continuaron subiendo unas escaleras que los enviaba al segundo piso, habían permanecido callados todo el rato y eso incomodaba al castaño.


—¿Qué te gusta hacer?— le preguntó de repente.

—Me gusta el fútbol. De hecho iba a dar la prueba para las nacionales, pero me mude aquí.— respondió.


El chico dio un pequeño salto en su lugar que alertó a Gouenji. —¿En serio?— inquirió emocionado. —Yo también soy futbolista, bueno, suena presuntuoso.— se corrigió negando con la cabeza. —Oye,— Se detuvo frente a una puerta.—cuando seas profesional no te olvides de los pequeños. —sonrió. —En serio, tú eres más alto.— y ambos rieron. Endou volvió en sí y pareció haberse acordado de algo muy importante. —Aquí es tu clase.— señaló.


—Gracias.— respondió.


Simplemente se despidieron, el muchacho castaño con la banda sudadera en su cabeza se marchó por el camino contrario, el que daba a las escaleras y se perdió cruzando en una esquina. Gouenji volvió en sí cuando sus ojos ya no podían ver al corredor, aún era temprano para que las clases hubiesen iniciado pero prefería llegar antes para no ser el centro de atención. Abrió la puerta y varios ojos se enfocaron sobre él, se quedó congelado al sentir todas esas miradas extrañas sobre él.


—¡Mira Hiroto!— exclamó un chico que estaba sentado sobre una mesa, apuntaba con su dedo a Gouenji hecho piedra en la entrada. —Un chico perdido, ¿podemos quedárnoslo?— inquirió desviando su mirada al chico que tenía al lado.


—Claro que no, Midorikawa.— negó entre risas.


El chico se levantó de la silla y caminó hacía Gouenji. Ese chico era bastante curioso, su cabello era de un rojo tan intenso que no podía ser natural, su tez era extremadamente pálida; como luna nueva, sus ojos eran de un electrizante color jade que, nuevamente, eran demasiado exóticos para pertenecer biológicamente a él. El muchacho pelirrojo era atractivo, eso no lo podía negar ni el hombre más heterosexual del planeta; había que darle créditos por su buen parecido. Se detuvo al frente del “chico perdido” y le obsequió una sonrisa amable.


—Lo llevaremos a dónde tenga que ir.— completo.

—¿A dónde vas chico perdido?— preguntó el acompañante del pelirrojo, clavando sus profundos pero brillantes ojos negros en el peli-crema.


“Midorikawa” era un chico delgado y moreno, su piel llamaba la atención porque no acostumbrabas a ver a una persona de tez canela en un lugar tan gélido como Hokkaido; donde la presencia del sol no era frecuente, su largo cabello verde estaba atado a una coleta de caballo. Desprendía un aire despreocupado y Shuuya no pudo sentirse molesto cuando se refirió a su persona como “el chico perdido” simplemente porque el muchacho parecía agradable.


—Idiomas. Clase 3B.— respondió mecánicamente, aún no salía de su trance. Él pensaba pasar desapercibido, pero terminó hablando con 3 chicos el mismo día.


El pelirrojo, quien desprendía un aire de amabilidad, misterio y arrogancia, apoyó su pálida mano en el hombro de Gouenji.


—Es en el 3B al otro lado del campus.— señaló con una sonrisa cálida. —Ven, deja que te guiemos.—


Los tres chicos caminaron por el pasillo, en sentido contrario. Gouenji se encontraba en el medio de ambos chicos, se sentía incómodo siendo el más alto (aunque la diferencia era de 2 centímetros), era algo perfeccionista. Un maniático del orden.


—¿Y qué te trae a Hokkaido?— preguntó el de ojos verdes, cuyo nombre era un misterio para Gouenji. El muchacho lucía la chaqueta del uniforme desarreglado, la corbata no estaba correctamente ajustada a su cuello y cuando caminaba o movía la cabeza parte de su pecho se veía, los ojos cafés curiosos no pasaron desapercibidos el tatuaje que adornaba la nívea piel. Sabía que era una frase, pero no podía adivinar qué era lo que decía; solo veía la palabra “Need” y eso era todo.


—El trabajo de mi padre.— respondió ensimismado. La curiosidad le suplicaba adivinar cuál era la frase que el muchacho tenía en sus clavículas. —Él es doctor y fue transferido.— explicó.


—Ya veo.— asintió el albino procurando ser discreto mientras acomodaba su chaqueta, al parecer, había sentido la mirada de Gouenji sobre su cuerpo y le había incomodado. —A primera vista Hokkaido nos es muy interesante, pero cuando encuentres a las personas correctas te vas a divertir mucho.— aseguró con una amplia sonrisa.


—Sí, aquí encontraras personas muy interesantes.— intervino el peli-verde que había permanecido callado. —Y hay varios clubes que…—Las palabras de Midorikawa fueron opacadas por el fuerte sonar de la campana que indicaba el inicio de clases. —Rayos.— murmuró.


—Deberías volver al salón, ¿recuerdas lo que dijo el profesor si volvías a llegar tarde?— inquirió el pelirrojo.


El más bajo hizo ademan de estar pensativo, miró al techo por unos segundos y luego volvió a enfocar su oscura mirada sobre su amigo. —Estaba pensando en el final de Noah .— respondió torciendo la boca.


Los ojos verdes se abrieron sorprendidos. —Genial, luego de tres meses ya puedes devolverme mi libro.— comentó con una falsa sonrisa. —El profesor dijo que si volvías a llegar tarde iba a sancionarte, así que corre.— sugirió.


Midorikawa asintió a la sugerencia de su amigo y sin desperdiciar más segundos del reloj se echó a correr en dirección contraria a la que se dirigían sus compañeros, los chicos que dejó atrás se sumieron en un silencio agradable y lo vigilaron hasta que ya no podían ver la coleta de cabello verde ser ondeada por la suave brisa.


—Será mejor que nos demos prisa.— Rompió el silencio el de ojos verdes. —No querrás llegar tarde tu primer día de clases, menos con el profesor Fausto.— señaló con una expresión sombría en sus inmaculadas facciones.


—¿Es muy malo?— preguntó con un resquicio de preocupación, habían retomado el andar.


—El profesor Claude Fausto es bastante estricto.— inició. —Muy correcto y estirado, con un aire británico pero es de Nueva Jersey.— Para decir lo último se acercó a Gouenji y bajo un poco su tono de voz, como si estuviera revelando un secreto del Pentágono. Usaba ese tono pícaro y mañoso.


—¿Nueva Jersey?— inquirió, recibió un asentimiento. —¿Y qué hace aquí? En otro continente.— preguntó extrañado. Técnicamente, el hombre estaba al otro lado del mundo.


—Lo transfirieron aquí.— respondió con simpleza. —Te encontrarás con muchos profesores y alumnos extranjeros.—añadió con su sonrisa amable.


Gouenji no dijo nada al respecto, el silencio volvió a reinar entre los dos chicos que cada vez estaban más cerca de su destino, subieron las escaleras a paso tranquilo; demasiado tranquilo, el pelirrojo parecía que sufriría un ataque de asma en cualquier momento así que, por instinto, Gouenji procuró quedarse a su lado por si algo malo ocurría. Finalmente, el pelirrojo no pudo disimular más su cansancio y se detuvo sujetándose en la baranda.


—Un momento.— dijo jadeando, su mano izquierda se apoyaba en su rodilla y respiraba por la boca intentando recuperar el aliento.


—¿Te encuentras bien?— preguntó Gouenji, quien no podía sacarse de la cabeza una pregunta “¿Qué le está pasando a ese chico?”


Hay una respuesta para explicar los inusuales síntomas que manifestaba un individuo a primera vista sano como ese chico. Claro que hay una razón, siempre las hay.


“Los errores del pasado moldearán el futuro”.




El muchacho no artículo ninguna palabra, solo atinó a asentir con la cabeza. Shuuya sintió que estaba mintiendo, así que se acercó a él y apoyó su mano en el hombro del albino. La preocupación comenzaba a ser más latente.


—¿Quieres que te lleve a la enfermería? Dime dónde está y yo…— Gouenji no estaba intentando ser condescendiente, él realmente estaba preocupado.


—No.— Tosió entre risas.—Estoy bien hermano, aún no me voy a morir.— Y rió con más ganas.


En pocos segundos, el pelirrojo recuperó la compostura, su respiración volvía a ser normal y ya no tenía que sostenerse del barandal para mantenerse de pie. Pero Shuuya aún no podía quitar esa expresión de terror en su rostro, tenía las manos frías y las piernas le temblaban y se cuestionaba porqué sentía tanto miedo. El chico albino advirtió los sentimientos agitados que su compañero experimentaba y se sintió culpable por hacerlo pasar un mal rato, le sonrió para asegurarle que todo estaba bien y eso pareció mermar las emociones del peli-crema. Continuaron caminando aun con los sentidos despiertos y alborotados, Gouenji estaba atento a cualquier movimiento peligroso del chico y se seguía cuestionando porqué se sentía tan asustado y preocupado.


Incluso yo comenzaba a sentirme preocupado por el interés que mostraba Shuuya Gouenji hacía ese chico pelirrojo.


—¿Piensas inscribirte en algún club?— preguntó para disipar el incómodo ambiente. —Hay muchos, quizás encuentres uno que te guste.— propuso.


—No, no.— Rió. —Solo me quedaré aquí un año, no quiero distracciones. No serían necesarias.— respondió de inmediato.


El pelirrojo detuvo su andar y miró con intensidad al chico que tenía al frente, mantenía una sonrisa incrédula, no estaba convencido por ese comentario. Incluso le parecía estúpido.


—¿Cuál es tu nombre?— preguntó.


—Shuuya Gouenji.— respondió titubeando, aquella mirada verdosa lo hacía sentir nervioso.

—Yo soy Hiroto Kira.— dijo cruzándose de brazos. —Y no puedes pretender estar aquí durante un año y no forjar ninguna amistad.— señaló.


Kira” muerte en japonés. Ese apellido retumba en mi mente con fuerza.


—Sí puedo hacerlo.— respondió y se dio una cachetada mental por sonar tan inseguro.


—No, eso es imposible.— contradijo.


Gouenji ya no quería llevarle la contraria al muchacho, no iba a iniciar una discusión que no le aportaría ningún beneficio así que solo permaneció callado.


—Aquí es tu clase.— señaló con un ademan. —Nos veremos luego, Shuuya.— Se guardó las manos en los bolsillos, le dio la espalda y se fue.


En cuanto abrió la puerta experimento un sentimiento de deja vú, toda la atención de los individuos allí presentes decayó sobre él. el profesor se acercó y lo inspeccionó con sus brillantes ojos dorados, era tan algo que el adolescente se vio en la necesidad de alzar la cabeza para mirarle a la cara.


—Tú debes ser el alumno nuevo.— dedujo inexpresivo, su rostro se mantenía neutral. Se sujetaba la montura con su dedo índice y sus ojos lograban intimidarle.


—Sí señor.— asintió de inmediato, las palabras de Kira hacían eco en su cabeza.


El adulto lo tomó del hombro con suavidad y lo hizo pasar al aula, los ojos curiosos seguían cada movimiento que el chico nuevo hacía, terminó clavado en el medio, justo delante del pizarrón.


—Preséntate.—indicó extendiéndole al chico una tiza que reposaba en la palma de su mano.


Gouenji la aceptó, se dio la vuelta y trazo líneas que se convirtieron en kanjis, que formaron su nombre. Volvió a encarar a sus espectadores, cuyos ojos se intercalaban entre la pizarra y su rostro.


—Soy Shuuya Gouenji, vine de Inazuma y espero que nos llevemos bien.— dijo y ya podía considerarse un domador de nervios profesional. Claro, con el susto que había tenido que pasar con Hiroto ya ni miedo escénico podía sentir.


—Bien, yo espero que sean amables con él.— comentó el profesor. Inspeccionó el salón, buscando un puesto que el nuevo pudiese ocupar, encontró un mesa vacía al lado de un chico de cabello negro azulado. —Ve, toma asiento al lado del joven Phantomhive.— indicó.


El joven, al oír su nombre, alzó la mirada por instinto. Entonces Shuuya sabía cuál era su lugar, caminó hasta él y se sentó sin llamar de más la atención y se dispuso a escuchar la clase del profesor. Se sentía bastante aliviado de que el chico de al lado no haya tomado interés en él. lo miró, tenía la tez muy clara (como la mayoría en ese pueblo) facciones finas que lo hacían lucir demasiado aniñado, cabello peinado y el flequillo le caía en el ojo derecho, hablando de sus ojos, le hubiese encantado verlos de frente porque de perfil lograba advertir que eran de un azul rey intenso, adornados con una cortina espesa de largas y oscuras pestañas negras.


“—Los genes de Hokkaido fueron bendecidos.—“ pensó.


Dos horas. Dos infernales horas más tediosa que leer 100 años de soledad. En cuanto el timbre sonó los alumnos se levantaron de sus asientos como resortes que revotaron desesperados hasta la salida. Aunque Shuuya quería salir pronto de ese lugar, se tomó su tiempo guardando sus cosas y observando a su compañero que se sentaba a su lado. Le llamaba la atención, no solo porque fuese bonito, más allá de eso se sentía intrigado por su estatura; demasiado pequeño para tratarse de un estudiante que cursara el último año de secundaria. No se trataba de que Gouenji disfrutara su vida haciendo comparaciones, pero un hecho tan llamativo como ese debía ser resaltado. El chico se colgó la cartera en el hombro, peinó su cabello con las manos y salió sin siquiera voltear a ver a su observador. Gouenji decidió imitarle, aún tenía una clase antes del descanso y no deseaba llegar tarde por andar cavilando. Tomó su cartera y salió del salón, si la memoria no le fallaba ahora mismo su siguiente clase era Literatura, apresuró el paso rebasando al chico de ojos zafiro.


___***___





Un chico reposa apoyado en una pared, sus ojos verdes miran hacia la nada y ese espacio acendrado es manchado por el humo plomo que expulsa de sus fosas nasales y sus labios entreabiertos.


Le da otra calada al cigarrillo y suspira cansado. Ni siquiera los moribundos rayos de sol logran alegrar su alma abatida. Una terrible migraña punza en su cabeza y lo hace llevarse la mano a la sien.


“Como si ese gesto superficial aminorará el dolor”.




—Maldición.— murmura, sus piernas flaquean y se desliza por la pared mohosa hasta sentarse en el suelo sucio.


Cubrió su cabeza con la intensión de protegerse del basto sol, pretendía permanecer en ese lugar hasta terminar su cigarrillo, o hasta que la Parca viniera por él.


“Lo primero que ocurra”.




Era joven y estaba solo. Podía hacer lo que quisiera, no había nadie que le dijera que estaba obrando mal o que estaba echando a la mierda su vida.


“Era libre”.




Nadie lo despertaba por las mañanas, con un beso cálido y un “Buenos días”. Cuando volvía de un día largo, nadie lo esperaba. no recibía besos de buenas noches. Lo suyo no era libertad…

Se encontraba abandonado.


___***___





Cuando llegó al salón frunció el ceño, había casi corrido por los pasillos y perdido el aliento, todo eso es vano. Los alumnos se encontraban sentados en grupos (como si intentaran pactar con Satanás) o jugueteaban correteándose por el salón. Todo un relajo y del profesor ni la sombra. Entró malhumorado, con ganas de pelear con la mitad del mundo, se dedicó a buscar con la mirada un puesto que pudiese ocupar. No contó con que una persona agitaría la mano en su dirección para llamar su atención.


Se trataba del muchacho castaño, ese de amplia sonrisa y ojos de cachorro. Con sus amigables gestos llamaba a Gouenji para que se acercará a hacerle compañía y él, solo por cortesía, aceptó. Se acercó y tomó siento en la silla que se encontraba al lado de Endou Mamoru.


—No sabía que compartiríamos esta clase.— expresó e de cabello castaño.


—Sí, yo tampoco.— admitió.


Endou permaneció meditativo unos segundos, no dijo nada ni mostraba más que una expresión pensativa en el rostro. Se peinó el flequillo que sobresalía de a banda sudadera que insistía en usar aun en el instituto. Volvió a enfocar su mirada en Gouenji.


—Sabes.— inició. —Estuve hablando con mi grupo y les parece bien la idea de que te nos unas. —dijo, retomando su sonrisa amigable. —Claro, primero tienes que conocerlos. Son buenos chicos pero también, un poco excéntricos y pesados, con comportamientos un tanto inusuales.— explicó. Endou tenía una forma de hablar y articular las palabras muy deprisa, también solía divagar mucho antes de ir directo al punto. A veces daba la impresión que no había interactuado con un ser humano en mucho tiempo. Y aun así, el chico era simpático. —¿Te gustaría venir conmigo en la hora de salida?— propuso.


Shuuya se había prometido muchas cosas cuando estaba en el auto de camino a su nuevo instituto: No clubes. No amigos. Él solo quería volver a su casa en Inazuma,no deseaba encariñarse con Hokkaido, mucho menos con alguno de sus habitantes. Sin embargo, aun con su promesa fresca en su mente, no pudo negarse a tal petición. No deseaba decir que no. No sabía porqué.


“—No puedes pretender estar aquí un año y no forjar ninguna amistad.—“


—Estúpido vampiro pelirrojo.—pensó.


Una respuesta un tanto inusual para venir de él, llegó a su mente.


—Déjame consultarlo con mi grupo.— respondió fingiendo seriedad. Ladeó la cabeza de modo que ya no podía mirar las expresiones ansiosas de su compañero. Esperó unos segundos en los cueles no pudo reprimir una sonrisa divertida. Regresó su mirada hasta Endou. —Sí. Dicen que sí.— asintió.


—Genial.— expresó recuperando su sonrisa.


—El profesor, ¿no vendrá?— preguntó el peli crema cambiando el tema de conversación.


—No. Él faltó hoy, o que es inusual porque nunca falta.— respondió ladeando la cabeza y frunciendo levemente el ceño. Nunca antes se había detenido a pensar en ello.


Gouenji se encogió de hombros, incapaz de sorprenderse o mostrar interesa alguno. —Tal vez se enfermó.— dijo luego de haber sopesado en las posibles razones por las que un educador faltaría a su trabajo.


—Los demonios no se enferman.— alegó Endou, su sonrisa había cambiado, ahora era ladina. Sarcástica.


Soltó una risa floja. —Debe ser terrible.— dijo, manteniendo la sonrisa. El comentario de su amigo le había parecido gracioso.

...

Amigo. ¿Ya podía llamarlo así? ¿De qué otra forma si no? “Chico”, debía volver a asignarle es término a Endou Mamoru. Ellos no era amigos y Gouenji pretendía que no lo fueran jamás. Él no quería forjar amistades. A Gouenji no le gustaba Hokkaido ni sus habitantes. ¿Por qué tenía que toparse exactamente con las personas más amables? Aquella cordialidad lo hacía cuestionarse todo. Lo hacía sentir cómodo. ¡Él no quería estar cómodo! Quería seguir odiando el lugar.


—Es estricto, sí.—aceptó. —Pero no es su actitud lo que le ha otorgado el título.— dijo, sonriendo.


En toda la hora de clases, donde se suponía que verían Literatura, Endou Gouenji solo hablaron de historia. Ellos hablaban sobre sus vidas, aunque quien más compartió fue el nuevo, el chico dela banda se dedicó a simplemente escuchar y hacer modestos comentarios cuando el momento se lo indicaba, luego de que Gouenji paraba de hablar volvía a hacerle más preguntas y así iniciaban de nuevo. Era agradable, bastante en realidad. Ambos disfrutaban ese momento y se olvidaron de todo. Aunque a mi pieza aun le intrigaba la vida de ese chico, sentía que le incomodaba compartir cosas sobre sí mismo. Fue por ese presentimiento que no insistió.


Cuando el timbre del descanso sonó, ambos se dirigieron a los comedores. Iban caminando por los pasillos cuando varias mesas con anuncios como si vendieran limonada adornaban el corredor llamaron la atención del moreno. Se detuvo en seco y permaneció inmóvil leyendo cada cartel fluorescente. “Club de Fútbol”, “Club de lectura”, “Club de ajedrez”. “Club de química” y la lista seguía.


—¿Estás interesado en entrar a algún club?— inquirió al notar las curiosas acciones de su compañero nuevo.


Sus ojos se siguieron pasando por cada puesto, en cada uno había una persona que representaba el club y se encargaba de inscribir a las personas interesadas. Pero no estaba interesado en entrar en ninguno, no quería pertenecer a ninguno.

O tal vez sí


Ya no lo sabía. No sabía nada. Pero algo si era cierto, una de esas mesa había llamado su atención por una sola razón: su representante.


Kira...” muerte en japonés.


Una inmutable sonrisa curvó sus labios y sintió deseos de ir a molestarlo un rato.


—Adelantate, tengo que hacer algo.— informó a su acompañante.


—De acuerdo.— fue la simple respuesta. Ni siquiera se interesó en hacer preguntas simplemente continuó su camino.


Desinteresado por el ambiente. Desinteresado de las personas. Desinteresado dela vida.


Se acercó de manera natural, pretendiendo parecer casual. Cuando estuvo al frente los ojos jade lo miraron con un brillo especial. Una alegría particular. Una alegría un tanto mentirosa.


—Creí que no estabas interesado en pertenecer a un club.— recordó el pelirrojo, arqueando un ceja. —Ni forjar una amistad.— Se había percatado del chico que acompañaba al moreno.


—Solo somos compañeros de clase.— respondió.


—Oh, claro.— asintió,pero no parecía convencido. Su voz sonaba sarcástica.


Gouenji alzó la mirada. —Jamás pensé que fueras el representante de un club.— confesó. Rebuscó con la mirada el nombre en la pancarta, pero no había más que un dibujo bastante elaborado. Un símbolo de interrogación que parecía dar la apariencia de estar hecho de cristal; como si hubiesen roto las zapatillas de Cenicienta. —¿De qué va tu club?— preguntó. —¿Cómo llevarle la contraría a las personas?—


Hiroto ni siquiera pareció ofendido ni divertido por la burla del chico, simplemente estaba sonriendo como acostumbraba. Sus ojos volvieron a brillar, esos orbes eran realmente hermosos.


—No tiene sentido que te lo diga si no estás interesado en entrar.— respondió.


—Si no sé lo que hacen allí, ¿cómo podría estar interesado en ser parte?— cuestionó contraatacando al chico pelirrojo. Este solo sonrió divertido.


—Ya lo descubrirás.— aseguró. —Hasta más tarde, Shuuya.— dijo, despidiéndose del chico.


Gouenji no siguió insistiendo en descubrir el nombre del club, pero visto que Hiroto Kira pertenecía a él, sentía una inusual curiosidad. Quería saber qué tipo de club dirigía una persona que a simple vista era tan interesante. Sin remediar se marchó directo a los comedores, no
veía correcto dejar a su compañero plantado quien se había portado tan amable con él todo el día. Se acercó a una de las mesas, donde se encontraba sentado el castaño, con dos bandejas frente a él.


—Te he apartado el almuerzo, así no te quedarías sin postre.— dijo con una cálida sonrisa.


A eso se refería. Con tanta amabilidad le hacía imposible odiar ese lugar.


___***___




Ya no se sorprendió cuando se sintió ansioso porque se terminará la única clase del día, hasta comenzó a dar saltitos en su lugar, no podía esperar a salir rápido para conocer a los amigos de su “personaje”. Se la pasó toda la clase pensando en cómo serían, porqué Endou se había referido a ellos como excéntricos e inusuales, tenía muchas ganas de conocer ese nuevo mundo.


—Pero no me quedaré en él.—


Yo soy quien decidirá los caminos que debes tomar, pero eres tú quien escogerá a dónde quieres pertenecer. Tú escogerás tu hogar, pero yo me encargaré de que salves mis piezas. No se confundan conmigo, solo me interesa mi propio beneficio.


Por otro lado, estaba Hiroto y su sospechoso club sin nombre, o al menos desconocido para él. Pensó mucho, basándose en la personalidad del “vampiro” intentó encontrar una temática para su club. De seguro se reunían en la biblioteca y estaría conformado por los chicos problemáticos del instituto. Podría ser como el “salón de castigo”, Hiroto se encargaría de enderezarlos...


No, claro que no. Incluso Hiroto, con su sonrisa amable y su actitud bondadosa podría ser uno de esos chicos “problemáticos”. Él no podría ser un consejero escolar.


Es cierto, jamás podría. Hiroto Kira conoce la ubicación de cada arteria. Conoce cuánto debe presionar la cuchilla sobre su piel para solo dañarse y no morir. Sabe en cuál dirección debe deslizar la navaja si quiere ir al hospital o la morgue. Él sabe sobre esas cosas.


Ya no debía seguir pensando en ello, de nada valdría porque no pensaba unirse a él. En fin, ocuparía sus pensamientos en buscarles rostro a las personas que conforman el grupo de Endou Mamoru.


¿Desde cuándo se comportaba así? Tan ansioso. Tan desesperado. Tan interesado.


___***___





—Quién diría que te interesarías por la vida un estudiante de secundaria.— inquirió retorico. El muchacho de cabello oscuro prestaba su indivisible atención a los acontecimientos que se estaban llevando a cabo. Sostenía una navaja en su mano y jugaba con ella de una manera insegura. Me abstuve a recriminar sus acciones imprudentes.


—La mente de los jóvenes es entretenida.— confesé. Alcé la mirada hasta mi compañero, me apuntaba con su arma, amenazándome con lanzarla y atravesarme con ella. Pero sabía que no lo haría, lo veía en sus ojos.


—¿Estamos cerca?— preguntó sonriente.


—Eso espero.— respondí.


Su muñeca se echó hacía atrás y con fuerza se dobló hacía delante, la navaja se deslizó de sus dedos y voló. Fue a parar en el tablero frente a mí, donde se clavó e la madera. Ni siquiera me mostré sorprendido ni asustado (aunque lo estaba), mis ojos azules y sus ojos tornasol se quedaron incrustados en el arma que aún se encontraba clavada en la mesa.


—No fue intencional.—balbuceó el muchacho luego de tres minutos de largo silencio.


Me miró. Yo lo miré. Nos miramos.


¿Cuál era este sentimiento?



___***___





No advirtió cuándo. En el mismo momento que el timbre sonó, él había saltado de su asiento y abalanzado a la puerta afanado por salir. Igualmente impaciente, lo esperaba Endou apoyado en la pared frente al salón, con una sonrisa discreta y perdido en sus pensamientos.


—¿Listo?— preguntó cuando Gouenji se encontraba frente a él.


—Vamos antes de que cambie de idea.— respondió.



La sonrisa que mantenía en su rostro se ensanchó, se despegó de la pared y comenzó a caminar con el moreno a su lado, siguiéndole los pasos, con unas ansias que no podía disimular y que podía palparse.


Atravesaron los pasillos y a las personas que iban en la dirección contraria, desesperados por salir de ese lugar: su infierno. Subieron las escaleras que él había subido para llegar a su clase y recordó el momento cuando Hiroto comenzó a respirar con desesperación y parecía que iba a desmallarse. Sintió que debía mirar a Endou, pero de inmediato se reprimió porque ese era el chico que recorrió la playa durante cuatro horas sin descansar. Quería preguntarle sobre eso ¿por qué corría como si le debiera una promesa a Dios? Pero no lo hizo, porque entonces se estaría delatando a sí mismo y quedaría como un acosador. Subieron más escaleras, el pequeño pasillo estaba oscuro y deshabitado. Salvó por algo... una voz.


Una canción.


—Siete negritos jugaban con un hacha. Uno se partió en dos, ahora quedan seis.— Una voz juvenil. Suave. De un chico. Una hermosa voz de niño.. Pero la letra de su tonada y la melancolía con la que cantaba le otorgaba un ambiente aterrador.


Un chico de baja estatura se divisaba en la oscuridad. Iba caminando delante de ellos por lo que solo alcanzaba a ver su espalda, pero el peli-crema tenía la sensación de ya haberlo visto. Ese cabello oscuro le era muy familiar. El chico dejó de cantar y se detuvo frente a una puerta.


Corazón de cristal.
Te quiebras a penas un suave rozar.




La puerta fue abierta, una luz cegante lo recibió y él chico desapareció dentro de ella. Hacía allí se dirigían. Hacía aquella puerta misteriosa que daba a la azotea de la secundaria. Cada vez más cerca y las piernas de Gouenji temblaban ridículamente. Él se sentía ridículo. Tanto misterio había conseguido ponerlo nervioso. Ya estaban a frente de ella, solo necesitaban entrar. Ambos chicos no habían intercambiado ni una sola palabra en todo el camino.


El castaño de amplia sonrisa toca tres veces con sus nudillos, como si fuese una clave secreta para ingresar a un lugar secreto.


La puerta se abre, son recibidos por una luz que los fatiga y se escabullen en ellas como si fuesen a morir. Como si hubiesen llegado al cielo. Como si fuese el final del camino.


Sus ojos estudian el lugar. Un espacio abierto. Luego estudia a las personas, todas desconocidas, todas sin nombres. Excepto por una. Uno de esos rostros le es familiar. Demasiado familiar.


“—Ya lo sabrás.—“ Ese cabello. Tan rojo que no parece natural. “—Hasta más tarde, Shuuya.—“ Esa sonrisa.


No puede ser. Piensa él.


—Bienvenido al Club de los corazones rotos.— saludó con su amable sonrisa.


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