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Llévame a casa por Valz19r

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Capítulo 07. Confusiones de un corazón egoísta.




“Los caminos están tejidos como una tela, entrelazando los unos a los otros en una serie de extensos e indefinidos canales que llevan a un cause desconocido.”




Gouenji observaba desde la distancia a las dos personas que se manifestaban discretas muestras de afecto, usualmente lo habría ignorado; como todo lo que no le importaba en la vida, pero aquella escena lo sorprendía por el simple hecho de que eran Ciel Phantomhive y Sebastian Michalis quienes la protagonizaban. Su pequeño amigo le había comentado que ya no se encontraba disponible en el mercado, forjó una relación con su AP y Shuuya pensó que ese niño tenía mucha suerte, finalmente había decidido salir de ese castillo de hielo en el cual se había recluido, lo ve depositar un sutil beso en la mejilla del mayor y luego se despidieron. En su anterior ciudad él había tenido algunas novias, pero con ninguna experimentó lo que parecía ver en Ciel y Sebastian: algo especial.


Se giró hacía su compañero de mesón, este se encontraba acostado en la mesa, observando a la pareja de enamorados, pero él no parecía estar sorprendido ni alegre, mantenía una expresión neutral en su rostro, casi se podría decir que su punto de visión no eran ninguno en específico.


—Parece que el plan de Sebastian sí funcionó.— habló Gouenji. —No es tan estúpido después de todo.— señaló con una sonrisa arrogante, recordaba los acontecimientos anteriores, el beso que casi le habían robado a Fubuki y cómo este protestó por su estúpida manera de solucionar las cosas. Bueno, al parecer, esos métodos si eran efectivos, jamás lo hubiese imaginado, pero quería oír a su compañero admitir que había errado. Deseaba escuchar un “Me equivoqué” por parte de Shirou Fubuki.


El albino parecía no inmutarse del comentario burlón que había sido dirigido hacía él, sus ojos no se apartaban de los chicos que, a pesar de haberse despedido hace rato no lograban alejarse el uno del otro.


—Sí, claro.— dijo distraído. —El plan de Sebastian.— sentía la mirada de Gouenji sobre él, más su propia mirada estaba clavada sobre el niño ingles que charlaba amenamente con su ahora pareja, ¿qué se la había pasado por la cabeza cuando hizo aquello? Se convencía a sí mismo que no lo había hecho por ellos, sólo quería divertirse, escuchar una buena drama romántica a través de una puerta, porque él sabía que, sin importar en qué circunstancias el amor siempre sería un desastre; el más hermoso que hubiese conocido. Sí, por eso lo hizo. También debía admitir, se sentía cansado de ver a dos personas actuar de una manera tan estúpida, odiaba lidiar con personas idiotas. Suspiró.


Ciel giró su cara y sus ojos se encontraron, ese niño de escasas sonrisas le regalaba una al chico frío que no toleraba a las personas, le estaba sonriendo de una manera tan inocente y sincera que no pudo evitarlo, le devolvió la sonrisa acompañado de un guiño, porque ambos sabían qué se ocultaba detrás de esos gestos comprometedores. Sólo ellos sabían qué había ocurrido en realidad y de quién había sido el plan que hizo aquello posible. Sólo ellos dos. Compartiendo un mismo secreto. Pensar en que compartía algo tan íntimo con una persona que apenas conocía le hacía sentir una calidez en el pecho y esa misma calidez le hacía sentir repulsión, porque Shirou Fubuki no era de esos chicos sentimentales que se identifican con otro ser humano. Dejó de intercambiar miradas y se decidió a olvidarlo, enfocó la mirada en el block de dibujo que tenía al frente; inmaculado.


—No entiendo el truco.— expresó Gouenji. —Besas a otra persona en frente de la que verdaderamente te gusta, ¿cómo funciona?— inquirió. Una sonrisa ladina adornó los labios de Shirou Fubuki.


—No se trata de magia, sino de conocimiento humano.— respondió. —No es muy difícil saber que el ser humano es celoso por naturales, los mismos celos que dan valentía a las personas, no quieres ver a quien quieres de la mano de otro, por eso te lanzas aun sabiendo que arriesgas todo.— explicó.


Su mirada se tornó curiosa y sonrió divertido, ¿acaso usaba el mismo tecnicismo para comprender emociones? ¿Pasaría las tardes cuestionándose cómo funciona la tristeza? Sus palabras corroboraban a su personalidad solitaria y arrisca.


—Si te expresas de esa manera, pareciera que el amor es un efecto colateral del egoísmo.— dijo suspirando.


—Alguien ha estado leyendo a John Green.— comentó burlón recibiendo una mirada despectiva. Meditó durante unos segundos, aun pensando qué podría pintar, la clase de artes le aburría en demasía, él no prestaba ningún interés en la materia, sólo deseaba que acabara pronto. —Es exactamente lo que es: sólo un impulso causado por el egoísmo. Como un descarga de dopamina para el cerebro.— explicó nuevamente. Oh, pero si le encantaba debatir sobre emociones.


—¿Siempre eres tan pesimista?— preguntó suspirando cansado, se frotó el puente de a nariz con frustración.


El albino despegó los ojos de su lienzo en blanco, sólo para enfocarla en su compañero, se mantuvo pensativo por unos segundos y luego retomó su monologo.


—¿No crees que el amor se basa de sensaciones que son movidas por la irrefrenable emoción del egoísmo?— inquirió. —Tú sólo lo sabrás cuando te veas orillado a experimentarlo.— dijo con una seguridad irrompible en sus palabras. Como si estuviera decretando algo que pronto iba a suceder.


A Gouenji, aquellas palabras no le produjeron ni un resquicio de sospecha, sobre eso, pensaba que quizás debía dejar de hablar con Shirou Fubuki porque lo consideraba una persona capaz de deprimirlo, un chico tan pesimista y huraño no podía ser saludable, no le gustaba tratar con personas tan fatalistas, con una visión tan oscura dramáticamente realista, él prefería pensar que podía cumplir sus sueños, se enamoraría de verdad y sería feliz con una persona que él amara y lo amara a él, así imaginaba su vida. Por eso evitaba a las personas que pensaban mucho las cosas, las personas que sólo veían el vaso medio vacío, personas como Shirou Fubuki. En tan pocos días allí había visto su naturaleza salvaje y conflictiva, no le agradaba del todo y convivía con él por cierta cordialidad, aunque de algo si estaba seguro, y era que Shirou Fubuki también lo sabía: las personas son egoístas cuando se enamoran, por lo menos un 95% de la población, y él aseguraba que podría encontrarse en ese bondadoso 5% que daría la vida por ver a la persona amada feliz, aunque no fuese el causante de dicha felicidad. El timbre suena y todos se levantan de sus asientos, la próxima clase es historia, con un poco de suerte tal vez el profesor allá faltado ese día, aún no lo conocía, pero tampoco deseaba conocerlo.


Caminó por los pasillos, siguiendo sin intensiones, a Shirou Fubuki, su clase era al lado de su salón. Gouenji ya no se lamentaba de tener que compartir dos o cuatro horas con ese chico, al final resultó no ser tan malo como todos habían asegurado, sí, Fubuki era demasiado cinico y huraño, pero podía vivir con eso. En la puerta de su correspondiente salón se encontraba su reducido grupo de amigos así que apuró el paso para llegar hacía ellos.


—Shuuya, ¿crees en la teoría de viajes en el tiempo?— fue la pregunta que le hizo Hiroto al verlo llegar.


—Un 20%— respondió deteniéndose al lado de su amigo pelirrojo, quien de inmediato le deslizó el brazo por sus hombros, como estaba acostumbrado a hacer.


—Olvida eso Hiroto.— rezongó Endou. —Mejor explícame por qué el helado le produce gases Sayuri.— preguntó.


—¿Has estado alimentando a tu conejillo de Indias con helado? ¡Podrías asesinarlo e irás a la cárcel por ser un ecocriminal!— dijo exaltado.


Endou se encogió de hombros, indiferente al regaño que acababa de recibir, metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y jugueteó con una moneda que se encontraba dentro de uno de ellos.


—Aún no me has respondido y necesito aprobar química.— dijo haciendo un puchero.


El pelirrojo soltó un suspiro de pura resignación. —No lo sé.— respondió.


—Es por los compuestos químicos que contiene el helado.— intervino Shuuya ganándose las maridas de sus dos amigos. —Las grasas saturadas no se pueden digerir, entonces se trasforman en flatulencias.— explicó.


Endou sonrió. —Cielos, ¿cómo sabes eso?— preguntó sorprendido.


—Fui miembro del club de química en mi otra secundaria.— admitió con un deje de vergüenza, ese era uno de sus muchos secretos que guardaba cuando estaba en Inazuma. Siempre había sido brillante para las formulas pero ciertamente no se anda divulgando por los pasillos que se es un “nerd”.


—Quién lo diría.— expresó Hiroto observando al moreno con una sonrisa ladina. —Nerd.— se burló.


Gouenji le dirigió una mirada irónica, con pequeños rastros despectivos.


—No estás en posición de hablar, señorito “nunca falto a clases”, señorito “saco 100% en todo”, señorito “conozco todas las respuestas”. Ya detenme porque me estoy quedando sin “señoritos”.— dijo agudizando un poco la voz.


Ambos soltaron una risa floja y se miraron, de pronto era como si sólo fueran ellos dos en un universo infinito, lleno de posibilidades para ellos dos y sus sueños, con los ojos brillando de emoción. Una nueva y misteriosa emoción que me hace preguntar cómo podría afectar los rumbos del futuro. Pudieron permanecer así por mucho tiempo, pero un comentario los hizo volver a la realidad.


—Uff, huele a amorío adolescente.— expresó un muchacho rubio de ojos carmesí.


—El más tóxico de los romances.— secundó un peli rosa.


Atsuya Fubuki y Afuro Terumi se reincorporaron al grupo, vistiendo sus uniformes del equipo de soccer y una sonrisa sarcástica en los labios. Su indiscreto comentario hizo sonrojar a los implicados, Hiroto deshizo el superficial abrazo y se alejó un poco. En ese momento una persona les pasó por el frente y el pelirrojo vio allí su oportunidad de escapar.


—Deben entrar.— señaló.


—Sí, ya no puedes arreglar las cosas, Kira.— comentó Atsuya. —No te salvarás de mis burlas. Tú tampoco, citadino.— Las ultimas palabras fueron dirigidas a Gouenji quien apenas y había prestado atención, se apresuró en entrar al salón.


“Citadino”.


Aquella misma palabra, dicha por personas totalmente distintas no había logrado desencadenar un patrón misterioso en la mente de Shuuya, se encontraba muy ensimismado en su propio mundo como para pensar en coincidencias y presagios.


Ocupó su lugar en un mesa que estaba al lado de Endou y delante de un chico de cabello blanco y piel vainilla, se dispuso a sacar los libros de su cartera y en ese momento el castaño llamó su atención con indiscretos siseos.


—Oye.— llamó. Gouenji emitió un “umm” para indicar que lo estaba escuchando. —Quiero preguntarte algo.—


Dejó sus cuadernos sobre la mesa y clavó su atenta mirada en Endou, prestándole su indivisible atención, a pesar de que el maestro había llegado la clase estaba en un completo relajo.


—Dime.— dijo, invitando a su amigo a seguir.


—¿Qué tienes con Hiroto?— preguntó directo, ni siquiera se había detenido a pensar en una forma de hacerlo sonar más sutil.


Un escalofrío lo recorrió, sus ojos se abrieron desmesurados e instintivamente se echó hacía atrás, ¿a qué se debía esa pregunta? ¿Por qué tan de repente? Podría deberse a la manera en que ellos se trataban, pero ya llevaban días actuando de así, ¿serían los comentarios de Afuro y Atsuya los que desencadenaron una idea errada en la mente del castaño? No te puede gustar un persona en tres días... ¿o sí?


Sonrió nervioso.


—¿A qué te refieres?— inquirió desentendido.


—Ya sabes, ¿te gusta o algo así?— preguntó serio, muy pocas veces se le veía con esa expresión determinada en el rostro. Denotaba sospecha.


—¿Eso estaría mal?— preguntó.
Si era sincero consigo mismo consigo mismo no sabía que responder, Hiroto era un chico muy genial y muy amable que se portaba lindo con él y a Shuuya le agradaba. Tal vez sí le gustaba, sólo un poco.


—Pues, digamos que eso alteraría el delicado balance del grupo.— respondió rascándose la nuca. —Midorikawa ha estado enamorado de Hiroto desde la primera película de Harry Potter.— explicó.


—¿Y eso qué?— inquirió arqueando una ceja. En su mente no se había escuchado tan cruel.


—Si comienzas a salir con Hiroto, Midorikawa podría sentirse traicionado, tomarte rencor y se alejaría del grupo y todo se fracturaría.— explicó.


Una carcajada abandonó sus labios.


—¿Qué?— rió. —Eso suena del todo estúpido. Sería muy inmaduro por parte de Midorikawa.— respondió. —Él no haría eso.—


—No lo sabrías, las personas cuando se enamoran son muy egoístas.—respondió el castaño.


Ahí estaba de nuevo, esa palabra asociada al amor: “egoísmo”, qué tan distintas podrían ser. Shuuya aún no concebía aquella teoría, curiosamente Fubuki y Endou compartían una ideología. Ellos, que a simple vista parecían ser tan opuestos, pero así es la vida: irónica.


—Sí, alguien me dijo lo mismo.— respondió con una sonrisa ladina.


—No voy a imponerte nada, ni me enojaré contigo por las decisiones que decidas tomar, sólo quiero que sabes lo que puede llegar a pasar.— explicó usando un tono de voz amable y comprensivo.


Gouenji sonrió, esta vez lo hizo de verdad, porque aquel comentario irradiaba una genuina preocupación que lo conmovió. Apoyó una de sus manos en el hombro del chico y lo miró directo a los ojos.


—Lo tendré en cuenta.— asintió. —Pero Hiroto y yo sólo somos amigos.—aseguró.


—Sí, así se supone que inicia la historia.— respondió sarcástico.


Una segunda casualidad. Aquello comenzaba a asustarlo, las mismas palabras dichas por personas distintas, las sospechas comenzaban a atacarlo pero de inmediato atribuyó sus ideas a la paranoia del momento. No podían, dos personas tan distintas, ser amigos ¿verdad?


—Alumnos.—llamó una voz grave y autoritaria.


Clavó la mirada al frente, encontrándose con un adulto joven que no sobrepasaba los 25, tenía tez muy clara, cabello largo y azabache, ojos carmesí, la expresión en su rostro era intimidante. Pronto se le quitaron las ganas de hablar con su amigo y se centró en prestar atención. El hombre se presentó como Osamu y su regla de oro era “Das lo que recibes”, lo que quería decir que si sus alumnos eran buenos él evitaría llevarlos a clases de verano.


—¿Nuevo?— preguntó al advertir la presencia de Shuuya.


—Sí.— asintió.


El adulto comenzó a caminar de un lado a otro como un león enjaulado en un zoológico, inició con una charla ocasional que pretendía unir con su clase de historia. Primero le preguntó de qué parte del mundo venía, al escuchar la palabra Inazuma un interruptor de recuerdos fue activado en su interior y comenzó a soltar una retahíla de anécdotas interminables que despertaron el interés de los jóvenes.


—Era solo un niño en ese entonces, pero aún no he olvidado la crisis que azotó la cuidad, sabía lo que ocurría, pero pensaba que no podía
hacer nada al respecto. Nunca he sentido arrepentimiento, pues es un sentimiento inservible, pero jamás pararé de arrepentir por pensar que no podía hacer nada para cambiar las cosas, siempre se puede hacer algo para que el mundo mejore.— Su voz fue callada por el fuerte repique de la campana. Hora del almuerzo.


Gouenji se levantó, siguiendo a Endou hacia la salida, fue detenido antes de poder alcanzarlo, la mano del profesor Osamu Sagimura descansaba sobre su hombro, le dirigió la mirada y advirtió que le sonreía amable.


—Sé que ser el chico nuevo siempre es difícil, pero si hay alguna manera de hacer que tu transición aquí sea más fácil, puedes llamarme.— dijo condescendiente. —inquirió.


—Sí, gracias.— asintió con una sonrisa. Realmente se sentía bien aquellas muestras de amabilidad. El adulto asintió y lo dejó ir.


Salió del salón y pronto se encontró con sus dos amigos, discutían de nuevo por el rodeador que, al parecer, Endou pretendía “asesinar” y Hiroto había adoptado el papel de abogado y defensor en todos los derechos de la pequeña criatura. Apreciaba a sus amigos, pero a veces podían ser demasiado pesados.


—¡Te denunciaré por homicidio!—


—¡Necesito una buena calificación!—


—¡Shuuya, apóyame!—


Si, era complicado adaptarse.


____***____





Se tomaba su tiempo para recoger sus cosas, igualmente nadie lo esperaba en el comedor y él tampoco solía almorzar, sí, tenía todo el tiempo del mundo; lo que en teoría, significaba 30 minutos. Se colgó la cartera y caminó hacia la salida, debía admitir que las clases eran mucho más aburridas sin nadie con quien charlar. En esos cuatro días se había acostumbrado a compartir palabras cortas con el nuevo y se entretenía, se percató que era difícil andar por la vida sin compañía.


“Peligroso”.



Pensó el pequeño Shirou. Sabía que no debía acostumbrarse, Gouenji había logrado conseguir un grupo de amigos y lo suyo era más la soledad. Él andaba sin una manada y se convencía de que estaba bien así.


“Los amigos son una pérdida de tiempo.”. Aseguraba.


Entró al comedor y las miradas no tardaron en clavarse sobre él, Shirou sabía que llamaba la atención, veía la ilusión en los ojos de cada adolescente, deseosos porque algún día ocupara el lugar en alguna de esas mesas llenas de chicos y chicas. Los más ansioso eran los de primero, quienes no conocían la naturaleza del albino y creían tener la posibilidad de una oportunidad con él.


“Ingenuos”.


Tomó una bandeja y en ella coloco lo habitual: una manzana y una botella pequeña con agua. Ese era su almuerzo, ahora sabía por qué estaba tan delgado, pero su aspecto físico no le importaba. Nada importaba. Se sentó en una mesa alejada del resto, siempre permanecía sola y era un buen lugar que podía ocupar, desde allí observaba a toda la plebada y se entretenía encasillándolos y creándoles historias, “Aki e Ichinose son novios desde el semestre pasado, intentan ocultarlo, pero sé que se escapan entre clases para enrollarse en los baños de profesores; los que menos se utilizan. Qué linda historia de amor...”. Sus ojos analizaban a cada persona y mordía la fruta con un aire solemne mientras imaginaba.


“Excéntrico y cretino”. 


___***___




Gouenji se enfocó en Shirou Fubuki, había despertado de nuevo su curiosidad, desde que llegó a la secundaria no lo había visto que se relacionara de manera amistosa con otras personas. Siempre lo veía sentarse y caminar solo por los pasillos, era como si no perteneciera a un lugar. Como si no tuviera un hogar.


—¿Es que no tiene amigos?— se cuestionó en voz alta, ansiaba una respuesta.


—No.— escuchó a su lado, Midorikawa le había contestado. —Se encarga de alejar a las personas. Tiene el síndrome de PCM.— comentó con su voraz ingenio.


—¿Síndrome de PCM?— inquirió arqueando una ceja.


—“Síndrome de peleado con el mundo.”—respondió con arrogancia.


Shuuya dejó escapar una carcajada, qué ingenioso podía llegar a ser Midorikawa, no había mejor manera de diagnosticar a un sociópata. Las pequeñas charlas que mantenía con Shirou Fubuki denotaba a una persona resentida con la sociedad, pero él: un chico de ciencia, sabía que esas conductas asociales podían significar algo más. ¿Qué le habrían hecho a Shirou Fubuki para que terminara así? Quería saber.


—Tal vez tenga Asperger.— señaló, conocía lo suficiente sobre el caso como para diagnosticar a alguien.


—Fubuki no tiene asperger.— intervino Kira. —Sólo es un idiota.— señaló con una sonrisa.


—No puedes saberlo, no vives con él.— defendió Shuuya.


El pelirrojo dejó escapar una pequeña risa, se mordió el labio y negó varias veces con la cabeza. Intercambió miradas con Midorikawa, quien también reía con discreción. Shuuya ignoraba a los dos chicos que reían divertidos, como si ellos supieran algo que él no y eso les daba ventaja.


—¿Por qué le das tanta importancia?— preguntó Hiroto. —e gusta Fubuki, ¿verdad?— inquirió sonriendo.


—Otro más que ha caído en las garras del lobo.— secundó Midorikawa. —Pobre alma en desgracia.— expresó dramático.


El moreno frunció el ceño molesto, ¿por qué le había tocado unos amigos tan molestos? Eso de que uno elige a los amigos es mentira, él no querría a chicos tan molestos.


—No sean idiotas, claro que no me gusta.— respondió con rudeza. —Siento curiosidad por las personas que muestran conductas anormales.— explicó.


Los dos chicos intercambiaron miradas, ahora sus expresiones eran de consternación absoluta, como si retuvieran la risa o acabaran de escuchar algo realmente inapropiado.


—Su madre en doctor, ¿cierto?— inquirió Midorikawa.


—Sí,— asintió Hiroto.


—Eso explica muchas cosas.—


El timbre sonó, era hora de volver a las rutinarias clases, se levantaron de la banca con charola en mano y caminaron hacia la papelera, donde se deshicieron de las sobras, seguían debatiéndose hasta dar con un posible diagnóstico.


—Sólo digo que, el que no pueda relacionarse con personas es sospechoso. Ese es el primer síntoma del asperger.— insistió.


—¿Por qué no aceptas que tiene PCM?— inquirió el de cabello verde, caminó al lado de Gouenji.


—Porque eso ni siquiera es un trastorno real.— respondió poniendo los ojos en blanco.


—Claro que sí, Ciel lo tiene.— intervino Endou, quien había permanecido excluido de la conversación.


—Ciel no es para nada igual a Fubuki, él es del todo normal.— puntualizó, a su mente vino la imagen del pequeño niño y sus nulas habilidades para relacionarse con las personas, no compartían tantas semejanzas.


—A ver, Doctor House.— habló Hiroto empleando un tono cansino. —Tengo el diagnóstico definitivo: Fubuki Shirou es un idiota.— dijo, gesticulando cada palabra lentamente.


Entonces el tema se zanjó, más que nada porque había resultado incomodo el que Hiroto expresara esas palabras levantando la voz, cabe destacar que el nombrado se encontraba a pocos metros del grupo, así que abordaron otro tema. El pelirrojo se acercó a Gouenji como usualmente solía hacerlo.


—¿Haremos el trabajo hoy?— preguntó con una sonrisa.


Shuuya bajó un poco la mirada para poder enfocarla en el chico, aquellos ojos querían hipnotizarlo, le parecía tan adorable ese chico, con sus bonitas expresiones y su aura calmada, y cuando sonreía y sus ojos se achinaban. Tenía un diagnóstico para sí mismo, pero le producía terror admitirlo.


—Claro, en mi casa.— recordó.


Las palabras de Endou actuaron como un taladro en su cerebro, sentía como si le perforaran el cráneo y un dolor insoportable lo cubría por
completo: la culpa. En esos momentos se sentía con mucha ira hacia su amigo por haberle implantado ese chip de culpa, él podía vivir sin saber que a Midorikawa le gusta Hiroto, ¡vamos! El peli verde pudo haberlo visto primero pero a la mierda eso, Shuuya lo quería para él sin importarle nada más, por eso pertenecía al equipo de futbol, era muy competitivo y necesitaba canalizar esa energía en algo. Pero ahora no tenía cómo drenar las emociones que le quemaban por dentro.


Se pasó el resto de la clase pensando en ello, por otra lado, también estaba la inflexible teoría de Shirou Fubuki que, aunque no quisiera admitirlo, comenzaba a aceptar que era cierta. No, lo sería si Midorikawa fuera su amigo, lo que aún no había llegado a ser “Claro que es mi amigo”, pensó, “Todos lo son”, entonces sintió que se deprimía aún más. Malditos sean les deseaba la mala suerte de terminar juntos. Lo único que consiguió distraerlo fue la clase de sociales, suyo profesor no conocía, en cuanto entro al aula fue abordado por un dúo de chicos, un rubio y un peli rosa que de inmediato lo bombardearon con comentarios e insinuaciones con respecto a Kira, pero él sabía cómo ignorarlos con sutileza.


Unos segundos después ingresó quien sería su tutor; una mujer joven, de largos cabellos negros y espectaculares ojos azules, mantenía el ceño fruncido lo que le brindaba una apariencia de persona estricta, se plantó frente del alumnado y de inmediato sus ojos claros fueron a parar en Gouenji pero, al contrario de lo que pensaba el adolescente, la mujer no dijo nada al respecto sobre su presencia.


—Oye.— Atsuya le llamó, golpeando con su codo el brazo del moreno quien de inmediato volteó a mirarlo. —Ella es tu cuñada.— dijo en un murmullo.


—¿Cuñada?— inquirió confundido, pero él sabía muy bien a qué se refería su insoportable amigo. Dios, era parecido a tener a Shirou Fubuki a un lado... Shirou Fubuki. Enfoco la mirada en Atsuya, ahora con más profundidad, esas facciones, esos ojos grises, era muy parecido a Shirou. Demasiado en realidad, si no fuera por el color de su cabello hasta podría decirse que eran gemelos. Debía pregunta...


—Es la hermana de Hiroto.— intervino Afuro distrayéndolo de sus pensamientos.


Volvió a enfocar sus oscuros ojos en la mujer, era bastante bonita con su cabello lacio y figura esbelta, pero no compartía ningún rasgo con Hiroto, claramente era mayor que él, debía ser por eso que no se parecían en nada; aunque eso tampoco tenía mucho sentido.


“¡UN MISTERIO A LA VEZ POR FAVOR!” 


Ya se sentía mareado.


—Cuidado, es algo sobreprotectora.— señaló divertido el rubio.


Pero aquellos comentarios no causaron gracia en Gouenji, sólo conseguían confundirlo más, ¿por qué todos decían esas cosas? ¿Será que realmente se había enamorado de Hiroto? Bueno, “enamorado” es un estado muy fuerte, tal vez sólo le gustaba... ¿le gustaba Hiroto? Jamás se había sentido tan confundido. Jamás le había gustado un chico.


No era apropiado visualizar a otro chico como su interés amoroso, su padre no lo aprobaría, él aún mantenía una mente cerrada, jamás le permitiría verlo de la mano de otro chico, ni aunque se tratara de Hiroto. Shuuya no era de llevarle la contraria a su progenitor, ni provocarlo con actitudes rebeldes, prefería evitar problemas, entonces no podía gustarle Hiroto, porque eso supondría un problema pero, ¿cómo le dices que no al amor?


La clase se extendió en un largo debate sobre derechos humanos, un tema que ignoro por completo aunque le hubiese encantado participar, pero no se sentía muy moralista en esos momentos, lejos de la problemática de su padre, sus emociones mantenían su propio debate: ¿debía hacer lo correcto para él o para el prójimo? La respuesta no era sencilla como cualquiera creería. Siempre es difícil hacer lo correcto y aún más cuando no sabes qué es lo correcto.


Las horas pasaron, pero ni siquiera se había percatado de ello, se sorprendió cuando escuchó el timbre, juraba que se había incorporado hace solo unos segundos. Su grupo se levantaba de las sillas y tomaba sus cosas para irse y dejarles el salón libre al siguiente grupo, se apuró en alcanzar a sus amigos e incorporarse a la conversación.


___***___




Desde esos 4 días le había resultado gratificante el hacer un círculo junto a sus amigos, pero ahora el “círculo de confianza” se sentía como más como un círculo de incomodidad, sentía que todos lo juzgaban, tachándolo de egoísta y mal amigo. Aunque su lado racional le insistía en que no estaba haciendo nada malo, no podía dejar de castigarse por ello. ¿Por qué? Sólo irían a su casa para hacer un trabajo de clases, todos los adolescentes hacen cosas como esas.
No tenía por qué preocuparse, ¿verdad?


—Shuuya.—


Midorikawa estaría bien porque no podía gustarle alguien que conocio hace tres día.


—Shuuya.— 


Y él no era como Fubuki decía, no era egoísta.


—Shuuya.—


Enfocó la vista encontrándose con unos bonitos ojos verdes, Hiroto había estado llamándole desde hace rato.


—¿Nos vamos?— preguntó el pelirrojo con una sonrisa.


Asintió.


Se despidieron como acostumbraban hacerlo, Shuuya sentía que se encontraba en una película donde los personajes se deslizan lento, Midorikawa se le acercó y sólo pudo oír el “Hasta mañana amigo” que le regalaba. Amigo.


___***___




Él no era partidario de pasar las tardes encerrado en su habitación viendo dramas románticos y comiendo helado, prefería salir y hacer esas cosas afuera y con alguno de sus amigos, su opción favorita era pues, pues su personalidad centrada les permitía pasar una tarde tranquila, en el cine o paseando por el centro comercial, haciendo cosas de adolescentes; aun se maravillaban cuando descubrían un lugar para comer, porque aun no se conocían toda la ciudad. Le agradaba compartir tiempo con Ciel, hablar con él era interesante y hasta podía llegar a ser divertido, le encantaban sus escasas salidas juntos. Pero ahora su pequeño amigo había conseguido novio y quería estar siempre con él, a Alois lo sumieron al abandono. Era cierto que conocía a muchas personas y era un chico popular, pero sólo tenía un amigo y ese era Ciel, el resto eran compañeros de fiestas y nada más,, sintió mucha rabia cuando Ciel suspendió su salida al cine, era jueves de clásicos. Ellos aman los jueves de clásicos, es una tradición. Le reclamó y luego se alejó enojado, camino lejos de ese pequeño traidor.


Cuando llegó a la salida del instituto se detuvo, lo suyo no era el deporte, se cansaba con facilidad y ese sentimiento de ira no lo dejaba respirar, oprimía su pecho. Se preguntaba cómo había podido reemplazarlo, él estuvo antes que Sebastian, ¡tenía prioridad! Y ahora Ciel prefería pasar los jueves con su novio, bien, ese juego se podían jugarlo los dos. Se conseguiría un mejor amigo con quien pasaría las tardes y se iba a divertir mucho, no tendría más tiempo para Ciel. Estudió a cada alumno que se encontraba en el campus y se sintió atraído por uno de ellos; un chico de cabellos plateados que caminaba solitario. Si hacia un poco de memoria recordaba haberlo visto en varias fiestas. Era perfecto. Se echó a correr de nuevo.


—¡Oye!— gritó detrás del muchacho que caminaba a paso acelerado. —¡Tú!— insistió.

—¿Qué?— respondió arrisco.


Alois lo recordó entonces, los rumores que circulaban sobre ese chico y se cuestionaba si había hecho una buena elección, bueno, no debía dejarse llevar por lo que otros dijeran ya no podía darse la vuelta, sabía que si algo es fácil de encontrar lo vale la pena.


—Eres Shirou Fubuki, ¿cierto?— inquirió, aunque ya sabía la respuesta.


—Sí, ¿por qué estás hablándome?— preguntó sin dejar de caminar.


—Porque te vi solo y creo...— Ya estaba cansado de correr, agarró al chico por el brazo y lo detuvo en seco. —que necesitas un amigo.— terminó.


—No necesito amigos, no sirven para nada.— respondió soltándose del agarre y retomando su camino con el rubio a su lado.


—Claro que sí, siempre vas a necesitar a alguien que te sostenga el cabello mientras vomitas en el retrete por una borrachera.— alegó con una sonrisa.


Ese comentario había causado en Fubuki cierto agrado, como un chiste liviano del cual uno se ríe una vez. Tal vez ese chico molesto era agradable, pero no pretendía quedarse para averiguarlo.


—¿Por qué me estás siguiendo? Déjame solo.— ordenó, parecía de mal humor.


—Vamos, nadie quiere estar solo, hasta Ciel se encontró un novio y él era el candidato perfecto para pasar una vida solitaria.— comentó, sin embargó no causó un impacto gracioso en su compañero.


O al menos eso pensó.


—Qué dichoso que haya encontrado con quien compartir esa soledad.— comentó sarcástico.


—Yo podría ser un gran amigo, dicen que soy bueno para el alma.— insistió.


De nuevo, un comentario ocurrente que había agradado a Fubuki. Reprimió una sonrisa.


—¿No te han dicho que soy un maldito sin alma.— inquirió.


Alois abrió la boca para objetar, pero de inmediato un joven apareció al frente del albino, frenándole el paso. Mantenía una sonrisa alegre en sus morenas facciones.


—Shirou.— saludó animadamente.


—¿Qué es lo que quieres, Someoka?— preguntó tajante, sus ojos grises se volvieron aún más gélidos.


—¿Quién es él?— preguntó el mayor al advertir la presencia del rubio.


—Alois.— se presentó con un ademán.


—¿Extranjero?— preguntó recibiendo un asentimiento.


Shirou se cruzó de brazos y suspiro impaciente. —¿Qué es lo que quieres?— repitió, denotando que no se encontraba de buen humor.


—Ya lo sabes.— respondió.


—No voy a coger contigo, ya te lo he dicho.— respondió negando con la cabeza.


—Sólo una cita. Es lo que pido.— suplicó con desesperación.


Fubuki arqueó una caja y sonrió con cinismo. —¿Cuántos años tienes? ¿12?— inquirió. —Ya tengo planes con mi mejor amigo.— dijo tomando al rubio de la mano. —¿Cómo decías que te llamabas?— preguntó mirándolo.


—Alois.— respondió mirando a Shirou.


Volvió a dirigir la mirada hacia el muchacho moreno y frunció los labios. —Ya déjalo, nunca pasara.— dijo, apretó el agarre que mantenía en la mano del menor y se marchó de allí.


Someoka observó cómo su chico se alejaba con otro chico. Tal vez era momento de rendirse y dejarlo ir, tal vez debía aceptar que nada iba a ocurrir como él quería. Pero Someoka no sabe cómo darse por vencido.




—Escucha, no me agradas.— mintió Fubuki, frotándose el tabique de la nariz con cansancio. —Pero por hoy, podemos hacer algo juntos.— dijo, miró a Alois y este le sonreía alegre.


—¡Vamos al cine, mejor amigo!— expresó entusiasmado.


—Está bien.— asintió. —Sólo por hoy.— recordó.


—Bien, mejor amigo.— asintió.


Fubuki sonrió. —Mejor amigo.— repitió entrelazando su meñique con el del rubio. —¿Cómo decías que te llamabas?— preguntó.


Y así fue como los dos chicos, uno desesperado por un amigo y el otro amante de la soledad, entrelazaron sus dos mundos opuestos mientras caminaban charlando, mientras convivían.


___***___





Hiroto y Gouenji iban juntos en el auto del pelirrojo, que era un hermoso convertible rojo, Kira amaba ese color. Escuchaban Maroon 5 mientras soltaban esporádicos comentarios sarcásticos, los temas divagaban entre los chicos y sus extravagancias, igualmente sobre las personas que se encontraban en el instituto, cada persona era distinta, cada persona poseía su propia esencia y aquella singularidad atraía la atención de Gouenji, preguntándose cómo era posible tanta variedad, ¿habría en el mundo otro como él? Sabía que la respuesta era no, pero aun así le intrigaba. Así igual, por tanta diversidad de personalidades y actitudes se le hacía imposible comprender por qué cada quien actuaba como lo hacía, ¿qué los movía? Eran demasiadas incógnitas.


—Serías un gran psicólogo.— señaló con una sonrisa. —Pero no puedes comprender a todas las personas.— Señaló.


—Pero me gustaría.— insistió.


Hiroto dejó escapar una pequeña risa, suave que hasta un pedacito de su alma se deslizó por sus labios. —Amor mío, a veces es mejor nos saberlo, las personas están locas.— dijo.


—Tú eres una persona.— señaló con una sonrisa, luego cayó en cuenta cómo lo había llamado… “Amor mío.” Qué bonito había sonado.


—Por eso lo digo.— asintió.

Cuando llegaron al vecindario Gouenji le indicó a Hiroto dónde quedaba su casa, de momentos se confundía pues aún no se acostumbraba a su estadía en ese lugar, casi le da la ubicación de su pent-house en la cuidad pero de inmediato reaccionó. El pelirrojo atendió rápidamente y manejó ágil entre las angostas calles.


—¿Cómo era tu casa en Inazuma?— preguntó el albino, había adoptado un tono de voz parecido al de un niño curioso.


—Un edificio, vivía en el pent-house.— respondió.


Se estacionó frente a una bonita casa, la detalló con la mirada, se bajó sin mucha prisa y siguió a su amigo hasta el interior de su morada, el living era bastante grande y bien organizado, quizás demasiado, la sala estaba igualmente arreglada y sobre el sofá de cuero blanco se hallaba una pequeña niña observando la televisión con un felino regordete descansando sobre su regazo.


Shuuya observó a su hermana menor con una sonrisa, ella aún portaba el uniforme de su instituto, se despojó de los zapatos para cambiárselos por cómodas pantuflas y le alcanzó unas a Hiroto.


—Estoy en casa.— anunció entrando a la sala.


La pequeña giró la cabeza y sonrió alegre al ver a su hermano y al otro chico con él, la incertidumbre la golpeó.


—Hola.— saludó.


—¿Qué tal tu día?— preguntó el moreno dirigiéndose al sofá, seguido por el invitado.


—He tenido peores.— respondió con modestia.


—¿Y tus profesores?— preguntó.


—Son tarántulas gigantes que se suben a mi espalda y succionan mi alma.— respondió con un gesto sombrío.


Hiroto soltó una risa ante tan ingenioso comentario, sus risas discretas llamaron la atención de la niña quien ahora le miraba con sus expresivos ojos negros, de esa manera le hacía recordar a Endou.


—¿Quién eres?— preguntó ladeando la cabeza.


—Oh, soy Hiroto.— se presentó con amabilidad y una sonrisa cálida.


—Yo soy Yukka, un gusto conocerte.— correspondió.


—El gusto es mío.— respondió.



___***___




Luego de aquella espontanea presentación, donde Gouenji casi arrastró a Hiroto hasta su habitación porque su hermanita no quería dejarlo en paz, comenzaron a hacer el tedioso trabajo de literatura, para él no era muy cómodo leer sobre amor cuando el pelirrojo estaba al frente suyo, las frases impactaban en su mente y lo hacían sentirse avergonzado. Alzó la mirada para observar al chico que se encontraba allí, el cabello rojo le caía a cada lado de la cara y las espesas pestañas cubrían sus hermosos orbes, su atención se centraba en lo que escribía.


—Hiroto.— llamó.


De inmediato se vio reflejado en aquellos ojos claros, tan claros que podía ver sombras moverse dentro de ellos; su alma. Habían muchas cosas ocultas, más de las que podía ver todo era un secreto cuando se trataba de Kira. Se acercó instintivamente solo para poder observar más el mundo que ocultaba dentro de sus orbes.


—¿Qué pasa?— preguntó nervioso, sin embargo no se alejó.


Aquella pregunta sonó tan distante y se veía incapaz de responder, “¿Qué pasa?”, había demasiadas respuestas pero no podía decir ninguna. Apoyó su mano en la mejilla pálida que, lentamente, fue adquiriendo un tono rojizo, se acercó con la confundida mirada del pelirrojo clavada en sus oscuros ojos.


—¿Qué estás haciendo?— insistió.

—Voy a besarte.— respondió.


Fundió sus labios con los de su amigo, sí, su amigo, inició como un simple roce pero luego hizo fricción y, después de que esa corriente le araño la cervical, comenzó con un movimiento lento y pausado. El albino deslizó sus brazos por el cuello de quien ahora lo besaba y lo atrajo más a su cuerpo.

“El amor es solo un impulso causado por el egoísmo. Como una descarga de adrenalina para el cerebro. No quieres ver a esa persona con nadie más y es por eso que te arriesgas a pesar de que sabes que puedes estás perdiendo mucho. Tan sencillo como eso, Citadino.”



Se apartó con lentitud, como si no quisiera hacerlo, volvió a encontrarse con la brillante mirada del pelirrojo, el mundo jamás se vio tan nítido, como si aquel beso hubiese ahuyentado todas sus dudas, ahora era más consciente que nunca. Se acercó de nuevo, pero esta vez depositó un beso en la mejilla de Hiroto y volvió a alejarse para observar el rostro de su compañero.


—Me gustas.— confesó. No había marcha atrás.

—Y tú a mí.— respondió con una sonrisa. —¿Y ahora qué?— inquirió.


—¿Te gustaría salir conmigo? Como un cita o algo así.— propuso. Todas esas cosas del romanticismo le iban muy mal, él no era muy expresivo ni abierto con sus emociones.

—Sí, eso estaría bien.— admitió.


Gouenji sonrió. —“Lo siento Midorikawa, pero no puede ser de los dos.—“ pensó aceptando que Shirou Fubuki tenía razón.
Shirou Fubuki, ¿qué podría estar haciendo ahora?


____***____




—¿Y? ¿A dónde vamos ahora?— preguntó el extrovertido rubio, caminando al lado del muchacho peli plata.


Se sentía tan emocionado, todo en el cine había resultado genial, se habían reído y hecho comentarios ocurrentes. ¡Shirou Fubuki parecía humano! Hasta había bromeado con él, eso ya era un avance. Sabía que era el único amigo que Fubuki tenía y eso lo hacía sentir muy especial, a parte de que debido a esa ausencia de amigos que presentaba el albino siempre iba a tener a alguien disponible cuando quisiera, sólo para él, ¡no podía dejarlo ir!


—A casa.— respondió.


—¿Te puedo acompañar?— preguntó.


—Sólo si tú quieres.— respondió encogiéndose de hombros.


Y eso hizo, simplemente caminó a su lado mientras hablaba sin para, aunque solo recibía respuestas como “Sí”, “No” y “Tal vez”, él no podía dejar de hablar y hablar. Y a Fubuki, quien disfrutaba del silencio y la tranquilidad este era un cambio brusco a su modo de vida, pero no todos los cambios son malos.


Llegaron a una mansión hermosa, de tres pisos y paredes blancas, el jardín estaba muy bien cuidado y Alois observaba con curiosidad su alrededor, estaba tan distraído que Fubuki tuvo que tomarlo del brazo para guiarlo y que no se tropezara con nada. Se acercaron a la entrada donde se encontraron con un chico sentado en las escaleras.


—¿Afuro?— inquirió Fubuki confundido.


Al oír su nombre giró la cabeza y al encontrarse con aquel albino se levantó del suelo para encararlo.


—Shirou.— dijo, estaba tan nervioso que el cuerpo le temblaba.


—¿Qué haces aquí? Mi hermano no está, si es a quien buscas.— dijo, se aferró a la mano del rubio, quien correspondió al contacto.


—Es contigo con quien quiero hablar.— dijo. Sus ojos rubíes analizaron la escena que tenía al frente, Shirou tomaba la mano de un chico menor que él, se alarmo porque Fubuki no era de estar con otras personas, él no era de tener amigos. —¿Estás saliendo con Alois Trancy?— inquirió consternado, incapaz de contener la pregunta.

Shirou abrió los ojos y arrugó la nariz, avergonzando deshizo el agarre y desvió la mirada. —Claro que no.— negó, las mejillas se le tiñeron de carmín. Miró a Alois, advirtiendo que no mostraba señas de vergüenza alguna. —Hasta otra, Alois Trancy.— se despidió.

—Hasta otra, Shirou Fubuki.— correspondió.

El silencio reinó, permanecieron callados mientras el rubio se alejaba caminando por la banqueta, lo vigilaron hasta que se perdió cruzando la esquina. Cuando sus ojos grises ya no podían verlo bajó la mirada hasta el suelo y entrelazó sus manos, una con la otra. La presencia de Afuro lo hacía sentir nervioso y un tanto incómodo. Se estremeció.

—¿Quieres entrar?— preguntó apenas alzando la mirada. —Me estoy congelando.— expresó.

—Sí.— asintió.

Así pues, Fubuki se adelantó para poder abrir la puerta y permitirle al chico ingresar a su casa. Dentro las luces permanecían apagadas y la sala era pobremente iluminada por la tenue luz que se filtraba por las cortinas. Cual desconocido tímido que entra por primera a una casa, Afuro Terumi permaneció clavado en la entrada, se despojó de sus zapatos pero no caminó más allá del living.

—Pasa y toma asiento.— invitó el albino.

El rubio obedeció tomando asiento en un sofá de cuero negro, a su lado, Shirou se sentó y le miró con la curiosidad impregnada en sus bonitos ojos claros. Pero nadie decía nada, sólo se oían sus respiraciones acompasadas y el aire comenzaba a tornarse pesado.

—¿Y bien?— inició Shirou, llamando la atención del rubio e invitándolo a iniciar.

—Quería decirte,— comenzó con la duda en su voz. —lo siento, por lo que ocurrió la otra noche, no quiero que estés enojado conmigo.— dijo con gesto afligido.

—No estoy enojado contigo.— negó. —Sólo sorprendido, nunca lo había hecho.— señaló.

—Y no volverá a pasar.— aseguró antes de que Shirou pudiese continuar. —No haré nada que te lastime. —aseguró.

—¿Lo prometes?— preguntó como un niño ingenuo.

—Lo prometo.— respondió.

Afuro se acercó al pequeño chico a su lado y lo rodeó en un cálido abrazo, besó su mejilla y sintió cómo Shirou apoyaba su cabeza en su pecho. Su mente era un puñado de emociones indescifrables que nadaban en un inmenso y profundo mar de incertidumbre. ¿Qué es lo que realmente sienten el uno por el otro? Solo ellos lo saben.


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