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Sólo lagrimas. por Arely

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Las personas egoístas son aquellas que hacen las cosas sin pensar a quienes pueden afectar, a quienes se llevaran entre los pies, quienes sufrirán por sus decisiones, quienes llorarán por sus acciones… las personas egoístas son aquellas que sólo piensan en sí mismos y su felicidad, las personas egoístas no piensan en los demás, en sus sentimientos, pero cuando se trata de amor, cuando lastimas el corazón de alguien más pueden pasar muchas cosas… puedes perder incluso lo que menos esperas…

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-¿Ya estás listo?- le pregunto a su compañero de cuarto mientras terminaba de servir el café en las tazas de porcelana que le había regalado su madre un día antes de que se mudará, tenía alrededor de unos años viviendo con el que hasta hace un tiempo fuera su novio, las cosas terminaron bien entre ellos así que seguir como amigos, incluso vivir juntos no era ningún problema para ninguno de los dos.

-claro, sólo me falta alistar algunas cosas- hablaba un poco alterado el joven castaño de ojos verdes, más bien desesperado. -esta campaña es muy importante y si se logra podrían ascenderme-

-eso ya me lo has dicho varias veces- se quejó el castaño de menor estatura, y era verdad Ademar no paraba de decir que era muy importante tanto como que el día anterior  se lo había dicho alrededor de 50 veces, además su ex había estado sin dormir ya varios días, y su apariencia era la principal prueba de ello, debajo de esos hermosos ojos verdes se podían notar las ojeras negruzcas y la palidez de su tez blanca, la barba que empezaba a sobresalir de su mentón, la barba que nunca le gusto y siempre detesto, realmente no tenía mejor aspecto de toda su vida.

-para que entiendas que es importante- dijo sentándose en una silla frente a la mesa de madera y tomando una de las tazas para beber de ella y quemarse la lengua. –¡maldición!... mi lengua- se quejó corriendo a la cocina para tomar un vaso y llenarlo de agua fría para luego vaciarlo en su boca y tranquilizar su ardor. –rayos Mario debiste decirme que estaba caliente-

Mario evitaba con todas sus fuerzas no reírse. –Que eso no era obvio - dijo con una sonrisa. –bueno yo me despido tengo que ir  a mi trabajo- tomo su saco de color beige del sillón y su portafolio, con un ademan de la mano se despidió de su mejor amigo.

Se dirigió a prisa al estacionamiento del complejo departamental y busco su coche, lo encontró rápidamente en una de las esquinas y subió a él.

Minutos más tarde Mario se encontraba ya en la dirección de la universidad, atender los asuntos escolares no era cosa fácil, pero en fin esa universidad era la que con tanto esfuerzo su padre había creado, no es que no le gustara trabajar ahí pero la carrera que había estudiado no tenía nada que ver con su puesto como director escolar.

-“valla vida’’- se dijo así mismo tomando asiento frente a su computador, revisando con paciencia cada nombre, cada cifra, cada materia y que todo estuviera en orden. Una sola cosa mal y todo se vendría abajo, sabía desde que nació que tenía que hacerse cargo de la universidad, pero nunca pensó que tan pronto, desde la muerte de su padre el año pasado a causa de un infarto las cosas sí que cambiaron para él, no sólo había perdido a su padre también a su confidente y mejor amigo, claro que había tenido a su madre y a sus amigos que no era muchos apoyándolo pero la falta de su padre sí que fue un gran shock para su vida.

-¿cómo está la persona más hermosa del mundo?- pregunto otra la persona recostada en la puerta de su oficina  que lo miraba fijamente, Mario estaba tan perdido en sus pensamientos del año pasado  que ni siquiera se dio cuenta de la presencia de Francisco, su novio, el cual lo miraba como pidiéndole permiso para entrar.

-¿cómo crees que estoy si mi novio no ha venido a verme desde que llegue?- contestó  de una forma coqueta y haciendo un puchero como si fuera un niño pidiendo un caramelo. –Eres malo, muy malo- jugo con su silla y dio vueltas sobre esta de una forma muy infantil. –Tienes que compensarme- dijo finalmente y detuvo su silla.

Francisco rio por la actitud de su novio, infantil pero a la vez arrogante como si sus palabras anteriores más que una súplica como habían sonado fueran una orden –te llevaré a cenar hoy, ¿qué te parece?- dijo sentándose frente al escritorio poniendo unos folders de color amarillo y otro de color azul –los que reprobaron y los que se dieron de baja- dijo cuándo mostró los folders con un rostro serio.

Mario hizo una evidente mueca de disgusto al ver la pila de folders azules que consistían en la de los alumnos que se habían dado de baja y esta aumentaba de tamaño cada semana, si las cosas no estaban bien cuando su padre vivía pues con el  ahora no eran menores y para empeorar el asunto, hace poco más de un mes se había caído una barandal en la madrugada de un sábado encima de un vigilante ocasionándole la muerte, no solo tuvo que encargarse de los gastos del entierro sino también indemnizar a la familia que no podía trabajar, y ofrecerle becas completas a los hijos del vigilante todo para que no demandarán a la escuela, pero desde ese momento algunas familias empezaron a secar a los alumnos al pensar que la escuela no era segura y no era para menos si en tuviera un hijo haría lo mismo.

-me estoy volviendo loco- dijo por fin para levantarse de su asiento y beber agua del garrafón en su oficina. – ¿Quieres?- pregunto.

Francisco negó haciendo un ademan con las manos, para luego fijar su vista en la computadora, puso minimizar a las pestañas. Con sus gruesos dedos abrió el programa Paint y escribió con letras de color rojo

 

 

I LOVE

 

Dentro de un corazón un poco deforme.

Mario sonrió un poco más tranquilo, camino hasta el chico azabache y se sentó en sus piernas cruzando las suyas.

-yo también- sus manos rodearon el cuello de francisco mirándolo cariñosamente, sus dedos lentamente se desplazaron por el cabello, finalmente sus labios se unieron con los del azabache, suaves, gruesos, llenos de pasión.

Se besaban con ternura, con amor, Francisco era el novio perfecto para Mario, lo consentía, siempre le hacía sentir mejor, lo besaba como su fuera lo más importante de este mundo, le hacia el amor con dulzura y le hacia el amor a él, y no a nadie más, aun no podía superar aquel echo que había provocado que terminara con Ademar, una y otra vez el nombre del pelirrojo salía de los labios del castaño cuando se suponía le hacia el amor, en un principio lo había aceptado, sabía que aquel chico había sido importante en la vida de Ademar pero con el tiempo se había hartado de ser el plato de segunda mesa, el premio de consolación para su ex, a pesar de que Ademar había dejado ir al chico e incluso el mismo Ademar le había buscado esa misma noche que dejo ir al pelirrojo para siempre; pidiéndole una segunda oportunidad, una oportunidad que no pudo funcionar porque en sus pensamientos siempre estaba el pelirrojo.

Cualquiera pensaría que debía odiarlo pero él no podía. Ojala pudiera pero no.

-¿se puede?- esas palabras los sacaron de sus pensamientos y sus juegos, se separaron de inmediato, ninguno de los dos se había percatado de que la puerta estaba abierta. –perdón, perdón, perdón- dijo el chico en la puerta rojo de la vergüenza, incluso más rojo que su cabellera.

-no, disculpamos a nosotros, yo ya me iba- de inmediato y como alma que lleva el diablo Francisco salió por la puerta sin mirar a los ojos al chico frente a la puerta.

-perdón por eso, siéntate por favor- se disculpó Mario igual de rojo que el chico frente a él, nervioso, tan nervioso que sus manos sudaba, jamás había pasado por algo como eso, al menos en su oficina.

Poco a poco el chico con cabellera entre pelirroja y cobriza se sentó frente a él. –perdón por interrumpir pero la puerta estaba abierta y entonces, bueno yo, lo siento-

-no te preocupes y bueno ¿tú eres?- pregunto encantado al ver al joven y al pensar que se parecía a cierto chico que no podía sacar de su pensamientos.

Y es que olvidarte de la persona a la que mencionaban cada noche que te hacían el amor era casi imposible.

Siempre pensando en que tenía él que tú no, siempre pensando en que podrías hacer para superarlo y no poder encontrar respuesta, cada noche tus pupilas se empapaban de lágrimas saladas después de verlo dormir como un roca, cansado de haberlo llamado cuando estaba contigo, siempre sintiéndote menos cuando veías al pelirrojo, siempre envidiándolo por la vida tan buena que llevaba, siempre sintiéndose miserable en los brazos de Ademar, si no fuera por Francisco abrías terminado por caer en ese abismo de soledad llamado ADEMAR.

-bueno yo soy el encargado para la publicidad de la universidad venía a presentarle mis ideas, Roberto Medrano, ese es mi nombre- dijo por fin el joven, intentando no comerse las uñas.

Mario esbozo una sonrisa sincera, se le había olvidado por completo lo de la publicidad para quitar los rumores de que su escuela no era segura, pero es que tenía tantas cosas en su cabeza sentía que le estallaría en cualquier momento y ahora más al ver a ese chico de ajos ámbar casi como los de Jimin, ese cuerpo delgado, como el de Jimin ligeramente más alto y esas horrendas pecas que adornaban la nariz del joven que se hacía llamar Roberto Medrano, tan parecidas a las de Jimin.

Los recuerdos del pasado vinieron a ti inundando tus sentidos, no, no podías pensar en esos recuerdos, recuerdos que sólo lastiman y no ayudan para nada.


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