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Noventa y cinco lunas por Mokona Larg

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Notas del fanfic:

Fiiiiuuu~~~~~~~~~~ Después de dos años sin escribir nada, vuelvo con mis nenes. Espero disfruten la lectura y lean los otros fics participantes de este desafío *guiño, guiño*

La música no estaba muy alta, sus vecinos después de todo, eran parejas de ancianos amables y tranquilos, nunca se había quejado, pero no quería dar una mala imagen a su casa o a su madre. Así que estaba a un tono moderado mientras limpiaba los pisos. Su madre estaba trabajando y él de vacaciones, no había mucho más por hacer un miércoles por la tarde. Una bandana sobre su cabeza (porque siempre tuvo ganas de usar una), los guantes naranjas de látex que le quedaban un tanto chico, pies descalzos, un secador de piso, los shorts de fútbol de la selección japonesa y la remera gris con agujeros y pintura, eran su uniforme de limpieza. ‘Wannabe’ de Spice Girls, ya había pasado su primer estribillo y cantando ‘if you want my future foget my past’ se detuvo en seco al final de su giro, al ver a un hombre desnudo en la entrada de la sala. No sabía si gritar, golpear al hombre, rendirse frente al miedo que lo detuvo o tirarle el balde de agua sucia que estaba a unos pasos de distancia.

Le hubiese dado risa la situación con ese sonido festivo de fondo, pero lo máximo que hizo fue dejar caer el secador de piso. El hombre lo miraba con la cabeza inclinada hacia un costado, los ojos curiosos. Tenía el cabello con tonos rubios, largo hasta la mitad de la espalda; sus pies estaban llenos de tierra, al igual que sus manos y partes de su cuerpo. Kai se enderezó, sin atinar a decir nada. Con una calma que no sentía, fue hasta el equipo de música y lo apagó; se sacó los guantes y volvió hasta el secador de piso, tomando el palo como un arma, apuntándolo hacia el hombre, sin quitarle la vista de encima en ningún momento.

—Fuera— su voz salió fría y sin temblor, lo cual le sorprendió porque seguía asustado. El rubio solamente frunció sus cejas en confusión —Dije afuera. Fuera de mi casa— el otro dio un paso al frente y Kai movió su palo hacia delante.

—Japonés. Tu idioma es japonés— era una voz gruesa y un tanto suave —¿Esto es Japón entonces?

—¡No te acerques!— el rubio se sobresaltó al sentir la punta del palo de madera sobre su pecho —¿Qué estás haciendo acá?

—No era mi intención bajar en Japón… Mi destino era México— el rostro de Kai se modificó a uno de completa confusión y enojo. Abrió la boca como para decir algo, pero el rubio siguió hablando mientras le sacaba el palo de las manos —Mis disculpas por haberte asustado, este fue el único lugar donde había sonidos que indicaban que había formas de vida dentro ¿por qué me estás apuntando con esto?

—¿Quién sos?— el morocho cerró los puños, listo para comenzar una pelea si era necesario —¿Qué estás haciendo acá?— el rubio se sorprendió otra vez. Luego mostró una sonrisa.

—Que grosero de mi parte, lo lamento— no pudo hacer nada por la confusión que le causó el rubio al tomarle el rostro con delicadeza. La manos estaban frías al igual que la frente que se apoyó con suavidad sobre la suya —Mi designación para este lugar es Reita. Provengo de Betshêl. Shamukh.

—¿Re… Reita?— el rubio asintió, separándose y caminando por la sala, dejando manchas de tierra en el piso todavía mojado —¿De… de dónde sos? No conozco ningún lugar llamado Betloquesea.

—No ‘betloquesea’. Betshêl. En tu idioma sería algo así como… Plata antigua, la más antigua— el rubio hizo una sonrisa amplia, mostrando sus dientes y relajando su rostro.

—No me respondiste que estás haciendo acá— el morocho sacudió la cabeza —No entiendo como no llamé a la policía todavía— se movió con intención de ir hacia su celular, cuando la mano del otro se posó sobre su hombro con fuerza y aquel rostro, se había vuelto severo.

—No es necesario avisar a ninguna autoridad. Mi intención es solamente observar el comportamiento de la sociedad y— el rubio se había puesto en frente, cerrando cualquier paso. Kai notó que tenían la misma altura —sería recomendable que nadie demasiado importante se enterara de mí— el morocho se separó, dando un puñetazo que el otro esquivó.

—Dejate de joder y salí de mi casa. No te lo vuelvo a repetir— el rubio suspiró como su estuviera cansado y la bronca creció en él —¡Fuera!— Reita se movió con rapidez, atajándole los brazos en su espalda y Kai de pronto se encontró de cara a la pared, sus brazos inmovilizados y el cuerpo del extraño sobre su espalda.

—Me gustaría hacerlo, pero al parecer, no poseo la vestimenta adecuada para circular libremente. Necesito tu ayuda.

—Te ayudo y te vas— quiso sonar hosco, pero salió en forma de pregunta.

—Realmente necesito tu ayuda por un tiempo, pero si eso es lo que podés darme, lo acepto— Kai asintió, dándose vuelta con rapidez al sentir que el otro se separaba. Hubo un silencio extraño en el que ambos se estudiaron mutuamente.

—¿Cómo llegaste acá?— el rubio relajó su cuerpo, moviéndose nuevamente.

—La nave me dejó en un campo amplio a un kilómetro— el morocho se detuvo de agarrar el palo del secador otra vez.

—¿Nave? ¿No querrás decir auto?— Reita alzó las cejas y negó con la cabeza.

—No, nave. Entiendo y se usar el japonés como si fuera un nativo. Es una habilidad de mi especie.

 

Kai abrió y cerró la boca varias veces, sin que nada saliera de sus labios. Hizo un sonido de frustración, observando al otro con furia por las ridiculeces que estaba diciendo. Cómo aquel hombre pretendía ayuda como si nada, invadiendo una casa ajena y exigiendo cosas.

—No digas más idioteces te lo pido. Ya es suficiente que me fuerces a ayudarte, si estás escapando de algo o alguien, no hace falta que me lo digas, pero no me trates de pelotudo.

Reita sonrió con sorna y Kai sintió como un frío le helaba la columna, mientras observaba como el otro se acercaba a paso lento, con sus ojos castaños cambiando a un amarillo intenso, luego a un azul irreal; constantemente cambiante el iris y la forma, en miles de animales y ojos humanos, y otros extraños que no había visto en su vida. Sus piernas empezaron a temblar y cayó sentado al suelo, sin poder detener al hombre que de repente tenía cabello corto y negro, luego ondulado y platinado. Observó con terror como el brazo derecho se movía hacia él sin poder decidirse si quedarse rosado o pálido o verdoso, con dedos o garras o sin nada, si ser sólido o transparente o gelatinoso o peludo. Cuando Reita quedó arrodillado entre sus piernas temblorosas, era humano de nuevo, japonés, con el pelo corto y castaño claro, ojos marrones y musculatura definida, delgado y helado al tacto.

—No pretendo mentirte. No soy humano. Lo más cercano que este planeta tiene para definirme, es la mitología. Un cambia-pieles— a medida que el otro avanzaba, Kai se encontró boca arriba en el suelo, pálido y sin habla, el cuerpo extraño y frío encima suyo, el aire escaso —Un ser adaptable a cualquier situación y posición. No por alardear, pero somos una de las razas más valiosas que puede haber— el rubio le sonrió ampliamente y con una amabilidad glacial —Deberías estar maravillado pequeño.

Reita se levantó, tomando el brazo del morocho, poniéndolo de pie y yendo hacia el balde de agua sucia. Metió las manos dentro, enjuagándolas y pasando sus manos mojadas sobre las machas de su cuerpo. Kai dio un gemido bajo, con un escalofrío moviendo su cuerpo.

—Hay… tengo una ducha para que puedas, limpiarte— dio un paso tambaleante hacia la puerta de la sala que llevaba al centro de la casa, Reita asintió, caminando dos pasos detrás del morocho.

—Te lo agradezco.

Kai apenas atinó a dar un leve asentimiento. Se metió a su cuarto, caminando con una extraña pesadez a causa de su miedo y confusión. Abrió la puerta de su baño, indicándole al otro la ducha. Abrió la boca para explicarle el funcionamiento, pero el rubio solo le sonrió negando con la cabeza y abrió el grifo de agua caliente y el de la fría, utilizando todo como si lo hubiera hecho antes. El morocho quedó unos segundos inmóvil y luego salió con rapidez, sacando vestimenta de su ropero. Un calzoncillo azul, una camiseta roja y un pantalón deportivo negro. Se sentó a los pies de su cama y metió su rostro entre sus manos. Su respiración se aceleró con los pequeños llantos que su invadían su cuerpo, parecía que el temblor en sus miembros duraría un largo rato. En su mente se repetían sin cesar las diferentes formas que el otro le había mostrado. Rostros asiáticos, latinos, europeos, hindúes, bestiales, innombrables. Una cinta de terror que no paraba de rodar y lo peor de todo, el sonido de su corazón acelerado, de la sangre corriendo rápidamente por sus venas, como cierre del terrorífico acto. Sumido en sí mismo, no escuchó al otro salir del baño, o los sonidos del roce de ropa. Sintió la mano en su cabeza y se sobresaltó, asustándose un poco más, lo cual era de por sí increíble. El rostro amable que estaba frente al suyo lo desconcertaba, como era posible que tantas facciones se escondieran en una sola, tantas apariencias inusuales conservadas en un rostro japonés.

—Lamento sinceramente el haberte asustado— la mano continuaba fría, sintió como la bandana blanca caía por su espalda, y los dedos helados rascaban con suavidad su cuero cabelludo —De donde vengo soy investigador. Es mi existencia misma, por lo que sigo sobreviviendo— Kai solo atinaba a pestañear —Se me indicó explorar el comportamiento del planeta, por noventa y cinco lunas seguidas. Pasó mucho tiempo desde los últimos datos— ambos quedaron en silencio. El morocho tomando por primera vez la apariencia vestida del otro. Parecía normal —Había una guerra en marcha desde la última recepción que obtuvimos. Sabemos que nuestro informante pereció en ella— Reita se separó, dejando que el otro tomara un largo suspiro.

—No sé… no sé cómo ayudarte. Ni porque yo en realidad— Kai se levantó con lentitud, sin quitar la vista de la cosa frente a él, observando fijamente como eso leía los títulos de su biblioteca, o miraba los adornos desparramados en su cuarto.

—Puro azar. No te preocupes, no sé nada de tu vida— el rubio se detuvo y frunció el cejo, volviéndose hacia el otro —A todo esto ¿cuál es tu designación?— el morocho se tensó.

—Kai.

 

 

Dos horas que a él le parecieron diez, fue el tiempo que pasó, respondiendo preguntas generales del rubio, globales, nacionales, entretenimiento; todo mientras la cosa lo ayudaba a limpiar el resto del lugar. Cada vez que miraba al rubio de reojo, veía otra forma en vez de un hombre y el miedo lo hacía temblar levemente. Reita sabía de estos momentos, porque después de cada uno había un gran silencio, no importaba si estaban en medio de una respuesta o pregunta. No había mención hasta que unos minutos pasaban. El terror de Kai volvió al momento que escuchó un suave ‘Yutaka, estoy en casa’, que provenía del frente y su madre. Corrió hasta la sala de entrada, observando como una sonrisa amplia aparecía en el rostro de ella, algunas bolsas del mercado en su mano, que él tomó automáticamente.

—Oh, hola. No te había visto. Mi nombre es Yurika, mucho gusto— Kai se ubicó a un costado de su madre, cubriéndola, no totalmente, pero defensivo; y otra emoción que derrumbó al terror se apoderó de él: furia.

—Mucho gusto, mi nombre es Reita— la cosa se inclinó bajo la atenta mirada del morocho y se movió a un costado, entrando de nuevo a la sala, dejando un amplio espacio entre los dos. Le dio una sonrisa al dueño de casa.

—No nos habíamos conocido todavía ¿no?— el rubio negó con la cabeza, moviéndose al medio del lugar, al lado de la pequeña mesa.

—Recién hoy conocí a Kai. Tuvimos un comienzo un tanto agitado— la mujer cambió su expresión a una de confusión y el morocho suspiró profundo, apretando los puños —Sería mejor que se siente, por favor— Kai dejó las bolsas sobre la mesita y tomó de la mano a su madre, sonriéndole con cansancio.

—Es todo muy raro mamá— cuando ella se sentó, ninguno soltó la mano del otro y, sin ningún miramiento, Reita tenía el pelo negro y largo, luego fue una mujer, luego alguien europeo, pelirrojo, pelado; Kai notó, mientras el apretón de su mano se hacía más fuerte, que el otro se limitó solo a figuras humanas. Mentalmente se relajó un poco por eso.

—Señora Yurika, no soy humano, pero necesito serlo por un tiempo y apreciaría su ayuda.

 

~*~*~

 

No había juntado lo suficiente para comprar un auto todavía, pero el departamento era costoso en el centro de la ciudad. Había veces que extrañaba el vivir con su madre, pero necesitaba su propio espacio y, desde que Reita había aparecido, todos sus planes se habían retrasado dos años, hasta que se mudó y el rubio se quedó con su cuarto. Miró la hora en su celular y siguió caminando con calma hasta el mercado. Llegó pasadas las cinco y alzó su mano en saludo, al ver a Reita saliendo del lugar. El otro se sorprendió al verlo y sonrió, aunque no se notó por el barbijo que utilizaba siempre.

—¿Pensé que venías mañana?— el morocho negó, una sonrisa chica en sus labios —Me hubieses llamado para que te vaya a buscar.

—Quería sorprender a mamá y sabía que salías a esta hora del trabajo— ambos empezaron a caminar lado a lado, a veces con sus hombros rozándose —¿Cómo van las clases?

—Muy bien. En tres semanas empieza el entrenamiento y ya hablé con los del mercado, así que la que viene es mi última semana ahí— el morocho asintió, sonriéndole al rubio cuando este tomó su bolso.

—Todavía no puedo creer que engañes al gobierno tan fácil— el rubio se rió con ganas, chocando sus hombros —Todavía pienso que tenés algún poder escondido por ahí.

—Ves muchas películas— ambos llegaron a destino, entrando a la casa y yendo directo al cuarto que ahora pertenecía al rubio —Como si cambiar de aspecto no fuera suficiente para vos.

—Oh, lo es. Creeme— el morocho dejó su mochila a los pies de la cama y se recostó encima, dando un gruñido de relajación —Lo que extraño esta cama— el rubio se rió, dejando el bolso al lado de la mochila y sentándose a un costado del morocho, pasando sus dedos por el cuello y mandíbula del otro.

—¿Tomás algo? Faltan un par de horas para que empiece a hacer la cena— Kai dio un escalofrío al sentir la frialdad en su piel.

—Hay veces que amo lo congelado que sos— Reita se rió de nuevo, sacándose el barbijo y recostándose encima del otro, provocando un quejido —No sos tan liviano como crees, Reita— ninguno respondió por un rato largo. Ambos descansando del día, moviéndose hasta quedar lado a lado, Kai con su cabeza en el hombro del otro, parte de su cuerpo encima. Reita movió su brazo, pasando sus dedos entre los cabellos del morocho, su otra mano sobre el brazo derecho ajeno, moviéndolo con suavidad —¿Cómo va tu investigación?

—Como siempre. Hay muchas diferencias por lo que pude ver en internet. Avisé que ya no es tan fácil viajar como antes, los controles de seguridad mejoraron desde la última vez— la mano del rubio se movió hasta la cintura del otro, posándola bajo la remera, haciendo que Kai se sobresaltara un poco —Me informaron que documente sobre Japón nada más, así que por ese lado estoy más tranquilo.

—Y ahora como policía vas a conseguir más situaciones que observar— el rubio asintió, golpeteando sus dedos sobre la piel del otro, al ritmo de una canción que había escuchado esa mañana.

—Todo lo que observé hasta ahora, fue útil. Pero un trabajo al servicio de la comunidad me va a mostrar lo que no se ve todos los días.

Reita puso sus dos manos a la cintura del morocho, moviéndolo con facilidad encima suyo, sacando un gruñido de Kai, pero nada más. Paseó sus manos por la espalda del otro, ambos en un silencio tranquilo que solo era interrumpido por los ruidos lejanos de la calle o algunos pájaros.

—Me voy a dar un baño— el morocho se levantó, quedando sentado sobre las caderas de Reita cuando sintió las manos en su cintura hacer presión. Apoyó las suyas en el torso del rubio y se rió —Sabes que no es justo que cambies tu cuerpo como a mí me gusta.

—No tengo idea de los que estás diciendo— Kai alzó una ceja, haciendo presión hacia abajo.

—¿Ah no? ¿Y por qué te sentís más grande acá abajo?— el rubio largó una carcajada, sentándose hasta quedar apoyado sobre sus codos.

—No, mismo tamaño de siempre. Igual que el tuyo desde que lo vi— el morocho se puso rojo, rodando los ojos de forma exagerada y levantándose.

—Con todas esas insinuaciones me hacés sentir culpable cuando salgo con alguien. Como si te estuviera engañando— Reita lo siguió, pasando un brazo por la cintura del otro y dándole un beso ligero en la parte de atrás del cuello.

—Relaciones personales no es algo que tenga que investigar, ni estoy interesado en hacerlo. Pero sabes que a vos no te negaría nada— Kai se recostó contra el pecho del rubio, posando sus brazos sobre los dos que ahora lo abrazaban —No soy humano, así que no podés lastimar mis ‘sentimientos’— el morocho juraba que podía sentir las comillas en esa última palabra —Tenemos diferentes maneras de sentir, así que no podrías engañarme, porque todos tus aspectos son importantes para mí. No importa si están ligados a otras personas.

—Todo eso sobre uno, es mucho Reichan— el rubio alzó los hombros, restándole importancia y los dos quedaron meciéndose levemente.

—Tengo ganas de algo dulce— Kai dio un resoplido de risa —¿Tomás un café conmigo?— el morocho asintió, moviéndose hacia la ducha nuevamente.

 

 

El futón en el suelo quedó vacío y no sabía porque seguía insistiendo en armarlo cuando venía. Reita tenía razón, su madre nunca entraba al cuarto sin llamar antes y entre ellos no había ya vergüenza o pena de compartir una cama. Los ronquidos del rubio dejador de molestarlo en los primeros seis meses que habían convivido en ese mismo cuarto. Ya habían pasado 28 lunas desde que el alienígena había aparecido y la vida de Kai no fue la misma. Desde aquel terror de ver a un hombre extraño y desnudo en su sala, muchas cosas cambiaron, no solo en su vida personal, sino en la profesional. Todavía no sabía si era buena o mala la presencia extra. Por un lado, su madre no estaba sola en la casa, y la relación que había entre los dos era casi como la que él tenía con su madre; Reita no hacía nada extraño en ningún momento, vivía como un humano más. Pagaba impuestos, trabajaba, reía, leía, lloraba (nunca iba a olvidarse del rubio llorando por primera vez con una película animada), hasta había tomado el hábito de tocar el bajo en sus ratos libres.

Aunque nunca desaparecían del todo esos momentos en los que recordaba que era otro ser. Uno muy diferente que no podía quemarse, que siempre tenía su piel congelada si no estaba abrigado, que hablaba un idioma extraño, que siempre llevaba consigo lo que parecía un encendedor pero en realidad era un dispositivo que él mismo había creado para su investigación. Una cosa extraña que podía partir diamantes con sus dedos, y todo porque la roca más preciada en la tierra, eran pedazos de nada para el otro. Algo que cuando él se descuidaba mucho, lo aterraba de nuevo. Porque Reita cambiaba de aspecto cada tanto, para no perder práctica. Para no creerse humano le había explicado una noche, donde él había quedado petrificado del terror al ver un brazo peludo con garras y ojos que no pertenecían a ninguna especie del planeta.

Y ni pensar de esos sentimientos tan diferentes entre ellos. Porque ni bien doce lunas habían pasado, tan solo un año de conocerse, Reita le había dicho que él era todo lo que le importaba de ese mundo. Un sentimiento parecido, pero bastante disminuido lo ataba a Yurika. Le había explicado que seres como él, seres que no tienen forma propia, sienten lo que toman diez veces más. Que para adaptarse al ambiente donde estaban, absorbían toda una vida en menos de un segundo. Significaba que Reita, al momento de entrar en su sala, ya había vivido unos ochenta años sobre la tierra en sentimientos y pensamientos. Reconocía los aspectos de un humano con claridad, no tenía las confusiones o desolaciones que tenía alguien de veinte años, de treinta o cuarenta. No era devoción, lo más cercano que podía describir el sentimiento de Reita para con él, era amor. Pero de nuevo, lo más cercano que el humano tenía para describir al rubio, era la mitología, y no era exacto.

 

Salió de su cabeza al sentir brazos abrazándolo un poco más fuerte. Escuchó un murmullo que parecía decir ‘pensás muy alto’ y un minuto después, de nuevo el ronquido de Reita.

 

~*~*~

 

—Mirá, el dinero que gano, no lo uso más que para un poco de ropa cada tanto y comida. Yurika tiene la otra extensión— Kai seguía negando y esa vez, el rubio no reprimió el gruñido —Gano bien, más que bien. No pago alquiler alguno, compré un auto para llevarla a cualquier lado que quiera, para ir a buscarte cuando quieras.

—No quiero que des tu tarjeta de crédito. No quiero sentir que estás manteniéndome.

Reita dejó la tarjeta en la mesa con fuerza, agarró al morocho y lo sentó forzosamente en la silla de la cocina. Sus ojos se volvieron naranjas completamente, ningún otro pigmento, toda la córnea era del mismo color y el pelo rubio y corto, se volvió largo y azul eléctrico. El corazón de Kai se aceleró alarmado y el rostro del otro se acercó al suyo hasta dejar solo milímetros de espacio libre.

—Te hago acordar que no necesito nada de lo que existe en este planeta. Que mi propósito por las próximas 59 lunas es solamente interactuar con ustedes, con la sociedad y enviar un informe— los ojos volvieron a ser castaños, pero el cabello seguía azul —¿Por qué no me dejás darte esto?

—Si querés darle cosas a mamá, no tengo ningún problema, es más, lo prefiero— Kai cerró los ojos con fuerza, respirando profundo —Pero no me obligues a tomar algo que no quiero.

—Lo lamento— Reita posó sus labios sobre la frente del morocho, sus hombros caídos sintieron al abrazo del otro y dejó caer su cabeza sobre el cuello ajeno.

—Sigo sin entender tu amor por mí, y seguís sin entender lo que yo siento— escuchó una risa ahogada por su piel y movió sus manos hacia el cabello que había vuelto a ser corto y castaño claro—Te quiero, mucho, pero no vuelvas a tomar otra forma cuando estamos los dos agitados Reichan.

—Está bien. No quería asustarte, no quiero sentirte temblando cerca de mí.

 

~*~*~

 

—Es que me siguen preguntando por qué no salgo y… y no pude evitarlo. Sé que no lo hablamos, pero me salió solo y…

—Kai, respirá. Tranquilo, ya lo hablamos por teléfono bastante, viniste un fin de semana y hablamos otro tanto más— el morocho seguía golpeteando sus manos contra sus rodillas sin ningún ritmo aparente —Aparte, creí que había quedado claro que te amo— a eso el otro sonrió ampliamente, asintiendo —Tenés que admitir que actuamos como pareja desde hace un tiempo— Kai largó una carcajada, por fin relajando su cuerpo y mirando el poco tráfico que había esa noche.

—En eso tenés razón. Gracias por calmarme, sigo nervioso por el proyecto— el rubio asintió, entrando al estacionamiento del club en donde la fiesta iba a llevarse a cabo.

—Además, Yurika me presenta como su yerno desde hace un año casi— Reita se rió de la expresión de sorpresa del morocho y se desabrochó el cinturón de seguridad, se acercó al otro y le dio un beso rápido en la mejilla, para luego bajar del auto. Kai lo siguió apenas unos segundos después.

Ninguno de los actores de la película había llegado todavía, así que ambos entraron con tranquilidad. Kai murmuró algo acerca de las luces del lugar y Reita rodó los ojos, tomándolo de la mano y caminando hacia los compañeros del morocho que él conocía de otras visitas. La noche avanzaba con tranquilidad, Reita sonriendo con las anécdotas del equipo de trabajo, Kai charlando animado con sus amigos y conocidos. Las bebidas iban y venían en cantidades, los aperitivos eran deliciosos, pero pequeños. En un momento la música aumentó de volumen y casi todos estaban bailando; lugar vacío, lugar que habían dos o más personas bailando juntas. El rubio sintió como Kai lo tomaba la mano y lo llevaba a un costado libre, donde ya había más personas. Quiso negarse porque nunca aprendió a bailar y él podía adaptarse, pero los talentos o los tenía de principio o los aprendía. Pero al ver la amplia y divertida sonrisa del morocho, se dejó llevar. Kai se rió de su forma de bailar muchas veces, pero no le importaba, porque él también se reía. Perdieron ambos la noción del tiempo, y de las bebidas alcohólicas. Al amanecer, cuando todo se había calmado, Reita se felicitó a sí mismo de no tomar nada. No podía emborracharse, pero en cualquier control de tránsito, saldría el nivel de alcohol en su cuerpo. El morocho se reía de nada, cantando en tonos bajos y saludando a todos con un abrazo.

Cuando llegaron al departamento de Kai los dos estaban agotados. Después de prepararse para acostarse, los besos comenzaron. Lentos, largos, en los labios, mandíbulas, cuellos. Las manos sobre la cintura, acariciando, arañando suavemente. Con el cansancio ganando, se recostaron bajo las frazadas y se abrazaron.

—Luna llena— el rubio estaba casi dormido, pero movió su rostro hacia la ventana y comprobó que Kai tenía razón —Por esto no quería… no quería que pasara nada, con nosotros— Reita frunció el cejo y acercó un poco más su oreja a los labios del morocho, para escuchar la voz baja y ronca del otro.

—¿Qué cosa?

—Es la luna cincuenta y tres— el rubio se tensó, sus ojos bien abiertos y la respiración detenida —Hay… hay fecha de vencimiento.

Ninguno de los dos habló otra palabra, pero los brazos del rubio apretaron con fuerza el otro cuerpo. Kai escondió su rostro lo más que pudo en el cuello de Reita.

 

~*~*~

 

No quería llorar, así que pestañeó rápidamente para no dejar que ninguna lágrima cayera. Su respiración era agitada y agradecía profundamente que su madre estuviera durmiendo. Reita no quitaba la vista del cielo y él seguía sentado en el suelo del pequeño patio de la casa, sobre el pasto húmedo. Escuchó el suspiro del otro y vio de reojo como las manos del rubio se volvían rojas y porosas; alzó la vista y vio cabello ondulado y de un color que no sabía definir. Pudo ver por un instante dientes afilados, tres capaz en vez de una. Vio pies azules y metálicos, una espalda de diamante opaco, ninguna nariz y ojos de alguna bestia que no existía. Reita nunca mostraba un aspecto completo, solo partes aleatorias de todas las especies que conocía, la única forma entera que exponía era el hombre japonés de treinta años, con cabellos rubios y negros, labios anchos y cejas finas; dedos anchos y cuerpo delgado, musculatura definida, ojos marrones y piel fría.

—No tenías que acompañarme esta noche— sus miradas se cruzaron cuando el rubio volvió a ser humano completamente —Sé que no te gusta verme así— el morocho negó y miró al cielo sin luna.

—Ochenta y cuatro— el rubio se sobresaltó, como si alguien lo hubiera electrocutado —Luna ochenta y cuatro, y no queda siquiera un año ya…

Reita cayó de rodillas delante del morocho y lo abrazó con fuerza, temblores de llanto movían su cuerpo y Kai no pudo retener más las lágrimas al escuchar el sollozo de su pareja. Ni pudo retener sus gemidos rotos al escuchar la letanía de disculpas que escapaban de los labios del rubio. Los besos mojados de lágrimas no duraban mucho y Kai se dio cuenta con aplomo, que Reita no podía mantener una forma constante.

Había una razón por la cual desde hacía seis años y medio que el morocho no veía a Reita cambiar formas, y era por el miedo que le seguía produciendo. Porque estaba bien que el rubio se recordara que no era humano, porque tenía una misión que cumplir, una investigación que tenía que llevar a cabo. Pero él no la quería saber, prefería olvidarla, no quería que su relación quedara opacada por la fecha límite.

Esta vez, cuando su corazón se aceleró con temor, cerró los ojos con fuerza y abrazó con más firmeza a Reita. Dejando que sus lágrimas cayeran a gusto, sintiendo la piel pálida, peluda, escamosa, dura, gelatinosa; oyendo lamentos en tonos que nunca había oído antes. Ambos cuerpos temblando por diferentes razones, pero el mismo sentimiento: desconsuelo.

 

~*~*~

 

Su madre había llorado tanto ya. Todavía podía ver la imagen de ella abrazando a Reita con tanta fuerza, que parecía que el rubio iba a quebrarse. Y él no quería llorar, no sabía cómo podía seguir haciéndolo después de todas las veces anteriores. Notaba los ojos rojos del rubio, sentía las lágrimas de ambos en el contacto de sus rostros. Los besos parecían nunca acabarse, pero el sonido que provenía del bolso del rubio, les indicaba el final.

Y así se separaron. Los rostros un tanto hinchados, los labios rojos de tantos besos y mordiscos, los cabellos moviéndose al viento cálido; los pasos que los iban separando convertían esa brisa en un gélido viento. Duro e hiriente. Apretó los puños con fuerza, encarnando sus uñas en sus palmas, apretando la mandíbula, trabando sus piernas para no caerse o empezar a correr. Vio una sonrisa llorosa en aquel rostro que estuvo a su lado por casi ocho años, pestañeó y ya no había más nada. Un gemido quebrado salió de su boca, pero no había respuesta de nadie, solamente un amplio campo al costado del río, una estela que podía ser blanca o roja, pálida, casi inexistente.

El volante del auto recibió golpes, sus manos moretones. Su garganta afónica por su llanto que dolía. Sus ojos ardientes y secos de lágrimas. Y solamente cuando el cielo negro se apoderó de todo, cuando la luna ni se asomó, encendió el motor y emprendió el regreso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sus ancianos vecinos ya no estaban, en su lugar había una familia con dos chicos de cinco y siete años. Del otro lado, un pareja de padres que se habían divorciado y encontraron la compañía que necesitaban en el otro. Justo frente a su casa, la pareja era ahora anciana y su hijo venía a visitarlos solo en fechas festivas. A un costado la mujer que había perdido a sus padres, ahora estaba sola, ahogada en trabajo y cansada. Al otro lado el signo de venta estaba tapado por una franja roja que decía ‘Vendida’. Todos tenían la mirada hacia el cielo, observando con maravilla los fuegos artificiales del año nuevo. El espasmo fue colectivo cuando observaron la lluvia de meteoritos que habían anunciado en los noticieros, nacionales y mundiales. Los blogs de noticias mostrando en vivo las estelas doradas en el cielo oscuro o las franjas blancas en el cielo celeste.

Cuando él y su madre escucharon que la puerta detrás suyo se abría, ambos voltearon. Pero el morocho no oyó nada más que el jadeo de sorpresa de su madre y la sangre rápida y furiosa en sus oídos.

—Mis disculpas por la tardanza— vio como el hombre desnudo y cubierto de tierra sonreía con ganas. Kai llegó corriendo frente a Reita y lo abrazó, ambos estrechándose con todo lo que tenían —Necesitaba distraer al mundo.

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero lo hayan disfrutado y si gustan, dejen un comentario que será valorado y amado~

 

Seeya!


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