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La casa de las marionetas por Lerevi Madoka

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Notas del fanfic:

Levi X Eren.

 

Notas del capitulo:

Bueno, primero que nada, bienvenidos a "La casa de las marionetas".

Es mi primer fanfic publicado aquí, más sin embargo no es el primero que escribo.

Espero que sea de su agrado y le den la oportunidad.

Como advertencia, hay ciertos diálogos con humor un poco negro, les advierto para evitar ofender a los lectores. Si el humor negro no es de tu agrado, no lo leas y si lo haras, es bajo tu riesgo.

Para no alargarles más, disfruten la lectura.

Acepto críticas constructivas ya que me ayudadarán en el futuro.

Adelante...

Lerevi Madoka

Olía a sangre podrida, aquel olor que penetra las fosas nasales cual aguja penetra la piel en un tatuaje, ese que te desgarra los sentidos, el que te hace recordar todos los días la forma tan rápida con la que tu vida podía acabar.

Olía a muerte.

Los oficiales tardaron aproximadamente veinte minutos en llegar a la escena del crimen; al observar el cuerpo se percataron de la magnitud del problema.

En primer lugar, era el quinto asesinato en dos meses, así que por ende no se trataba de algo casual. Al principio eso se cruzó por la mente de todos; sin embargo, con el pasar de los días se dieron cuenta de lo característico en todas las víctimas: un símbolo, las alas de la muerte, o al menos así le apodaron los encargados del caso.

En segundo, los signos de tortura de aquella víctima eran peores que los anteriores. Sus dedos pulgar y anular habían sido amputados, tenía múltiples quemaduras severas en todo el cuerpo, la cara golpeada hasta desfigurarla, las cuencas vacías y finalmente la boca y el pecho cocidos.

-El asesino está avanzando- Dijo uno de los oficiales al agacharse a observar a la víctima.

-¿A qué te refieres, Jäger?- Preguntó con incredulidad uno de sus compañeros.

Eren Jäger, era el jefe a cargo de aquel caso. Tenía tan sólo veinticuatro años y ya era uno de los detectives más reconocidos en Japón. Muchos decían que tenía un sexto sentido y lograba ver más allá de lo que otros podían, su secreto era su capacidad para observar hasta el más mínimo de los detalles. Por otro lado, también se le conocía por su belleza inigualable, en especial sus ojos verdes tan peculiares, su piel tostada, su cabellera castaña y, su metro setenta y ocho de altura.

Su personalidad no era lo que cualquiera pudiese pensar de un detective tan renombrado y aparentemente serio para su cargo. Solía ser terco y obstinado, pero con una sonrisa en el rostro la mayor parte del día y un humor que podría caracterizarse como negro.

El detective Jäger lanzó una carcajada ante esa pregunta y finalmente respondió:

-Espero que tu pregunta fuese en broma, porque de no haber sido así, prefiero tener a un niño atendiendo este caso, a que tú lo hagas…- espetó al momento que se ponía de pie.- En los escenarios anteriores, las víctimas tenían los ojos cosidos más no arrancados de las cuencas- Finalizó bostezando.

Era tal vez la una o dos de la madrugada y lo último que Eren quería era estar ahí analizando a una chica muerta, porque todo aquello terminaba por alargarse hasta el amanecer y al final  iría trabajar con unas ojeras muy prominentes. Así que decidió finalizar lo más rápido que pudo, anotando en su libreta cada una de las cosas que había observado en la casa de mujer. Independientemente de si apuntaba o no, a primera hora de la mañana tendría sobre su escritorio las fotografías de la escena.

 

 

Como fue de esperarse, terminó yendo al trabajo con las ojeras más grandes que pudo haber imaginado, todo ese ajetreo en la madrugada había acabado a las cuatro, así que al llegar a su casa Eren tan sólo tomó  una ducha, se puso unos jeans blancos y una camisa negra, se preparó un enorme vaso de café sin azúcar y se encaminó a su oficina.

Su lugar de trabajo no era muy espacioso, ni siquiera estaba del todo ordenado, pero tenía lo necesario y le resultaba reconfortante. Era un espacio con unas paredes color crema, la puerta corrediza de cristal que se trababa frecuentemente, un escritorio de roble oscuro en el centro de la habitación, una silla giratoria de cuero blanco y unos cuantos cuatros surrealistas de distintos artistas anónimos –casi todos comprados en ventas de garaje-.

No pasaron ni cinco minutos desde que llegó, cuando alguien irrumpió en su espacio.

-Eren, te busca el Erwin- Dijo una chica de lentes en el umbral.

-En un momento voy, Hanji. Gracias-

Erwin Smith era su jefe, solía apodarlo “cejotas”. Era un hombre atractivo de unos cuarenta y tantos, alto y rubio. Nunca había sido de su agrado totalmente, pero no habría llegado hasta ese lugar sin él, así que le tenía cierto respeto.

Se puso de pie e intentó seguirle el paso a Hanji mientras lo conducía hacia el despacho de su superior. Esto resulto algo difícil pues sus piernas no le respondían del todo bien a causa del cansancio. De todas formas conocía el camino, por lo tanto no había tanto problema.

Derecha, derecha, izquierda, al frente, derecha, al frente, izquierda.

Al llegar tocó la puerta y entró antes de que dijeran “adelante”. En el interior se encontraba Erwin sentado detrás del escritorio con unos lentes de armazón delgado. Alzó la vista al escuchar los zapatos del castaño e inició ofreciéndole que se sentara.

El gran ventanal detrás de su jefe estaba cubierto por unas cortinas marrones, dándole a la habitación un toque tétrico. Por un instante Eren se sintió particularmente observado, pero decidió ignorar esa sensación.

-Jäger, escuché que pasaste una buena noche con una chica linda- Dijo el rubio de forma sarcástica.

Eren decidió ignorar su comentario, pues la mala noche hacia que su humor no fuese de lo mejor.

-¿A qué se debe que me llamaras?-

-Bueno, entiendo que sigues sin saber quién es el implicado en el caso de las alas de la muerte- Dijo con cierto reproche.

-El asesino ha sido muy cuidadoso y no ha dejado una sola pista más que el símbolo, no hay huellas dactilares, fluidos, cabello o algo que nos ayude. Ni siquiera tenemos un patrón en las víctimas. La chica de anoche era rubia y tenía unos veinticinco, vivía en la zona residencia. La cuarta víctima era un chico castaño de diecinueve que vivía con sus padres, no solía salir de casa y mucho menos tener amigos, contactamos a todos sus conocidos pero nada. La tercera víctima, un hombre de treinta y cuatro años, divorciado y con una gran empresa. La segunda víctima, una madre soltera con un niño de ocho años que padecía déficit de atención e hiperactividad; y finalmente la primera víctima, un joven de veinte años, castaño, estudiante de leyes. No hay patrón alguno. Reviso constantemente cada fotografía y cada expediente. 

Erwin se quitó los lentes y comenzó a masajear el puente de su nariz. Era un tic que solía tener cuando se quedaba sin palabras. Más sin embargo, una voz surgió de una esquina de la habitación haciendo que Eren pegara un leve brinco.

-Los asesinos seriales se caracterizan por evolucionar en cada uno de sus asesinatos. Pero todos desean ser encontrados, así que sin darse cuenta o muy conscientes se equivocan y debemos esperar esa pequeña equivocación- Pronunció una voz grave en la penumbra.

Pasados unos segundos, la persona que había pronunciado aquellas palabras, salió de la oscuridad.

El chico de los ojos verdes no supo cuánto tiempo estuvo observándolo exactamente, quizá fueron diez segundos o tal vez diez minutos, pero la realidad era que le resultaba muy difícil despegar su mirada de aquel joven.

Era algo bajo de estatura, al menos más que Eren, quizá unos siete u ocho centímetros; tenía el cabello de un negro azabache muy brillante peinado hacia la izquierda, rapado en la parte inferior; los ojos grisáceos casi parecían perderse entre los cristales de sus grandes anteojos de armazón grueso. Tenía una complexión delgada pero una espalda impresionante, la cual se notaba bastante con aquella camisa de botones color azul francio, combinada impecablemente con unos jeans muy ajustados en tonalidad gris oscuro y unos zapatos de vestir negros.

A pesar de toda la belleza que poseía, Eren sólo miraba sus labios. Delgados, cerezas y húmedos pues acababa de lamerlos esperando una respuesta que jamás llegó; el castaño se encontraba perdido.

Su jefe pareció notar que nadie hablaría así que decidió comenzar la conversación nuevamente:

-Jäger, él es Levi Ackerman, volvió hace unos meses de Estados Unidos donde estudió un doctorado en criminología enfocada al área de asesinos seriales, un amigo lo recomendó y me pareció bastante competente contratarlo para ayudar con este caso-

Levi, quien no había mirado ni por un segundo al chico de los ojos inusuales, finalmente lo hizo, para fortuna o infortunio del más alto.

Eren se percató de que su mirada resultaba algo intimidante con ese seño fruncido la mayor parte del tiempo, la mandíbula tan tensa y esos ojos grises examinándolo de arriba abajo sin pudor alguno. Estaba tan incómodo con su mirada, o con su sola presencia, no podía explicar cuál de las dos.

Más tarde que temprano, algo en la cabeza de Eren hizo ¡click! Por tres razones:

1.-Se dio cuenta de que algo en ese chico le parecía familiar.

2.-Iba a trabajar con él, al menos hasta terminar el caso

3.-No le había quitado la mirada desde que lo había visto salir de la penumbra.

-Puedo regalarte una fotografía mía si tanto insistes en observarme- Dijo Levi rompiendo la tensión que se había creado en la habitación.

Eren finalmente apartó la mirada del azabache intentando que no notara su molestia al evidenciarlo.

-Por cierto, mocoso, me llamo Levi-

-¿A quién llamas mocoso?- Preguntó Eren volviendo la mirada al joven de ojos grises.

Comenzaba a hervirle la sangre.

-A ti evidentemente, por lo que Erwin me dijo eres menor que yo como por seis años-

Al menor se le cayó la boca al suelo cuando escuchó aquello, Levi se veía mucho más joven que él, aunque era cierto que había estudiado un doctorado y eso debió de darle una pequeña pista, pero su mente se encontraba tan desconectada como para darse cuenta.

-Creo que no vas a hablar y te limitarás a observarme, así que sólo te avisaré que saliendo del trabajo pasaré a tu departamento para estudiar los expedientes contigo- Anunció sin más.

Eren entró en razón e intentó actuar dominante y serio

-No es por rechazar tu “maravillosa” compañía…-dijo haciendo énfasis en “maravillosa”- pero realmente estoy exhausto, quizá mañana.

-Iré hoy y probablemente todos los días-

Levi no parecía querer ceder ni un poco. Sin embargo, al más alto se le ocurrió algo que quizá ayudara a mantenerlo lejos:

-Lo lamento, pero no tienes mi dirección-

El castaño sonrió victorioso, aunque su sonrisa no duró tanto como hubiese imaginado, pues antes de celebrar su victoria, Ackerman (el cual había tenido las manos en la espalda todo el tiempo) posó sus manos al frente lanzándole un sobre amarillo al menor quien lo atrapó sin problemas. Este alzó la mirada incrédulamente en dirección al azabache. Levi le daba de espalda, a punto de salir de la oficina.

-Y mocoso…Tienes lindos ojos- Finalizó Ackerman, saliendo de la habitación sin siquiera mirar a Eren, algo que el menor agradeció pues su rostro se había colorado notoriamente al escuchar esas palabra.

-Eren, puedes retirarte, supongo que fue demasiada tensión por un día ¿cierto?- exclamó Erwin con una risa al final de la frase.

El menor observó el sobre durante unos cuantos segundos intentando decidir si sucumbir ante la curiosidad o evitar todo contacto con objetos que proviniesen del azabache. Casi a regañadientes, optó por abrirlo.

Algo no le extrañaba, y sin embargo, terminó sorprendido…

Expediente #XXXXX

Eren Jäger

 

Había algo en Levi Ackerman que lo asustaba, pero al mismo tiempo lo extasiaba.

Notas finales:

Bueno, aquí está el primer capítulo, espero que les haya gustado.

Nos veremos en el siguiente capítulo.

Dulces pesadillas, pequeñas marionetas.

Lerevi Madoka


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