Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tempel der Meere por Kaiku_kun

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenas, ¡Kaiku-kun vuelve! Y vuelve con el 4to capítulo de Tempel der Meere jeje perdonad que tardara, han sido unos días muy calurosos para mí y lo he pasado algo mal XD pero ya está, ya me han vuelto las ganas de publicar jaja

Ahora se vienen encima dos capítulos (el 4 y el 5) que están muy ligados. No son como los anteriores, que simplemente eran hechos en cadena, no, estos dos dependen el uno del otro. Es como ver un doble episodio jaja

Así que ¡ale! ¡A leer!

4. Flammgeist ("Espíritu del fuego")

 

Bruno notó el duro suelo casi quemando su cuerpo. Sin abrir los ojos ya supo que, estuviera donde estuviera, tenía que huir de allí.

Todo aquello que contaban de que cuando te desmayabas no sabías qué ocurría a tu alrededor y tenías que procesarlo lentamente era un mito. O eso le pareció a Bruno. Porque lo primero que hizo al darse cuenta de que no estaba con Dylan y el resto fue levantarse y buscar una salida, casi sin siquiera abrir los ojos.

—Uooh… —soltó. Levantarse tan rápidamente le había mareado y cayó de culo al suelo—. Mejor me espero.

Repasó mentalmente todo lo esencial. Era Bruno, estaba encerrado en el mundo de los espíritus y acababa de conseguir unir a Edgard y Elio. Dylan le había ayudado, así como Bruno le ayudaría a él a encontrar pareja.

A Bruno le pareció suficiente confirmación para desmentir el mito. Miró a su alrededor. Estaba en una cueva que ardía por dentro. Oía voces a lo lejos, pero no le pareció adecuado gritarles, así que se acercó lentamente, bordeando la cueva, que estaba a oscuras. Cuando las voces fueron aumentando de volumen, vio una luz que penetraba en los bordes de la cueva.

—Mierda…

La cueva era una prisión. Y los barrotes eran fuego crepitante y violento. Parecía que estuviera en el infierno, pero más bien le pareció… un volcán. Lo pudo ver por la lava, y porque se podía ver un poco de luz del cielo, pese a las volutas de humo que salían de esa viscosidad ardiente.

Cuando se detuvo a una distancia prudencial de los barrotes de fuego, en su interior creció ira casi al instante. Era la voz que le había secuestrado. La oía reírse del mundo junto con otras voces. Encontró, rebuscando un poco, los cuerpos de donde salían las voces.

Eran unos espíritus totalmente rojos, algo muy parecido a Hellboy (para risa de Bruno), pero con sus melenas en llamas y en perpetuo movimiento, como si buscaran no extinguirse por el humo o el viento. Podía ver como su transformación material era débil y fluctuaba entre ser una enorme llama o un semihumano.

—Es una lástima que no puedan venir más humanos a nuestro mundo —dijo la voz odiosa—. Son un manjar. ¡Estoy harto de tener que comerme los árboles y plantas de esta maldita isla!
—Vamos, Agar, tampoco es tan malo. Además, los animales pasados por la lava también están ricos —dijo un segundo, con una voz igual de repelente.
—¡Por todos los espíritus, Bor! —exclamó Agar, airado—. ¡No tiene ni punto de comparación! Los animales de este maldito mundo están tan muertos como nosotros, ¡es lo mismo que comer corteza de árbol recalentada! ¡Insípido! ¡Duro! ¡Seco!

Pese a su situación, de poco escuchar y mucho querer huir, Bruno se sorprendió de saber que esos espíritus del fuego sabían que estaban muertos y que todos los seres que aparecieran, también lo estaban. Podía entender que le quisieran pasado por la parrilla, si era el único que estaba vivo y jugoso de este mundo.

—¿Y tú qué, Eiden? No dices nada… como siempre —recriminó Bor a alguien que Bruno no veía.
—Te lo he dicho muchas veces, la carne no me gusta. —Su voz sonaba más a un adolescente que no a un chico en la veintena, como los otros dos.
—Para ser que te llamas “fuego”, no eres muy ardiente. ¡A ver si te apagas ya de una vez y nos dejas disfrutar!

Hasta entonces, Bruno no había visto al tal Eiden pero, entonces, una llama pequeña, unos metros lejos de Agar y Bor, se volvió tan grande como ellos y se lanzó a atacarles, dando inicio a una pequeña batalla a base de bolas de fuego que acabó bastante mal para Eiden.

—¡Eres un crío y un novato en este mundo! —le gritó Agar, con un señor cabreo—. No vales ni para calentar los pies. Tienes suerte que el que te acogió en este mundo aún nos vigila, sino ya serías ceniza hace mucho.

Bruno vio cómo Eiden (bueno, la llama pequeña que era ahora) se alejaba lentamente de sus, puede que, hermanos. Poco a poco fue tomando forma semihumana. Su pelo no era melena, como en el caso de Agar y Bor, tenía una forma de llama ancha muy extraña. Crepitaba de forma apacible. Además, su cuerpo no se debatía entre la semihumanidad y el fuego. Era un cuerpo perfectamente formado, lo tenía dominado. Eiden parecía el más experto de los tres en ese mundo, aunque sus hermanos dijeran lo contrario.

—Eh, vuestro humano ha despertado —dijo precisamente él, sin emoción alguna.
—¡Oh! ¡Allá vamos! —Agar corrió (en un intento de parecer humano) hasta Bruno, quien retrocedió a gatas—. ¡Hola, humanito pequeño! Ya te has despertado, ¿eh? Bienvenido a nuestra casa, el volcán Etna, en Sicilia. Ahora mismo estábamos pensando en cómo cocinarte. ¿Alguna sugerencia?
—¡¡Te puedes ir a la mierda!! ¡¡Húndete en el océano!! —le gritó, tan fuerte como pudo.
—Vaya, Bor, creo que este tampoco va a cooperar —dijo, sin moverse un milímetro. Luego volvió la cabeza llameante hacia Bruno con una sonrisa diabólica—. Oye, chaval, aunque te lo parezca, no somos ni crueles ni desalmados. Haremos que te desmayes por golpe de calor antes de pasarte por la plancha. Así que si nos das unos consejos sobre cómo cocinarte, haremos todo lo posible para que no sufras.

A Bruno solamente se le ocurrió escupir a la cara de Agar, pero el escupitajo se evaporó antes de cruzar los barrotes de fuego. Eso hizo que Bor se tronchara mientras se acercaba.

—Buen intento —le aplaudió éste. Si pudiera crear agua, estaría meándose de la risa—. Nos gustan los que se resisten, el deleite es máximo.
—Habéis cometido un error —les desafió Bruno—. Conozco a varios espíritus que me van a sacar de aquí y os van a dar una paliza.
—Nos recuerdas a nuestro hermanastro Eiden —comentó Agar, como si mantuviera una conversación normal—. Siempre haciéndonos frente, siempre luchando a contracorriente, con ganas de parecer fuerte, diferente, inalterable… Qué pena que ambos fracaséis siempre.

Entonces los hermanos se fueron riéndose del propio Eiden, que se mantenía en forma semihumana entre la cueva y la lava, en una serie de rocas que hacían de límite con la piscina ardiente.

Bruno pensó que si tan parecidos eran, podría convencerle de que le sacara de allí.

—¡Eh, oye! —susurró Bruno—. ¡Eiden! —El espíritu de fuego miró con el rabillo del ojo, para que Bruno no viera que le escuchaba, respiró hondo y pasó de él—. ¡Vamos, tienes que ayudarme! ¡Fastidiarías a tus hermanos!

El pobre humano pasó así un buen rato, hasta que Agar y Bor desaparecieron del volcán. Fue entonces cuando Eiden se acercó a Bruno.

—¿Te haces idea de la cantidad de humanos que han pasado por aquí? —le dijo muy seriamente—. Creo que no. Porque si lo supieras, además de vomitar del asco, entenderías que he visto de todo y que nunca he picado en ninguna de las súplicas.
—Podrías hacer la puñeta a tus hermanos —se reafirmó Bruno.
—Repetida —entonó, como si se aburriera pasando cromos que ya tiene.
—Podríamos huir juntos.
—“Repe”.
—Podría buscarte alguien con quien vivir.
—Esa es menos común, pero ya la he oído.
—Tengo tres amigos espíritus que vendrán a rescatarme. Sin duda querrán hacer lo que yo y pelearse con tus hermanos… y contigo. Si les digo que eres de confianza, no te harían nada.
—¿Asegurar mi salud? Más que repetida.
—No digo eso. Digo que te vengas con nosotros.
—¿Irme con unos desconocidos que, estoy seguro, estarán eternamente perseguidos por mis hermanos? Antes huiría solo.

La impasividad de Eiden chocaba con fiereza con las ganas de salir de Bruno. Entonces pensó en Dylan, paciente y comprensivo si se lo proponía.

—Estás harto de tus hermanos. Ni te respetan, ni te escuchan, pero…
—¿”Pero” qué? ¿Tú me escucharás y me respetarás? Vamos, ese es el truco más viejo del mundo, hacerte amigo del secuestrador para que te libere.
—No, creo que tú y yo acabaríamos peleados a cada momento. Pero uno de los espíritus que conozco, Dylan, te comprendería. Ha sido rechazado por su familia y está buscando tener una nueva para ser feliz de nuevo. Es obvio que tú no eres feliz aquí.
—Así que te libero y le vas a buscar —dijo como si viera el futuro de nuevo—. No cuela.
—¡Por favor…! —suspiró Bruno con toda la suficiencia que pudo mostrar—. Dylan y sus amigos encontrarán y reventarán este sitio en cuanto vean en qué situación me encuentro. No me hace falta huir.

Eiden quedó sorprendido por la determinación de Bruno. Nunca le habían impresionado los “intereses comunes” de los prisioneros humanos, pero ese chico ofrecía algo que nunca había oído: otra familia. Normalmente los pobres desgraciados que capturaban Agar y Bor eran solitarios que se habían colado por error en el mundo de los espíritus, pero este no solamente venía acompañado, sino que los consideraba sus amigos con la suficiente confianza para presumir de ellos. La curiosidad despertó en el espíritu del fuego.

—¿Cómo te llamas, humano?
—Bruno.
—Bueno, Bruno… ¿cómo llegaste aquí?
—Eeeh, jeje, es una historia divertida… Dylan me secuestró cuando paseaba por una playa.
—Vaya, por qué no me sorprende… Ya decía yo que era demasiado raro. ¿Se te quería comer?
—Pues… algo así… —Si le decía que no quería hacerlo literalmente, precisamente, Bruno perdería toda opción de convencer a Eiden—. Pero ahora ya ha pasado, hace tiempo que estoy con él. Es un cacho de pan.
—Conque sí, eh… ¿Qué tipo de espíritu es?
—Del agua. Su hogar es una casa de madera flotante en medio del mar.
—Bueno, original lo es. ¿Y estos supuestos amigos?
—Son más recientes. Edgard, un espíritu de la tierra, y Elio, un espíritu del aire. Tu hermano Agar me secuestró cuando acabábamos de conseguir que estos dos fueran pareja.
—Vaya, os cortaron el rollo pero bien, ¿eh? —Eiden suspiró, mirando hacia el camino que llevaba al centro de la caldera. Allí solían estar sus hermanos. Tardarían nada y menos en aparecer—. Dudo que tu familia de raritos pueda mejorar la situación. Aquí estoy cómodo. Pero ha sido una charla divertida.
—Espíritu de poca fe… —le soltó, mientras se volvía una bolita de fuego consistente y desaparecía detrás de las rocas de antes.

Al cabo de unos pocos minutos, llegaron sus hermanos. Bruno escuchó con asco y repulsión las formas en las que se estaban debatiendo cocinarle. Agar proponía hacer un agujero en el suelo, con lava, y poner encima una piedra con Bruno arriba del todo.

—¡Así se hace a la piedra y tendrá gusto de volcán! La última vez salió muy bien, ¿recuerdas?
—Ya, pero ya lo probamos, quiero experimentar —dijo Bor, pensando en otro suculento plato—. ¿Qué tal si lo ponemos en alto en el centro de la caldera y dejamos que hierva unos días?
—Naaah, al final quedaría requemado y deshidratado. Hay que hacerlo como ellos hacen el resto de la carne dura: fuego rápido, una salsita, caliente por fuera y jugoso por dentro. Será un exitazo de plato.

Bruno se estaba mareando solamente de oírlo. Juró mentalmente que se volvería vegetariano una vez volviera a su mundo.

Los hermanos preguntaron una vez más a Eiden cómo quería su “Bruno a la plancha”, pero éste no respondió. Ni siquiera cambió a una forma humana para despreciarlos, simplemente siguió flotando arriba y abajo, en forma de fuego fatuo, como si observara la luz y el cielo que se colaban por el volcán.

Bruno tuvo la sensación de que pasó allí varios días. Los hermanos desaparecieron varias veces, Eiden se presentó otras tantas y… bueno, fue una lástima no poder ver el cielo, por si se hacía de noche o algo, porque la luz de la lava y la de los barrotes cegaba todo intento de ver qué más había.

Eiden se acercaba voluntariamente a Bruno cuando sus hermanos no estaban. Por eso, Bruno supo que llegó como un espíritu más sin formar y que llegó al Etna por error. Su padre adoptivo y sus hermanos cuidaron de él durante mucho tiempo, mientras se habituaba al mundo de los espíritus.

—Pero eso ya hace tiempo que no es así. Mi padre se debilitó con el tiempo y volvió a un estado elemental de forma permanente. A veces despierta, pero no nos reconoce y pone patas arriba este sitio sin querer.
—Por lo que dices, parece alguien violento…
—No lo es. He dicho “sin querer”. Su forma actual es la lava del Etna.
—¡Vaya! Eso no lo esperaba. Ahora entiendo lo que tus hermanos decían sobre que menos mal que os vigilaban.
—Pues sí. Desde que mi padre se hundió en la caldera, mis hermanos han dejado de fingir ese interés por mí. Yo he hecho lo mismo. Valoro a mi padre, no a ese par de bestias.

Bruno entendió un poco mejor por qué Eiden no quería irse. Su padre básicamente era el volcán entero. Y cuando le dijo eso de “ponerlo patas arriba”, se referiría a que entraba en erupción. De vez en cuando, Bruno quedaba fascinado por los símiles que se hacían de cosas normales en su mundo cuando, en realidad, en ese mundo era cosa de los espíritus.

En otra ocasión, Bruno contó la aventura de cuando fue secuestrado y el por qué. Había decidido que ya no le importaba que lo supiera.

—Vaya, así que violarte, ¿eh?
—No lo hizo. Se desahogó con Elio antes de que llegara Edgard.
—Menuda situación más tensa…
—Sí, pero ahora están todos contentos, Edgard y Elio son pareja, Dylan se siente satisfecho físicamente y… bueno, falta que me rescaten y todo se arreglará.
—Ya, no creo que eso suceda tan fácilmente. Te quedan dos días de vida. —Bruno le miró fijamente, pero era como si Eiden no le diera importancia—. Has dicho lode Dylan como si buscara pareja ¿Por qué? ¿No decías que estaba satisfecho?
—¿Perdona? ¿Me dices cuando voy a morir y tú me preguntas por Dylan?
—Es solamente la muerte, seguirás aquí después de que mis hermanos hagan su banquete. Además, no hay nada que hacer ya, y tampoco te va a doler. —De nuevo, la impasividad de Eiden ante la muerte asustaba—. Venga, así te distraes.
—Eeh, pues, bueno… Dylan me dijo que no estaba satisfecho a todos los niveles. Elio era atractivo, pero ya está. Busca el amor, el cariño y la felicidad.
—¡Je! Pues va a tardar en encontrarlo…
—¿Por qué lo dices? —Eiden desvió la mirada hacia la lava y Bruno vio cómo su forma semihumana llameaba con un fuego carmesí por los extremos—. Espera, ¿¿te has puesto colorado??
—¡Lo decía porque…! —exclamó, para acallar la sospecha del cautivo. Su forma semihumana volvió a ser de un rojo más intenso y oscuro, menos suave a la vista que el carmesí—. Porque hay menos espíritus de los que te crees. Una vez descubren lo que les faltó en vida, empiezan a debilitarse por estar satisfechos y desaparecen de la vista. Siguen existiendo, pero el resto no les podemos ver.

Bruno probó durante un buen rato sonsacar más colores carmesí a Eiden, pero fue en vano. No es que le hiciera preguntas muy personales o difíciles de responder, más bien Eiden le leía el pensamiento y le frenaba.

Esa fue la última vez que hablaron, porque los hermanos no volvieron a abandonar el volcán. Estaban ocupados preparando la megaparrilla que contendría al pobre Bruno en unos días.

Notas finales:


Fin del capítulo :) ¿qué os ha parecido? Bien, ¿no? Pues aprovechad porque se acerca el final jajaja

Como siempre os invito a mi página de facebook www.facebook.com/kaikufics para que estéis actualizados de mis fics y los de mi mejor amiga y también os recomiendo otros fics nuestros, buscando por Amor Yaoi :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).