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Dulce veneno por Arawn87

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Notas del fanfic:

Hola a todos, este es un corto de dos partes que pretende ser una continuación para mi one-shot anterior "Inocencia", y al igual que este será MiloxAfro.

Consta de dos partes, es algo ligero y sencillo, pero igualmente espero que lo disfruten.

 

 

Saint Seiya y Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, son propiedad de Kurumada y Teshirogui respectivamente.

Notas del capitulo:

Ahora los dejo con la primera parte de esta historia.

Dulce veneno

 

No podía creer lo idiota que había sido, era su castigo por caer en los juegos de aquel poco confiable Santo. Hace solo unos minutos se encontraba en el templo del aguador, celebrando animadamente con sus compañeros de la elite los veintiuno de su mejor amigo. Todo hubiese terminado bien si Death Mask no fuese un tramposo provocador. Shura le advirtió varias veces que no podría ganarle en una competencia de ron, pero después de que el italiano lo llamara “nenita debilucha” no pudo hacer otra cosa más que aceptar el desafío, era una cuestión de honor… y ahora sufría las consecuencias.

Ese hombre parecía un pozo sin fondo, bebía y bebía sin que le afectara, muy distinto a su caso. Cuando ya no podía ni hablar, antes de caer inconsciente sobre la mesa se levantó con la excusa de ir al baño, solo para huir de regreso a su templo. Si de todos modos iba a perder la competencia, al menos quería retirarse con algo de dignidad. El problema fue que entre la urgencia por escapar, sumado a su estado etílico deplorable, no se fijó en qué dirección salía y solo notó algo extraño cuando reconoció las escaleras del Templo Patriarcal.

- ¿Eh? Pero qué… -murmuró intentando enfocar para convencerse de que estaba frente al edificio del Pontífice- Maldición… –exclamó cuando advirtió que efectivamente se había equivocado de camino.

Milo dio media vuelta, encontrándose de frente con el emblema de los Peces Gemelos. Suspiró desganado emprendiendo un tambaleante regreso… o al menos eso intentó, porque su condición lo hizo tropezar y caer de bruces en la entrada del templo, sintiéndose incapaz de levantarse por sí mismo. Como pudo, se arrastró hasta la pared más cercana y haciendo un gran esfuerzo logró incorporarse para quedar sentado con la espalda apoyada en ella. Pensó en descansar un poco antes de continuar su camino, cerrando los ojos y dando profundas respiraciones, esperando que así le bajaran un poco los efectos del alcohol. De pronto, un sutil aroma a rosas penetró en su sistema, no se le hizo extraño estando en el templo de Afrodita, lo curioso era que por primera vez se dedicó a disfrutar aquella fragancia y la sintió sumamente placentera, tanto así que se perdió en ella y no se dio cuenta cuando el sueño llegó a él.

No había transcurrido mucho tiempo desde que el Escorpión se durmió cuando el guardián del templo hizo su aparición. Caminaba un tanto tambaleante, pero estaba lo suficientemente lúcido para evitar una vergonzosa caída. Afrodita aprendió desde su temprana adolescencia a controlarse con la bebida, deteniéndose en el momento justo antes de hacer alguna escena que pudiese costarle caro al día siguiente.

El bello guardián nunca esperó encontrarse con un bulto griego durmiendo en la puerta de su jardín, como si fuera un indigente. Pasó rápidamente de la sorpresa a la indignación, encaminándose a paso firme para despertar al intruso. Aunque quisiera no podía dejarlo tirado ahí, menos aún con el frío que hacía, ¿qué explicación daría al Patriarca si Milo amanecía muerto por hipotermia en su templo? era demasiado molesto. Cuando llegó junto a él, vio que el menor estaba profundo en el mundo de los sueños, incluso llegaba a roncar. Haciendo gala de su poca paciencia y amabilidad, primero intento con una pequeña sacudida, al no ver resultado aumentó la intensidad, tomándolo firme de un hombro, ansiando que reaccionara… nada, lo tomó por ambos hombros llamándolo en voz alta, fue en vano. Finalmente, le propinó una fuerte cachetada que lo tiró al suelo, ni así reaccionó. Sintiendo una gran frustración emerger desde lo más profundo de su ser, volvió a levantarse, esta vez para lanzarle una patada, pero antes de ensartarse en las costillas del durmiente su pie fue sujetado y de un segundo a otro se vio de espaldas en el suelo. Lanzó un pequeño alarido, sintiéndose sorprendido y humillado, y se incorporó sobre sus codos solo para encontrarse de frente con la somnolienta mirada del Escorpión, demasiado cerca para su gusto.

- ¿Afrodita?... ¿qué estás haciendo aquí? –preguntó en un murmullo, aún sujetándolo del tobillo. El pisciano sintió que su ira regresaba.

- ¿Qué estoy haciendo aquí? –Respondió apretando los dientes- ¡¡Estás en mi templo, animal!! Tirado como un vagabundo ¿te equivocaste de dirección o qué? –La cara que puso Milo frente a su pregunta le dio a entender que eso era lo que había ocurrido- Increíble, eres un tarado…

Afrodita se sacudió hasta soltarse del agarre y Milo quedó sentado con las piernas cruzadas, cabeza gacha, sin moverse. Entonces, el pisciano entendió que su compañero debía encontrarse en peores condiciones de las que aparentaba.

- Eso te pasa por seguirle el juego a Death Mask –comentó sentándose frente a él, intentando adoptar una actitud más paternal- ¿Porqué no vas a dormir donde Camus? La fiesta terminó, el cangrejo y Shura se fueron, nadie te molestará por haber perdido “el reto del ron”.

Milo levantó la cabeza y observó fijamente a su compañero, estaba seguro de que nunca antes lo había tenido tan cerca y, no sabía si por efecto del alcohol, pensó que se veía más bonito que nunca. Recorrió con su vista cada rincón de aquel perfecto rostro de porcelana, sin perderse un solo detalle. No había duda, Afrodita era demasiado bello.

- ¿Sabías que cuando te conocí pensé que eras una niña? –comentó de lo más casual.

- Pff, tú y medio Santuario… -respondió el otro, sin entender a qué venía eso.

- En serio, yo de verdad pensé que eras niña. Aioria insistía en que no porque su hermano te había presentado como el futuro Santo de Piscis, pero yo no le creía, te veías demasiado frágil y angelical para ser un guerrero… -Milo continuaba con su monólogo sin notar la mirada extrañada del otro- Una vez incluso te seguí hasta ese estero al que te gustaba escapar, ¿aún vas por allá?, es ese que está cruzando la arbolada, a los pies de la montaña…

- Sé cuál es Milo, ¿por qué no te vas a dormir ya? –lo cortó sintiéndose algo incómodo.

- Y entonces comprobé la verdad, fue una verdadera sorpresa –el griego continuó alegremente, sin escuchar a su compañero- ¿Pero sabes lo más curioso? No me sentí decepcionado, de hecho me quedé un buen rato observándote mientras te bañabas y desde ese día se me hizo costumbre seguirte durante un tiempo… se que está mal, pero cada vez que ibas a ese lugar te veías feliz y sonreías, pero era una sonrisa de verdad, no como esa altanera que mostraste a todos hasta el día de tu muerte, no, era verdadera, pura e inocente… -finalizó en voz baja, mirándolo directamente a los ojos. El mayor pestañeó repetidamente intentando procesar lo que escuchaba y terminó sacudiendo la cabeza, sintiendo una molesta punzada.

- De acuerdo, ya tuve suficiente parloteo de borracho por hoy –Afrodita volvió a ponerse de pie, masajeándose la sien y aguantando las ganas de darle un buen golpe al Escorpión- Vete con Camus o quédate ahí si quieres, me da igual, yo me largo… -dichas esas palabras, hizo ademán de encaminarse a sus estancias privadas, pero otro tirón en su tobillo lo detuvo, haciéndolo tropezar. Contó hasta diez antes de voltear hacia quien lo sujetaba.

- ¿Me vas a dejar aquí? Hace frío –dijo Milo, haciendo un mohín infantil nada propio de él. Afrodita se preguntaba si su compañero era consciente de lo que hacía, ¿tanto podía afectarle el alcohol?

- Te dije que fueras con tu amigo…

- Está muy lejos… deja que me quede en tu…

- ¡NO! No, no y no… no me gustan las visitas –se negó rotundamente- No seas vago, solo estás a un templo de distancia -intentó convencerlo mientras se liberaba de su agarre.

Milo miró hacia la salida del templo, el solo pensar en bajar y subir esas escaleras hizo que su cuerpo se sintiera extremadamente pesado.

- ¿Por favor? –pidió una vez más, intentando poner una expresión lastimera para suavizar un poco a su compañero.

- NO –fue la respuesta final del pisciano antes de volver a encaminarse a su habitación.

Afrodita no supo qué extraña fuerza se apoderó de él en ese momento, pero justo antes de ingresar a sus estancias volteó a ver al menor y sintió algo similar a la compasión nacer en él. Milo estaba ahí, sentado en el duro mármol, solo, cabeza gacha, en medio de una fría noche invernal, sin abrigo adecuado y con cara de cachorro abandonado, solo faltaba que comenzara a llover para terminar de darle dramatismo a la escena. Suspirando resignado, el bello guardián volvió sobre sus pasos hasta quedar nuevamente frente a su compañero.

- Solo por hoy, vas a tener el honor de dormir en mi sofá… -fue el ofrecimiento del sueco.

A Milo se le iluminó el rostro, agradecido porque su compañero se apiadara de él. Realmente no se veía capaz de hacer todo el camino hasta Acuario, y tampoco quería escuchar el sermón de su amigo por haber quedado en ese deplorable estado. Sintió como Afrodita lo ayudaba a levantarse y caminar, pensando en que su compañero le caía cada vez mejor. Por su lado, el pisciano tenía ganas de ahorcar al griego que se empeñaba en hacer peso muerto, dificultando cada paso que deban. Como pudo lo arrastró hasta su sala y, literalmente, lo arrojó en el sofá. Milo apenas se acomodó un poco antes de caer dormido y su obligado anfitrión buscó un par de mantas para cubrirlo antes de ir a su habitación. Cuando estuvo frente a él, Afrodita lo observó algunos segundos recordando de pronto al niño seguro de si mismo que conoció hace tantos años, aún pensando si sería verdad que lo espió mientras se bañaba en el que hasta ese instante creía su lugar secreto del Santuario. Sacudió ligeramente la cabeza y sintió un repentino mareo, llevando una mano hacia su sien y decidiendo ir a recostarse en ese instante. Con algo de suerte, Milo despertaría y se iría en silencio, sin necesidad de encontrarse con él, sería vergonzoso mirarlo después de todo lo que le dijo.

A la mañana siguiente, el octavo guardián despertó con lo que siempre recordaría como la peor resaca de su corta e interrumpida vida. Apenas intentó incorporarse sintió una dolorosa punzada en la cabeza que lo obligó a tenderse otra vez, cubriéndose los ojos con ambas manos. Estuvo varios minutos en esa posición hasta que consiguió estabilizarse un poco y terminar de incorporarse en el sofá. Muy lentamente, comenzó a observar a su alrededor intentando recordar lo que había pasado y en qué lugar se encontraba, porque si de algo estaba seguro es que no era su templo ni el de Camus. Tardó otro tanto en descubrir que por alguna retorcida jugarreta del destino había terminado en el templo de Afrodita, los arreglos florales y la esencia a rosas que flotaba en el aire eran inconfundibles, sin mencionar el orden y la exquisita decoración. Milo se lamentó para sus adentros, pensando en que de todas las opciones posibles ¿porqué tenía que caer justo en la guarida del doceavo guardián? Lentamente fue recordando el bochornoso episodio de la noche anterior, desde la competencia de ron con Death Mask hasta que Afrodita aceptó alojarlo y terminó lanzándolo en el sofá.

La vergüenza comenzó a apoderarse del griego, pues se le vino a la memoria toda la confesión que le hizo al sueco de cuando eran niños, incluso el hecho de haberlo espiado, sumándole que llegó a rogar para que lo acogiera en su templo. Intentando equilibrarse, se levantó con intenciones de hacer otro acto de escapatoria, ni siquiera el tremendo dolor de cabeza que soportaba le impediría correr a la velocidad de la luz hasta Escorpio. Se sacudió el cabello para darse ánimo y de un salto estuvo de pie, pero justo cuando iba emprender la huida escuchó un extraño sonido proveniente de la habitación contigua. Movido por la curiosidad, se encaminó lentamente y abrió con mucha cautela aquella puerta, entonces el sonido se hizo reconocible. Al parecer, Afrodita se encontraba en el pequeño cuarto de baño que tenían las habitaciones de los templos, devolviendo todo lo de su estómago. Milo frunció el ceño extrañado, porque hasta hace unas horas su compañero se veía bien de salud, ¿sería producto del alcohol? no lo creía, tampoco parecía haber bebido demasiado. Sin embargo, no tenía tanta confianza con Afrodita como para atreverse a entrar sin permiso y preguntar qué le sucedía. Intentó convencerse que de seguro había comido algo que le sentó mal, cerró la puerta y dio media vuelta para emprender su regreso, pero otra vez el destino le jugó en contra. Cuando estaba próximo a llegar a la puerta escuchó un fuerte ruido, como si algo pesado hubiese caído al suelo. Esta vez fue su intuición la que lo impulsó a entrar en la habitación de su compañero, y ahogó un grito de sorpresa al encontrarlo desmayado junto a la cama. Primero quedó en shock, completamente inmóvil, pero pasada aquella reacción inicial se acercó para ayudar al bello guardián.

- ¿Afrodita? –Lo llamó preocupado, arrodillándose junto a él- Oye, Afrodita –volvió a llamar, esta vez volteándolo con cuidado para dejarlo sobre su espalda.

Milo notó de inmediato que algo andaba mal, su compañero estaba muy pálido, sudoroso y respiraba agitadamente aun encontrándose inconsciente. Estiró su mano para tocar la frente del mayor, retirándola en seguida al sentirla ardiendo. Sin perder más tiempo, lo tomó entre sus brazos para depositarlo sobre la cama, volvió a llamarlo un par de veces más, sujetando su rostro, pero no hubo reacción por parte del sueco. Parecía estar sufriendo mucho por lo que fuera que le ocurría, ya que formó una mueca de dolor acompañada de pequeños quejidos, haciendo que se revolviera un poco, pero nunca abrió los ojos ni dio señas de escuchar los llamados de Milo.

El asunto se agravó para el Escorpión cuando vio un fino hilo de sangre bajando por el labio del sueco y acto seguido su cuerpo comenzó a convulsionar. Milo subió a la cama y sujetó al mayor por los hombros, quien parecía estar pasando por una verdadera tortura.

- Vamos Afrodita, no me hagas esto, no te vayas a morir… -rogó mirando angustiado al inconsciente guardián, cuyos espasmos no se detenían.

Milo estaba seguro de que poca veces en su vida había estado tan asustado, lo único que pudo hacer fue seguir sosteniendo a su compañero hasta que su cuerpo dejó de moverse para volver a respirar con dificultad. Se mordió el labio mientras maldecía a su suerte porque justo el Patriarca y Atenea se encontraran fuera del Santuario, y él carecía por completo de dotes de enfermero, ¿a quién podía pedir ayuda rápido?

Una vez se tranquilizó, Milo al fin fue capaz de pensar con mayor claridad… “Camus”, el nombre de su amigo apareció como un grito de salvación, seguro él podría ayudar a Afrodita, o al menos sabría qué hacer. Dudó algunos segundos sobre si era conveniente dejar solo al pisciano, pero no había otra forma, necesitaba ir por ayuda. Lanzó una pequeña plegaria a su Diosa y salió a toda velocidad hacia el templo del aguador. No se había dado cuenta, pero la adrenalina producida por la situación hizo que los efectos de su borrachera pasaran al olvido, en lo único que podía concentrarse ahora era en salvar a su compañero pisciano.

- ¡¡CAMUS!! –gritó a todo pulmón apenas ingresó a las estancias privadas, encontrándose con un sorprendido francés en lo que parecía una ardua tarea de limpieza.

- ¿Milo? –preguntó más que sorprendido, pues había asumido que su amigo no sería capaz de levantarse en todo el día.

- Afrodita se está muriendo.

- ¡¡ ¿Qué?!! –exclamó sin entender nada.

- ¡¡Que se está muriendo!! Ven conmigo –sin dar mayores explicaciones, el Escorpión tomó a su amigo por la muñeca y lo arrastró hacia piscis, haciendo que botara todo a su paso.

Corrieron a toda velocidad hasta llegar con el Santo enfermo. Camus tuvo un segundo de estupor al ver a su compañero tendido en la cama, ardiendo en fiebre y respirando apenas. Dio una rápida mirada a Milo y se acercó para ver en qué podía ayudar. Lo único que se le ocurrió fue apoyar su mano en la frente del mayor y aplicar un poco de frío, esperando lograr al menos aliviar un poco el dolor que parecía sentir.

- ¿Hace cuánto está así? –preguntó mirando al griego.

- No sé exactamente… cuando desperté escuché que vomitaba, después lo sentí caer y cuando fui a ver estaba desmayado en el estado que lo ves ahora –explicó lo más clamado que pudo- ¿Qué? –preguntó al ver que su amigo lo miraba inquisitivo.

- “cuando desperté escuché que vomitaba…” ¿acaso pasaste la noche aquí? –dijo entre sorprendido y divertido, ante lo cual Milo desvió la mirada.

- Es una larga y vergonzosa historia que ahora no viene al caso… ¿puedes ayudarlo? –ambos volvieron a centrarse en el enfermo, quien tenía un poco más relajado su semblante, pero aún no reaccionaba.

- Lo dudo, esto no parece ser una enfermedad normal, y no conozco lo suficiente a Afrodita para saber si sufre de algún problema anterior… -reconoció algo apenado- Todo lo que puedo hacer es intentar bajarle la fiebre, pero mientras no sepamos que le ocurre no sé si será suficiente.

Milo y Camus se sentaron al borde de la cama observando al mayor. El Escorpión aún estaba asimilando que su compañero se encontrara en esas condiciones cuando se veía tan bien la noche anterior, incluso tenía energía para gritarle y patearlo, ¿cómo podía estar así ahora? Era demasiado extraña la sensación que eso le causaba, pues estaba acostumbrado a la imagen elegante y altanera de Afrodita, nunca imagino verlo tan frágil e indefenso. En ese momento recordó lo que sintió la primera vez que lo vio, un ángel demasiado delicado para ser Santo de Oro. Sin embargo, pronto descubrió que el pisciano no era un ángel, ni menos delicado, por ello esperaba que lograra superar lo que fuera que estuviera ocurriendo en ese momento.

El sonido de pasos llamó la atención del octavo y undécimo guardián, volteando ambos hacia la puerta mientras prestaban atención a las voces que comenzaron a escucharse.

- Si se enoja porque lo vinimos a molestar a esta hora le diré que fue idea tuya… -la inconfundible voz de Death Mask hizo que los amigos sintieran algo de nervios.

- No tiene porqué enterarse, entremos despacio y si está durmiendo simplemente le echamos un vistazo y nos vamos… -escuchar a Shura logró que se relajaran un poco.

- Ash, eres un paranoico, yo lo vi bastante bien anoche…

- Eso porque estabas más preocupado de emborrachar a Milo que de cualquier otra cosa, pero yo lo vi cuando salimos y estaba muy pálido… -insistía el español- Ahora baja la voz…-dijo en seguida.

Cuando Shura y Death Mask se asomaron a la habitación de su amigo, quedaron estupefactos con la escena. Camus y Milo sentados en la Acama de Afrodita, y el dueño de casa tendido ¿durmiendo?... no, no estaba durmiendo, y percatarse de eso hizo que los mayores olvidaran la sorpresa de encontrarse al francés y al griego.

- ¿¿Qué carajos le pasa?? –Preguntó el italiano con una inusual voz de alarma, posándose al otro lado de su amigo y tomándolo por el rostro- ¡¡Respondan mocosos!! –exigió ante el mutismo de los menores.

- Eh… no sabemos, yo… lo encontré así –dijo un titubeante Milo, levantándose para alejarse un poco de la cama, seguido por Camus.

- Esto definitivamente no es algo circunstancial… -murmuró el español, mostrando un preocupado semblante. Luego miró a los otros dos- Díganme ¿ha vomitado o sufrido convulsiones?

Milo y Camus se miraron dudosos, el primero asintió y procuró contarle todo a Shura, mientras Death Mask seguía dando golpecitos a la mejilla de Afrodita en un intento vano por hacerlo reaccionar. Cuando acabó el relato del griego, los mayores cruzaron miradas pero no dijeron palabra.

- Voy a buscar compresas para que no le vuelva la fiebre –dijo el cuarto guardián dirigiéndose al español, luego desvió su atención a los otros- Gracias por cuidarlo hasta ahora, ya pueden irse –fue la sutil invitación a retirarse.

Camus, siendo práctico y sin gustarle entrometerse en asuntos de otros, comenzó a caminar hacia la puerta, pero Milo, siendo impulsivo y curioso no opinaba lo mismo. Se cruzó de brazos y esperó a que el italiano se perdiera para interrogar a Shura, era obvio que ellos sabían algo. El español quiso hacerse el desentendido, fue ocupar el lugar donde antes estaba Death Mask cubriendo un poco más el cuerpo de Afrodita, sin prestar atención a su alrededor. Camus intento convencer a Milo de que se fueran, pero el griego persistió en su obstinación. Sabía que no era asunto suyo, ni el enfermo ni los otros dos eran sus amigos, sin embargo, por algún motivo necesitaba saber qué ocurría con el doceavo guardián, ni él mismo entendía por qué, solo quería saber y no se iría hasta obtener la información deseada. Tras un buen rato de insistencia, Shura percibió la sincera preocupación de los menores y luego de un breve debate interno, finalmente aceptó hablar.

- Pero, deben prometer que esto no saldrá de aquí, Afrodita nos matará si se entera que andamos divulgando sus asuntos… -advirtió en tono muy serio, mirando fijamente a los dos menores. Ambos asintieron- Bien, esta no es primera vez que la ocurre algo así a Afrodita…

- ¿Cómo que no es primera vez? ¿Está enfermo o algo? –la interrupción de Milo se detuvo al ver la mirada que le lanzó Shura, la cual se traducía en un “cállate y escucha”.

- Una semana después de recibir el perdón, estábamos cenando en mi templo y de pronto Afrodita se levantó diciendo que necesitaba ir al baño, tardó bastante en volver y cuando lo hizo se encontraba mortalmente pálido y ojeroso, pero dijo que no era nada. Sin embargo, al pasar el rato su aspecto empeoró y ya preocupados le dijimos que debía ver a un sanador, a lo cual, por supuesto, se negó rotundamente y se levantó con intenciones de largarse, pero no alcanzó a dar un paso antes de caer inconsciente al suelo. Al acercarnos vimos que ardía en fiebre y respiraba con dificultad… muy similar a como está ahora… -agregó al final y los tres desviaron la mirada hacia el enfermo.

- No pensé que fueras del tipo chismoso Cabra –aquellas palabras marcaron la entrada de Death Mask, quien llegaba con una fuente de agua y varias compresas, acomodándose a un lado de Afrodita e iniciando una minuciosa tarea de ir limpiando y humedeciendo su rostro, palpándole la frente de vez en cuando para comprobar la fiebre.

Los menores estaban sorprendidos de ver al arisco italiano en esa actitud tan fraternal. Sabían que era amigo de Afrodita, pero no pensaron que su cercanía llegara a tal nivel.

- Si ya comenzaste con la historia no los dejes a la mitad, el bicho va a terminar haciendo un hoyo en el piso si sigue moviendo su pie de esa manera –dijo en tono de burla, pero sin detener su tarea. Milo miró hacia abajo y se sorprendió al percatarse del movimiento nervioso de su pierna.

- De acuerdo, continúa por favor Shura -pidió intentando guardar la compostura, preguntándose como hacía su amigo para mantenerse tan sereno… o tal vez era él quien se sentía ansioso sin motivo alguno.

- Continúo entonces… -se animó el español, carraspeando un poco- Afrodita estuvo un par de horas inconsciente y al despertar se negó rotundamente a ver a un sanador, además nos prohibió comentar aquello con nadie, asegurando que debía ser por algo que comió la noche anterior. Pero, ese episodio volvió a repetirse dos veces más y la última le exigimos que se dejara revisar o iríamos directo a contarle al Patriarca sobre su estado. Recién ahí decidió hablar… –Shura se detuvo unos segundos para mirar de reojo a Death Mask, quien devolvió el gesto y dio un leve asentimiento, ante lo cual el español continuó- Afrodita nos dijo que al despertar su armadura divina en Asgard sintió algo extraño en el cuerpo, como si la sangre le quemara, pero dadas las circunstancias en que estábamos no prestó atención. Sin embargo, al acabar la batalla esa sensación no se fue y estando más tranquilo supo que era…

- ¿Y qué era? –habló Camus por primera vez, luciendo bastante interesado en la historia. Milo en tanto había vuelto al movimiento nervioso de la pierna, no le gustaba lo que oía.

- En palabras del mismo Afrodita, al despertar la armadura divina también despertó el poder que tenía sellado… el veneno de su sangre…

- ¿Quieres decir… como su antecesor Albafica de Piscis? –volvió a preguntar el aguador, quien era un gran conocedor de la historia de la Orden.

- Según nos comentó, no sería igual. Su sangre se ha vuelto venenosa pero no mortal con solo tocarla, creo que dijo algo sobre que su efecto depende de la voluntad de él… -explicó inseguro- En fin, lo importante es que estos episodios son consecuencia de eso. Como no fue entrenado desde niño para soportarlo, su cuerpo está sufriendo al intentar asimilar rápidamente su nueva condición, pero una vez que se acostumbre al veneno debería dejar de pasarle esto…

- ¿Y cuánto tardará en acostumbrarse? –preguntó Milo, tomando la palaba por primera vez en un buen rato. Los mayores se encogieron de hombros, dando a entender que no sabían.

- Ni el mismo Afrodita sabe exactamente cuánto, solo espero que sea pronto, de lo contrario su cuerpo podría colapsar… -finalizó afligido, acariciando suavemente los cabellos celestes.

- ¿Porqué no le dicen al Patriarca? Él podría ayudar a Afrodita en este proceso, ya que fue compañero de armas de su antecesor… -Shura y Death Mask suspiraron ante la sugerencia del aguador.

- Verás hielito… -comenzó, el italiano mientras remojaba nuevamente una compresa- nuestro amigo nos amenazó de muerte si llegábamos a contarle algo al Patriarca, y él jamás amenaza en vano, así que les aconsejo que tampoco lo hagan…

- Pero…

- Sin peros, simplemente no… -sentenció el guardián de Cáncer, viéndose repentinamente serio.

Camus y Milo no comprendían la obstinación de sus compañeros por negarse a pedir ayuda, ¿cuál era el problema de ir con Shion? No entendían, pero tampoco se atrevieron a seguir preguntando. Luego de prometer guardar el secreto, los menores finalmente se retiraron caminando en silencio hasta Acuario, donde Milo se despidió de su amigo para continuar pensativo hacia su propia morada. Recién entonces recordó que no había pasado la noche ahí, sino en el Templo de Piscis, donde ahora se encontraba su guardián sufriendo de una extraña condición. Suspiró desganado y fue a tomar una necesaria ducha para comenzar las labores del día, sin poder quitarse la imagen del sueco de su cabeza.

 

Continuará...

Notas finales:

Así termina la primera parte, en los próximos días viene la segunda y final de este corto.


Comentarios, sugerencias e impresiones varias, todos serán bien recibidos.


Saludos ;)


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