II
Lugar
Tony peinó con sus dedos los cabellos que se le habían estado alborotando debido al viento, tuvo el impulso de maldecir por lo bajo. Había estado llevándolo más lago de lo acostumbrado, ahora comenzaba a pensar que era realmente una molestia y una sonrisa cínica se pintó en sus labios al recordar algunos comentarios de sus compañeros, pensando que quizá era su nuevo estilo o quizá se había vuelto desprolijo con su aspecto. Que más daba, de todas maneras pensaba cortarlo al llegar a casa. Sacudió un poco su cabeza, acomodando su saco para olvidarse de esos pensamientos ridículos y volver la vista a su destino. Particularmente esos lugares le resultaban escalofriantes, y podía contar con los dedos de su mano las veces que había pisado uno, pero no quería retrasar más su encuentro, se lo debía.
Ella había sido su primer amor, la persona que le dio confianza, actitud y que realmente vio el valor que había en él. Bueno, ella y Jarvis. Ambos habían construido los cimientos de su personalidad, alentando a que nunca bajara los brazos y saber que ya no estaba era un golpe duro, a pesar de que en el último tiempo, ella ya no lo reconocía. Dejó el arreglo de flores, acariciando con cariño el nombre impreso.
—Sé que debí venir antes, pero tenía que arreglar muchas cosas primero, ¿es tarde para pedir un consejo?... te echo de menos…—Tony se sentó frente aquella lapida, suspirando con efusividad—¿Recuerdas cuando me hablabas de él? Tú y papá siempre tuvieron palabras maravillosas para él… quisiera creerlas nuevamente, quisiera ver lo que ustedes veían, lo que Steve ve… lo que todos ven.
Silencio. Tony calló, sabiendo que nadie le respondería. Las preguntas seguían en su mente, deseaba imperiosamente una respuesta, deseaba saber que lo que su propio corazón sentía era lo correcto, no podía odiarlo, por más que se esforzara en mantener esa mascara, Tony sabía que no podía ver a James como los demás lo hacían, porque sus sentimientos habían cobrado fuerza, habían mutado después de convivir a su lado, de conocerlo. Estaba a punto de hablar nuevamente cuando uno ruido le alertó, había pensado que estaba solo en ese sitio, pero al parecer se había equivocado. Tony no pudo evitar sorprenderse y es que era la última persona que pensaba ver allí.
—¿Qué…?—La pregunta murió en su garganta cuando lo vio acercarse con más confianza.
—Disculpa, no quería incomodarte.—Aquella mirada le provocaba muchas cosas, pero incomodidad no era una de ellas.
—¿Cómo has llegado hasta aquí?—dijo al fin. Tony enarcó una de sus cejas cuando lo vio ruborizarse tenuemente.
Y el pensamiento de que se veía adorable de aquella manera iba a morir con él seguramente.
—Tomé prestado uno de tus jets, quería verla…
Tony no dijo nada, todavía con el pasmo impreso en su rostro. Desvió su mirada del azul de Bucky hacia el lugar donde Peggy descansaba eternamente. Tony no era un hombre que creyera en milagros, pero quizá la sabiduría y gracia de Peggy le estén diciendo más de lo que creía. Sonrió, a pesar de ya no contar con su presencia, ella siempre estaría ahí para aconsejarlo.
—Anthony…
La mano de James se posó con timidez en su hombro, y una sonrisa – la primera que le dirija a él – se formó en sus labios. Tony supo que en ese lugar había dejado sus rencores atrás.