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El fetiche oculto (HaeHyuk) por lunafang

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Por tercera vez en menos de diez minutos, Hyukjae se limpió el sudor de las manos en la tela de su bermuda negra. Decir que sólo estaba nervioso sería como comparar el miedo a saltar desde la minúscula altura de una silla con el vértigo de subirse a una montaña rusa. El pobre hombre estaba completamente aterrado y a punto de sufrir un ataque de pánico cuanto más se movían las agujas del reloj para marcar las 15:00 hs. Podía sentir con claridad los fuertes latidos de su corazón chocando contra el pecho en un feroz intento de lucha para escapar de su cárcel anatómica. Además, las manos no eran la única zona de su cuerpo que se bañaba con transpiración debido al persistente calor que lo agobiaba con una insistencia casi caprichosa. Sí, era cierto, estaba muy nervioso por el reencuentro que ocurriría aquel día con su sobrino después de varios años en los que habían perdido el contacto, pero no esperaba tener semejantes reacciones cual adolescente hormonal. Este estado era muy bochornoso para el recto señor Lee Hyukjae, uno de los profesores más temidos y respetados por el cuerpo estudiantil del prestigioso colegio secundario Neulparan.


Habían pasado exactamente dos semanas desde la primera vez que Donghae y Hyukjae pudieron comunicarse por teléfono. Afortunadamente, durante ese tiempo hubo más llamadas. Fueron tres, si es que la memoria de Hyukjae no le fallaba a la hora de contarlas. Podía recordar con la precisión que sólo un profesor de historia posee los asuntos de los que habían hablado en todas las ocasiones. Esta misma habilidad hacía que también se sintiera abochornado al rememorar que prácticamente siempre las conversiones recayeron en el menor; sobre sus logros académicos en el colegio secundario e institutos privados, su sobresaliente participación en un equipo juvenil de fútbol americano y cómo practicar dicho deporte hizo que se decidiera a estudiar una carrera que nunca había cruzado por su cabeza hasta entonces. En ningún momento Hyukjae intentó hablar de su propia vida, a excepción de cuando tuvo que responderle al menor unas pocas preguntas sobre su trabajo actual.


"¡Bravo, Hyukjae! Sigue creyendo que podrás evitar el tema para siempre. No es como si Donghae no tuviera sus propias dudas sobre eso, ¿o no?" dijo en un tono burlón, con un claro humor ácido, aquella vocecita que últimamente le estaba provocando varios dolores de cabeza. No era una buena oportunidad para poner a prueba su frágil autoestima, así que, con un gran esfuerzo, el hombre tomó sus dudas y las encerró dentro de un espacio irregular en su mente donde se encontraban apilados todos los asuntos en los que el hombre no deseaba reparar. Dentro de aquel espacio había recuerdos tristes y vergonzosos, ideas suicidas, fantasías que nunca podría cumplir y sueños rotos. Por desgracia, a veces la barrera imaginaria se quebraba y dichos asuntos resurgían en el momento menos esperado, como una plaga de hormigas en el jardín que uno mismo pensaba ya haber exterminado tiempo atrás.


Tan sumergido se encontraba Hyukjae en su lucha mental que apenas notó el agudo tintineo de la campanita de entrada, señal de que una nueva persona había cruzado la puerta de la cafetería Opera. Se trataba de un joven que parecía rondar en los primeros años de la veintena, si es que su apariencia física reflejaba fielmente su edad. Llevaba abundante el cabello castaño en la zona de arriba de la cabeza, con los costados un poco más corto, como indicaba la moda actual dentro y fuera de Corea del Sur, aunque su cuerpo alto y atlético era un espectáculo que no podía apreciarse en cualquier esquina. Por esto es que todos los clientes del lugar repararon en el intruso, algunos con miradas curiosas y otros con vistazos desdeñosos. No obstante, Hyukjae tardó unos cuantos segundos en reparar en ello, cuando descubrió asombrado que el muchacho se dirigía hacia la mesa que estaba ocupando en una esquina, junto a la ventana que daba a la calle. Había algo en la fisonomía de su cara y su doble párpado que le resultaba vagamente familiar.


¡Shushu! -exclamó de pronto el muchacho al detenerse cerca de Hyukjae.


El hombre sintió que sus labios se despegaron un poco y sus ojos se agrandaron debido a la sorpresa. ¿Era Donghae, su Donghae? ¿A dónde se había ido el pequeño y tierno niño que apenas alcanzaba la altura necesaria para su edad? Estaba seguro de que si se ponía en pie, descubriría que lo había repasado, además de que tenía mucha más masa muscular en sus costados. Únicamente la expresión alegre de su rostro hizo que Hyukjae identificara a su sobrino.


- Do...Donghae -logró decir el hombre dubitativo, ganándose una carcajada del muchacho mientras este se sentaba en frente de él.


- Parece que te impacté -le sonrió.


- ¿Nada más que impactarme? Creo que me voy a desmayar de la impresión -bromeó Hyukjae al tocarse con dos dedos el pulso del cuello. Realmente su ritmo cardíaco había aumentado.


- Puede que haya ayudado un poco practicar deportes.


- No lo dudo.


La rápida llegada de una camarera preguntándoles su orden interrumpió el inicio de la charla. Hyukjae la miró extrañado, seguro de que había sido otra chica quien había intentado tomarle su pedido con anterioridad; y le ordenó un americano. Donghae en cambio pidió un frapuccino de oreo después de echarle un vistazo a la carta que estaba sobre la mesa.


- ¿No sigues una dieta? Digo, como juegas fútbol americano -preguntó Hyukjae cuando la chica les entregó sus bebidas.


- Si, pero me cuesta no comer algo dulce cada tanto -dijo en un murmullo culpable y tomó un sorbo-. ¿Tú también estás a dieta?


- No. Ni siquiera sé lo que es eso -rió suave. Ninguna persona en su sano juicio diría que olvidarse de comer más de una comida al día forma parte de una dieta.


- ¿En serio? Te ves muy delgado.


- Siempre fui así. Sólo me vuelvo más viejo con el tiempo.


- Para mí sigues igual que siempre -opinó con sinceridad-. Salvo tu peinado. Lo llevas muy corto en comparación a... antes.


- Descubrí que me gusta este estilo en el ejército. Desde entonces mantengo el corte -explicó simplemente.


- Aburrido -alargó la palabra en un tono infantil y Hyukjae volvió a reír.


- Tú sí te ves muy diferente. Suena estúpido decirlo, pero creciste mucho. Realmente... creciste. No me lo hubiera imaginado ni en un millón de años.


- ¿Creíste que quedaría como papá o tú?


- Algo así -admitió incómodo, sintiendo deseos de golpearse por llevar la conversación a ese rumbo-. ¿Cuándo comienzan tus clases?


- Dentro de dos semanas, aunque este lunes empezaré a cursar los cursillos -se mordió el labio inferior-. Estoy ansioso por conocer a mis compañeros de carrera.


- ¿Estás nervioso también? 


- Un poco. Todo es nuevo y a un nivel mayor de lo normal si le sumo que no estoy en Taiwan -rió de forma estúpida, dejando en evidencia su estado de ánimo.


- Estoy seguro de que te irá bien. Tienes excelentes calificaciones y veo que mejoraste mucho tu coreano. Además los atletas siempre son los más populares en la universidad -lo alentó.


- No creo que me haga muy popular después de que descubran que estudio medicina alternativa...


- Mientras te vean con un uniforme no les importará ni que les hables en chino mandarín todo el tiempo. Por cierto ¿quieres que te llamen Donghai o Donghae? -sintió curiosidad.


- Donghae está bien. No tengo problemas en que me llamen así. Sé que será más cómodo de esa forma.


- Si tú estás cómodo...


- Lo estoy -respondió rápidamente.


Sin embargo la conversación se sentía incómoda para ambos desde el principio. No sería sencillo reconstruir una relación después de tanto tiempo de silencio y con miedos ocultos de por medio. Los dos tendrían que colaborar para lograrlo.


- Por cierto, shushu, quería pedirte un favor -exclamó Donghae con la mirada en la ventana.


- Claro. Lo que quieras -sonrió, estrechándose las manos de manera torpe debajo de la mesa.


- Me gustaría... voy a necesitar... tengo que saber sobre historia coreana para poder cursar la carrera. Es un requisito de la beca. Y... te quería pedir... -sus mejillas se tiñeron de un tierno rubor en completa contradicción con su voz grave.


- ¿Quieres que te dé clases particulares de historia nacional? -lo ayudó Hyukjae a concluir su pedido.


- Si. ¿Podrías? -susurró sin aliento.


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