- ¿Te conozco de algún lugar?
- … era un verso de un libro que estaba leyendo – respondí evitando alguna sospecha
- Ah... vale – noté un alivio en él ¿Qué acaso no se da cuenta de quién soy? Esto me molesta, pero a la vez me divierte el hecho de saber que no recuerda nada de mí.
- Bueno bueno, lo mas seguro es que Pamela vaya a estudiar con ustedes, después de todo no la entretuve mucho tiempo.
- ¡¡¡¿¿QUÉ??!! – noté la sorpresa de su rostro, lo que hizo que no pudiera evitar reír – no puedo verla después de lo de hace un momento y no es nada gracioso – infló sus mejillas
- Provecho – dije sin nada mas que agregar – como Miguel va a estar entretenido con su amorcito me quedaré solito.
- ¿De qué estás hablando? – se sonrojó completamente – yo y Luis no somos nada mas que amigos, ya lo haz escuchado de él – y nuevamente la misma mirada de tristeza.
- No se nada, tengo orejas de pescado – me cubrí los oídos - no me queda de otra que estar solito wuuuaaa me aburriré mucho aquí, mejor iré a mi casa.
- ¡¡¡Espera!!! – levantó la voz – quiero preguntarte algo
No dije mas, tomé mi mochila y salí del salón, dejando a Miguel ahí, es algo difícil de explicar, pero me preocupo mucho por él, no desearía que estuviera triste, se podría decir que siento que es mi deber protegerlo, después de todo mi ángel se encuentra embelesado por un demonio y es la felicidad de mi ángel lo que quiero lograr.
Conozco perfectamente a los tipos como Luis y pude notar como desde el primer día de clases puso su atención hacia Pamela, como si se tratara del lobo feroz y la caperucita roja, es solo que esta caperucita roja no era tan inocente como todos pensaban, mas bien era la madrastra o la bruja de todo cuento de hadas.
Si intentaba recordar la primera vez que vi a Miguel era algo que no poseía ni fecha ni hora, fue algo que surgió en un momento inesperado, por supuesto que nunca tomé en cuenta su existencia o el hecho de ser compañeros de clase al igual que él tampoco tomó en cuenta la mía, éramos rivales en todo dentro de nuestro colegio, pero a la vez éramos desconocidos.
Fue el 24 de diciembre el día que hizo que ambos pudiéramos conocernos mejor, como era noche buena, nosotros en familia habíamos decidido acampar unos días en la playa, celebrando también las altas calificaciones que habíamos logrado yo y mi hermana en nuestros respectivos colegios, ese día mientras mi papá conducía mi hermana y yo cantábamos alegremente “Santa Claus llego a la ciudad”, mamá sonreía alegremente diciendo que pronto seríamos tres quienes cantáramos ese villancico el próximo año.
- Pero papá canta horrible, ¿para qué queremos cantar con él? – decía mi hermana riéndose de papá – sin ofender claro está
- Mis niños – decía dulcemente mamá – a lo que me refiero es que van a tener un hermanito.
- Wow – empezó a saltar mi hermana alegremente de su asiento – ojalá sea una niña y así podré jugar con ella – sonreía de la manera más inocente.
- Felicidades mamá – respondí intentando detener a Eli para que dejara de saltar.
Muchos decían que nosotros éramos algo así como lo que llaman familia perfecta, un padre y una madre amorosos, un hijo ejemplar y una hija la cual era demasiado alegre pero a la vez responsable y ahora iba a venir un nuevo miembro a la familia, pero bueno eso solo era un dicho… la felicidad de mi familia tarde o temprano tenía que acabar, ese día mientras nos encontrábamos en el automóvil con dirección a la playa, comenzó a llover, con tal intensidad que decepcionados tuvimos que regresar a casa, y fue que durante ese transcurso de regresó cuando sentimos que nuestro automóvil había recibido un fuerte impacto, nadie entendía nada, en ese momento todo se había detenido para nosotros…
Cuando abrí mis ojos, sentí un fuerte dolor de cabeza, aún seguía sin entender que es lo que había pasado, estaba en una habitación de color blanco sobre una cama con una pequeña mesilla al costado y sobre ella un jarrón llena de flores blancas, y a mi otro costado escuchaba la voz de un hombre lamentándose una y otra vez llorando sin parar repitiendo la frase “perdóname hijo, por favor”.
- Disculpe… - susurré con algo de nerviosismo - ¿Qué paso?
Aquel hombre me observó con tal esperanza y alegría en los ojos, que pude notar inmediatamente que él representaba algo para mí, yo había estado en coma durante tres meses y los doctores ya habían dado un diagnóstico sobre mí, tenía un daño cerebral tan grave que iba a ser difícil que pudiera despertar, sin embargo lo había hecho, pero mis recuerdos aún no volvían…
Tenía un padre y una hermana al parecer, pero mi madre no aparecía y yo no podía recordar el rostro de esa madre ausente y mi padre pues se negaba a mostrarme alguna foto de ella, pero en sueños sentía que podía verla, era una mujer hermosa similar a un ángel, poseía unos hermosos ojos de color miel y su cabello era de un castaño claro con ondas, en mis sueños ella siempre me sonreía y me pedía que sea feliz.
- ¿quién eres tú? – pregunté al verme interrumpido de mis sueños por un joven, el cual tenía en sus manos un florero con flores blancas.
- Yo… - dijo apenado – me llamo Miguel…
- Él ha estado cuidando de ti todo este tiempo mientras… uhmmm… dormías – ingresó mi padre a la habitación – él ha estado cambiando cada día las flores de ese florero.
- Ahh… vaya, lamento asustarte y gracias por eso – observé de pies a cabeza a aquel joven, era ella pensé, tenía un parecido a la madre que veía en sueños, aquel joven poseía esos ojos color miel como los de mi madre…
- No hay problema – sonrió tímidamente – es lo mínimo que puedo hacer – susurró, notándose un leve tono de tristeza en su hablar.
Y lo que hizo que aquel día conociera a Miguel… fue que ese mismo día 24 de diciembre había sucedido un accidente de carretera por dos automóviles, yo me encontraba en uno de ellos con mi familia y en el otro automóvil se encontraba… Miguel… el choque de ambos automóviles había dado por resultado el fallecimiento de una persona, una mujer que era mi madre… mis recuerdos aún son vagos respecto a todo lo que pasó antes de ese día y mi padre nunca puro dejar de culparse diciendo de que él pudo haber esquivado aquel otro automóvil, de que nada de esto hubiera ocurrido.