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Ecos por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Mini shot dedicado a mi amiga secreta Jocelyn.


Por alguna razón cuando me pongo en plan de escribir un drabble o viñeta mi cerebro no coopera para escribir con un narrador omnisciente, siquiera en primera persona. Lo que me preocupa de escribir con este es que suelo mezclar los tiempos, si lo he hecho, por favor sea amable en señalarme dónde lo hice. Y, nada, hay muchas onomatopeyas para el latido del corazón, para los japo suena a “doki-doki”, a mi me suena más a “tun-tun”, así que es la que usé.

Me encantan usar las escenas cortadas y poner las mismas escenas desde la perspectiva de los dos. Por favor, respire hondo y preparese para un romance tonto:

Ecos
Yume Ryusaki


 

Los años que han estado juntos son más de los que puede contar con los dedos de una mano y los que faltan aún por contar. El tiempo en el que se han apoyado en el hombro del otro ha sido más que suficiente para conocer sus más extraños hábitos. Sabe, por ejemplo, que al despertar se sentará en la cama y mirará las pantuflas en la espera de que su cerebro empiece a carburar, a veces son diez minutos, otras veces son quince, todo depende de que tanto trabajo haya. Kai también sabe que antes que ir a vaciar su vejiga,  Uruha se cepillará los dientes y se lavará la cara. Uruha es un hombre pulcro, Kai lo admira y se lo demuestra con el primer beso del día.

—Volviste a dejar tu cepillo en mi taza —Uruha comenta al dar el primer sorbo a su café. Kai asiente y se levanta corriendo cuando el sonido de la tostadora avisa que el pan está listo.

—Estaba pensando en usar tu taza y quitar la mía —Kai también sabe que el lenguaje de Uruha es más corporal, cuando levanta una ceja y le mira es porque espera que le explique las cosas—. No deja espacio para la crema y máquina de afeitar.

—Es verdad.

Y han llegado a un acuerdo. Ellos no acostumbran discutir, aunque no significa que siempre coincidan. A veces Uruha quiere tener la razón aunque haya errado, otras veces es Kai quien no cede aunque tenga todas las de perder. Al final del día, antes de poner la cabeza en la almohada, cruzan una mirada insegura que el otro entiende y sabe reconfortar.

Sin embargo, Kai sabe que no siempre saben ser honestos, especialmente él.

—Visitarás a tus padres, ¿cierto? ¿Te quedarás con ellos hoy? —Uruha asiente mientras trata de escoger su atuendo, duda entre una playera blanca y una camisa azul, al final termina decidiéndose por una negra.

—Sí. Los veo poco así que no querrán soltarme. ¿Tú qué harás? —Kai ha tenido una idea en mente desde hace tiempo pero es incapaz de ponerla en palabras. Kai prefiere no tocar el tema y se convence de que un día lo hará aunque no es seguro que ese día llegue.

—Papá quiere hablar conmigo… Creo que aprovecharé el día e iré a verle.

—Yutaka —llama Uruha—, ve con cuidado.

—Tú también. —Figurativamente tira una moneda al aire y entonces se acerca a Uruha y le besa. Cuando la moneda deje de girar y caiga decidirá qué hacer.

 

 

—Supongo que este no era tu plan para el día de hoy.

—La verdad es que no.

Cómo le habría gustado mentir pero hacerlo no es una opción. Su padre en vez de responder coloca la ofrenda en la tumba y junta sus manos para empezar una oración. Kai observa a su padre y nota que su cabello ha encanecido casi en su totalidad desde la última vez que se vieron, la espalda fuerte que una vez le cargó ahora está encorvada. Sí, piensa, el tiempo pasa y no perdona a nadie; la juventud no dura para siempre. La prueba es la tumba de su abuela y la notoria vejez de su padre.

—¿Te has despedido apropiadamente?

Prefiere guardar silencio antes que ser honesto otra vez. Quiere saludar y amar a los que aún viven y dejar que los muertos descansen en santa paz.

—Sí —elije decir sin importarle mentir. Ayuda a su padre a ponerse de pie porque siempre es mejor ser amable y perdonar a quienes tiene al lado que guardar veneración por los que ya no están.

—Eres un mentiroso de pena.

Kai sonríe. No hay reproche en su voz, lo único que hay es el cariño de un padre orgulloso por ver que su hijo, por el que no siempre veló y dio el mejor ejemplo, se ha convertido en un hombre de provecho.

 

 

—¿Tienes que regresar a Tokio hoy? —Se escucha la lejana melodía de un villancico y el «tun tun» de su corazón impaciente.

—Sí. —Han comido, han conversado y su padre ha prometido ir a ver el concierto del aniversario. Kai no duda que ha sido un día provechoso, más de lo que pudo imaginar pero… Pero necesita tiempo a solas para pensar. Encontrarse con su padre le ha hecho ver lo elemental que es ser honesto consigo mismo y con los demás.

—¿Es importante?

—Como la vida misma.

—Ya veo. —Kai cree ver una sonrisa escondiéndose detrás de la vasija de té. Su padre bebe, reflexiona, vuelve a beber y luego juega a ponerle en jaque—: La próxima vez le traes y tomaremos una copa de sake los tres.

Y Kai casi se echa a reír. La vejez no quita lo perceptivo.

 

 

—Bienvenido —saluda Uruha desde la comodidad del sofá—, pensé que no regresarías hoy.

—Pensaba lo mismo de ti —deja su abrigo en el perchero y toma asiento al lado del guitarrista. La televisión está encendida pero ninguno le presta atención porque es más importante hacerle caso al silencio de ambos, al olor a café y a las dos sonrisas que responden a las preguntas no formuladas.

 

|

 

Han estado juntos siete años, cuatro meses y dos días, no hace falta contar las horas y los minutos, pero si fuera necesario, Uruha no dudará en empezar a hacer cuentas. En algo debe ocupar la cabeza para no pensar solo en Kai. Aunque tampoco es que quiera dejar de hacerlo. Para Uruha siempre será divertido observar las manías del baterista, si no lo hiciera, por ejemplo, jamás se habría enterado que cuando está nervioso Kai restriega sus brazos y mueve la cabeza de allá para acá como los perros de cabeza móvil que se cuelgan en los autos, tampoco sabría que cuando se enoja frunce el ceño y mete las manos en los bolsillos, probablemente para no golpear nada o que cuando se frustra se muerde los labios y se despeina, se palmea la cara y  vuelve a empezar. Uruha es consciente que pasaría por desconsiderado ignorar que por más cansado o sueño que Kai tenga, siempre se levanta temprano para preparar café mientras él espera sentado en la cama que su cerebro funcione. Uruha quiere corresponder todos esos detalles que Kai tiene con él, Uruha no encuentra cómo hacerlo pero desde que notó que Kai es fastidiosamente cariñoso por la mañana y que tiende a llenarle de besos matutinos, él se levanta, se cepilla los dientes y se lava la cara. Uruha no lo aceptará ni a sí mismo —porque no es un hombre honesto— pero su objetivo es estar siempre presentable para Kai, es siempre querer a Kai, es siempre ser amado por Kai.

—Visitarás a tus padres, ¿cierto? ¿Te quedarás con ellos hoy?

Uruha sabe desde hace mucho que Kai quiere decir algo que él mismo ha considerado pero también tiene miedo porque no sabe si está dispuesto a renunciar a su apellido o si Kai lo hará con el suyo, probablemente ambos querrán que el otro ingrese a su registro familiar y no al revés, probablemente discutirán y no quiere eso. Él prefiere tostadas de queso y café sin azúcar por las mañanas y que Kai se quede con la mermelada y el jugo de manzana. Opta por ver la televisión y que Kai se quede con el periódico. Se inclina por los picnics en el jardín los domingos al medio día y levantarse a las seis de la mañana los lunes. Decide quedarse con Kai una vida entera en la pacifica clandestinidad antes que la agridulce vivencia entre señalamientos y prejuicios.

—Sí.  —Uruha no duda en fingir no saber nada de los pensamientos de Kai una vez más—.  Los veo poco así que no querrán soltarme. ¿Tú qué harás?

—Papá quiere hablar conmigo… Creo que aprovecharé el día e iré a verle.

—Yutaka —llama—, ve con cuidado.

—Tú también. —Uruha cree ver en el rostro de Kai que ha tomado una decisión, inclina la cabeza y acepta el beso que le ofrece.

Considera, como todos los días, lanzar una moneda al aire para que cuando ésta caiga decida si sentarse a hablar con Kai o fingir estar en su nube, como siempre, y no se entera de nada.

 

 

—Me sorprende que vinieras, pensé que te quedarías en Tokio a perder el tiempo o quitárselo a tu novio. —Su hermana menor es tan honesta que a veces hiere. Su hermana es la única que sabe de su relación con Kai y es también quien siempre le amenaza para que «salga del closet» frente a sus padres.

Su hermana es fangirl de Kai y, como tal, jura querer lo mejor para él y no siempre «lo mejor» es Uruha.

—Quería pasar un rato con la familia ya que el trabajo está en pausa.

—No puedo decir nada en contra, considerando la alegría de mamá por la visita de su oveja negra, pero te agradecería que no nos pusieras de excusa para escapar de tus problemas con…

—No tenemos problemas —Uruha corta, porque no los tenían; lo que tenían era ausencia de valor.

—Si tú lo dices…

No hay más conversación sobre el asunto y Uruha se concentra en disfrutar de la compañía de su familia o al menos lo intenta. Habla con sus padres, juega con sus sobrinos, brinda con sus cuñados, promete visitar más a su hermana mayor y huye de la menor. Uruha sabe que debe tomar al toro por los cuernos.

—Creo que Yutaka quiere formalizar —confiesa y su hermana se cubre la boca para no soltar un grito—, y yo también quiero.

—¿Cuál es el problema entonces?

—No hay ninguno. Es más como presentir que las dificultades empezarán porque no decidiremos quién cederá y perderá su apellido.

—¿Quieres que te diga lo que pienso? —Sí, Uruha quiere—: Yutaka-san no me parece el tipo de persona que se complica por ese tipo de cosas y si, dado el caso, generara problemas porque tú no quieres entrar a su registro familiar, creo que él no tendría problema en ceder.

—Probablemente…

—Pero —Y Uruha guarda silencio porque los «pero» siempre dan miedo y más cuando van de la mano con Kai—, ustedes no lo han hablado, ¿cierto? ¿Cómo sabes que él quiere formalizar? ¿No has pensado que quizás ninguno esté en la necesidad de perder su apellido y que «formalizar» para él significa que la familia, la suya y la nuestra, los acepten?

No, Uruha no ha pensado en eso. Él dio por hecho que Kai quería casarse porque siempre se ponía insistente cuando el nombre de sus padres salía en la conversación. Pero, recuerda, la opinión de terceros nunca le ha importado a Kai.

—Creo que… —Y se ríe, quizás por la emoción de su descubrimiento o porque los nervios son tantos que las manos le sudan, pero ríe hasta que siente que sus ojos se humedecen—. Soy un idiota.

 

 

El reloj marca las seis de la tarde y los villancicos no paran de sonar en la avenida. Uruha nota que uno de los focos de las luces navideñas no funciona, sus sobrinos rompieron una esfera y no limpiaron la evidencia.

Su corazón late muy rápido… Sí, su corazón late y es lo que importa.

—La próxima vez traeré a alguien —informa a sus padres, ellos asienten y aunque Uruha aclara que es un «él», ellos no dejan de sonreír. Y respira en paz.

 

 

—Bienvenido —Uruha saluda desde la comodidad del sofá cuando escucha a Kai quitarse los zapatos en la entrada—, pensé que no regresarías hoy.

—Pensaba lo mismo de ti —Ve a Kai colgar su abrigo en el perchero y luego correr para sentarse a su lado. No se anima a apagar la televisión, se preocupa más de servir una taza de café para Kai, observarle degustar la infusión y de corresponder la devota sonrisa ofrecida.

 

*** *** ***

Los fuegos artificiales explotan en sus estómagos, en los labios de Kai, en la boca de Uruha y en los «feliz navidad» que se silencian porque decirlo sobra. Los fuegos artificiales estallan y deja atrás las estelas en la espalda de Kai, en el remanso de los muslos de Uruha y en el eco de un «te amo» y del «gracias» más sincero jamás emitido. 

Notas finales:

Fantasía y/o navideño... Bien, opté por camuflarlo en un romance con tintes serios pero más bobo que nada. Primero porque las fiestas navideñas ya pasaron y, segundo, porque la navidad para los japo es para pasarla en pareja más que en familia. Señorita amiga secreta, Joselyn, tengo en la mano un rosario, el corazón y los ruegos en la boca para que le haya gustado aunque sea un poquito, si no es así, dime y te haré otro ; ;


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