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"¿Puedo quererte?" por lanekorubia

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Notas del capitulo:

Lo sé lo sé....¿Que estoy haciendo publicando una nueva historia? Pos ni yo misma lo sé xD la idea se vino a mi mento y pum! aca esta xD pero tranquilas sospecho que sera el primer fict que finalizo porque su destino es tener ocho capitulos. Diez sería lo maximo.

En fin esta historia es para "Brishitos Loko" cuyos comentarios siempre me hacen reír :3

y Lady Ozz dos personas que se toman la molestia de comentar en cada historia que subo y apoyarme incondicionalmente :´D

las adoro!!!  

Cuando Kise escucho el primer golpe contra la pared después de la medianoche, supo que estaba jodido.

Aquello era aterrador. De todas las formas posibles.

Se acurruco aún más en su cama y se cubrió con las frazadas al escuchar el segundo golpe.

 -¡Oh, Dios mío…! ¡Daiki! ¡Sí, sí!

“Oh, Dios mío, no. Por favor, no.”

Un tercer golpe resonó como un eco en las frágiles paredes que conectaban  la habitación del rubio con su vecino y tormento personal: Aomine Daiki.

Kise ahogo varias maldiciones al escuchar el cuarto golpe que logro hasta que su propia cama vibrara. ¿Eso era tan solo físicamente posible? Luego vino el quinto golpe.  El sexto. El séptimo…y así sucesivamente mientras él intentaba por todos los medios posibles enterrar su rostro en la almohada y lloriquear con frustración. ¡Quería dormir, maldición!

-¡Oh, Daiki! ¡Dame más duro! ¡Más!

“¡No! ¡Por respeto a todo el nutella del mundo! ¡Ya no le des  más!”

Desde hacía exactamente un mes (momento en el que Aomine se había mudado) esta situación se venía repitiendo noche tras noche. El moreno parecía un ser insaciable (y según los cálculos de Kise, tampoco parecía ser humano) que traía todas las noches una acompañante diferente.

O a veces hasta más de una.

El rubio llegó a ver salir del departamento de su vecino hasta tres chicas con sonrisas tan grandes en sus rostros que podían competir con la suya propia cuándo vio que regalaban helados gratis en la esquina.

Eso le hacía pensar…que tal vez el mito de los negros es realmente verdad.

-¡Sí! ¡Sí! ¡Justo ahí!

“No, no y no. ¡Así no!”

La primera noche de su llegada, el rubio lo dejo pasar. La segunda noche, también. La tercera…su compañero de piso, Kuroko, tuvo que atarlo y esconder todos los objetos filosos que tenían en la casa antes de irse a su trabajo.

Ahora solo podía permanecer desatado y con cuchillos a mano con la promesa de no acabar con la vida de su vecino. De más estar decir que Kise no pudo prometer eso.

Por lo que el peliceleste le dijo que si intentaba algo para asesinarlo, él le quemaría todas sus revistas.

Y ahí tuvo que ceder.

Pero, ¡Mierda! ¡Hasta el pobre Niguo (el adorable cachorrito que Kuroko y él habían recogido de la calle) estaba temblando como una hoja bajo su cama!

¡¿Qué habían hecho ellos dos para merecer ser testigos mudos de una mala película pornográfica?! ¡Suerte la de Kuroko que trabajaba de noche y no se traumaba de esta manera!

Kise no sabía cuánto tiempo más aguantaría aquella tortura convertida en jadeos, gemidos y gritos…

-¡Oh, sí, sí! ¡Lo haces tan bien, bebé! ¡Miau!

“¿What…?”

-¡Ah! ¡Soy toda tuya…! ¡Ah! ¡Soy tu gatita! ¡Miau!

“¡¿Pero qué clase de zoofilia está sucediendo ahí?!”

-¡Miau! ¡Ah! ¡Miau! ¡Sí,sí, mghhh!

“¡¿Qué mierda?!”

¿De verdad aquella maldita estaba maullando? ¿Acaso no se daba cuenta lo ridículo que era eso? ¡Necesitaría tratamiento psicológico para él y su perro después de eso! Es más, ¡Les exigiría a esos dos bastardos que le pagarán el terapeuta!

Necesitaba calmarse. Ahogando su rostro una y otra vez contra las almohadas empezó a cantar mentalmente.

“La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…”

-¡Ah! ¡Ah! ¡Tan profundo! ¡Miau!

“…porque le falta, porque no tiene, las dos patitas de atrás…”

-¡Sí! ¡Sí! ¡Me encanta tu polla, Daiki!

“Incy Wincy  araña tejió su telaraña…”

-¡Ah! ¡Ah! ¡Más! ¡Ah!

“…vino la lluvia y se la llevo…”

-¡Miau!

“…salió el sol, y se secó la lluvia…”

-¡Mmmm! ¡Ah! ¡Así, ahí! ¡Ah!

“…e Incy Wincy araña otra vez subió…”

Luego de un rato de gemidos y gritos (y de cuarenta cucarachas incapacitadas con sillas de ruedas además de setenta y cinco Incy Wincys que no podían conseguir una vivienda decente debido a la temporada de lluvia) el silencio reino en el departamento.

Kise hubiera llorado de felicidad sino fuera por el sueño que lo carcomía, pero eso no le impidió sonreír a la vez que cerraba los ojos.

Claro, hasta qué…

-¡Oh sí, Daiki! ¡Dame duro de nuevo! ¡Ah!

Su vecino había vuelto para una nueva ronda.

“¡Pero me lleva la…!”

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Furihata Kouki se consideraba alguien completamente normal. Estudiante de literatura. 20 años. Cabello castaño y ojos haciéndole juego.

Nunca destaco en ningún deporte y sus notas siempre estuvieron por el promedio. Vivía junto a sus padres, su hermano mayor y sus cinco hermanos menores.

Y era plenamente feliz. Claro, hasta que cometió cierto error.

Enamorarse.

Si lo vemos desde otro lado podemos decir que no hay nada malo en enamorarse. Es algo natural. ¿Enamorarse de algún cantante o actor? Algo que nos pasó a todos.

¿Enamorarse del niño/niña que nunca te prestaba atención en el jardín? Típico.

¿Enamorarte del chico que te sonrío o te hizo reír (aunque sea indirectamente) en la primaria? Cosas de todos los días.

¿Enamorarte del imposible de la secundaria? Totalmente cliché.

Pero… ¿Enamorarte de tu jefe? ¡Eso sí que es otra onda!

Y no hablamos del típico y digno-novela-de-la-tarde jefe/secretaria. Hablamos de enamorarte del perfecto heredero (o uno de ellos, al menos) de las empresas Akashi.

Es decir, el chico rico. Multimillonario. Perfecto en todos los aspectos imaginables: amable, inteligente, educado y…jodidamente atractivo.

Furihata llevaba trabajando en la cafetería de la empresa desde los 17 años. El señor Akashi (el “gran jefe”) había decidido darle una oportunidad a aquel chiquillo que tembló en la entrevista como (seguramente) sus rivales hacían pero que en todo momento mostró una determinación admirable.

El castaño estuvo sorprendido, aliviado, feliz y sorprendido (sí, otra vez) cuándo supo que había conseguido el empleo como mesero.

Y su desempeño era aceptable. No era el mejor, pero tampoco el malo del lugar. Y se llevaba bien con el resto de sus compañeros:

La gerente y encargada de la caja, Riko Aida, era una joven de apariencia frágil y dulce…nada más alejado de la realidad. Esa mujer era capaz de noquearte en menos de tres segundos. (Y él lo había experimentado en carne propia cuando se olvidó de doblar unas servilletas en la mesa 12)

Hyuuga Jumpei, el encargado de preparar las bebidas y vigilar que no ocurra nada, un tipo taciturno y exigente que te aconsejaba, reprendía y cuidaba como a un hermano.

Murasakibara Atsushi, el chef que preparaba los postres más exquisitos que alguna vez el castaño había probado. Normalmente Kouki no tenía mucho contacto con él debido a su desinterés por casi todo lo que lo rodeaba además de que apenas solía salir de la cocina (cuando lo vio por primera vez, había huido creyendo que se trataba de un titán…le tomo siete cuadras que Hyuuga-sempai lo alcanzara)

Y los otros dos meseros, Izuki Shun, un hombre que parecía más joven de lo que en realidad era y que siempre sonreía con amabilidad y vivía murmurando (lo que Hyuuga-sempai llamaba como: incoherencias). Y Kise Ryouta, un joven atractivo que entro a la misma edad que él y que derrochaba carisma y alegría. (O al menos hasta hace un mes: ahora, el rubio solo esparcía unas bellas ojeras que harían llorar al mismo Morfeo y murmullos cargados de ira e instintos homicidas contenidos).

Podían ser un grupo raro, pero Kouki no los cambiaría a ninguno.

Hasta que apareció él.  

Shiro Akashi.

El pelirrojo que le robaría el aliento desde el primer momento en que apareció en la entrada de la empresa y le pregunto dónde quedaba la oficina del Gran Jefe.

Por supuesto, Kouki jamás admitiría que estaba loco por él. Conocía su posición. Shiro Akashi era inalcanzable y por mucho que babeara por él tenía que reconocerlo.

Es por eso que solo se conforma con observarlo. Y sí, puede sonar algo tétrico, pero es todo lo que necesita.

Sobre todo cuando de hacer volar su imaginación se trata.

Kouki tenía un cuaderno. Un bello cuaderno de tapa decorada dónde se podía leer “apuntes”. Riko jamás le cuestionó el hecho de que siempre estuviera con el cuaderno, después de todo ella parecía hasta estar orgullosa de que se tomara tan en serio sus estudios.

¡JA! Si supiera lo que realmente había en ese cuaderno…

Las primeras cinco hojas tenían apuntes solo para despistar y ¿Las doscientas hojas restantes? Pues, esa era otra historia.

“Shiro gimoteaba desesperado-¡Kouki! ¡Quítame las esposas!

-Yo creo que no-canturreo el castaño a su vez mientras deslizaba sus dedos dentro del bóxer del contrario- No te permitiré tocarme pero jamás hable de no hacerlo yo…-susurro a su vez que mordisqueaba el lóbulo de la oreja del pelirrojo, quién solo podía jadear…”

Cada una de esas doscientas hojas estaba llena de relatos eróticos entre él y su platónico.

Se podía decir entonces que a su manera, Kouki era feliz. Y no era porque tuviera alguna experiencia en materia sexual. De hecho, si había dado su primer beso (que solo había constado en un simple roce de labios a los nueve años) era mucho…pero sus hormonas lo volvían loco.

A veces sus relatos le llevaban varios días pero trataba de que fuera una producción de una hoja por día. Una vez terminado, lo leía y releía imaginándoselo tan vívidamente que muchas veces terminaba enredándose en sus sabanas o bajo una ducha fría.

Ese cuaderno era su pequeño tesoro. Era su lado más lascivo saliendo a la luz porque…¿Quién iba a pensar que el virginal, inocente, tímido y asustadizo Furihata tuviera ese tipo de perversiones ocultas?

Y ahí, a mitad de la noche, siendo el encargado de cerrar finalmente la cafetería, decidió simplemente dejar su imaginación volar nuevamente.

Recreando el traje que Shiro había utilizado para la reunión de aquella mañana cuando tuvo que subir a su oficina y dejarle el café que había ordenado.

“-No atiendas-pidió Kouki enganchando sus caderas alrededor del pelirrojo al escuchar el golpeteo de la puerta-Ahora mismo…¡Ah!-gimió a la vez que Shiro masturbaba ambas erecciones- ¡Te necesitó!

-No tanto como te necesito yo…-suspiro Shiro a la vez que recostaba al castaño sobre su escritorio…”

-Buenas noches-la voz lo desconcertó por un momento-Se supone que tenía una reunión con Akashi Ruma pero se me hizo tarde.

Furihata levanto la mirada para encontrarse con el protagonista de sus fantasías frente a él.

“¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?” pensó nerviosamente a la vez que volteaba al reloj…¡¿Qué carajos?! ¡¿Qué hacía Shiro Akashi a las dos de la madrugada aún en la empresa?! ¡Él había salido a las diez en punto! (Y sí, por supuesto que se sabía sus horarios… ¿Cómo iba a “tropezar” accidentalmente con él si no los supiera? Pff, novatos.)

 Cerro de golpe su cuaderno (con más fuerza de la necesaria debido a su nerviosismo y reciente Parkinson) para volver a mirar a su adonis.

Él cual lo observaba con una ceja arqueada y…

Algo no estaba bien.

Su corte de pelo era totalmente diferente a lo que el castaño recordaba. Shiro normalmente lo tenía peinado hacia un costado con elegancia. Él chico frente a él lo tenía revuelto y coquetamente desordenado. Y sus ojos…los ojos de Shiro eran verdes y dulces. Los de aquel joven eran…uno rojizo y otro dorado. Parecían quemarte cuándo te observaban…con aquel brillo que…parecía querer devorarlo.

A Kouki le temblaron las piernas.- ¿Usted quién es?

Él pelirrojo pareció sorprenderse por unos segundos. Luego, sonrío.

Y…Carajo.

-Vaya es la primera vez que no me confunden con mi hermano-volvió a sonreír. (¡Carajo!)- Soy Seijuro Akashi. El hermano mellizo de Shiro Akashi. Mi vuelo se atrasó pero conociendo a mi padre seguro sigue aquí. Pensaba buscar su oficina pero vi algo de luz y me acerque. Me sorprendió notar que la cafetería siga abierta a esta hora de la noche….

Kouki sintió sus mejillas enrojecer ante la mirada burlona de aquel hombre.- Me toco cerrar a mí, Akashi-san. Y a veces se me permite quedarme un poco más.

-Bueno, supongo que este lugar tan desolado es perfecto  para estudiar-señalo el cuaderno que ahora el castaño aferraba.

Eso hizo que los burlones ojos del pelirrojo lo miraran con curiosidad…luego, diversión.-¿Sabes? Necesitó un café y reunirme con mi padre. Y en ambas cosas te necesito a ti. Así que, ¿Qué hacemos primero?

“Te la chupo y luego tú a mí…eso para empezar” ¡Mierda! ¡Debía controlarse! ¡Ni delante de Shiro había pensado algo tan directo como eso! Y lo peor de todo…era que jamás había fantaseado con otro que no fuera él…

Pero claro, tenía que llegar aquel pelirrojo de ojos devoradores y voz excesivamente seductora a sonreírle de esa manera que le parecía tan… ¿Insinuante? ¿Era su imaginación, verdad? No había forma que un heredero Akashi le coqueteara. ¡Sobre todo a él!

El chico soso y sin gracia…

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Kuroko suspiro mientras leía los mensajes de: “auxilio, es un jodido bastardo, no merece seguir respirando” y (él que más le preocupaba)  “¿Sabes dónde deje mi bate?” que su mejor amigo y compañero de piso le había enviado a lo largo de la noche.

“Estoy trabajando, Kise-kun. No molestes.”

“¡Kurokocchi es tan cruel! T.T”

-¿Es Ki-chan otra vez?-Pregunta Momoi Satsuki, su amiga y compañera de trabajo acercándose a él.

-No para de molestar con lo del nuevo vecino-le explica el peliceleste de 21 años rodando los ojos.

La pelirrosa suelta una risita aunque Kuroko puede notar el temblor que invade su cuerpo. Y no es para menos: el cortísimo vestido de brillantes que usa para mostrar aún más sus atributos y que dejan al descubierto sus bragas rosadas no ayuda a lidiar con el frío.

Kuroko está en iguales condiciones: llevando unos gastados jeans rotos y una camisa completamente abierta…

Ambos parados en una esquina de la zona de prostitución más conocida de Tokio.

-Esto esta terrible-murmuro Momoi observando las calles y al resto de sus compañeros dar vueltas para mantener el calor- ¿Dónde están todos nuestros clientes?

-Seguramente asistieron a algún burdel inaugurado-contesto el peliceleste.

-¡Eso es traición!-se indignó la pelirrosa- Nos sacaremos los ojos ante el primer auto que estacione…

Kuroko asiente. Llevaba trabajando como prostituto desde hacía tres años y sabía más que nadie como se ponían las cosas si los clientes escaseaban.

Como precisamente ahora estaba a punto de ver: un auto negro y polarizado había estacionado en su esquina.

Momoi y él se miraron. Kuroko hizo un gesto para que ella se acercara. No iba a pelear con ella por un cliente.

La pelirrosa le sonrío profundamente agradecida ante el gesto.-Gracias Tetsu-kun. Siempre estas cuidándome.

Cuando Kuroko ve a Momoi asomarse por la ventanilla solo ruega que el tipo la lleve a algún lugar con calefacción.

Momoi tenía 23 años cuando él empezó a trabajar vendiendo su cuerpo. Ella tenía el mismo oficio desde los 18, luego de que su familia la echara de casa al terminar embarazada.

Desde entonces trabajaba para mantener a su pequeña hija y brindarle todas las comodidades posibles (de más está decir que el desgraciado que la embarazo había escapado ni bien se enteró que iba a ser padre). Era por eso que Kuroko la admiraba tanto.

Se habían vuelto buenos amigos. Momoi le había explicado todo lo que debía saber (sobretodo como cuidarse) y lo cuidaba como una hermana protectora.

Y él hacía lo mismo.

-¿Qué ocurrió?-pregunto frunciendo el entrecejo al verla regresar a su lado con una mueca desilusionada.

¿En serio había rechazado a una mujer tan hermosa como Momoi?

-El tipo es jodidamente sexy-explico ella con un gracioso puchero- pero batea del otro lado…

Kuroko no puede evitar carcajearse ante esa confesión. Satsuki también ríe, divertida.-Ve por él-le dice sonriendo cariñosamente.-¡Hazlo ver las estrellas!

 Cuando el peliceleste se asoma por la ventanilla no puede evitar contener la respiración.

Realmente, pensó que Momoi exageraba para animarlo, pero era totalmente cierto: el tipo era jodidamente sexy.

Tenía el cabello rojizo, la piel morena y los ojos rojos más fieros que alguna vez había visto.

Se recompuso rápidamente-¿Buscas diversión?-casi ronroneo esas palabras.

El peliceleste sabía lo importante que era el tono seductor e insinuante en este trabajo.

El hombre detrás del volante se tensó al escucharlo, pero tomando una gran boconada de aire asintió para quitarle el seguro al auto para que Kuroko pudiera subir.

Este lo hizo, sorprendiéndose ligeramente por el mutismo de su futuro cliente. Normalmente, a estos les gustaba lanzar respuestas lascivas y cochinadas babosas a sus insinuaciones.

Cuando el pelirrojo arranco Kuroko vio la sonrisa pícara que Momoi le dirigió para luego levantar ambos pulgares, deseándole suerte. Este le devolvió la sonrisa.

-El cinturón.

-¿Eh?-el peliceleste lo miro confundido.

-El cinturón-repitió el pelirrojo sin mirarlo. Aún así Kuroko pudo notar cierto temblor en sus nudillos. Se preguntó si era la primera vez que se encontraba en una situación así y por eso actuaba de esa forma. Al ojiceleste le daba la sensación de que ese hombre no necesitaba pagar por sexo- ¿Cómo te llamas?

-Puedes llamarme como quieras.-contesto Kuroko poniéndose el cinturón, sin darle importancia al asunto.

“Después de todo, todos terminan gimiendo el nombre de alguien más…”

  -Si voy a acostarme contigo al menos quiero saber tu nombre-replico aquel pelirrojo evitando mirarlo-Él mío es Kagami Taiga.

-Kuroko Tetsuya.

Otra cosa de la cual sorprenderse: los clientes jamás le preguntaban nada a él. Solo hablaban de ellos mismo y de lo que querían que les hiciera.

Kuroko estaba seguro de que aquel pelirrojo lo sorprendería lo que durara de la noche…

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Kagami abrió la puerta y Kuroko se encontró siendo envuelto por la agradable calefacción del lugar.

-¿Tienes hambre?

Arrugo el entrecejo.

-¿Quieres que baje la calefacción o tienes más frío? ¿Estas cómodo así?

¿En serio se estaba preocupando por él?

Lo más amable que le había dicho un cliente en sus años de trabajo había sido: <Parece que te ahogas, ¿Quieres que desate un poco la cuerda?>

-Estoy bien. Creo que mejor lo empezamos ya. Entonces, ¿Qué prefieres? ¿Arriba o abajo?

Kuroko notaba el nerviosismo inexperto del pelirrojo, dándole la razón a sus sospechas de que nunca había contratado el servicio antes. Pero no tenía corazón como para explicarle que podía tratarlo de la forma que quisiera y que él no podía decir ni “mu”.

Kagami lo miro confundido.

-¿Qué?

-¿Activo o pasivo?-pregunto el peliceleste con paciencia. ¿Y si era su primera vez con un nombre?- Personalmente soy de ser el de abajo pero haré lo que tu quieras…

-¿Qué?-repite, más confundido que antes. En su bonito rostro de grandes cejas (que esperaba Kuroko, no fuera lo único grande que tuviera) se podía leer un amigable “No entiendo una mierda”

-Qué si quieres que te la meta o metérmela.-Ya está. Lo había dicho.

Y una explosión de colores rojizos inundo el rostro de Kagami.

-Um, s-supongo…¿Arriba?

Kuroko asintió antes de empezar a desnudarse-¿Qué te va? ¿Juegos previos? ¿Sado? ¿Quieres que me agache o…?

-¡Es-s-pera!-lo detuvo el pelirrojo que parecía un tomate viviente.

Fue turno del peliceleste de verlo confundido-¿Qué pasa?-algo le decía que lo que iba a decirle no era nada bueno.

-Yo…soy v-virgen…-murmuro desviando la mirada.

Kuroko parpadeo.

“¡¿QUÉ?!”

Notas finales:

Tan tan xD 

espero que les haya gustado!! si es asi (como si no) espero sus lindos comentarios para ver que les pareció !!

cuidense!! nos leemos!!

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