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Can't Stay Away por MissLouder

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Notas del capitulo:

Me extendí en esta estrofa, por lo que la final la publicaré la semana de arriba, porque sé que me extenderé un poco por la idea que me llegó.

I was numb

For you I come

Night and day

And I can't stay away

No I can't stay away

—x—

Gira en la cama por tercera vez, resignado a que esa noche aun seduciendo al sueño para venir hacia él, éste se jacta en retraerse. El rumor del amanecer se vuelve lejano, distante, como si no quisiera alcanzarlo.

Albafica se pregunta porque no puede descansar cuando su esqueleto tiembla por el agotamiento. Tiene una extraña ansiedad y curiosidad que le pica en los poros, ahuyentando la plegaria de descanso cuyo deseo suplica.

El insomnio es latente, le dice que está en espera de algo que no llega y Albafica no sabe qué busca, qué quiere que lo encuentre. No es la primera vez en la que sus ojos se cierran pero se niegan a despegar, le distraen la mente, le mantienen el cuerpo activo; alerta. Como si un enemigo estuviera a punto de atacar, como si Hades susurrara su despertar a través del aire.

Pasan los días, y en su cúpula de soledad, ajena a cualquier viento de sociabilidad, la mente le sigue atenta. La incertidumbre empieza a molestarle y lo demuestra en su más remota actitud. No exterioriza qué le carcome, qué le empuja el sueño lejos de sus manos hasta el punto de agotarlo tanto mental como físicamente.

Su sangre se sacude dentro de él, se calienta, le resta el aire y Albafica vuelve a debatirse entre preguntas en qué le ocurre a su cuerpo. ¿Acaso se debe al necesario paréntesis de alejarse de… aquella persona?

¿Acaso existe algo en su interior que se resista a la decisión que había tomado meses atrás? ¿Quiere volver a jugar con los hilos de una vida que no parece valorarse a sí misma?

Él no puede cargar con otra muerte en sus hombros, se dice. Se clava en el cerebro esa oración. Su vida está destinada a la soledad y no puede salirse del muro que ya tiene bloques derribados.

Manigoldo ya tiene responsabilidad con enseñarle a jugar en la antesala sin caer en la ruptura de una vida. Ya hizo suficiente con restregarle en la cara que su protección interna no funciona con él.

La insinuación se pasea en sus días rutinarios, pero rechaza cada encuentro con ese caballero como motivo de proteger las defensas que le restaban. Ya no quiere saber desde el momento en que fue encantado por un hombre a la que la muerte lo seduce con hilos morbosos. Con estar a su lado está expuesto a sentir los susurros que no eran de ese mundo, haciéndole saber que Manigoldo era perseguido por los muertos y llamaba a aquellos que tenían línea en esa astillada herencia.

Cada vez más el pensamiento es fuerte que la perturbación que violaba y difuminaba las vida los ata con fuertes garras, con las que lucha para liberarse. Hay un poco de Manigoldo en cada rincón de él. Muy real, muy presente, y totalmente los responsable de su desvela.

Se sumerge en la confinidad de su templo y decide no salir hasta resolver su propio enigma. La noche se traza sobre el cielo, y entalla brillos donde se regodean las estrellas.

La pesadez aplasta sus párpados, pero no su mente. Sigue en espera. Le pregunta a las constelaciones si su convicción es la correcta, dándose cuenta que sólo cuestionarse es el primer quiebre. Uno de tantos. Otro ladrillo que cae.

Recuerda el final de aquella absurda conversación bajo el pórtico de Cáncer, después de su terrible afirmación de no querer arriesgarlos mutuamente. Fueron palabras amenazantes, en una entonación imbuida de culpa e idealismo. Manigoldo lo dejó ir, sólo porque no quiere hacerle daño al orgullo que ya tiene agujeros, que es lo único que Albafica tiene para aferrarse.

Unos pasos resuenan desde el seno de su templo y su corazón se acelera. El cuerpo empieza a cosquillear en un anuncio vertiginoso, insultante, represivo que lo que espera; finalmente llega.

No gira la cabeza, no deja que le vea con los labios temblorosos y la caída en su mirada, porque Manigoldo fácilmente se encarga de destruir todo con enviar su calor a través de su espalda.

—¿Melancolías a media noche? —La voz llega lejana, sin fuerza, en un murmullo que se balancea en su oído con cortes juguetones—. No te creía hombre de ese tipo.

—No puedes estar aquí —advierte, sin inmutarse.

No puede verlo, sin embargo, sabe que está sonriendo. Aquella sonrisa. Aquella que desea trazar y que se sabe de memoria, para sentir el grosor de los labios que se goza bajo sus dedos. El recuerdo despierta otro intenso hormigueo dentro de él.

Las imágenes de aquellas manos reconociendo una vez más su cuerpo, en remarcar líneas borrosas, sensaciones ya difusas que Albafica se obliga a cerrar los ojos para detener todo antes que sea demasiado tarde.

—Vete —ordena, no sabe más cuando puede detenerse. Cuanto más sus cadenas ejercerían presión sobre su racionabilidad antes que éstas cayeran y le hagan voltearse para irse contra los labios que desea sobre su piel—, por favor.

Un roce llega a sus dedos y Albafica se estremece.

—No tiene que ser así, Alba-chan —Manigoldo sostiene su mano sin poderío, le ofrece esa oportunidad de alejarse. De irse de su contacto… Pero no puede. No quiere. Sólo unos segundos más.

—Es así, Manigoldo —ratifica con voz neutral, mientras su mente grita que no. Que ambos tienen la oportunidad de voltear las cartas de sus propias fluctuaciones, y que la balanza donde se postea el deber puede perder peso—. Y seguirá siendo futuramente.

Elige sostenerse del eslabón equivocado. Elige su deber.

—Dicen que la mierda tiene sus estados de putrefacción —susurra, pegando sus labios a su sien—. ¿En cuál estamos nosotros?

Finalmente, Albafica se gira y sonríe sin gracia. Las cadenas finalmente caen y se va cuidadosamente a su boca. Tiene el tormento clavado a la lengua, transmitiéndolo de forma egoísta porque sabe que es su final. Es a penas un toque, Manigoldo no tiene oportunidad de responder antes que finalice.

—En aquel que ya nadie lo soporta —dice contra su aliento, volviendo a dar la espalda.

Sus defensas siguen altas, y sus pies clavados al piso porque no puede apartarse; por lo que quiere que su compañero lo haga.

Siente como la esencia de Cáncer se va esfumando, y no quiere girarse para verla partir.

—La vida no es una fábrica de conceder deseos, Alba-chan —comenta antes de desaparecer—. Debemos luchar para alcanzarlos.

Deja pasar los segundos, que las palabras influyan en él antes de girarse y ver como Manigoldo ya se ha ido. Una sonrisa triste se deambula en sus labios, y sus ojos pierden color.

—No es la lucha que tenemos destinada, Manigoldo.

Notas finales:

Extrañaba a este parcito, mis consentidos. Gracias a las dos users que dejaron sus reviews, Black-dog & anónimo que creo que sé quién es jaja No puedo responderlos, no sé porque pero desde aquí les envío mi gratitud por tomarse la molestia tanto en preocuparse como en dejarme su agrado por el fic. 

El fic sigue dedicado para ti, KaeruDoom<3 


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