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Haciendo irlandesitos. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Delincuente es aquel que delinque.

Para ser legalmente enviado por correo, el papa tenia que meterse en un saco. Al menos hasta el cuello. Al menos hasta que el barco correo abandonara el puerto.

Un amigo, que habia hecho en sus tiempos de contrabandista, podía ser su única esperanza.  Confiaba en que siguiera soltero, y en que se diera cuenta de la necesidad que tenia de un heredero.

 

*

-¡Mamá! – protesto la turra, al ver como su hermano colgaba en la puerta la tabla en la que habia tallado el nombre del establecimiento.

-¿Qué, esta chueco?

-¿”La novia dejada”? ¿En serio?

-Bueno, si se te ocurre un mejor titulo…

-Yo no estoy dejada. Gwaine aparecerá.

-Hijo, si no aparece con taberna nueva, no aparecerá con nada.

El hermano apretó el nudo y bajo de un salto.

-¿A que me quedo bonito?

-Ni parece que hubiera sido la tabla de la letrina. Dom, ve a ponerte tu vestido.

Dom lo hizo, esperanzado con que su novio aparecería e irían a casarse de inmediato. Hasta ahora, se habia negado a creer que Gwaine no aparecería, de verdad no aparecería. En cualquier momento surgiría de detrás de la colina, cayéndose de borracho tal vez, pero alegre y cariñoso como siempre. Le daría un beso, con sabor a endrino o a whisky, acariciaría su pelo,

-Te amo. - le susurraría.

Pero su rostro barbudo, alegre, con los ojos empequeñecidos por la gran sonrisa, las arrugitas que se formaban en torno a ellos, desaparecieron cuando un borrachin de An Coirean le palmeo las pompas, exigiendo:

-¡Mas!

-¡Atrevido! – lo abofeteo Domhall, pero le lleno el vaso con la jarra.

Los jirones de la ensoñación de Gwaine se habían disipado como nubes al viento. La casa estaba llena de gente borracha, mayormente varones. Su vestido ya estaba hecho una desgracia, y la música aun seguía subiendo de volumen.

Fue a llenar la jarra por quincuagésima vez.

-Brian, ya se acabo – dijo cuando no alcanzo a llenarla – Abre otro, por favor.

-¡Otro! – oyo uno de cerca.

-¡Otro! – lo corearon todos sus amigos.

-¡Otro, otro! ¡Directo a la garganta!

-¡Dejenlo venir! – dijo el inicial, ya acostado en el suelo con la boca abierta.

Brian decapito el tapon con un hacha y la presión interior disparo lo que quedaba. El proyectil se llevo el ojo de vidrio de Mally, que se rio hasta las lagrimas con el bueno. El irlandés nadaba entre espuma de cerveza, bebiéndosela, su hermano lo animaba con los otros parroquianos, el rostro demasiado enrojecido quizá demostraba que habia bebido de su mercancía.

Mama estaba con sus agujas junto a la puerta. Sin su mama, habia visto esa escena varias veces, en compañía de Gwaine, pero ahora le faltaba la alegría, a el. A su alrededor todos bebían y lo pasaban bien. Tan bien, de hecho, que un exmarinero grito:

-¡Esto no podría mejorar ni con Gwaine, Burton y Wilde!

Como si hubiera invocado, la puerta de la casa se abrió. Todos contuvieron la respiración un instante, Domhnall con el corazón saltando. Pero únicamente entro Paddy.

-¿Dónde esta el whisky mas clandestino?! – y, ante la decepcion general – Hey… ¿Dónde están?

-¿Quiénes, vecino?

-Gwaine, Burton y Wilde. – parpadeo, como intentando disipar la borrachera – Se supone que estarían aquí, ¡ahí esta su novia!

A Dom se le habían llenado los ojos de lagrimas, y no era por el humo del tabaco.

Le entrego la jarra a su hermano y corrió, levantándose las ensuciadas naguas.

-¡Fiufiu! – gritaron al vislumbrar sus tobillos.

-Compra un trago o lárgate. – dijo la mama.

El tipo, calvo salvo por un desmejorado rizo que le habían dejado las cabras a modo de copete, se sento en un lugar que le hicieron y se quedo ahí, consternado ante su burbujeante vaso de cerveza.

El también se sentia incompleto sin Gwaine, Burton y Wilde.

 

***

La luna en cuarto menguante era complice del hombre que descendía lentamente por la escalera en espiral. Un fuego ardia en el fondo del patio subterraneo, a salvo del fuerte viento proveniente del mar.

Arriba, este silbaba, haciendo silbar a las hojas y arañar a las ramas. En la torre invertida que se sumia en las profundidades la luz, insuficiente y lejana, generaba sombras siniestras a través de los arcos y columnas, cada vez mas anchas, pedazos de muro del mismo ancho, que se sucedían sin fin.

La bajada era penosa, llevando a cuestas ese saco que pesaba como si llevara un cadáver. El empleado postal se seco el sudor. No le importaría trabajar veinte en vez de dieciocho horas si nunca mas tuviera que llevar correo a la Quinta da Noiva.

No eran inusuales los paquetes sospechosos, los sobres lacrados, el papel del envoltorio con la marca de agua de las casas reales.

Al menos este pesaba pero no sangraba. Lo dejo en el piso con un ominoso quejido que le estremecio la sangre y llamo a la puerta, vieja aldaba medieval que protegia el laberinto del demonio; tuneles, cuevas, rumoradas de llegar hasta el mismo infierno, de donde salían los canes demonios que constituían el primer obstáculo para verlo.

Pero no fueron los ojos rojos de un perro negro los que se asomaron por la mirilla rectangular metalica, si no los pardos ojos de un siciliano.

-¿Cousha queire?

-Correo para el señor Pacino. – lo señalo.

Corrio el metal que velaba la mirilla y la puerta se abrió. Tres italianos mas estaban ahí, con negras ropas y tremendos espadones.

-Necesito un recibo.

El que habia visto por la mirilla, le parecio, cogio un papel de varios clavados al reverso de la puerta, de bordes disparejos y amarillos. Lo tacho con sangre.

-Gracias. – el cartero lo cogio con una reverencia, hechando a correr escaleras arriba.

-¡Cuidado, no se vaya a desnucar! – y luego, a sus compañeros – Menudos pelmazos se nos han caído de las escaleras y hay que irlos a tirar al mar.

-¿Qué es esto? – dijo uno, el del acento mas marcado – Crei que los Barzinos no querían mas problemas.

-¡Ah! – respiro aire fresco papa Brendan, estirándose – Hola. – les vio las malas pintas, reconociendo la manera de vivir - ¿Dónde esta Al? No viaje en segunda clase para visitarlos a ustedes.

-¿¡Quien es este maldito irlandés… - empezó uno.

-Espera… - dijo el de los ojos por la mirilla – yo oi hablar de el… ¿¡El gordo Gleeson?!

-El mismo.

-¿Quién… - empezó el gilipollas

-¡Idiota! ¿No conoces la historia?

-De las armas para los rebeldes irlandeses. Este tipo es un viejo amigo del jefe.

-¡Oh!

-¿El señor Pacino sabe de su visita? – le pregunto con un tono deferente Mirilla.

-No, quise darle una sorpresa.

-Tuvo suerte de encontrarlo. Venga, por favor.

-Oye – lo jalo su novio, susurrando apurado – te cortara la cabeza si no esta de humor.

-Si este tipo le cae la mitad de bien de lo que dicen… - y luego en gaélico – Venga, señor.

Despues de los primeros, mazmorrudos sin duda alguna para impresionar, los pasillos eran limpios y bien iluminados. Cavernas conectadas con tuneles, y tras pasar dos centinelas por el camino mas rápido, salio a un hermoso jardín iluminado por todavía por la luna, las estrellas y las luciérnagas, cientos de luciérnagas revoloteando entre pabellones y estatuas, enredaderas aromáticas y flores carnosas, extravagantes. Un palacio digno de los Tuatha de Danaan, los dioses mitológicos irlandeses.

En la puerta de mármol casi blanco, con vetas de oro iridiscente, los italianos cuchichearon mucho. Por un instante sintió vacio en el estomago al pensar que no pasaría de ahí. Pero su gran fortaleza de animo se repuso y grito con su vozarron.

-¡Al, siciliano de mierda, maldito delincuente! ¿No vas a invitarle un trago a un pobre viajero sediento?

Los italianos se quedaron congelados. Semejante falta de respeto no la habían ni imaginado. Pero segundos después la puerta de cristal del balcón principal se abrió y a este asomo, en lujosa bata de terciopelo, un italiano de estatura promedio, grandes ojos expresivos, maduro pero todavía atractivo.

-¡Maldito irlandés loco y rebelde! ¿Qué rayos te trae por aquí? ¿El hambre de las papas?

-¡Mas vale que tengas un buen oporto – se abrió paso con un panzazo, gritando mientras avanzaba – que estamos en el maldito Portugal!

 

Continuara...

 

Notas finales:

¿Quien hubiera pensado que la tabla del retrete quedaria tan bien?

Besitos!


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