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35. Locas Navidades familiares en la Manada Kim (24) por dayanstyle

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KANGIN Y LEETEUK

 

 

Leeteuk salió de la estación de policía y subió a su carro. Se quedó ahí un momento, sus nudillos curvados alrededor del volante mientras sentía el frío sudor recorrer todo su cuerpo.

Él era un alcohólico. Podía admitir eso. Podía admitir también que la mayor parte del tiempo ni siquiera pensaba en eso, pero algunos días, muy pocos, apenas y podía contenerse.

Éste era uno de esos días.

 

La navidad era lo peor para él, aunque nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a su pareja, Kangin. Esta era la época del año en que recordaba a su madre que apenas si podía salir de la cama porque ella estaba tan devastada y su padre se iba la mayor parte del tiempo y le era infiel porque no quería molestarse con una borracha.

Las navidades apestaban entonces y no importaba cuántas buenas navidades había pasado con su nueva familia, el disparador siempre estaba ahí.

Leeteuk apoyó la cabeza contra el respaldo, tomando una profunda respiración mientras veía el edificio en donde había estado trabajando por años hasta ahora. Tomó una larga respiración mientras trataba de tomar las riendas de su anhelo.

¿Debería de llamar a alguien? Si. ¿Incluso lo había intentado? No. La Casa estaba llena de canciones navideñas, con todos llenos del espíritu navideño. No había manera de que Leeteuk fuera con alguien con sus debilidades.

Leeteuk levantó la mano, encendió el carro y lo colocó en reversa. Lo único que quería hacer ahora era ir a dormir y escapar del anhelo que se estaba formando en su interior como un monstruo.

—¡Hey!

 

Leeteuk vio el carro al lado de él para ver a uno de los detectives sonriéndole. Bajó la ventanilla, sintiendo el frío aire en su cara.

—Algunos de nosotros iremos al bar. ¿Quieres ir?

 

Leeteuk gruñó interiormente. Justo lo que necesitaba. Nunca le había dicho a sus compañeros de trabajo acerca de su  alcoholismo. Solamente el jefe lo sabía, y le gustaba de esa manera. Ni siquiera su nuevo compañero lo sabía. No era algo que Leeteuk quisiera publicar.

—Quizás en otro momento —dijo y comenzó a levantar el vidrio de la ventanilla. Se detuvo cuando el detective colocó las manos en el vidrio.

—Todo el mundo sabe que eres gay. Eso no es gran problema. Vamos, ten algo de diversión con nosotros. Algunos de nosotros estamos empezando a pensar que no te agradamos. ¿Demasiado bueno para salir con compañeros policías?

 

Leeteuk se mordió el labio, inseguro sobre qué hacer. No le gustaba la presión de grupo desde la preparatoria, pero cuando dependía de que esos chicos cuidaran sus espaldas y con los que trabajaba a diario, era una difícil decisión para hacer en un momento.

 

Lo triste era que Leeteuk ni siquiera conocía el nombre del maldito detective. Era uno nuevo, llevaba solo unas semanas y Leeteuk no se tomó el tiempo para conocerlo.

—Seguro, me encontraré con ustedes ahí. Un trago.

Eso no dolerá.

 

Podría tomar una bebida y entonces se iría.

 

Leeteuk cerró la ventanilla totalmente y salió en reversa y se dirigió al bar local. Estacionó el carro atrás, no quería que nadie lo viera.

Mientras caminaba al interior del bar, el olor del alcohol le llegó a la nariz como un puño de acero. Leeteuk sintió que la boca se le hacía agua y sus rodillas temblaban mientras entraba en el lugar.

—¡Viniste! —uno de los detectives gritó y lanzó la cabeza hacia atrás, tragando su bebida. Leeteuk pasó su mano por su cara y entonces vio al resto de los policías charlando y riéndose con alegría.

—Ten —dijo el novato y le dio un vaso a Leeteuk. Comenzó a temblar, la bebida se derramó entre su pulgar e índice. Leeteuk veía el húmedo punto, su lengua dolía por lamerlo.

Llevó su mano libre a su bolsillo, sintiendo la ficha que había llevado durante una década. Se apartó, viendo el número treinta en el plástico. Curvó los dedos alrededor de los bordes y apretó los dientes.

Una bebida.

 

Podía tomar una bebida y entonces dejaría a los hombres con su alegría. Leeteuk levantó el vaso, listo para dar el trago cuando una mano detuvo su brazo.

 

—¿Puedo hablar contigo un momento?

 

Leeteuk vio a los lados para ver al barman al lado de él. Agarró su brazo más fuerte, evitando que tomara el oscuro líquido. Leeteuk vio el pequeño vaso en su mano, su estómago se hizo nudo por saborearlo, y entonces su cabeza se giró para ver al barman viéndolo detenidamente.

—Si —dijo mientras seguía al hombre. No estaba seguro de lo que el barman quería pero rezaba porque no necesitara algo de detective, porque justo ahora la mente de Leeteuk no estaba en forma para ayudar a nadie.

No podía ni ayudarse a si mismo ahora.

 

En este momento estaba luchando contra sus demonios. No necesitaba tratar con problemas de nadie más. Leeteuk entró en la oficina del barman, y entonces bajó el vaso aun lleno.

El olor lo invitaba, llamándolo como un amigo hace mucho tiempo perdido. Pero Leeteuk conocía la verdad. No era su amigo, era su destrucción. E incluso sabiendo eso, Leeteuk aun tensaba sus labios deseando tomar un trago.

El anhelo le quemaba con fuerza.

 

—Necesito mostrarte algo —dijo el barman y entonces todo quedó negro.

 

Leeteuk parpadeó unas cuantas veces y vio alrededor. «¡Santa mierda!» Él estaba en una muy familiar cocina. Leeteuk no estaba seguro de lo que sucedía pero no le gustaba nada el presentimiento que sentía.

—Mira —dijo el barman cuando la madre de Leeteuk entró en la cocina, golpeando la cadera en el mostrador, y entonces hizo una jarra de café. Ella se perdió viendo la jarra y entonces se apartó.

Leeteuk dio un paso y luego otro, siguiéndola. Había pasado mucho tiempo desde que la había visto, y una intensa sensación de remordimiento y arrepentimiento lo inundó. Amaba a su madre con cada respiración, pero se había avergonzado de ella  durante su adolescencia.

Se detuvo cuando vio una versión más joven de si mismo sentado en un cajón de leche, balanceando sus libros sobre las piernas, haciendo su mejor esfuerzo para ignorar a su madre y hacer su  tarea.

—¿Sabes dónde está tu padre? —su madre preguntó mientras se tambaleaba en donde se encontraba parada.

El joven Leeteuk la miró sobre sus libros con una expresión de malestar y sacudió la cabeza negando. —Probablemente con   alguien sobria.

Leeteuk se quedó con la boca abierta mientras escuchaba al joven de si mismo. ¿Realmente le había dicho eso a ella? Exprimió su cerebro tratando de recordar, pero seguía en blanco. Leeteuk vio la expresión de devastación de su madre cuando se alejaba.

Tenía la urgencia de ir sobre su yo más joven y golpearlo en la parte de atrás de la cabeza. En su lugar, siguió a su madre al interior de la recámara, ella entró al armario, moviendo todo en la vieja madera.

Ella levantó una fotografía y pasó los dedos por el vidrio.

 

Leeteuk se acercó y vio sobre su hombro. Recordó esa fotografía. Era de tiempos más felices. La foto familiar mostraba a su padre orgulloso con sus brazos alrededor de su esposa y Leeteuk sentado frente a ellos sonriendo orgulloso.

 

Su madre estaba hermosa en la fotografía. Ella tenía una sonrisa radiante y ella veía al padre de Leeteuk con amor y devoción en sus ojos.

—Quiero a mi familia de regreso —dijo su madre mientras un sollozo salía de sus labios—. Extraño mucho a mi hombre.

—No quiero ver nada más —dijo Leeteuk cerrando los ojos y alejando la mirada. Lágrimas hormigueaban en sus ojos mientras salía de la recámara de su madre. Nunca se detuvo a considerar lo que había llevado a su madre a pasar por eso, el dolor que ella llevaba, o la razón detrás de su bebida.

—¡Era un adolescente! —gritó—. ¿Cómo se suponía que lo sabría?

El barman tocó el hombro de Leeteuk mientras la oscuridad empezaba a desaparecer la escena frente a él. Leeteuk quería salir como un infierno de ahí, pero otra parte de él quería regresar con su madre, jalarla a sus brazos y sostenerla por siempre.

Leeteuk se sobresaltó cuando los bebés pasaron corriendo a través de él, pequeñas risas lo inundaron. Sonrió cuando los niños corrieron hacia el estudio. Ellos siempre lo hacían sonreír. Leeteuk amaba a los niños. Nunca quiso ninguno propio, pero amaba considerarlos  sus sobrinos.

—¿Han visto a Leeteuk? — Kangin preguntó entrando al estudio—. Se suponía que regresaría hace horas.

La culpa inundó a Leeteuk mientras veía el vaso que aun sostenía en su mano. Realmente podía oír la preocupación en la voz de su pareja. Quería rodear a Kangin con sus brazos y rogarle que lo perdonara por su debilidad.

—Lo siento, aun no lo he visto entrar —dijo Jiyong mientras balanceaba a Sulli en su cadera. Leeteuk le sonrió a su sobrina. Ella estaba creciendo tan rápido. Quería tomarla de Jiyong y  lanzarla al aire solo para oírla gritar de alegría.

 

—¿Podrían avisarme cuando llegue? Se supone que iremos a nuestro lugar especial tan pronto como llegue a casa.

El pecho de Leeteuk se oprimió. Había olvidado totalmente eso. ¿Cómo podía olvidarse del lago que Kangin había compartido con él hace mucho? Era el lugar favorito de Kangin en el mundo y ahora el de Leeteuk.

Kangin  caminó hacia el vestíbulo, viendo por el vidrio de la puerta. Leeteuk pasó su mano por el cabello de Kangin, pero sus manos atravesaron a su pareja como un fantasma.

—Quiero ir a casa —dijo Leeteuk mientras veía las líneas de preocupación marcando la hermosa cara de su pareja. Había causado eso, estaba listo para correr a casa y borrar todas esas líneas. Kangin  había sido su roca durante años, Leeteuk no sabía lo que haría sin su guerrero.

—Por favor, que estés bien, bebé — Kangin murmuraba mientras sacaba su teléfono celular y marcaba el número de Leeteuk.

Leeteuk sabía que Kangin no sería capaz de alcanzarlo ahora. Estaba demasiado ocupado siendo egoísta para preocuparse de que Kangin pudiera estar muriéndose de preocupación. Todo lo que Leeteuk tenía que hacer era llamar a su pareja, y decirle que el anhelo estaba desgarrando su garganta, y Kangin estaría ahí en un latido del corazón para ayudarlo a atravesar esto.

Una lágrima bajó por su cara cuando Kangin deslizó el teléfono en su bolsillo y vio el vaso de nuevo. Amaba a Kangin  tanto que en ocasiones dolía. Nunca había dejado a Leeteuk deprimirse, nunca lo había engañado y nunca le había mentido. Aun así Leeteuk tenía un vaso en la mano y nunca le había dicho a su pareja cuánto le afectaba la navidad.

 

—¡Quiero ir a casa! —Leeteuk gritó, pero el barman lo ignoró, colocó su mano en el hombro de Leeteuk y la escena frente a él desapareció.

Leeteuk gritó pero nadie le oyó.

 

Vio alrededor una escena desconocida. —¿Dónde estamos? —preguntó mientras tragaba duro, viendo todas las lápidas alienadas frente a él—. ¿Dónde jodidos estamos? —gritó la pregunta al hombre que lo guiaba a través de su vida.

Todo el cuerpo de Leeteuk se estremeció, un frío estremecimiento recorrió la columna y lo envolvió cuando veía una versión mayor de si mismo viéndose muy borracho.

El viejo Leeteuk cayó frente a Leeteuk acurrucado en una bola en una de las tumbas. Leeteuk se acercó y entonces su alma cayó cuando vio el nombre de Kangin labrado en una de las tumbas de mármol. Cayó de rodillas, moviéndose de un lado a otro mientras veía la versión mayor de si mismo jalando su usada y sucia chaqueta.

—Te amo, Kangin, por siempre —dijo mientras daba un gran trago—. Lo siento mucho.

—¿Qué sucedió? —Leeteuk le preguntó al barman.

 

El hombre se giró hacia él, sus ojos rojos. —Te caíste de un vagón y dormiste con una docena de hombres en el estupor de la borrachera. Kangin estaba tan enojado. Una multitud lo mató con balas de platas mientras él mataba al último de tus amantes y tú veías todo demasiado borracho para que te importara.

Leeteuk gritó lanzando el vaso lo más lejos que pudo, el sonido del vaso quebrándose hizo eco a través de las tumbas mientras cubría su húmeda cara con sus manos. Quería a su pareja. Esto no podía ser su futuro.

—¡Por favor dime que puedo cambiar esto!

 

El barman se carcajeó, fuego salía de su boca mientras la tierra temblaba. Leeteuk se acurrucó en una bola, no le importaba lo que le sucediera. Con su egoísta decisión había matado a Kangin.

—¡No!

 

—Está bien, hombre. —El detective dio un paso hacia atrás—. No tienes que beber esto.

Leeteuk parpadeó, viendo el bar. Se estremeció oyendo carcajadas y viendo que el reloj no se había movido un centímetro en todo su viaje.

Bajó la vista para ver el vaso aun en su puño. —Me tengo que ir a casa —le dijo al detective. A primera hora de la mañana Leeteuk aprendería el nombre del hombre—. Tengo algo muy especial planeado.

El detective asintió con una gran sonrisa pegada en su cara. —Que te diviertas. Nos vemos mañana en el trabajo.

—Si —dijo Leeteuk mientras caminaba hacia el mostrador, dejando la bebida y limpiando la mano en sus jeans. Regresó al carro. No había manera en el infierno que dejara que ese futuro sucediera.

Se apresuró a casa, estacionó el carro y salió. Leeteuk prácticamente corrió a la puerta del frente, la abrió y vio a Kangin sonriéndole. —Me tenías preocupado.

—Necesitamos hablar antes de salir a caminar.

 

Kangin inclinó la cabeza, inhaló profundamente y una oscura máscara cubrió su cara. —¿Has estado bebiendo?

Leeteuk tomó la mano de Kangin, jalando a su pareja a la recámara y entonces cerró la puerta. Se giró y acunó la hermosa cara de Kangin y lo besó como si no lo hubiera visto en una eternidad.

 

Kangin  se apartó y entrecerró los ojos. —¡Has bebido!

Leeteuk sacudió la cabeza mientras le explicaba todo a su pareja. Le dijo acerca de la manera en que la navidad le afectaba, acerca de su necesidad de hoy y otros días, y acerca de lo mucho que lo amaba.

Se saltó toda la cosa acerca del viaje del tiempo. Estaba tratando de convencer a su pareja que no estaba bebido. Tenía la sensación de que si le decía a Kangin acerca del viaje no se lo iba a tomar muy bien.

—Estoy orgulloso de que lo dejaras y vinieras a casa —dijo Kangin jalando a Leeteuk a sus brazos y sosteniéndolo con fuerza—. Pero deberías de haberme dicho sobre la navidad hace mucho tiempo —le dijo palmeando el trasero de Leeteuk.

Leeteuk gritó y comenzó a reírse. No le importaba. Tenía a su pareja y su vida. Nunca haría nada arriesgado de nuevo. Sus ojos se abrieron más cuando vio a Kangin viéndolo.

Le daba la mirada que le decía a Leeteuk que iba a ser jodido coda centímetro de su vida. Leeteuk estaba totalmente de acuerdo con eso mientras rápidamente se quitaba la ropa y la hacía a un lado. Infiernos si él dejaba pasar la oportunidad de que Kangin le hiciera el amor.

Nunca de nuevo.

 

Se reía mientras se dirigía a la cama. Kangin detrás de él mientras se desnudaba. Leeteuk saltó a la cama viendo a su pareja detrás de él. Kangin se arrastró a la cima de sus piernas, tomó el lubricante y lubricó sus dedos.

—¿Nunca te irás, verdad? —Leeteuk provocó.

—Nunca, estoy contigo.

Oh Dios, se iba a derretir en ese momento.

—Te amo con cada respiración y te ayudaré con la lucha hasta mi última respiración.

Leeteuk no planeaba que Kangin tomara su última respiración en siglos. Abrió las piernas más y besó a su pareja.

Kangin alineó su pene, abriendo las piernas de Leeteuk como un hueso de los deseos18 y se dirigió al hogar.

Leeteuk gritó, amaba cada segundo que su pareja estaba dentro de él en donde pertenecía. Tomó a su pareja, jalando a Kangin hacia él cuando un nuevo anhelo entraba en él. El anhelo de sentir los labios de su pareja por todo él. Leeteuk curvó sus dedos en el cabello de Kangin, rehusándose a permitir que hubiera un centímetro entre ellos mientras Kangin lo jodía apropiadamente.

Arqueó su espalda y gritó cuando su liberación salía disparada de su pene, haciendo que Leeteuk gritara el nombre de Kangin una y otra vez. Su pareja gruñó y hundió sus dientes en el hombro de Leeteuk mientras su pene pulsaba dentro del culo de Leeteuk, llenando con semen a su pareja.

Leeteuk envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Kangin sosteniéndose como su tabla de salvación. Su pareja se quedó ahí, encerrado en los brazos de Leeteuk.

La navidad ahora tenía todo un nuevo significado. No más pensamientos del pasado cuando oyera canciones de navidad, solo el futuro en donde Kangin estaría firmemente plantado.

 

 

Lo enviaste al bar.

 

Hangeng se apoyó contra la pared de la casa, no quería ver a los dos hombres teniendo sexo. —No, yo le envié al barman. Puedo jugar juegos, pero no soy un gran imbécil.

Veremos, Hangeng. Veremos. La advertencia en la voz de Nick era clara mientras se alejaba.

El elf rodó los ojos mientras se alejaba, gruñendo consigo mismo acerca de la siguiente pareja.

 

 

 continuara...


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