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35. Locas Navidades familiares en la Manada Kim (24) por dayanstyle

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ELI Y KEVIN

 

Kevin salió de su camioneta, preguntándose qué le estaba sucediendo ahora. ¿Cómo infiernos tenía su propio taller mecánico con su pareja y su camioneta parecía que iba a morir?

Eso no tenía sentido.

 

Kevin circuló alrededor del frente,  sabiendo malditamente bien que no tenía ni idea de qué buscar. Podría ser medio propietario de un taller, pero él era el encargado de los libros. ¿Qué sabía él de motores?

Eso era lo que su pareja Eli hacía.

 

Kevin jaló su chaqueta alrededor de su cuerpo mientras regresaba a su camioneta. «Al infierno con eso». Se sentaría en el calor de la cabina de la camioneta y le llamaría a su pareja.

No tenía sentido quedarse parado afuera en el frío viendo la máquina, rezando para que un milagro arreglara el problema.

Justo cuando alcanzó la manija de la puerta, oyó una voz detrás de él.

—¿Necesitas ayuda?

 

Kevin se giró y vio a un muy pequeño hombre sonriéndole con un overol azul. Kevin pensó que era extraño que el hombre apareciera de ninguna parte. Vio alrededor, no veía otra camioneta por el camino.

 

«Está bien, esto es extraño».

 

Sacó el teléfono celular, listo para llamar a Eli cuando notó que estaba muerto. ¡Que pésima suerte había tenido todo el día!

—Yo…uh…

 

—¿Cuál parece ser el problema? —el hombre preguntó mientras caminaba al frente de la camioneta, viendo el cofre como si fuera a abrirse por voluntad propia.

—Solo se apagó.

 

—¿No crepitó ni gruñó?

 

Kevin sacudió la cabeza de un lado a otro manteniendo una segura distancia con el extraño. —No, nada.

Movió su mano hacia Kevin y luego al cofre con una expresión de impaciencia. —Bueno, entonces, abre el cofre y déjame ver.

Kevin abrió la puerta del conductor, haciendo lo que el hombre le dijo. ¿Qué elección tenía? No era como si él supiera lo que estaba haciendo. Y si el extraño era capaz de hacer que la camioneta funcionara, Kevin sería un hombre feliz.

—Trata de encenderlo —dijo el hombre bajo el cofre.

 

Kevin parpadeó. ¿Cómo infiernos hizo para llegar tan rápido bajo el cofre? No importaba. Kevin subió y giró la llave, pero nada sucedió. Intentó de nuevo pero aun así no encendía.

—Sostenlo —oyó que el tipo decía.

 

Kevin gritó cuando el tipo se deslizó bajo el cofre y cayó al suelo. Se apresuró a salir de la camioneta, queriendo asegurarse de que estuviera bien.

—¿Se lastimó?

 

El tipo se levantó y se sacudió el polvo del trasero, sonriéndole a Kevin. —No. Ahora, ¿puedes ver si enciende?

Kevin lo vio por un momento y entonces regresó a la cabina, subió y giró la llave. ¡Encendió!

Kevin gritó de alegría…hasta que olió humo.

 

Salió corriendo alrededor de la camioneta para ver que el hombre limpiaba el motor con un trapo. —¿Qué sucede? —gritó cuando vio una espiral de humo elevarse de la máquina.

—Infiernos si lo sé. Eso no debería de suceder —dijo el hombre, tosiendo y llevándose la mano frente a él. Kevin podía jurar que oyó al tipo murmurar algo acerca de Nick—. ¿Puedes arreglarlo?

El tipo veía a Kevin como si estuviera loco. —No parece que va a ir a ningún lado.

«¡Maldición!»

 

Se suponía que se encontraría con Eli en casa, y entonces irían al bosque a escoger el perfecto árbol de navidad.

¡Nada estaba bien! Kevin pateó la llanta del frente, deseando poder cambiar y correr a casa, pero no podía hacerlo con un humano alrededor.

Tenía que deshacerse del tipo.

 

—Gracias por su ayuda, realmente. Solo regresaré a casa caminando. Que tenga un buen día —dijo Kevin, se dio media vuelta y se dirigió hacia la Casa.

—Oh, no. No te dejaré caminando solo por este largo y solitario camino. Caminaré contigo y me dejarás usar el teléfono para pedir un taxi.

 

Kevin gruñó. Si el extraño caminaba con él, le tomaría hora y media llegar a casa. Sin mencionar que sus bolas subirían hasta su cerebro a causa del frío.

Sabía que debió de usar una chaqueta más gruesa. Kevin consideró correr y entrar al bosque en donde podría cambiar rápidamente y salir del infierno de ahí, pero no podía dejar al tipo atorado cuando fue lo suficiente amable para detenerse y…

r13;Hey, ¿dónde está tu carro?

 

El pequeño hombre se reía señalando con el pulgar sobre su hombro. —Unas cuatro millas atrás. Me quedé sin gasolina.

Kevin suspiró. Esperaba que Eli notara su ausencia y viniera a buscarlo cuando no llegara a tiempo. Eso salvaría a Kevin de caminar durante horas por el frío.

 

Eli entró a la recámara y vio a su pareja sentado a un lado de la cama. Kevin solo estaba ahí viendo al espacio con una expresión en blanco.

—¿Estás   listo  para  ir  a  buscar  el  árbol  de navidad?

r13;preguntó sacando su abrigo y el de Kevin del armario. Cuando su pareja no contestó, Eli vio sobre su hombro a Kevin que seguía con una expresión en blanco.

—¿Estás bien, cachorro? —Eli preguntó caminando hacia la cama y entregándole el abrigo a Kevin.

Su pareja se puso de pie, tomando su abrigo, y deslizándoselo mecánicamente, a trompicones, mientras Eli se encogía de hombros. —¿Estás enfermo o algo así?

La cabeza de Kevin se movía de un lado a otro, tensa mientras caminaba hacia la puerta de la recámara. Eli se exprimió el cerebro pensando en algo que molestara a su pareja.

 

No podía pensar en una razón de por qué se estaba mostrando indiferente.

Suspiró mientras caminaba hacia Kevin, guió el camino. Kevin no dijo ni una palabra mientras bajaba tenso los escalones, sus rodillas se levantaban como deberían, casi marchando. Arqueó su ceja mientras veía a su pareja lentamente llegar al escalón inferior.

—Sabes, si no hablas no voy a solucionar nada. Necesitas decirme qué sucede, bebé.

Kevin lentamente levantó la cabeza y la bajó, asintiendo de una tensa manera. Eli gruñó suavemente mientras caminaba hacia la cocina y a la puerta trasera. Odiaba cuando Kevin lo ponía en la perrera. Normalmente había una buena razón, pero Eli no tenía ni idea de por qué estaba actuando tan extraño hacia él. Así no era Kevin.

Su cachorro usualmente lo seguía como…un cachorro. Kevin no era tonto ni mucho menos. Él se lo diría, pondría a Eli en su lugar, era el hombre más dulce del planeta. ¿Qué infiernos había hecho?

—Hey —dijo Rasa mientras dejaba el sartén en la estufa—. Ordenaré comida hasta que descubra qué infiernos sucede con mi nueva estufa. ¿Qué es lo que Kevin y tú quieren cenar?

Eli vio sobre su hombro a su pareja. La cabeza de Kevin se movió de un lado a otro, aun tenía una expresión en blanco. Frunció el ceño hacia el cachorro y vio de nuevo a Rasa. —Supongo que no tenemos hambre, Rasa.

—Como quieras.

 

Eli abrió la puerta trasera, sus ojos viendo cómo Kevin marchaba sin decir ni una palabra.

Apestaba estar en la perrera. Especialmente cuando no sabía por qué.

 

Kevin estaba listo para arrancarse el cabello. El pequeño molesto hablaba y hablaba acerca de cómo la gente no debería de cortar los árboles de navidad, porque unas semanas después serían desechados.

Entonces siguió con cómo alguna gente no tenía el espíritu navideño porque compraban falsos arboles en lugar de uno real. Estaba confundido como el infierno y un dolor de cabeza se iniciaba en su frente.

El tipo no tendría bastones de dulces en fila. Eso seguro. Kevin estaba logrando irritarse como el infierno, porque llevaban caminando cuarenta y cinco minutos desde que habían empezado a caminar y Eli aun no lo buscaba. ¿No le importaba a su pareja?

Kevin aumentó el ritmo, cansado como el infierno por la larga caminata en el frío. Quería llegar a casa y quería estar caliente. ¡También quería retorcerle el cuello a Eli!

Ese hombre estaba en un mundo de problemas.

 

 

 

Eli levantó el hacha de leñador, enojándose más con cada segundo. Atravesó el patio y se dirigió hacia el bosque, Kevin seguía en silencio tras él. Si su pareja tenía un problema,

¡necesitaba decir lo que malditamente le molestaba!

 

—Sabes, hemos estado juntos mucho tiempo, creo que puedes decirme lo que sea, Kevin. Honestamente no puedo entender por qué estás actuando de esa manera.

Nada.

 

Eli gruñó, ya no estaba de humor para cortar el árbol. Estaba listo para patear el trasero de alguien. Nunca había tocado a su pareja, así que necesitaba encontrar a alguien más o algo con que sacar su ira. ¡Eso era jodidamente ridículo!

Eli se giró, listo para poner a Kevin en sus rodillas y mostrarle una lección acerca de su rabieta cuando notó que su pareja no estaba detrás de él.

—¡Kevin! Nada.

¿Regresaría a casa? Al infierno con eso. Prefería estar solo si él iba a actuar de esa manera.

—¡Tú!

 

Eli se giró y vio a su pareja dirigirse como una tromba hacia él, agotamiento en su  expresión. ¿Qué infiernos?   —Oh, ¿ahora quieres hablar?

 

Kevin gruñó llegando frente a Eli con los puños a sus lados. —¡Cómo te atreves a no hacer nada por mi!

Eli estaba incluso más perdido que cuando habían salido. —Eso es tu culpa. Deberías de haber dicho algo. —Joder, si él iba a aceptar la culpa por algo de lo que no tenía ni idea. Ni siquiera estaba seguro de qué infiernos hablaban.

La cabeza de Kevin cayó hacia atrás mientras Eli mordía sus palabras, al ver la rabia y el dolor que llenaban sus ojos. —Yo no debería de decir nada. Deberías de estar ahí para mi —dijo, se giró y caminó hacia la casa.

 

¿Huh?

 

¿Qué jodidos sucedía?

 

Eli se quedó ahí un momento, sintiéndose que se había quedado fuera de una muy importante conversación. ¿Se perdió algo?

Gruñó mientras se dirigía a su casa. Él no iba a estar en problemas por algo que no había hecho, lo esperaba.

Dejó el hacha y subió las escaleras. Iba a llegar al fondo de esto quisiera Kevin o no. Y si él no quería, bueno, Eli tenía maneras de hacer hablar a su pareja.

Encontró a Kevin sentado en un lado de la cama…de nuevo. Pero esta vez parecía vivo. Al menos la expresión en blanco se fue. —¡Habla!

Kevin sacó su mentón mientras Eli cerraba la   puerta.

¿Así que quería hacerlo de la manera difícil? Bien. Eli se quitó el abrigo y lo dejó a un lado, se quitó las botas, desnudándose y entonces atacó.

Kevin gruñó y lo vio. —No puedes hacerlo.

—¿Quieres apostar? —dijo Eli inclinándose y tomando la camisa de Kevin, abriéndola. Kevin lo veía pero no dijo ni una sola palabra. Eli se deslizó por el cuerpo de su pareja, desabrochando los jeans y abriéndolo. Cuando Kevin no levantó las caderas para ayudarlo, Eli se inclinó y le quitó los zapatos, y entonces prácticamente le arrancó los jeans de su cuerpo.

—Aun no puedes hacérmelo —dijo Kevin, pero su voz no estaba tan enojada ni tan fuerte.

Eli alcanzó el cajón y sacó un dildo, dejándolo en la cama. —Veremos eso, cachorro.

 

Kevin dio un bajo gruñido, haciendo que el pene de Eli se moviera. Tomó el lubricante, lanzando el juguete a un lado y girando a Kevin sobre su abdomen. Ya fuera que era instintivo o porque sabía que estaba equivocado, Kevin jaló sus rodillas bajo él sin decir ni una sola palabra.

Eli podía aceptar eso… por ahora. Cuando su tiempo de juego se terminara, su pareja iba a hablar. Estaba malditamente seguro de eso.

Eli tomó la botella de lubricante y la apretó, cubriendo sus dedos. La dejó a un lado y pasó su mano sobre los montículos de Kevin antes de inclinarse y lamer su camino arriba y debajo de uno de los suaves montículos.

Kevin gruñó.

 

Eli pasó su dedo por la grieta de su pareja y entonces separó los hermosos globos, su húmedo dedo recorrió el tenso músculo. Cuando su pareja se movió, Eli deslizó un dedo dentro del caliente canal.

—E–Eli.

 

Sonrió y deslizó otro dedo junto al primero y los abrió en tijeras, estirando a su pareja para su juego. Cuando tres dedos se deslizaban dentro del culo de Kevin, Eli sacó los dedos y entonces lubricó el juguete de silicón.

Mientras el dildo penetraba a su pareja, Eli lo vio maravillado. Sabía que nunca se cansaría de la vista. Kevin había cambiado su vida, su mundo y había hecho a Eli el hombre más feliz del planeta. Podría ser el Alfa de los dos, pero honestamente odiaba cuando Kevin se enojaba con él.

Mientras el dildo se deslizaba todo el camino dentro del culo de Kevin, Eli se inclinó y pasó su lengua por las bolas de su pareja. Su mano se deslizó bajo Kevin, acariciando el  pene de su pareja mientras empujaba el dildo dentro y fuera del culo de su pareja.

—Eli —Kevin gruñó.

 

Eso era lo que más le gustaba. Quería que Kevin dijera su nombre de esa forma siempre. Estaba determinado a hacer que su cachorro se sintiera de esa forma. Eli chupó una de sus esferas dentro de la boca, lamiéndolo mientras jodía el culo de su pareja con el juguete. Kevin empujó su culo hacia atrás, encontrándose con el dildo empujándose y empujándose.

Eli levantó a su pareja, retiró el juguete y lo remplazó con su pene lubricado. Se empujo más profundo, enterrando su pene hasta la empuñadura.

—¡Eli!

 

Sonrió tomando los costados de su pareja, golpeando una y otra vez. Su pene estaba tan duro que sentía como un ariete contra la suave piel de su pareja.

—Vamos.

 

Kevin lanzó la cabeza hacia atrás y aulló mientras su agujero ordeñaba el pene de Eli, jalándolo profundamente dentro de su culo. Eli entró en Kevin, sintiendo la apretada caricia sobre su eje hasta que rugió su liberación, su cuerpo se estremeció cuando su orgasmo explotó en su interior.

Eli sacó su flácido pene y entonces jaló a su pareja hacia su pecho.

—¿Por qué no fuiste a recogerme cuando la camioneta se descompuso? —Kevin preguntó mientras se acurrucaba.

—¿Huh?

 

Hangeng se carcajeaba histéricamente mientras el clon de Kevin estaba detrás de él. Había remplazado a Kevin con un clon que engañara a Eli mientras él distraía al verdadero Kevin. La ira entre la pareja era explosiva.

¡Eso fue divertido!

 

¡Una maldita buena broma! Infierno, ¡era divertido!

Dios, era bueno ser él. Tronó los dedos, el clon desapareció y silbó mientras caminaba por el pasillo.

¿Ahora, dónde estaba Niel?

 

continuara,....


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