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Dudando a amarte por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Un gusto!!! Soy Ali y por primera vez vengo a traer un fic YoonMin a AY. Como bien dice el resumen, este fic también está disponible en Wattpad.

Subiré los capítulos hasta los que está en Wattpad en las próximas horas.

Espero disfruten de la historia OwO

Y ahí estaba él, viendo a su madre ir y venir de habitación en habitación. Resopló, hundiéndose en aquel sillón tan cómodo. Se encontraba vistiendo pantalones deportivos y una playera sin mangas, dejando ver su piel clara y bíceps trabajados. Estaban a unas horas de partir a Seúl, para asistir a la Gran Reunión de Alfas. Una completa chorrada.

Ahí sólo asistían los alfas y sus parejas juntos con sus hijos, de las cinco manadas más importantes de toda Corea: las Cinco Céntricas. En la actualidad, sólo existían cerca de quinces manadas en el país, pero cinco eran las primordiales: por su longevidad, el número de miembros y de la reputación que se fueron haciendo.

La manada de JiMin, el chico que resopló por enésima vez al escuchar puertas abrirse y cerrarse constantemente, era una de las Cinco Céntricas. Por nombre tenían Zafiro y esto porque, todos los alfas que estuvieron al frente, tuvieron los ojos de ese color. Sin embargo, cabe destacar que JiMin, el hijo único, obtuvo ese color de ojos tan preciosos aun y cuando él resultó ser un omega; una total ruptura a la cadena genética.

Dentro de la manada hubo mucho de qué hablar al respecto. Que el hijo del alfa resultara poseedor de una belleza increíble, con ojos azules y que encima fuera omega, fue algo impactante. Todos pensaron que sería un alfa, pero, tras pasar por su primer cambio, se descubrió que era un omega. Al principio, el alfa no creyó que su único hijo no fuera un igual a él. Le costó días y noches de constantes discusiones con su pareja, una omega hermosa y que poseía ojos marrones, para procesar tal cosa.

No obstante, con el paso del tiempo, el alfa de Zafiro, aceptó el destino de su hijo y decidió dejarlo por la paz.

JiMin ya con veinte años, era su cuarta vez asistiendo a aquella reunión aburrida y con tantos protocolos que le asfixiaba tan solo estar ahí parado, sonriendo como estúpido a medio mundo y siendo amable y cortés. Muchas veces odió ser omega por el hecho de que, en aquella Gran Reunión, siempre terminaba con al menos unos tres alfas tras de él, pero ninguno resultó ser su pareja destinada.

Siendo 2016, habiendo pasado centurias y  hasta siglos, la situación referente a las parejas destinadas había estado decayendo. Las tecnologías humanas, las mutaciones de distintas especies y la convivencia con humanos, generó que ya fuera un golpe de suerte encontrar a tu pareja. Por lo general, se hacían matrimonios arreglados entre las Cinco Céntricas o con las demás manadas, para el estatus, ganar territorio, tener alianzas y un sin fin de beneficios absurdos, dejando de lado lo mágico de encontrar a tu otra mitad.

JiMin había crecido con historias lindas, todo gracias a su madre, que le contaba a escondidas, viejas historias de distintas parejas que se habían encontrado. Por tal motivo, estaba determinado a encontrar a su otra mitad, aun cuando sonara a una locura.

—¡Yah! ¡Jimin-ssi! —llamó su madre, con el ceño fruncido habiéndole lanzado una almohada en la cara.

—¡¿Qué?! —respondió con molestia el joven de cabellos negros, tirando al piso el objeto.

—¡Fíjate cómo me hablas, jovencito! ¡Soy tu madre! —reprendió la mujer, con los brazos en jarras en su caderas y con la mirada autoritaria posada en él.

—Está bien, perdona, madre —se disculpó el menor, desviando la mirada.

—Buen niño, ahora, ve y haz tu maleta, tenemos que irnos pronto para poder instalarnos con tiempo en  la capital y así no estar con prisas para la reunión.

—No quiero ir—dijo berrinchudo JiMin, recargando su cabeza en el respaldo del sillón donde estaba. —Eso es algo aburrido y sin chiste. ¿No puedo faltar una vez?

La mujer suspiró frustrada por no tener todo ya listo y porque era la tercera vez o la quinta que escuchaba en el transcurso de dos horas tal petición infantil.

—Cariño, sabes que para papá esto es algo importante. Cuando te emparejes, tendrás que asistir.

—No soy alfa, mamá. No sé por qué no tengo un hermano o hermana que pueda reemplazar a papá, yo no voy a hacerlo, y lo sabes.

Esa era la realidad y uno de los principales problemas en la manada Zafiro. Al no haber hijos alfa, el puesto tendría que entrar en una especie de juicio. Es decir, los alfa de la manada tendrían que luchar entre sí para hacerse del puesto, o bien, que el alfa que se emparejara con el omega, tendría que dejar su manada para hacerse de la manada de su pareja. A simple vista las dos sonaban a opciones, técnicamente, razonables, pero ya en la práctica era un total desastre. Varias manadas se disolvieron al no  tener un alfa digno en menos de tres meses. Por ello, su situación era algo delicada.

La mujer resopló, mirando a su hijo con cierta pena: —Lo sé, hijo. Después de esta reunión hablaré con tu padre para que te deje quedar el próximo año, ¿de acuerdo?

JiMin notó la tristeza y suplica en la voz de su madre, por lo que se levantó y fue a abrazarla.

—Perdona, madre. No tienes que hacerlo —habló con cariño JiMin.

Sabía que era algo de lo que no podría zafarse con facilidad, después de todo, que su padre le llevara a la Gran Reunión sólo era para emparejarlo con algún alfa de otra manada para que la propia no se viera afectada. Si lo pensaba bien, sonaba como el sacrificio de la manada, algo bastante cruel.

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Ya se encontraban en la capital del país, después de haber viajado desde Busan. La casa en la que se quedaban, era una mansión con el nombre de la manada en una de las columnas de la entrada.

El edificio constaba de dos plantas, todo completamente amueblado y con el blanco y beige como predominantes. Fotos de ancestros colgaban en varios pasillos, finas vajillas, cortinas y algunos muebles importados, daba a resaltar que su manada era muy próspera. El negocio era de telecomunicaciones en el país, con mayor razón era que podían darse lujos hasta absurdos a ojos del omega.

Su habitación era de las últimas, con vista al jardín trasero donde habían rosales de distintos colores y una pequeña fuente en el centro. Su paredes eran de color azul plúmbago, había una cama matrimonial con dos burós a cada lado con lámparas cada uno, un walking closet a la izquierda donde se encontraban todas sus prendas y sus accesorios favoritos. A un costado de la puerta del walking closet estaba su baño, con tina y el color anaranjado claro como predominante. Al costado derecho de la cama, estaba un librero con  distintas sagas, mangas y unas cuantas películas y series. A lado de éste estaba un pequeño escritorio con su laptop en el centro, un lapicero a un costado y hojas con sobres al otro lado, además de un bote de basura abajo del mueble. Por último, su pantalla de cuarenta y dos pulgadas a un lado de la puerta de entrada junto con un perchero donde colgaba sus bufandas favoritas y que utilizaba muy amenudo.

Había veces que durante temporadas, se quedaban a vivir ahí por motivos de trabajo de su padre por ello era que estaba muy equipada la casa, como si en verdad vivieran ahí.

Nada más llegó a su habitación, JiMin se dejó caer en su cama viendo el techo con interés. Al día siguiente sería la Gran Reunión y luego se quedaría una semana en Seúl porque sus padres querían unas pequeñas vacaciones familiares. Sí, bueno, eso para él no eran vacaciones. Ya había recorrido todo el centro de Seúl en el pasado, por lo que ya no lo encontraba tan fascinante, sin embargo, no estaba de ánimos para contradecir a su progenitor.

—¡JiMin-ssi! ¡Baja, querido, tenemos visitas! —gritó su madre.

El menor se restregó la cara con ganas de desaparecer en el momento, pero sabía que así no funcionaba el mundo. No podía aparecer y desaparecer cuando se le antojaba, entonces tenía que lidiar con todo.

En verdad no quería bajar. Le daba exactamente lo mismo quiénes habían llegado: colegas, vecinos, familiares que residían ahí... ¡Bah! ¡Quería estar solo! Ni jugando bajaría, ni sonreiría con educación a la pareja de la manada Aulladores (¿por qué las manadas tenían nombres así?), ni se quedaría sentado en la sala para escuchar la conversación vaga entre sus padres y los visitantes (el alfa dominante de la manada y su omega).

—¡Me alegra tanto que estén de vuelta! —exclamó la omega de los Aulladores. —El vecindario es solitario cuando no están.

La mujer hizo un puchero dulce, haciendo reír a su pareja y a los padres de JiMin.

—¡No te preocupes, amiga! Esta vez nos quedaremos una semana. Son nuestras vacaciones —comentó su madre con alegría. —Sirve que a lo mejor nuestros hijos se conocen. Me enteré que tu hijo menor acaba de regresar de América, sería fantástico que JiMin-ssi y él se traten.

—¡Tienes razón! ¡¿Ya ves, querido?! ¡Te dije que debimos traer a nuestro nene! —reclamó escandalosa la mujer, haciendo sentir a JiMin que sus tímpanos iban a explotar por lo agudo de su voz.

—Amor, él ya no es un bebé. Tiene veintitrés años, ya es un hombre —respondió el alfa con tranquilidad, ya acostumbrado a la manera de ser de su pareja: tan expresiva, pasional y escandalosa.

—¡¿Veintitrés años?! —dijo sorprendida la madre de JiMin. —¡Qué rápido pasa el tiempo!

—Ya sé, querida —gimoteó la invitada. —Todavía recuerdo cuando sufrió su primer cambio o cuando dijo "papi, popó". ¡¿Por qué tuvo que crecer?! —lloriqueó.

JiMin torció la boca con cierto aburrimiento en su faz. Quería huir de ahí, estar solo, pero sabía que su madre le reprendería si se iba y su padre le diría lo maleducado que era con los invitados y blah, blah. ¡Ya tenía veinte, por Dios! Ya era un adulto, a pesar de ser omega, sabía defenderse (si el problema era que sus padres le consideraban débil o algo), ¡¿por qué no le dejaban retirarse?!

—¿Se quedarán a comer? —cuestionó su madre, alcanzando la mano de su amiga. 

—¿No es molestia? —inquirió dudosa la otra, mirando a su esposo quien se encogió de hombros, dejándole la decisión a ella.

—¡Para nada! Tenemos un año sin vernos, es justo sentarnos a conversar un poco más —aseguró la madre de JiMin con una sonrisa amigable.

—¡Tienes toda la razón! —exclamó alegre la mujer. —Entonces, nos quedaremos, amiga. Te contaré todos los chismes de los que me he enterado.

Las mujeres sonrieron y los hombres simplemente suspiraron, resignados a que sus parejas eran sumamente parlanchinas. Por otro lado, JiMin hizo la osadía de levantarse, disculparse con los invitados y diciéndoles a sus padres que un viejo amigo le había invitado a pasar la tarde con él.

Qué mentira tan más...

—Ve con cuidado, mi niño. Te quiero temprano, mañana me acompañarás a las compras y todo, ¿oíste? —aseveró la mujer, mirándole con una ceja alzada.

JiMin asintió y por fin pudo salir de ahí.

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Había llegado a aquella cafetería en la que trabajó un tiempo mientras estaba en el instituto. Por aquel entonces, ya había sufrido su primer cambio y tuvo que lidiar con todo lo que conllevaba estando en la escuela. Su olor atraía a muchos alfa, tanto de su propia manada como de otras. Fueron dos años duros de acosos, insinuasiones y huídas para que regresara a Busan y terminara de estudiar.

Se encontraba sentado en la misma mesa que solía ocupar cuando tenía sus descansos durante su tiempo como camarero: tercera mesa de la esquina, cerca de la barra.

Había pedido un capuchino de moka y una tarta de moras. Se acercaba su temporada de celo, eso lo sabía por sus gustos por lo dulce. Odiaba esa etapa, era tan frustrante y hasta cierto punto se odiaba por ser un omega. Sufrir ardor intenso, unas inmesas ganas de ser penetrado, deseos de ser tocado y de ser marcado, le revolvían el estómago. Quizás estaba bien lo de las vacaciones en Seúl. Podría encerrarse en su habitación y pasar su celo ahí sin ser molestado por las constantes entradas de sus primos o amigos que no conocían lo que era privacidad.

Suspiró afligido de sólo pensar en lo en un par de días tendría que sufrir y que, además, tenía por duración tres putos días. ¡Tres! Tres en los que gemía ante cualquier mínimo tacto o roce de cualquier cosa; incluso el roce de la ropa le estremecía. Cualquiera diría que podría satisfacerse y fin del asunto. Pero incluso metiéndose dildos, dedos o masturbarse, no le permitían sentirse satisfecho. El orgasmo llegaba tan efímero que al rato siguiente su cuerpo volvía a arder en deseo y una nueva erección crecía. Durante esos días se daba baños constantes de agua fría, pues su temperatura corporal se elevaba demasiado y se autocomplacía lo más que podía.

¡Era una jodida cosa satánica eso!

Dio un sorbo a su bebida, queriendo olvidar a lo que se enfrentaría después. Lo dulce del moka y lo caliente le reconfortaron su interior y por un momento se sintió en el paraíso.

—¿JiMin-ah? 

El aludido elevó su rostro con rapidez para toparse con los ojos dorados de uno de sus mejores amigos durante el instituto: un alfa de la manada Fuego llamado TaeHyung.

—¿TaeTae? —susurró con el ceño fruncido, no creyendo que su amigo seguiría de camarero ahí.

Los dos, al percatarse que sus sospechas de quién era quién se dieron un abrazo.

—¡Oh, pero cuánto tiempo sin verte JiMin-ah! —exclamó alegre TaeHyung, separándose por un momento del otro. —Te has puesto bastante guapo, hermano.

Las mejillas de JiMin se colorearon de rojo y, por la vergüenza, le dio un golpe en el hombro del otro.

—¡Oye, tranquilo viejo! Ese brazo carga las charolas y también se encarga de otros asuntos—dijo sugerente y sonriente el castaño claro.

—Sigues siendo un estúpido pervertido, TaeTae —manifestó JiMin, devolviéndole la sonrisa. 

—¡Ah, ah! Soy de mente sexy, ya te lo había dicho, JiMin-ah —aclaró.

—Lo que sea —dijo JiMin, restándole importancia. —¿Estás en turno?

—Justamente estoy en descanso —anunció TaeHyung feliz.

—Entonces, siéntate conmigo —pidió JiMin, señalándole el asiento vacío de enfrente.

TaeHyung le tomó la palabras y se sentó. Al ver lo que había pedido JiMin, estiró su brazo y se acercó la bebida y la tarta, comenzando a comer. El pelinegro no se molestó en reprenderle o algo, Tae tenía esas confianzas desde que le conoció, por lo que ya no le molestaba que se tomara esa libertades con él.

—¿Dónde estabas que no te vi cuando entré aquí? —inquirió curioso JiMin.

—Ejstaba jon Minjeokj jion jen laf cofina—habló con la boca llena de tarta TaeHyung.

—No seas cerdo y pásate el bocado.

TaeHyung hizo un puchero y sin más siguió la orden del otro.

—Pero me entendiste, ¿no? —murmuró Tae, partiendo otro pedazo de tarta.

—Algo, sí —dijo JiMin. —¿Sigues trabajando aquí?

—¿No es obvio? —expresó con una ceja alzada TaeHyung, y estirando su mandil café con el logo de la cafetería en el pecho.

—Pensé que te saldrías después de que me fui. Me dijiste que odiabas esto —recordó JiMin mirándole acusador.

—Uno puede cambiar de parecer en esta vida —. El castaño se encogió de hombros llevándose otro bocado a la boca. —Tú, ¿por qué regresaste? ¿Es por lo de la Gran Aburrición?

JiMin resopló frustrado al recordar ese evento. En verdad que no deseaba asistir, pero tenía que hacerlo.

—Sí, regresé por eso.

—Qué bueno que mi padre no es un alfa de las Cinco Céntricas. Así nos ahorramos de asistir —declaró Tae, sorbiendo del capuchino, quedándose espuma en sus labios. JiMin al ver esto le limpió con su pulgar y se comió la espuma.

—No sabes cuánto desearía ser tú en estos instantes —expuso JiMin con pesar.

—Nunca podrás ser tan genial como yo, amigo mío. Tendrías que volver a nacer y quizás (sólo quizás) puedas ser como yo —habló Tae con una sonrisa socarrona en sus labios.

—Gracias por tu apoyo moral, me siento en deuda ahora —dijo sarcástico JiMin, tomando el tendor y partiendo un trozo de la tarta para comérselo.

—Sólo por ser mi amigo del alma, te perdono que toques mi comida.

JiMin le miró con una cara de «debes estar bromeando».

—¿De qué hablas? Esto lo pedí yo —refutó el pelinegro con el ceño fruncido.

—Pero ya lo babeé, así que ya es mío de mí de mí mismo. Así que aleja tus manos llenas de dedos de mi alimento.

TaeHyung rodeó con sus brazos el capuchino y la tarta, poniéndolos como barrera.

—TaeHyung, déjate de estupideces y déjame siquiera comer otro pedazo.

El castaño se negó y comenzó a manotear cada vez que JiMin acercaba el tenedor a la tarta.

—¡Mío dije!

—¡Entonces tú pagas la cuenta!

Dicho esto, el castaño quitó sus brazos y le acercó la comida al otro.

—Toda tuya.

Entre divertido y molesto, JiMin negó soltando una risilla. Ese tipo nunca cambiaría.

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Después de haberse encontrado con aquel amigo, JiMin le esperó hasta que terminara su turno para irse caminando hasta su casa. Durante el camino iban bromeando y poniéndose al día de lo que había pasado en el tiempo que no se habían vuelto a ver.

Demasiadas cosas había sucedido en ese lapso.

—Así que, ¿te gusta un omega de la manada Diamante? —preguntó con sorna JiMin, codeando a su amigo que sonrió avergonzado.

—Sí, algo así.

—¿Cómo que algo así? TaeHyung, me acabas de decir que--

—¡Sé lo que dije! Es sólo--

—¿Qué? ¿Crees que no es tu pareja destinada?

Para ellos dos lo de las parejas destinadas era un asunto serio. Los dos se habían hecho amigos por ese hecho (principalmente), teniendo una ideología similar en cuanto a parejas se trataba.

Los dos tuvieron pretendientes a morir durante sus años de insituto, incluso ahora. Pero siempre se negaban cuando los síntomas no se presentaban: el olor del otro debía atraerte cual imán, debía hacerte anhelar olerlo una y otra vez, siempre y permanecer a su lado.

—No es eso...

—Tae —llamó JiMin, poniéndose frente al otro para deternele, poniendo sus pequeñas manos en los hombros de su amigo en signo de apoyo —, dijiste que en cuanto lo oliste deseaste acercarte, deseaste saber más de él. ¡Por Dios! Me dijiste que te pusiste celoso hasta las narices sólo porque otro chico de su manada (¡De SU manada!) le había abrazado por microsegundos. Eres un alfa, Tae, creo que tu debes sentir los síntomas más fuerte que yo que soy un omega.

Cuando las parejas destinadas se encontraban, el primero en percibir el aroma a hogar era el alfa, el omega o beta podían percibir la sensación de protección, tranquilidad y el mismo aroma a hogar, pero un poco más débil. Se dice que cuando el omega está en celo, se vuelve más sensible y receptivo, por lo que las sensaciones serían notadas al instante.

Eso todos lo sabían, pero ya era pasado de largo eso.

—Te digo que el problema no  es eso, sé que es mi pareja, la cosa es que su padre ya arregló un emparejamiento con la manada de Hielo. Dentro de un par de meses estará casado con otro. Eso lo sé porque uno de mis primos es amigo cercano de él y me contó todo.

JiMin notó la tristeza en lo dicho por su amigo. Sintiéndose mal por él, no pudo evitar abrazarle con fuerza. Debía doler saber que tu otra mitad estará en brazos de otro y tú sin poder hacer nada al respecto; simplemente observando.

—Lo siento —susurró contra el cuello de su amigo quien negó y le estrechó.

—No hiciste algo malo, no te preocupes, estoy bien.

JiMin se separó y le miró aún más angustiado.

—Descuida, ya veré qué haré al respecto, ¿vale? —. Sonrió cálido Tae y JiMin le devolvió el gesto.

—Confiaré en ti, TaeTae.

--------------

Al llegar a casa, JiMin se topó con que los invitados seguían ahí. Cenó y estuvo un momento en la plática antes de irse a dormir.

A la mañana siguiente, su madre le apuró a comer y a arreglarse, pues irían a comprar algunos regalos para las familias amigas y, de paso, un poco de ropa nueva. JiMin seguía a su madre por toda la plaza comercial, cargando bolsas y más bolsas, incluso probándose trajes que su madre aseguraba le sentarían bien a su figura.

Así pasaron parte de la mañana y tarde, hasta que volvieron a casa para poder comer algo ligero y prepararse para la Gran Reunión, en la que primero se tenía una cena y luego un baile, para después sentarse a charlar los problemas que pudieran tener los alfas de las Cinco Céntricas. Todo tan elegante, tan cuadrado y aburrido.

—¡JiMin-ssi, apúrate hijo! —gritó su madre ya vestida con un vestido turquesa, largo y un poco entallado de la parte de arriba, con mangas de encaje y con un abrigo afelpado de color plata como sus zapatillas. Toda una mujer esplendorosa y que el padre de JiMin, adoraba presumir ante el mundo.

El pelinegro no tardó en bajar, usando una camisa blanca con un listón grueso alrededor de su cuello del mismo color que la camisa y que había sido amarrado como un moño, pantalones negros y un poco entallados de las piernas, saco brilloso de color dorado opaco y, finalmente, luciendo un maquillaje cautivador, con ligeras sombras marrones alrededor de sus ojos. Sumado al hecho de que se había puesto todos sus aretes y unos cuantos anillos en sus dedos.

—¡Ah, mi hijo es tan guapo! —chilló la madre, acercándose a abrazar a su hijo con emoción mientras su padre le dedicaba una mirada orgullosa.

—Vamos, se nos hace tarde —apresuró calmo el alfa, quien había abierto la puerta para que sus dos joyas pasaran.

La Gran Reunión se celebraba en un salón que pertenecía a la compañía de la manada de la Noche. Se encontraba a unos veinte minutos de donde JiMin vivía, por lo que no fue difícil llegar. Ciertamente, JiMin se cuestionaba cómo es que iba mucha gente a ese evento siendo que sólo era para las Cinco Céntricas. Rostros desconocidos y conocidos se hicieron notar en cuanto llegaron al recinto. Los tres bajaron del coche de lujo para encaminarse al interior del salón usando la alfombra roja como guía.

En cuanto las puertas de doble hoja se abrieron, el sonido de música instrumental se hizo presente y los murmullos de los invitados. Nadie les volteó a ver por más de treinta segundos. El alfa y su omega, caminaban con porte, mientras JiMin andaba tres pasos atrás de ellos.

El aroma a perfumes costosos, de varios omegas que, como él, estaban en periodo previo de celo y los fuertes olores de los alfas jóvenes y adultos, le agolparon con fuerza, haciéndole sentir mareado.

—¡JiMin!¡Por aquí! —llamó su padre, alzando uno de sus brazos para hacerse notar.

El aludido resopló y forzó una sonrisa, mientras aprieta el paso para llegar donde sus padres se encontraban felizmente hablando con la pareja que les había visitado un día anterior.

Estaba a unos pocos metros cuando percibió un aroma fuerte, más intenso que cualquier otro. Un aroma entremezclado de madera con toques de flores silvestres. En su interior, su lobo meneaba la cola y sus orejas se encontraban erguidas. Estaba expectante a quién poseía tal aroma tan delicioso y que le estaba reconfortando.

Sus orbes zafiro buscaron disimuladamente al portador cuando sus miradas se encontraron.

—¡Al fin llegas, cariño! —exclamó su madre emocionada, acercándose a él y abrazarlo con euforia. —¡Mira a quién vas a conocer! Él es YoonGi el hijo menor de nuestros amigos Aulladores —susurró su progenitora con alegría y señalando a aquel muchacho de mirada penetrante, fría y con deje de molestia.

YoonGi...él...

—Un gusto, soy JiMin —susurró tímido JiMin, extendiendo su mano hacia el otro que hizo una mueca de desagrado para después tomarla con bastante fuerza y luego retirarla rápidamente.

—Ya sé quién eres, mocoso.

La piel de JiMin ardía, su garganta se sentía seca, su lobo deseaba que tuviera más contacto con el otro, pero había algo que no comprendía.

¿Por qué el tal YoonGi lo miraba de manera tan despectiva?

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué piensan acerca de YoonGi? ¿Por qué mirará feo a JiMin? o,o

En unas horas sabrán el por qué ^^

Esperen el siguiente cap!!!

Gracias por leer~

Espero sus comentarios OwO)b

Cuídense~

AliPon fuera~*~*


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