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Entre Letras por Marieene

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Segundo capítulo. Espero realmente que lo disfruten. Seguramente estaré actualizando el proximo jueves o viernes. No dunde en hacerme saber que les parece el cap y la histria en sí. Su opinion es importante. Bye bye!

Capítulo II


 


El vehículo se alejó a toda prisa, con velocidad constante por la autopista. En ese momento dudaba de la capacidad de manejo del sujeto que estaba al volante, que no era ningún otro que el tipo grande de nombre Jūgo. A su lado iba parloteando animadamente de cosas sin sentido el otro muchacho de seguridad, el de cabellos blancos, del cual desconocía el nombre. Por alguna razón comenzaba a sentirse incómodo ante tanta mirada que le echaba el que conducía, parecía querer analizarlo, saber si era alguien de fiar o de quien desconfiar. Por su lado lo único que tenía pare decirle era que mirara hacia adelante y solo adelante, y no quitara los ojos del camino. El otro sujeto parecía ignorarlo, era invisible ante su mirada. Solo volteó la mirada una vez para comprobar que Sasuke estaba bien y no necesitaba nada y luego comenzó la charla unilateral entre los dos que ocupaban la parte delantera del auto.


Giró la cabeza para mirar a Sasuke, éste estaba recostado contra el asiento lo más cómodo que podía, con la cabeza reclinada hacia atrás y los ojos cerrados, parecería distendido, pero llevaba los brazos fuertemente cruzados en su pecho y las piernas cruzadas. Tan solo mirando su rostro podría casi asegurar que el joven estaba dormido pues en su rostro no había nada, solo perfección y tranquilidad, o eso parecía.


-Diles a donde quieras que te lleven. –Dijo con una extraña amabilidad que camuflaba algo más, tal vez cansancio, sin abrir sus ojos. Y al no tener respuesta ni escuchar que hablara suspiró. Se negaba a mirarlo porque sabía que el rubio lo estaría viendo con insistencia y sonriendo como tonto. No había tenido alternativa, en ese momento Naruto era su único boleto de escape de Sakura, de  cierta forma lo había salvado. No tenía absolutamente nada en contra de la joven, al contrario, era una de las personas más cercanas a su persona, las cuales eran contadas con los dedos de una sola mano, pero no deseaba tener que enfrentarla, escucharla y estaba demasiado cansado e intolerante, solo deseaba irse a su departamento y dormir, le dolía la cabeza por estar tanto tiempo en el bullicioso lugar y lo peor de todo era que mañana debería hacerlo otra vez. -¿Qué esperas? ¿Dónde vives? Te llevare como agradecimiento por lo de antes. Lamento…-masculló entre dientes, no era una de las palabras más usadas en su vocabulario. – haberte involucrado y pedido esas cosas extrañas.


-Yo no lo lamento. Creo que estuve en el momento justo y en el lugar adecuado. Estaría realmente desanimado si me hubiera perdido la oportunidad de abrasarte. –Dijo entusiasmado y con sinceridad mientras le daba una sonrisa. El otro apartó la vista desviándola hacia la ventanilla. Aunque se demostraba calmado, Naruto estaba aguantando un bollo de nervios en su interior, alegría y temor, una mezcla que amenazaba con descomponerlo. Aun así sentía que estaba en una nube, nunca se hubiera imaginado estar sentado junto a Sasuke. – ¿De verdad no puedo invitarte a salir? –Cuestionó con tal deseo en su voz que Sasuke lo observó detenidamente. Se veía que Naruto deseaba pasar tiempo juntos, pero no estaba interesado, solo le interesaba en ese momento irse a dormir. Simuló desinterés, pero por el reflejo que generaba el vidrió continuó mando al rubio. Era atractivo y tenía ojos de un azul único. Le sorprendía lo insistente, la desvergüenza y lo entusiasta de su actitud luego de que ya lo había rechazado y que la situación iba en miras de seguir así. No estaba en sus planes conocer a nadie, ni mucho menos entablar algún tipo de relación con uno de sus lectores. Un desconocido.


-No te conozco. –Susurró, de tal forma que parecería que la palabra se le había escapado. Naruto no pudo descifrar si era así o si fue intencional pues el chico no había cambiado de posición, su cuerpo semi inclinado hacia la ventana y su rostro hacia ella.


-Entonces dame la oportunidad de conocerme. Podemos cambiar ese hecho. –Contestó y luego sonrió pícaramente inclinándose solo un poco hacia Sasuke. –Si me permitieras invitarte a cenar… tal vez… -El otro bufó y se volteó. 


-Hoy no. Estoy cansado. –Fue lo único que respondió y volvió a apartar la mirada. No estaba cediendo, solo que quería quitárselo de encima esa noche, luego vería, pero ese día, a esas horas de la noche contaba los minutos para llegar a su dormitorio y tirarse a dormir y comenzaba a creer que Naruto no se bajaría de su auto sin una respuesta positiva.


Naruto contuvo su emoción de colegiala, ¡era un hombre por el amor a Dios! Eso sí que no se lo esperaba. Sasuke no lo estaba rechazando, ¿eso significaba que sí aceptaba su invitación a cenar? En ese momento notó que el conductor lo observaba y aprovechó para darle su dirección y así no quitarle más tiempo al autor. Éste solo asintió con la cabeza y el auto tuvo un nuevo impulso de velocidad extrema. Con tranquilidad se peinó los cabellos rubios y permitió que el viaje continuara en silencio para que Sasuke descansara y se relajara. Había conseguido más de lo que esperaba, no deseaba molestarlo o ponerlo de malas. Mantuvo su sonrisa hasta que el vehículo se detuvo frente a su casa con el ruido de un chirrido que le desagrado y sus labios formaron una línea recta y estrecha. Ya era hora de bajarse, pero antes observó con ternura el rostro adormilado de Sasuke, admirando su belleza y escuchó el suave sonido de la respiración, que por extraño que fuera, lo calmaba y relajaba. No pudo disfrutarlo por más tiempo, un carraspeo y la mirada insistente del chofer le crisparon los pelos, además de que le molestó, pero no quedaba otra.


-Ya es hora de irse, Romeo. –Le dijo el de cabellos blancos burlonamente mirando hacia el rubio. –Julieta tiene que descansar. –Obteniendo una fría y escandalizadora mirada por parte del escritor. Si las miradas mataran…pero pronto le quitó importancia, de cierta forma ya estaba acostumbrado a la boca floja y humor molesto de su compañero de trabajo y éste ignoraba completamente su reprobadora mirada. Suspiró y se dispuso a despedirse del rubio. Éste sonreía mostrando una línea de dientes blancos, entretenido pero sin ser burlona, era una risa agradable.


-¿Cómo te encuentro? –Naruto ya estaba abriendo la puerta, pero aún no se movía. Sasuke lo miró y le extendió una tarjeta profesional que sacó del bolsillo de su camisa, el rubio no la miró, pues no apartaba la vista de los ojos negros y solo sintió una textura suave, con un relieve delicado y el realce que suponía seria el nombre del escritor. La guardó y se inclinó todo lo que pudo hasta el extremo opuesto del asiento bajo la mirada estrecha y atenta, siguió un poco más hasta que sus mejillas se rozaron. Sasuke se apartó con brusquedad ante la cercanía, además no solo de sentir el contacto, sino también de sentir que el rubio le depositaba un pequeño beso. ¡Atrevido! No le dijo nada y se acomodó, aparentemente dispuesto a seguir descansando. Cerró los ojos. Ya no hubo más palabras, ni miradas.


Al bajar, saludó a los dos que estaban adelante, obteniendo un estoico “hm” por parte del más corpulento y que manejaba y una risa guasona por parte del otro. Estrechó sus cejas, sin saber muy bien cómo interpretar esos gestos que le dieron, y sin más se giró para ingresar a su hogar. El auto arrancó y siguió su camino, no se volteó a ver como se alejaba, prefirió meter la mano en el bolsillo y sacar la tarjeta que resultaba ser blanca de un lado y negra al reverso. Con un nombre en relieve, la mitad texturada y detrás una dirección de mail y un teléfono celular. Era una presentación simple pero elegante. Con los datos necesarios sin ser llamativo. Minimalista, lo cual le quedaba muy bien. Luego de apretarla con delicadeza ingresó a su casa, una vivienda simple pero acogedora, relativamente nueva, teniendo la entrada con una pared de piedras oscuras y otra de un revoque liso y de un gris claro, la puerta de doble hoja de madera adornada con un rectángulo alto y estrecho de vidrio satinado. Entró encendiendo las luces del living y dejando las llaves a un lado, sobre una mesa. No se detuvo hasta llegar a su cuarto, donde se desplomó sobre la cama, con los pies fuera de la cama pero colgando. Sus zapatos cayeron y golpearon el suelo, se sentía liberado sin el calzado. Se movió hacia un lado y se concentró en mirar el libro que hasta entonces había tenido bien agarrado. Lo abrió en la segunda página, ahí donde antes no había nada, ahora reposaba decorativamente una hermosa firma. Realmente prolija, centrada y delineada. Y su mente inevitablemente desembocó en pensamientos que solo tenían que ver con el autor de esa firma. Sasuke Uchiha, un joven de 26 años, que se había impulsado a la fama dos años atrás con la publicación de un thriller psicológico, con tintes trágicos, suspenso como nunca había leído y una hermosa y atrayente forma de describir el mundo ficticio, pero que lo hacía parecía real. Desde entonces, con su primer éxito, le siguieron dos publicaciones más. Una novela policial aterradora, sangrienta y con un final que quitaba el aliento y su último libro, una prometedora y ya best seller entre los jóvenes adultos, historia de amor, pero que no era simplemente eso, sino que una red de diferentes sucesos la convertían en algo fuera de lo común.


Sasuke Uchiha. Casi podría decir que se había enamorado a primera vista del joven escritor, pero no quería ser hipócrita y apresurado, las cosas nunca se daban de esa forma, tan fácil. Su corazón le decía que no había otra persona que lo hiciera latir como Sasuke había hecho. Era extrañamente agradable sentir el remolino y vértigo de sensaciones que el enamoramiento provocaba. Era algo precipitado, tal vez demasiado, pero no podía ni conseguía pensar en otra cosa. Era un hombre con experiencia en relaciones, pero nunca había vivido algo así, tan casual, tan espontáneo. Nunca se había sentido enamorado de esa forma y con tan solo conocerlo. ¡Si literalmente eran unos completos extraños! Por un momento le provocó risa irónica el verse así, el recordar cómo había actuado. Recién en ese momento, en la soledad de su habitación, comenzaba a sentir una oleada de cálida vergüenza por todo el cuerpo. Ni siquiera en su juventud más ignorante había encarado de esa forma a alguien. No tenía el recuerdo de haber sido tan insistente y tan cegado por alguien.


Sin poder creerlo del todo, dejó la tarjeta que Sasuke le había entregado debajo de la firma y cerró el libro, para a continuación depositarlo sobre la mesa de noche. Se levantó y entró al baño para darse una ducha relajante. Una vez listo, se vistió únicamente con un pantalón de algodón para dormir y se acostó sin poder dejar de pensar cómo y cuándo sería adecuado escribirle a Sasuke. Antes de dormirse profundamente, decidió que esperaría hasta el sábado, un día adecuado para salir a cenar, suponía que sería mejor que invitarlo a su propia casa. Mañana seria miércoles…los días le pasarían realmente lentos.


Pero a diferencia de lo que creía, el día esperado llegó más rápido de lo que se había dicho que seria. Salió de su oficina hacia su casa y al llegar se preparó un café, mientras se ponía ropa más cómoda. Antes de salir del cuarto, ya cambiado, tomó el libro y se lo llevó al comedor, donde ya tenía la infusión preparada y a una temperatura adecuada. Dándole un sorbo, abrió y retiró la tarjeta blanca y negra del interior, la giró del lado blanco y agendó en su teléfono móvil el número que la tarjea rezaba. Una vez agendado, se dispuso a redactar un pequeño pero conciso mensaje sin darle muchas vueltas a su presunta invitación. ¿Cuándo había sido la última vez que había invitado a alguien? ¿Y cuando había sido la última vez que había estado con alguien íntimamente? Recordarlo con algo de lejanía lo perturbó, durante los últimos meses se había quedado solo, no por disposición, sino por voluntad propia. Su anterior relación no había tenido un final feliz y se había propuesto tomarse un tiempo para estar solo y disfrutar de esa soledad.


En el mensaje se presentaba, lo saludaba y le preguntaba si le gustaría que lo pasara a buscar a las 19hs para cenar juntos.


En los minutos que pasaron sin respuesta, se sintió nervioso, algo que muy pocas veces experimentaba, y consumió su café de un solo tirón cuando la impaciencia lo sacudió. Diez minutos después se levantó para servirse una taza nueva de café y se dirigió a una pequeña habitación que usaba de oficina en su casa, prendió la computadora dispuesto a avanzar unos papeles y revirar unas cuentas por home banking, pero su mente y oído estaban atentos a cualquier sonido que viniera del celular que había dejado en el comedor. Había dejado el aparato a propósito fuera de su alcance para no estar pendiente y que la ansiedad le siguiera trepando por el cuerpo, pero había sido inútil. ¡Ni que fuera un adolecente inexperto! Así se sentía, como si fuera la primera vez que invitaba a alguien y que la ausencia de respuesta lo tenía desconcentrado.


El teléfono sonó. Su cuerpo dio un salto involuntario ante el sonido repentino, un poco de café se derramó sobre una pila de papeles y sobre su pierna, no se quemó porque se había quedado tan absorto en sus pensamientos que el tiempo pasó y la bebida se había enfriado. Se levantó y buscó con premura el aparato. Una pequeña luz verde notificadora titilaba en intervalos regulares, señal inconfundible de que había entrado un mensaje.


“No me hagas esperar” Fueron las únicas palabras que vio al revisar el contenido del mensaje de texto. Le dio risa. Se notaba que era alguien muy directo y que la pérdida de tiempo sería algo que le molestaba. Pero no habría impuntualidad, eso podía asegurarlo. Antes de que pudiera analizar algo más del mensaje, otro nuevo llegó. Y esta vez tan solo con una dirección. Luego nada.


Con una oleada de tranquilidad y alegría, se preparó para la cena. Quería estar listo para no llegar tarde, se arregló y decidió el lugar, un restaurante italiano. Llamó al local para solicitar una reserva en un lugar apartado y más íntimo. Para cuando las agujas de su reloj marcaron las 18:55hs Naruto tocó el portero del edificio en el número indicado de departamento y esperó. La cámara del mismo portero se encendió y al segundo se apagó dejando desconcertado al rubio, pero a los pocos minutos un Sasuke trajeado abrió la gruesa puerta de vidrio, cerrándola tras de sí. Estaba realmente apuesto, con un saco y un pantalón negro a la medida, una camisa negra pero más brillante, sin corbata y bien peinado. Se quedó de pie con las manos en los bolsillos, apoyado sobre su pierna derecha.


-¿Vamos? –Cuestionó impaciente, habiendo percibido como el mayor se había quedado viéndolo atentamente. Por extraño que le pareciera, eso no le molestaba, al contrario, se sentía agradable ser observado de aquella forma, admirado. Generalmente le mosqueaba que la gente le prestara tanta atención, pero ese no era el caso, solo que un pequeño hilo de vergüenza lo estaba poniendo inquieto. Ni siquiera podía creer que había aceptado la invitación de ese tipo rubio. Éste reaccionó y se sintió apenado por cómo se había quedado en silencio viéndolo. Se disculpó y con una sonrisa asintió para luego guiarlo hacia el auto que estaba estacionado a unos pocos metros. Ambos subieron y Naruto manejó hasta el restaurante.


Estaban en silencio cuando Naruto se detuvo frente al lugar, era lujoso y con un muy buen servicio, además de que la comida era exquisita. Sasuke miró el lugar y luego se giró hacia el rubio con las cejas fruncidas y los labios apretados.


-No. Aquí no. –Dijo claro y duramente. Volteándose una vez más para ver el lugar y sus luces tenues. Naruto lo miró sin comprender, el lugar era uno de los mejores, y la reserva ya estaba hecha.


-Ya he reservado una mesa.


-Pues no me importa. –Y sus miradas se encontraron. Los ojos negros eran exigentes y no dudaban. –Vamos a otro lado. –Naruto soltó un suspiro, más por sentir que había estropeado todo que por molestia.  


-Muy bien, ¿dónde quieres ir? –Preguntó llamando para cancelar la reservación. Muy rara vez iba a ese lugar, pero le agradaba y no deseaba quedar mal y que luego no le permitieran hacer reservas.


-Comida china. –Y sin más, miró al frente cruzando los brazos.


-Comida china será entonces. –Canturreó, no le desagradaba la idea. Hacía tiempo que no probaba algún plato originario de ese país. –Ya se donde ir. –Y arrancó el vehículo. El lugar no estaba lejos, por lo tanto no demoraron más de diez minutos en llegar. -¿Aquí te parece bien? –Preguntó deseando con fuerza que el lugar le gustara al menor. No quería meter la pata nuevamente.


-Me agrada. –No esperó a que Naruto dijera nada, se bajó del auto ni bien el rubio lo aparcó. Y entró al lugar eligiendo una mesa para dos que estaba en el extremo izquierdo, lejos de todos y bajo una luz clara pero suave. Naruto lo alcanzó cuando éste ya estaba sentado. Alzó las cejas y se acercó para sentarse. Pidieron un vino dulce y ordenaron sus respetivos platos. –Perdón por lo de antes. –No quería ser descortés, si bien no era muy bueno siendo sociable y amigable, no quería ser atrevido ni maleducado. Había dudado en disculparse, no era algo que hiciera a menudo, pero ver que el rubio había dejado de sonreír un poco le había provocado una sensación de malestar. Algo ridículo y que no comprendía, pero preferida soltar la disculpa y no seguir pensando en aquello.   


-No necesitas disculparte. Tomé la decisión por mí mismo, sin consultarte. –Dijo agarrando la copa y probando el tinto. –Seguro hay una razón para que no quieras ir y lo respeto. Apropósito, gracias por aceptar cenar conmigo. Debo decir que admiro un montón tus libros y deseo leer muchos más. –Elogió dándole una bella sonrisa. Sasuke solo movió la cabeza hacia un lado. Era agradable escuchar esas palabras, aunque no quisiera aceptarlo.


-Ya tengo armado lo que será mi siguiente novela. Me llevará entre ocho y once meses acabarlo, y seguramente se tome dos meses más en hacer los arreglaos para la publicación. No solo es importante lo que se escribe, sino también como y cuando presentarlo al mercado. –Naruto lo escuchaba con atención, mirando sus labios, oyendo su voz, sintiendo una vibración en su interior. Y conforme la noche continuaba su ciclo, la cena llegaba a su fin entre charlas de diferentes tipos, preguntas discretas sobre la vida privada de ambos, aunque Sasuke no indagaba mucho, el rubio le devolvía la información que él le preguntaba al menor. Agradablemente en una de las anécdotas que el rubio le contó a Sasuke, el de cabellos negros sonrió de tal forma que le quitó el aliento al mayor y supo que no deseaba nada más que estar así con el joven para siempre, conocerlo, saber sus gustos, acompañarlo a donde fuera, compartir experiencias, lo que fuera pero con él y nadie más.


Siendo del lugar, caminaron a la par, casi rozando sus hombros hasta donde se encontraba el auto. Al llegar distraídamente Naruto le abrió la puerta pero Sasuke se movió y cogió algo del parabrisas, metiéndose rápidamente en el auto y cerrando la puerta, dejando a Naruto con la mano en el aire. Extrañado ante la actitud del menor, rodeó el auto y subió. Ya sentado notó que Sasuke tenía entre sus manos una carta, ya abierta, la cual al terminar de leerla, la apretó con fuerza, estrujándola al punto de romperla. Lo mismo hizo con el sobre, al cual además cortó por la mitad, y luego otra vez por la mitad.


-¿Sucede algo? –Preguntó completamente desconcertado y preocupado, el rostro de Sasuke estaba completamente serio, con una chispa de ira en los ojos.    


-Salgamos de aquí…sácame de este lugar. –Dijo estrepitosamente, preocupando aún más al rubio, pero ante la apremiante mirada del otro, arrancó el auto e inconscientemente lo hizo velozmente, pues sentía que si demoraba un segundo más, algo malo pasaría. Y el rostro hermoso del menor le decía que la sensación que sentía podía llegar a ser algo cierto, algo de verdad alarmante. –Me están siguiendo. –Soltó de repente el joven escritor, en un timbre de vos seco, sin nada de vida en ella.       


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