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Cage por Dolores

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Notas del fanfic:

Inspirado en el manga Kuroshitsuji, los personajes no me pertenecen, pero lo historia es completamente mía.

Este fic contiene SebastianXCiel y algo de AgniXSoma. Así que si no les gustan esas parejas, este fic no es para ustedes.

Es mi primera vez escribiendo, así que espero que lo disfruten.

Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Espero que les guste esta historia, sólamente quiero aclarar que me basé en las leyes de UK para hacer escribir este fanfic, sin embargo, no es 100% exacto, por lo que pueden existir inconsistencias. 

 

Sin más, espero que sea de su agrado.

“¿Cómo se declara el acusado?” Sintió todas las miradas sobre él, encajándose como pequeñas esquirlas, pero no le importó, ni siquiera podía sentirlo ya, su piel era más gruesa que hace un mes.

 

“Inocente, su señoría.” Lo defendió Abberline, lo miraba con remordimiento, sabía que por dentro quería llorar. Sintió que el estómago se le revolvía. “Mi cliente no es más que un niño.” Agregó, como si el asco que sentía en ese momento no fuera suficiente y realmente lo quería obligar a vomitar. Como si el hecho de que fuera un niño cambiara su verdadera naturaleza.

 

“Si, es un niño, un niño que asesinó a tres hombres a sangre fría.” Atacó Randall, casi se había olvidado de que estaba ahí. Casi se olvidaba de que no estaba en su mansión, leyendo el periódico en su sillón favorito, en la oficina de su padre, casi lo olvidaba, si no fuera por el viejo hombre que lo apuntaba con un dedo acusador.

 

 “Deben comprender, señores y señoras del jurado, que mi cliente ha pasado por circunstancias tan adversas, que ningún otro niño hubiera podido sobrevivir a una edad tan corta.” De nuevo utilizaba su edad como escudo, como si tener trece años fuera su ticket de entrada a la simpatía del jurado. Probablemente funcionaría con los más ingenuos, pero ni siquiera él se sentía lástima. No quería sentir lástima por sí mismo.

 

“Eso no lo exime de sus malas acciones, abogado.” Atacó Randall, dejando caer un engrasado revolver calibre 22, dentro de una bolsa de plástico, sobre el escritorio. “La evidencia número uno, su señoría, el arma homicida con las huellas del acusado.” Una serie de murmuros resonaron en la sala donde se llevaba a cabo el juicio, obligando al juez a golpear su mallete contra la madera.

 

Ciel Phantomhive fue obligado a salir de su trance bruscamente gracias al estruendo que inundaba la sala. Sintió que sus alrededores daban vueltas, todo giraba tan rápido, que la realidad le parecía una película, de la cual él era un espectador, atrapado dentro de una prisión de carne y hueso, a través de la cuál observaba todo la que sucedía, en silencio, sin poder hacer nada al respecto. Randall lo observaba orgulloso, su boca se hacía agua al saborear el placer que le causaría meter su trasero en prisión. Abberline, por otro lado, con el ceño fruncido como siempre, preocupado por él, por lo que le podría pasar, le causaba arcadas. No le temía a la prisión, mucho menos se sentía arrepentido por lo que había hecho. Tal vez, sintió lástima por Elizabeth, su prima un par de años mayor que él, quien tendría que encargarse del negocio por sí sola, y arreglar el desorden que él mismo había provocado, pero confió en que ella era la mujer más fuerte que jamás había conocido, por lo que ese pensamiento pasó a un segundo plano de importancia. De nuevo se sintió paralizado, como si soñara despierto. ¿Era el miedo a la vida dentro de la prisión, o a la vida fuera de ella? El mazo del juez resonó como trueno en su cabeza una vez más y Abberline le explicó como la sentencia a cumplir en prisión había resultado más extensa de lo esperado, pero que eventualmente las cosas se arreglarían, como lo sentía por él y por sus padres, pero a Ciel no le podía importar menos su lástima. El hombre lo atrajo hacia sí, estrujándolo entre sus brazos, el niño no puso mucha resistencia, más no correspondió el gesto. No lo podía culpar, había sido descuidado e impulsivo, tal vez el hecho de tener trece años si había nublado su juicio, Abberline no tenía la culpa de que corría el riesgo de ir veintidós años a prisión, pero la verdad es que no le quedaba mucha vida fuera de ella tampoco. 

 

Subió a un autobús que lo llevó a un puerto, donde subió a un bote que lo llevó a una isla a las afueras de Londres. Abberline lo acompañó en todo momento, preocupándose por ambos, mientras Ciel guardaba silencio por los dos.

 

 “¿Estas consciente de que no podrás acceder a la fortuna de tus padres hasta que seas mayor de edad?” Le tomó por un hombro, obligándolo a verle sin ser brusco.

 

“Estoy consciente.” Murmuró. “Pero sé que Elizabeth se encargará de todo, es una chica lista”. Sonrió con suficiencia.

 

Abberline lo imitó, sonriendo por primera vez en aquel día. “Típico de los Phantomhive. Mientras tanto, no hagas que te asesinen en la prisión, por favor. Puede que para ti sea solo tu abogado, Ciel, pero yo apreciaba mucho a tus padres y…”

 

“No hables de ellos.” Exclamó, tratando de que su voz no sonara tan herida como realmente lo estaba. Abberline le observó con pena, pareciera que eso era lo único que sabía hacer y guardó silencio el resto del viaje.

 

Al llegar a su destino, lo despojaron de sus pertenencias. Tuvo que colocar en una caja su teléfono, y todo lo que tenía en sus bolsillos: su cartera, con un par de euros y la fotografía de él y sus padres jugando en el jardín, la envoltura de uno de los caramelos Phantom, así como el anillo de su padre, que siempre llevaba en el dedo pulgar. Un guardia de seguridad se acercó a él y lo inspeccionó, para asegurarse de que no llevaba nada escondido consigo.

 

“Voy a catearte.” Anunció con voz monótona el hombre, ajustándose las gafas sobre el puente de la nariz. Ciel sintió la necesidad de apartarlo con un golpe, pero no quería empezar con el pie izquierdo. “Está limpio.” Dijo muy cerca de su oído, después de haberlo tocado por lo que él consideró demasiado tiempo y para entonces Ciel ardía en furia.

 

Se dio la vuelta, entre avergonzado y enfurecido, y leyó la placa que colgaba en la camisa del policía, “Claude F.” pensó aquel nombre en su mente con amargura, y ya empezaba a planear lo que le haría una vez que saliera de ahí. Otro guardia le entregó su uniforme, era naranja y de poliéster, y muy grande para él, no es que tuvieran talla tamaño infantil en una prisión como aquella. El oficial Claude le puso un par de esposas alrededor de las muñecas, Ciel pudo ver algo de satisfacción debajo de la máscara de imperturbabilidad que usaba sobre sus verdaderas intenciones.

 

“Te guiaré hasta tu celda.” Le indicó el hombre de lentes, tomándolo por un brazo. Era una habitación de tamaño considerable, no era a lo que estaba acostumbrado, pero era seguro que estaba más limpia que cualquier otra celda de aquel lugar. Gracias a los contactos de sus padres, había podido arreglar que su estancia en la prisión fuera un poco más llevadera. Sin embargo, le sorprendió encontrar una litera para dos personas, recargada sobre el muro de color blanco de la celda.

 

“¿Compartiré la celda? No recuerdo haber acordado eso.” Inquirió con una ceja alzada.

 

“No eres el único con influencias importantes en esta prisión, Phantomhive. Pero no te preocupes, nos aseguramos de asignarte un compañero que no signifique un riesgo para ti” Lo tranquilizó el hombre alto y de ojos color miel, mientras le quitaba las esposas.

 

Instintivamente se sobó las muñecas, a pesar de que las esposas le quedaban lo suficientemente holgadas como para habérselas sacado si así lo quería. El guardia sacó una argolla de su bolsillo, de la cual colgaban muchas llaves, las inspeccionó rápidamente y eligió la que abría la puerta de su celda. El menor sintió un vuelco en el estómago al saber que pasaría un buen tiempo encerrado entre esas cuatro paredes con alguien a quien no conocía, pero no mostraría inseguridad en ese momento, por lo que se aventuró a entrar y automáticamente se sentó en la cama de abajo.

 

“Escucha, Phantomhive” Le llamó el guardia, quien se encontraba de pie entre la puerta y la celda. “Todos aquí saben quiénes eran tus padres y eso puede significar para ti tanto una ventaja como una desventaja. No te dejes engañar por la idea de que por ser un Phantomhive no se atreverán a ponerte un dedo encima, porque créeme, lo harán. Así que te recomiendo que tengas a los buenos de tu lado.” Dijo guiñándole un ojo.

 

Ciel sintió por décima vez repulsión por aquel hombre, pero debía admitir que no estaba equivocado. Si quería sobrevivir durante el tiempo que fuese a estar encerrado, necesitaría volver a crear conexiones. “Entendido oficial.” Contestó, tragándose su orgullo en seco, respuesta que dejó satisfecho al guardia. El hombre salió de la celda e introdujo las llaves en la ranura.

 

“¡Espera un segundo, Claude!” Exclamó un joven de tez morena, aproximándose a la celda. “¡Volví!”

 

“Soy oficial, para ti.” Dijo sin expresión, abriéndola de nuevo.

 

Ciel observó al muchacho cuidadosamente, mientras Claude los encerraba a ambos entre aquellas cuatro paredes blancas. De tez morena, no más de diecisiete años y con un acento muy característico, probablemente de la India.

 

“Soy Ciel Phantomhive.” Se presentó, por la costumbre de la cortesía, extendiéndole una mano.

 

El mayor de los dos le observó, divertido, y para sorpresa de Ciel, lo estrujó con fuerza en un abrazo. “¡Sé quién eres, Ciel! ¡Estoy muy feliz de tener un compañero al fin!” Exclamó radiante. “Yo soy Soma Asman Kadar, pero me puedes decir solo Soma”.

 

El menor se resistió al agarre, sorprendido por lo emotivo de su compañero y porque no esperaba encontrarse con ese tipo de personalidades en una prisión. “¡Suficiente!” Lo empujó, exasperado. “No nos conocemos, no te puedes tomar esas libertades conmigo.” Exclamó, desarrugándose el uniforme.

 

Al mayor no pareció molestarle la actitud mezquina de Ciel, pues se limitó a sonreírle. “Ciel, no puedes comportarte así en este lugar” Dijo en un tono más serio. “Tendré que enseñarte cómo es la vida aquí, si quieres sobrevivir”.

 

El menor chasqueó la lengua, más molesto por el hecho de ser probado equivocado una vez más que por la escandalosa actitud de su nuevo compañero. En el fondo, agradecía haber sido asignado a Soma en vez de a un maniático de los tantos encerrados en aquel lugar, al menos podría dormir tranquilo durante las noches, sin embargo, aún tenía un largo camino por delante para aprender a sobrevivir en esa jaula.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Aún no sé en cuántas partes dividiré este fic, pero espero sus comentarios y sus sugerencias. ¡Muchas gracias por leer!


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