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Cage por Dolores

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Notas del capitulo:

¡Muchas gracias a las personas que leyeron el primer capítulo, así como a los que me dejaron un review!

Lamento que el primer capítulo halla sido tan inespecífico, pero era una especie de introducción a la historia y más adelante se va a aclarar todo.

Respecto a los personajes, Ciel y Sebastian son los principales, pero Sebastian irá tomando protagonismo poco a poco conforme avance la historia.

Sin más, espero que lo disfruten.

“Entonces ¿puedo ir y venir de la celda cuando me plazca?” Encarnó una ceja a su compañero a pesar de que no podía verlo, pues leía una historieta en la cama de arriba.


 


“Así es, solamente debes hablar con Claude y él abrirá la puerta para ti.” Dijo dándole vuelta a la página que leía con un dedo previamente humedecido con saliva. “Aunque a alguien tan pequeño como tú no le convendría salir tan seguido de aquí.”


 


“¡Silencio!” Respondió molesto, dándole una patada al colchón del mayor.


 


“¿Se supone que eso fue una patada?” Se burló el mayor. “Pero es en serio, Ciel. No sería bueno que alguien te llegara a atrapar fuera de tu celda.” Insistió con seriedad, asomándose debajo de su cama.


 


Ciel se encontraba recostado, quieto y con los dedos entrelazados sobre su vientre, dándole un aspecto de solemnidad y meditación, que Soma encontraba adorable para una persona tan pequeña.  Observaba pensativo la base de la cama sobre su cabeza, como si ahí fuera a encontrar las respuestas a sus preguntas. En realidad, es que en su mente planeaba el movimiento siguiente en ese juego de ajedrez que se había convertido su vida. Sabía que no estaría mucho tiempo ahí, y con la ayuda de sus contactos fuera de la prisión, podría sobrevivir dignamente en aquel basurero, sin embargo, no duraría mucho, pues su fuente de ingresos consistía básicamente de lo que la familia de Elizabeth le pudiera proporcionar, familia por la cual no era muy estimado más que por su prima, por lo que era cuestión de tiempo antes de que decidieran cortar sus recursos y lo abandonaran a su suerte ahí. Por consiguiente, tenía que arreglar su liberación lo más pronto posible.


 


“¿Sabes, Ciel?” Volvió a llamarlo, preocupado por el bienestar de un niño que acababa de conocer hace un día. “Tal vez sería bueno si consiguieras una mamá gallina.


 


“¿Una qué?” Captó su atención, observando cómo el cabello largo del hindú colgaba debido a la gravedad, mientras este lo observaba desde la cama de arriba.


 


“Ya sabes, alguien que te proteja dentro de la prisión.” Dijo encogiéndose de hombros, y regresando a la tarea de leer su historieta.


 


Una idea brotó en la tierra fértil de su mente. Si se hacía de un incauto para protegerlo, podría sobrevivir el tiempo necesario hasta que Elizabeth lograra sacarlo de ahí. Le podía prometer dinero, drogas o ayuda legal, aunque estaba seguro de poder convencer a cualquier idiota por una cajetilla de cigarrillos. Después de todo, nadie sabía la situación de sus finanzas, y tenía que hacer un par de amigos ahí dentro, aunque fuera difícil, pues su padre con seguridad había encerrado a la mitad de los hombres en esa prisión. Sus labios se convirtieron en una pequeña sonrisa torcida, excitado por la emoción del juego, parte de la naturaleza de los Phantomhive, la misma que los había llevado hasta ese punto.


 


El sonido de una porra contra los barrotes de la celda los alertó a ambos. “Es hora de cenar.” Les indicó Claude, buscando las llaves en su bolsillo y abriendo la puerta.


 


“Vamos, es hora de que conozcas al resto.” Saltó desde la litera de arriba el mayor, invitando a su nuevo compañero a seguirlo.


 


“¿Cenaremos con el resto de la prisión?” Preguntó tratando de no sonar intimidado, disfrazando su preocupación con altanería.


 


“No te preocupes, Claude y Agni nos protegerán.” Le animó el mayor.


 


La celda de Soma y Ciel se encontraba apartada del resto, era más amplia y más limpia, además de que contaba con la vigilancia de guardias, quienes les hacían una visita cada dos horas. Caminaron por una serie de pasillos, guiados por Claude, detrás caminaba Soma y siguiendo a ambos iba Ciel, expectante de lo que podría ocurrir y con sus sentidos alerta. Atravesaron una puerta y llegaron al comedor, donde una docena de hombres en uniformes naranjas hacían fila para recibir su cena. A Ciel le recordó a la cafetería del colegio al que asistía en Londres, solamente que con hombres tatuados en vez de niños con acné. Todas las miradas se giraron hacia ellos en cuanto entraron al lugar. Sin duda muchos de los presentes pagarían cualquier cosa con tal de obtener un pedazo de él. Instintivamente tragó en seco cuando pudo reconocer algunos de los rostros que lo observaban con ojos inyectados en furia, probablemente la mitad de aquellos hombres estaban ahí cumpliendo sus condenas gracias a su padre.


 


El guardia de seguridad golpeó su porra contra una de las mesas del comedor “No hay nada que ver aquí, sigan con sus cosas.” Les indicó, acompañando a Ciel y a Soma hasta su mesa. Otro hombre los esperaba ahí, alto y de complexión atlética, de tez dorada como la de Soma y cabello albino, parecía muy concentrado en su meditación. Tenía los ojos cerrados y un semblante apacible, recitando una especie de oración en un idioma que Ciel no entendía. Cuando se percató de la presencia de los demás, se puso de pie y sonrió.


 


“Amo, siento haber empezado sin usted” Dijo tomando la mano de Soma entre las suyas. “Se me informó que por hoy cenaría en su celda.”


 


“Ese era el plan, pero quería presentarte a mi nuevo amigo.” Anunció un muy sonriente Soma, tomando por los hombros a Ciel. “Ciel, este es Agni.”


 


El hombre alto y moreno observó a Ciel, quien desorientado observaba la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. “¿Qué clase de lugar es este?” Se preguntaba a sí mismo. “¿Justo ahora acaba de llamarlo amo?” De nuevo sentía que disociaba de la realidad, y ya no estaba tan seguro de estar en una prisión en medio del mar, tal vez estaba en su cama, durmiendo y teniendo un sueño muy extraño y perturbador.


 


“Gusto en conocerlo, joven Ciel. Mi amo ha estado muy ansioso por recibirlo durante toda la semana.” Se presentó cortésmente el mayor, apretando la pequeña mano derecha de Ciel entre la suya. Ciel no dijo nada, simplemente asintió y se sentó junto a sus nuevos compañeros en la mesa.


 


“¿Qué te apetece comer, Ciel?” Lo sacó de su ensimismamiento el hindú.


 


“No tengo hambre realmente” Mintió, pero no le apetecía comida de prisión en ese momento, además, aún tenía que digerir lo que estaba sucediendo en aquel lugar.


 


“No te preocupes, Agni nos conseguirá algo de comer.” Trato de animarlo, pasando su brazo izquierdo sobre sus hombros, en un gesto amistoso. Al escuchar esto, el mayor se puso de pie y se alejó para conseguir la cena para los tres. Ciel observaba asombrado la escena, no era algo que esperaría ver en una prisión.


 


“Y bien ¿qué te parece mi mamá gallina?” Le cuestionó por lo bajo su compañero de celda, acercándolo hacia él en un ademán de confidencialidad, con una gran sonrisa en el rostro.


 


“¿Él es tu mamá gallina?” Exclamó asombrado, observando con el rabillo del ojo al alto hombre quién conversaba con el sujeto que les servía la comida.


 


“Así es.” Su ego no parecía caber dentro de su cuerpo. “Es súper cool ¿no?”


 


“¿Cómo lo conseguiste? ¡Debiste haberle pagado una fortuna para que no te rompiera el cuello después de haberte conocido durante una hora!”


 


“¡Eso fue cruel! Además, él y yo somos los únicos hindús por aquí, fue una especie de click inmediato. En cuanto al dinero, solamente fue necesario principio, cuando aún no nos conocíamos tan bien.”


 


El menor alzó una ceja. “¿Cómo que solamente al principio?” Mencionó confundido.


 


“Solo lo entenderías si lo vivieras.” Dijo encogiéndose de hombros. “Por cierto, deberías considerar lo que te dije.”


 


“¿Conseguirme un sirviente como tú? ¿No es suficiente con la protección del idiota de Claude?”


 


“Sin duda Claude no permitiría que algo nos sucediera bajo su cuidado, pero él no siempre va a estar aquí, Ciel. Además, no seríamos los primeros en morir bajo el cuidado de un guardia de seguridad.” Murmuró con una seriedad poco común en él. El menor sintió un nudo en su estómago ante las palabras de su compañero.


 


“Recuerda que no se puede confiar en nadie aquí, ni siquiera en los policías.” Ciel podía sentir la paranoia acrecentarse dentro de su pecho y recorriéndolo a través de las venas.


 


“Por eso, echa un buen vistazo y piensa en quién sería un buen partido.” Trató de animarlo, dándole un par de palmaditas en la espalda.


 


“Espero que le gusten los macarrones con queso, joven Ciel.” Agni acercó una charola de color beige frente a él, tenía chícharos, puré de patatas y macarrones.


 


Mojó sus labios con un poco de saliva y se mordió un poco el inferior, mientras llevaba un poco de comida a su boca, observaba discretamente a sus alrededores. No formaba parte de sus aspiraciones hacer contacto visual con ninguno de los sujetos que se encontraban ahí, al menos no por ese día.


 


Sus ojos de color azul se detuvieron frente a un hombre de cabello rubio que masticaba un cigarrillo apagado entre sus labios y se reía con otros prisioneros. Soma pareció darse cuenta, porque se inclinó un poco y le susurró: “Él es Bard, es americano y veterano de guerra, dicen que terminó aquí por tratar de traficar armas y explosivos dentro de Londres, si tuviéramos un rifle probablemente sería útil, pero para combatir cuerpo a cuerpo, probablemente no te serviría.” El menor asintió en silencio, enfocando su mirada ahora en un sujeto de aspecto serio y gafas rectangulares.


 


“Ni lo pienses, William está aquí por fraude fiscal, no te molestaría, pero seguramente tampoco salvaría tu pellejo en las duchas. Y Grell es un loco, de preferencia no te le acerques.” Agregó al verlo curiosear al hombre de cabello largo y rojo.


 


Sus ojos se esforzaron por ver hacia la última mesa del comedor, donde un sujeto bebía algo mientras leía un libro, completamente solo. Su piel era pálida y su cabello, algo largo y negro, caía sobre su rostro. Acomodó uno de los mechones detrás de su oreja, en un movimiento elegante que no creyó que un criminal podría tener. Y levantó la mirada de su libro, fue entonces cuando pudo ver algo que le pareció imposible, un par de ojos color borgoña, que habían hecho conexión con los suyos. Pudo sentir un incómodo calor sobre sus mejillas y escuchó latirle el corazón en los oídos. De inmediato apartó la mirada, no admitiría que le asustaba lo que sucedería si lo miraba un segundo más.


 


“Ni se te ocurra, Ciel.” Exclamó en voz baja Soma, tomándolo del brazo. “¿A caso no sabes quién es él? No te le acerques, me aterra.” Dijo con auténtico pavor, a lo que Agni respondió tomándolo de la mano.


 


“Todo estará bien, amo. Yo lo protejo.” Trató de calmarlo el hombre.


 


Ciel no sabía quién era ese sujeto, pero por la impresión que había causado en Soma, podría resultar una excelente pieza para su juego de ajedrez. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, en su mente, los engranes comenzaban a girar y los hilos a moverse. Sin duda aquel era un sujeto intimidante, a pesar de que no era el más grande en aquella jaula de lobos, debía averiguar qué tan letal era su mordida.


 


Soma y Agni terminaron su cena tranquilamente, el primero no volvió a tocar el tema el resto de la noche. Por su parte, Ciel no se podía quitar la sensación de que estaba siendo observado. Un guardia les anunció que la cena había acabado y que era hora de irse a dormir. Todos obedecieron y se levantaron de su lugar al unísono, Agni y Claude los acompañaron de regreso hasta su celda, y este último vigiló al mayor de los hindús de regreso a la suya.


 


“No te acerques a él Ciel, no es una buena persona.” Le advirtió espontáneamente su compañero, cuando ya se habían acostado y habían apagado las luces.


 


El aludido aún reflexionaba sobre lo sucedido aquella tarde, había aprendido un poco sobre cómo funcionaban las cosas en la prisión y lo había encontrado inusualmente sorprendente, algo que resultaba difícil, pues a su tierna edad ya había visto casi de todo. Como el niño que realmente era y pretendía no ser, sintió que sus párpados se volvían cada vez más pesados, había sido un día largo. Las palabras de su compañero fueron lo último que su mente pensó. Ciel se preguntó si él lo era.

Notas finales:

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