Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Te Odio por Yugui

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 4: “La Verdad”

 

Luego de unas dos horas el conde se levantó del suelo, su mirada seguía perdida; y su respiración decaía. Cada vez que inhalaba se marcaban los huesos de su espalda, y un dolor profundo inundaba su pecho.

Tambaleándose, llegó hasta la pared, donde se recostó para poder mantenerse en pie.

Con el poco aliento que tenía lo llamaba…

-Se… Sebas…. (Tomaba rápidas bocanadas de aire, pero aún así no lograba pronunciar bien una palabra) sebas…..tian-

Poco a poco sus piernas temblorosas perdían aún más sus fuerzas y ya no podía mantenerse en pie. Entonces dejó que su espalda resbalara por el muro, cayendo lentamente sentado.

Su respiración se aceleraba aún más, podía escucharse el mismo, como si el poco aire que conseguía, retumbara por todo su cuerpo.

Quería continuar llamándolo, pero las palabras no salían de su boca, sus labios se movían, pero no lograba emitir sonido alguno.

Colocó sus manos a ambos costados de su cuerpo mientras se retorcía de dolor, cerró sus ojos por un segundo y al abrirlos su mayordomo estaba allí. Su cara mostraba su gran preocupación.

Ciel ya no podía consigo mismo, pero vio los brazos de Sebastian extendiéndose hacia él. Sintió como esas enormes manos frías recorrían su cuerpo y lo levantaban, sintió como ambos cuerpos se rozaban en una especie de abrazo, y logró divisar el rostro de su mayordomo desde cerca, entonces se desmayó.

 

*Más tarde*

 Un medico se retiraba de la habitación. Y Sebastian le indicaba como dirigirse  la salida. Ciel estaba muy débil.

Al poco tiempo el mayordomo entró en los aposentos del conde, con su paso elegante como todos los días se acercó a su amo, y colocó una rodilla en el suelo, mientras Ciel se retocía en su cama.

Ya estaba mejor, pero había tenido un ataque de asma a causa del frío que sufrió. La fiebre aún no cesaba del todo, peor su ánimo y temperamento habían regresado.

-Mi joven amo, ¿por qué hace algo como esto? Usted sabe que es de salud débil-

Ciel estaba todo mojado, no podía dejar de moverse, tenía el cuerpo completamente acalorado.

-No hables como si te importara demonio, si yo muero en este momento, por culpa propiamente mía, mi alma será tuya mucho antes. Estarás satisfecho.-

Sebastian sin responder se acercó hacia él y con delicados movimientos quitó sus sabanas, dejando al descubierto el frágil cuerpo de aquel joven.

-Debe quedarse quieto mientras limpio su cuerpo y le pongo otro cambio de ropa-

El conde se exaltó -¡No quiero que me toques!- abrió aquellos bellos ojos azules de manera imponente.

-Lo lamento pero es lo que me ordenó el médico, su salud es lo primordial, luego puede reprenderme-

Sebastian colocó sus manos sobre el pecho del joven, intentando desabotonar la camisa que traía puesta, y no pudo evitar rozar partes sensibles de su amo. Quien aún más furioso volvió a apartarlo golpeando sus manos.

-Estoy cansado Sebastian, tengo miedo, pero más que nada estoy enojado. Eres la criatura más horrible que he conocido. Terminemos con esto.-

Los ojos del mayordomo infernal se volvieron de un color indescriptible no podía entender que estaba sucediendo. - ¿Qué pasa con todo este berrinche justo ahora?-

Ciel se sentó lentamente con la mirada baja, luego se levantó con las pocas fuerzas que tenía, y sacó el sobre que había recibido de un cajón. Lo abrió lentamente, durante varios segundos lo tuvo con la mano temblorosa. Luego reaccionó y se lo lanzó a Sebastian.

“Esto es de uno de ellos, uno de esos hombres que estaban allí, es de UNO DE ELLOS, ¡LOS QUE ME TENÍAN ENCERRADO, ES DE UNO DE ESOS HOMBRES QUE SE APROVECHARON DE MÍ! ¡¿CÓMO ES QUE SIGUE VIVO?! ¡SI YO TE MANDÉ QUE LOS MATARAS A TODOS!“

Sebastian abrió sus ojos por la impresión, luego de un segundo tomo aire, y con su habitual sonrisa e ironía le respondió: “En aquel momento usted me había ordenado que matara a todos los que se encontraran en ese lugar, resulta que esa persona no estaba allí, había salido momentos antes, Yo solo me limité a cumplir sus ordenes” Una leve sonrisa se esbozó en él.

Ciel ya no podía aguantarlo más, era la peor humillación que podía haber recibido.

-De acuerdo, te delego de tus deberes, desde hoy no eres más mi mayordomo, pero no te preocupes, cuando muera puedes reclamar mi alma de igual modo. Ahora fuera de mi vista. Después de todo hay otra persona parecida a mí por allí. Haz lo que quieras de ahora en más. Es una orden.- Ciel había sentenciado.

Sebastian no salía de su asombro – Disculpe, ¿Cómo?-

Ciel volvió a su cama muy sereno se sentó y luego de taparse le contestó- ¿Por qué sigues aquí? Vete. Estúpido perro.

Notas finales:

¿Serán capaces de dejar su necedad y orgullo de lado para aceptar lo que sienten?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).