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Burning Slow por Naga

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1

En BTS había muchos secretos.

Siete chicos viviendo bajo el mismo techo durante más de seis años daba tiempo y lugar más que de sobra para que todos supieran TODO de todos.

Pero... ¿Realmente lo sabían todo?

 

En BTS había muchos secretos.

Había secretos grandes y secretos pequeños. Secretos a voces y secretos susurrados a media noche. Secretos que eran libres de rebelar y secretos que debían mantener siempre en la intimidad.

En BTS había secretos sucios y feos.

Secretos que de ser sabidos los llevarían directamente a la ruina. Secretos que habían estado a punto de separarlos para siempre en más de una ocasión.

En BTS había secretos que debían guardarse los unos de los otros. Cosas que debían ocultar para protegerse, para no herir a los demás.

 

NamJoon no era el más mayor, pero era el líder, y como líder debía ser serio y responsable.

A veces era torpe y descuidado, rompía todo lo que tocaba, se sumergía en su propio mundo interior y se olvidaba de todo lo que le rodeaba. Le faltaba paciencia y tenía la mala costumbre de quejarse demasiado. NamJoon sabía que tenía muchos defectos, pero lo compensaba con trabajo duro y una dedicación absoluta para el grupo, para los miembros, para BTS.

NamJoon no era el más mayor, no era el más empático, no era el más cariñoso, ni tampoco era el que mejor escuchaba, pero era el líder, y como líder, tenía la obligación, el deber, de protegerlos.

 

NamJoon nunca imaginó que ser líder sería un trabajo tan duro.

Como miembro de BTS, NamJoon tenía que rapear y bailar. Sus obligaciones se limitaban a mantenerse sano, fuerte, y guapo. Debía cuidar su alimentación para no engordar, debía usar tratamientos de belleza para que su piel estuviera limpia de granos y su pelo no se estropeara por el exceso de tintes. Debía mantener su calidad vocal a plena potencia, no dormirse en los laureles pensando que ya era lo bastante bueno, y practicar, practicar y practicar hasta que los pies le sangraran para poder estar a la altura en las coreografías.

Como uno de los productores y compositores de BTS, NamJoon debía estar en constante desarrollo. Tenía que ser como una esponja, absorber toda la información que pudiera y empaparse de todo lo que la vida le regalaba. Cualquier cosa podría servir de inspiración. Todas las personas que conocía tenían algo que aportarle, NamJoon debía aprender de todo para evolucionar como artista.

Como líder, NamJoon había experimentado algunas de las situaciones más difíciles de su vida.

Su labor se enfocaba en mantener al grupo unido. Él debía ser quien mediara en las disputas. Debía arreglar problemas internos. Tenía que mantenerse al día con los intereses individuales. Necesitaba asegurarse de que todos estuvieran sanos y contentos. Y si tenían alguna dificultad o preocupación, tenía que ser el primero en enterarse para poder solucionarlo cuanto antes.

NamJoon tenía que hacer malabares con sus horarios para poder llevar todas sus tareas a cabo, y hacer frente a los imprevistos. Debía quitarse horas de sueño y perderse prácticas para poder lidiar con todos sus deberes. Al final del día, NamJoon era el que debía cuidar de todos, pero el único que no cuidaba de sí mismo.

Odiaba ser el portador de malas noticias. Odiaba llegar al dormitorio y reunir a los muchachos para decirles que estaban teniendo malas ventas, que había un rumor dañino en las redes, o que un comentario desafortunado en una entrevista estaba perjudicándolos. Era horrible ver sus caras tristes y preocupadas por temas que se salían de su control y que no era culpa de ellos.

Pero, sin duda, la peor parte de ser líder, era tener que ocultarles cosas que, por su propio bien, nunca debían saber.

 

En BTS había muchos secretos.

Secretos que podrían destrozar su imagen. Secretos que podrían romper los fuertes vínculos que los unían. Secretos que podrían minar su moral, secretos que podían hundirlos, secretos que destruirían su espíritu.

En BTS había horribles secretos, y como líder, NamJoon tenía la responsabilidad de ocultarlos de cada uno de ellos para siempre.

 

Nunca podría decirle a HoSeok que la empresa había estado a punto de reemplazarlo por un rapero con más experiencia. SeokJin no podía saber que el equipo ejecutivo había tenido una reunión para discutir la posibilidad de echarlo del grupo si no mejoraba en sus habilidades de baile y canto, por no ser más que una cara bonita que no servía para nada. No podía dejar que YoonGi supiera que Bang-PD había hablado con él porque había querido parar las actividades del grupo para tratar sus problemas de depresión. No quería que TaeHyung supiera que había presenciado cómo dos productores de la empresa habían tirado a la basura una de sus composiciones y la habían tachado de infantil y estúpida. Ni permitiría que llegara a los oídos de JungKook que el equipo de accionistas de BigHit había querido que se hiciera una rinoplastia para mejorar su nariz cuando aún era menor de edad. Y mucho menos dejaría que JiMin escuchara los rumores que había en la empresa poniendo en duda su sexualidad con los problemas de inseguridad que el vocalista siempre había tenido.

 

Por supuesto, NamJoon luchó por cada uno de ellos, no sólo impidiendo que se enteraran de esos horribles secretos que pondrían en riesgo su seguridad y autoestima, si no asegurándose que los altos cargos de la empresa no pudieran hacer nada que pudiera perjudicar a sus chicos.

Se negó en rotundo a que internaran a YoonGi en un centro de salud mental. Defendió las indispensables posiciones de SeokJin y HoSeok a capa y espada. Cortó de inmediato la conversación cuando se les ocurrió la idea de meter en un quirófano a JungKook, ¡era un niño, por Dios! Se enfadó como nunca cuando vio cómo despreciaban el trabajo de TaeHyung de aquella manera y se aseguró de que nunca más volvieran a hacerlo consiguiendo que no volvieran a trabajar para la empresa. Y para desmentir las habladurías sobre JiMin, había combatido el fuego con fuego, extendiendo un falso rumor que decía que estaba saliendo con una de las maquilladoras, pero ninguno de los dos lo admitiría nunca por timidez.

 

Todas y cada una de esas veces, NamJoon combatió con uñas y dientes por el bienestar de los miembros y del grupo, pero NamJoon también era egoísta y mantenía sus propios pequeños y sucios secretos para sí mismo.

NamJoon nunca admitiría que había sido él quien había roto los caros auriculares de YoonGi, ni que había sido en su turno de colada cuando había teñido de rosa toda la ropa blanca que había dentro de la lavadora por un descuido. Se llevaría a la tumba que se sentía responsable de JungKook, que se veía a sí mismo como su padre y que, aunque algún día se separaran, seguiría siendo cercano al maknae y seguiría cuidándolo aunque tuviera cuarenta años. No permitiría que TaeHyung se enterara que le tenía unos celos tan grandes que a veces le daban ganas de estrangularlo.

 

Y jamás, nunca, en la vida, ni aunque lo torturasen hasta su último aliento, confesaría que estaba profundamente enamorado de Park JiMin.

Que lo necesitaba como aire para respirar.

Que la primera vez que lo vio pensó que tenía la sonrisa más bonita del mundo, que su mirada brillaba con la ilusión de mil soles, que era el muchacho más adorable que había visto nunca.

No revelaría que ver bailar a JiMin lo hipnotizaba, que era la única forma en la que podía dejar la mente en blanco, que JiMin era la única persona que podía dejarle sin habla y sin aliento.

No dejaría que nadie supiera que quería abrazar a JiMin a todas horas, que sería capaz de distinguir su melosa voz de entre una ruidosa multitud y que lo escucharía cantar cada noche por el resto de su vida. Necesitaba mantener en secreto que quería que el menor lo tocara, que deseaba tocar a JiMin por todo el cuerpo, toda la noche, todos los días, descubrir cómo se sentiría acariciar esos muslos desnudos y... ¡JESÚS! Necesitaba probar esos labios divinos aunque fuera una sola vez.

 

En BTS había muchos secretos, y Kim NamJoon era el que más trapos sucios ocultaba de entre todos ellos.

 

 

 

2

Mientras estuvieron en América, lo primero que NamJoon veía por la mañana y lo último que veía al acostarse era a JiMin.

Sus literas estaban una al lado de la otra, tan juntas que si NamJoon diera dos vueltas, podría meterse en la cama de JiMin sin problema, pero no tenía el valor para hacerlo.

 

A veces, NamJoon abría los ojos al despertar y la tenue luz de la mañana iluminaba lo suficiente la sofocante habitación, dibujando los dulces rasgos de JiMin, sus ojos hinchados, sus labios entreabiertos, su figura acurrucada entre las sábanas, como si no hiciera ya bastante calor. Había días que lo único que NamJoon podía ver era su espalda y sus estrechos hombros, haciendo que NamJoon deseara arrastrarse a la litera contigua y hacer la cucharita con JiMin hasta que no le quedara más remedio que apartarse para que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo. También estaban aquellos días en que JiMin le regalaba su perfil, su pequeña nariz respingona y sus mejillas regordetas, sus espesas pestañas haciendo sombras increíbles en sus parpados.

 

De algún modo, NamJoon siempre despertaba mirando en dirección a JiMin. No importaba la posición que tuviera al quedarse dormido, era como si su cuerpo gravitara durante la noche con el único objetivo de regalarle cada mañana con la mejor de las vistas.

 

El par de semanas que estuvieron en Los Ángeles fueron como un sueño para NamJoon.

Se había dado cuenta de sus verdaderos sentimientos por JiMin, había podido ponerle un nombre a aquella sensación que encogía su pecho, pero nada había cambiado en realidad.

NamJoon no podía confesar sus sentimientos, y estaba bien. No podía arriesgar el bienestar del grupo por su egoísmo. Si le decía a JiMin que estaba enamorado de él, su reacción podía afectarles a todos. Si JiMin lo rechazaba y los hacía distanciarse, nunca más funcionarían igual. Todo sería incómodo y desagradable y NamJoon no podía permitir que eso afectase a los demás.

Se había resignado a soportar ese amor unilateral desde el minuto cero.

 

Tampoco había perdido la cabeza al descubrirlo.

Es decir, le gustaba JiMin en una forma romántica, adoraba sus palabras de ánimo, le encantaba lo bien que sabía escuchar, la forma tan cándida y desinteresada en la que cuidaba de todos ellos. JiMin era adorable, y NamJoon no podía aguantarse las ganas de halagar todas y cada una de las cualidades que le hacían ser tan maravilloso. Si pudiera, NamJoon besaría el suelo que JiMin pisaba.

Pero lo que sentía por él también era algo físico. Sentía una potente atracción física por JiMin. Dios, JiMin era mortalmente atractivo y NamJoon no era ciego. JiMin era hermoso y masculino y se suponía que eso debía haber vuelto loco a NamJoon.

Hasta el momento siempre había pensado que él era heterosexual, pero sabía que en algún momento podía pasar. NamJoon se consideraba abierto de mente y apoyaba los derechos de la comunidad LGTB, por lo que se imaginaba que, en algún momento de su vida podría sentirse atraído por alguien de su mismo sexo en alguna situación puntual.

Lo que sentía por JiMin debía convertirlo automáticamente en bisexual, y lo cierto era que estaba bien con la situación. Cero locura, cero incomodidad.

Le había resultado inusualmente fácil aceptarse a sí mismo en aquel aspecto de su vida.

 

Ocultárselo a los demás tampoco había sido difícil. NamJoon no había cambiado su forma de comportarse y en aquellos pocos días no había demasiados momentos en los que estuviesen todos juntos. Casi siempre estaban separados por equipos, y NamJoon no volvió a compartir tiempo a solas con JiMin más.

Podía permitirse aquellos minutos en la oscuridad o en el brillo del amanecer, donde todos dormían y NamJoon no necesitaba esconder sus sentimientos mientras miraba el rostro de JiMin durmiendo y pensaba lo afortunado que era de tenerlo en el grupo, de ser su amigo, de poder estar a su lado.

 

NamJoon se sentía capaz de soportarlo. Creyó que era fuerte y tenía la voluntad suficiente para seguir adelante sin que nadie más se diera cuenta de que algo había cambiado en él.

Pero cuando regresaron a Corea, NamJoon sintió cómo despertaba de un maravilloso sueño y se golpeaba contra la cruda realidad. Una realidad en la que estaba solo, una realidad en la que jamás podría abrazar a JiMin de la forma que quería, como un amante, como si se pertenecieran el uno al otro.

 

En cuanto bajó del avión, NamJoon buscó a JiMin con la mirada, tratando de quitarse de encima esa sensación amarga y dolorosa en lo profundo de su garganta. Necesitaba su sonrisa para sentir que todo estaría bien, que estaba a salvo, que era suficiente con verlo caminar a su lado.

Pero antes de que se diera cuenta, JiMin pasó corriendo a su lado, y como una corriente, pasó de largo, tratando de alcanzar a JungKook y a TaeHyung que caminaban varios metros por delante, colgándose de los hombros del menor, riéndose los tres juntos.

NamJoon los escuchó reír, y se le antojó como si se rieran de él, de su desdicha, de la bola de celos que atenazaba sus entrañas.

 

— ¿Estás bien, Joon-ah?

 

NamJoon sintió la mano de SeokJin, acariciando suavemente su espalda tras haber preguntado con aquella voz preocupada.

No, no estaba bien. Sus ojos escocían y no podía parpadear, porque si lo hacía, sabía que no podría retener las lágrimas. Y no entendía por qué estaba a punto de llorar, si las cosas siempre habían sido así. JiMin siempre había sido más cercano a los más jóvenes del grupo, era con ellos con quien más se divertía, y NamJoon no era más que su torpe hyung al cual acudía cuando necesitaba consejo o confort.

 

— Sí, Jin-hyung, estoy bien — mintió NamJoon, al tiempo que bajaba la mirada y seguía caminando, cabizbajo, tratando de alejarse de la preocupación de SeokJin, y evitando por todos los medios mirar al trío que seguía tonteando por delante de él.

 

No había motivos para sentirse celoso o apartado. Las cosas siempre habían sido así, y descubrir sus sentimientos por JiMin no iba a cambiar nada.

Era un secreto. Un secreto que tenía que llevarse a la tumba.

 

 

 

3

Sus tripas rugieron tan fuerte que casi había podido escucharlas a través de sus auriculares y el potente beat en el que había estado sumergido durante horas.

 

Escuchó la pista hasta el final, o al menos, hasta el punto al que había llegado, tratando de averiguar por sí mismo si la melodía en la que llevaba toda la tarde trabajando sería lo bastante buena como para que mereciera la pena mostrársela a YoonGi o a alguno de los productores de la empresa.

No tenía muy claro que  estuviese a la altura como para sacarla a la luz con el nombre de BTS, pero bajo la humilde opinión de NamJoon, podría ser lo bastante decente como para que formara parte de su mixtape.

 

La canción se detuvo abruptamente, en el punto donde NamJoon se había atascado y había dejado de avanzar, y fue entonces que se quitó los auriculares y se estiró, dejando que sus vertebras crujieran con un sonido en cadena, una tras otra, desde las lumbares hasta las cervicales, resentidas tras horas de baile, seguidas por muchas más horas sentado frente a la pantalla de su ordenador de trabajo.

 

Miró la hora en la pantalla de su móvil y de inmediato comprendió porqué tenía tanta hambre. Eran más de las doce y media de la noche y no había comido nada desde el almuerzo, hacía casi medio día.

Pero eso no había sido lo que más le había sorprendido.

 

Durante la última semana JiMin había tocado a la puerta de su estudio y había asomado la cabeza con una tímida sonrisa, mostrándole a NamJoon la bolsa con algunos envases repletos de pollo frito, kimbap, o dumplins... cualquier cosa con tal de que NamJoon no se saltara comidas mientras trabajaba.

En todos esos días, JiMin había sido terriblemente puntual. Cuando el reloj marcaba las once, la hora venía acompañada con los suaves golpecitos en la puerta, anunciando la llegada de la comida. El estómago de NamJoon ya estaba entrenado para empezar a sentir hambre, y lo más extraño no había sido que hasta hora y media después no hubiera sido consciente de lo hambriento que estaba, si no que JiMin no hubiera aparecido.

 

NamJoon no debía sentirse triste. No tenía derecho.

Había estado evitando a JiMin desde que habían regresado a Corea. Hacía todo lo posible por intentar no parecer grosero con el bailarín, mantener las distancias de forma sutil. Hablar sólo lo estrictamente necesario, compartir espacio únicamente en zonas comunes y evitar por todos los medios quedarse completamente a solas con él.

Ésta última era realmente difícil cuando JiMin iba a llevarle la cena al estudio con toda su buena voluntad, siendo tan adorable que NamJoon a penas ponía contener las ganas de llenarlo de besos. NamJoon se veía obligado a echarle de inmediato del estudio de la forma más educada de la que era capaz, sin importar las muchas ganas que tenía de que JiMin se quedara, haciéndole compañía mientras comía.

JiMin nunca dio indicios de sentirse ofendido, siempre dio la impresión de comprender que NamJoon estaba ocupado, JiMin no quería importunar, y se despedía cada día con una linda sonrisa que hacía sentir miserable a NamJoon.

 

Que JiMin le hubiera llevado comida durante la última semana no significaba que debiera hacerlo todos los días, pero NamJoon era un hombre de costumbres y se hacía rápido a las rutinas. Tal vez JiMin lo hubiera malcriado un podo durante esos días y NamJoon se había acostumbrado demasiado a lo bueno.

Intentó convencerse que JiMin no estaba obligado a cuidar de él, y que ya era mayorcito para conseguirse comida por sí mismo. De todas formas ya era muy tarde y debería regresar al dormitorio si quería ser capaz de levantarse a tiempo para atender las actividades que empezaban demasiado temprano.

 

Cogió su móvil y se dispuso a apagar los equipos, pensando en ducharse nada más llegar a casa para no tener que perder el tiempo por la mañana cuando su teléfono vibró en la palma de su mano, anunciando un mensaje.

 

Jin-hyung [ 00:33] ¿Sigues en el estudio?

Jin-hyung [ 00:33] Kookie y yo vamos para allá

 

SeokJin ni si quiera pidió permiso, de forma que NamJoon supuso que no podía hacer más que esperarlos.

Se sentó de nuevo en la silla y tecleó rápidamente una respuesta casi innecesaria pues sólo un par de minutos después, él y JungKook habían irrumpido en el estudio sin llamar, tomando posesión del pequeño sofá que prácticamente ocupaba la mitad del espacio en la sala.

 

— ¿Qué hacéis aquí tan tarde? — preguntó NamJoon, cansado, dibujando patrones invisibles con el puntero del ratón en la pantalla de escritorio de su ordenador.

 

— JungKook y JiMin han estado ayudándome con la nueva coreografía — explicó SeokJin, estirando sus piernas para poder recargarlas en los muslos de NamJoon, debían dolerle mucho los pies y NamJoon dejó el ratón para masajearle distraídamente las pantorrillas, tratando de ocultar el dolor de aquella punzada en el corazón cuando mencionó en nombre de JiMin — Íbamos a irnos a casa, pero JiMin nos pidió que te trajéramos algo de comer — añadió, con la voz adormilada por el reconfortante masaje que NamJoon estaba dándole en las piernas.

 

JungKook le tendió una grasienta bolsa de papel que había llenado la diminuta estancia del apestoso aroma a hamburguesa y patatas fritas desde que habían entrado por la puerta. NamJoon dejó el masaje que estaba dándole a su hyung para llenarse la boca de patatas medio frías y revenidas sin importarle parecer tan famélico como en realidad se sentía.

 

— JiMin no quería traértelo él mismo porque has estado portándote como un imbécil con él.

 

Al mismo tiempo que NamJoon se atragantaba con la noticia, JungKook le pegó un fuerte codazo en las costillas a SeokJin que le hizo quitar las piernas del regazo de NamJoon y callarse por el dolor.

 

— Se suponía que no tenías que decirle eso — lo regañó JungKook, pese a estar dirigiéndose al mayor.

 

— ¡Pero si no se lo digo, no puede sentirse culpable! — se quejó SeokJin, con el ceño fruncido y frotándose las costillas para aliviar el dolor.

 

Y mientras tanto NamJoon estaba luchando por no escupir un pulmón mientras intentaba no ahogarse.

 

— ¿Cómo que portándome como un imbécil? — se quejó NamJoon con lágrimas en los ojos por el atragantamiento — ¡Pero si no he hecho nada!

 

— Has estado distante con todos, pero con JiMin lo has sido especialmente — lo inculpó SeokJin, luciendo bastante molesto — Estaba muy preocupado por ti y ha estado trayéndote comida para que no te mataras de hambre a ti mismo aquí encerrado durante todos tus ratos libres, y tu apenas le has dado las gracias y lo echabas nada más ponía un pie aquí.

 

— Eso no es... — ¿verdad? NamJoon ya no sabía si había estado percibiendo correctamente lo que era la realidad, a juzgar por las miradas reprobatorias de SeokJin y JungKook. ¿Realmente había estado siendo tan frío?

 

— Sabes que a JiMin es a quien más le afectan los rechazos, hyung — esta vez fue JungKook quien le regañó, dejando a un lado su postura de defender el orgullo de JiMin.

 

— Yo... No... No ha sido mi intención... — NamJoon se frotó la cara con las manos, sintiéndose como basura, repentinamente sin una pizca de apetito — No quería hacer sentir mal a JiMin...

 

— Entonces arréglalo pidiéndole perdón y comiéndote la comida que te ha comprado — rió SeokJin, dándole a NamJoon un apretón en el muslo para animarlo.

 

NamJoon se comió la hamburguesa sin hambre, conteniendo las lágrimas en sus ojos. Incluso enfadado con él, JiMin se tomaba la molestia de cuidarlo y asegurarse de que comía. No se merecía a alguien tan maravilloso como JiMin, pero aun así, su pecho se inflaba de afecto y amor por él.

 

— A JiMin se le han roto los auriculares, tal vez podrías darle los tuyos, NamJoon-hyung — propuso JungKook entre risas maliciosas.

 

— Esos auriculares me costaron cien mil wons — se quejó NamJoon con apatía.

 

— Precisamente — se burló JungKook, haciendo sentir a NamJoon infinitamente patético por plantearse seriamente la posibilidad de conseguir el perdón de JiMin de aquella manera.

 

NamJoon no dejó ni las migas de aquella hamburguesa, y cuando terminó, los tres se marcharon de vuelta a casa, demasiado cansados para mantener una conversación en el taxi. De hecho, Jin se había quedado dormido en el asiento delantero, y JungKook prefería jugar en su teléfono móvil, lo que daba a NamJoon tiempo para pensar.

Hablaría con JiMin en cuanto llegaran a casa. No era nada extraño que NamJoon arrastrase al menor en charlas y paseos a altas horas de la noche, cuando estaba muy estresado y necesitaba, de alguna forma, liberar algo de esa carga para poder sentirse mejor. Y JiMin siempre lo conseguía. JiMin sabía escuchar y era un maestro en el arte de consolar, no le daba lecciones ni trataba de aconsejarlo, simplemente dejaba que NamJoon se quejara tanto cuanto quisiera y cuando terminaba, le daba uno de esos abrazos que llenaban a NamJoon de energía cálida y positiva.

Eso era todo cuanto NamJoon necesitaba, pero para ello, necesitaba que JiMin estuviera en casa.

 

Cuando llegaron al dormitorio, JiMin no había regresado todavía, su litera estaba vacía y no parecía que hubiera pasado por allí desde aquella mañana.

 

Decepcionado, NamJoon se duchó, se puso el pijama y se acostó, pensando en esperarlo despierto, pero el cansancio le venció en menos tiempo del esperado y cayó dormido como un tronco.

Ni si quiera escuchó la puerta, y lo único que lo despertó fue el sonido de la alarma a las seis de la mañana, programada para despertarlos a todos para iniciar las actividades del día.

 

Aquella casa era demasiado pequeña para siete chicos en sus veinte, y el apuro de la mañana siempre se convertía en locura. Las peleas por el cuarto de baño eran pan de cada día, aunque, por suerte, las disputas por la ropa habían acabado hacía ya tiempo, cuando todos se acostumbraron a compartir sus prendas.

 

JiMin estaba en su cama cuando NamJoon se levantó, algo poco habitual teniendo en cuenta que JiMin era el pájaro madrugador del grupo, al que menos le costaba despertarse. Pero teniendo en cuenta que cuando NamJoon se fue a dormir ya era muy tarde y él no había vuelto, seguramente JiMin habría descansado menos de cinco horas de sueño aquella noche.

A NamJoon le habría gustado dejarle dormir unos minutos más, pero, aparte del más madrugador, JiMin también era el más lento en prepararse y vestirse para salir.

 

NamJoon se puso de pie y apagó la alarma. JungKook y HoSeok ya estaban sentados en sus camas, frotándose los ojos y aplastándose el pelo para verse más o menos presentables.

En cinco minutos el manager entraría por la puerta y si no los tenía a todos más o menos despiertos para ese momento, empezarían las broncas y las prisas.

 

NamJoon no se molestó en llamar a su compañero de litera, quien dormía encima de él. YoonGi tenía muy mal despertar, y era lo último a lo que NamJoon quería enfrentarse nada más despertar.

En la litera de al lado, también en la cama de abajo, dormía TaeHyung, que no tenía pinta de haberse inmutado por el sonido del despertador, abrazado a su almohada y con la boca entreabierta como si aun siguiera soñando. NamJoon tiró de las sábanas de TaeHyung y le quitó la almohada, no sin luchar por ella primero. TaeHyung siempre se resistía a levantarse, era como un niño que no quería ir a la escuela, pero el tiempo había enseñado a NamJoon la forma más rápida de sacarlo de la cama, y eso era quitarle aquello que estuviera abrazando, ya fuera la almohada, un peluche o a JungKook.

Al no tener que preocuparse por el compañero de litera de TaeHyung, HoSeok, quien ya estaba trepando a la litera de YoonGi porque era el único que sabía cómo despertar al rapero mayor sin ver el mundo arder, NamJoon se fue al otro lado de la habitación, la tercera y última litera.

SeokJin, quien ocupaba la cama de abajo, ya estaba de pie, con ojeras y cara somnolienta. Apoyó su mejilla sobre el hombro de NamJoon cuando se acercó, esperando que el líder lo abrazara y le diera los buenos días como cada mañana. NamJoon le dio un par de palmaditas en la espalda, tratando de espabilarlo mientras que tenía su mirada clavada en las piernas de JiMin, quien descansaba en la litera de arriba con un aspecto tan derrotado que NamJoon se sentía culpable ante la mera idea de despertarlo.

 

Cuando SeokJin lo liberó para poder ir al baño, NamJoon se quedó plantado junto a la litera, apesadumbrado por no poder dejar que JiMin descansara un poco más. Posó la mano sobre la pantorrilla de JiMin, al descubierto por sus pantalones cortos de dormir. Apretó un poco la carne dura y musculosa de su pierna suave y depilada, teniendo que reprimir las ganas de continuar acariciando aquellas hermosas piernas, los gruesos muslos que lo llevaban por la calle de la amargura, o los delicados tobillos de bailarín que moriría por masajear, pero que nunca se había atrevido por miedo a dañarlos con sus torpes manos.

 

— JiMin — lo llamó con voz quebrada, más por el deseo frustrado de encaramarse a la cama y acurrucarse junto a él durante todo el día que por estar recién levantado — Venga, JiMin, hay que levantarse...

 

JiMin abrió los ojos con pereza. Su mirada perdida y su cuerpo inmóvil en la cama lo hacían ver exhausto y sin la energía habitual que poseía. JiMin se frotó la cara con dureza, maleando sus facciones y aplastándolas contra su cráneo, como si tratara de alejar de esa forma el sueño y el dolor de sus músculos sobrecargados por el exceso de ejercicio del día anterior. Se estiró, haciendo crujir casi todas sus articulaciones en el proceso y se sentó, dejando colgar sus piernas en el borde de la cama durante unos instantes mientras trataba de reunir energías para levantarse.

NamJoon siempre disfrutaba de aquella vista. No importaba lo cansado que se viera, que llevase ropa vieja y agujereada, que su rostro y sus parpados estuvieran hinchados o que tuviera mal aliento en las mañanas, JiMin al natural y en su estado más concentrado siempre sería el favorito de NamJoon.

 

Sin embargo, algo iba mal aquella mañana.

La fría mirada que le dirigió JiMin antes de saltar de la litera congeló a NamJoon en el sitio. La forma en la que JiMin pasó por su lado haciendo un obvio esfuerzo para no tocarlo y la rapidez con la que pasó de largo sin darle si quiera los buenos días lo sobrecogió y le dio una dolorosa punzada en el corazón.

 

Entendía que JiMin dejara de ser atento con él por la forma en la que lo había estado evitando durante la última semana, pero de ahí a que lo ignorara deliberadamente...

NamJoon no lo entendía. Su adormilado cerebro de repente funcionando a toda velocidad trataba de encontrar una explicación lógica para aquel tratamiento. Tal vez había sido especialmente malo con JiMin esos días, tal vez se merecía que JiMin se comportara como si NamJoon no existiera, pero, ¡joder!, dolía como el infierno.

No sabía cómo reaccionar. No tenía ni idea de qué hacer consigo mismo. Sentía que podría echarse a llorar en cualquier momento al recordar cómo lo había mirado JiMin. Tenía la urgente necesidad de salir corriendo detrás del menor y suplicar de rodillas que lo perdonara. Necesitaba que JiMin le sonriera, le abrazara y le asegurara que todo estaba bien entre ellos.

 

— ¿Qué haces ahí plantado, NamJoon-ah? — la ronca voz de YoonGi le devolvió a la realidad.

 

NamJoon debía verse realmente lamentable a juzgar por la preocupación que destilaba la mirada de YoonGi, quien se había acercado a él y había posado su mano en su hombro como si necesitase urgentemente apoyo emocional, pero lo cierto era que ninguno de los dos eran demasiado dados al contacto físico, mucho menos entre ellos, demasiado torpes con los sentimientos como para saber cómo tenían que comportarse.

Mas, cuando NamJoon vio la sincera preocupación de YoonGi en sus ojos, consiguió reunir fuerzas para hacer creer al rapero mayor que no tenía por qué hacerlo.

 

— Creo que aún no estoy del todo despierto, hyung... sólo eso...

 

YoonGi no compró la idea. Era demasiado perspicaz para creérselo, pero NamJoon había conseguido recomponerse lo suficiente como para que los dos supieran que, en efecto, iba a estar bien.

 

YoonGi y él se dispusieron a unirse al ajetreo, donde todos tenían que coordinarse para vestirse y asearse sin molestarse los unos a los otros.

Cada vez que se cruzaba con JiMin, éste le evitaba la mirada y se esforzaba por no tocarlo. NamJoon quería llevárselo a parte y hablar con él, pero tenían demasiada prisa y una charla apresurada no solucionaría el problema. La idea de esperar se volvía más insoportable con cada minuto que JiMin hacía como si NamJoon no estuviera ahí, pero trató de ser fuerte, consciente de que aquel momento no era el mejor para arreglar las cosas.

 

 

 

4

A primera hora tenían ensayo con el coreógrafo y después práctica de baile grupal ellos solos hasta la comida. Más tarde, SeokJin y TaeHyung tenían grabación de un programa de variedades, JiMin y JungKook tendrían una práctica vocal por su cuenta, mientras, los raperos tenían tiempo libre, pero no había duda de que los tres se encerrarían en el estudio de producción como los frikis ermitaños adictos al trabajo que eran.

 

En el desayuno, JiMin se sentó lo más lejos que pudo de él, y solamente habló con TaeHyung entre susurros. Pidió sentarse en el asiento del pasajero en la furgoneta que los llevaba a la empresa donde podía evitar fácilmente cualquier conversación con la sencillez de mantener su mirada al frente, en la carretera.

NamJoon sabía muy bien que JiMin lo estaba evitando, pero la forma en la que se comportó durante la práctica fue tan evidente que NamJoon llegó a pensar que la había cagado de tan mala manera que había hecho que JiMin lo odiara para siempre.

 

JiMin nunca se había comportado así, ni con él, ni con ninguno de los otros miembros. Era muy difícil cabrear tanto a JiMin, casi tan difícil como ganar a JungKook en algún deporte, o hacer que HoSeok dejara de sonreír. NamJoon tenía que haber hecho algo muy malo como para ganarse la ley del hielo de parte de JiMin, y no tenía ni idea de cómo arreglarlo.

JiMin tampoco se lo ponía fácil.

Por cada hora de práctica tenían cinco minutos de descanso para beber agua y sentarse a recuperar el aliento en el suelo. No solían tener muchas ganas de hablar durante aquellos momentos de reposo, aun así, NamJoon hizo varias veces el intento de acercarse a JiMin. Pero cada vez que NamJoon hacía el más mínimo amago de tratar de hablar con JiMin, éste era siempre más rápido, apresurándose a acercarse a aquel que tuviera más cerca, con cualquier excusa para evitar de la forma más evidente cualquier tentativa de arreglar las cosas de NamJoon.

 

Al finalizar la práctica de baile, JiMin se marchó tan rápido de la sala de ensayo que ninguno de sus compañeros tuvo la oportunidad de despedirse.

NamJoon intercambió una significativa mirada con SeokJin.

La del mayor decía: «¿A qué esperas?», mientras que NamJoon sólo pudo encogerse de hombros, aparentando tranquilidad mientras intentaba disimular que por dentro se estaba rompiendo a pedazos.

Si se suponía que debía correr detrás de JiMin y tratar de alcanzarlo para entablar conversación, NamJoon perdió la oportunidad. No tenía fuerzas para soportar otro rechazo.

 

YoonGi, HoSeok y él estaban trabajando juntos en una canción, pero aquella tarde NamJoon fue de todo menos útil. Veía el monitor sin ver y oía las notas sin escuchar; mientras YoonGi hablaba y movía el ratón haciendo arreglos en la pista, NamJoon estaba perdido en su mente, tan lejos de allí como JiMin se encontraba de su lado.

Cada vez que le hacían una pregunta, NamJoon los miraba confundido, sin saber qué contestar porque realmente no estaba escuchando. Pronto, sus compañeros entendieron que NamJoon no estaba concentrado y siguieron trabajando sin él, ignorando su presencia igual que había hecho JiMin, pero de forma infinitamente menos dolorosa para NamJoon.

 

Dado que NamJoon no hacía otra cosa que ocupar espacio y malgastar aire en el pequeño cubículo que hacía las veces de estudio para ellos, decidió regresar temprano al dormitorio por una vez.

Cenó por el camino para gastar un poco de tiempo y cuando llegó, SeokJin y TaeHyung ya habían regresado de la filmación y estaban aprovechando la soledad del dormitorio para ducharse por turnos, cosa que pocas veces tenían el lujo de hacer.

NamJoon se sentó junto a TaeHyung en el pequeño sofá del salón a ver un programa de idols en la televisión. En unas pocas semanas serían ellos quienes estarían allí presentando nuevas canciones, fatigados y exhaustos por la falta de sueño debido a un nuevo comeback, y NamJoon encontró extrañamente relajante  y satisfactorio ver cómo eran otros los que estaban en esa situación mientras ellos lo veían desde la comodidad de su hogar.

Cuando SeokJin terminó de ducharse, se unió a ellos, haciendo un sándwich en el sofá con NamJoon en medio. Aunque NamJoon estaba viendo el programa con interés, también estaba muy consciente de lo que sucedía a su alrededor, de cómo la cabeza de TaeHyung se posó en su hombro a descansar mientras hablaba animadamente de la actuación de un grupo de chicas que estaba a punto de empezar, de cómo SeokJin se echaba crema corporal en las piernas con la mirada clavada en la pequeña pantalla de su televisión, y compartía el sobrante con NamJoon, para que hidratara sus secas manos, con la confianza de un familiar.

NamJoon también estaba muy atento de lo que sucedía más allá de la comodidad de ese sofá, pendiente de cualquier sonido que anunciara la llegada de alguno de los otros habitantes de aquella casa.

 

Cada uno de ellos tenía un sonido muy particular, y ellos, como músicos, sabían reconocerse mejor por el oído que por sus otros sentidos.

Los pasos que se escuchaban desde el rellano y el tintineo de las llaves que estaban a punto de abrir la cerradura pertenecían inequívocamente a JungKook, y en cuanto atravesó la puerta, NamJoon podía asegurar que no venía solo. Los movimientos mucho más silenciosos y ligeros que acompañaban a JungKook anunciaban la llegada de JiMin, a quien NamJoon había estado esperando con la paciencia de quien sabe que ya no le queda nada que perder.

En cuanto lo vio, entrando cabizbajo y arrastrando los pies, NamJoon se puso en pie, haciendo que SeokJin y TaeHyung perdieran su apoyo en el sofá.

 

JungKook saludó con voz ronca y se fue directamente a la habitación a buscar ropa para ducharse, pero NamJoon sólo tenía ojos para JiMin, quien, al darse cuenta que él estaba en casa, se puso rígido como una tabla, mirando con más interés al suelo ahora que se encontraba frente a frente con el líder sin una salida más que la puerta por la que acababa de entrar al apartamento, un plan de fuga demasiado descarado como para ponerlo en práctica.

Seguramente JiMin no esperaba que NamJoon hubiera regresado a casa tan temprano; después de todo, llevaba ya un par de semanas volviendo después de media noche, lo raro era que estuviera ya allí cuando no eran ni las diez.

 

— ¡Jiminnie, date prisa! — lo llamó TaeHyung, volviendo a hacer sitio en el sofá para que JiMin se sentara en el lugar que NamJoon acababa de desocupar — Está a punto de actuar SNSD.

 

NamJoon vio las ganas de ir a ver la actuación junto a su mejor amigo en el rostro de JiMin. Pero NamJoon tenía una mala costumbre. Una muy mala costumbre que consistía en querer robar el tiempo de JiMin, quitárselo a TaeHyung, a JungKook o a cualquiera de los otros miembros y tenerlo solo para él.

 

— Grábaselo — le dijo a TaeHyung rápidamente sin apartar la mirada de JiMin. La confusión se dibujó en los rasgos de todos ellos, pero NamJoon estaba decidido y no había nada que lo pudiera detener ahora. Salvó la distancia que lo separaba del bailarín y se plantó frente a él, notando cómo JiMin le evitaba la mirada deliberadamente — JiMin — lo llamó suavemente, con una voz suave e intima, tratando de distender la tensión que había entre ellos — ¿Puedes acompañarme a dar una vuelta?

 

— E-estoy muy cansado, hyung... — JiMin le habló directamente por primera vez en el día, intentando librarse, excusarse para no ceder a la petición de NamJoon — Lo único que quiero es darme una ducha e irme a la cama...

 

A NamJoon no le importaba. No le importaba aunque hubiera visto lo extenuado que JiMin se había levantado aquella mañana y que se viera aún peor en esos momentos, con profundas ojeras bajo sus ojos, sus hombros rígidos, la espalda llena de nudos, las piernas demasiado cargadas y la voz rota por las largas horas que llevaba cantando.

A NamJoon le daba igual porque no podía soportar estar lejos de JiMin, no aguantaba que no le mirara a los ojos ni le dirigiera la palabra. Iba a volverse loco si continuaba con aquella actitud fría y evasiva.

NamJoon tenía la mala costumbre de robar el tiempo de JiMin, y no le importaba si era egoísta. JiMin era el único que podía quitarle de encima todo el malestar y el estrés y no estaba dispuesto a renunciar a ello, ni por orgullo ni por nada del mundo.

Nada importaba si JiMin no estaba a su lado.

 

— Por favor — insistió — No te entretendré mucho. Te compraré algo para cenar.

 

JiMin cerró fuertemente los ojos y frunció los labios, como si realmente no tuviera una excusa para negarse. Y no la tenía. Estaba completamente acorralado.

 

— Está bien...

 

JiMin soltó su bolsa de deporte en un rincón y prometió que la recogería más tarde a sus compañeros. TaeHyung se despidió con tristeza por no poder compartir su momento fanboy con su mejor amigo y SeokJin cerró su puño y sonrió hacia NamJoon, articulando un «fighting!» para infundirle ánimos.

 

Se pusieron los zapatos en la entrada y bajaron las escaleras en completo silencio, sin mirarse el uno al otro.

El calor había sido asfixiante durante todo el día, y ahora que había caído la noche no había mejorado en absoluto. Una gota de sudor comenzó a bajar por la nuca de NamJoon por culpa de la temperatura, pero también por los nervios. Había hecho bajar a JiMin, pero no sabía muy bien qué iba a decirle, o por donde debería empezar.

Había estado demasiado tiempo intentando mantenerse alejado de JiMin que ahora que lo tenía tan cerca, lo único que quería era abrazarlo con todas sus fuerzas y olvidarse de las preocupaciones que le habían hecho comportarse de ese modo. Pero JiMin estaba demasiado serio y tenso, todo su cuerpo expresaba a gritos que él no quería estar allí con NamJoon. Su mandíbula rígida, sus puños apretados, sus hombros cuadrados, sus preciosos labios fruncidos... NamJoon nunca había visto a JiMin tan incómodo a su lado como en esos momentos y aquello dolía más que cualquier posible herida abierta en su cuerpo.

 

Caminaron calle abajo en dirección a la tienda 24 horas más cercana, JiMin era quien imponía el ritmo y los dirigía. En otro momento habría estado encantado de que su hyung lo invitase a cenar y estaría parloteando sobre a qué lugar podrían ir a gastar el dinero que no le pertenecía, sin embargo, aquella noche iba directo al lugar más cercano y barato, con la clara intención de comer un sobre de ramen y regresar lo más rápido posible.

NamJoon no quería que pasase de esa noche sin arreglar las cosas con JiMin, pero él no se lo estaba haciendo nada fácil.

Intentó tantear el terreno rozando la mano de JiMin con la suya mientras caminaban, fingiendo un contacto accidental para ver la reacción de JiMin, quien se hizo el desentendido, y para evitar un nuevo acercamiento por parte del mayor, guardo las manos en los bolsillos de su holgado pantalón de deporte. NamJoon no quiso sentirse herido por eso, no tenía por qué significar nada, pero mentiría si dijera que no había esperado la posibilidad de tomar su mano mientras caminaban, igual que había hecho con toda la naturalidad del mundo mientras estaban en Los Ángeles.

No llevaban mascarillas ni nada que ocultara sus rostros, NamJoon no había querido perder el tiempo en eso. Ahora se arrepentía, pese a que las personas de la zona en la que vivían estaban más que acostumbrados a su presencia. La dueña del restaurante al principio de la calle, y los dependientes de la tienda de conveniencia a la que solían ir los conocían ya de sobra y no hacían el mayor alboroto. Aun así, NamJoon se habría sentido más cómodo de poder ocultar sus expresiones, de relajarse al saber que JiMin no sería capaz de ver sus sentimientos reflejados en sus ojos.

 

Los fluorescentes de la tienda dañaron su vista durante unos segundos mientras se acostumbraba a la luz y le sostenía la puerta a JiMin para que entrara con él, mas el aire acondicionado del interior sirvió para refrescar su mente y sus ideas. JiMin no parecía muy interesado en nada en particular, ni si quiera en NamJoon, centrando su atención rápidamente en la pantalla tras el mostrador donde emitían videos musicales internacionales. NamJoon le rozó el brazo desnudo, esta vez alargando el contacto para no dejarse pasar desapercibido ante JiMin.

JiMin bajó la mirada, deteniéndose en la mano de NamJoon que tocaba tímidamente su brazo, y acto seguido lo miraba por primera vez a los ojos, apático y claramente molesto a juzgar por la caída que hacían las comisuras de sus labios hacia abajo, haciendo aún más marcadas sus regordetas mejillas.

 

— Coge lo que quieras, JiMin, hyung invita — murmuró NamJoon con una voz tan baja y suave que no parecía la suya. Se sentía como un cachorro al que acababan de regañar, con las orejas gachas y el rabo entre las piernas. Se sentía tan mal que se le hacía difícil mirar hacia los ojos vacíos de JiMin.

 

— No me apetece nada — respondió JiMin cortante, alejando la mirada de NamJoon, pero sin romper el leve contacto en su brazo.

 

NamJoon frunció el ceño al escucharlo. Ahora entendía por qué JiMin le había llevado allí. JiMin no tenía intención de comer nada, y sólo había accedido a acompañar a NamJoon por cumplir y que le dejara en paz cuanto antes. No aceptaba la forma de compensación que NamJoon había intentado otorgarle, y eso no hacía más que demostrar lo enfadado y molesto que estaba el menor con NamJoon.

 

—Tienes que comer algo, JiMin — dijo NamJoon con mayor firmeza, sintiéndose más valiente al tomar la posición de líder en lugar de la de Kim NamJoon, quien debía afrontar sus errores y solucionar sus problemas personales cuanto antes — No voy a dejar que te vayas a dormir sin cenar. Tú has estado trayéndome la cena todas estas noches... — murmuró, algo más gentil, mientras acariciaba en círculos el tonificado brazo de JiMin con su pulgar — Déjame que te compense, aunque sea con tan poca cosa...

 

NamJoon habría preferido invitarle a comer a un restaurante de carne a la brasa, donde pudiera llenar su estomago y alimentarse de algo nutritivo, mientras que NamJoon aprovechaba para demostrar cuan arrepentido estaba. También llevaba sus caros auriculares en el bolsillo para ofrecérselos a JiMin como muestra de paz.

Entendía muy bien que los regalos materiales no eran la mejor forma de ganarse el perdón de alguien, pero a NamJoon no se le ocurría una forma mejor de demostrarle a JiMin que le importaba sin mostrar abiertamente sus sentimientos.

 

La mirada y los gestos de JiMin se suavizaron levemente, pero sin mediar una palabra, asintió y se liberó del agarre de NamJoon, apresurándose para esconderse entre los estantes de comestibles.

NamJoon suspiró mientras veía a JiMin alejarse de él. La tensión podía cortarse con un cuchillo y eso no le hacía ningún bien a sus delicados nervios. Como líder, siempre había tenido que lidiar con las peleas entre los miembros, pero las cosas nunca habían sido así entre JiMin y él.

 

JiMin era el más difícil de enfadar; de enfadar realmente.

A JiMin le gustaba hacer drama para llamar la atención, que todo el mundo supiera que estaba molesto, pero era de los que olvidaban enseguida y perdonaba rápido. Una disculpa y un fuerte abrazo eran suficientes para que JiMin volviera a reír y todo estuviera bien de nuevo.

Pero la ira de JiMin era fría y definitiva, y era la primera vez que NamJoon la experimentaba en sus carnes. Eso le asustaba como el infierno porque no sabía qué hacer. No tenía un plan y a NamJoon no le gustaba improvisar.

La vida y las relaciones personales no eran como el rap.

En el rap, NamJoon era el rey; el titiritero que podía controlar las liricas a su antojo. En la vida, lo único que NamJoon podía dirigir eran sus propias decisiones, y estas afectaban a todo su grupo de manera determinante.

Sólo una única mala decisión sería suficiente para destruir todo por lo que habían luchado, todo lo que habían construido juntos. Y NamJoon sabía que si eso sucedía, todo sería culpa suya.

 

Con manos temblorosas y la cabeza llena de miedos e inseguridades, NamJoon cogió un paquete de galletas de chocolate y un batido de vainilla sin pensar demasiado en que aquello no era una cena nutritiva, y que su cara podría llenarse de granos por la grasa de las galletas, sólo quería algo dulce, que le ayudara a pasar aquel mal trago y que aliviara aquella sensación amarga en la boca del estómago.

JiMin ya lo estaba esperando, impaciente, junto al mostrador. Él había sido más cuidadoso con su elección, una bebida light y un sándwich vegetal envasado, como siempre preocupado por la dieta y el exceso de peso, pese a que NamJoon sabía de muy buena tinta que JiMin tenía los mejores abdominales de Bangtan.

 

Intentando con todas sus fuerzas borrar de su mente el recuerdo del cuerpo desnudo de JiMin, por el bien de su salud mental y del progreso positivo de la situación, NamJoon se apresuró a sacar la cartera y pagar los alimentos para no permanecer allí por más tiempo en una situación tan incómoda.

Ni si quiera escuchó a cuanto salía el total de la compra, extendió su tarjeta de crédito sin mirar, contagiado por la necesidad de JiMin de salir de allí cuanto antes.   

 

Aunque el frescor en el interior de la tienda era algo que agradecer, NamJoon se sintió aliviado cuando volvieron a estar fuera, a solas, sin ningún transeúnte que pudiera molestarlos a aquellas horas de la noche.

Cuando NamJoon se giró a mirarlo, JiMin había sacado la botella de refresco y bebía de ella con desesperación, su nuez subía y bajaba con cada trago, dando una imagen tan sexy, con su poderoso cuello a plena vista, su yugular marcada, sus preciosos labios alrededor de la boca de la botella, que NamJoon necesito apartar la mirada para no volverse loco por culpa de la desesperación y el deseo.

 

Maldiciendo a su lívido, NamJoon se obligó a dejar de mirar antes de que su cuerpo lo traicionase de la peor de las formas y lo pusiera en evidencia frente a la última persona que querría que supiera su más sucio y feo secreto.

Se aclaró la garganta, tratando de disimular la voz ronca y excitada que sin lugar a dudas le saldría en cuanto intentara hablar, traicionando todos sus esfuerzos por parecer impasible ante los encantos físicos de JiMin.

 

— Bueno... — murmuró NamJoon, consiguiendo evitar un gallo pero incapaz de controlar que su voz sonara una octava más grave de lo normal — ¿Qué quieres hacer? — preguntó con inocencia, con la mirada fija en sus pies, luchando con todas sus fuerzas por no levantar la vista, como una polilla atraída hacia la luz, siempre ávido de comerse a JiMin con la mirada.

 

Y desde luego, no pudo evitarlo.

Si NamJoon tuviese menos control sobre sus actos, podría estar mirando a JiMin las veinticuatro horas del día y jamás se cansaría. Y NamJoon se consideraba bastante bueno reprimiendo sus deseos más primarios y carnales, pero en aquel momento, necesitaba ver a JiMin, estar pendiente de sus reacciones y sus gestos, ver siempre y en todo momento su rostro, para estar seguro que estaba yendo por el buen camino.

 

Y en cuanto levantó la mirada, supo que había metido la pata hasta el fondo.

Los ojos de JiMin estaban encendidos, furiosos. Su postura tensa y agresiva hizo que un escalofrío provocado por el temor recorriera a NamJoon de pies a cabeza, haciéndole dar un paso atrás para alejarse y salir corriendo a la menor oportunidad.

NamJoon intentó recapitular, pensar que había dicho o hecho para que JiMin reaccionara de esa manera tan atemorizante.

 

— Quiero que me digas de una maldita vez qué es lo que te pasa — espetó JiMin, más enfadado de lo que NamJoon lo había visto nunca, salvando las distancias que NamJoon había impuesto, acercándose tanto a él que NamJoon tuvo que inclinar su cuerpo hacia atrás, luchando contra el temor de hacer algo que pudiera cabrear aún más a JiMin, y peor, contra el impulso de eliminar todo espacio entre sus cuerpos y solucionar todo aquello con el beso que más había deseado en su vida.

 

NamJoon parpadeó un par de veces, aclarando su mente, la confusión pintada en su rostro mientras que poco a poco iba comprendiendo el enojo de JiMin.

NamJoon había preguntado qué hacer, refiriéndose a moverse a algún parque u otro lugar donde pudieran hablar con calma, pero JiMin debía haberlo interpretado como que pretendía escaquearse. Podía ver la frustración en el ceño fruncido de JiMin, en sus manos apretadas en puños, tan confuso y perdido como el mismo NamJoon se sentía.

 

— ¿A mí? — preguntó NamJoon, intentando sonar calmado. Uno de los dos debía mantener la compostura, y JiMin parecía estar al borde de perder el control de sus sentimientos — Yo... Yo estaba seguro de que era a ti a quien le pasaba algo... Has estado ignorándome durante todo el día...

 

— ¡Tu eres el que ha estado ignorándome a mi durante dos semanas! — gritó JiMin, sus ojos llenándose de lágrimas furiosas a la vez que empujaba a NamJoon para alejarlo de sí mismo. Ni si quiera fue un golpe fuerte, pero igualmente hizo retroceder a NamJoon otro par de pasos — ¡Has estado comportándote así desde que volvimos de Los Ángeles! ¡Creía que estábamos bien, hyung!

 

A NamJoon se le rompía el corazón de ver a JiMin así, a punto de llorar por la ira y la frustración y saber que era él el causante. Dolía mucho, pero a la vez no podía evitar pensar lo adorable que lucía JiMin, con las mejillas sonrojadas, tratando de ocultar su rostro con aquellas pequeñas y tiernas manos de dedos cortos y adorables. NamJoon no podría aburrirse de sostener esas manitas, tan pequeñas y pálidas en torno a las suyas, demasiado morenas y grandes en comparación.

Y, de hecho, eso fue lo que hizo.

Desanduvo los pasos que le habían hecho alejarse de JiMin y tomó las manos del menor entre las suyas, evitando que siguiera ocultando su rostro y rompiera a llorar.

 

JiMin siempre había sido el más sensible, pero pocas habían sido las veces que llorara en público. JiMin y él eran parecidos, embotellaban sus sentimientos hasta que estos se volvían incontrolables y explotaban. Todos lo hacían en mayor o menor medida, pero algunos eran más resistentes y lo manejaban con mayor templanza, como JungKook y HoSeok, y otros estallaban enseguida bajo la presión, como SeokJin y TaeHyung. JiMin y él estaban en el término medio, pero a diferencia que los otros, resistían, resistían y resistían hasta que se quebraban silenciosamente, desgarrándose por dentro de tal manera que nadie se diera cuenta hasta que ya era demasiado tarde.

A NamJoon no le importaba lo que pasase consigo mismo, pero deseaba que aún no fuera demasiado tarde para JiMin.

 

Los ojos llorosos de JiMin se fijaron en los de NamJoon cuando éste tomó sus manos. Gran parte de la ira en su mirada había desaparecido, dejando ver en sus preciosos ojos una pizca del malestar que NamJoon había estado provocando en él con su comportamiento.

 

Así ¿cómo? — preguntó NamJoon con suavidad, ahora consciente de que el motivo por el que JiMin había estado distante con él era por venganza, para que probase un poco de su propia medicina y supiera lo amarga que podía llegar a ser — ¿He hecho algo para molestarte?

 

NamJoon sabía la respuesta, era algo sádico al querer forzar a JiMin a decirlo, pero quería escucharlo. Necesitaba que JiMin le hiciera sentir que era importante para él. NamJoon podía soportar que no correspondiera nunca a sus sentimientos, podía soportar guardar en una cajita para siempre el hecho de que estaba enamorado de JiMin, pero no podía soportar por más tiempo estar alejado de él, no podía más con el hecho de no hablarle, no abrazarle, no tomar su mano cuando simplemente deseaba hacerlo.

 

— ¿Por qué eres así, hyung? — contraatacó JiMin, dolido, pero a la vez cediendo a los avances de NamJoon, apretando su mano, buscando su cercanía, rogando con sus gestos por un poco de afecto — ¿Por qué te haces el tonto? — NamJoon se sintió muy culpable al escucharlo, viendo cómo una lágrima se derramaba de uno de los ojos de JiMin y rodaba lentamente por su tierna mejilla. NamJoon soltó una de sus manos para eliminar aquella gruesa lágrima con delicadeza con su pulgar, y en cuanto JiMin sintió la mano de su hyung sobre su rostro, de inmediato buscó profundizar el contacto, ladeando la cabeza para sentir la suavidad de la caricia — Has estado tratándome como si no me quisieras a tu alrededor. Me evitabas en las prácticas y me echabas de tu estudio cuando iba a verte... Estaba muy preocupado, hyung...

 

¡Qué difícil era no besarlo en aquellos momentos!

La avidez de contacto y afecto de JiMin era insaciable, y eso siempre había despertado los celos de NamJoon cuando JiMin lo buscaba en los demás. Pero cuando lo tenía así, rogando por su cariño y su aprecio, por que lo hiciera sentir querido, NamJoon casi no podía controlarse.

 

— No quería hacerte sentir mal, Jiminnie... — murmuró NamJoon, su voz grave y controlada, mientras deslizaba su mano para enterrarla entre los finos mechones del flequillo oscuro que caía sobre la frente de JiMin, apartándolo de su rostro para poder apreciar su belleza al desnudo. JiMin posó la mano en el antebrazo de NamJoon, negándose a romper ningún contacto, sollozando de alivio ante el cariñoso apodo y la cadencia dulcificada en el tono de NamJoon — Estoy seguro que he sido un idiota contigo... Sabes que a veces me pongo un poco idiota... — JiMin sonrió, y NamJoon suspiró aliviado al verlo, sabiendo que iba por buen camino — No era mi intención evitarte — mintió — pero estaba estresado y necesitaba un poco de tiempo a solas, para pensar... — al menos eso sí era verdad — Tendría que habértelo dicho en lugar callármelo todo, pero no me daba cuenta de que te estaba preocupando tanto...

 

No tenía ni idea. Estaba demasiado encerrado en su angustia por intentar asumir sus sentimientos y tratar de mantenerlos escondidos que no se había percatado que estaba perjudicando a JiMin y al grupo con su comportamiento.

Aún tenía mucho que aprender, como líder y como persona, pero NamJoon nunca dejaría de intentarlo, de esforzarse en ser mejor para ellos.

 

— Perdóname, JiMin, por favor...

 

JiMin escondió su rostro en el pecho de NamJoon y rodeó su cintura con los brazos. NamJoon sintió que se le paraba el corazón y por un momento dejó de respirar, pero comprendió que no podía dejar que sus sentimientos por JiMin perjudicaran a nadie, mucho menos al mismo JiMin.

Apretó al menor en un fuerte abrazo y enterró la nariz en el cabello negro y suave de JiMin. Tenerlo entre sus brazos era lo mejor que podía haberle pasado en las últimas semanas.

Abrazado a JiMin de esa manera no entendía por qué había querido mantenerse alejado durante tanto tiempo. Si había pretendido olvidarse de sus sentimientos, intentar curarse del amor que sentía por JiMin, había sido la peor decisión que había hecho en su vida. Cómo podía querer curarse si JiMin era la mejor de las medicinas.

 

— Claro que te perdono. Sabes que puedes confiar en mí, hyung — el cálido aliento de JiMin contra su pecho hacía estragos en su ritmo cardíaco, pero NamJoon no podía hacer más que sonreír, extasiado por aquellas sensaciones que sólo JiMin despertaba en él — Estaría encantado de ayudarte en cualquier cosa que necesites.

 

Si lo abrazaba un poco más fuerte corría el riesgo de romperlo, pero aun así, NamJoon apretó su abrazo, conmovido por la abnegación que JiMin derrochaba hacia él y el resto de los miembros.

 

— No me había dado cuenta hasta ahora que un abrazo era todo lo que necesitaba — JiMin rió suavemente y NamJoon no pudo evitar acompañarlo, contagiado por el alivio y la alegría de sentir que la tensión y el malestar entre ellos había desaparecido.

 

JiMin permaneció abrazado un poco más, pero fue el primero en romper el abrazo. Aun así, NamJoon agradeció separarse y poder mirar el cariño que desprendían los ojos de JiMin, dirigido completamente hacia él.

 

Ojalá pudiera decírselo en aquellos momentos, pero NamJoon sabía que lo mejor para todos era no hacerlo. Tenían un sueño y aún estaban luchando para conseguirlo, NamJoon no podía ser egoísta y estropearlo.

Si tenía que elegir entre «solo o Bangtan», siempre elegiría Bangtan. Y mientras que Bangtan fuera su elección, JiMin nunca sería para él.

Pero no importaba. Los secretos sucios y feos siempre debían mantenerse escondidos, y aquel era el pequeño sucio secreto de NamJoon.

 

A pesar del calor de la noche, NamJoon y JiMin pasearon hombro con hombro conversando alegremente. Se sentaron en un banco del parque y compartieron su particular cena. NamJoon sacó sus auriculares y los conectó al teléfono de JiMin, comiendo, riendo y escuchando música compartiendo los cascos.

 

Mientras pudiera estar así con JiMin, a NamJoon no le importaba nada más. Ser amigos o pareja, hermanos o amantes, era irrelevante. Si JiMin sonreía para él, NamJoon también sonreiría, sabiendo que estaba exactamente donde quería estar: al lado de Park JiMin.

 

 

 

5

Los días, semanas y meses pasaban a un ritmo vertiginoso, convirtiéndose en un borrón en la vida y los recuerdos de NamJoon. Poco a poco, sus agendas se volvían más apretadas y la carga de trabajo aumentaba. Estaban escalando puestos en la pirámide de la fama, y aquel privilegio también tenía sus desventajas.

Siempre iban corriendo a todas partes y a veces parecía que el día no tenía las horas suficientes para que les diese tiempo a hacer todo lo que tenían que hacer y poder descansar lo que sus cuerpos necesitaban.

Ser idol era un trabajo a tiempo completo en el que la tranquilidad y el descanso parecían no tener cabida, pero eso era por lo que todos ellos habían estado luchando. Eso era lo que querían, y ser conscientes de que estaban consiguiendo su sueño no los había dormido en los laureles, si no que se hacían más y más codiciosos, queriendo llegar más alto de lo que nadie lo haría.

 

Era entonces que NamJoon necesitaba que le pusieran los pies en la tierra y le recordaran que solo era un hombre y que no tenía súper poderes. Necesitaba a aquellos compañeros únicos que se preocupaban por él para que le dijeran que a veces también era correcto sacrificar horas de trabajo por horas de sueño, que no solo necesitaban a un líder trabajador y dedicado al grupo, sino también un líder que cuidara de su salud y se mantuviese fuerte para poder seguir siendo el pilar principal que mantuviera el grupo a flote.

Fue por ese motivo que una tarde lluviosa de enero, tras dos semanas de dormir a penas tres horas diarias, encerrado en su estudio hasta las tantas, grabando canciones para el nuevo álbum, practicando incansablemente las coreografías del comeback, NamJoon se despidió de sus compañeros tras el ensayo grupal de la mañana, y mientras que ellos tenían práctica libre, él regresó al dormitorio para tener una buena sesión de merecido descanso.

 

Lo cierto era que no había sido decisión suya, si no de JiMin y HoSeok, quienes se habían unido en un perfecto tándem para convencerlo de que ya era hora de que durmiera una noche completa de seguido:

 

— Las ojeras te llegan al suelo, hyung.

 

— Las estilistas van a necesitar un bote entero de corrector para poder ocultarlas.

 

— Estas tan cansado que no eres capaz de levantar los pies del suelo.

 

— Joon-ah, la próxima vez que bosteces te meteré un calcetín sudado de Tae en la boca.

 

— Si te lesionas antes del comeback y no puedes participar en las promociones, hyung, me aseguraré de ponerte en evidencia en cada programa de música al que vallamos.

 

Oh, y NamJoon sabía muy bien que JiMin era capaz de hacer algo así sin pestañear, y con la sonrisa más encantadora y angelical del mundo. Y quizá fue esa velada amenaza la que terminó de persuadir a NamJoon, o tal vez la oleada de excitación que le recorrió al ver la sonrisilla ladeada y perversa que se dibujo en los encantadores labios de JiMin.

JiMin era un ángel caído del cielo, pero escondía una sutil maldad tras capas y capas de ternura, que sólo salía a la luz con algunos comentarios salvajes, capaces de humillar al más estoico, y que, por alguna razón, ponían a NamJoon como una moto al ver una faceta de JiMin que rara vez mostraba.

 

Desde que se dio cuenta de sus sentimientos por JiMin, NamJoon había tenido mucho tiempo para acostumbrarse y para aprender a vivir con ellos.

Nada había cambiado en él desde entonces, ni desde mucho antes, lo que le llevaba a pensar que su amor por JiMin había estado ahí incluso antes de que NamJoon hubiera sabido ponerle un nombre.

 

Había veces que ocultar sus sentimientos era fácil como respirar, cuando estaban todos juntos, disfrutando y pasándolo bien como niños de primaría, comiendo y jugando a juegos absurdos, contando chistes y riendo hasta que les dolía el estómago. Era muy fácil cuando JiMin se acercaba con los brazos abiertos y se colgaba de él como un cariñoso koala y NamJoon podía cargarlo de acá para allá con una sonrisa de oreja a oreja, sin parecer que NamJoon estaba coladito hasta los huesos por él, porque era algo que JiMin hacía con todos. Y era infinitamente fácil cuando se reunían a ver una película en el salón en sus noches libres, y NamJoon no tenía que hacer nada cuando JiMin lo elegía a él para acurrucarse y dormirse encima de él como hacía siempre en todas las películas.

 

Pero también había momentos en los que estar enamorado de Park JiMin y ser capaz de conseguir que nadie se diera cuenta era la tarea más difícil que NamJoon había desempeñado en su vida. Como cuando a NamJoon le invadían los celos al ver a JiMin mirando ropa con TaeHyung y SeokJin en su móvil, algo que normalmente hacía con él, y tenía que obligarse a apartar la mirada y salir de la habitación para no montar una escenita. O cuando JiMin hacía algo adorable que derretía a NamJoon por dentro y lo hacía morirse de amor, mientras se reía como un estúpido porque era incapaz de soportar tanta ternura. O la peor de todas, cuando tenía que esconder la excitación de ver cómo JiMin se convertía en el ser más endemoniadamente sexy sobre la faz de la tierra al subirse a un escenario y ponerse delante de una cámara.

 

Y luego estaban los momentos en los que NamJoon no se tenía que preocupar de si alguien lo descubría o no, en los que podía mirar fotografías o videos de JiMin y dejar que se le cayera la baba si gustaba, porque estaba solo en el dormitorio y no había nadie de quien esconderse.

 

Todos estaban ocupados en sus prácticas individuales, y por primera vez en mucho tiempo, NamJoon tenía el dormitorio para él solo, pero estaba tan cansado que no tenía ganas ni de darse una alegría al cuerpo para aprovechar.

Cogió algo de comer en la cocina porque no tenía más remedio, ya que SeokJin le había hecho prometer que comería algo antes de acostarse, y tras asegurarse que no se iría a la cama con el estómago vacío (porque medio paquete de Oreo y una bolsa de galletas Ya Chae jamás sería algo que SeokJin considerase una comida decente), NamJoon arrastró los pies como un zombie hasta la habitación que actualmente compartía con JungKook.

 

Hacía poco tiempo que se habían mudado y aún no estaban del todo instalados, pero allá donde fueran los siete juntos, pronto se sentía como un hogar.

Los objetos personales de cada uno estaban por todas partes, la mayoría de los cuadros y posters que habían traído consigo estaban en el suelo ocupando espacio, a la espera de que alguien los colgase, y el salón aun no estaba ni la mitad de decorado en comparación al anterior, pero aun así, NamJoon se había acostumbrado rápido a la nueva vivienda y no había nada que le resultara particularmente extraño.

Nada, a excepción de la privacidad.

 

Después de más de tres años compartiendo un minúsculo apartamento y una única habitación con otros seis jóvenes-adultos, mudarse a un dormitorio con tres habitaciones, dos cuartos de baño, cocina, comedor y un vestidor, podía considerarse un cambio monumental.

Hasta ese momento, NamJoon nunca había padecido insomnio, pero desde que se mudaron le costaba muchísimo conciliar el sueño.

Echaba de menos los sonidos que hacían sus compañeros durante la noche: el crujir de la litera cuando YoonGi se movía en la cama que había encima de él, las patadas que daba TaeHyung, la respiración pesada de HoSeok, y la forma que tenía SeokJin de cantar en sueños.

Le resultaba extraño compartir la habitación sólo con JungKook, y agradecía infinitamente no estar solo, pues entonces no sabría hasta que punto podría haber llegado ese problema de insomnio.

Y en parte, aquella situación en la que aun estaba en periodo de adaptación a su nuevo dormitorio, había colaborado en el desgaste físico de NamJoon. 

 

Se cambió de ropa y se puso el pijama, que consistía en un pantalón corto de deporte y una calentita sudadera de colores que le había robado a HoSeok. Hundió la cabeza en su almohada y se arropó hasta cubrirse la nariz con las mantas, frotando sus pies contra las sabanas, tratando de hacerlos entrar en calor.

Creyó que el cansancio le haría caer por su propio peso en un sueño profundo y sin interrupciones gracias al silencio que reinaba en la casa, pero tras media hora en la que su cerebro se negaba a apagarse, NamJoon se dio cuenta que lo que esperaba no iba a suceder.

Empezó a pensar y eso era lo último que debía hacer. Su cabeza llena de pensamientos, de letras de canciones, beats y ritmos, parecía que se negaba a descansar. Por mucho que intentara dejarla en blanco, siempre había algo que acudía a molestarlo.

 

Sería una vergüenza si NamJoon no conseguía dormir nada cuando específicamente se había saltado las prácticas para poder descansar, así que no podía permanecer más tiempo mirando el techo de su litera sabiendo que no se iba a dormir.

 

Se levantó y posó los pies descalzos en el suelo, sintiendo inmediatamente el calor radiando de la madera. Pensó en hacerse un poco de té para relajarse, tal vez había tomado demasiado azúcar antes de irse a dormir, pero cuando llegó a la cocina, se dio cuenta de que tenía prohibido tocar la vitrocerámica sin supervisión.

En su anterior apartamento tenían cocina de gas, y NamJoon no tenía permitido acercarse a nada que emitiera fuego o pudiera explotar. La cocina eléctrica se suponía que debía ser segura para él, pero al no saber usarla, sus hyungs le habían hecho prometer que no la usaría hasta que no le enseñaran propiamente cómo utilizarla. Y sin fuego no había tetera, y sin tetera se podía olvidar del té.

Necesitaría pensar alguna alternativa, como contar ovejas o mecerse para intentar conciliar el sueño. Tal vez buscar una recopilación de canciones chill out en YouTube, de esas con el sonido de olas de mar o de la lluvia cayendo, a ver si conseguía relajarlo.

 

Regresó por el pasillo hacia su habitación arrastrando los pies, disfrutando del suelo caliente sobre su fría piel desnuda. Las puertas de las habitaciones de sus compañeros estaban entreabiertas, rara vez las cerraban si no había nadie dentro, no se acordaban de hacerlo, pues nunca antes había habido muros que los separaran.

NamJoon se detuvo en medio del pasillo, meditabundo, cuando recordó que ese era precisamente el problema.

Las paredes, los muros, las puertas, la soledad...

Siempre se estaban quejando por el espacio, la falta de privacidad, por la forma en que no tenían más remedio que compartirlo todo, pero cuando por fin habían crecido lo suficiente como para tener un dormitorio más espacioso, NamJoon estaba echándolos tanto de menos que era incapaz de conciliar el sueño.

 

Mordiéndose el labio, NamJoon miró la hora en su teléfono móvil. Aun quedaban más de cuatro horas para que cualquiera de sus compañeros llegara a casa.

Con el nerviosismo de saber que estaba a punto de hacer una travesura, NamJoon programó el despertador a las seis de la tarde, poco antes de que TaeHyung y SeokJin terminasen su práctica vocal, asegurándose así que estaría despierto antes de que regresaran al dormitorio y nunca supieran lo que NamJoon había estado haciendo mientras estaba solo en la casa.

 

De puntillas, aunque no hubiera nadie allí que pudiera escucharlo, NamJoon empujó la puerta entreabierta de la habitación donde HoSeok, TaeHyung y JiMin dormían.

Aún había cajas con sus nombres en las esquinas, señales de una mudanza que estaba durando demasiado; pero lo más importante, lo que NamJoon extrañaba, ya estaba fuera de sus embalajes. La ropa, los productos de aseo, los anillos de JiMin desparramados por toda la mesilla de noche, la colección de gafas de TaeHyung , las gorras de HoSeok desperdigadas por todas partes. El olor familiar del suavizante que todos ellos usaban mezclado con sus aromas personales.

 

NamJoon entró en la habitación sintiéndose como un intruso, pero eso no le impidió seguir adelante. Evitó la cama de HoSeok y se fue directamente a la litera que ocupaba gran parte de la habitación.

La cama superior estaba deshecha y con las sábanas enredadas, TaeHyung nunca se detenía a estirarla cuando iba apurado en las mañanas. Si NamJoon se tumbaba a dormir en ella, TaeHyung probablemente nunca se daría cuenta, pero ya que estaba haciendo algo tan estúpido como aquello, NamJoon prefería especialmente una cama sobre todas las demás.

Si le descubrían, probablemente se reirían de NamJoon durante semanas, por eso tenía que ser cuidadoso.

 

A JiMin sí le gustaba hacer su cama y dejar las sábanas lisas y estiradas antes de irse a trabajar. A NamJoon nunca se le había dado bien hacer la cama, pero lo haría lo mejor que pudiera más tarde, porque pensaba deshacer el buen trabajo de JiMin.

Estaba casi seguro de que allí podría conciliar el sueño, y si no, a NamJoon no le importaba. La sola idea de meterse en la cama de JiMin y embriagarse con su aroma le parecía lo más inteligente que había pasado por su cabeza en mucho tiempo pese a lo agotado que estaba en aquel momento.

 

NamJoon abrió la cama de JiMin sin ninguna ceremonia y se lanzó dentro como si unos brazos invisibles tiraran de él para que lo hiciera, y acto seguido, se cubrió hasta la cabeza y dio una profunda bocanada de aire, notando cómo sus pulmones se llenaban con el intenso y crudo aroma de JiMin.

Su cuerpo tiritó y los dedos de sus pies se encogieron del puro placer que lo invadió ante la simpleza de dejar que el olor de JiMin lo envolviera. Era como ser abrazado por él, y NamJoon podía disfrutarlo sin la necesidad de reprimir sus reacciones, porque no había nadie de quien necesitase esconderlas.

 

Dejó que su cabeza emergiera de entre las cobijas, pero de inmediato hundió la nariz en la almohada y volvió a aspirar como si le fuese la vida en ello, frotándose contra la superficie y abrazándola, intentando impregnarse de aquel aroma que tanto amaba.

 

NamJoon era un pervertido en toda regla, todos lo sabían, y aunque se estuviera comportando como un sucio acosador, NamJoon sólo encontraba satisfacción en ello. Necesitaba una recompensa por tantos meses de silencio, por aguantar como un campeón estar pegado las veinticuatro horas del día a la seducción viviente que era Park JiMin y ser capaz de demostrar que podía ser sólo su amigo, y nada más.

 

Antes de que una erección pudiera comenzar a levantarse en el interior de sus pantalones, NamJoon se obligó a calmarse. Llevaba meses de sequía, pero, por muchas ganas que tuviera, masturbarse en la cama de JiMin le parecía caer demasiado bajo, incluso para un pervertido como él.

Si lo hacía, podría estar seguro de que se convertiría en la mejor paja de su vida, pero no podría mirar a la cara a JiMin de nuevo. Y si había algo que amara más que su propia satisfacción sexual, eso podía ser el rostro sonriente de JiMin.

 

Dando un largo suspiro, tratando de calmar sus alborotadas hormonas, NamJoon buscó una posición cómoda y cerró los ojos.

Poco a poco, su cuerpo empezó a relajarse. Con el paso de los minutos, su mente dejó de atraer pensamientos aleatorios que lo distrajeran de su descanso, y en lugar de ello, su imaginación comenzó a jugar con su percepción sensorial, haciéndole creer mientras que su cuerpo comenzaba a sumirse en un agradable sopor, que JiMin estaba allí con él, en su cama, prodigándole caricias y brazos, suaves besos de mariposa en la nuca y tiernas palabras de amor al oído, que NamJoon nunca escucharía estando despierto, pero que era inmensamente agradable pensar que podría ser real.

 

En pocos minutos, aquel pequeño juego de su imaginación se convirtió en un verdadero sueño cuando al fin consiguió quedarse dormido.

Durmió tan profundamente que en sólo unas horas se encontraba mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo. No había dormido tan bien desde que se habían mudado a aquella casa, y el sueño fue tan magnífico que no habría querido despertar nunca. Pero el despertador sonó, y abrir los ojos y caer en la cruda realidad, darse cuenta que estaba solo en aquella cama y que JiMin nunca había estado allí con él, fue tan duro que sus ojos se llenaron de lágrimas y rompió a llorar desconsolado.

 

Aquella había parecido la mejor de las ideas, pero ahora, sólo habría deseado no haberlo hecho nunca para no tener que saborear en desagradable amargor de la decepción y la soledad. 


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