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My Name Is John Watson And I'm Not Your Husband por SweetandCoffe

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Notas del capitulo:

Antes de leer esta parte, quisiera mencionar que esta tiene una escena explícitamente sexual.
Ya lo he marcado en la historia, pero es bueno ser precavidos a veces.

John desliza sus manos por sobre el gélido y llano montón de hojas que Smaug llamaba su lecho, dejándose hacer por varios minutos hasta que la pasión y el entusiasmo comienzan a tornarse tan intensos que da vergüenza mencionarlo. El dragón no parece querer intercambiar palabra alguna y decide continuar con su labor de besar el cuello del hobbit como si su efímera vida dependiese de ello; John sigue sin objetar.

Los luminosos ojos de fuego se cruzaron con los azules del hobbit, provocaran un beso desesperadoun toque furtivo, labios secos pero cuerpos húmedos.

Es en esos pequeños lapsos mentales de calor donde la mente misma se llega a cuestionar, que John pausa “¿Cómo he llegado aquí?”

¿Cómo había llegado hasta ese punto?

La respuesta es de todo menos sencilla y aún menos moral. Aunque siendo sinceros, si le pidieran resumir aquello en una palabra, elegiría fuego.

Aquella mañana no era distinta a otras, la misma aburrida rutina; nada extraño que resaltar del clima.  

Smaug partió apenas el sol alcanzó el punto más alto de la mañana y, como siempre, el hobbit sentado en el filo del ventanal sin cristal moldeado en un arco de roca, se despidió con un suave ademán de mano. 

No se movió de allí por horas; John realmente no encontraba nada atrayente dentro de esa cueva –que ya conocía de pies a cabeza… ¿o debería decir de piso a techo?–.

De todas maneras, la urgencia no era algo que tocaba a su puerta, y en esos momentos de soledad (o casi pues su compañía era prácticamente un ave demacrada a la que había catalogado como gallina, Philomena), pensaba mucho acerca de todo. 

Smaug siempre traía consigo alimentos y fuego. Llevaba una antorcha apagada y siempre ésta volvía envuelta en llamas, la cual para el día siguiente se había extinguido y el ciclo de búsqueda de fuego volvía a comenzar.

John había descubierto que Smaug poseía el poder de generar fuego por sí mismo, pero era algo que tenía muy pobremente desarrollado; eso explicaba porque siempre trataba con suma violencia a todo aquel que se opusiese a cederle aquella la tan deseada llama incandescente. Porque viene siendo cierto que Smaug fue un dragón que respiraba fuego y ahora no puede evitar herirse con él.

John se asegura que debe ser algo duro para Smaug, pero no le da tantas vueltas al final.

Después de lo que quizá fueron horas, John coloca su palma frente el sol y verifica en cuanto tiempo llegará el dragón. Hace falta tan solo un dedo para que el sol se oculte, eso quiere decir que en menos de 15 minutos, él estará en casa.

John no ha pensado realmente en Thorin, o en el mago y el elfo que iban tras él. Tampoco pensaba en Sherlock de la manera en la que solía. No es que quisiera hacerse el desentendido, pero sentía que era algo de lo que no tenía caso pensar en un futuro inmediato, pues Smaug se había transformado repentinamente en una prioridad. 

Lo diferente de aquel día fue el trato que recibe apenas Smaug retorna a la cueva. A diferencia de otros ocasos, Smaug no cruza palabra o mirada con el hobbit, ni tan siquiera piensa en contarle como había sido su camino aquel día.

Ya juntos, frente a la comida fría que comparten, John intenta descubrir la razón del precipitado cambio de semblante que Smaug mostraba, aunque aquellos intentos resultaron vanos.

Smaug no había tocado ni un poco de su comida, pocas eran sus pretensiones de llevarse algo a la boca realmente; y como distracción, decide mirar al hobbit frente suyo, analizando cada centímetro de su rostro que el fuego de esa noche dejase apreciar. John no tarda en notar aquello.

“¿Pasa algo?”

“No” replica el dragón, y regresa la vista a su plato sin ninguna intención de probarlo.

“Bien” concluye John. 

Smaug finalmente se digna de tomar una ciruela de su plato, pero no la usa en beneficio de su alimentación –que con su forma humana resulta imprescindible-, sino para sugestivamente jugar con ella.

A este punto de la noche, varias mentes ya estarán cuestionándose que pasaba por la cabeza del dragón para que este resulte con tan burda actitud hacia el hobbit.

La respuesta es igual de complicada e indecente.

En su búsqueda de alimentos había optado en aventurarse por los peligrosos pasillos sociales de algún pueblillo cercano; para ser más precisos, un mercado. Lo que encontró allí fue  lo más devastador que alguna vez llegó a sentir.

El hobbit que tenía por compañía estaba siendo perseguido, pero no por cualquier pueblerino, sino por Thorin Oakenshield, el gran enano que había acabado con su reinado, y que ahora tomaba el poder de Erebor. Y lo peor del caso, es que aclamaba que aquel hobbit era nada más y nada menos que su compañero de sangre, su mano derecha, su esposo.

A Smaug le entraron ganas de usurpar el reino de nuevo, y destripar al enano mientras veía todo su reinado arder en llamas, pero nada de eso resultaba posible, pues su capacidad para crear fuego por sí mismo era casi nula… se sentía obsoleto.

Y ahora, lo único que creía suyo y de su completo deleite, resultaba ser también propiedad de Thorin.

Mientras aquel pensamiento apuñalaba la mente del dragón, la ciruela que cargaba en mano termina convirtiéndose en un hilo de néctar bajando por todo su antebrazo. John no tardó en ya estar a su lado para intentar limpiar el desastre que había hecho.

Smaug sonríe cínicamente.

“¿También tratas así de bien a Oakenshield?”

Las facciones del hobbit, normalmente con pretensiones de serenidad, se inundan de puro horror, y ante ello el dragón, se sobresalta de manera impetuosa.

“Dime que no ¿eh Bilbo?” vocifera el dragón, precipitado.

Smaug tira de la mesa y se pone en pies con una velocidad que imposibilita a John a tan siquiera reaccionar. El dragón toma en milésimas de segundo el brazo del más bajo, así impidiéndole moverse, aunque John intenta forcejear varias veces, su esfuerzo es inútil y de hecho doloroso. Ahora aquellas manos que solían protegerlo, lo lastiman.

 Al principio quema,  luego duele  y la dulce sangre brota de su piel. John no quiere demostrar ninguna señal de dolor, pero un lamento brota cuando el dolor se hace insoportable.

“¡DIMELO!” continua entre gritos, cada vez presionando más  y más. John no se rinde en soltarse de aquel agarre pero eso provoca que el dolor sea cada vez más agudo, y las garras del dragón se incrusten cada vez más y más en su piel.

“¿Crees que no lo sé?” articula suavemente mientras sus garras parecen ir más profundo, “Sé que él me busca, sé que tiene tanto miedo que decide mandar a todos sus ejércitos a matarme sin ni siquiera enfrentarse a mí con todo su potencial. Sé que tienes una daga el lugar donde yo te acogí, y ahora ciertamente, sé que eres una amenaza”

John, luego de varios lloriqueos de dolor, termina forcejeando lo suficiente para liberar a su piel de la agonía. Smaug no pierde tiempo e intenta atacarlo nuevamente; el hobbit corre, y por un momento, parece que tiene una oportunidad.

Pobre aquel hobbit cuando el dragón lo toma fuerte y lo tira contra la pared, estando de repente frente suyo, con su mano intentando atacar a su cuello… pero algo lo detuvo.

¿Era Smaug capaz de matar al hobbit? John nunca pensó en aquella posibilidad ciertamente, la mano de Smaug se encuentra paralizada frente a su cuello, pero no lo llega a tocarlo. John clava su mirada en la del dragón y encuentra incertidumbre.

“No” dice el hobbit, sin hacer movimiento alguno a más de mover sus labios.

 “Pruébalo por tu vida” enuncia Smaug, su semblante serio, y su mano aún firme capaz de atacar en cualquier segundo.

John no contesta nada por algunos segundos que parecieron años; y en aquellos años, la herida dejo de doler  y sus ojos, los cuales se han mantenido fijos con los de Smaug, por primera vez no logran ver nada. De hecho los veía aterradores, a pesar de lucir limpios de culpa. John decide cambiarlos.

Toma impulso, y con un pequeño empujón atrapa los labios del dragón con los suyos firmemente, tornándose en un beso suave, que por un instante vale la pena, y es divino.

En pocos segundos por aquellos pasillos, los errantes pasos de ambos los conducen sin romper el lazo del beso hasta la estancia del dragón, donde John entra primero de espaldas,  deslizando sus manos por sobre el gélido y llano montón de hojas que Smaug llamaba su lecho y se echa con Smaug encima suyo.

El hobbit abandona su razón en aquel punto de la noche, y solo se dedica a mirar a través de aquellos ojos incandescentes que ahora demuestran su atención en su cuerpo lampiño y ajeno, y cuando no los mira, es porque está demasiado preocupado explorando la boca del dragón. Smaug tiene dientes levemente afilados, haciendo que su lengua experimente una sensación enteramente nueva. El dragón libera sus labios de los propios y ahora traza una pequeña línea hasta su cuello.

John decide hacer algo que debió haber hecho hace mucho tiempo y en muchos otros contextos… Se da cuenta que debe dejar de pensar en lo que Bilbo haría y solo hacerlo como John lo haría.

De todas maneras, Bilbo hubiese salido de esa cueva hace mucho tiempo. Bilbo hubiese usado aquella daga en el cuello del dragón y estaría en Erebor junto a Thorin, pero no. John no es Bilbo, ni el que tiene besándolo es Sherlock, así que John lo hará a su manera.

John empuja su cuerpo contra el del dragón, dándose espacio para poder despojarse de sus ropas rápidamente y sin rodeos. Apenas termina con todo su torso, se lanza a Smaug y lo besa desesperadamente.

Por primera vez hará las cosas bien.

Smaug no tarda en quitarse sus prendas también, y es el primero que lo hace completamente. El hobbit se encuentra extasiado ante la vista que ahora posee, pero rápidamente vuelve a sus labios. Smaug se encuentra encima de él aprisionando su cuerpo con el del hobbit, pasan varios minutos más de besos y finalmente el hobbit queda totalmente expuesto a Smaug.

El dragón se impacienta con furia, y ahora guía sus besos en una línea descendente que llegan al miembro del hobbit.  Lo examina por varios minutos ante las silenciosas súplicas de su acompañante, y luego lo toma con exquisitez, llevándolo a su boca.

El hobbit no sabe donde aprendió a hacer eso, y sin embargo, no le importa. Continua suspirando mientras siente como Smaug lo lleva en su boca con más ímpetu. Recorre desde la base hasta la punta sin detenerse, deleitándose con los alaridos del hobbit.

Entonces Smaug tiene una idea.   

Suelta el miembro del hobbit instantáneamente y empleando su fuerza, lo toma del torso y lo gira, haciendo que el pecho del hobbit ahora se encuentre adherido a la cama. El dragón entonces comienza, con una gran habilidad y delicadeza a masajear la espalda de John hasta llegar a su trasero.

Las manos de Smaug son suaves, pero sus garras pueden llegar a ser peligrosas.

“Muéstrame” suspira agobiado Smaug. “Muéstrame como te gusta”

John se excita de sobremanera al escuchar estas palabras, y con una mirada por sobre su hombro, asiente. Empujando sus brazos para tomar distancia de la cama, el hobbit alza su cuerpo, dándole un mejor panorama de su entrada al dragón.

“Mójalo”

Smaug no sabe qué hacer por un gran instante, pero tampoco tomó mucho tiempo el descubrirlo. Con ayuda de su propia saliva y los gruesos dedos del hobbit, aquel ya se encontraba listo para recibirlo.

La única respuesta de aliento a hacerlo son pequeños jadeos; el dragón los escucha gustoso, y en un instante ya se encuentra introduciéndose en él. Se detiene abruptamente el sentir una oleada de calor que lo recorre por un momento, y su hobbit se queja, empujando sus caderas enteramente al dragón, introduciéndolo por completo dentro de él. Esto trajo consigo varios gritos de excitación. Se quedaron quietos por algunos segundos, ambos adaptándose a la nueva sensación, hasta que el hobbit bufa: “Muévete”.

La respuesta no se hizo esperar, y con modesto entusiasmo, Smaug sostiene con firmeza las caderas del hobbit y comienza a salir y volver a introducirse de manera perpetua. Una y otra y otra vez, una balada culminante que tocaba su interior de una manera deliciosa y se impregnaba profundamente adentro; el hobbit estaba en el cielo.

Cada estocada era más vasta que la anterior y el mediano no podía evitar complementarlas con sus propias caderas, restregándose contra la supuesta cama como animal en celo, rasgando las telas del lecho y mordiendo sus labios para evitar gritar con demasía. Smaug gruñe también, incentivando al hobbit.

“¿Quién... ah” gime el dragón. Allí, adentrando y presionando donde es más delicioso. “… Es tu rey?”

Su hobbit se aferra a las sábanas explícitamente, asintiendo mientras sigue siendo follado por Smaug.

“¡Oh! ¡Si!... ¡AH! ¡Solo tú!”

El mayor sonríe, saliéndose por completo del hobbit, abrazando sus caderas ahora volteándolo. Sus ojos se encuentran y pueden percibir la necesidad. Smaug vuelve a introducirse violentamente dentro del hobbit, haciéndolo soltar un grito de placer. Vuelve a embestirlo con certeza.

“Tu… rey”

“Mi rey, ¡AH! Voy a… ¡AH!”

Sabe exactamente lo que querría decir, porque también la siente.

“Bésame” dice Smaug perlado de sudor, aumentando su penetración.

Aquellas palabras llegan como una orden a pesar de los gimoteos del hobbit, el cual usa sus manos para tomarlo del cuello mientras su cuerpo se mueve con un violento vaivén y lo besa como si su mundo entero fuese construido para ello, y de hecho, llega a serlo por un minuto.

Aquel beso hace que sus gritos acallen cuando el hobbit finalmente se viene de repente, estrechándose para Smaug, quien en segundos también culmina con un grito gutural acompañado de los gimoteos del hobbit tras ello, el dragón pudo estar en el Edén por algunos segundos, para después hundirse en el cuello de su acompañante, aun sin salir de él, tratando de recuperar su respiración.

Para cuando el dragón se retira finalmente, deja un desastre dentro del hobbit, pero a éste realmente no le importa. Acomodándose a su lado, rozando sus frentes mientras recuperan su aliento; aquello les toma varios minutos.

No intercambiaron palabras, solo se dedicaron a mirarse el uno al otro, y robarse un beso de vez en cuando. Apenas sus respiraciones dejaban las irregularidades de lado, Smaug toma la mano del hobbit, y la posa debajo de la suya: algo impresionante sucede.

Una pequeña llama color azul comienza a brotar de la mano del dragón, hasta que se torna inmensa y se colma del vivo rojo. John sonríe ampliamente al ver la felicidad de Smaug, el cual apaga la llama y vuelve a besarlo con suave firmeza.

El hobbit no sabe cuándo se quedó dormido en brazos de aquel, pero esa noche no tuvo pesadillas… quizá sea porque lo peor aún estaba por venir.

Notas finales:

Esta escena me costó mucho tiempo en escribir, digamos que eso del smut no lo he hecho en mucho tiempo... De todas maneras, los reviews están para todos los que lean esto si quieren quejarse de lo malo que estuvo haha.


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