Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

My Name Is John Watson And I'm Not Your Husband por SweetandCoffe

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Alguien dijo alguna vez que las primeras impresiones son muy importantes y las únicas que se tomarán desde entonces.
John cree que esa frase, acaba de perder su poder

Abrieron su pecho a fin de llenarlo con algodón, eso lo convertía en un juguete. Lo tentaron a seguir huyendo, aún sin poder hacerlo. Lo encerraron dentro de una esfera de cristal, de esas que te hacen sentir en casa a pesar de ser totalmente diferentes a lo que llamas hogar. Nevaba dentro, y solo había una pequeña choza con todos los manjares de los que él deleitaba siempre que quisiera darse un gusto, al menos una vez por año. Nunca hacía daño soñar de vez en cuando.

Las cosas iban de mal en peor allí dentro, cada vez la nieve se volvía más espesa y apenas podía reconocer ciertos rizos a través del cristal. Gritó y gritó. Destrozó todo lo que le ofrecieron y lo transformó en su única esperanza y aun así… Sherlock seguía sin verlo.

Cuando la esfera cayó al suelo,  John despierta en el duro suelo de lo que parece una mazmorra y recuerda todo.

Sin embargo, no se dio el lujo de quejarse. Adapta sus ojos a las pequeñas grietas de luz en las paredes que ahora gozaba en comparación de la noche anterior.

Escucha un sonido peculiar a sus pies, como el de algo chocando contra los barrotes de su prisión y se da cuenta de dos importantes detalles: su celda estaba abierta; no parecía haber sido por accidente, lo aseguraba la llave introducida certeramente en la cerradura y… Hay un animal allí abajo.

Sale de su celda para estar próximo a él, cerrando la puerta de metal tras de sí ahora con llave en su bolsillo. Se inclina con el propósito de estar a su altura: era un ave, pero no una cualquiera. Era una especie de dodo, claramente más pequeño, combinado con una gallina-pavo. El animal plumífero que jamás había visto ni creído ver, lucía maltratado y demacrado; carecía de inteligencia y de varias plumas en su cuerpo, su pico estaba desgastado y no dejaba de chocarse contra los barrotes de su celda a pesar de tener la vista fija en ellas; ahora entiende de donde venía el ruido inicial.

Cuando John, divertido, jala de su cresta –la que no era tan grande, a propósito– y lo re direcciona hacía el lado contrario, hace que éste se pierda, haciéndolo dar vueltas sobre su propio espacio.

Ríe. Le resultaba tan divertido aquel animal que trata de encontrarse con su mirada, pero le fue imposible cuando nota que un ojo miraba para el suelo y el otro hacia el techo, creando una imagen tan graciosa que solo pudo crear otra risotada de su parte. Lo toma de las garras y lo carga cual águila, pues tenía un tamaño un poco similar.

Tratando de hacer el menor ruido posible, sigue las únicas escaleras que puedo encontrar. Su celda era única, no existían más. De hecho, parecía que no había necesidad en ello realmente.

Ya cruzando un arco de roca, saliendo totalmente de la obscuridad puede notar en todo su esplendor el lugar. Yacía una sala llana de roca aloque con dos arcos como ventanas. Sigue hacía su derecha con pasos dudosos, a veces callando al ave en su brazo cuando se le ocurría preguntar a base de pequeños cacareos en un idioma inentendible.

Camina ahora sin miedo a avanzar, el lugar se comenzaba a ver más vivo. Siendo decorado por oro, materiales preciosos, pinturas, más arcos que dejaban pasar al azul del cielo y ciertos detalles que no puede dejar pasar… Claramente el lugar no era tan extravagante como el castillo en Erebor, pero tenía bastante estima para ser llamada una simple cueva solo por ser de roca.

De nuevo se encuentra con varios espejos que le doblaban la altura, con los cuales logra diferenciar un problema en su espalda.

Deja el ave en el suelo y trata de mirar bien su reflejo, dando vueltas para alcanzar a ver su espalda. Su camisa parecía un queso suizo detrás, mas con el espejo, puede ver que no solo la tela resultó afectada. A pesar de no sentir dolor, su espalda se pintaba de marcas rojas como rasguños, hechas a un propósito. Trata de tocarlas y el dolor llega.

Solo un par de bufidos de parte de John y toma de nuevo al ave, ya no tiene caso pensar en ello de más.

Se sobresalta al tener rastros del primer sonido en aquel lugar. Todo parecía tan pacifico hasta que una chillona voz comienza a hacer eco por todos los arcos en los que había pasado. Logra diferenciar, de entre todas las sosas puertas de lo que parecía ser madera,  a un gigantesco medio abierto portón dorado, presumido con varios diamantes.

Se apega a la pared de roca y se desliza hasta estar lo más cerca de la modesta entrada, era claro que alguien estaba tras esa puerta, y tal vez no era mandato que él estuviera fuera de la celda, así que prefiere evitar lamentarse en un futuro.

Lamentablemente, el ave comienza a cacarear como si su vida dependiese de ello, y John a pesar de hacerla callar con inaudibles suplicas, no logra hacerlo. Las voces callaron.

“Philomena, querida” escucha una voz diferente. “¿Qué haces allá oculta?”

Le resulta familiar, es un tono ronco que le entra bien por los oídos, lo acurruca y lo hace sentir seguro. Su cuerpo sigue escondido detrás del pesado pórtico, aunque decide avanzar un poco más, mirando como el ave camina de manera exagerada hacía la voz mencionada.

Un poco más y no da crédito a lo que sus ojos ven.

Allí, bajo el fulgor de un ventanal que lo cubre en un trono tallado minuciosamente de hierro, se posa el ave a la altura de su pecho siendo abiertamente recibida por aquel. Quizá haya algo con esas manchas rojas incrustadas en sus pómulos, o esa extravagancia en telas zafiro envueltas en su cuerpo, o en el trono lleno de laureles, o en los latidos de su corazón, pero ese de ahí era Sherlock, está seguro.

Se ha quedado tan pasmado en su reacción, que ha hecho la puerta moverse y rechinar para inevitablemente dar unos pasos de frente y evitar su caída. Ahora él lo mira demandante. Claramente él no podía ser Sherlock, y hay más de un indicio en esa sonrisa que le dedica que él debe ser la criatura por la que abandonó el lecho de Thorin.

El plumífero baja de sus garras, aún con la mirada perdida y él se levanta de su lugar. Ha buscado acomodarse su ropaje antes de volver a tomar al ave y caminar, engrandeciendo su sonrisa y pisando certeramente cada centímetro de alfombra que lo separase de él.

John se ha quedado totalmente inmovilizado en espera de algún movimiento, y cuando lo ve venir, su pulso parece desaparecer. Ni siquiera tiene idea de qué hacer, supone que él se ha tomado como rey en ese lugar, y la última vez que trató de saludar a alguien por rey no lo fue tan bien que se diga.

Se detuvo a un metro de él, ahora con su semblante serio y solemne, aunque el ave en su pecho desalineaba su modestia a veces cuando se le ocurría cacarear.

Fuego cruza en sus ojos cuando alcanza a los del hobbit, quien baja su mirada rápidamente. Smaug luce encantado.

“Mmh... ¿Nos vamos a portar así de tímidos ahora? Ladrón de las Sombras”

Parece que no entiende la referencia.

“Yo…. Yo no he venido a robarte” contesta. Porque es lo único que se le ocurre.

La mano de Smaug que no sostiene al pájaro, corre por el cuello del hobbit hasta acariciar su mejilla y tontear que sus rizos.

“Al principio no te reconocí ¿sabes? Solo vi un pequeño bulto en la tierra y me lo lleve porque parecía algo interesante, me gustan las cosas interesantes” gruñe. “Ya después de pensarlo recordé que este avellana de tu cabello se me era familiar... la pregunta ¿quién eras? No me costó más de 5 minutos recordarlo todo” Dice orgulloso. “Me alegra que esta vez no vengas impregnado del repugnante olor de un enano”

Siente como saborea cada palabra, hasta escupir las últimas con un odio palpable. Llega a la punta de uno de sus rizos y al fin deja su cabello en paz. Da media vuelta, mirando a la criatura grisácea de la voz chillona, y con una simple mirada colmada de mandato, lo mandó a correr fuera de la sala. Philomena –como la ha nombrado– aún cubre su pecho engreída.

“Puedes tratar de huir las veces que quieras” responde ya en su trono. “Que te aconsejo, no hallarás forma. Puedes gritar todo lo que quieras, que mi oído es muy agudo y podré oírte primero. Puedes tratar de matarme, pero te advierto…” anuncia arrogante. “El fuego no está solo en mi naturaleza”.

 

Notas finales:

Me demoré dos semanas en esto porque el smut que se viene me está costando.
A no... ¿Pero de qué smut estoy hablando yo?
Besos a los que seguís en este desierto de fic <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).