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De las Aves y las Abejas por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Pues iba a escribir algo bien dulce y lleno de fluff, pero salió esto :V

No era la primera vez que Adam despertaba ante el incesante y algo invasivo olfateo de Elias. Estaba seguro de que no sería la última. Elias era un hombre raro, pero ya se había acostumbrado a eso. No era el tipo de hombre con el que saldría, no era el tipo de hombre con el que nadie saldría, pero Adam le había encontrado el gusto a su ropa viej, su corte anticuado y ese tupido bigote que fallaba en su propósito de ocultar el labio leporino de su dueño pero que ya había comenzado a volverse un fetiche en su pareja.

En un millón de años habría pensado en dejar que un Alfa como Elías lo cortejara, era definitivamente un cortejo porque Elías tenía muy clara su intención de que Adam fuera suyo al final. Adam no sabía que quería, pero no tenía prisa por descubrirlo. Lo único que lo ponía nervioso era esa tendencia, extraña, casi compulsiva de Elias por olerlo.

Asumía, si bien no podía estar seguro, que era una forma de su Alfa de buscar seguridad en su aroma, cariño, de sentirse acompañado y satisfecho en algún modo primitivo y olvidado. Elías se acurrucaba detrás de él a la hora de dormir con su miembro, de tamaño considerable incluso en su flacidez, pegado a la curva de su trasero y su nariz hundida en su cuello, olfateando suavemente la glándula Omega que descansaba ahí. A veces lo hacía en la ducha, a veces en el cine, a veces mientras estaban en el sofá y siempre cuando salían a algún evento con los amigos de Adam que lo ponía nervioso y convertían a su enorme toro en un corderito tembloroso, inseguro y con la lengua lista para disparar groserías a la menor provocación.

Pero eso era Elías, un mar de contradicciones, un adulto de gran tamaño, de musculares formas, de fuerza y virilidad… que le tenía miedo a muchas cosas, que era inseguro, solitario, que necesitaba atención y cariño como un niño, que lloraba si Adam se la negaba ó que lloraba cuando la recibía. El tipo de hombre que detestaba la violencia pero se metería en una pelea que sabía que no podría ganar por defender a otra persona.

Y Adam… Adam era una mala persona, un periodista sin escrúpulos que gustaba de publicar verdades incómodas y humillantes, que adoraba descubrir los secretos de la gente que lucía intachable al exterior. Adam era una criatura cínica y cruel que había pasado por la cama de cientos de Alfa antes y después de Elías sólo para probar que podía hacerlo.

Tal vez por eso Elías olfateaba tanto. Tal vez no era por pedir cariño como el que probablemente no recibió de niño, no era para mostrar posesión ante otros. Era para recordarse a sí mismo que debajo del aroma de otros Alfa, de sudor, de placer y de semen que cubrían a la persona que más quería, debajo de todo aquello, condensado en ese pequeño bulto de células, estaba la esencia pura de Adam. Sin sus amantes, sin Elías. Sólo la más pura versión, una droga que lo ayudaba a ignorar las noches en que Adam apestaba a alguien más, alguien que debía ser mejor que él. Era la esencia que le recordaba que Adam siempre volvía, se fuera las veces que se fuera. Siempre terminaba de vuelta en su cama, en sus brazos, contra sus labios, susurrando tonterías que Elías trataba de no creer.

Pero siempre creía, y siempre sufría cuando había un aroma nuevo en su cuerpo que pertenecía a alguien más. Aromas que le recordaban que nunca sería suficiente. Aromas que le rogaban irse, mantenerse digno como el imponente Alfa que era, claramente, y buscar un Omega decente que le quisiera sólo a él. Pero no había Omegas para Elías. El lo sabia. Prefería mil veces compartir a Adam que no tenerle en lo absoluto. O así era por ahora. Un día habría un aroma que se repetiría y Adam se iría. Y él se quedaría sólo, llorando en una casa vacía pero que para él estaría llena de sueños rotos.

Al final olvidaba todo con una inhalación más, se dejaba engañar por los besos y las sonrisas hasta la mañana siguiente y sacaba del olor en su almohada la energía de vivir otro día.


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