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Revenge por Itachiisgod

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Notas del fanfic:

¡Buenas!

Vengo con un AU de Yuri on Ice, YuurixYuri.

Ninguno de los tres son patinadores en el fic, aunque tampoco especifico a qué se dedican (excepto Yurio, claramente). No me pareció relevante para el One Shot.

Notas del capitulo:

Espero que lo disfruten.

     La mente de Yuri no paraba de dar vueltas. Sus pies se movían a una velocidad poco habitual para su andar sereno. Su cabeza dolía, y una escena se repetía constantemente: Viktor, su esposo. En su cama. Con una mujer que lo envolvía entre sus piernas.
     ¿Por qué?
     ¿Qué era lo que él no podía darle? ¿Hijos? Nunca los habían querido. ¿Placer? Yuri siempre pensó que ambos congeniaban muy bien en materia erótica. ¿Amor?
     Se detuvo en seco, y miró los vestigios del sol que quedaban en el cielo. Había dedicado a Viktor sus nobles e infinitos sentimientos. Su cuerpo y su alma eran suyos. Jamás había sentido por él algo menos que el amor más puro. Le gustaba pensar que nadie en el mundo podía amar como se amaban ellos. Amor no le faltaba.
     Se recostó contra un poste de luz próximo a su cuerpo, y cerró los ojos con fuerza. Era la primera vez que le rompían el corazón de esa forma, a sus veinticuatro años, y no sabía cómo reaccionar. Sentía que una parte suya le era arrebatada. Crecía en su fuero un dolor agudo, y detrás de él un chispa de odio que parecía querer incendiarlo todo.
     En su bolsillo, su celular comenzó a vibrar. Miró la pantalla a través de sus lentes: no era Viktor, era Phichit.
—Creí que no responderías.
—Tal vez necesitaba oír tu voz.
—Te oyes destrozado. Mejor encontrémonos ahora.
     Yuri sabía muy bien a dónde quería Phichit que se encontrasen. Eran amigos desde hacía muchísimo tiempo, y el bar que frecuentaban para distenderse era de un conocido de ambos. Pasaron en ese lugar muchas tardes y muchas noches. Yuri no bebía casi nunca pero en esa ocasión lo iba a necesitar. Cuando llegó, Phichit estaba esperándolo en la mesa de siempre. Su gesto cambió por completo al ver a su sonriente y tranquilo amigo hecho un manojo de nervios, con los ojos hinchados y el cabello revuelto. Era la mismísima imagen de la angustia. Yuri se sentó ahogado en su pena y evitó mirar a su amigo a los ojos.
—¿Tan mal me veo?
—En todos los años que te conozco jamás te he visto de esa forma. ¿Él te ha llamado esta semana?—preguntó en un hilo de voz, queriendo saber pero sin deseos de continuar importunándolo.
—No lo atendí ni una vez. Cuando lo vi, yo... Bueno, no pude moverme. Pero esa... mujer se dio cuenta y comenzó a gritar. También grité, y él quiso venir hacia mí, pero huí. Corrí con tanta fuerza que no sé si me siguió. Caminé toda la tarde para calmar mis ideas, pero no pude y sigo sin poder. No le encuentro una solución a lo que pasó, y mucho menos a lo que siento. Estoy muy dolido, pero tengo tanta ira como no te imaginas. ¿Por qué creo que no estoy reaccionando como debería?
—No hay una reacción adecuada para esto. Y sé que suena muy trillado, pero solo déjalo salir. Han pasado tres semanas.
—No sé si quiero dejarlo salir, Phichit. Quiero sentirlo tan personal como sé que lo es. Si tuviera que dejarlo salir tal vez cometería una locura.
—Bien, entonces bebamos algo y comete todas las locuras que quieras. No está mal hacerlo de vez en cuando, incluso tú, que siempre fuiste tan prudente con tus acciones.
—Y mira como terminé.
     El mozo llevó a la mesa una botella de sake y la abrió para ellos. Para sorpresa de Phichit, Yuri no se negó a beber. Al contrario.

—Amigo, escúchame. Tengo una propuesta para ti. Tal vez no hará que todas esas horribles cosas que sientes se vayan. Pero podrás despejar un poco tu mente.

—Creo que ya tuvimos una discusión sobre las drogas y dije que no.
—No me refiero a drogas.
—¿Entonces qué es?
     Phichit lo analizó bien antes de hablar. Temía que se enfade, pero también temía que no pueda salir de eso pronto.
—Bueno, tú nunca conociste otras personas antes de Viktor. No has estado con nadie más, y por eso te duele tanto. Sin embargo, las personas solo son personas.
—¿A dónde quieres llegar?
—Sé que no lo superarás pronto. Pero deberías avanzar, e intentar ser condescendiente contigo mismo.
—¿Podrías ir al grano?
—Vayamos a un burdel.
     Se miraron a los ojos largamente. Ninguno encontraba palabras para continuar la conversación.
—¿En serio? ¿Un burdel? Oh, claro, ¿por qué no se me había ocurrido? Acostarme con alguien para olvidarme de él. Phichit, por si no lo habías notado estoy siendo sarcástico.
—Lo sé, no te enfades, solo escucha. Comprendo que la idea te parezca absurda, pero pensé que si hacíamos algo que se salga del estructurado camino que siempre seguiste te sentirías distinto. No mejor, ni peor. Pero no ser convencional, y quizás te abstraes y lo disfrutas. Vuelves a quererte y de a poco tu vida toma un nuevo camino.
—Mi vida definitivamente cambiará si me acuesto con algún hombre que venda su cuerpo, por supuesto.
—Escucha, ¿y qué te parece la venganza?— Los ojos de Yuri resplandecieron—. Podrías liberar toda esa ira que dices que tienes. No es lo correcto, pero no sé qué más hacer por ti. Veo como te estás destruyendo todos los días un poco más. Casi no has ido a trabajar, y puedo jurar que subiste de peso. Y me siento inútil al ser tu amigo y no poder brindarte un poco de confort. Por favor, Yuri. Solo sígueme la corriente, estoy intentando ayudarte.
     Nunca había considerado la venganza desde que todo sucedió. Sentirse derrotado, solo y enojado no lo llevaría a ningún sitio. Tampoco estaba seguro de a qué lugar quería llegar ahora. Los caminos que estaban dentro de sus posibilidades se habían difuminado. Debería encontrar una nueva ruta, y un nuevo destino. Y empezar por dónde nunca lo había hecho ya no le parecía mala idea.
—De acuerdo. Vayamos—dijo, y vio sonreír a su amigo antes de vaciar el vaso de sake.

 

     Aún no era medianoche. Yuri sudaba helado y sus cabellos oscuros se le pegaban a la frente. Su vista estaba un poco borrosa, y no era por la falta de lentes, pues creía llevarlos puestos. El alcohol le bullía en las venas, y miraba en todas direcciones como buscando a alguien. Quería que Viktor lo viese entrando a ese lugar, aunque sabía que era poco probable algo así A su derecha, Phichit sonreía. Era un ebrio alegre, igual que siempre. Y le gustaba saber que posiblemente estaba haciendo algo bueno por Yuri. Cuando entraron al burdel, los recibió una mujer alta, delgada, y con abundante maquillaje.
—Buenas noches, caballeros. ¿Los acompaño al salón para que escojan?
—Muy amable—dijo Phichit. Yuri solo observaba los rincones del lugar, que a primera vista lucía bastante acogedor.
—¿Cómo les gustan las chicas?—preguntó la mujer mientras entraban a una sala mucho más amplia, con música sugestiva y luces bajas. Estaba llena de mujeres y hombres que bailaban en tubos de Pole Dance y dentro de jaulas, de cara a un público predominantemente masculino.
—A mí no me gustan las chicas—dejó escapar Yuri, y Phichit lo miró seriamente.
—Amigo, déjame escoger por ti. Podrías esperar en una de las habitaciones, ¿le parece bien?—preguntó, hablándole a la alta mujer, que siguió al japonés con la vista mientras daba la orden a una de sus chicas para que lo escoltaran.

     Yuri se sentó en uno de los sillones de una habitación que se le antojó algo lúgubre en comparación del resto del lugar. La cama era imponente y cómoda, y unas cortinas de un rosado oscuro tapaban un ventanal que, por algún motivo, creyó que estaba de adorno. Había dos lámparas tenues a los costados del cuarto, y en el techo pequeñas luces rojas. Se quedó mirando la puerta un rato, reconociendo su estado de ebriedad y sorprendiéndose de no haber caído por completo bajo sus efectos. Solía ser un borracho espantoso. No recordaba nada al despertar, y su jaqueca no le permitía levantarse de la cama. El asunto cambió con los años, cuando Viktor le enseñó a beber con él. Desde entonces había aprendido a controlarlo. Una melancólica sonrisa se animó en su rostro, pero la borró la inminente furia que lo cegaba.
     La puerta se abrió, y Yuri se acomodó los anteojos, y se cambió a la cama de un salto. Se dio cuenta que las manos le temblaban, pero no se asociaba esa reacción con algo que estuviera sintiendo. Sin embargo, cuando una delgada figura cruzó la puerta no supo bien qué pensar. Era una muchacha. Se veía muy joven; su piel era blanca y suave a la vista. Sus cabellos rubios estaban por debajo de su mentón, caían salvajemente, pero hacían que se vea más atractiva. La mayor sorpresa se hallaba en su mirada: sus ojos verdes contenían casi tanto fuego como el alma ahora irascible de Yuri. No era muy alta, y su cintura pequeña estaba marcada por la ajustada blusa de seda que llevaba puesta y que iba a juego con un pequeño—muy pequeño—short de jean.
     Yuri pensó dos, tres y hasta cuatro veces. Su cerebro invadido por el alcohol le impedían razonar. ¿Una chica? ¿En qué estaba pensando Phichit? Jamás le habían gustado las mujeres. Siempre supo de su orientación sexual, y su amigo también. ¿Acaso quería que se vengara de la misma forma que Viktor lo había traicionado? ¿Con una mujer que encima parecía una niña? Eso no podría hacerlo.
—Disculpa, creo que ha habido un error.
     La chica lo miró tan profundamente que Yuri sintió que podía saber lo que pensaba. Y luego de eso, comprendió todo.
—¿No eres Yuri Katsuki?— Su voz. Era incluso más grave que la de él. No era una niña. Era un... jovencito. Solo después de eso, se permitió analizarlo con más calma e interés. Su belleza era tal que podía fácilmente pasar por una muchacha muy apuesta. Sus piernas eran largas y firmes. Y sus labios se veían demasiado apetecibles.
—Sí, soy yo. Disculpa, creí que eras una...
—¿Chica? Lamento la decepción, cerdo.
      Lejos de enfadarse con la ofensa, Yuri se rió. El chico podría sonar rudo, pero se veía encantador. Y no le agradaba la idea de estar con una persona que estuviera en completo estado de sumisión. Eso lo haría más interesante.
—De hecho, eres justamente lo que esperaba. Ven, siéntate a mi lado. ¿Cómo te llamas?— Aún con reticencia en la mirada, el chico se acercó. Llevaba en sus manos una jarra con lo que probablemente era sake.
—Ágape.
—¿Ágape? Ese no es tu verdadero nombre, ¿verdad?
—No puedo darte mi verdadero nombre.
—Bueno, supongo que está bien así. ¿De dónde eres? Y no lo digo por tu acento, tu japonés es realmente bueno. Pero no creo haber visto demasiados japoneses rubios.
—No, soy de Rusia.
—¿Rusia?— los ojos de Yuri se humedecieron en un instante y la garganta comenzó a dolerle. Qué cruel broma del destino—. Bueno, tu apellido no es Nikiforov, ¿verdad? Porque creo que me iría corriendo.
—No, ese no es mi apellido. Mi nombre es Ágape.
—Muy bien, de acuerdo. Olvídalo—. Nuevamente se sentía mareado, y confundido, pero no por el alcohol, el cual recibió gustoso de su acompañante. El dolor parecía quemarle las entrañas. No estaba seguro de poder hacerlo.— ¿Sabes? Creo que no es mi momento de estar aquí. Siento haberte causado molestias. Eres realmente muy lindo. Pero amo a alguien más, y mi corazón duele porque las cosas no salieron como yo esperaba. Esta no es la manera.— Yuri intentó levantarse, pero una mano pálida lo detuvo. Sentía su garganta cerrarse, y cuando miró al muchacho, sus lágrimas comenzaron a caer.
—Es el espectáculo más deplorable que he visto. Pero no me iré sin hacer lo que he venido a hacer.
     Su voz era suave y profunda, hablaba despacio, saboreando cada palabra, casi como un gruñido. En un movimiento ligero, se puso sobre Yuri aún con la jarra en las manos, y le dio de beber directamente en la boca. Se relamió los labios en busca de humedad, e inició un vaivén con las caderas, desconcertando y enloqueciendo al hombre que yacía debajo de él mirándolo absorto. Yuri no comprendía lo que pasaba. Pero de un momento a otro lo único que quería hacer era follar a ese chico.
     Hizo que dejara la jarra a un lado, y lo agarró de las caderas con posesión, profundizando y friccionando con más fuerza. Subió las manos por su espalda, quitándole con sensualidad la blusa, y acarició su pecho, deteniéndose en los pezones. Tenía una vista maravillosa, el chico de verdad era hermoso. Aún no tenía el cuerpo de un hombre, aunque sus movimientos eran expertos. Sin contenerse más, comenzó a lamerle el cuello y buscó hasta la boca para profanarla. Sus labios sabían a cereza, y su lengua era aún más dulce. Con una mano, Yuri le jaló el cabello, presionándolo más contra él, y con la otra le acarició el trasero. Se sentía extasiado. La piel le ardía, y sus ojos intentaban captar más detalles de la magnífica belleza que estaba sobre él.
     Invirtió posiciones y se quitó los lentes y la camiseta. Estaba ansioso y sus movimientos eran torpes. El chico sonrió, y Yuri lo miró con curiosidad.
—¿Acaso eres virgen, cerdo? ¿Viniste aquí para que sea tu primera vez?
     En lugar de responder, se colocó sobre él y comenzó a lamer desde sus pezones hasta los huesos de la cadera, para proceder a desprender el short solo con la boca, mientras acariciaba sus largas piernas. El muchacho jadeó bajito, y esta vez fue Yuri el que sonrió. Su lengua era hábil, la había aleccionado para ello.
—¿Sigues creyendo que soy virgen?
     El rubio lo miró fugazmente, y se quitó el short por completo. Se deshizo de la ropa que aún cubría a Yuri, y ambos quedaron en bóxer. Volvió a subirse sobre él, y ahora los movimientos eran más íntimos, más húmedos, más calientes. La temperatura del cuarto comenzó a subir, y una capa de sudor cubrió sus cuerpos con rapidez. La conciencia de Yuri se había perdido en algún momento, y lo único en lo que podía pensar era en el cuerpo del chico. Lo observó con detalle, notando su estrecha cintura, y lo mucho que le gustaban las líneas que definían su silueta. Era muy distinto a él, y muy distinto a Viktor.
     Viktor.
     Apartó ese nombre con rapidez sacudiendo la cabeza, y ahogó un gemido. No supo cuándo, pero ahora Ágape engullía su miembro de una forma muy profesional. Su lengua lamía toda la extensión, deteniéndose para juguetear en los bordes del glande, y presionándolo con los labios. Cuando lo metía en la boca, Yuri no solo podía acariciar su mejilla con la punta, sino también su garganta. Estaba tan húmedo y cálido allí adentro que creyó que iba a correrse en cualquier momento. Pero no quería dar una mala imagen de sí mismo. Lo tomó de los cabellos rubios, y tiró hacia atrás con decisión, pero suavemente. Tomó su rostro entre las manos, y lo fue acercando hasta que sus labios quedaron a centímetros. A esa distancia, el chico era aún más bello. No podía dejar de asombrarse de aquello.
     Fue el rubio quien, impaciente, juntó sus bocas para deleite de ambos. Era un beso salvaje, y el sabor del miembro del japonés se dispersaba entre ambos. Yuri le besó el cuello, y acomodó al chico boca abajo de la cama. Comenzó con besos entre sus homóplatos y descendió hasta los últimos huesos notables de la columna. Le mordió entonces una nalga, y luego el muslo, provocando que el rubio levantara las caderas, y él tuviera pleno acceso a su entrada. Se preocupó por salivar bien, y pasó la lengua por el ano, notando con gusto el estremecimiento del delgado cuerpo que planeaba devorar.
—Lo siento, no tengo lubricante. Tendré que usar solo esto.
—No es exactamente como si me molestase—dijo el rubio, entre jadeos. Realmente le agradaba la sensación de esa lengua traviesa allí detrás. El tal Yuri le gustaba, cosa que rara vez le sucedía con un cliente. Era atento, un poco extraño y desesperante, pero había conocido gente que lo irritaba más y más rápido.
     Yuri acarició la entrada del chico con la yema de su dedo índice, y presionó para que se metiera un poco. Notó la facilidad con la que entraba, y se animó a meter uno más. Buscaba la posición correcta con los dedos para darle placer al chico, quien gemía mordiéndose los nudillos. Sonrió un poco ante la vista y, sin quitar las falanges de su interior, recostó su pecho sobre la espalda del rubio, dejando que su pene se frotara con el interior de sus muslos.
—Quiero que gimas más fuerte—le susurró lascivamente al oído, y le lamió el lóbulo de la oreja.
     El muchacho de ojos verdes dejó escapar un jadeo, envuelto en el placer que le proporcionaba. Sabía que sus gemidos apremiarían al hombre detrás de él, y deseaba que lo penetrara cuanto antes. El pene le dolía, pues la punta rozaba constantemente contra la cama, y no le resultaba suficiente. Casi como si hubiera oído sus pensamientos, Yuri lo atrapó entre sus grandes manos y lo masajeó al compás de los dedos en su interior.
     Yuri no podía más. Sus gemidos y las respuestas de su cuerpo eran exactamente las que buscaba. Se separó completamente de él, recibiendo un quejido de disgusto como respuesta, y agarró uno de los condones que se hallaban en la mesita de luz. Rompió el plástico con los dientes, y se lo puso lo más rápido que pudo. Necesitaba penetrarlo. Le pidió con gestos que levantara más la cadera, y acomodó sus piernas entre las separadas del muchachito. Tomado con una mano su pene, y con la otra la cadera del rubio, metió el glande, y luego el resto de miembro. Era una sensación sumamente satisfactoria. El chico era muy apretado, caliente, y palpitaba de forma deliciosa a su alrededor. No aguantó mucho más e inició un lento vaivén en busca de su placer y la zona mágica de su amante. Lo encontró en tiempo récord, cuando un gemido una octava más arriba de lo normal salió de la garganta del joven, y solo entonces Yuri se movió con más vehemencia. Sus acciones eran rápidas, profundas y precisas, y al rubio le gustaban muchísimo. Si incluso hubiese querido ocultar sus gemidos o fingirlos, no podría contra lo que de verdad estaba sintiendo.

     El rubio se separó un poco, y se dio vuelta, para dejar que Yuri pueda observar sus gestos mientras lo penetraba. Era un poco más incómodo para él en esa posición, pero también era más placentero. Le gustaba controlar el ritmo y la profundidad de las embestidas. Cada vez que bajaba, las mejillas del hombre de cabellos oscuros se ponían más y más rojas. y sus labios entreabiertos pedían una pequeña mordida que lo acercara más al esperado final.
     El orgasmo llegó de forma tan brusca que tomó a Yuri desprevenido, apretando con fuerza las caderas del rubio, y haciéndolo acabar también a él. Unas gruesas gotas de sudor le corrían por la frente, y caían en la cama. Yuri dejó que se levante, y se acostó a su lado, rendido por el orgasmo y por el alcohol. Lo miró fijo a los ojos verdes, que brillaban curiosos, y le sonrió.
—Qué lindo eres, qué suerte tengo.
—No tienes suerte. Tienes dinero.
—¡Cierto! Pero también tengo suerte. Viktor también es guapo. Y eso que a él no le pago.
—¿Qué ocurrió con ese tal Viktor?—preguntó el rubio sin pensar, y se lamentó haberlo hecho. El gesto de Yuri se congestionó y rápidamente sus ojos se llenaron de lágrimas—. Perdón, no debí preguntar. Olvídalo.
—Me engañó, me engañó—respondió entre sollozos, jalando levemente su cabello negro—. Me engañó con una maldita mujer. Lo detesto tanto.
—Oye, no llores, por favor.— El muchacho lo rodeó con los brazos, sin saber muy bien qué hacer, y dejó que Yuri llorara en su pecho. Le molestaba verlo así, él era bueno en el sexo, no consolando gente. Pero los sentimientos de ese hombre le calaban profundo por la pureza y fragilidad de los mismos. En ese marasmo de emociones, él solo era un consuelo y actuaría como tal—.Vamos, ese tipo seguro era un idiota. Yo no engañaría a alguien que folla tan bien. Las personas que hacen eso son basura. Jugar con los sentimientos de alguien que los ama, y tirar por la borda una relación solo para satisfacerse un rato apesta. Créeme que conozco bien a esa clase de gente. Son despreciables incluso en la cama. Seguro consigues a alguien mejor. Anímate.
—¿Te casas conmigo?—preguntó Yuri, conmovido, y poco consciente de sus palabras.
—No, lo siento.
—Solo bromeba. Gracias, Ágape—dijo secándose las lágrimas de los ojos.
—Yuri.
—¿Si?
—No te llamaba. Yuri. Mi nombre también es Yuri.
     El Yuri de ojos castaños sonrió de forma tan pura como solía hacer, y se lanzó sobre él para besarlo.
—¿Repetimos?— El rubio asintió, y se besaron para volver a comenzar.

     

     A la mañana siguiente, una vez bañado y vestido, Yuri se despidió del muchachito rubio con un apasionado beso en los labios. Salió por el pasillo que no recordaba muy bien haber recorrido, y fue hasta la puerta. Se preguntó si Phichit ya se habría ido, y concluyó que no se iría sin él. Marcó el número de su celular y se lo llevó a la oreja al tiempo que cruzaba la puerta del establecimiento. El aire de verano le acarició el cabello, y cuando Phichit atendió, su vista se encontró con otra que lo miraba duramente. Unos ojos azules como el hielo, tan fríos que lo quemaban, lo examinaban con una mezcla de desprecio y dolor. Yuri no pudo moverse, pero Viktor no estuvo mucho más tiempo allí. Se dio vuelta y caminó con su clásico andar relajado, pero apretando los puños.
     A su espalda, Phichit sonreía.

Notas finales:

Gracias por leer:)


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