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El sexto dragón por NaniMe

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Notas del fanfic:

¡Hey, bella persona que ha decidido darle una oportunidad al fic!

Ya saben que nada me pertenece, salvo la trama, esa si es mía.

Esta historia es KagaKuro con probables apariciones de otras parejas, pero no sabremos cuáles hasta que hagan acto de presencia. Habrá menciones hetero y multishipperiedad (?)

Notas del capitulo:

Realmente espero que sea de su agrado:

Entonces el dragón plateado pasó sobre los cielos y arribó en la pequeña laguna cristalina a beber agua. Con la sombra irregular que le proporcionan las hojas de los árboles y la frescura del ambiente, tornó a una forma de pez, con su suave flexibilidad y sus plateadas y hermosas escamas que brillaban con los reflejos de la luz, se sumergió en la fresca agua y se regocijó con la sensación del elemento contra él. Observó al otro lado de donde el nadaba un par de manos humanas perturbar el agua al introducirse para tomar algo del líquido. Asomó la cabeza y descubrió a una delgada mujer de cabellos rubios y ojos azules beber de sus manos. Era bastante hermosa. Nadó en su dirección con la suficiente velocidad y al salir abalanzarse sobre ella. La mujer se asustó y gritó cuando el pez mutó a un muchacho de cabellos plateados completamente desnudo que la atrapó contra el suelo. El dragón plateado se lamió los labios cuando tuvo que aplicar más fuerza de la que una humana normal requeriría para someterla. El miedo en los ojos y la desesperación que ella reflejó, lo hizo sonreír.

 

Siempre le había gustado provocar esos sentimientos en los demás seres inferiores.

 

Tomó ambos brazos de la mujer con una sola mano y los sujetó sobre su cabeza. Con la mano libre tomó sus ropajes, los humanos eran los únicos que se cubrían el cuerpo y eso les daba una impresión de algo que no debía ser visto y, por lo tanto, algo que él quería descubrir a toda cosa. Rasgó las telas con facilidad, dejando a la vista la suave y clara piel. Ella trató de golpearlo con las piernas y solo necesitó una rodilla sobre su vientre para inmovilizar ese tipo de movimientos. Acercó su rostro y los ojos de ella estaban casi desorbitados por el terror. Él la miró directamente y ella se desmayó.

 

Sintió un tacto en el hombro que le quemó y lo jaló con fuerza hacia atrás. Cayó sin elegancia al suelo. Un joven de cabello rojo, un rojo tan oscuro que era negro en la parte baja de su cabeza, y unos ojos del mismo color, pero más encendidos, se puso frente a la mujer en posición protectora entre ellos. Parecía dispuesto a lanzarse sobre él y golpearlo. El dragón plateado supo de inmediato que ese joven no era normal y no tenía ganas de inmiscuirse con otras criaturas por una humana cualquiera. Regresó a su forma original y emprendió el vuelo alejándose de aquel lugar.

 

La sensación de ardor no desapareció por más magia que aplicó para sanarse.

 

-

 

Riko era la mujer sacerdotisa encargada de la aldea, la más joven que nunca había ocupado ese puesto, esto era debido a que todas sus superioras habían entregado su vida para proteger la aldea de la vista de los dragones con poderosos hechizos. Desde que se había esparcido la noticia de que la reserva de Teiko había sido destrozada por unos dragones tan poderosos que incluso habían recibido el apodo de milagros, todas las personas y animales habían compartido el mismo sentimiento de terror. Al levantar la mirada al cielo estrellado durante los siete días después de esa luna de sangre, se pudo ver el resplandor anaranjado del infierno que sus alientos desataban sobre todo lo que tuviera vida.

 

Tras terminar su rutina diaria para asegurarse de que todos los hechizos seguían en su lugar y con la misma cantidad de energía que requerían para funcionar, regresó a sus aposentos. Allí había tres jóvenes que hacía nada habían pasado por el sacrificio de sangre natural en las mujeres que las seleccionaba como capaces de llevar a cabo la magia. Eso era todo lo que tenían. Una joven sacerdotisa y tres aprendices recién nacidas. Riko tenía fe en que los hechizos funcionaran, pero no podía evitar temer al fallo pues entonces quedarían absolutamente desprotegidos. Se encontraban en medio de los cánticos cuando Kiyoshi, el hombre que se encargaba de los juicios, irrumpió sin ceremonias. Todas guardaron silencio de inmediato, los rituales no podían ser pronunciados frente a personas que no estuvieran preparadas, Riko se puso de pie y fue a su encuentro, él no era el tipo de persona que actuara de esa manera así que la extrañó. Justo detrás de él entró Kagami cargando a Alex en brazos, la mujer que había aceptado darle cobijo cuando nadie más podía si quiera verlo a los ojos por ese color endemoniado que tiene, parecía estar inconsciente, tenía la ropa rasgada cubierta con un abrigo de Kagami, completamente tendida y con los brazos y piernas colgando cual muerto. Prontamente y sin necesidad de pronunciar palabras, despejaron una zona para que la recostaran en el centro. Himuro entró unos instantes después empujando sin consideración a quienes le estorbaran para ponerse junto a su, también, madre adoptiva.

 

–¿Qué le sucedió? – preguntó Riko sabiendo que si la habían llevado con ella era algo referente a brujería.

 

–Fue atacada por un dragón en el lago. – le contestó Kagami con seriedad. Por un instante Riko se aterró y esperó que los dragones atravesaran el techo de madera para devorarlos a todos. El silencio del resto, incluidos algunos pueblerinos que se habían acercado por preocupación y curiosidad, le hizo saber que todos habían tenido el mismo pensamiento. Kiyoshi puso una mano sobre su hombro y pudo respiró profundo para calmarse. Si un dragón había estado tan cerca y no había ido a la aldea, significaba que los hechizos funcionaban correctamente.

 

–Magia de dragón – dijo en un tono tan bajo que fue solo para ella misma. Nunca había recibido preparación para ello, tendría que decir que no había nada por hacer. Entonces Alex moriría y ella no quería eso. Porque, al contrario de sus superioras, ella entendía el por qué Alex las había abandonado, solo debía levantar la mirada a los dos muchachos, ahora prácticamente hombres, para estar segura. Y le tocaba ser quien diera la mala noticia.

 

Alex despertó de golpe tomando una gran bocanada de aire y tosiendo con violencia. Todos reaccionaron ayudándola a incorporase. Ella se sacudía con algo de violencia, desorientada y asustada.

 

–Tranquila, Alex – le dijo Himuro recargando una mano en su espalda – estamos aquí.

 

–¿Tatsuya? – preguntó ella moviendo los brazos sin dirección alguna frente a ella. Kagami tomó una de sus perdidas manos y la llevó contra su pecho.

 

–Estamos aquí – le dijo, y Alex suspiró aliviada. Sus labios se curvaron un poco, pero no logró ser una sonrisa porque de inmediato su expresión cambio a una seriedad que no lograba ocultar del todo el miedo que sentía.

 

–El dragón…

 

–Se fue – dijo Kagami apretando sin fuerza la mano que sostenía – lo ahuyenté.

 

–Los dragones no se van sin más y no son ahuyentados por nadie. – le dijo Riko viéndolo con seriedad y un ceño fruncido que dejaban sus inseguridades fuera de la vista del resto. Kagami la miró con tosquedad, no le interesaba hablar del dragón en ese momento.

 

–¿Alex? – habló Himuro llamando la atención de los demás. Ella seguía con los ojos fijos en el techo y su expresión se había descompuesto.

 

–No puedo ver – dijo ella con la voz algo quebrada – todo es negro, no sé en dónde están, en donde estoy, en qué posición está el sol.

 

Riko se cubrió la boca con sorpresa. Allí estaba, la mordedura de un dragón.

 

Los dragones eran los seres más poderosos de la creación, y también los más malvados. Su superioridad los había llevado a perder el interés en las demás criaturas con vida y en el mundo que habitaban. Por eso jugaban con todos, abusaban, mataban y destruían por el placer de poder hacerlo. No solían dejar a nadie con vida y si lo hacían usualmente les dejaban magia impregnada, cosa que había terminado siendo llamado la mordedura de un dragón y que acababa con la persona lenta y dolorosamente, tanto así que muchas personas solían suicidarse a seguir sufriendo. Siempre comenzaba por perder capacidades: hablar, ver, u oír, llevando a su cuerpo a fortalecer su sentir. Conocía algunas anécdotas de personas que sentían que se quemaban, o que mil cuchillas se enterraban en su cuerpo a cada movimiento que hacían, o que la piel se desgarraba cuando les daba el sol o el viento. Cada padecimiento peor que el anterior.

 

–¿Cómo que no puedes ver? – preguntó Kagami enojado, no con Alex, claro, pero la hostilidad estaba allí presente. Riko dedujo que ellos no sabían lo que le había pasado a su madre. Y los ojos le escocieron al imaginar lo que vendría.

 

–Probablemente el dragón brilló demasiado ante mis ojos humanos. – dijo ella, ya había recuperado la compostura y hablaba de una manera calmada. Riko se asombró. Ella, de ninguna manera, podría actuar así sabiendo la muerte a la que estaba condenada. – Déjenme descansar aquí con nuestra sacerdotisa hasta que me recupere ¿Sí?

 

Ellos aceptaron de mala gana y junto con el resto de personas que no pertenecían a ese lugar, dejaron el espacio sagrado. Riko no pronunció palabra hasta que estuvieron a solas, incluso de sus aprendices.

 

–¿Por qué no les dijiste? – preguntó en voz baja. No necesitaba explicar nada, Alex había sido aprendiz desde antes de que ella naciera, sabía todo lo referente al mundo mágico, probablemente más que ella.

 

–No podía hacerles eso justo ahora. – le contestó con una sonrisa que Riko no sabía cómo era capaz de hacer – Quisiera pedirte un favor, Riko. – ella asintió para no interrumpir con palabras su hablar. – Quiero que me mates antes de que tenga que padecer los síntomas de una mordedura de dragón y mis niños deban presenciarlo.

 

Riko cerró los ojos con fuerza intentando evitar que las lágrimas cayeran sin lograrlo. Sospechaba lo que le pediría, pero ni así era fácil recibir esas palabras.

 

–No puedo – confesó sincera. No le importaba que Alex las hubiera abandonado, ella nunca le guardó ningún rencor, todo lo contrario, le agradaba mucho y tenía en estima a sus hijos también, Kagami en especial. No era capaz de afrontar esa situación.

 

–Está bien – le dijo Alex, consolándola, a pesar de que no era ella quien lo necesitaba –. Sé que lo que pido es mucho y es difícil, no espero que lo hagas justo ahora. Yo les explicaré a Tatsuya y a Taiga y me despediré adecuadamente. Entonces tú me ayudarás a descansar en paz.

 

Riko asintió llorando, porque sin importar cuan maduramente debía actuar frente al resto, cuan firme debía ser, cuanta fortaleza debía tener para proteger la aldea ella sola, al final seguía siendo demasiado joven. Y estaba a punto de perder a la única persona a quien secretamente pedía ayuda cuando no era capaz de manejar algo. ¿A quién debía acudir en ese momento?

 

-

 

Kagami ya no escuchaba nada. Sabía que Tatsuya y Alex seguían hablando porque veía sus bocas moverse, pero ya no sabía que palabras estaban siendo pronunciadas. Solo tenía en su mente lo último que su madre adoptiva había dicho, ni siquiera la explicación sobre lo que el dragón había hecho, solo la última frase. -Voy a morir- había dicho ella.

 

Se levantó abandonándolos en el lugar y caminó, casi corrió alrededor del pueblo. Encontró a la sacerdotisa de pie charlando con Hyuga que era el hombre con quien se hubiera casado si las cosas hubieran seguido como antes, no estaba seguro y sinceramente en ese momento no le podía importar menos. Se paró entre ellos para darle la cara a ella.

 

–¿Cómo puede curarse? – le preguntó directamente, la expresión que ella puso fue de inmediata comprensión.

 

–No hay forma – le dijo con firmeza. Hyuga lo rodeó para pararse junto a ella en posición defensiva. Kagami sabía que no debía actuar así, ella no era responsable y se merecía todo su respeto, pero ya que ni siquiera Hyuga, quien solía ser muy severo al respecto, le dijo nada se dejó llevar. Ellos estaban siendo comprensivos con su situación y él estaba alterado.

 

–No puede no haber ninguna forma.

 

–No la hay. La magia de dragón es demasiado poderosa, solo las brujas y hechiceros más experimentados pueden ponerse a su nivel. Pero al final, el dragón está por encima de todos.

 

Kagami quiso maldecir y golpear todo lo que estuviera a la mano. Odiaba a todos los dragones y toda su supuesta superioridad. Así que el dragón estaba por encima de todos, pues él había ahuyentado a uno. Ojalá lo hubiera capturado y así lo obligaría a curar a Alex.

 

Entonces tuvo una idea.

 

Él realmente podía ir a buscar a un dragón y traerlo para que curara a Alex. Riko y Hyuga lo observaron como si fueran capaces de leer su mente y se propusieran detenerlo. Él se alejó antes de darles oportunidad. Fue directo a su hogar y tomó algunas cosas esenciales. No sabía realmente qué se necesitaba para enfrentar a un dragón. Solo envolvió en una tela algo de comida y su hoz. Se ató un cinto para llevarlo seguro en su cintura, se colocó sus mejores vestiduras contra el clima y tomó su sobrero de paja. Salió tratando de ser discreto pues si lo atrapaban seguro se interpondrían en su camino. No fue difícil escabullirse hasta los árboles y luego irse a través del bosque.

 

Caminó durante el día completo hacia la siguiente aldea. Quedaba aun como media luna para llegar, pero nunca era una buena idea viajar de noche. Alex le había dicho que criaturas peligrosas acechaban en las sombras. Hizo una pequeña hoguera y descansó sin dormir realmente. Cada pequeño sonido le ponía los cabellos de punta. Podía admitir, en soledad, que las criaturas de la noche lo aterraban bastante.

 

Un fuerte viento helado apagó el fuego que tenía al mismo tiempo que una enorme y gruesa nube cubrió la luminosidad que la luna desprendía. Kagami se levantó con la hoz en mano preparado para defenderse o atacar y con el corazón casi detenido del miedo.

 

–¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó una voz y Kagami lanzó su hoz contra el punto de donde provenía, que extrañamente, era justo delante de él. Vio a un joven caer al hacerse hacia atrás para evitar el golpe. El muchacho frente a él tenía la piel bastante clara, y el cabello de un color imposible, ni siquiera semejante al cielo, era más claro, algo más blanquecino, pero aún azul. Cuando levantó la mirada, descubrió que sus ojos eran del mismo color.

 

Kagami observó cómo se levantaba con cuidado y volvía a pararse como si nunca lo hubiera atacado. Mirándolo con una falta de expresividad que lo puso más nervioso.

 

–¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó una vez más. Y el miedo de Kagami mutó a molestia sin poder explicarse por qué.

 

–¿Qué estás haciendo TÚ aquí? ¡Es el bosque a la mitad de la noche y sospechosamente te apareciste! ¡¿Eres un fantasma?! – gritó.

 

–Podría decir lo mismo de ti – contestó con calma el otro – agregando, además, que tú me atacaste a mí.

 

–No soy un fantasma – dijo Kagami sabiendo que tenía un punto.

 

–Yo tampoco lo soy. Así que, si ninguno somos fantasmas, supongo que podrías dejar de amenazarme con un arma.

 

Kagami, entonces, fue consciente de que aún sostenía la hoz sobre su cabeza preparada para cortar. La bajó con desconfianza. La nube terminó de pasar, regresando así la segura luz de la luna. El astro más confiable, solía decir Alex. El sol se dejaba llevar por la soberbia al saberse tan resplandeciente, en cambio la luna es humilde y bondadosa, te ayuda y te da cobijo cuando el sol decide abandonarte.

 

–Me llamo Kagami Taiga – dijo. Era una cortesía que nunca debía olvidarse el presentarse ante las personas sin importar quienes fueran estas.

 

–Kuroko Tetsuya – contestó el otro agachándose y pasando la mano cerca de donde hace solo unos instantes había estado el fuego. Kagami aún lo observaba con recelo desde arriba.

 

–¿Qué haces aquí a esta hora, Kuroko?

 

–Yo pregunté primero. – Kagami tronó la lengua. Este chico era puros problemas, podía saberlo.

 

–Voy a buscar a un dragón – le dijo. Kuroko lo miró de inmediato. Kagami supuso que algo así serían las reacciones de todos. Nadie iba y buscaba un dragón, todos corrían lejos y se escondían. Pero él tenía un motivo y no iba a andar explicándoselo a todo el mundo.

 

–Yo también estoy buscando a un dragón – dijo Kuroko tras unos segundos de silencio. Kagami lo miró con enojo. No estaba dispuesto a permitir que se burlaran de él. Sin embargo, Kuroko continuó hablando antes de que formulara palabra alguna –. Con la caída de la reserva de Teiko me puse a pensar algunas cosas. No quería simplemente seguir encerrado en casa viviendo mi vida dando vueltas en círculos. – Kagami se dio cuenta de que el chico hablaba con sinceridad y consideró creer en sus palabras. No podía exigirle más información porque él mismo no estaba dispuesto a darla.

 

Se mantuvieron en silencio después de eso. Kagami quería preguntarle si planeaba quedarse allí, pero hacerlo podría ser tomado como que lo estaba corriendo y esa tampoco era su intención, era un chico de su edad, seguramente, que había salido en busca de aventura y que quizá estaba igual de asustado que él mismo de estar en el bosque de noche. Cuando lo buscó con la mirada ya no lo encontró y un escalofrío lo recorrió ante la posibilidad de que realmente fuera un fantasma. Al bajar la mirada lo descubrió en el suelo durmiendo sin ninguna preocupación en el mundo junto a los restos de fuego apagado. Demasiado cerca así que no pudo volver a encenderlo. Suspiró y se volvió a sentar recargado en el árbol donde estaba.

 

Kagami despertó de golpe al escuchar su nombre.

 

–Kagami-kun – dijo Kuroko con una mano levantada a modo de saludo. Kagami lo miró con extrañeza hasta que recordó correctamente los detalles de la noche que acababa de pasar. Se incorporó y revisó que sus cosas siguieran ahí. Nadie podía quejarse de que desconfiara de ese total desconocido. Aunque su mera presencia ya le daba puntos a favor.

 

–¿En qué momento me quedé dormido?

 

–No sabría decirlo. Cuando desperté ya lo estabas. Debemos continuar con nuestro camino.

 

–¿Nuestro?

 

–Tenemos los mismos objetivos, las personas se unen en casos así.

 

–Nosotros no. – Kagami se levantó y estiró el cuerpo agarrotado por tan mala posición. – No tenemos ninguna razón para estar juntos.

 

Kuroko lo observó de esa misma manera que no reflejaba nada. Kagami le dio la espalda y se alejó sacudiendo la mano como única despedida. Desayunó una bola de arroz un par de horas después y llegó a la siguiente aldea cuando el sol estaba en lo más alto del cielo. Tenía algunos conocidos que lo recibieron con cortesía. Kagami no contó su plan, pues no dudaba que Himuro o alguien más venía justo detrás de él para intentar detenerlo. Y también por esa razón solo se equipó con algunos artículos y siguió con su camino.

 

La siguiente noche, con el crujir de la madera al ser consumida por el fuego Kuroko volvió a aparecer.

 

–Estamos tomando el mismo camino – insistió luego de que Kagami le reclamara por seguirlo – y supuse que, si no vamos a avanzar juntos, podemos descansar juntos.

 

Kagami no supo que contestar. Entonces el chico sí tenía miedo de estar solo en la noche. La falta de negativa fue suficiente para que Kuroko se acomodara al otro lado del fuego, observando las llamas directamente. Algo extraño, aunque probablemente la única cosa que se le ocurrió hacer para evitar la incomodidad.

 

Cuando llegó la mañana, Kuroko fue quien se alejó respetando sus deseos y Kagami continuó con su búsqueda de un dragón.

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Sí agradó, son libres de decirlo que para eso existen los comentarios jojo

Y asi por ahora ¡Nos leemos en el próximo capítulo!


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