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LOVE & FATE
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Piloto
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Rich and miserable
Universalmente se reconocía entre susurros, que detrás de las puertas donde moraban las grandes familias, se escondían ignominiosas situaciones nada más lejos de la realidad ordinaria que las trocaba, contra su idealismo, en no más que simples mortales vestidos de seda y enrolados de fino y álgido oro.
Germa era un país potencial y moderno con pinceladas de lo que alguna vez fue una monarquía absoluta, ahora acompañada por la constitución demócrata que tantos reinos del continente europeo y asiático habían adoptado. Los arcaicos métodos royal imperialistas no corrían a la misma velocidad con la que el mundo empezó su maratón desde finales de la Segunda Revolución Industrial, por ello, el monarquismo -para los países que aún mantenían uno- tuvo que evolucionar por y para el ‘pueblo’.
Había sido reinado por la Casa de Vinsmoke desde finales del reinado de la Casa de Hannover en Gran Bretaña, por lo que tenían una tradición real que databa desde más de un siglo. El exitoso dominio de los Vinsmoke estribaba en mantener con entereza el estricto precepto que dictaba que el trono solo lo heredaba el alfa más próximo a la corona que llevara el apellido; afortunadamente, todos los monarcas Vinsmoke siempre habían tenido al menos un hijo alfa y con ello, el predominio de su apellido en la corona.
Si había algún acontecimiento transcendental en la historia de la época de los Vinsmoke, ese era sin duda, la llamada Gran crisis de la Voz que envolvió a Germa después de las Guerras Mundiales; durante esos años, la población alfa en el país era insuficiente y preocupante; en tiempos donde aún la jerarquía alfa-beta-omega estaba muy remachada, ningún país podía darse el lujo de carecer de alfas que preponderaban no solo en la definición de su ejército, sino también para los lazos comerciales y económicos.
Es en ese contexto sociocultural en el que nace Judge de Germa, quien, como alfa e hijo único del Rey, fue educado para soportar el peso de una corona, con el tiempo, entendió que esta pesaba lo suficiente como para mermar la salud de su padre. Judge nació y creció en medio de una crisis donde los de su clase eran escasos y sobrevalorados -al menos en su país-, lo que sumó a su personalidad petulante y orgullosa; siendo príncipe heredero y con la necesidad de dar fin a la crisis, fundó en secreto un laboratorio extraoficial con científicos de alta calidad y renombradas universidades.
El objetivo principal del proyecto era cambiar la genética del feto cobijado en el vientre de su progenitor y forzarlo a ser alfa. El producto estrella que desarrollaron los científicos fue bautizado como El elixir del Rey; sin embargo, el padre de Judge -aún Rey- prohibió su suministración y continuidad cuando su hijo le presentó la idea, empero, el príncipe lo persistió a espaldas de su Rey, al menos hasta que él lo fuera.
Sola, una científica, activista ideológica y economista omega que servía de cerca al Primer Ministro, era una mujer con una amabilidad palpable y un misterio intrigante, pues se sabía poco -nada, en realidad- de sus primeros dieciocho años, y ella tampoco hablaba de ello. Lo que la hizo famosa fueron sus ideales al ser la creadora -junto con el Primer Ministro- de las Reformas para la Voz, una serie de medidas sociales que tenían como meta atraer población alfa joven del extranjero, y se logró.
Judge y Sola se conocieron, naturalmente, en una de las tantas cenas y reuniones formales que los representantes de la monarquía ofrecían; inesperadamente -y con una historia de amor casi tan popular como la de Carlos y Diana de Gales-, contrajeron nupcias a los meses de conocerse.
Germa estaba transitando la despedida a la crisis, pero para Judge, la amenaza de una futura de la misma naturaleza jamás abandonó su cabeza.
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Reiju nació al año de que Judge y Sola se casaran; meses después, su padre ascendía al trono, asistiendo a la coronación con solo ocho meses de nacida y siendo proclamada como la primera en la línea de sucesión al ser una alfa, cumplía con los requisitos tradicionales.
La crisis matrimonial entre Sola y Judge se asomó cuando se enteraron que ‘serían padres’ por segunda vez, pues ni bien Judge -ya todo un Rey- supo que Sola esperaba una camada de cuatrillizos, empezó los preparativos para tratar el embarazo de su omega, la reina.
Todo el mundo sabía que todo tipo de embarazo múltiple traía al menos un omega a la vida -si es que no todos-, peor aún, siempre era más probable que fueran más omegas que alfas en una camada múltiple. Judge estaba aterrado con ello, sobre todo por el hecho de que la presencia de muchos omegas en la familia real martillaba el estereotipo de ser mal augurio. Así que, con todo y su equipo de científicos, se propuso hacer cuatro alfas en el vientre de su reina.
El resto se cuenta solo, basta con mencionar que la reina se opuso con vehemencia al experimento de su Rey; sin embargo, el alfa aún podía ‘trapear el piso’ con su omega si así lo deseaba, con eso, creo que se explica cómo resultó el proceso de embarazo. Todo eso sumó al deterioro de la que fue alguna vez la pareja real más popular de su tiempo, su matrimonio se había estropeado.
Cuando nacieron los cuatrillizos, los soberanos apenas y se hablaban fuera de asuntos que no concernieran al mandato de su reino. El rey Judge acudió al alumbramiento de la reina Sola con la esperanza de que cuatro fuertes alfas vieran la luz ese día; no obstante, los tres primeros nacieron omegas, solo el último de ellos fue un alfa que lloró más fuerte que sus hermanos al respirar por primera vez, acompañando el luto fuero dentro de la mente del Rey.
La lucha de la reina había dado resultados, o tal vez no tanto, dependía mucho desde qué perspectiva se evaluaba la situación.
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Aunque la reina haya hecho todo a su alcance para evitar la mayoría de medicamentos impuestos, eso no evitó que sus hijos se vieran afectados. Era cierto que nacieron tal cual como fueron definidos al momento de ser concebidos: un alfa y tres omegas; empero, dos de los omegas se habían visto afectados más de lo debido.
Los cuatrillizos fueron bautizados como Ichiji, Niji, Sanji y Yonji; nada iba anormal hasta el primer año de nacidos, desde ese momento, Judge sometió a sus cuatro hijos a un entrenamiento digno de alfas; y como el Rey lo supuso, sus hijos omegas respondieron bien ante el sobre esfuerzo, aunque claro que había ciertas diferencias en cuanto al alfa de los cuatro.
Lamentablemente, de los tres príncipes omegas, solo Ichiji y Niji empezaron a desarrollar características poco comunes en los de su clase -más remarcadas- en cuanto aptitud y actitud; a los cinco años de edad, ellos podían dar pelea a niños alfa de su edad y hasta algo mayores, el Rey alegaba ese hermoso milagro al tratamiento que recibieron desde el vientre y después incluso. Por el contrario, Sanji era más como un omega ordinario, de nobleza y templanza parecidos a los de Sola, Sanji disfrutaba de actividades muy diferentes a las acostumbradas por sus hermanos omegas; hablando de fuerza, si Sanji era comparado con cualquier omega -que no fuera ninguno de sus hermanos- se podía advertir a simple vista su superioridad, él tampoco era un omega común y corriente, era más fuerte y ágil -gracias al entrenamiento alfa-; pero al lado de sus hermanos, lucía corriente y enclenque. Y fue tratado como tal.
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Breaking bad at love
De la Pretty fruit salad -así los llamaban su institutriz y los sirvientes, por el color de sus cabellos- que eran los cuatrillizos, solo Sanji era la falla definitiva para Judge, así que simplemente decidió ignorar su existencia y dejar de prestarle atención.
El rubio omega se la pasaba entrenando en secreto con el joven y omega ayo llamado Shanks, a quien la reina prácticamente había dispuesto para él. Pero las tardes eran vacías y aburridas en lo amplio de su habitación, Sanji ya se había leído todos los libros de su biblioteca personal e iba a por los del palacio; sin embargo, necesitaba más actividades aparte de solo leer.
Explorando por los rincones del palacio, descubrió la gran cocina real, un espacio tan ordenado y bien amueblado que no pudo resistir soltar un alarido de impresión, tanta simetría debía ser dolorosa. El rubio príncipe convirtió la cocina real en su nuevo ambiente de distracciones, al principio, el personal del lugar se mostró reservado ante la presencia de Su Alteza mientras realizaban las tareas diarias; fue Zeff, el chef real, quien le dio oficialmente el permiso para visitar su cocina. En poco tiempo, el interés por el arte de cocinar enganchó a Sanji, convirtiéndose en una pasión y en su actividad favorita diaria. En menos de un mes, el rubio omega se hizo uno de los pupilos de Zeff, obviamente a espaldas del Rey, pues la cocina y el aprendizaje de actividades hogareñas no eran algo que la realeza necesitaba.
Una noche de invierno, y entre las tantas exploradas de Sanji, descubrió un pasadizo oculto en el invernadero de la parte trasera de los restos del castillo antiguo -donde vivió su tataratataratara abuelo-, como todo niño en la etapa clave de la curiosidad, se aventuró a descubrir el destino del pasaje. Fue así como llegó al exterior, nunca antes explorado, hasta las luces de los restaurantes locales le parecían fascinantes; ni corto ni perezoso, decidió recorrer un poco su propio distrito. Los miembros de la Familia Real poco o nada salían de su confinado palacio, tal vez a sus hermanos les parecía cómoda la situación, pero Sanji era como un pajarito ansioso por respirar aire externo.
Las primeras noches solo caminó observando entusiasmado la ciudad, el distrito 66 -la capital- estaba lleno de parques y áreas verdes, matizados armoniosamente con los edificios y negocios locales; sin duda alguna, era una zona acomodada. Sanji no sabía nada del prestigio de las casas de moda, pero sí que le llamaba la atención los maniquíes con ropa de omega dispuestos detrás de las vitrinas. Si hubiera tenido dinero, probablemente lo hubiera gastado en cine, comida y baratijas que le parecían interesantes.
Lluvioso, endemoniadamente lluvioso; así se podía describir la noche de ese día, poco o nada faltaba para que las nubes empezarán a descargar electricidad. Aunque eso no era común en Germa-66, por ello el príncipe estaba calmado -en parte-. En uno de los parques centrales, justo cerca del gran lago nacional -algo así como el Central Park de Germa- un niño de su edad entrenaba cortando troncos. Al principio creyó que el susodicho había osado cortar los árboles del parque, sin embargo, conforme se acercaba, caía en cuenta que más que troncos, eran maderos de entrenamiento. Una vez la luz de la luna iluminó al chico, pudo percatarse que tenía una pigmentación de cabello bastante estrafalaria. El niño en cuestión era bronceado y sus cortos cabellos eran verdes -parecidos a los de su hermano Yonji, pero un tono un poco más oscuro-, permanecía perlado en sudor, respirando agitadamente mientras miraba fijamente su objetivo.
Era alfa, indudablemente; a pesar de tratarse de un niño, el aura y el aroma eran inconfundibles; contrario de los suaves y dulces aromas de omegas, el que Sanji percibía era sobre poniente, tosco y firme. El omega interior del príncipe revoloteó de alegría, no sabía por qué, pero dentro suyo se acurrucaba complacido y seguro en torno a ese olor.
Los ojos color almendra del alfa lo taladraron, alertas; Sanji se crispó como un vulpini tímido y se petrificó cuando el moreno se acercó con pasos sonoros. El rubio podía oírlo pisar en su cabeza a pesar del ruido de la lluvia; ese efecto no podía ser posible, ni siquiera su padre, Reiju o Yonji lo doblegaban así. ¿Qué clase de alfa era este?
Lo primero que hizo al estar cerca fue olfatearlo, los ojos azules del rubio observaron cómo los orificios de la nariz del alfa se abrían y se cerraban, buscando familiarizarse con el aroma del rubio, el peliverde soltó un gruñido complacido y se irguió imponente para impresionar al omega. A pesar de que eran niños, las costumbres de amor y destino nunca cambiaban.
—Soy Zoro. —El alfa lo escudriñó con la mirada, se pasaron unos segundos interminables en silencio, al ver que el omega no respondía, decidió proseguir.— ¿Eres mudo o qué?
—No soy mudo. —Replicó abochornado antes de aclararse la garganta con un carraspeo ególatra. — Yo soy Su Alteza Real el príncipe Sanji de Germa, nacido en la Casa de Vinsmoke. —Alegó con confianza, ser un príncipe ya de por sí le daba clase.
—Ya veo y… ¿ser un príncipe te da el derecho de espiar a las personas que viven en tu país?
—¡No! Es decir —Se sacudió la cara polera ahora empapada—, no te estaba espiando, simplemente me dio curiosidad averiguar quién hacía tanto escándalo en una lluviosa noche dentro de uno de los parques más cercanos al palacio.
—Curiosa excusa, pero no engañas, te has escapado de casa.
—¡No me he escapado! Solamente… bueno, salgo a pasear por las noches. Y mi casa no es una… “Casa”, es un palacio.
—Oh sí, ya veo, curioso que los príncipes de hoy en día se cansen de su palacio.
—¡Y tú qué sabes! Eres un don nadie, ser príncipe es complicado ¿entiendes?
El jovencísimo alfa sonrió de lado. — Pues nada, no sé nada, por lo que veo. —Reconoció observando a Su Alteza de pies a cabeza, sus zapatos de charol blanco con bordados ocre brillaban por la humedad y sus pantalones beige junto a su polera permanecían dos tonos más oscuros de lo que deberían por la lluvia. El cuerpo del omega temblaba, y como estaba en sus instintos, Zoro lo haló del antebrazo hasta un pequeño árbol cercano.— No puedo darte mi saco de entrenar porque mi padre se enojaría y además, está empapado.
—¿Qué? —Replicó Sanji entre confundido y enojado por el cambio repentino de tema.
—Te estás muriendo de frío, buscaba la solución más rápida al baño de lluvia.
La mente de Zoro clamaba proteger, proteger, su alfa interno rugía porque el omega le hiciera saber que era útil como alfa, aunque fueran solo niños.
—Gra… Gracias por preocuparte por mí. —Reconoció el rubio. — Pero era tu obligación como ciudadano de Germa velar por tu príncipe.
Zoro rodó los ojos ante la terquedad del omega, pero estaba satisfecho por el agradecimiento.
—¿Y tú qué haces entrenando tan tarde? Encima sólo…
—Salí a comprarme unos onigiris y… —El alfa desvió la vista. — Y decidí aprovechar para entrenar ya que hacía buen tiempo.
La ceja curveada de Sanji se alzó por lo irrisorio de la excusa. En realidad, Zoro estaba regresando al lugar donde se alojaba luego de su entrenamiento en un centro especializado -eso explica por qué tenía los maderos de entrenar- solo que al terminar tan hambriento decidió buscar algún restaurante de comida japonesa, empero, al no ser una costumbre establecida, fue fácil para él perderse sin siquiera darse cuenta. Confiado como muchas veces -y luego de dar vueltas innecesarias sin conciliarse con las calles-, optó por hacer una parada en el primer parque que encontró para entrenar y no perder el tiempo. Su tío -y maestro- de seguro lo encontraría tarde o temprano, para ello debía permanecer en el mismo lugar, lógicamente.
—Así que te pierdes con facilidad. —Mofó el omega con una mueca divertida
—¡Te he dicho que quise entrenar para aprovechar el clima!
—¿La lluvia?
El alfa se sonrojó por lo tonta que había sido su excusa, de todas maneras, el omega al que se supone por instinto quería impresionar había descubierto su manía.
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Zoro y Sanji eran como dos gotas diferentes pero complementarias. Desde aquella noche de lluvia en la que se conocieron, mantuvieron contacto diariamente; para Sanji era una nueva experiencia el relacionarse con otro niño que no fuera tan petulante como los príncipes con los que se reunía -junto con sus hermanos, que no solían tratarlo bien de igual forma- los días de celebración en Germa. Aparte, por parte de ambos, un censor instintivo se encendía cuando estaban juntos; ellos se molestaban, se bromeaban y hasta peleaban -casi siempre por tonterías- pero nuevamente se conciliaban por el bienestar interno de ellos mismos. Ambos eran jovencitos orgullosos, pero solían reconocer sus errores por la moral impuesta en sus almas; hablando de almas, las de este par de niños parecían estar conectadas, porque no eran exactamente lo mismo, sin embargo, tampoco eran del todo diferentes. Eran polos opuestos que encajaban muy bien, las dos únicas partes de un rompecabezas sin igual en el mundo, como si los dedos del destino hubiesen tejido un macramé para ellos, con el objetivo de aunarlos.
Lamentablemente, este idílico paraíso en el que ambos flotaban solo duró un par de años, luego de eso, Zoro viajó a un lugar que no quiso que Sanji supiera, literalmente, se fue sin dar mayor explicación y cortando toda comunicación; aunque sí le prometió lealtad y retorno. Y el omega lo odió por eso.
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A birdcage
Era mundialmente conocido que cuando un omega sin vínculo entraba en celo, todo alfa en edad madura y sin vínculo enloquecía por el inopinado disparo de feromonas que se proliferaban en el ambiente. Pero había unas cuantas excepciones a esa regla, habitualmente eran tres, de las cuales, en los Vinsmoke hasta la fecha se cumplía una: la familia sanguínea directa era inmune al celo de sus miembros.
El aroma del celo de un omega seguía siendo enloquecedor para cualquier alfa soltero; empero, para los alfas pertenecientes a familia directa, era poco menos que un aroma dulzón que dependiendo de la genética familiar, podía percibirse como inoloro, irritante o pasable. Por lo general, cuando un alfa se daba cuenta de que un omega miembro de su familia -hermano, hijo, progenitor o sobrino- entraba en celo, un instinto diferente al popular los embriagaba: protección. Los alfas miembros de una familia protegían a sus familiares omegas en celo y los resguardaban hasta que regresaran a la normalidad. Un omega en celo se auto repelía de intentar saciarse con cualquiera de sus familiares; era una barrera instintiva, los omegas y los alfas respetaban la sangre ya sea a voluntad o por instinto.
Los expertos lo llamaban: repulsión sanguíneo-genética, un código que imperaba desde los más primitivos y estaba ahí fluyendo en las venas de cada alfa y omega por el imperativo del concepto “sangre-familia”, cuya prez reinaba con justicia para la bondad que significaba ser parte de un clan y controlaba al mundo de algunas inmundicias horripilantes. Los religiosos consideraban esta repulsión-rebote la base de la sociedad, que les había permitido ser algo más que animales peligrosos, si no, se hubieran extinguido desde hace milenios.
En la actualidad familiar, se tenía acostumbrado que los alfas -padres y hermanos- encerraran al omega en celo en su habitación y ellos mismos eran los que cuidaban las posibles entradas a esta, haciendo guardia todo lo que durara el celo, muy a menudo también los omegas hermanos -más el omega progenitor- ayudaban con la tarea de cuidar, pero de diferentes maneras, quizá ayudando con la comida, por ejemplo.
Los Vinsmoke no eran indiferentes frente a algo ya establecido en el concepto alfa-omega; pero sí contra la costumbre familiar externa.
Sanji fue el primero en entrar en celo, a sus jóvenes dieciséis años -y ser tan jodidamente ordinario, según Judge- sintió el clamado instinto al que estaba condenado desde que nació, solo que para este omega no hubo alfas ni omegas -entiéndase solo ni padre ni hermanos- que hicieran guardia en la entrada de su habitación o velaran por él; aunque Sola iba a visitarlo para ver cómo pasaba esa difícil y crucial etapa. El Rey, indiferente y algo molestado por el aroma de celo de Sanji -que se percibía fuerte por las salas principales- solo ordenó una guardia quinta beta para cuidar la entrada de la habitación; Yonji no dejó de vociferar lo terrible que el aroma de Sanji le irritaba la nariz -si hasta moqueaba como resfriado-; Ichiji y Niji por su parte caminaban con sus abanicos, aventándose viento en el rostro hasta que les dolían los músculos de los brazos; mientras que Reiju, silenciosa y reservada, como alfa cuidó la entrada de la habitación solo la primera noche. Externo a la Familia Real, el ayo real Shanks era el encargado -a voluntad- de alimentarlo y aconsejarle.
Si había algo que Sanji no quería recordar de su primer celo, además de angustioso, doloroso y agonizante, era que durante los tres días que duró, sólo pudo gemir el nombre y fantasear con el cuerpo de un alfa: Roronoa Zoro. Intentó no hacerlo, intentó enfocarse en algo “normal” pero no fue capaz, odiaba al destino por habérselo dispuesto y luego arrebatado, su angustioso omega interno no dejaba de anhelarlo.
El primer celo era algo importante para cualquier omega, no solo por lo que significaba alegóricamente, sino también por ser importante para su cuerpo, humor y desarrollo. Se decía que el primer celo se podía evitar con supresores, pero no había ningún médico en el mundo que no dijera: ‘nunca debe suprimirse el primer celo, las consecuencias podrían ser desastrosas para el omega que lo haga’.
Judge -obviamente- no se molestó en siquiera pensar en suprimir el celo del tercero de los cuatrillizos; pero sí lo hizo con el primero y el segundo, alegando a que protegía el honor de la familia con ellos.
Para el año siguiente, Judge -harto de la lista de fracasos y decepciones en el historial de Sanji- siguió una conocida costumbre en Germa para que los omegas de la familia real contraigan nupcias: ofreció un torneo para desposar a Sanji.
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¿Continuará?