“¿Él y yo? No, no somos nada. Solo extraños con recuerdos el uno del otro.”
Pov. Jimin
Al principio fueron días juntos, luego se convirtieron en semanas, pronto en meses y antes de que me diera cuenta ya había pasado un año, dos e incluso tres. Y desgraciadamente fueron los mejores tres años de mi vida. Tres años en los que tú eras lo mejor que me había pasado, tres años esperando poder volver a casa cada día para así encontrarme contigo, tres años en los cuales lo único en quien pensaba era en ti.
Pero como todo lo bueno tiene que acabar, esos años que estuvimos el uno con el otro se convirtieron en meses, los meses en semanas, las semanas en días, hasta que, eventualmente desapareciste de mi vida.
Ya han pasado dos años desde la última vez que te vi, desde la última vez que vi tu sonrisa, que escuché tu voz. Te echo de menos, más de lo que quisiera admitir y sé que todo esto ha sido culpa mía. Fui un estúpido que antepuso el apellido y prestigio de la familia a lo que de verdad quería.
Ahora me doy cuenta de que prefiero mil veces pasar frío a las noches porque sé que me abrazarás, prefiero las comidas caseras en vez de comidas de lujo en lugares fríos porque sé que tú me las preparabas con amor, prefiero despertarme en tu humilde casa junto a ti en vez de en un cuarto lleno de muebles costosos con una sensación de vacío en mi pecho que junto a ti no sentía, prefiero pasar las vacaciones viendo películas en tu sofá en vez de recorriendo mundo junto a gente que solo está conmigo por obligación.
Ahora me doy cuenta de que ni todo el dinero del mundo puede compararse a cómo se me erizaba la piel cada vez que escuchaba tu voz, ni a cómo me dabas calor con solo un roce, ni a cómo hacías palpitar mi corazón solo estando junto a mí, pero sobre todo no se comparaba a todo el amor que me diste.
Pero desgraciadamente, y vuelvo a repetir, todo este sufrimiento que siento es sola y únicamente culpa mía. Fui yo el tonto que dejó todo lo que me hacía feliz a un lado, fui yo quien te dejó de lado. Yo te dañé, te traté como no debería de tratarse a nadie. Te traté como a alguien inferior, como si por no tener el mismo dinero que mi familia no tuviese que tratarte como a mi igual. Te desprecié y dejé que mi familia se burlase de ti. Tú soportaste todo esto y espero que ahora estés con alguien que sí logre valorarte como yo no lo hice. Aun si la mera idea de que puedas ser feliz al lado de alguien que no sea yo me entristezca enormemente.
No sé nada de ti, no desde ese día donde dejé ir a mi felicidad, mi vida, mi todo, a ti. Y esa ignorancia es la que todavía me da esperanza. Esperanza para pensar que todavía me sigues queriendo como yo a ti, para creer que puedes perdonarme, para imaginar un futuro juntos. Sé que no lo merezco por cómo te he hecho sentir. Pero soy un ser egoísta y eso es lo que más quiero.
Quiero que cuando te encuentre tú todavía me mires como antes, con amor. Que me hables como antes, con delicadeza. Que me abraces como antes, protegiéndome. Que me ames como antes, tal y como yo te sigo amando a ti.
O mejor aún, quiero que seamos unos extraños. Quiero que no me conozcas, que no recuerdes quién soy ni qué te he hecho. Quiero que podamos volver a empezar como cualquier otra persona y volver a conocernos como ya lo habíamos hecho. Quiero volver a vivir todos esos momentos maravillosos junto a ti y atesorar esos recuerdos otra vez. Y cuando llegue el momento para elegir entre tú y mi familia, quiero elegirte a ti.