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Ya no importa por Jinsei No Maboroshi

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¿Acaso habría una segunda oportunidad luego de la traición? ¿Hay oportunidad luego de la traición? Michiru gemía desconsolada, lloraba porque su arrepentimiento no era suficiente para ella, ni para Haruka, porque sabía que el dolor más profundo difícilmente se cura con lágrimas, que ese dolor, difícilmente se cura.

 

Haruka sólo la observaba, con cansancio, con un profundo desgarramiento de su alma. El dolor de la perfidia era demasiado para ella. Y más si ese dolor era ocasionado por la persona a la cual se había entregado. Si Michiru, que tenía todo su ser, la había destruido, cómo podía ahora seguir, continuar, si ya no tenía nada de su pertenencia. Ella misma, entera, correspondía a la violinista. Cada beso, cada mirada, cada palabra la hacía y deshacía a su antojo. Ella era la muñeca de la joven peliverde, era su guardián, y su más profundo amor. Un amor por el cual se había entregado por completo, al punto de no quedarse con nada. Sólo un gran corazón que latía a cada suspiro que la guerrero del mar daba. Todo eso era ella, nada más que pertenencia de Michiru, pero el destino fatal, se empecinó en que Michiru cayera en las profundidades de la duda y se perdiera.

 

Perdiéndose ella con aquellas dudas.

 

Haruka apenas tenía alma, para ver a Michiru. Sus pupilas se desvanecían, y regresaban, tenuemente. Ya ni su propia voluntad tenía.

 

Sólo el silencio le esperaba.

 

De igual forma Michiru, que tras su error alcanzó a comprender que ella era absoluta pertenencia de Haruka. Sin embargo, ambas se habían destruido. Ambas habían matado a la otra, porque una tenía el alma de la otra en su totalidad.

 

Y así, con sublime silencio rodeándolas, Michiru no dejó de llorar, y Haruka no la detuvo, ni siquiera se le acercó. Solamente miraba, con tristeza, con remordimiento, todo lo que hubiera sido posible, todo lo que hubiera pasado, si tan sólo, las cosas no hubiesen tenido tal rumbo. Si tan sólo... todo hubiese sido tan distinto de lo que terminó siendo...

 

-Ya no importa, Michiru. Deja de llorar. Ambas hemos perdido.

 

Michiru, sollozando, levantó su rostro para observarla. Haruka sonreía con amargura, con arrepentimiento. Las lágrimas amenazaban caer, más las contenía.

 

-¿Qué? –dijo entrecortadamente, con temor a que su voz se escuchara demasiado.

 

-Ambas perdimos, Michiru. Yo perdí mi alma, y tú la tuya. Porque nos hemos confundido. Nuestra turbación nos llevó a destruirlas y ya no nos queda nada.

 

-¿Qué dices? ¡Haruka! ¡Esto es una segunda oportunidad, reconócelo!

 

-Ya no importa, Michiru, ¡porque nada queda! Entiéndelo, nada ha quedado entre nostras, sólo recuerdos entre las cenizas. Sólo dolor en aquellos besos, sólo un triste y silencioso futuro oscuro, en soledad.

 

-¡Haruka, me asustas! -le dijo, tomándola por los hombros, enfrentando sus rostros iluminados a medias.

 

-No te preocupes, Michiru. Yo te perdono, aunque ya no importe. Ya no tendremos futuro. Sólo un eterno sabor a amargura en la boca, sumidas en ese terrible silencio por el cual habíamos peleado tanto...  y ¿sabes? Lo más terrible es que no seremos nosotras solas las que caeremos en sus profundidades... habrá tantas personas que sucumbirán, detrás nuestro... personas que se ahogarán en la tinieblas, y su arrepentimiento ya no alcanzará. Que viven con el dolor de sus errores torturándoles, y que ya no pueden perdonarse. La traición lo que toca destruye, y si te ha destrozado, ya no tienes alma por la cual ir a tu paraíso, aunque sea un quimérico y cruel lugar lleno de hologramas, de sonrisas inventadas. ¿Y sabes? Ya no me importa... –sonrió con pesadumbre ante el rostro sorprendido de su amante-. Michiru, aun amándote, me duele, y en este sabor me quedaré... me hundiré en mi propia oscuridad, como tú lo harás con la tuya... ya  no nos debería importar esta noche... y ya no nos debería importar nada –Haruka cerró sus ojos, dejando caer las lágrimas contenidas.

 

-¡Haruka! Esto es una segunda oportunidad. Tú eres mi paraíso, y yo quiero estar a tu lado, aunque sea en ese triste lugar. ¡Déjame! Deseo estar contigo, aún si es en esa oscuridad. Busquemos salir juntas... busquemos...

 

Haruka le interrumpió en un beso suave, inocente. Un beso con dolor, con tristeza. Un beso que mostraba la imposibilidad de hacer el tiempo hacia atrás. Ya nadie podría ayudarles. Ya nada importaba. Sólo ese instante.

 

Lentamente separaron sus bocas, y se volvieron a ver...

 

-No insistas, Michiru. Ya nada importa.

 

-Sí –dijo con entrecortada voz–. Me importa poder estar contigo, sea donde sea... yo creo que saldremos de esto, Haruka. Mañana será un nuevo día, ya verás. Saldremos, aprovechemos esta segunda oportunidad. Nos reconstruiremos, Haruka. Nuestros pedazos serán unidos. Yo juntaré los tuyos, tu los míos, nos curaremos... prométeme que lo harás... ¿Haruka?

 

-Michiru... tú no aprendes... aún te engañas...

 

-No digas eso -Michiru cerró sus ojos con fuerza, buscando no creer en esas palabras.

 

-Te sigues engañando, Michiru. Aun en tu propia oscuridad.

 

Michiru la miró con descreimiento, con dolor, cayendo en la verdad de las palabras de Haruka.

 

-¿Tú sabes la verdad?

 

-Claro. Michiru, ya nada importa...

 

-¡No! ¡¡No puede ser!! ¡Haruka! ¡¡Te amo!! ¡Quiero estar contigo por la eternidad! Aun en el aterrador silencio...

 

-Ya no podemos hacer el tiempo regresar. Michiru, deja de engañarte, y duerme... duerme, que esta noche será tranquila... está demasiado serena, ¿no lo crees?

 

Michiru se abrazó con fuerza a Haruka. La verdad.

 

Acarició su espalda, la sujetaba con fuerza, sintiendo la piel de ambas. Esa noche tan muda, tan silenciosa, le atemorizaba.

 

Y allí, sobre la cama, dos cuerpos dolientes, se abrazaban con desesperación, con tristeza, con un desgarrador silencio que eliminaba todo rasgo de vida de cada una de ellas. ¿Tal vez una purificación? ¿Tal vez el castigo máximo?

 

No lo sabían. Solamente se quedaron allí a esperar el siguiente día. Ese tan anhelado siguiente día.

 

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Abrió sus ojos, cuya intensa mirada se clavó en el infinito. Sacudió su cabeza, buscando aclarar las sensaciones. Estaba allí, donde siempre estaba ella. En su propio castillo formado de tiempo.

 

Se había quedado sentada, descansando de aquel solitario trabajo, y sin darse cuenta, cayó en un sueño. Era un sueño.

 

Sintió un vacío en su alma. ¿Acaso ella soñaba cada vida? ¿Acaso ella soñaba cada una dándole la muerte con su despertar? No. No podía ser.

 

Miró sus manos, que reposaban sobre su centro. Miró los portales. Sus portales.

 

Fijo su vista en el infinito una vez más.

 

Le perturbó la idea que hacía tanto tiempo no había descubierto.

 

¿Acaso ella podía controlar la vida de esa forma? ¿Ella, guardián del tiempo, en su soledad, podría despertar matando a sus amigas? ¿Arrebatándoles esa segunda oportunidad que tanto necesitaban?

 

Sacudió su cabeza una vez más, aclarando sus ideas.

 

El descubrir la muerte de Haruka y luego la de Michiru, le había lastimado. Ella solía ser muy fría, muy estoica, producto de los siglos de dolor que sus rojos ojos habían visto. Ojos rojos teñidos por aquella sangre que la misma humanidad se empecinaba en derramar. Esa misma sociedad que nuevamente cargaba un par de victimas más a su haber. Sin embargo la muerte de sus amigas le conmovió. Sintió culpa, de que su poder no pudiese ser utilizado, para devolver el tiempo atrás. Para regresar las cosas hacia atrás y poder corregirlas, pero... no le era posible.

 

Setsuna suspiro buscando alivio.

 

Miró nuevamente el infinito, aquel infinito sin principio y sin fin, al cual todos los seres estaban atados. Un infinito ir y venir de almas, de sueños, de vidas de muertes. Y allí, como única espectadora, eterna vidente de tales acontecimientos, ella, Setsuna, observándolos con parsimonia, como si de un triste drama se tratara. Y es que en realidad era eso.

 

La vida es un triste drama, en el cual, cada uno elige un personaje, a veces puesto por la naturaleza, y lo representa como puede. Y es que así se vive, se sobrevive. Se lucha hasta que las fuerzas son nulas.

 

Sin embargo, Haruka ya no tenía fuerzas para luchar, porque su vida se había consumido, se había destruido en manos tan perfectas como la de su amante, amante que eligió, o creyó elegir, y que el destino irónico le obligo a abonar. Sin paraíso, sin palabras, sin metas, sólo le quedaba el triste final del silencio. Un silencio eterno.

 

Michiru, por su parte, siempre dando la imagen errónea al mundo, sólo para que la admiraran, también se había dañado. Tal vez, sólo para disimular. Qué más daba ahora.

 

Michiru al igual que Haruka se había ahogado en el triste mar de los lamentos, en donde el silencio desgarraba las almas, si posibilidad de escape.

 

Ambas, tanto que añoraban en vida su eterna compañía, tuvieron que terminar de la peor manera, cada una en su soledad, cada una con su propio dolor.

 

Sin embargo, en aquel sueño estaban juntas.

 

¿De quién sería ese lamento? ¿Acaso sería de Michiru? A pesar de ello, Haruka se veía tan afligida.

 

Setsuna nuevamente sacudió su cabeza. No podía ser, ella no sentía las almas de los muertos. No sentía almas.

 

Cerró nuevamente sus ojos.

 

Tal vez ella misma estaba siendo soñada por alguien. Tal vez cuando ese ser despertara le quitaría ese triste pesar de su existencia como guardián del tiempo.

 

Mientras tanto, allí en los portales, ella veía a su gente morir, sin poder cambiar el tiempo, porque su deber era protegerlo, pero no usarlo. La tristeza que a todos sumía no podría nunca ser eliminada, porque el humano nace para sufrir, para pasar por el duro camino de la vida, con el único objetivo de expirar. La tristeza es el único fin.  Era verdad. Haruka tenía la verdad.

 

Todos los seres caerán en ese triste silencio que desgarra almas, todos caen para ya nunca más levantarse.

 

Setsuna suspiró. Tal vez ese sueño fue el último instante de paraíso que tuvieron sus dos amigas. Sin embargo, ¿cuál era la quimera y quién la dueña de tal paraíso? ¿Podía ser posible que ese extraño sueño fuera el paraíso de una de las dos?

 

Setsuna acomodó su cabello, abrió sus ojos y miró el infinito.

 

Ya nada importaba. La vida continuaba, aunque para Michiru y Haruka ya no había nada que prolongar. Aunque para ella misma, la vida no fuera un continuar, sino un simple repetir de historias tristes, encarnadas por personajes diferentes. Pero era verdad, la vida continuaba, y se olvidaba de sus criaturas.

 

-Qué ingrata es la vida. Haruka y Michiru, que lucharon por protegerla, son olvidadas, y sucumben a las profundidades del olvido. Un olvido para la humanidad. Un olvido que también a mí me alcanzará. ¿Cuándo las olvidaré? ¿En un siglo, en dos? No lo sé. Pero las olvidaré, es seguro -Se dijo para sí misma.

 

Resignada, se quedó en su castillo de tiempo, frente a los portales, guardián constante de lo que arrasa con cada individuo.

 

Setsuna contempló los pórticos nuevamente.

 

¿Acaso el tiempo debía ser cuidado? ¿Acaso el tiempo era digno de cuidarse? El tiempo, tan cruel como la vida, destrozaba todo a su paso, y lo sumía en el olvido. El tiempo era despreciable. ¿Debería ser su guardián? ¿Era el tiempo digno de ser resguardado?

 

Fijó su vista en el infinito de nuevo.

 

Ya no importaban esas preguntas. Se quedó allí, aceptando su solitario destino, cuidando al demonio mismo, esperando, tal vez que alguien que se empecinaba en soñarla, despertase, y la liberara de esa condena, y la sumiera en su propia oscuridad...

 

Hasta tanto no ocurriese tal cosa... seguiría esperando, viendo el tiempo pasar, olvidando y olvidando, hasta despertar...

 

~Fin~


Notas:
Bien. Es una leve continuación del fic anterior. Principalmente lo hice como forma de agradecerles a las chicas que dejaron review y mandaron mail. Muchas gracias, ciertamente.

 

Es un fic que busca aclarar, o tal vez, dar un segundo más de vida a las protagonistas, el instante último donde se pueden haber preguntado el porqué de las cosas.

 

Busco con esto, limpiar a Michiru de cualquier pensamiento malo. Ella no es mala, y amaba a Haruka, pero el destino, la sociedad, y sus propios anhelos la confundieron, y aun sin querer, traicionó. No por eso es aborrecible, simplemente es una personalidad que se ahogó en sus sentimientos, como dije anteriormente.

 

Y Haruka murió porque Michiru era su vida, era su paraíso.

 

Supongo que la pregunta del momento sería:

 

¿Y ese encuentro nocturno, fue verdad o mentira?

 

Y yo solamente me atrevo a decirles: crean lo que gusten. Porque cada ser cree y vive acorde lo que juzga. Les doy esa posibilidad. Dejaré para mi, esa opinión.^o^

 

Sin embargo, sería muy interesante discutir tales cosas. Atrévanse a charlar, a intercambiar ideas... pensemos!^^ Es divertido, y ayuda a vivir un poco más desengañado de la vida, aunque a veces, eso no sé si es exactamente lo mejor.

 

De todas formas, tod@ estáis invitados a mandarme mails.

 

Y como siempre, para finalizar, agradezco a cada uno de los lectores, dejen o no review, manden o no mail, y les agradezco por su tiempo. Cualquier comentario, cualquier deseo, cualquier necesidad de dar unas palabras, pueden hacerlo a mi mail. Si el tiempo no me apremia, les contestaré en la brevedad, si no esperad, que siempre me haré un tiempo para contestar!^^

 

Muchas gracias, nuevamente por los comentarios, siento que no lo merezco!^^

 

Jinsei No Maboroshi.


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