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El conserje rockstar por Fullbuster

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Estaba enfadado, frustrado, empapado y… ¡Enamorado! Quizá decir esa palabra era demasiado fuerte aún, pero desde luego, sentía una gran atracción hacia Naruto. Esos dos acercamientos, le habían dejado claro cuánto deseaba probar sus labios una vez más, pero no podía ser. Si hubiera una posibilidad de tener una relación seria o formal con él… sería un gran peligro para la carrera de Naruto. Era mejor alejarse cuanto antes.


Todavía llovía, por lo que esperó bajo el tejado de la entrada a la piscina climatizada. ¡Tenía mucho frío! Se encontraba completamente empapado y no era bueno. No quería pillar una pulmonía, pero era lo más seguro si se quedaba allí con aquella fría brisa que se había levantado.


De su chaqueta empapada, sacó la última hoja que había estado componiendo. ¡No se veía nada! La tinta se había corrido y apenas se diferenciaba alguna nota. El semblante de Sasuke cambió a uno completamente frustrado, hasta que escuchó la voz de su hermano que venía con un paraguas. Parecía preocupado por él, más cuando le vio con aquellas pintas.


- ¡Dios mío! ¿Estás bien? Mírate, estás empapado.


- Me he caído a la piscina – dijo Sasuke.


- ¿Que te has caído dónde? – preguntó alarmado – pero tú no sabes nadar.


- Naruto me ha sacado. Ya he hecho bastante el ridículo por hoy. ¿Podemos volver a nuestro cuarto? Por favor.


- Sí, claro – suspiró Itachi al verle tan afligido con aquel asunto, pese a la preocupación que tenía por el tema de la piscina.


¡Su hermano no sabía nadar! De hecho… no había practicado ningún deporte, ni lo haría. Su espalda le había impedido tener una vida normal y, aun así, su padre consiguió hacerle feliz cuando le trajo aquella guitarra, enseñándole a tocar y pudiendo practicar durante los largos días que tuvo que quedarse en el hospital.


Itachi volvió a levantar el paraguas y agarró a su hermano por el hombro, acercándole a él sin importarle mojarse él mismo por culpa de su ropa. ¡Era su hermanito! Siempre lo sería y siempre le protegería, pero también crecía muy rápido, no siempre podía estar con él, no siempre llegaba a tiempo y muchas veces, él parecía más maduro.


Haber crecido en un hospital, rodeado de personas mucho más mayores que él, sin amigos, practicando día y noche la música puesto que era lo único que no molestaba en su recuperación, le había hecho crecer a marchas forzadas.


No hablaron durante el trayecto pero en cuanto llegaron a su cuarto, Itachi abrió la taquilla metálica de su hermano sacando un pantalón de pijama, algo de ropa interior y una camiseta junto a la sudadera.


- Date una ducha y entra en calor – le comentó – iré a comprar algo de cenar mientras. Métete en la cama en cuanto acabes, ¿quieres? No te resfríes.


- Gracias… Itachi – susurró su hermano algo cabizbajo.


No era propio de Sasuke agradecer lo que hacían por él, pero aunque escasas… las veces que lo hacía eran sinceras. Itachi tan sólo sonrió y le lanzó una toalla directa a la cara bromeando con él.


- Vete ya, renacuajo – sonrió para intentar animarle, aunque sabía que ese silencio que su hermano impartía no era bueno.


Seguramente habría pasado mucho miedo al caerse a la piscina. Menos mal que Naruto estaba allí para sacarle, no quería imaginarse lo que podría haber pasado si no lo hubiera sacado.


Itachi salió de la sala de calderas donde dormían y subió las escaleras de obra hasta llegar al primer piso. Los estudiantes ya se habían marchado a sus casas, también Orochimaru y Kabuto, tan sólo quedaban ellos dos en los oscuros y silenciosos pasillos. Por eso mismo, la cafetería estaría cerrada como todas las noches. Sacó las llaves del bolsillo y tomó nuevamente el paraguas para irse a comprar algo de comida precocinada.


No le gustaba tener que cenar siempre comida precocinada, pero la verdad era… que no podían utilizar la cocina del edificio. Orochimaru solía cerrarlo con llave, así que no les quedaba más remedio.


Al entrar en la tienda, revisó los pasillos y compró dos botes de ramen instantáneo. El agua caliente del grifo bastaría para preparar aquella insulsa comida de la que él ya estaba cansado y seguramente Sasuke también. Miró por el resto de pasillos. A esa hora de la noche estaba él solo en la tienda. El dependiente ya le conocía, compraba todas las noches en la misma tienda, casi la misma comida.


Fue a pagar y el dependiente sonrió al verle. Era un cliente habitual. Si no venía Itachi, lo hacía su hermano, pero al fin y al cabo, uno de los dos aparecería. Por lo general, hablaban algunas frases, así que Itachi sonrió al dejar las cosas sobre la cinta.


- Veo que te ha tocado a ti venir hoy – sonrió el dependiente.


- Sí, mi hermano está… bueno… ha tenido un percance con la lluvia y una piscina. No quiero que se resfríe.


- Ya veo – sonrió el rubio -. ¿Toca Ramen? Deberíais comer algo más sano que esto.


- Supongo que tienes razón pero… no tengo cocina donde vivimos.


- ¿Residencia de estudiantes? ¡No, espera! Si estuvierais en una, os darían de comer… ¿Cómo es que no tenéis cocina?


- Digamos que estamos de conserjes en la academia de ahí al lado, pero la cocina está cerrada por la noche.


- Vaya, qué asco.


- Sí.


- Disfruta de la cena – sonrió el chico cuando recibió el dinero que Itachi había visto en la pantalla de la caja.


- Gracias. Pasa una buena noche.


Lo malo de las tiendas de veinticuatro horas era que a ese chico le tocaba trabajar y mantenerse en vela, pero lo bueno… era que Itachi podía ir a comprar cuando quisiera. Ya se acercaba a la puerta cuando se giró una vez más.


- Creo que nunca me he presentado – susurró Itachi – soy Itachi Uchiha.


- Deidara – sonrió el chico.


- ¿Sólo Deidara?


- Sí. Los huérfanos no tenemos apellidos – dijo sin más.


- Ya… bueno, pues, encantado de conocerte. Supongo que te veré mañana.


- Si vienes a comprar la cena como todos los días, seguro que sí.


Llevaba meses comprando la cena en la misma tienda y, de hecho, ese chico siempre estaba allí por las noches atendiendo pero nunca le había preguntado su nombre pese a que hablaban cosillas de vez en cuando. Se había sorprendido al saber que era huérfano, quizá por eso mismo trabajaba en un turno tan malo, debería pagar el alquiler de su apartamento si es que tenía uno, cosa que esperaba que sí.


Caminó de vuelta a la academia, pensando que quizá la próxima vez, podría preguntarle si estudiaba algo aparte de trabajar allí. Puede que no lo hiciera, que el salario sólo le llegase para pagar ciertas cosas, pero también podría ser un buen estudiante y haber optado a alguna beca, o podría estar metido en bandas y por lo tanto, sería mejor alejarse. ¡El tiempo lo diría! No parecía un chico involucrado en bandas, era muy simpático y centrado.


***


Dentro de la ducha, el tiempo pasaba lento. El agua caliente desentumecía su cuerpo, pero al salir, agradecía que los cristales se empañasen. ¡Odiaba esa cicatriz de su espalda! Por eso nunca iba a la playa, tampoco se desnudaba frente a otras personas excepto su hermano y siempre trataba de estar de frente para que no la viera.


Su infancia y adolescencia transcurrió en una sala de hospital. Día tras día, veía médicos, medicaciones, escuchaba pitidos y cambios de pacientes. La mayoría volvía a casa, pero él... él debía quedarse. Nunca fue a la escuela, tenía tutores particulares que iban a visitarle al hospital, tampoco practicó ningún deporte, ni tuvo amigos, no debía preocuparse por los deberes, pero tampoco de disfrutar lo que era salir de fiesta. Itachi sí se iba a veces con sus amigos y él se quedaba allí. Al menos su padre le regaló la guitarra para pasar el tiempo muerto ocupado con algo. ¡Aprendió a tocar!, poco después, empezó a cantar también. Su padre siempre iba a ayudarle y enseñarle algunas cosas.


Aun así, ver a su hermano tener novias o hablar con él sobre alguna chica que iba tras él o incluso a veces algún chico, le hizo plantearse que él jamás viviría algo así. Tras la operación, supo que con esa espantosa cicatriz aún lo tendría más complicado. La gente miraba el físico y el suyo… puede que fuera guapo, pero acabarían descubriendo la cicatriz tarde o temprano. ¡Decidió que jamás se enamoraría! Y aquí estaba, sintiendo esa atracción por un rubio, famoso y guitarrista de una famosa banda de música. ¡No podía haber elegido peor!


- Genial, Sasuke, tú siempre cagándola – se quejó de sí mismo – tenía que ver esta cosa precisamente él.


Se regañó a sí mismo, pero por otro lado, pensó que quizá no estaba del todo mal que la hubiera visto. Ahora Naruto ya podía correr y huir de su lado. Su representante estaría feliz de saber que no saldría con un mediocre conserje.


- ¿Estás bien, Sasuke? – preguntó su hermano.


- Sí, lo siento… ya salgo.


Con la toalla se secó y tomó la ropa que Itachi le había dado para ponérsela. Siempre salía ya vestido del baño, principalmente por esa cicatriz. Luchando día a día por mantenerla oculta pese a que su hermano la conocía bien. Al salir, Itachi estaba removiendo los vasos con los fideos instantáneos.


- ¿Ramen? – preguntó Sasuke con una sonrisa.


- Es nutritivo.


- Y aburrido – se quejó Sasuke – pero supongo que no podemos hacer mucho.


- ¿Prefieres un sándwich? Quizá haya algo más de comida precocinada.


- Mañana iré yo a revisar las estanterías, no quiero comer ramen toda la semana y sé que tú vas directo a ese pasillo.


- Es posible.


Sasuke removió sus fideos con los palillos, observando cómo su hermano empezaba a comer, succionando aquellos fideos con gracia. Él se paralizó con unos fideos sobre sus palillos listos para ir a su boca. Los miró…


- Ita… - susurró - ¿crees que algún día alguien podría enamorarse de mí?


Aquella pregunta pilló desprevenido a su hermano. Cambió su mirada hacia Sasuke, quien seguía absorto en esos fideos que reposaban sobre sus palillos.


- ¿Por qué no iba alguien a enamorarse de ti? Serían estúpidos si no lo hicieran.


- Es que… ya sabes…


- ¿Otra vez con el tema de la cicatriz? Creí que ya estaba superado. No es para tanto, Sasuke, mucha gente tiene cicatrices.


- No como ésta. Vamos, Itachi, sabes que la gente siempre busca lo estético.


- Eres muy atractivo, Sasuke y no lo digo porque seas mi hermano, estoy siendo objetivo, cien por cien – sonrió – bueno… al ochenta por ciento, ese veinte es porque eres mi hermano.


- Idiota – sonrió Sasuke.


- En serio, Sasuke, la cicatriz no te define.


- Pero es una gran parte de mí. Esa cicatriz demuestra que soy un inútil para los deportes y me deja en ridículo como hoy… sin saber nadar, por ejemplo y estéticamente… es horrible.


- Eres el mejor músico que he escuchado, tu voz es increíble y aprendiste todo eso precisamente… porque no estabas en una piscina aprendiendo a nadar. Sasuke, quiero decir… que quizá no sepas de deportes pero tienes otras virtudes. Yo no sé tocar la guitarra ni cantar – sonrió Itachi – quiero decir que, no necesitas ser perfecto en todo, la gente tiene debilidades, puedo ser bueno jugando al baloncesto y un desastre en la música, no tienes porqué saber de todo. Y lo bonito… es enamorarte de una persona que se complemente contigo, siempre puedes aprender y tu pareja enseñarte. ¿No crees?


- Puede ser pero…


- ¿Hablamos de Naruto? – preguntó Itachi al darse cuenta qué era lo que realmente preocupaba a su hermano.


- No creí que te enterases de eso… - se sonrojó Sasuke.


- Por favor, soy tu hermano mayor, no siempre parezco demasiado maduro, pero me fijo en todo de ti y trato de protegerte. Aunque me gustaría que me contases las cosas antes de tener que descubrirlas yo, como el chantaje de Orochimaru. Y sobre Naruto… ¿Qué te frena?


- Que soy un conserje – se quejó – y él es… un rockstar. No puede ver nada en mi y ahora menos después de lo de esta tarde.


- ¿Porque vio tu cicatriz? ¿Crees que si le gustas de verdad renunciaría a estar contigo por una cicatriz? Yo no lo haría – dijo Itachi con una gran sonrisa – de hecho… seguramente me daría fuerzas para ir con mayor ímpetu a por ese chico. Tu cicatriz a mí sólo me demuestra que superaste un gran obstáculo y estás aquí, eres un luchador, Sasuke. Y por favor… en vez de pensar en tu cicatriz que no tiene solución, pensemos mejor cómo nos libraremos de Kabuto y Orochimaru, odio que tengan tu música y tu voz.


- No se me ocurre nada con ese asunto.


- A mí tampoco, aún… pero seguiré pensando.


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