Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PRAGMA por AkumaBelial

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:


Fanfic basado en Yuri On Ice cuya historia original pertenece a Mitsurou Kubo.

CAPÍTULO 1. CONFUSIÓN, ¿LA BODA SE CANCELA?

 

—¡Yuuri, Viktor te está esperando en la entrada!

 

Juraría que escuché a mi madre en un apartado rincón seriamente obnubilado de mi cerebro, y lo que era peor, resonaba junto al molesto timbre que perforaba mis tímpanos como un taladro.

 

De mi boca no debió salir nada coherente en los próximos… ¿segundos?, ¿minutos? La verdad es que me encontraba demasiado aturdido como para tener una noción decente del tiempo.

 

Sólo sé que sentí mi cuerpo como muñeco de trapo mientras en mi cabeza se proyectaban imágenes intermitentes de lo que había sido la noche anterior.

 

Recuerdo que la música se había mezclado con el flash deslumbrante del celular de Phichit en una cacofonía ensordecedora que no me permitía centrar la atención.

 

«Bebí más de la cuenta». ¡Bingo! Al fin un pensamiento lógico.

 

Ahora puedo reordenar algunos sucesos y recordarlos mejor:

 

Celebrábamos el cumpleaños de Phichit aquí mismo en Hasetsu. No tenía idea de que mi mejor amigo vendría a Japón, y vaya que me sentí muy mal con el hecho de que fuera él quien viajara con motivo de su propio cumpleaños para visitarme. Ni solventando todos sus gastos de estancia y alimento podría deshacerme del sentimiento de culpa. Aunque… se veía tan feliz. ¡Dos semanas enteras celebrando su cumpleaños a lo grande! Supongo que valió la pena, y con creces.

 

Exceptuando la última noche. No sé cómo terminé ebrio perdido, pero en caso de que fuera Phichit quien me trajo a casa, le estaré infinitamente agradecido.

 

—¿D…Dónde? —al abrir los ojos, descubrí que ya no me encontraba en mi habitación.

 

La voz de mi madre se había desvanecido a lo lejos, trayendo consigo un nuevo acento, uno más bien ruso, perteneciente a mi apuesto entrenador.

 

—Al fin despiertas, dormilón.

 

—¡¿Viktor?!

 

A pesar de estar próximo a los treinta, conservaba esa ardiente sensualidad con un ligero toque de sutil sobriedad en sus ademanes. Su carisma era innato, y ese afilado rostro en combinación con sus hermosos ojos de diamante, acentuaban su atractivo hasta un punto difícil de explicar.

 

—Perdón por raptarte de esta forma tan poco romántica —se disculpó sin dejar de sonreír—, pero anoche no contestabas mis llamadas.

 

—M-Mi celular…

 

—Lo habías dejado en el bar. Pero no te preocupes, ya lo metí en tu maleta.

 

—¿Tú estuviste en el…? Espera, ¡¿maleta?!

 

De acuerdo, no soy tan estúpido como para no haber notado que estábamos en la sala de espera del aeropuerto de Fukuoka. Pero sí tardé más de la cuenta en rebobinar los últimos días, enlazarlos con lo que Viktor me había dicho hacía algunos meses, y sumarlo con lo que estaba a punto de ocurrir.

 

—Te has puesto pálido, ¿estás bien? —cuando tomó mi rostro entre sus manos, pasé de un blanco cadavérico a rojo calcinante.

 

No sé si me iba a besar, pero por las dudas me eché para atrás y casi me caigo encima del apile de maletas de una señora mayor.

 

—¡Cuidado! —Me había sujetado de la cintura, evitando el accidente—. Yo también estoy muy emocionado por nuestra boda, pero intenta llegar en una sola pieza al altar.

 

Besó mi frente.

 

Mi corazón estaba latiendo muy rápido, y sentí náuseas, aunque descubrí que se debía al dolor de cabeza intensificado por la sed.

 

—Necesito agua.

 

Me tumbé de vuelta en el asiento, frotando mi sien.

 

No quería pensar en nada hasta mitigar la migraña, pero al mismo tiempo estaba desesperado por poner a trabajar a mi fastidioso cerebro para solucionar el conflicto interno que me tenía con los nervios de punta.

 

—Aquí tienes.

 

En unos cuantos tragos, bebí toda el agua de la botella que Viktor me ofreció.

 

«Esto está ocurriendo más rápido de lo que jamás habría imaginado», fue lo que pasó por mi mente cuando ya nos habíamos subido al avión.

 

Juraría que el nerviosismo solidificó piedras en mi estómago, ulteriores al usual nudo que se suele experimentar al despegar.

 

—Para que nuestra boda sea oficial tenemos que firmar en el ZAGS, que es el centro de registros civiles en Rusia. Podrían tardar meses después de la solicitud, así que más vale hacerlo con tiempo. Así estaremos menos presionados con todo lo demás.

 

Recargué mi frente en la ventana del avión, manteniendo una mirada perdida en el cúmulo de nubes del exterior.

 

¿Qué podía hacer o decir? Admito que me sentía atrapado en un diminuto reloj de arena, asfixiándome y sin la capacidad de moverme.

 

Necesitaba tiempo para procesarlo.

 

Necesitaba…

 

—¡¡Estoy enamorado de Phichit!!

 

No sé ni cómo salieron esas palabras de mi boca. Había cerrado los ojos con fuerza, y en cuanto terminé la oración, apreté los dientes con tanto énfasis que hasta me dolió la quijada.

 

Todo mi cuerpo se tensó. Esperé a que Viktor dijera algo. Pero no lo hizo.

 

Y entonces me giré.

 

Tenía los labios sobre sus nudillos, y la mirada fija en el asiento de enfrente. No se veía molesto, pero más tardé en indagar qué había de raro en esa expresión seria e indescifrable, que él en esbozar una amplia sonrisa y revolverme el cabello amistosamente.

 

—Así que pasó algo anoche. Bien, pues… perdón por haberte presionado. No sabía que extraviaste tu celular a propósito.

 

—N-No… no no no no. Yo…

 

«¡¿Por qué dije eso?!».

 

Lo peor es que Viktor lo dio por hecho, y cambió de tema al instante.

 

—Sabes, habrá un evento de patinaje internacional patrocinado por empresas privadas. Es un proyecto relativamente nuevo, pero me pareció interesante. Aunque, imagino que prefieres volver a Hasetsu.

 

¿En serio creyó que estaba enamorado de Phichit? ¿Cómo no estalló de la risa al escuchar tal disparate?, si era ridículo. Algo así no podría pasar ni en un millón de años.

 

—Viktor, lo que dije no es verdad, yo no… —hablaba muy rápido, sin tomar aire ni una sola vez hasta finalizar—. No estoy enamorado de mi mejor amigo, no sé por qué dije eso. No pasó nada anoche. A veces salen estupideces de mi boca. Sobre todo cuando… Me duele tanto la cabeza. Y me siento mareado, con dolor de estómago, todavía tengo sed y… es la resaca. Pasó todo muy rápido. Apenas estoy medio despierto… Espera, ¿habrá una competencia de patinaje en San Petersburgo?

 

Asintió, y añadió tranquilamente.

 

—En realidad aparté tu lugar por anticipado —me mostró el talonario de inscripción que llevaba en el bolsillo de su pantalón—. Pero si no te interesa participar, todavía es posible cancelarlo.

 

—¡¡No!! Sí quiero. ¡Lo haré!

 

Dicha resolutiva supuso un gran alivio. La emoción de una competencia de patinaje en puerta era reconfortante, sólo que había dejado un pequeño asunto sin esclarecer:

 

«Un momento. Respecto a la boda… ¿acabo de rechazar a Viktor?».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El resto del viaje fue muy incómodo.

 

Yuuri estaba hecho un lío, por lo que se abstrajo del conflicto en una burbuja de negación rotunda. Y Viktor lo interpretó como una indirecta de no querer entablar una conversación sobre un tema que al parecer estaba terminantemente zanjado.

 

Cuando llegaron a San Petersburgo, el chico nipón se quedó esperando en el asiento trasero del taxi que detuvo Viktor, mientras éste hacía una llamada telefónica desde la acera.

 

El conductor aguardó pacientemente, más dirigía una que otra mirada hacia el pelinegro. «¿Por qué me mira tanto?». Hizo todo lo posible por apartar la vista del retrovisor. Y suspiró aliviado cuando Viktor tomó asiento a su lado para dar instrucciones al taxista.

 

Le pidió que los llevara a un no muy modesto complejo residencial a las afueras de la ciudad.

 

Previamente, tuvieron que dejar sus credenciales de identificación en la caseta de entrada y firmar un registro. La fachada de los departamentos no era tan llamativa como el jardín central, pero sí uniforme, y con la debida protección de unos barrotes impenetrables pero estéticos en las ventanas.

 

En medio del jardín, yacía una hermosa fuente de piedra en tres niveles, con estanque y una estrella tridimensional de doce puntas en la parte más alta.

 

—¿Aquí es donde vives?

 

—No, es donde vive Yurio. Bueno, temporalmente, ya que está a unos minutos del centro deportivo donde pienso entrenarlos.

 

—¿Tú no…?

 

—Me quedé unos días y dejé algunas de mis cosas. Pero descuida, te daré tu espacio —dio unas palmaditas en su espalda y se adelantó a tocar el timbre con el número del departamento correspondiente.

 

«¿Cómo que mi espacio? De seguro es por lo que dije en el avión. Hiciste esa llamada para un cambio de planes, ¿verdad? Si no, te habrías quedado conmigo. Viktor, yo… quiero quedarme contigo».

 

—Oh, ¡ya están aquí! ¡Adelante, pasen! —respondió una chica por el altavoz. Se escuchaba muy entusiasmada.

 

Tras un breve zumbido y un chasquido, se abrió la puerta principal.

 

Subieron por el ascensor que se hallaba a un costado de las escaleras, y antes de que tocaran la puerta interna del departamento, apareció la chica que habían escuchado por el altavoz, luciendo una larga cabellera color miel.

 

Recibió a Viktor con un abrazo efusivo, y luego se le quedó viendo a Yuuri, cubriéndose la boca con ambas manos.

 

—E…Es…

 

—Katsuki Yuuri en persona —constató Viktor.

 

—Disculpa, ¿tú eres…?

 

—Ekaterina Vólkov, pero puedes decirme “Katia” — apenas y podía contener su emoción—. Comparto piso con Yuri.

 

Por un momento, miró de soslayo la habitación donde se encontraba el patinador mencionado. Rascó su barbilla, pensativa. Pero continuó:

 

—Será mejor que pasen a la cocina de una vez, deben estar hambrientos.

 

El estómago de Yuuri sonó fuerte y claro, avergonzándolo frente a su nueva compañera de piso. Por suerte, ella no tenía la más mínima intención de burlarse. Y más bien se apresuró en servir la comida, deliciosa y presumiblemente balanceada, cabe destacar.

 

—¿La preparaste tú?

 

—Es una excelente cocinera. O nutrióloga, mejor dicho —se adelantó Viktor, haciendo que la chica se pusiera roja como un tomate—. Estudia gastronomía. Le hacen falta cuatro semestres para graduarse, pero le sobra experiencia en dietas de alto rendimiento para patinadores profesionales.

 

—¿Qué? ¿En serio? Pero, se ve que eres muy joven todavía. Te felicito. Es de lo mejor que he probado, y sinceramente soy muy quisquilloso con la comida.

 

Katia desvió la mirada, y se acomodó un mechón ondulado detrás de la oreja, apenada por el cumplido.

 

—Lo aprendí de mi padre.

 

—Así es, talento y sabiduría familiar —sentenció el mayor, haciendo una floritura en el aire con el tenedor, en un gesto solemne para luego zamparse un enorme bocado—. Pogh’ejo a cont’até.

 

Acto seguido, se tomó un vaso con agua de fresa y respiró profundo, palmeándose el estómago, satisfecho.

 

—¿Te contrató?

 

—Sí, bueno. Quería contribuir de alguna forma, pero Viktor insistió en darme una remuneración económica por ello. Pienso que habría sido suficiente con el costo de la materia prima.

 

—En absoluto. Un pequeño incentivo no le hace mal a nadie.

 

La puerta de la habitación que la chica había volteado a ver recientemente, se abrió de golpe, acaparando la atención de los tres.

 

—Privyet —saludó apático y de mala gana.

 

—Hola, Yurio.

 

El rubio se quedó de pie, recargando un costado en el refrigerador y con los brazos cruzados. La contestación de Yuuri, sólo logró que arrugara la nariz y torciera la boca.

 

—¿Por qué de repente tengo que compartir habitación con el Katsudon? Explícate Viktor.

 

—Porque lo digo yo, y ya lo decidí —respondió tranquilamente antes de recoger lo suyo, más los platos y el vaso de Yuuri, e irse a lavar la vajilla.

 

—¡¿Cómo que ya lo decidiste?! ¡Él se iba a quedar contigo! Habíamos quedado en que me dejarías tu casa estos meses.

 

—Sí, ya sé. Perdón. Pero será para la próxima. Además, el centro de entrenamiento te quedaría muy lejos.

 

—¡Y no tengo ningún inconveniente con eso!... ¡¡Viktor!!

 

«Me pregunto qué hay en esa casa para que esté tan desesperado», pensó Yuuri, aunque no se inmiscuyó en la discusión.

 

—¿Tienes algún problema con pasar la noche junto a tu máximo rival?

 

—¡Por supuesto que lo tengo!

 

—Pues tendrás que resolverlo en unas horas, ya casi es de noche.

 

—¡No quiero estar con él! ¡Será un estorbo!

 

—Creí que ya se llevaban bien.

 

—¡Pues creíste mal! —se cruzó de brazos, enfurruñado.

 

—Hablando de la hora —echó un vistazo a su reloj—. Será mejor que me vaya.

 

Katia leyó muy bien la expresión de confusión en el rostro del nuevo inquilino y le explicó que el complejo residencial tenía un horario de visitas muy estricto, por lo que si alguien de fuera permanecía después de las 7:00 p. m., tendría posibilidad de irse hasta la mañana siguiente, una vez que abrieran la verja de entrada.

 

Viktor se despidió de manera sucinta, y sólo demoró unos segundos más en dedicarle un cálido abrazo al pelinegro. Por desgracia, éste se quedó con la áspera sensación de que debió decir algo más antes de que su entrenador se marchara.

 

La chica no tardó en retirarse a su habitación, disculpándose por tener deberes que terminar antes de dormir, y por ende, los dos patinadores se quedaron prácticamente a solas.

 

—Emh…

 

—¿Esas son tus maletas? —señaló despectivamente los cuatro bultos de equipaje situados a lo largo del pasillo—. ¿Todo eso?

 

—Sip.

 

—¿Te crees que vienes a vacacionar o qué? —bufó, al tiempo que jaló una de las maletas con ruedas para llevarla a la habitación, ayudándole.

 

—Gracias.

 

—Ajá, como sea —masculló, medianamente resignado.

 

Yuuri no se molestó en decirle que él no había empacado nada de eso. Si por él fuera, no habría juntado más de dos maletas. Y de hecho, tenía la duda de si lo habría arreglado todo Viktor, o sus padres luego de un aviso oportuno. Ya daba igual que intentara acordarse algo, sabía que no tendría éxito en ello.

 

Lo único que quería era descansar, dormir unas quince horas si era posible.

 

—Pero, ¿qué…?

 

—Te toca dormir ahí.

 

La cama que el rubio le ofrecía tenía un dakimakura con una foto suya impresa, justamente con el traje que usó para la presentación de la rutina Eros; además de un par de cojines con la palabra “Yuuri” bordada en grande, y un corazón azul en la esquina.

 

De pronto recordó que Viktor le había dicho: “Me quedé unos días y dejé algunas de mis cosas”. Y no pudo evitar que el color se concentrara en sus mejillas de forma dramática.

 

No obstante, cometió el error de mirar fijamente al chico ruso, pues inconscientemente esperaba que éste le dijera si esa había sido la cama de su entrenador.

 

—¡Ni se te ocurra pensar cosas raras! Yo no puse eso ahí —replicó a la defensiva—. Son de la loca de Katia. Que imagino ya te diste cuenta de cuánto te admira. Es tan obvia.

 

En lugar de que su justificación le reconfortara, y lejos de sentirse elogiado, le sobrevino una decepción aplastante.

 

—Ah, ya veo.

 

—Ni creas que eso te hace especial —fustigó, manteniendo ese aire de superioridad que lo caracterizaba.

 

Aunque, ciertamente esperaba una reacción más emotiva de su parte, algún indicio de regodeo que hiriera su orgullo, incitándolo a una encarecida lucha verbal. Pero sonó tan apagado y exánime, que simplemente se recostó en la cama contigua, dándole la espalda a Yuuri y colocándose los audífonos para escuchar música en su celular.

 

Dejaron la luz encendida, mas el patinador japonés se quedó profundamente dormido en tiempo récord. No eran ni las ocho, cuando ya se hallaba roncando. No cabía duda de que estaba exhausto. Ni siquiera se cambió la ropa por algo más cómodo.

 

Por otro lado, Plisetsky, confiado de que no escucharía su conversación, aceptó la llamada entrante de un viejo amigo.

 

Una ligera sonrisa enmarcó su rostro, pero no fue sino hasta después de una noticia en concreto, que preguntó en voz alta:

 

—¡¿Vendrás?! —Se había puesto de pie sobre la cama, abriendo los ojos como platos mientras el pelinegro dormía plácidamente—. Júralo.

 

 

Notas finales:

Me di cuenta de que no es posible escribir en ruso. Así que coloqué la trasliteración de la palabra.

 

Aviso que este fanfic también está disponible en Wattpad, donde además de escribir las palabras y frases rusas en el alfabeto cirílico, incluiré imágenes.

 

¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).