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SILICIUM. (Higuel) por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Alv ya puse el primer capítulo desde hoy.

 

Gracias por la oportunidad!!

 

Va!!

 

Les comento que cada capítulo estará dividido a su vez en subcapítulos para comodidad de lectura. Así, este capítulo 1 tendrá subcapítulo 1.1, 1.2 y etc.

 

Canción de 1.1: The gate (Björk).

De 1.2: When the levee breaks (Led Zeppelin).

Se pueden seguir con música.

 

 

 

1.1: El sueño.

 

 

Los sueños todavía formaban parte del pequeño mundo que le quedaba de ese enorme universo que alguna vez tuvo cuando era un niño.

 

Cuando el bullicio de afuera desapareció y la ciudad durmió hasta dejar el ruido de la gotera en el protagonismo de la noche, él pudo quedarse dormido, pensando en el día de mañana.

 

El nuevo palacio de su ciencia era algo frío, pero no lo suficiente como para que fuera una molestia. Quitó de su mente todas las cosas que durante el día lo perseguían como bestias y se acomodó en su nueva cama.

Entonces, soñó.

 

 

 

Soñó con el ambiente fresco de su casa, con una corta escena oyendo las voces de sus padres. Soñó que se levantaba una mañana de un día común y corriente; de la cama de su hermano, donde solía buscar refugio cuando creía en los monstruos y el mundo no tenía por qué ser racional del todo. Podía recordar todavía algo de eso. Las reacciones químicas y las luces de los pequeños aparatejos eran cosas más valiosas por lo que parecían y no por lo que eran.

 

Se escuchó jugando a las escondidas y aprendiendo sus primeras clases de matemáticas. Había hoyos en su memoria, pero podía escuchar claramente a Tadashi, su hermano mayor emocionado de que le mostrara ese primer pequeño robot funcional, porque él mismo aprendió a hacer eso a una edad más grande y los demás niños apenas comenzaban a dividir y multiplicar. Y el mayor ventilaba la hazaña del menor al mundo como la cosa más extraordinaria (que lo era), siempre orgulloso de ese pequeño niño. Él siempre celebró los logros de su hermanito mucho más que los propios.

 

Se acordaba que de niño tocaba el piano un poco y buscaba su pasión en varias cosas, pero en cuanto tomó los libros de física y química, supo que se había enamorado para siempre. Y allí también estuvo su familia, viéndolo crecer y convertirse en un pequeño chico testarudo pero lleno de sueños.

 

Todo había salido tan bien ése día. Había impresionado a todos los académicos y la universidad lo estaba recibiendo con los brazos abiertos a unos bellos 14 años. La alegría de la celebración, las bromas del hermano acerca de la vida en el campus y las alitas de pollo picante en la mesa. Los amigos, las demostraciones científicas, las risas y las cosas buenas. Su primer día, su primer semestre como estudiante de una ingeniería. Y todos estaban allí.

Todos siempre estuvieron allí.

 

Hasta que un día, volviendo de la universidad, sonaron las sirenas y su cielo se apagó como la luz de una cerilla.

 

Con la facilidad de un soplido.

 

Porque las guerras se ven tan pequeñas desde arriba. Los hormigueros se ven tan insignificantes cuando se experimenta con ellos. Las pestes y la tristeza no importan cuando lo más importante se vuelve el poder.

Y ellos, desgraciadamente, estuvieron allí.

 

 

Un niño de apenas quince años fue sacado de los escombros tres horas después de la hora cero, cubierto por lo que parecía ser un artefacto blanco y suave que intentaba inflarse de manera inútil pero lo mantenía caliente y respirando. Estaba inconsciente, tal vez soñando con todos esos buenos días. Cuando despertó, el mundo de un niño murió.

 

Su tía Cassidy lo encontró a los dos días en un refugio, donde más como su amigo blanco, redondo y protector asistían a la gente. No supo si ver eso alivió o agravó el dolor. La persona que había tenido la idea de esa hermosa creación ya no estaba. Ya no estaban sus padres. Hay personas en este mundo que son tan poderosas que no se dan cuenta que, con un dedo, destruyen más de lo que otra pequeña persona en el mundo podría crear.

La angustiada y marcada tía se aferró a él para salir adelante y los amigos que su hermano dejó atrás vieron en él un minúsculo pollito que cuidaron con amor porque dicho pollito fue lo que ese noble amigo más quería en el mundo. Pasó el tiempo. La casa volvió a su lugar, los periódicos holográficos anunciaron la victoria de la tierra del sol naciente y allegados. La invención de su hermano se expandió por el mundo salvando vidas y él cortó el listón del primer monumento que se le hizo al mayor de los Hamada. El gran robot blanco ayudaba ahora en otras guerrillas y conflictos y llegó a sanar en montañas y pueblos remotos donde la tierra no daba médicos humanos.

Pero mil monumentos a ese hermano nunca serían suficientes. Las estatuas no abrazan.

 

 

Creció, su tía envejeció y sus amigos se casaron y se destacaron en sus ramas de estudio. Se graduó de la universidad y se dio como postre una maestría y un doctorado. Hizo sus propios proyectos y obtuvo su primer lugar en las noticias principales de los medios cuando contribuyó con su robótica en un equipo médico para crear una nueva línea de prótesis humanas que emulaban absolutamente todos los aspectos y funciones de las partes humanas, devolviéndoles a los inválidos la experiencia total real de tener el cuerpo completo. Totalmente suyos fueron los proyectos del aeromóvil comercial, el perfeccionamiento de los primeros androides funcionales, la cirugía nanotecnológica, las habitaciones de aprendizaje holográfico virtual para estudiantes y la primera inteligencia artificial capaz de hacer una pieza de arte en acuarelas totalmente original, entre otros. Su inteligencia no encontró límites en la robótica y sus conocimientos y aportes se empaparon de medicina, química, aeronáutica, comunicaciones y hasta entretenimiento; antes de su descenso, volaba rumbo a la astronáutica. Nombrado cuatro años consecutivos como la Mente del Milenio. Tenía la vida que cualquier niño apasionado por la ciencia podría soñar.

Por desgracia, él ya no era un niño soñador.

 

 

Conoció la vida y cómo era ser un adulto. Sumado a ello, gracias a su fama, conoció cosas y personas buenas, pero muchas malas también; ellas lo rodearon con sus aires de grandeza y ambición desmedida. Era grande, pero le hicieron sentirse como un dios.

 

Era un hombre con el corazón cada vez más frío y más lleno de su propio ego.

 

 

Así, mientras los medios de comunicación, también beneficiados por él, lo llenaban de flores ante el público y se hacía una figura amada y respetada en toda la urbe y la comunidad científica, los mismos hombres que arruinaron su vida con la facilidad de apagar una cerilla... lo buscaron ansiosos de su cerebro.

 

Lo llenaron de flores más grandes que las que las pequeñas personas jamás podrían ofrecerle. Más poder, más autoridad, inclusión e injerencia sobre las decisiones gubernamentales. Beneficios.

 

 

--Niño, hijo --dijeron--, esa mente tuya es una joya que no debes desperdiciar más que en pensar lo que a ti te convenga.

 

Fue un auténtico juego de seducción.

 

De pronto, cuando se vino a dar cuenta, ya estaba sumergido en el sistema. Ayudaba a hacer la publicidad más penetrante en la vida de las personas, creaba aparatos extraños, se codeaba con otro tipo de científicos. Mientras sus prótesis eran alabadas a la luz, sus armas eran adoradas en la oscuridad y hacían sonreír a muchos hombres de negocios. De pronto, Tokio reunificada dejó de tener enemigos geopolíticos y había pistolas nuevas y fantásticas en venta. Sus acostumbradas colaboraciones con médicos y arquitectos se vieron cambiadas por reuniones con psicólogos y militares, en situaciones que harían aterrorizar a gente sensible y no tan sensible.

 

Presenció experimentos humanos.

 

 

Se vio analizando y agregando piezas a órganos y cerebros. Después de algún tiempo, se hizo algo hasta natural. No importaba si sabía que ninguno de esos sujetos se habían ofrecido de verdad. Era su trabajo, era para crecer como científico. Y nadie en la ciudad supo de ello en un buen tiempo.

 

Por supuesto, ni Hiro ni sus nuevos colaboradores contaban con el avance de la terrible plaga que se estaba gestando entre la población mundial.

 

El Síndrome TK57 o también llamado El Síndrome del Hombre Nostálgico era una enfermedad nueva que presuntamente se transmitía por contagio humano. Dicho padecimiento se encargaba de atrofiar ciertas partes del cerebro y alterar fatalmente células y la producción de hormonas y sustancias varias del sistema nervioso y el cuerpo, en especial aquellas involucradas con el envejecimiento y la memoria; así, el Síndrome se hacía visible en su primera etapa con síntomas parecidos al Alzheimer o la demencia y, conforme progresaba en el individuo, se iba manifestando como una variante del Síndrome de Werner o de la extinta progeria mucho más agresiva y dolorosa, promoviendo un horroroso aceleramiento del proceso de envejecimiento (con todos sus males incluidos) y causando literalmente que la persona se añejara hasta parecer un anciano de 80 años en cuestión de semanas o meses, dependiendo la edad del desdichado. Prácticamente, era una peste que succionaba la juventud y conducía a toda velocidad a quien la padeciera, prematuramente, al pabellón de la muerte. Tenía ese nombre porque en el estado terminal, el paciente tendía a sumirse en una profunda depresión, anhelando, nostálgico, la vida que le fue arrebatada.

 

Al momento en que la enfermedad tocó territorio de Tokio Reunificada, llevaba en su cuenta mundial alrededor de veinte millones de personas infectadas de las cuales 100 % estaban destinadas a morir en poco tiempo, pues lo único que no tiene cura en el cuerpo es el tiempo y esta calamidad se robaba cruel y específicamente el tiempo del cuerpo de niños, jóvenes y adultos.

 

 

Los laboratorios e investigadores se apresuraron como locos para lograr entender aquel nuevo padecimiento y pronto surgió para consuelo del planeta un tipo de tratamiento medicinal y terapéutico que contrarrestaba parcialmente los estragos del síndrome y permitía a la gente recuperar algo de lo robado y permanecer simplemente como ancianos prematuros funcionales en una vejez que no se iba pero tampoco los asesinaba. Cuando el mal ganó terreno en la población mundial, el tratamiento ya estaba presente en la mayoría de las naciones y se ofrecía en los hospitales a un precio razonable en comparación al de perder la vida. No obstante, se hacía apremiante la necesidad de una cura definitiva.

 

En medio de la paranoia social y el miedo, la cúpula científica y gubernamental de Tokio Reunificada alzó la mano en dramático acto de película y se comprometió a reunir un equipo de lo mejor de lo mejor del mundo de la ciencia médica y la tecnología para encontrar en un corto plazo la cura de la tenebrosa peste. Se anunció a Hiro como jefe del nuevo equipo y él tuvo la libertad de escoger trabajar con sus viejos amigos de la universidad y algunos otras mentes brillantes más. Se publicitaron casi como un grupo de héroes, que venían a salvar el mundo de algo más atemorizante que el peor de los villanos: una posibilidad real de tener una muerte horrible.

 

Pero por razones obvias, los propósitos bonitos siempre ocultarán algunos detalles.

 

Determinados a encontrar también una forma de mutar el presunto virus para convertirlo en una jugosa arma biológica, se le encargó al brillante científico japonés y a otros dos del equipo trabajar paralelamente en ese objetivo, sin hacerlo público. De tal manera que, en lo que sus fieles amigos y los demás veían una tarea noble y un regalo para la humanidad, Hamada y colaboradores observaron un proyecto que gritaba poder e inmunidad eterna para la ciudad y sus aliados.

 

 

Hiro soñaba con esto, repasando su vida. Los sueños no tienen porqué resultar agradables.

Todo pasó en un día.

 

 

Estaba discutiendo con uno de los militares encargados de la supervisión de su "misión oculta". La cura al Síndrome TK57 sería un tratamiento de dos ramas complementarias: por un lado, la parte química-médica del equipo trabajaba en potenciar al máximo los efectos de la medicina usada en el tratamiento terapéutico para hacer la fórmula más agresiva contra la enfermedad y, por el lado de la tecnología, se crearía un método de cirugía de mínima invasión para eliminar las células afectadas y alentar el fortalecimiento y la reproducción de las células sanas. El proyecto superficial iba bien. Aunado a esto, comentaba el japonés, los planes acerca de un arma biológica debían ser cambiados, debido al desconocimiento parcial de la naturaleza del virus, pues llegaba muy poca información del equipo encargado de desarrollar la terapéutica. A cambio, ofrecía a sus patrones la posibilidad de desarrollar un tipo de implante a través de la nueva cirugía, imposible de retirar, que podría tener tantas funciones a placer de lo que se quisiera: poder libre sobre el sujeto en el cual se implantara. Eso sonaba bien.

 

Aunque la noticia de no poder recibir un arma química hizo levantar una ceja en sus superiores, se convocó a una junta rápida y se le dio el visto bueno a la nueva proposición por parte de la Mente del Milenio; después de todo, confiaban en él. Debía saber lo que estaba haciendo; era, por el amor del universo, uno de los hombres más brillantes del mundo.

 

Los dos proyectos, cura e implante marchaban estupendamente. Aquel día se realizaba una prueba con el equipo completo en un paciente afectado, la segunda prueba en seres humanos, la primera en donde se probaría el implante. Sus amigos no sabían nada acerca de tal artefacto y no era preocupante, pues era invisible a la vista y se introducía en un movimiento increíblemente rápido.

 

 

Sin embargo no contaban, claro estaba, con que sus queridos amigos habían querido dar dos pasos adelante y probar el sellado de la intervención quirúrgica con una especie de rayo láser inofensivo para el tejido humano... pero reaccionario e inflamable con la composición del aún inestable microimplante. Los resultados de aquella reacción no fueron bien calculados.

 

Todo terminó en un sujeto de pruebas con la cabeza hecha pedazos, un laboratorio invadido por el humo y el intenso olor a quemado y, finalmente, en una evacuación escandalosa que, para la desgracia de todos los involucrados, se suscitó el mismo día en que se daba una gran rueda de prensa en el edificio.

 

 

La noticia fue un "breaking news" en la mayoría de los medios y la ciudad y el mundo no tardaron en exigir explicaciones cuando el cuerpo de un hombre quemado salió en la transmisión en vivo y, gracias a un reportero que se saltó los obstáculos para llegar de colado al laboratorio, se filtró el video de la cámara de seguridad y la población con sus redes sociales se encargó de identificar a partir de ahí al desafortunado individuo cuya cabeza había sido destrozada:

 

Todo derivó en que la gente (y los amigos del brillante científico en jefe) supieron que el sujeto de pruebas utilizado no había sido ningún voluntario. Era un hombre de 24 años desaparecido muchos meses atrás; presuntamente víctima de asesinato o trata de personas...

 

¿Cómo explicar que una persona desaparecida estaba de supuesto voluntario en un laboratorio del gobierno, donde ninguna persona recordaba haber hablado con él y no había por ningún lado prueba alguna de haber dado su consentimiento? Un sujeto que, cuando había desaparecido, no portaba la enfermedad y no había tenido contacto con ninguna fuente de contagio.

 

 

En cuestión de pocos días, el brillante Hiro estaba, junto con sus colaboradores y superiores, en medio de polémico y gran juicio para responder acerca de las irregularidades rastreadas en el caso; el caso y el juicio fueron seguidos por todos los medios de comunicación existentes y por cientos de millones de personas alrededor del mundo. La Mente del Milenio... No podía ser. Nadie daba crédito suficiente a que, quien parecía ser un héroe de inteligencia privilegiada usada para el bien del mundo se viera de momento involucrado en crímenes tan atroces e inhumanos como los que se estaban destapando.

 

Se caen los dioses y entonces el pueblo ya no sabe en qué creer, cuando se sienten cruelmente engañados.

 

Se descubrieron las causas del incidente y más sujetos de prueba que resultaban ser víctimas de desaparición forzada, entre otras cosas. Se aplicó todo el peso de la Ley a los miembros del gobierno y de la milicia que se vieron empapados de culpa en el proceso. No obstante, todo lo relacionado al dichoso implante y las pruebas de éste como idea original recayeron en el "héroe"; el mismo que había traído prótesis para los incapacitados y sorprendente inteligencia artificial. Sin duda, las acusaciones a los altos mandos se quedaron totalmente opacados junto al revuelo iracundo que se desató sobre la persona de Hamada, que perdió automáticamente todo el amor y la veneración colectiva que se había ganado con tanto esfuerzo. Por sentirse intocable, omnipotente y poderoso, había manchado su nombre irremediablemente y, en consecuencia, recibió rechazo, descrédito y el despojo de todos los cargos que sustentaba en la élite científica, la cual se lavó las manos y lo abandonó a su suerte para deslindarse de él.

 

 

Perdió sus privilegios primero, luego la mayoría de sus bienes para destinarlos a los familiares de las víctimas. Más tarde, perdió su libertad al condenársele a veinte años de prisión, que gracias a contactos que aún le debían algún favor, se redujeron a tres meses, lo que causó que se ganara aún más odio de la ciudadanía.

Perdió su orgullo y su dignidad al estar en la cárcel, sobajado por los otros prisioneros y humillado en reiteradas ocasiones. Fue golpeado y obligado a mantenerse a raya. Su alma, que ya había sido ennegrecida por la experiencia y las decisiones, se volvió mucho más oscura ahora, acumulando rencor y desprecio por la gente a su alrededor. Estaba muerto de odio. Muerto en vida. Muerto de dolor porque su tía había fallecido apenas dos semanas antes de cumplir su condena, a causa de males del corazón. Sus viejos camaradas habían cuidado bien de ella, pero no pudo llegar a abrazar de nuevo a su pequeño sobrino, criminal o no, amado sin importar condiciones. Fue lo último que ellos hicieron por él. La casa de la tía fue expropiada y allí se erigió un parque memorial a las víctimas de los experimentos. Los mismos medios y la misma gente que en el pasado rindió tributo a la figura del científico, ahora aprovechaba cada momento para condenar y señalar, ya en actos más dramáticos que de justicia propiamente.

 

Cuando fue libre, se enfrentó a su nueva realidad subsistiendo de lo poco que le quedaba y tratando de encontrar una nueva oportunidad tratando de abrir puertas que se le cerraban en automático al reconocer su rostro o al investigarlo a fondo. Por supuesto, se le presentaron personas que trataron de aprovecharse de su situación desesperada y algunos antiguos amigos a los que aún dolía verlo sumido en un abismo, de forma que pudo participar en un par de proyectos hasta que tuvo sencillamente que caminar solo y encontrar una nueva vida estable, aunque tuviera que ser empezando desde abajo.

 

 

En una cabeza en la que ya no habitan los dulces sueños, lo único que queda para proyectarse durante el descanso era la misma cruda realidad que se encontraba justo al abrir los ojos por la mañana. Después de todo, Hiro prefería aquello a tener otro tipo de sueño, donde se le mostraban imágenes extrañas acerca del futuro incierto, donde trabajaba en su próximo empleo y sucedían cosas que escapaban de su imaginación; imágenes que le mostraban cosas como un corazón sostenido entre sus manos y una mañana en la que su cuerpo se había transformado totalmente en un pedazo de metal. No, el eminente joven amo de la ciencia prefería la realidad a soñar con anormales mensajes. Ya había sufrido demasiada incertidumbre y giros radicales en su aún corta vida. Nada ofrecía tanto descanso como saberse en el mundo real. Al final, los sueños se habían transformado en errores y pesadillas.

 

Cuando despertó, una lluvia ligera le daría la bienvenida a su nuevo estilo de vida.

 

 

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1.2: Rutina

 

Un mes después.

 

 

La ciudad, sin sus luces de neón, se veía bastante diferente.

 

Era día normal de labores. La ajetreada ciudad, toda idéntica en ritmo a la Tokio Oriental, se llenó desde las 7 de la mañana de personas en trajes formales y diversos rumbo a la jornada. En la zona baja de la clase 3 se vió venir la masa humana desde las 6 y media; en la de la clase 4, desde las 6.

 

Empero, a gran diferencia de su organizada hermana del oriente clásico, Tokio Reunificada era mucho menos disciplinada a la hora de llegar al trabajo. Culpa de la herencia cultural mestiza, donde los latinos "llegaban a tiempo" diez minutos tarde y culpa del abarrotamiento bestial de camiones, taxis y peseras.

Caos, caos y más caos. Y Hiro, que alguna vez fue casi inmune a tal a bordo de su aeromóvil del año, ahora era una hormiga más apresurándose a cumplir la rutina. Ni modo.

 

A veces lo reconocían por el camino, pero mucha de la totalidad del tiempo pasaba totalmente desapercibido. Los que sabían algo de ciencia o recordaban las noticias un poco más, lo miraban con curiosidad, merecida por estar viendo a una cuasi estrella tomando el bus. Una estrella de la nota escandalosa, pero una estrella al final.

 

Cuando tenía la (mala) suerte de tener que tomar la vía alterna de los universitarios, más rápida y eficaz cuando se le hacía tarde por una resaca de alcohol con gomitas, los jóvenes estudiantes de ciencias duras se detenían ante su presencia. Ora por preguntar sobre el escándalo, ora por externarle su infinita admiración a pesar de todo, para hacerle saber (sin que a él le importara) su juicio a favor o en contra de él acerca de lo que pasó, para acusarlo de asesino o pedirle un autógrafo (sí). Sólo alguno que otro se acercaba a discutir de pura ciencia pero una parte lo hacía para aclarar sus dudas de clases, como si el prodigio japonés fuera una Wikipedia con patas.

 

Él se limitaba a escuchar y firmar. A veces ni siquiera eso, porque Led Zeppelin y los clásicos de una era ya remota lo acompañaban en sus microauriculares.

 

 

Durante su trayecto observaba con frecuencia a las personas andando con cubrebocas y guantes, evitando tener más que el contacto humano necesario y escapando de un simple estornudo con horror. La enfermedad había apenas rozado esta ciudad gracias a la cuarentena desatada y los excelentes planes de contingencia e intercepción de las personas infectadas. Ellas eran enviadas junto con sus familiares y cercanos al hospital público, resguardado con medidas de seguridad impecables. Los ciudadanos infectados ascendían a los treinta y cinco casos y todos estaban aislados; sin embargo, la psicosis estaba suelta en las personas quienes cada vez mandaban menos a sus niños a la escuela y se apartaban unos de otros en sus ambientes de trabajo. Lo poco que se conocía de la enfermedad dejaba saber que se transmitía de forma sanguínea o a través del contacto directo con los fluidos, pero inclusive la tos espantaba a la muchedumbre como monstruo. El síndrome y el tema de la reforma a la Ley 45 de Regulación de las Artes eran los dos tópicos en las conversaciones; si no hablaban de uno, hablaban del otro.

 

Cerca de 30 minutos se tardaba desde la entrada de su nueva casa hasta la fábrica donde estaba condenado a trabajar. De nuevo, ni modo. Fue la oferta laboral más aceptable económicamente y la menos penosa después de haber sido una eminencia de la tecnología tanto oriental como occidental.

 

 

Era una fábrica de detergentes.

 

Junto con el fin de la guerra, había llegado una crisis económica severa que azotó la unión americana y se llevó de corbata a varias naciones latinoamericanas. Con el tiempo, tal situación se había estabilizado poco a poco y esta, que alguna vez había sido una empresa algo grande, estaba surgiendo (un poco literalmente) de las cenizas y había vuelto a la vida hace un par de meses, pero la parte de la maquinaria que había sobrevivido de los ataques aéreos era obsoleta para la nueva década y sus nuevos inversores buscaban un nuevo mecanismo de producción y nueva maquinaria que hiciera el proceso más eficiente y que, al contrario de sus predecesoras, no prescindiera totalmente de la mano humana (recordemos el pacto de responsabilidad social). A los fabricantes de jabón y suavizante parecía importarles muy poco lo que Hiro pudiera haber hecho con su vida si podía venir a tocar su empresa con su mano de ángel para resolver el problema; podía ser un irrespetuoso de la vida humana, pero era un genio y los jabones no sienten. Es más, mejor para ellos, pues un caído en la desgracia que intenta levantarse toma lo que sea más aceptable (o lo que es lo mismo, así le pagarían menos con la excusa de darle su primera nueva oportunidad estable). Así fue como, con el sueldo de medio pelo que un negocio apenas en gestación podía dar, se le otorgó en la fábrica el puesto de ingeniero principal de sistema y se le dio una oficina propia para que se pusiera inmediatamente a trabajar en los planos y los cálculos.

 

La fábrica había pasado años abandonada y tenía un semblante amarillo sucio, con grandes ventanales percudidos y máquinas viejas como elefantes blancos haciendo bulto en el área. Cerca de la mitad estaba inservible y era indispensable que se trabajara rápidamente en la reparación del lugar para comenzar a producir. De los negocios se encargarían los administradores; de la revitalización de la fábrica, se encargaba Hiro y su ejército de obreros, herreros y soldadores a su mando. Se sentía bien ser de nuevo la cabecilla de algo; naturalmente eso le hizo recuperar esperanzas de su vida. Se sorprendió al saber que también se le contemplaba para proyectos a futuro si la fábrica llegaba a abrir sucursales, así que con esa proyección, podía en poco tiempo volver a la clase 3 y, a futuro, la clase 2.

 

Esto sí, la paga era regular pero la oficina estaba adecuadamente condicionada para sus labores. Contaba con equipo de computación aceptable, escritorio, pizarra proyectora de cristal y una garrafa de agua. En el paseo que el director le había dado el primer día, mencionó que esta habitación estaba colocada a dos cuartos de su propia oficina y era contigua a la de otros altos mandos, además de que estaba ubicado debajo de unos viejos moduladores de energía. El japonés advirtió desde aquel primer día que esos moduladores lucían algo riesgosos y que habría que desinstalar, reconstruir o reubicarlos en otra parte del complejo.

 

 

--Se necesita rediseñar el sistema de energía y desmantelar lo que hay en esta habitación --sentenció, usando la misma voz firme y de mando que en sus viejos proyectos gloriosos--, no sólo yo corro riesgos al estar directamente arriba, sino que su oficina también, debido a la dirección de los tubos de la red. Propongo a usted el siguiente diseño...

 

 

Tomando su pantalla celular y ampliando su proyección por la superficie de una pared, Hiro abrió una de sus aplicaciones y trazó un pequeño plano de la fábrica y marcó los puntos donde se había percatado de la presencia de la red moduladora y, acto seguido desvió y marcó de nuevo los trazos donde convenía hacer modificaciones. Fue suficiente para convencer a su nuevo jefe.

Podía tratarse de una simple fábrica de detergentes, pero ahora estaba en sus manos. Y lo que sus manos tocaba, estaba destinado sí o sí a ser una obra de arte en ingeniería. Perfecta debía ser siempre su obra y su persona al trabajar.

 

El hombre que caminaba a su lado sonrió complacido, palmeó el hombro del joven y aspiró fuerte; no se había equivocado en confiar en este niño asesino de desaparecidos.

 

 

--No cabe duda que estoy con quien sabe perfectamente qué es lo que hay que hacer --dijo el señor, asintiendo al mirarlo--. Y bueno, en lo que a obras concierne, esta será tu fábrica y tus ingenieros y obreros te serán fieles. Podrás pedir lo que necesites para transformar esta desgracia en un éxito. Así que siéntete libre de reubicar y quitar lo que consideres necesario.

--Así será --asintió también el ojos rasgados y un cabello negro ya más largo y rebelde desde que salió de los formales gremios de la ciencia. -- Y la modificación al sistema energético estará en la lista de propiedades. Consultaré con mi ingeniero industrial para ajustar detalles e indicaré a mis hombres la compra del material--. El maduro señor volvió a reír convencido.

 

"Mis hombres"; por el universo, se sentía bien volver a decir algo como eso. Mil disculpas, de humildad no habían sido las lecciones más grandes que había aprendido en su desgracia.

El poder sobre los restos viejos de una empresa ya era una suerte de poder colocado en su persona. Las palabras del maduro director lo reconfortaron y le dieron ánimos para arrancar esta nueva tarea. El inicio del ascenso. Los mayores éxitos se construyen del trabajo duro desde el suelo, se decía a sí mismo y, además de ello, se sentía bien estar por primera vez en mucho tiempo en un lugar donde su desagradable antecedente no fuera el tema central.

 

 

A continuación de aquella pequeña charla, se le presentó a su personal conferido y a sus brazos derechos en materia de ingeniería y arquitectura, que pecaban de precaria experiencia y de aún ser estudiantes en dos casos (así la paga era más modesta), de modo que no tendría ningún problema para asumir las riendas de la tarea. Su joven ingeniero industrial le profesaba un profundo respeto... Salvo el salario un tanto injusto por el trabajo encargado, no podía pedir nada más.

 

La vida comenzaba a sonreírle a la mente maestra del proyecto macabro del implante del control absoluto humano.

 

 

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1.3: Incidente

 

 

La felicidad laboral sincera y absoluta era, aún en la década de los 2090, algo extraño y extremadamente difícil de conseguir. En el caso de Hamada, sus labores siempre la tuvieron. Toda su vida había tenido la suerte de ocuparse simplemente en lo que le gustaba, en lo que le otorgaba una gran compensación material y en lo único que servía; todo aquello lo encontraba en la dupla de la ciencia y la tecnología, en casi cualquiera de sus mil hermosos rostros (ramas).

 

Pero, naturalmente, dicho bienestar no era únicamente consecuencia de su gusto por el trabajo y el desbordamiento de sus pasiones al dedicarse a sus proyectos. No. Siempre se había sentido especialmente bien al trabajar con personas que mostraban su misma pasión y, si no está de más decirlo, su dedicación y, más que nada, su visión de las cosas.

 

 

Poco a poco fue sabiendo que, dentro de la fábrica él, dos de sus ingenieros y su jefe eran los únicos que compartían esa dedicación y no todos compartían su visión. Los demás trabajaban sólo porque se les pagaba. Y se veía a kilómetros.

 

Pronto esto, sumado al horrendo temperamento que exteriorizaba Hiro cuando las cosas no se hacían justo como ordenaba, fue ocasionando varios roces con obreros y con el arquitecto presente. Este último, que sustentaba el nombre de Kyle, tenía ideas algo menos sofisticadas que las del científico en jefe, pero parecía seguir al pie de la letra lo aprendido en la universidad y era el primero en objetar y cuestionar el mandato del nipón. A su favor estaba que a razón del tipo de obra en construcción su juicio y el del ingeniero industrial tenían un poco más de cosas qué aportar que el del genio de la robótica y la tecnología aplicada, por mucho que fuera la exMente del Milenio; sin embargo, la autoridad directa había sido dotada a aquel mismo genio de la robótica y el ingeniero industrial a bordo parecía casi enamorado del mismo, por su excesiva idolatría; así lograban callar por un tiempo al arquitecto y su insolencia. Hiro habría pedido desde el principio la salida de tan insufrible joven, que a pesar de tener tres años más que él apenas hace dos se había titulado, daba igual si había sido por razones económicas. Lo que lo hacía merecedor de su santa piedad era que algo en su físico recordaba a su difunto hermano y debido a ello lo usaba para practicar su paciencia.

 

A causa de diversas discusiones y cambios de planes que, a parecer de nuestro científico fueron dejos de benevolencia con su insubordinado, algunas partes de la planeación cambiaron de prioridad y se postergó un mes y dos semanas más la terminación del rediseño del viejo sistema energético en favor de otros desmantelamientos y ajustes del área. Sin embargo, ahora al científico había sido a quien parecía que le iba a estallar la cabeza en miles de pedazos, por haber tenido tales consideraciones con alguien que estaba seguro que no era "de su nivel".

En realidad había sido culpa del ingeniero industrial que había descartado apresuradamente el peligro en la antigua red de energía; no obstante, Hiro pareció prenderse fuego en la mirada y los gritos de pelea con el arquitecto Kyle no cesaron sino hasta que el pequeño incendio en su oficina paró y el obrero que lo apagaba se acabó el contenido del extintor. La pizarra proyectora había sufrido daños, sin mencionar que muchos de sus objetos de trabajo salieron rostizados del cuarto.

 

Asuntos como el reparo de la pizarra eran nimiedades comparadas a su capacidad, igual que los desperfectos de su casa que había pasado de ser una choza inmunda a un paraíso tecnológico decente (¡Oh, los beneficios de ahorrarse unos cientos de créditos en la renta!). Lo que no toleraba, era que se le sublevaran.

¡Por favor, más respeto hacia el puto amo de la tecnología!

 

 

--No tiene ni maldito gramo de autoridad para gritarme que yo debería cerrar la boca --. Hiro se quejaba amargamente mientras rescataba sus pertenencias con ayuda de Marco, el ingeniero recién egresado. Al contrario de su "insufrible" arquitecto, Marco el hijo de latinos y moreno como el café y de unos enérgicos 25 años, era bastante dócil y, lo habíamos dicho ya, un poco exagerado con la admiración que emanaba hacia el asiático. Tanto era así, que asentía a la mayoría de las quejas que Hiro iba externando del arquitecto, sin preocuparse siquiera por su volumen de voz.

 

La fábrica no era la más grande y las máquinas ya desalojadas habían dejado mayor vacío en sus instalaciones, por lo que algo del griterío retumbaba en los domos del techo y hacía enfadar cada vez un poco más al aludido.

 

Y el científico siguió y siguió.

 

--Antes que nada --refunfuñaba--, debería agradecerme no haberle pedido al director que lo expulsara de mi equipo.

--Tal vez si hubiéramos hecho la modificación hace una semana... --lo secundó su acompañante, que iba por detrás llevando la pizarra y algunas cosas. Pero lo de Hiro era casi un monólogo.

--Yo soy quien está a cargo de todo esto, yo decido qué es lo que se lleva a cabo y a qué hora --decía el exasperado genio. Tenía chamuscada una de las puntas del cabello--. No tengo por qué perder el tiempo y el de los demás escuchando necedades de incompetentes. ¡Ah! Ahora debemos ver si las demás oficinas no están en mayor riesgo antes de perder un día completo reparando MIS COSAS.

--El director no está molesto con usted, profesor Hamada --. Marco realmente trataba de tranquilizar a la fiera. Lo llamaba profesor porque el japonés había sido catedrático en su instituto por un periodo. --Lo único que deberá hacer es redactar el informe.

--¿Crees que puedes ayudarme con eso, Cruz?

--A la orden.

--Excelente, me faltarán horas en el día para resolver este desastre. Deberás poner tu nombre, el del arquitecto y el mío como inicial. Tienes talento para la expresión y ese tipo de cosas.

--Como usted pida, profesor.

 

 

Hiro asintió y continuaron avanzando en silencio por los corredores estrechos de las zonas de bodega y arribo de la carga. Ya estaban comenzando a llegar las cargas de materia prima muy prematuramente y podía notarse un ligero aroma a fragancias o a material químico y plástico. Esta zona mantenía la vieja iluminación ya que no había resultado tan afectada por el tiempo y las circunstancias como el resto del complejo industrial. La iluminación era de un dulce blanco frío que lucía como un tenue azul al contacto con la pintura brillosa de las paredes cuyas franjas amarillas en el inferior iban guiando hacia distintas zonas.

 

La mayoría de las bodegas ya estaban ocupadas y su cómoda oficina tardaría una semana y media en estar restaurada por completo; no le había quedado más que ocupar temporalmente una pequeña oficina contigua a la bodega donde desde un día antes se estaban almacenando el uniforme y equipo de seguridad para los futuros laboratorios. Estaría un poco más alejado de su actual área de trabajo, pero a cambio tendría un poco más de tranquilidad y tal vez la distancia haría pensar dos veces a Kyle sus tonterías antes de ocuparse en molestarlo, sin mencionar que lo mantendría lejos por más tiempo y realmente se verían sólo para trabajar; necesitaría esa paz para recalcular algunos ajustes.

 

No hubo demasiado qué decir; el joven Marco abrió la puerta del pequeño espacio, revelando una habitación oscura que se iluminó con el viejo método del aplauso y despejó el empolvado pequeño escritorio. La luz era más cálida aquí y al parecer la oficina contaba con una propia pizarra de acrílico de luz azul, pero sin la facultad de la proyección y en su costado descansaba un portalápices clavado en la pared con pintarrones color blanco y rosado fluorescente. Si iba a trazar y anotar, tendría que hacerlo a la escuela antigua.

 

 

--Enseguida le traeré paños húmedos y una aspiradora para el polvo --se ofreció el ingeniero latino.

--No es necesario --. El genio asiático siempre pensaba en todo y portaba ya un balde con lo necesario para limpieza básica y una pequeña aspiradora de doble potencia que había desarrollado para su uso personal cuando realizó su tesis y desempolvó varios libros viejos del siglo XX para documentación histórica. Cuando aún era un jovencito que podía avisar a las personas cuando ya no necesitaba ayuda. Marco sobreentendió su despedida cuando Hiro comenzó a limpiar y activó música a volumen bajo en su dispositivo celular.

 

Así, al ritmo de electrónica muy abstracta con voces fantasmales (música muy comercial de aquel tiempo) y luego un retroceso en el tiempo con el rock de las maravillosas últimas décadas de los 1900, barrió e improvisó un pequeño librero para sus objetos personales; limpió y organizó los cajones deshabitados de su nuevo mueble y se dispuso a transcribir las acotaciones que aún se veían en la pizarra proyectora al acrílico de la otra más primitiva.

 

 

No se confunda la regularización extrema de la dedicación al arte con un odio hacia el mismo. El arte y la música eran tan amados como en tiempos pasados de principios de siglo y anteriores, sólo que la dinámica legislativa y social habían mutado con el correr de las décadas y, especialmente, durante y después de la guerra. La antigua San Fransokio que había sido en tiempos antes de los misiles fue un punto estratégico y por ende, blanco de muchísimos ataques tras cuales vinieron secuelas dolorosas y reconstrucción de lo que alguna vez estuvo en pie. Los valores sociales cambiaron y privilegiaron en demasía (más de lo que ya se hacía) las ciencias duras y algunas sociales por sobre el arte y todo tipo de disciplina que producía cosas hermosas y deleitaban los sentidos pero no aportaba a construir casas ni desarrollar la vida humana en un sentido práctico. Estos sentires calaron en especial en las clases bajas que perdieron mucho más que las superiores, de forma tal que, por muchas que fueran las protestas en la calle, mucha gente era la que respaldaba la restricción y el reacondicionamiento. Los hijos de ricos y artistas o intelectuales ya establecidos en las clases altas eran bienvenidos y apoyados en su vocación natural, pero un hijo de obrero clase 3 que se sintiera lo suficientemente "egoísta" para querer dedicarse al arte y no aportar al desarrollo de la vida era vergonzoso y se veía como un futuro cero a la izquierda en la historia familiar.

 

Por esto Hiro, como algunos en la fábrica y la sociedad, no trataba exactamente igual a quienes se veía que habían sido reacondicionados radicalmente y posiblemente contra su voluntad. Marco era una de esas personas. Había algo, un aura que identificaba a esos artistas abortados que no hacían demasiado bien su trabajo y parecían expresarse más de lo que necesitaban. Él lo sabía. Así eran las cosas y él estaba cómodo con eso.

 

Esas personas... ¡Ja! El precio del progreso.

 

La versión acústica en vivo de una canción de los Rolling Stones sonó con una bella calidad y así, la mente maestra asiática sacudió y terminó de escombrar. Se le terminó el agua y el detergente limpiador a los cincuenta minutos y se aseguró de tener en su mesa todo listo para la reparación de su pizarra proyectiva. Ahora apreciaría la ayuda de Marco, pero éste seguramente ya estaba ocupado en su labor en el área de laboratorios. Tendría que encargarse él mismo.

Acabó de exprimir el último paño sucio en el agua turbia del cubo y cargó en su mano izquierda la escoba con la antes mencionada y el empaque de limpiador. Se dispuso a abrir la perilla y marcharse cuando cayó en la cuenta que la música seguía sonando y aún en 2093 no era seguro dejar las pantallas celulares así de indefensas.

 

Miró entonces a la superficie del escritorio y se dio la vuelta con fastidio. Al no divisar nada, abrió con la mano derecha el primer cajón, para luego revisar en el portalápices de la pared. No vio nada.

 

Pero la música seguía sonando. Intentó afinar el oído para darse cuenta si la había dejado caer en el piso, para en su lugar darse cuenta que aquella pantallita era lo bastante frágil para detener la música en automático si es que se había estrellado.

¿Dónde carajo la había dejado?... ¡Rin, rin, rin!

 

... ¡Rin, rin, rin!

 

Hiro de momento sintió en el bolsillo izquierdo de su pantalón el vibrar y el tintineo del sonido liberado de la dichosa pantalla celular. Estaba sonando el tono de llamada.

...Pero la música no había dejado de sonar.

 

La afinación que hizo en sus oídos le había permitido ahora percatarse de que la música no era tan nítida como para provenir de su misma oficina. Ahora que lo pensaba, ni siquiera se escuchaba como una pista grabada que viniera de algún reproductor.

 

Oh...no. Hablando de esas personas.

...

 

Se encontraban en una zona de la clase 3 que era prioritariamente industrial y donde nueve de cada diez obreros pertenecían a la clase 4. Un sonido de esa naturaleza, en una bodega y en una fábrica en reconstrucción era un sonido anormal. Hasta impúdico, si se quería, porque el hecho de que una guitarra acústica sonara por lo bajo en la oscuridad de una bodega significaba, en todos los escenarios posibles, solamente una cosa:

Alguien muy rebelde de la clase 4 se había saltado su reacondicionamiento.

 

Y lo había hecho tan descaradamente, que aquella guitarra sonaba con una técnica magistral y un sonido que se había podido confundir hermosamente con los de la música de su pantalla.

 

¿¡Quién se había atrevido a tanto!?

 

Esas personas... no dejaban de ser por sí mismas una increíble falta de respeto.

 

Pensó en lo más lógico, que era llamar a otros obreros por si aquella persona intentaba alguna otra cosa, pero el hipnotizante sonido nubló de momento parte de su juicio y en su lugar abrió paso a una especie de curiosidad que no había sentido en mucho tiempo. La curiosidad de pillar a alguien con las manos en la masa. ¿Qué no sabía que en esa fábrica se venía sólo a trabajar? ¿Qué no sabía que el sonido distrae? Ahora mismo saldría de su oficina y caminaría unos pasos hasta la siguiente puerta y, con el peso de su autoridad, abriría aquella bodega y encararía él mismo a ese ente de la transgresión.

 

 

¿Quién se había atrevido a llamar así su atención?

Notas finales:

Y pues... El primer capítulo.

 

Dato: El Síndrome del Hombre Nostálgico está un poquín inspirado en una enfermedad real: El síndrome de Werner (mencionado en el cap).

 

(Explicación de tal enfermedad abajo. Si no es de tu interés, aquí nos despedimos y nos vemos el lunes).

 

Síndrome de Werner: patología genética que básicamente es un "semejante" real del Síndrome del hombre nostálgico. Aparece generalmente en la segunda o tercera década de la vida y se asimila a un envejecimiento prematuro y acelerado.

"Los pacientes SW son normales al nacer y durante la infancia, a excepción de la ausencia de un brote de crecimiento puberal. El SW se presenta entre los 20 y 30 años, siendo los principales síntomas de aparición temprana: cataratas bilaterales, adelgazamiento y encanecimiento del cabello, estatura baja y cambios en la piel (ulceraciones en los tobillos, hiperqueratosis, piel firme, manchas de edad, facies ''con aspecto de pájaro'' y atrofia subcutánea). En la mayoría de los casos, se dan otros trastornos adicionales relacionados con la edad como osteoporosis, diabetes mellitus, neoplasias mesenquimales y aterosclerosis. Los cambios de voz son frecuentes y, a veces, presentan pies planos. Los pacientes con SW tienen un riesgo elevado de desarrollar cáncer, en particular sarcomas de origen mesenquimal y melanomas que no son debidos a la exposición al sol. La muerte se produce normalmente por cánceres o infartos de miocardio causados por una aterosclerosis extensa (Orphanet)".

Mis disculpas si es un poco demasiada información en sólo dos partes, pero es que este cap y la intro eran para contextualizar (por eso los pocos diálogos) pero a partir del siguiente ya es la historia de lleno. (Premonición: cosas dolorosas c: )

 

Se les ama!! <3


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