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Hold me Tight por Kuu_Kim

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Notas del fanfic:

{Primera parte de la saga House of Cards}

Publicado también en Wattpad bajo el mismo nombre.

De todas las cosas que Min Yoongi esperaba escuchar esa tarde, aquella, definitivamente, no era una de ellas:

 

—Me voy a casar.

 

Medio espatarrado en el sofá, Yoongi giró su cabeza para poder mirar a Suran con la boca medio abierta y una patata frita a medio masticar. Ella le devolvía la mirada con una pequeña sonrisa antes de quitarle la bolsa, nada sorprendida de la perplejidad del chico.

 

Tras unos segundos de confusión y tragar el aperitivo, decidió que quedarse en silencio no era de buena educación.

 

—Uh… felicidades, supongo.

 

Honestamente, Yoongi no sabía cómo tomarse aquella noticia; él sabía que su compañera de piso tenía pareja —un hombre del que, por cierto, no recordaba el nombre—, pero no llevaban tanto tiempo juntos como para dar un paso tan grande ¿no? Frunciendo el ceño, trató de recordar cuánto hacía que Suran le dijo que estaba saliendo con su actual novio y se frustró un poco consigo mismo cuando no fue capaz de conseguirlo.

 

Ella esperó pacientemente a que asimilara la información, entreteniéndose haciendo zapping mientras tanto.

 

—Noona. —La llamó finalmente— ¿No es un poco… precipitado?

 

Hubo unos instantes de silencio donde lo único que se escuchaba en el salón, a parte de las voces que salían del televisor, eran los chirridos del juguete que Holly masticaba en ese momento. Mirándola de reojo, Yoongi se preguntó si debería haberse mordido la lengua; él apreciaba muchísimo a Suran y estaba en deuda con ella, así que lo último que quería era ofenderla.

 

Sólo se atrevió a relajarse cuando la escuchó reír suavemente.

 

—Para serte sincera, también me pareció precipitado cuando me lo pidió —admitió ella, apretando un cojín contra su pecho—. Pero hemos estado juntos casi dos años y siento que quiero estar con él el resto de mi vida.

 

Espera ¿dos años? ¿En serio? Algo incómodo y sin saber qué decir, Yoongi se rascó la cabeza.

 

—Bueno… me alegro por ti, noona. Espero que os vaya bien.

 

—Gracias, Yoongi-yah. —Le sonrió— Queremos irnos a vivir juntos antes de empezar a prepararlo todo, para acostumbrarnos a la convivencia. Pero creo que nos irá bien.

 

Fue en ese momento en el que Holly decidió que quería la atención de su dueño y se sentó sobre sus pies para que se fijara en él. Yoongi agradeció la distracción y agarró a su cachorro para colocarlo en su regazo, tratando de distraer su mente mientras acariciaba el tupido pelaje del perrito.

 

No era estúpido, entendía perfectamente el mensaje implícito en las palabras de Suran: era hora de buscarse otro lugar donde vivir, porque pronto su presencia en ese apartamento ya no sería bienvenida. Frunciendo el ceño, se preguntó si le costaría mucho encontrar un apartamento donde le dejaran tener a Holly con él.

 

Le molestaba la situación, claro que le molestaba, pero desgraciadamente no estaba en condiciones de quejarse. Suran le había permitido vivir con ella a cambio de un alquiler que se adaptaba a sus ingresos, los cuales eran una porquería, dicho sea de paso, incluso cuando se había ganado la enemistad de la mitad de los vecinos por ello. Al parecer, una mujer joven no puede tener a un hombre viviendo en su casa sin que haya sexo de por medio.

 

Yoongi creyó que su compañera le echaría cuando los rumores se esparcieron por el bloque, pero Suran ignoró el incidente porque, en sus propias palabras: «no tengo nada de qué avergonzarme; mi conciencia está limpia, Yoongi-yah».

 

Hacía tres años que vivían juntos y Yoongi la consideraba una buena amiga, y por supuesto que le molestaba que ella no pareciera sentirse ni un poquito mal por echarlo del que había sido su apartamento por tanto tiempo. Irritado, decidió que lo mejor era aclarar la situación cuanto antes.

 

—¿Cuándo debo empezar a sacar mis cosas? —preguntó, tratando de no apretar demasiado los dientes.

 

Suran se giró de golpe hacia él, con expresión de sorpresa.

 

—¿Qué?

 

—Acabas de decir que tu prometido y tú os queréis ir a vivir juntos —murmuró, sintiéndose ligeramente mejor cuando Holly hocicó su mano y la lamió—. No quiero estorbar.

 

—¿Por quién me tomas, Yoongi? —Suran frunció el ceño, luciendo ofendida— Eres mi amigo ¡no voy a dejarte tirado en la calle! Y, además, no pienso irme a vivir con él hasta dentro de un tiempo.

 

Viendo que al parecer se había precipitado al sacar conclusiones, Yoongi se mordió el interior de su mejilla, avergonzado.

 

—Lo siento, noona, yo…

 

—No, está bien —resopló ella—. Entiendo que te preocupes; estás estudiando y no cobras una millonada precisamente. —Frunciendo los labios, se echó hacia atrás en el sofá con los brazos cruzados— Pero me molesta que de verdad pensaras que te echaría sin miramientos.

 

—Lo siento —repitió.

 

Con un suspiro cansado, Suran lo miró por unos segundos antes de fijar sus ojos de nuevo en el televisor.

 

—No importa.

 

El silencio se prolongó unos instantes que, en opinión de Yoongi, fueron eternos, hasta que Holly se cansó del regazo de su dueño y se trasladó a las piernas de Suran, que lo recibió acariciándole debajo del hocico y mandándole besitos. Él los miró de reojo, sonriendo ligeramente; a noona le gustaba mimar demasiado al cachorro y estaba seguro de que, cuando ya no vivieran con ella, Holly pasaría un buen tiempo de mal humor.

 

No es como si Yoongi no lo mimara —porque, siendo sincero, era débil cuando el cachorro se ponía en modo suplicante—, pero era consciente de que, si lo malcriaba ahora que era un perro joven, después tendría muchos más problemas para educarlo.

 

—Yoongi-yah —lo llamó ella, sin dejar de rascar detrás de las orejas del cachorro—, espero que sepas que esta seguirá siendo tu casa incluso después de mudarte. Y da igual si oppa y yo decidimos mudarnos a otro apartamento, serás bienvenido allí también.

 

Y sonriendo de lado, añadió:

 

—Y si no puedes llevarte a Holly contigo, yo me quedo con él, no hay ningún problema. Incluso me lo puedo quedar para siempre.

 

Yoongi resopló.

 

—Ni lo sueñes, noona. Yo lo adopté y se viene conmigo.

 

El aludido ladró, molesto porque Suran había dejado de acariciarle, y dio ligeros toques con su patita a su muslo, llamándole la atención.

 

Riendo, Suran se disculpó con el cachorro y siguió con los mimos. Yoongi estaba seguro de que, de ser capaz de hacerlo, Holly se hubiera puesto a ronronear.

 

—No te presiones demasiado, Yoongi-yah; no hay tanta prisa y no puedes descuidar tus estudios o tu trabajo. Correré la voz entre mis conocidos y te ayudaré a encontrar otro piso si es lo que quieres, pero recuerda que no tienes que irte ahora mismo.

 

Yoongi sonrió al sentir como Suran le daba un apretón amistoso en la mano, devolviendo el gesto ligeramente.

 

—Gracias, noona.

 


 

Ser reponedor/cajero en una tienda 24 horas no era exactamente el trabajo soñado de Yoongi, pero le servía para pagar el alquiler cada mes al tiempo que estudiaba. No era fácil, pero tampoco podía quejarse, y menos ahora que seguramente tendría que hacer turnos dobles los fines de semana para poder permitirse alquilar un nuevo apartamento. No todo el mundo iba a ser tan flexible en el tema del dinero como lo había sido noona.

 

Dejando caer la frente en la mesa de la sala donde hacía su descanso, Yoongi gimió de forma lastimera ante lo penoso de su situación. Era consciente que todo sería más sencillo con la ayuda de sus padres, pero ellos habían sido claros con el tema: bajo su punto de vista, la carrera que Yoongi quería estudiar no tenía ningún tipo de salida así que se negaron en rotundo a pagarle los gastos de la universidad.

 

Y si su relación con ellos hubiera estado intacta, Yoongi les habría hecho caso. Habría bajado la cabeza, aceptado que sus padres tenían razón y habría buscado una carrera con más salidas y más lucrativa. Pero hacía ya muchos años que había dejado de importarle lo que sus padres opinaran de él, así que había usado el dinero que había ahorrado durante su servicio militar para pagarse él mismo la matrícula de la universidad.

 

Y aunque no había sido fácil mudarse de Daegu a Seúl, sin ningún familiar en la capital que pudiera alojarle y con el dinero justo en el bolsillo para vivir al día, Yoongi no se arrepentía de haber tomado esa decisión. Tal vez estudiar Producción Musical no iba a darle muchas salidas laborales, pero al menos estaba haciendo lo que realmente quería, lo que realmente le apasionaba.

 

Y al final, eso era todo lo que le importaba.

 

Estaba bebiendo su segundo café aguado —porque máquina de café decente no entraba en la lista de cosas imprescindibles de su jefe—, tratando de no dormirse, cuando vio entrar en la sala a su mejor amigo y compañero de trabajo, Jung Hoseok.

 

—¡Buenas tardes, hyung! —lo saludó en cuanto lo vio, moviendo el brazo por encima de su cabeza de forma efusiva.

 

Yoongi le devolvió el saludo sin ganas, arrugando la nariz cuando dio otro trago al asqueroso café. Su amigo fue hacia el pequeño vestidor reservado a los hombres, tarareando y mirando fijamente su iPhone con una sonrisa tan radiante que le hubiera dejado ciego de no ser porque ya estaba acostumbrado. Hizo una mueca de hastío porque sabía que el motivo de esa sonrisa deslumbrante tenía nombre y apellido:

 

Kim Minseok.

 

No es que el tipo le cayera mal, porque no era así, simplemente era reacio a confiar completamente en él. Suran le había acusado de estar celoso cuando le habló del tema, por lo cual Yoongi se había pasado un par de horas molesto y refunfuñando sobre como Holly era el único que le entendía y tomaba en serio.

 

Es decir, sí, admitía que estaba ligeramente celoso de que su mejor (y único) amigo se pasara las horas y los días hablando única y exclusivamente de su Baozi, como le llamaba cariñosamente. Pero, de verdad, tenía motivos para preocuparse:

 

Hoseok era demasiado confiado, demasiado inocente. Y que además fuera tan abierto con respecto a su sexualidad tampoco ayudaba demasiado; no es como si llevara un cartel anunciando que prefería los penes sobre las vaginas, pero tampoco se lo callaba o se interesaba en esconderlo.

 

Y aunque era cierto que los homosexuales no temían que los apalizaran en cuanto salieran a la calle, sabían que mucha gente arrugaría la nariz con asco si supieran sus preferencias. Por eso muchos de ellos preferían mantenerlo en secreto, como Yoongi prefería callarse su bisexualidad a no ser que fuera estrictamente necesario.

 

De hecho, jamás le había mencionado sus gustos a Suran, ella lo había deducido sola porque Yoongi no era tan sutil como creía cuando se comía con los ojos al vecino de arriba. Pero ¿qué culpa tenía él de que su vecino fuera su tipo? Si total, medio bloque hacía lo mismo. Y por lo menos él no trataba de hacerle fotos con su móvil como las hijas de la señora Lee.

 

Y bueno, aunque Minseok no le había dado motivos para pensar que era una mala persona, Yoongi no le podía dar el visto bueno aún. Quizá no se lo daría nunca, ni a él ni a nadie. Porque bajo su punto de vista, nadie era suficientemente bueno para Hoseok. Nadie.

 

—No te lo tomes a mal, hyung. —La voz de su amigo lo sacó de su ensimismamiento, haciéndole girar la cabeza en su dirección— Pero tienes un aspecto horrible, ¿no has dormido bien?

 

Yoongi se encogió de hombros, apartando el vaso de plástico con ese veneno que querían hacer pasar como café lejos de él. Estaba seguro que podría dormirse de pie si seguía así.

 

—Hace un par de días que no duermo mucho —admitió—. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.

 

Hoseok no necesitó más para sentarse a su lado, siempre tan dispuesto a escucharle en caso de que necesitara desahogarse. Siempre tan dispuesto a ayudar a aquel que le necesitara.

 

—¿Ha pasado algo malo?

 

—No, no exactamente... —Se frotó la frente, algo incómodo—Es sólo... Noona se va a casar.

 

Y si antes había estado a medio segundo de dormirse, sin duda el chillido de Hoseok en su oído lo despertó del todo. Sobándose la oreja, Yoongi se alejó un poco de su amigo, quien parecía más emocionado por la noticia incluso que la propia Suran.

 

—¡Pero si eso es genial, hyung! —Si Yoongi no estuviera tan cansado habría sonreído a causa del entusiasmo de su amigo— ¿Cuándo es? ¿Ya tienen fecha? ¿Crees que noona me invitará?

 

Yoongi soltó una risotada vacía, sin humor.

 

—...supongo que sí. Total, le caes mejor que yo.

 

Tal vez porque notó su falta de ánimo, o quizás porque ya se conocían lo suficiente como para saber cuándo algo iba mal, Hoseok apartó todo rastro de entusiasmo y lo sustituyó por una mirada llena de preocupación. A Yoongi no le gustaba esa expresión en su mejor amigo, y saber que era la causa de ello empeoraba aún más su ya pobre estado de ánimo.

 

Chasqueando la lengua, se alejó un poco de él.

 

—Hyung... ¿no quieres que noona se case?

 

Yoongi frunció el ceño, sintiendo una réplica mordaz formarse en su lengua. Después recordó que era Hoseok con quien estaba hablando y que seguramente la pregunta no iba con malas intenciones. Se frotó los ojos con fuerza, molesto por su propia reacción.

 

—No es eso, Hoseok. —Se oyó murmurar— Es... es que me siento mal por no haber prestado atención antes.

 

Su amigo no dijo nada, esperando a que él continuara. Esa era una de las cosas que más le gustaban de Hoseok; nunca sacaba conclusiones precipitadas o juzgaba de inmediato, escuchaba antes de dar su opinión y trataba siempre de ser amable.

 

Luego Suran le preguntaba por qué lo protegía tanto.

 

—Llevan más de dos años juntos, Hoseok. El tipo ha estado varias veces en el piso y... —Suspiró, frustrado consigo mismo— Ni siquiera recuerdo su nombre. Cuando me dijo que se casaban pensé que se estaba precipitando, como si tan solo hiciera un par de meses que se conocen.

 

—Hyung...

 

—No sé dónde tengo la cabeza.

 

Agotado y completamente drenado de repente, Yoongi dejó caer la cabeza contra la mesa,sin importarle el ruido sordo que provocó el leve impacto o el dolor en la frente. Estaba tan cansado que lo único que quería era cerrar los ojos y dormir, dormir y dormir un poco más... pero su turno empezaba en un rato y ahora más que nunca tenía que esforzarse en el trabajo.

 

Sabía que no iba a ser muy productivo teniendo en cuenta que había dormido poco más de cuatro horas en dos días, pero esperaba que una vez encontrara una forma de solucionar su situación y no tuviera que preocuparse de nada, podría volver a descansar con normalidad. Aunque su normalidad tampoco fuera precisamente gozar de ocho horas de sueño.

 

Aún así, seis horas diarias era mejor que ir durmiéndose por los rincones.

 

Estaba tan metido en sus pensamientos que no notó que Hoseok había ido a la vieja máquina expendedora de la sala para sacarle una bebida energética. Sólo se dio cuenta cuando su amigo dejó la lata en la mesa, justo enfrente de sus brazos cruzados, donde descansaba la barbilla.

 

—No estoy seguro que esto sea muy sano —murmuró—, pero tengo miedo de que te desmayes durante tu turno.

 

Yoongi murmuró un suave «gracias» antes de agarrar la lata y recrearse un rato en la sensación fría del aluminio contra su palma. Era agradable.

 

—Sólo te he visto así cuando llegan los exámenes finales, y aún queda bastante para eso. — Trató de bromear, volviendo a sentarse a su lado— Tenemos suerte que hoy es miércoles; no suele venir mucha gente, y menos por la tarde. No creo que tengamos mucho trabajo...

 

Hoseok continuó hablando, pero su discurso se convirtió en un batiburrillo de sonidos inteligibles en el cerebro medio desconectado de Yoongi; lo único que captaba era el tono suave con el que hablaba, tan diferente a la forma en que lo hacía normalmente. Hoseok hablaba con la misma efusividad con la que hacía la mayoría de cosas, y a veces podía ser demasiado escandaloso.

 

Pero en ese momento podría conseguir que acabara de dormirse si seguía hablando. Mordiéndose el interior de la mejilla para despejarse, Yoongi se espabiló lo suficiente como para procesar correctamente la última frase:

 

—Hyung, ¿por qué te estresa tanto que Suran-noona se case?

 

La dichosa lata se hizo un poco de rogar antes de dejarse abrir —o quizá es que él estaba más flojo de lo que pensaba—, y Yoongi hizo una mueca cuando tomó el primer trago. No era muy fan de las bebidas energéticas, él se tomaba muy en serio su fidelidad al café y sus variantes con leche.

 

Se tomó su tiempo para contestar, agradeciendo silenciosamente que Hoseok no le presionara.

 

—Tengo que mudarme, y necesito ahorrar bastante para poder hacerlo.

 

—¿Noona te pidió que te fueras ya?

 

Recordar lo indignada que parecía Suran cuando él insinuó algo parecido le hizo cierta gracia, pero en lugar de reírse simplemente negó con la cabeza.

 

—No, no me ha puesto una fecha. Incluso me dijo que no había prisa.

 

Y por supuesto, eso sólo confundía más a Hoseok. Yoongi se tragó una disculpa, sabiendo que no era el momento.

 

—¿Entonces por qué...?

 

—No quiero estorbar —dijo, encogiéndose de hombros—. Es raro, pero saber que tiene novio hace que ya no pueda seguir viviendo allí. Se siente... raro. Me incomoda.

 

No se había atrevido a preguntar, pero le hubiera gustado saber si al novio —prometido, maldita sea— de Suran le molestaba que ella viviera con otro hombre. Siendo sincero, Yoongi nunca se había preocupado por el tipo; las veces que lo había visto en el piso él había estado demasiado ocupado ensayando alguna melodía o encerrado en su habitación simplemente porque quería tranquilidad. Pero en general, parecía agradable.

 

Seguía sintiéndose algo culpable por no haberse dado cuenta que había algo más que simple amistad entre ellos, y era peor cuanto más pensaba en ello. Había estado tan metido en sus cosas, tan perdido en su carrera o en su trabajo, que había ignorado de una forma espectacular lo que pasaba a su alrededor.

 

Pero ahora que era consciente de la situación, le preocupaba que su presencia fuera motivo de discusión entre Suran y su novio. Una cosa era quizá hacer la vista gorda cuando sólo eran pareja, pero ahora que estaban prometidos podía suceder que el tipo se pusiera algo paranoico. Y si no lo hacía él, probablemente la gente a su alrededor se encargaría de llevarlo a ese estado. Porque, claro, ¿qué clase de mujer decente comparte piso con un hombre soltero estando prometida?

 

Una cosa eran las viejas chismosas del bloque y otra muy diferente era que su presencia provocara problemas en la vida sentimental de Suran. La apreciaba demasiado como para hacerle eso.

 

Hoseok pareció entender sus preocupaciones sin que él se hiciera un lío explicándolo, y sentir su mano en el hombro le hizo sentir algo mejor. Era un cálido recordatorio de que estaba ahí, que no estaba sólo. Yoongi no fue consciente del suspiro de alivio que escapó de sus labios.

 

—Entiendo que quieras mudarte pronto, y te ayudaré en todo lo que pueda. —Le sacudió ligeramente, sonriendo de forma cándida— Pero, por favor hyung, no te exijas demasiado. Tú salud es importante también.

 

Sin saber muy bien cómo expresar su agradecimiento, Yoongi se limitó a poner su mano sobre la de su amigo, dando un ligero apretón y devolviéndole la sonrisa. Seguramente la suya no era muy alentadora, teniendo en cuenta el aspecto tan desastroso que tenía, pero pareció ser suficiente para Hoseok.

 

—No te preocupes, Seokie, puedo hacer esto.


 

Había muy pocas cosas en la vida que Yoongi odiara, pero tener que comerse sus propias palabras estaba muy alto en su lista.

 

—No me puedo creer que estés siendo tan descuidado —rezongaba Suran, dando vueltas por el caos que Yoongi tenía por habitación y recogiendo todo lo que hubiera de por medio—. Te dije que no te exigieras demasiado ¿pero me has hecho caso? ¡No, claro que no!

 

Sin fuerzas para quejarse, Yoongi se limitó a enterrarse un poco más en sus sábanas, deseando dormir hasta el milenio siguiente ininterrumpidamente. Lo último que necesitaba ese día era un sermón como el que le estaba cayendo, pero ni siquiera tenía energías para pedirle a su compañera de piso que le dejara dormir.

 

—¡Vete a saber qué habría sido de ti de no ser por Hoseok! —seguía quejándose ella— ¡Gracias a Dios que él tiene más sentido común que tú!

 

Tapándose la cara con el antebrazo, Yoongi gimió.

 

—Solo me desmayé, noona, no es para tanto…

 

Y si el pesado silencio que siguió a sus palabras no era prueba suficiente de que había metido la pata, definitivamente ser azotado con su ropa sucia —«¡Que mis calzoncillos están ahí, noona!»— le sacó de toda duda. Torpemente trató de disculparse, pero sabía que no iba a servir de mucho. Suran no era precisamente fácil de aplacar cuando estaba molesta, con ella era mejor esperar a que se calmara.

 

La vio salir de la habitación refunfuñando y, aunque no prestó mucha atención, logró escuchar cómo le llamaba estúpido. Supuso que se lo merecía. Suspirando, se giró y enterró la cara en la almohada, fantaseando por un instante con ahogarse. Estaba avergonzado por haber preocupado ya no sólo a Suran, si no también a Hoseok. Se dijo que lo llamaría para disculparse en cuanto el auto-desprecio remitiera un poco.

 

Admitía que había sido muy descuidado, demasiado incluso para sus estándares. Dormía muy poco, casi a cuentagotas, y en la última semana había bebido tantísimo café que por sus venas probablemente ya sólo corría cafeína. Su jefe le había prohibido atender las cajas porque su aspecto alejaría a los clientes, y justo hacía un par de días le había amenazado con suspenderlo de empleo y sueldo durante unas semanas hasta que pudiera trabajar en condiciones.

 

Las advertencias deberían haber servido para hacerle ver que tenía que empezar a preocuparse un poquito más por su salud, pero provocaron justo lo contrario; estresado y cada vez más saturado por la situación, sus horas de sueño se redujeron aún más y, para colmo, esta vez se le sumó que la ansiedad le provocaba tal nudo en el estómago que no podía comer demasiado sin echarlo después.

 

Y no hay que ser un genio para saber que la mezcla de poco descanso y mala alimentación no tiene buenos resultados.

 

Se había desmayado hacía unas horas, camino al trabajo. No recordaba mucho del momento, salvo que Hoseok había ido a buscarlo a su casa para acompañarlo —a pesar de que le había dicho que no hacía falta ya que ese día no tenían el mismo horario— y que se había empezado a marear poco después de salir. Según le habían dicho luego, no había llegado muy lejos.

 

Despertó en el suelo del salón de su piso, con una bola de algodón que apestaba a alcohol prácticamente incrustada en la nariz y alguien dándole aire con lo que parecía ser una revista. Tratar de incorporarse no fue una buena idea, porque lo primero que sintió fueron unas nauseas horribles. Cuando se quiso dar cuenta, estaba arrodillado y vomitando en la bonita (y cara) alfombra de Suran.

 

Todo muy glamuroso.

 

Cuando se hubo recompuesto un poco, le contaron que Hoseok había llamado a Suran y que, entre los dos, lo habían llevado al piso y allí trataron de reanimarlo. En momentos como ese, Yoongi agradecía que Suran tuviera cierta formación en enfermería, porque de no ser así Hoseok probablemente habría llamado a una ambulancia y los hospitales no eran un lugar grato para él. Prefería recuperarse en casa.

 

A pesar de eso, sus dos amigos intentaron convencerle de ir al hospital, al menos para que le hicieran algún análisis para asegurarse que todo estaba en orden. Por supuesto, él se había negado en rotundo. Sólo iría al hospital si era absolutamente necesario, y bajo su punto de vista sólo había sido una bajada de tensión, quizá una bajada de azúcar… y eso tampoco era mortal. Así que no, nada de hospitales. Ellos no insistieron y Yoongi fingió no ver la frustración en sus caras.

 

Hoseok se había marchado poco después, asegurando que le explicaría al jefe la situación y que no tenía de qué preocuparse. Conociendo al hombre, probablemente le exigiría un justificante médico para no restarle el sueldo de ese día. Pero por mucho que necesitara el dinero, su aversión a los hospitales era mucho, mucho más fuerte.

 

Y ahí estaba ahora, en su cama, con un par de latas de Coca-Cola en la mesilla de noche, un cubo pequeño en el suelo por si le entraban arcadas otra vez (de nuevo, todo muy glamuroso), y un par de sándwiches para que fuera comiendo poco a poco si su estómago le dejaba. Ah, y con Holly vigilándole atentamente desde su cojín, junto al escritorio. El cachorro había ido hasta el borde de su cama un par de veces, gimoteando y tratando de subir con él. Pensar que el perro estaba preocupado por él le hacía sentir un poco mejor.

 

Suspirando, Yoongi se giró y se quedó mirando al techo, pensando un poco en su situación, como en menos de dos semanas su vida se había puesto completamente patas arriba. Había sido tan repentino, tan sorpresivo, que aún a veces se encontraba preguntándose si todo aquello no sería un sueño/pesadilla que ya se estaba alargando demasiado.

 

Resoplando, decidió que todo era culpa del estúpido novio de Suran.

 

Sabía que no era justo porque, personalmente, el tipo no le había hecho nada. Y además, él mismo era en parte culpable por no haberse dado cuenta del tipo de relación que tenían esos dos. Pero por mucho que se repitiera esas palabras una y otra vez, el sentimiento no se iba; seguía detestando a ese hombre.

 

Al final, decidió que, por lo menos ese día, se podía permitir el odio medio injustificado. Y durante un rato se entretuvo mandándolo a la mierda mentalmente y deseándole que le cagara un pájaro en la cabeza. O que le diera diarrea en medio de un evento importante. O que le meara un perro en sus zapatos nuevos...

 

El último pensamiento coherente antes de quedarse dormido fue que todo sería más fácil si Suran fuera lesbiana; quizás así se sentiría un poco más culpable por odiar a su estúpido novio como lo hacía.


 

Honestamente, Yoongi no se sorprendió cuando su jefe le comunicó que le restaría los tres días que no iría al trabajo de su sueldo. Era previsible, pero jodía igual. Y si no necesitara tanto el dinero, habría renunciado ya a esa porquería de trabajo. Suran le había comentado una vez que podría volver a dar clases particulares de piano, porque creía que era una pena que no aprovechara su pasión para además ganarse la vida.

 

Y aunque no había cosa que deseara más, Yoongi era consciente de que necesitaba algo más estable. Compartir su pasión por el piano sería como un sueño, pero no le garantizaba poder pagar el alquiler a tiempo.

 

Eso por no hablar de que la experiencia de tener que probarse a sí mismo frente a las personas que quisieran contratarle no era muy agradable; en general, él no era muy bueno socializando. No es que fuera una persona antisocial o solitaria, es que la fobia social no desaparece de un día para otro. Y el miedo a ser analizado y juzgado era bastante fuerte también.

 

Suspirando, se quitó los auriculares y los dejó sin mucho cuidado junto al teclado, mirando la pantalla de su ordenador como si fuera su peor enemiga. Normalmente componer canciones le ayudaba a relajarse y vaciar su mente, pero ese día su mente no quería cooperar. Frustrado, dejó caer la cabeza contra el escritorio, haciendo que Holly se quejara por el ruido.

 

Disculpándose con el cachorro, Yoongi se echó hacia tras contra el respaldo de la silla, apoyando todo su peso ahí. No había sensación que odiara más que tener bloqueo artístico; no mucha gente lo entendía, pero poder sacar todo lo malo que había dentro de su cabeza y transformarlo en canciones era algo terapéutico para él. Convertir todo aquello que le hacía daño en letras con un mensaje profundo con la que la gente que pasaba por cosas similares podía verse identificada. Era casi como una catarsis.

 

De modo que no poder vaciar su mente de todos esos pensamientos oscuros y pesimistas sólo empeoraba su estado de ansiedad. Pero forzarse a sí mismo tampoco ayudaba, así que lo mirara por donde lo mirara, estaba jodido. Muy jodido.

 

Molesto y medio aburrido, comenzó a dar vueltas con la silla a ver cuántas era capaz de dar antes de marearse. Estaba seguro de que Holly le estaba juzgando muy duramente en ese momento, pero el cachorro intentaba beber del váter cada vez que podía así que su opinión no contaba.

 

Llevaba ya cinco vueltas cuando su móvil empezó a sonar, lo que le hizo chasquear la lengua; no le gustaba hablar con nadie cuando estaba en pleno bloqueo artístico, así que solía poner su móvil en silencio o de plano ignoraba cualquier llamada. Pero sabiendo que podía ser su jefe o algún compañero de trabajo, decidió contestar sin siquiera mirar quién era.

 

—¡Buenas tardes, hyung!

 

Al reconocer la voz de Hoseok, Yoongi se permitió una pequeña sonrisa.

 

—Hola, Hobi.

 

Su mejor amigo le hizo las preguntas de rigor; si se encontraba mejor, si comía y dormía como una persona normal, si Suran le había vuelto a golpear con sus calzoncillos sucios… esas cosas. También le puso un poco al día de cómo iban las cosas en el trabajo y, por supuesto, se pasó sus cinco minutos de rigor hablando de lo maravilloso que era su Baozi y lo cariñoso que era y lo enamorados que estaban. Yoongi le apreciaba lo suficiente como para aguantarse las ganas de fingir arcadas, pero el tono meloso que Hoseok usaba cuando hablaba de su novio y de su maravillosa relación le daba muchísima grima.

 

Ojalá esa fase de “luna de miel” acabara pronto, porque diabetes no era algo que Yoongi quería agregar a su lista de enfermedades.

 

Hablaron un poco sobre su bloqueo artístico y Hoseok le dio un par de ideas y consejos. Se los anotó mentalmente, confiando plenamente en su criterio; quizá Hoseok no tuviera nociones de composición o producción, pero tenía muy buen oído y un talento innato para el ritmo.

 

Estaba a punto de despedirse y volver a enfrentar la pantalla de su ordenador, pero Hoseok no parecía haber terminado aún.

 

—Oh, hyung… ¿sabes con quién me he encontrado antes?

 

Yoongi entrecerró los ojos, sospechando.

 

—¿A quién? —preguntó.

 

—¡A Jin-hyung! Sabes quién es ¿verdad? Te he hablado de él.

 

—Me suena… ¿es ese al que de joven le ofrecieron ser trainee?

 

—¡Ese mismo!

 

Sí, Yoongi sabía de quién hablaba: era uno de los tantos amigos de Hoseok, uno de los más cercanos si había que juzgar por cómo hablaba de él. No lo conocía en persona, pero sentía que ya conocía gran parte de su vida gracias a todo lo que Hoseok le había contado de él. No parecía ser un mal tipo, de hecho, sonaba simpático, pero él no se sentía preparado para conocerlo todavía.

 

No lo iba a admitir en voz alta, pero temía no ser suficiente a su lado. Es decir, ese tipo parecía tener una vida fascinante, era agradable y extrovertido, mientras que él… bueno, él era todo lo contrario.

 

—Me lo encontré por casualidad, me alegré tanto de verle… —siguió explicándole— hace semanas que ha estado casi desaparecido y tenía miedo que le hubiera pasado algo. Quiero decir, es raro que hyung no me mande al menos un par de mensajes a la semana ¡si hasta le hago bromas comparándolo con mi madre! A él nunca le han hecho gracia, pero en serio…

 

No le hizo falta mucho para darse cuenta que Hoseok estaba yéndose por las ramas, enlazando un tema con otro y dando vueltas y más vueltas sin llegar nunca al punto al que quería llegar. Le conocía lo suficiente como para saber que si estaba dando tantos rodeos era porque estaba a punto de hablar de un tema muy delicado, o porque iba a proponerle algo a lo que, en un día normal, Yoongi se negaría en rotundo sin pensárselo dos veces.

 

—Hoseok. —Le cortó— Ve al grano, anda.

 

Tras un breve silencio, Hoseok le explicó:

 

—Jin-hyung compartía piso con su mejor amigo, pero… bueno, no me dio detalles, pero su amigo se fue y él solo no puede pagar el alquiler. Y bueno, pensé en ti.

 

Era la opción dos, entonces.

 

—Hoseok…

 

—No tienes que decidir nada ahora mismo, hyung —le aseguró rápidamente—. Sólo habla con él y ya tomarás una decisión. Sin compromiso. Es una buena persona, puedes confiar en él, te lo prometo.

 

Yoongi se mordió el labio, indeciso. Por una parte, compartir piso con un amigo de Hoseok era mucho mejor que compartir piso con alguien desconocido, pero por otro lado el tema del dinero seguía preocupándole. Y además estaba Holly, no se iría a ninguna parte si no era con su cachorro. Y tampoco podía irse muy lejos, no podía permitirse pasarse una hora de viaje yendo y viviendo a la universidad. O aún peor, al trabajo.

 

Pero Hoseok se estaba tomando tantas molestias, y ya le había preocupado bastante en los últimos días. Además—

 

—¿Hyung?

 

Mierda.

 

—Está bien, Seokie —suspiró al final—. Pero sólo hablaré con él, ¿de acuerdo?

 

El gritito animado de Hoseok resonó al otro lado de la línea.

 

—Gracias, hyung. ¡Seguro que no te arrepentirás!

 

«Ya lo estoy haciendo», pensó de forma agria antes de despedirse.


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