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Calico por Pip

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3


El sonido de la alarma interrumpe la silenciosa estancia de mi departamento. Ni siquiera tengo que despertar porque no pude dormir en toda la maldita noche ¿De quién es la culpa? De la persona que llegó a interrumpir mi paz el día de ayer.


Me levanto junto al dolor de cabeza que ya veía venir. Camino hasta la ducha y me posiciono debajo de la lluvia templada que sale de la placa de metal sobre mi cabeza, y me dejo caer al suelo hasta que estoy sentada. Abrazo mis piernas y cierro los ojos con fuerza, me arden y no sé si es por el llanto o porque no pude dormir una mierda. Quizá es una mezcla de ambos factores.


La puta madre. Estoy jodidamente cansada, siento que proceso todo con cinco segundos de retraso. No podré trabajar bien hoy, joder.


Luego de unos diez minutos bajo la ducha, busco una toalla y me seco el cabello mirándome en el espejo y arrepintiéndome de inmediato.


— Ugh, que mierda. —las ojeras que tengo son del tamaño de una luna llena. Exagero, pero se entiende el punto.


Una vez seco mi cabello, camino hasta mi armario y escojo un conjunto de ropa oscura. Miro por la ventana hacia fuera para comprobar el clima lluvioso y me regocijo en ver el cielo nublado, casi negro todavía por la hora de la madrugada.


Luego de vestirme, me echo un vistazo en el espejo para ver si los tatuajes se han cubierto con el cuello de tortuga del sweater y una vez lo compruebo, camino a hacerme un té junto con unas tostadas para comer algo y no desmayarme en el camino al trabajo.


Jodida vida.


Hace un año y medio terminé mis estudios. A la corta edad que tengo, me siento orgullosa de decir que arriendo un departamento con mi propio salario, compro mi propia comida y no debo darle explicaciones a nadie, salvo mis padres a los que de vez en cuando llamo para que sepan que sigo con vida y no me he matado o algo.


Veinticinco años ¿Pueden creerlo? Veinticinco putos años y sigo sin encontrarle el sentido a mi vida. Pero creo que esa es la realidad de muchos hoy en día. Trabajo y eso es solo porque debo pagar mis gastos.


Siempre deseé algo mejor de mi vida. El sueño adolescente es viajar por todo el mundo, tener muchas historias que contar y vivir la vida loca, pero la verdad es que la vida es mucho más complicada que eso si no tienes dinero.


Primero se debe trabajar y para eso debes tener estudios ¿no? Luego debes tratar de ahorrar dinero de dónde más puedas para que, quizá, en unos diez años, o más, de trabajo puedas lograr ese sueño de viajar… pero entonces ya estarás muy vieja o muy cansada para viajar, y el espíritu juvenil, esa llama que te mantiene buscando nuevas experiencias, se habrá ido extinguiendo.


— Ahh… —suspiro negando con la cabeza ante los interminables pensamientos negativos que siguen aflorando con cada respiración.


Miro el reloj en mi muñeca y descubro que todavía es bastante temprano, lo suficiente como para ya salir de casa y caminar hasta la parada de buses más cercana. Son las 5.15 am., una buena hora para hacer un poco de ejercicio.


Busco mi botella preferida y echo un poco de té caliente para tomar en el camino. Termino de calzarme las zapatillas, arreglo mi mochila y me dirijo a la puerta con el abrigo en mano.


Estoy poniéndole la llave a la puerta cuando mis ojos se ven atraídos por la inusual papeleta pegada a la puerta. Frunzo el ceño y la retiro para lanzarla a la basura, es solo un dibujo de niños. Siempre dejan pegados sus dibujos en mi puerta, no tengo idea por qué si solo los veo y saludo de vez en cuando.


Mi nariz moquea por el frío, así que subo el cuello de mi sweater para calentarme la nariz. Mis ojos van casi cerrados por el ardor, pero no importa porque conozco el camino de memoria. Lo he recorrido todos los días en estos casi dos años.


— Hola, Dallas.


— Hola, Joss. —no necesito ver para saber que es ella. Su voz es inconfundible y su olor también— Hueles bien.


— Gracias, bebé. —se cuelga de mi brazo y siento su mirada penetrante escrutando el lado derecho de mi rostro— ¿Por qué…?


— No preguntes ahora, por favor. A la noche iremos a beber unos tragos y te diré. —suspiro sin energías para el drama que implicaría contarle la historia de Amber.


De todas las personas que sabían de mi historia, Joss fue la única que comprendió mi situación y estuvo de mi lado cuando todo parecía que era mi culpa, es amiga, es la única que es capaz de criticarme y a la vez apoyarme y defenderme. Joss… casi hace el lío más grande de la historia cuando se enteró de lo que había sucedido, y no creo que precisamente se ponga feliz y a celebrar por el regreso de “ella”.


— Está bien… —la miro un poco sorprendida por su reacción. Usualmente crearía todo un jaleo porque no quiero decirle— No me mires así. Sé reconocer ese semblante. Me hago una idea a pesar de lo imposible que pueda escucharse. —suspira y baja la mirada viéndose casi tan agobiada como yo.


— No importa, lo solucionaré. —le doy de mi té y comienza a beber sonriendo.


— Tiene dos de azúcar. —me empuja levemente y da un saltito feliz— Me encanta cómo preparas el té. Agradezco tenerte en mi vida, Dallas. La mejor amiga que pude haber pedido nunca.


— No me hagas llorar tan temprano, boba. —la miro con ternura y suspiro más tranquila por tenerla a mi lado, de otra forma no sé qué sería de mí.


Ríe levemente y nos mantenemos en silencio en lo que queda de camino. Los minutos pasan de forma lenta y sin percatarnos ya estamos llegando al trabajo, una hora después.


— Te veo al almuerzo.


— Ten un buen día, Joss. —me despido con un movimiento de la mano y me voy a mi área específica.


Psiquiatría.

Notas finales:

Pip.


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