Presente.
Jamás pensé que las cosas iban a salir de este modo, de hecho jamás pensé que algo en absoluto iba a suceder. Es decir… mierda. Yo soy la que siempre da el primer paso, la que da las opciones y la que se impone ante los demás con su presencia. Entonces viene ella a cambiar mi ordinario día con su presencia.
— Solo dime sí o no, estoy un poco nerviosa. —entrelaza sus manos en un gesto nervioso, moviéndolas y apretando sus dedos ligeramente, me hace poner ansiosa el solo observar ese gesto.
— Uh… —por un momento olvido lo que acaba de preguntarme y la miro confusa— Eh… claro. —le entrego la caja de tampones y la miro con el ceño fruncido— ¿Eso era todo?
— Sí, es que realmente yo los había tomado antes. —sonríe un poco y luego se aleja caminando hasta las cajas de la farmacia.
Observo su figura hasta que gira en el fondo. En serio, todo fue muy extraño que aún no asimilo bien qué carajos pasó. Quizá es una de esas personas con TOC*.
Digo, yo solo tomé esa caja de tampones que estaba en el pasillo, solo por curiosidad, entonces llega ella y me los pide, había muchas otras cajas más para tomar pero ¿tenía que ser específicamente la que yo tomé?
No me quejo, la chica es linda, de hecho un poco sexy. La forma en que se pavoneó hacia las cajas decía mucho más de su personalidad que aquellas mejillas sonrosadas y la evasión de miradas cuando me pidió eso.
De cualquier forma, no importa, solo vine por una maldita caja de dentífrico, la cual tomo y llevo para pagar. En un par de segundos ya estoy fuera de allí lista para volver a casa.
Hace un frío de los mil carajos y la sudadera que traigo apenas me hace entrar en calor, así que me pongo una gorra negra y me apresuro a casa corriendo un poco.
— Hey.
Me detengo en medio de la calle y volteo a ver por sobre mi hombro temblando ligeramente ante el frío de la noche. Frunzo el ceño al ver a la misma chica de la farmacia minutos antes.
— ¿Si?
— Lo siento por lo de antes. —dice un poco dudosa. Se balancea hacia adelante y atrás como una niña y ese pequeño movimiento inconsciente me hace sentir ternura por un instante.
— No te preocupes. No pasó mucho de todos modos.
— Es solo que de verdad lo vi primero.
— Claro. —elevo las cejas un poco divertida y me encojo de hombros volviendo a caminar por mi dirección.
— ¿Quieres ir a una cita conmigo?
Literalmente me petrifico al escuchar sus palabras. Giro lentamente como una especie de robot y la miro totalmente asombrada. Ni siquiera sé qué decir.
— Sé que puede ser un poco abrupto… pero nos conocemos. Solo que las cosas no se nos dieron muy bien en ese entonces. —sonríe con una mirada de tristeza en sus ojos. Pequeños hoyuelos se destacan en los bordes de su sonrisa. Lleva las manos a su cartera y se pone unos lentes de marco negro y me mira de nuevo.
Ahora sí tiene toda mi atención. Jodidamente la tiene. Y entonces todas aquellas cosas que tardaron un siglo en borrarse y olvidarse, vuelven a salir a la luz.
Mi pecho se aprieta y mi garganta siente un nudo horrible que amenaza con darle a mi voz un tono quebradizo. Debo sonreír de forma arrogante para evitar que se delaten aquellos sentimientos que juré eliminar.
— Amber. —mi voz suena mucho más altanera de lo que creí y me felicito por eso.
— Dallas, soy yo. —sonríe extendiendo los brazos para recibirme, creyendo que voy a correr a ellos como la niña que fui a su lado.
— Me estás jodiendo ¿Verdad? Púdrete.
Le doy la espalda para volver por mi camino sin preocuparme en su estúpida reacción, o si herí sus sentimientos. Para mí ella no existe. Y si en algún momento piensa que voy a perdonar las cosas que me pasaron, está muy equivocada.
Sin embargo, no puedo engañar a mi corazón, tan estúpido corazón que late como loco a la vez que se quiebra una y otra vez a medida que los recuerdos se abren paso por mi mente. Y como era de esperarse, las lágrimas no tardan en inundar mis ojos.
Maldita seas, Amber.