Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Gema gitana. por darkness la reyna siniestra

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Muchas gracias por leer

Capítulo XVII. “Emociones”


- ’ -


La noche cayó sobre los cielos de Francia y en una carpa lo suficientemente grande para que tres personas la habitaran, un hermoso hombre de rizados cabellos celestes esperaba impaciente a su hermano dos años menor. Afrodita iba de un lado para otro con los brazos cruzados, se mordía el labio inferior con impaciencia y su mirada era calculadora y seria.


Deseaba más que nada que Misty llegara con buenas noticias, algo que le trajera paz a su resquebrajada autoestima, y eso sin duda era saber donde estaba ese joven de piel blanca y largo cabello turquesa. Camus…


—Camus… —susurró su nombre al mismo tiempo en el que se detenía, sus brazos abandonaron la posición previa para posarse inertes a ambos lados de su cuerpo. Las manos se volvieron cerrados puños y el celeste mirar se tornó afilado


Recordaba lo que Camus le hizo sentir con su cochina calidez y su deseo maldito de acercársele aún cuando él le expresaba todo su odio. A Afrodita le frustraba su pureza, su inocencia y su dulzura, odiaba que fuese amable y tratara de ayudarlo en sus deberes, lo detestaba porque todas esas acciones del joven Camus lograron penetrar en su altanero corazón, haciendo lo imposible: enamorarlo.


Sí, Afrodita guardaba con recelo ese secreto infeliz, lo cubría debajo de envidias y malos deseos. Se enamoró de Camus sin remedio alguno, amaba a quien le quitó el cariño y admiración de los que estaban a su alrededor, como una luz más brillante donde las polillas son mayormente atraídas.


Por eso lo odiaba, por amarlo y negarse a aceptarlo. El hecho de que ayudara a Surt a obtenerlo le dolía porque no volvería a verle, pero a la vez sentía que era lo que tenía que hacer para sacarse esos sentimientos nefastos del corazón.


Camus no sabía nada de lo que el de nacionalidad sueca sentía por él, un amor inusual, un amor venenoso y malsano, un amor negado y transformado en odio. Uno que no se aceptaba tal cual y prefería fingir demencia para evitar la debilidad de sentirse…


- ’ -


Eran cerca de las siete de la noche cuando por fin alguien llegaba a la carpa, era Misty que venía de lo más campante. Afrodita al notar la presencia de su hermano se limpió de prisa las lágrimas que hubieron escapado de sus ojos para poder encarar al rubio.


—Vaya hasta que por fin te apareces, hermanito —le dijo antes de que el otro hablara, recuperando ese temple cínico que tanto le caracterizaba—. ¿Descubriste algo? —lo vio de soslayo.


Misty se acomodó el cabello glamurosamente antes de responder al de hebras celeste casi en el mismo tono.


—Ay hermano, ese pajarito se les escapó vivo —se sentó sobre unos cojines en un rincón, con un tono que denotaba despreocupación—, pregunté a mercaderes y prácticamente a cualquier persona aledaña a estas zonas pero nadie dijo haber visto a alguien con las características de tu amigo —se alzó de hombros sin mostrar turbación.


Afrodita por su parte chasqueó la lengua, pensando en donde podría estar la gema que muchos querían pero que nadie podía tener.


—Mañana tendrás que ingeniártelas para ir más lejos, Cornelia ha avisado que no nos queda mucho tiempo más aquí y que es posible que en esta misma semana nos movamos de sitio.


Los celestes ojos de Misty se agrandaron, su cuerpo se movió adelante por la impresión de tal noticia.


—¿En verdad nos largamos de aquí? —Dita asintió sin mirarlo— Gracias al cielo, ya estaba harto de ver lo mismo, nos hemos quedado aquí mucho más tiempo de lo que lo hemos hecho en otros lugares.


—Sí, es cierto pero yo no voy a irme tranquilo hasta saber que Surt tenga a ese miserable de Camus con él —expresó con los dientes apretados.


Misty vio interrogante a su hermano mayor, y mientras se limaba las uñas indagó en ese asunto que medianamente le hubieron explicado.


—¿Por qué tanto afán el que tienen tú y Surt de encontrar a Camus? Era un chico muy noble y… bastante lindo —Misty recordaba a su objetivo, siempre le pareció hermoso tanto dentro como fuera.


Dita se volteó al menor en un veloz e inesperado movimiento.


—¡No lo digas! —estalló casi fúrico— No quiero escuchar nada que celebre su físico de princesa, ni sus acciones de santo. ¡Eso me tiene enfermo! —pisó el suelo con el pie derecho fuertemente— ¡Sólo…! —inhaló calmándose— Concéntrate en encontrarlo que para lo que lo buscamos nos concierne a Surt y a mí nada más.


Sin esperar respuesta del asustado joven y sin pensar en decir una palabra más, Afrodita abandonó la carpa para ir a un lugar donde pudiera estar solo, pensar y fumar un poco para liberar esa carga emocional que llevaba encima. Le urgía encontrar a Camus y alejarlo de todo lo que ambos conocían, porque se conocía demasiado bien y comprendía que de tardarse más, iba a arrepentirse de lo que estaba haciendo y se negaría a llevarlo a cabo.


- ’ -


En una de las habitaciones de la residencia Escorpio-Acuario, se encontraba la gema gitana que tantos sentimientos ocasionaba sin ser consciente ahora reposando en la amplia cama de la pieza que le fue asignada, Kardia le atendió el golpe que recibió al proteger a Milo, la culpa lo asfixiaba al ver lo marcado que el cinturonazo estaba en la pálida piel del joven pero éste parecía estar más tranquilo sabiendo que cumplió su cometido de impedir que ajusticiaran a su agresor.


Además de eso el médico le pidió disculpas por el golpe, y el susto en nombre del escritor. Camus expresó que no había nada que disculpar y por el contrario, pidió disculpas a Dégel y Kardia numerosas veces ante los problemas que consideró estaba ocasionando con su presencia. Los mayores le pidieron que no pensara marcharse ya que él era una persona como pocas veces se encuentra uno en la vida y que deseaban profundamente que él fuera el que sirviera como un ejemplo a Milo.


- ’ -


Dégel bajaba las escaleras para reunirse con Kardia en el comedor. Al ver a su amado llegar, el griego indagó en el estado general del joven gitano.


—¿Qué tal siguió?


Dégel se sentó a su lado izquierdo a la mesa y suspiró más tranquilo.


—Se quedó dormido en lo que le estuve acariciando el cabello —los labios formaron una sonrisa enternecida al recordar lo hermoso que Camus lucía dormido.


Kardia parecía meditar algo antes de volver a hablar.


—¿Crees qué despierte en otro momento para que pueda cenar algo?


—No lo sé mon amour, ya tiene el pijama puesto, podría dormir hasta mañana pero ojalá le dé hambre. En otro momento subiré para ver si ha despertado.


Entre ambos se formó un silencio denso más no incómodo, Kardia aportó con sorpresa en su voz.


—Aún estoy asombrado por lo que ese niño hizo… Mi amor, Camus tiene una humanidad enorme, una que pensé que ya no existía en los seres humanos, pero él… me demostró con hechos que aún vale la pena creer en la bondad de otros.


El galo sonrió, envolvió una de las manos de Kardia con una suya.


—Si soy sincero cielo, nunca me esperé que Camie fuera capaz de algo como eso. Sentí tanto dolor cuando vi que él hubo recibido tu golpe y sólo pude pensar en que no debió hacerlo… Pero era muy tarde para impedir que sucediera.


—Sus padres han hecho un trabajo magnífico criando a ese muchacho, es una persona como pocas y eso es muy valioso. Me gustaría que Milo destilara esa humildad y sencillez, pero desde que se marchó mi hijo es otro.


Los ojos de ambos hombres se llenaron de tristeza al pensar que el cambio de Milo era por culpa de ellos y que en algo tuvieron que fallar.


—¿Qué crees que le pasó a Milo? Era tan diferente antes de viajar, pero parece que estar lejos de nosotros por ese tiempo le afectó —Dégel estaba apesadumbrado, quería comprender a su hijastro pero le estaba resultando muy difícil.


—Quizás su dichoso novio ha tenido que ver en ese cambio… —meditó serio, los ojos violeta se agrandaron.


—¿Novio? ¿Qué novio? —se preocupó.


Kardia lo volteó a ver, parpadeó antes de suspirar y negar con suavidad.


—Lamento no haberte comentado antes mi vida, han pasado tantas cosas desde ese momento. Ayer que estuve hablando con Milo, en un arranque de molestia se le salió decir algo de un tal Shura, al cuestionarle quién era terminó confesando que es su pareja desde hace seis meses.


—¡Cómo qué su pareja! —se escandalizó.


—Cálmate amor —lo tranquilizó para seguirle comentando—, Milo me dijo que ese joven vendrá en pocos días a nuestra casa, y que no nos había dicho por todo lo que estaba pasando.


Dégel pensaba lo que su esposo le comunicó, era sincero al pensar que los cambios de actitud de una persona no dependía de la compañía de otra, era más bien que Milo quizás ya arrastraba ciertas frustraciones que liberó al marcharse.


—¿Cómo dijiste qué se llama ese joven que está con Milo?


—Shura… ¿Pasa algo?


—Creo que he escuchado antes ese nombre —meditó—. Ahora lo recuerdo, me parece que es un escritor de novelas de origen español. Pero es más conocido en el mundo literario por su firma: Excálibur.


Kardia frunció el entrecejo.


—¿Estás seguro?


—Sí claro, estuve leyendo una noticia en el periódico hace un par de días, estaba en la primera plana y anunciaba la publicación de una nueva novela titulada como “Entre el silencio de tu adiós


—Entonces se trata de otro escritor… —concluyó sin emoción.


—Y no sólo un escritor, sino uno de novelas homoeróticas —dijo negando. Kardia alzó una ceja con incredulidad, pensaba que su hijo no podía darles más sorpresas pero se equivocó.


- ’ -


Milo en su habitación recostado en su cama pensaba lo que pasó hace un par de horas. Estaba analizando lo ocurrido detalle a detalle y llegó a la conclusión de que tenía que pedirle perdón a Camus.


Cuando sus padres estaban ahí ayudando al joven sentía coraje pero ahora que se hallaba tranquilo pudo pensar con cabeza fría que lo mejor era agradecerle a Camus lo que hizo por él, porque ahora aceptaba que todo fue por su jodida culpa. El menor nunca hizo nada para provocarlo y él solo se dejó llevar por las mismas ansias que le ocasionó su cercanía con el de cabellos turquesa. Camus nunca tuvo culpa de nada.


Milo tenía cierta confusión un estado desordenado de amor/odio por el gitano. Por un lado le atraía y sentía que fácilmente podría incluso amarlo cuando menos se diese cuenta pero eso era precisamente lo que le enojaba. Pensar que Camus quería hacer caer a sus pies a todo el que lo conociera le irritaba y por eso se resistía a ser bueno con él.


Pero para su desdicha, Camus era demasiado bueno, a pesar de lo que le hizo lo hubo defendido de la ira de su padre. Era increíble para Milo aquello porque él de estar en la posición de Camus, no hubiese movido un sólo dedo para evitar que su agresor fuera castigado sin contemplación. Aún así Camus lo hizo y aunque odiara admitirlo se sentía agradecido por ello.


—Lo mejor será que hable con él pero será mañana, ahora debe estar descansando…


Milo se levantó de la cama y fue hasta su escritorio al frente de una de sus ventanas. Tomó asiento frente a unas hojas y bolígrafos que se encontraban predispuestos, sentía el enorme deseo de escribir así que lo haría en forma de un poema que tiempo después sería una pieza clave entre él y Camus.


- ’ -


Kardia y Dégel siguieron conversando un poco más hasta que Dariella se acercó a ellos para comunicarles que la cena estaba lista. Dégel les dijo que subiría a ver si Camus habría despertado y de ser así les avisaría. Por eso el de cabello verde se dispuso a subir al segundo piso.


Dégel llegó a la puerta de Camus, abrió con el mayor sigilo posible y echó un vistazo notando que el menor seguía durmiendo. Suspiró cerrando de nuevo.


—Parece que Camie no despertará hasta mañana…


Se quedó un tiempo en el pasillo, e inconscientemente su mirada se giró a la puerta de la habitación de Milo, estaba preocupado por su hijo no deseaba que sintiera o pensara que habían dejado de quererlo. Dégel pensó que lo mejor que podría hacer ahora era ir y hablar con él y recordarle que a pesar de su error él aún le amaba. Y que Kardia quería lo mejor para él.


Se encaminó a esa habitación donde al llegar, tocó la puerta con gentiles golpes. Pronto las manos se juntaron nerviosas frente al vientre, esperando respuesta del otro lado.


Milo en el interior escuchó los toques en la madera, guardó aquel poema recién escrito en una de las gavetas de su escritorio antes de levantarse e ir a abrir no muy seguro de querer hacerlo. Pensaba que podría ser Kardia y en verdad que su padre era la última persona a la que tenía deseos de ver. Aún así fue a abrir la puerta. Los ojos turquesa se agrandaron casi imperceptiblemente al ver a Dégel de pie afuera.


—Papá, ¿q-qué haces aquí? —la voz reflejaba incómoda sorpresa, Dégel acariciaba su brazo izquierdo con la mano derecha en señal de nerviosismo.


—Ho-hola hijo —una tímida sonrisa se formó en sus labios—, quisiera conversar contigo. ¿Se podría?


Milo acarició su nuca no sabiendo muy bien que decir, pero no tenía corazón para negarle algo a Dégel ahora así que accedió.


—Está bien papá pero te diré que si es para discutir… —le iba a decir que no tenía el más mínimo deseo de debatir pero el mayor se apresuró a negar.


—¡No, no hijo! Te aseguro que no es para pelear contigo. Sólo deseo saber cómo estás —se acercó a Milo para acariciarle el cabello en un gesto cariñoso.


—Pasa si gustas…


Y Milo se apartó para que Dégel entrara y éste lo hizo escuchando al griego cerrar la puerta con suavidad detrás de él. El galo se acomodó en la orilla de la cama y Milo tomó su lugar de nuevo en la silla frente al escritorio.


—Ahora, dime de lo que deseas hablar en verdad.


La mirada violeta se vio más profunda, Dégel empezó a expresarse.


—Milo antes que nada quiero que sepas que pase lo que pase no voy a dejar de amarte y considerarte mi hijo. Porque para mí lo eres, Kardia siempre ha querido lo mejor para ti porque eres su vida, su razón de ser. A él le duele lastimarte y nunca lo haría por gusto mi niño… Quizás no lo creas pero nos ha dolido mucho llegar a todo esto, sólo te pido que no culpes a Camus por lo ocurrido, si deseas buscar un culpable, cúlpanos a nosotros que a lo mejor no fuimos tan buenos padres como creímos.


Dégel le hablaba con una tristeza palpable, a Milo se le hizo un nudo en la garganta al saber lo que él y su padre pensaban. Su actitud les hizo sentir que eran malos padres, algo inaudito para el menor porque él mejor que nadie sabía lo que esa pareja hizo y seguían haciendo para que estuviese bien, incluso lo apoyaron en su deseo de ser escritor cuando posiblemente de tener otros padres estos le hubieran dicho que esa era una perdida de tiempo, o peor, pudo no haber tenido la posibilidad de estudiar siquiera. Ahora más que nunca y tras analizar muchas cosas, se sabía afortunado por ser hijo de esos hombres que con amor y cariño hicieron de él lo que era, pero que mal les estaba pagando y se arrepentía en verdad por eso.


—Papá no digas eso… —Milo se levantó de la silla para arrodillarse frente al otro, tomando las blancas manos entre las suyas— Ustedes no han hecho nada mal yo… Yo lamento mucho todo lo que ha pasado, ustedes no tienen la culpa de nada, yo soy el único culpable de la ira de mi padre, de que tú pienses que han hecho mal las cosas cuando lo único que han hecho es criarme con comprensión y cariño.


—Milo… —Dégel se hallaba enternecido por las palabras del nombrado.


—No culparé al gitano por mis errores, he estado pensando y realmente no sé que me ocurrió con él, no me estoy excusando sólo estoy siendo sincero. Pero si te hace feliz pienso hablar con Camus mañana para disculparme por lo que traté de hacerle y también… Agradecer que se sacrificara por mi causa sin que yo me lo mereciera…


—Camus te ha disculpado ya, mi niño —le sonrió limpiando con el dorso de su mano izquierda una rebelde lágrima de emoción—, pero sí deseas hablar con él que sea porque tú lo sientas necesario y no por complacerme a mí, hijo.


Como acto final, depósito un beso maternal sobre el flequillo de Milo.


El griego pudo sentir una inmensa calidez venir de ese hermoso hombre de cabellos verdes, Dégel definitivamente se merecía su amor, gratitud y respeto y estaba decidido a demostrárselo de ahora en más.


El galo se retiró de su pieza diciéndole por último que enviaría a alguien para que le subiera la cena, Milo asintió despidiéndose de su papá con un abrazo sanador. Muchas emociones pasaron en un sólo día, comenzaba a creer que la presencia de Camus aportaría algo de sazón a sus vidas.


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).