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Gema gitana. por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Actualizaré este fic el martes 2 de junio. Gracias por leer

Capítulo XXI. “Planes”


- ’ -


Kardia se encontraba en el estudio contestando algunos correos que le enviaba uno de sus compañeros de turno, en eso estaba hasta que algo apareció en su mente. Aún mantenía presente el momento en que Milo le confesó que tenía una pareja evocó su conversación con Dégel tiempo atrás y se dispuso a teclear en su computador portátil, deseaba saber aunque sea un poco a qué atenerse.


—Veamos, quién eres, Shura Capricornio…


En pocos segundos obtuvo resultados de su búsqueda, de entrada aparecieron imágenes de lo que serían portadas de diversos libros, cuyo autor firmaba como “Excálibur”, Kardia leyó algunos títulos y admitía que eran interesantes. Salió de la sección de imágenes para revisar las páginas abajo, pronto encontró un título entre los resultados. “Shura Capricornio, la vida y obra del genio tras Excálibur”.


Aquello llamó la atención del médico y sin perder tiempo ingresó al sitio; era al parecer un blog de biografías de poetas y novelistas del momento, sonrió al ver en una columna del lado derecho en una miniatura, la imagen de Milo con un título similar al que lo hubo llevado a ese blog, salvo por su nombre y su seudónimo “Antares”.


Kardia se concentró en su objetivo principal y comenzó la lectura de los datos sobre Shura. Pudo saber que la edad del joven era de 25 años, agrandó sus ojos al saber que el otro es mayor que Milo, continuó leyendo.


—Shura Capricornio nació en Pirineos, España. Descubrió su pasión por la escritura a la joven edad de 8 años, inició su camino escribiendo poemas que más adelante formarían el primer poemario de cuatro, los cuales fueron los únicos y el inicio de su primer libro de misterio y romance: “Entre tu mirada y la mía”. Éste ejemplar fue el primer escalón de su ascenso al éxito y a posicionarse en los primeros puestos de ventas en el mercado literario —Kardia suspiró antes de volver a murmurar para sí mismo—. Quién lo diría, es un chico con talento…


Lo leído le impresionó bastante, iba a retomar la ficha pero la puerta siendo tocada llamó su atención.


Kardia alzó el rostro en dirección a la puerta intrigado de quién sería.


—¿Quién? —dijo lo suficiente alto para que quien tocaba pudiera escuchar.


Meditó que no se trataba de Dégel porque de ser así se habría hecho notar desde un principio, pensaba que era Dariella o alguno de los empleados. Le restó un poco de importancia y esperó por una respuesta.


El otro afuera de la puerta tragó grueso, aún estaba muy nervioso por lo que estaba haciendo pero consideraba que era lo correcto. Además de que sentía la enorme necesidad de hacerlo, después de estar con Camus conocerlo y saber lo que sentía por sus padres, pensaba en lo afortunado que era y deseaba agradecer y disculparse por su mala actitud pasada.


—P-papá soy yo… ¿Puedo pasar? —Milo sabía que Kardia estaba en el estudio gracias a Dariella a quien el médico le comentó su ubicación, por si ella o Dégel necesitaban algo.


Por eso fue que Milo aprovechó para hablar con su padre antes de que fuera hora del almuerzo y Kardia se fuera al hospital a la una de la tarde.


Por otro lado Kardia al escuchar la voz de Milo se impresionó, lo oía tímido y como lo conocía bien comprendía que su hijo estaba nervioso, quizás por pensar que aún tendría molestia por lo ocurrido. Sus facciones se relajaron y una sonrisa apareció, se sentía contento por recibir la solicitud de Milo para verlo. Se levantó de su asiento cerrando la PC de paso y se fue con dirección a la puerta, al estar ya ahí la abrió despacio siendo lo primero de ver, el rostro apenado del apuesto joven.


—Hijo… qué gusto verte… —la manera de hablar de Kardia le decía a Milo que su padre estaba casi igual que él y no se equivocaba.


Para ambos resultaba incómodo por lo que pensaban que el contrario sentía. Milo miraba a su padre con muchos sentimientos encontrados, no estaba seguro de que decir para romper la tensión y consideró que lo mejor era ser sincero.


—H-hola papá… —comenzaba con tono vacilante— Quería saber si podría hablar contigo —los ojos turquesa iban y venían de un punto a otro inquietos. Kardia asintió colocando una leve sonrisa en sus labios.


—Claro que sí Milo, entra y ponte cómodo, hablaremos de lo que quieras.


Kardia permitió que Milo pasara al interior del estudio, y tal como el mayor le dijo el escritor se sentó en una de las sillas que estaban frente al escritorio estilo Chippendale. Kardia cerró la puerta y se encaminó al punto donde estaba Milo, se sentó de nuevo en su silla y con una leve sonrisa instó a Milo a comenzar.


—¿En qué puedo ayudarte, hijo? — interrogó con su tono paciente, Milo tomó aire antes de responder.


—Bueno, verás quisiera… —su mirada se mostró decaída al meditar mejor sus palabras— No, más bien vengo a disculparme contigo por lo de ayer… Ya he hablado con Camus, le pedí disculpas y le aseguré que no iba a volver a lastimarlo pero creo que lo correcto es también pedirte perdón a ti y a papá por los desagradables momentos que les hice pasar con mi egoísmo…


Kardia veía a Milo y no podía más que sentirse orgulloso de que su hijo pudiera comprender que estaba obrando mal, además de sentirse más tranquilo de que las cosas entre él y el gitano estuviesen mejorando.


El mayor no esperó más para saltar de su lugar yendo enseguida donde Milo a quien abrazó fuertemente lleno de muchas buenas emociones, sintiéndose bien por saber que por mucho que la vida del joven hubiese cambiado durante su estadía en España seguía siendo su hijo, su pequeño. Aquel que ante una travesura aceptaba su error y trataba de enmendarlo, eso llenaba a Kardia de dicha.


Mientras tanto Milo se encontraba sorprendido por la reacción de su padre, sentía el aroma de esa colonia que lo remontaba a su niñez y sonrió cerrando los ojos y envolviendo a la vez la cintura del otro con sus brazos con fuerza, después de tanto volvía a sentirse como un niño que es consolado dulcemente luego de una caída. Se sentía tan bien el calor de su padre, su contacto ansioso y profundo lo hizo comprender cuanta razón tenía Camus; el valor de poder abrazar a un ser querido era invaluable y único.


—Milo, no sabes lo bien que me hace escucharte hablar así… —tenía tanta emoción atorada en la garganta y para Milo era reconfortante hacer feliz a Kardia ya que ni él ni Dégel le exigían algo del otro mundo, ellos sólo deseaban que pudiese ser un individuo comprensivo caritativo bondadoso y de un corazón justo y abierto.


Camus de cierto modo le ayudó a descubrir que su lado humano estaba dormido y ahora más que nunca se daba cuenta de que hacer feliz a sus progenitores también le daba alegría y paz a su corazón.


—Me alegra que te sientas bien por mis decisiones papá, yo no veía bien las cosas sólo estaba pensando en mí y eso es egoísta, no deseo que tú y papá se decepcionen de mí otra vez y por ello trabajaré mucho para hacer lo correcto siempre de ahora en más. Gracias padre…


El abrazo se fortaleció, ambos sentían gusto y tranquilidad de estar así, Milo descubrió que Kardia no estaba enojado y éste supo que su hijo no lo odiaba por tratar de reprenderlo, estuvieron así un poco más hasta que alguien nuevo llegó, era Dégel que al saber que su esposo está en el estudio fue a verlo para comunicarle algo algo importante.


El galo entró suavemente sin tocar, encontrando a los griegos en medio de su abrazo, al notar esto Dégel se excusó por la interrupción y se dispuso a marcharse y esperar pero Kardia evitó que se fuera.


—Mi príncipe ven, no te vayas… —Kardia se separó de Milo para convencer a Dégel de que podía entrar.


—No se preocupen es evidente que están compartiendo tiempo juntos, no fue mi intención interrumpirlos —comentaba apenado pero Milo terminó convenciéndolo.


—Papá por favor no te vayas, entra…


Dégel no pudo negarse a la petición de su hijo y aún apenado entró siendo recibido por un abrazo del griego mayor.


—Amor no nos dejes, mejor únete y comparte con nosotros este momento.


Kardia miró a Milo sonriente al tiempo que llevaba a Dégel con él, el hombre de ojos violeta se mostró interrogante pero tranquilo de ver a los dos hombres más importantes de su vida ahí juntos, esto para Dégel era una excelente señal de que la tensión entre ellos se había extinguido.


—Papá, ahora que también estás aquí quiero pedirte perdón por las cosas horribles que te dije por traer a Camus aquí, sé que te hice sentir mal de muchas maneras y me arrepiento por todo eso. Al tratar a Camus comprendí que él no es como yo erróneamente afirmaba y por el contrario es una persona increíble que me hizo ver lo afortunado que soy de tenerlos conmigo y poderlos abrazar y decirles lo mucho que los amo…


A Dégel se le humedecieron los ojos de la alegría que comenzaba a crecer en su pecho, estaba agradecido con el hermoso gitano por lograr que Milo pensara diferente y de forma más humana. No pudo resistirse al deseo de estrechar al escritor con las emociones a flor de piel, Milo de pie ahora recibió el abrazo con fuerza, acariciando esos cabellos lacios tan suaves al tacto. Al separarse miraron a Kardia con una gran sonrisa, ese había sido el momento más gratificante que pudieron tener.


Hablaron por algunos minutos sobre la interacción del más joven con el nuevo habitante de la casa pero Dégel recordó lo que había ido a comentarle al griego mayor.


—Me alegra que quieras llevarte bien con Camie, hijo —sonrió con cariño—. Por cierto se me olvidó lo que vine a decirte mon amour —miró a Kardia—, mi padre me ha llamado por teléfono quiere que vaya a verlo a la empresa…


Kardia conocía bastante bien a su amado esposo para comprender su inquietud, Dégel estaba preocupado y podía intuir el por qué.


—Comprendo vida mía, ¿irás?


—Debo hacerlo, iría ayer pero con eso de que llevé a Camus al centro ya no me quedó tiempo. De todas maneras pensaba ir hoy pero mi padre quiere verme ahí…


El galo jugaba con sus manos por su preocupación principal, sabía que Kardia se iría pronto al hospital y luego él mismo debería salir y lo que le preocupaba era dejar al peli-turquesa solo. Odiaba la idea de que Camus creyera que no deseaba estar con él. Dégel tenía planes de mostrarle esa parte de la ciudad pero hoy no sería el día. Milo escuchaba sin intervenir, pensaba con cierto enfado el cómo se atrevía aquel hombre nefasto a exigirle a su papá ir a verlo después de lo que le hizo a su propio nieto, el joven pensaba que de estar en los zapatos del francés, hubiese mandado al viejo bien al demonio.


—¿Te preocupa qué Camus se quede aquí encerrado, no es así mi príncipe? —le dijo con calma pero claro pesar en la voz.


Dégel se mordió el labio inferior asintiendo suavemente con resignación. El médico meditaba alguna solución que diera tranquilidad a su amado.


—Puedes hablar con él y decirle que debes atender algunas obligaciones, mi cielo.


—Creo que es lo mejor pero no sé cuanto vaya a tardarme, tú sabes que cuando me reúno con mi padre, siempre me atrapa la noche…


—¿Y por qué no le pides que te acompañe? Seguro le agrada…


—¿Y si se aburre de esperarme…?


La angustia parecía crecer con cada idea descartada, finalmente Milo se aclaró la garganta para llamar la atención de los mayores por primera vez en todo ese tiempo. La pareja lo miró y el muchacho habló.


—Papá yo tengo la tarde libre, si te parece bien puedo invitar a Camus a salir tal vez al cine, así no se queda aquí aburrido como una ostra.


Dégel parpadeó procesando lo que su hijo decía, después de algunos segundos sonrió con la más genuina alegría.


—¿En verdad harías eso, hijo?


—Claro, por qué no. Además hay muchas buenas funciones, Camus puede elegir la que más le llame la atención, luego podemos ir por un helado… —se encogió de hombros, no representaba mayor sacrificio para él y hasta le servía porque tampoco deseaba quedarse en su habitación el resto de la tarde.


Kardia escuchando el plan del joven sonrió de lado con una ceja arqueada.


—Milo hijo, ese suena como el plan de una primera cita…


Los ojos turquesa se agrandaron sorprendidos, él no lo había visto igual que su padre, Dégel por su parte trataba de no reír con una mano sobre su boca.


—Papá sabes bien que esa no es la intención —se cruzó de brazos—, de hecho es algo que he hecho muchas veces con Aioria y no es mi pareja.


—Ya, ya —intervino el galo moviendo un poco su mano izquierda al aire—. Está bien pequeño no le prestes atención a las bromas de tu padre, a puesto que a Camus le agradará la idea de que pasen una tarde juntos, puede que sea el comienzo de su amistad.


—Me parece bien entonces, iré a tomar una ducha, son las diez treinta de la mañana apenas, si salimos cerca de las doce lo llevaré a almorzar. ¿Qué les parece?


—Por mí está bien siempre y cuando lo cuides hijo —Kardia asintió.


—En ese caso iré a decirle a Camie que van a salir —el entusiasmado peli-verde se levantó de donde había estado sentado con la intención de ir a la habitación de su protegido para darle la noticia.


—De acuerdo, nos vemos en otro momento. Los quiero —sonrió el menor antes de abrazarlos a los dos a la vez para salir del estudio con rumbo a su recamara a cumplir con lo dicho.


La pareja se sentía contenta de ver el cambio tan radical que Milo había experimentado al conocer a Camus, le estaban muy agradecidos al joven por influenciar de buena manera a su hijo.


- ’ -


Minutos después de que Milo se fuera, Kardia creyó que sería bueno mostrarle a su esposo lo que había encontrado sobre Shura antes de que éste fuera a hablar con el otro francés.


—¿Lo investigaste? —Dégel se expresó sorprendido observando como el mayor abría el portátil para mostrarle el blog.


—Tenía que hacerlo, quería ver quien es ese muchacho que vendrá a ver a nuestro hijo. Mira ven y lee.


Dégel hizo caso de lo que pedía el otro, se sentó en la silla frente a la maquina y leyó lo que ya su esposo había conocido. Al terminar alzó su rostro para ver a Kardia con notable admiración.


—Te lo dije, este muchacho es un conocido novelista —se puso de pie—, lo más seguro sea que Milo lo haya conocido en la editorial para la que escribió en España. No sé tú amor mío pero yo creo que Shura es un buen muchacho, apoyemos a Milo en su relación y si él viene a visitarlo lo trataremos de la mejor manera posible —una cálida sonrisa fue dedicada al médico antes de recibir un abrazo del más bajo.


—Si tú lo dices entonces debe ser así mi príncipe —le besó—, entonces no nos queda más que apoyar a Milo y a su pareja.


—Gracias Kardia —respondió el gesto—. Bien voy a ver a Camus, nos veremos luego, quiero estar contigo en la comida…


—Yo también deseo compartir contigo, saludame a Camus.


—Claro que sí.


Dégel con la mitad de su cuerpo fuera de la habitación le lanzó un beso a Kardia antes de irse dejándolo solo. Él volvió su vista a la pantalla de la PC y suspiró pensando en como sería el joven Shura en persona, sin duda serían interesante conocerlo.


Los pasos apresurados del galo se encaminaban a la habitación del muchacho gitano que estaba profundamente entregado a su lectura, pensaba que desde el desayuno no supo de él más que lo que vio desde la ventana del pasillo. Estaba emocionado de decirle que Milo deseaba invitarlo a salir.


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Las largas falanges pasaban las páginas del libro con la mayor delicadeza, Camus estaba embelesado con los versos que ahora se quedarían en su memoria, las palabras, los sentimientos y emociones lo hacían suspirar y sentir que incluso podía escuchar una voz que no era la suya susurrando esos poemas que ahora lo entretenían.


Estaba por empezar un nuevo poema cuando escuchó la puerta, se levantó de la cama y fue a abrir.


—Señor Dégel, hola —Camus le saludó sonriente.


—¿Qué tal estás hijo? —Dégel re respondió de la misma forma.


—Ha sido una mañana interesante —confesó, el mayor supo a lo que se refería.


—Puedo imaginármelo, Milo ya nos ha comentado a Kardia y a mí que te pidió disculpas. ¿Cómo estuvo eso?


La mirada azul noche se movió al suelo, el gitano no encontraba la manera de expresar lo que sucedió sin tener que decirlo todo, se removió un poco incómodo pero pensó en que tal vez podría escapar de eso dándole un giro a la conversación.


—¿Gusta pasar? —le preguntó al galo mayor, él pudo notar que el estado de ánimo del joven cambió por alguna razón.


—Si no es mucha molestia…


—Ninguna, por favor pase —una imperceptible sonrisa se formó en los labios del muchacho mientras se hacía a un lado para que el otro entrara.


Ahora que ambos estaban frente a frente al interior de la pieza, Camus escuchó al más alto suspirar antes de de decir algo.


—Camie he venido a comentarte sobre algo —se sentó a la orilla de la cama, el otro lo imitó segundos después para escucharlo con atención—, escucha tenía planes de llevarte a conocer esta parte de la ciudad y que pasaros tiempo juntos pero a fuerzas debo atender un compromiso con mi padre hoy en la tarde, Kardia se irá a trabajar a eso de la una y pues… Yo estoy bastante preocupado por tener que dejarte aquí aburrido…


—No debe preocuparse por mí señor Dégel —las manos más pequeñas tomaron las más grandes brindándole al de cabellos verdes comprensión—, yo no me aburro con facilidad, de hecho puedo ocupar mi tiempo en la lectura o si gusta puedo ayudar con labores de la casa…


—No, no mi pequeño —lo interrumpió al escuchar lo último—, tú eres mi invitado de honor Camie, no necesitas hacer eso. De hecho vine a comentarte que Milo desea invitarte a salir hoy en la tarde.


Camus agrandó sus ojos y parpadeó un par de veces incrédulo de lo que le decía el otro, evocó de golpe el como se sintió estando junto al escritor y su corazón se aceleró, no deseaba ser descortés pero la verdad prefería quedarse en esa habitación y leer.


—N-no deseo ser una carga para el joven Milo… —se había puesto nervioso sólo de imaginarse caminando junto al griego.


—No digas eso mi niño, de Milo salió el querer que ambos compartieran la tarde juntos, de hecho ahora mismo está preparándose para que salgan a las doce y así invitarte a almorzar.


Un audible suspiro abandono el pecho del chico, lo que Camus más deseaba en ese momento era dejar de sentirse raro por Milo, pero estar toda la tarde con él le aseguraba que eso sería imposible.


No tendría más opción que acceder a aquella salida para que Dégel estuviese tranquilo era lo menos que el galo mayor se merecía de su parte.


Asintió inseguro y Dégel le acarició la mejilla izquierda en respuesta, quería ayudarle a Camus a prepararse para que estuviese listo a tiempo. Pero esa salida iba a ocasionar que un joven gitano con el encargo de encontrarlo, lo reconociera en las calles de la ciudad…


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