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Gema gitana. por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Quiero agradecer a todas las bellas personas que leen esta historia, en especial a
Altarf_27

que me ha regalado sus bonitos reviews en capítulos anteriores, un enorme saludo y ojalá te guste esta nueva entrega, un abrazo.


- o - ’ - o -

 Apenas bajaban del auto de Kardia, la pequeña familia llegaba finalmente a casa después de compartir una noche amena, el médico ayudaba a salir a su esposo del vehículo pero cuando Dégel ya estaba de pie un pinchazo en su pecho justo del lado del corazón lo hizo adoptar una mueca de dolor, llevándose la mano derecha al sitio adolorido preocupando a Milo y a Kardia que trataban de auxiliarlo.

—¡Dégel! ¿¡Dégel, mi príncipe qué te pasa!? —Kardia sostenía al peli-verde de la cintura, parecía que iba a desmayarse.

—¡Papá! —se acercó veloz el más joven de los tres— ¡Padre, qué le pasa a papá!

—¡No lo sé! Mejor hay que llevarlo adentro, voy a tomar su presión.

Milo asintió nervioso alejándose para poder ir a pedir ayuda a los empleados, Kardia por su lado cargó a Dégel cual princesa para poder llevarlo al interior de la casa y revisar que no estuviera sufriendo algún infarto.

—K-Kardia… —susurró con notable esfuerzo sintiendo como era llevado con rapidez.

—No hables mi cielo, no te esfuerces, estarás bien mi amor… —le dijo entrando por la puerta del lugar, las empleadas miraban preocupadas y angustiadas el estado del francés.

—N-no, no, Ca-Camus… algo le p-pasa a C-Camus…

—¿Qué? Mi amor no digas eso, ese joven a de estar en estos momentos con su familia bailando o algo, no te angusties.

—Señor la cama ya está lista para que el señor Dégel repose —dijo Dariella bajando de prisa por las escaleras junto con Milo.

—Muchas gracias —le dijo a la mujer comenzando a subir—. Milo hijo, ve a mi estudio y trae mi maletín por favor.

—Como digas.

El escritor se puso en marcha para cumplir con la petición de su padre. Milo se encontraba muy preocupado por Dégel, realmente no deseaba que algo le pasara, pero lo que ni él ni Kardia se imaginaban era que el galo estaba sintiendo la angustia de su propia sangre, como la “madre” de Camus, Dégel estaba conectado con él y ese sexto sentido lo ponía en alerta de que su pequeño estaba corriendo peligro en ese momento.

—Kardia, tengo que ir a buscar a Camus, él está en problemas puedo sentirlo —le decía afligido mientras que el peli-azul lo acomodaba de un modo correcto en la cama.

—Tú no irás a ningún lado, Dégel —le miró serio pero a la vez angustiado—, ¿cómo puedes pensar qué ese muchacho puede estar en problemas? Además ni siquiera lo conoces, sólo lo has visto dos veces en toda tu vida.

En el momento en que el peli-verde iba a refutar Milo entró con el maletín de Kardia, interrumpiendo la discusión de sus padres.

—Aquí están tus cosas padre —dijo al mismo tiempo en que se las entregaba al mayor.

—Gracias hijo.

Kardia tomó el maletín para comenzar a sacar sus instrumentos y revisar a Dégel que lucía inquieto y nervioso.

—Papá estás muy ansioso debes relajarte —Milo se sentó al otro lado de Dégel, aún estaba nervioso por el estado de su padrastro.

—Es que no puedo tranquilizarme, por favor necesito ir a buscarlo —ahora los ojos de un hermoso violeta comenzaban a cristalizarse.

—¿A quién? —el griego menor tomó entre las suyas la mano libre del galo, mirándolo sin entender.

—A Camus… puedo sentir en mi pecho que él está corriendo peligro —sollozó—, por favor déjenme ir a verlo.

La angustia de Dégel era palpable preocupando de mayor manera a los griegos quienes voltearon a verse sin saber que hacer. Comprendían que era imposible que el otro pudiera saber con certeza lo que estaba viviendo ese gitano que les vino a poner la vida de cabeza, pero parecía que entre más angustiado estuviera Dégel por ese chico, más inestable se encontraría su salud.

Kardia mientras tanto ya había tomado la presión de su esposo notándola un poco alta pero suponía que era consecuencia de las emociones que estaba experimentando en ese momento.

—Dégel, por favor —le suplicaba—, acabamos de llegar y tú ya quieres correr con ese niño. ¿Es qué acaso te gusta? —lo último Kardia lo había dicho con molestia mirando enojado al más bajo.

Los ojos de Dégel se agrandaron y sus pupilas se dilataron con terror al caer en la cuenta de lo que Kardia le estaba insinuando.

—¿¡Cómo se te ocurre!? —exclamó entre sorprendido, ofendido y furioso— ¡Se nota que ese niño es menor que Milo, podría ser nuestro hijo incluso! ¡Me estás tratando como un maldito enfermo Kardia!

Con la desesperación y la preocupación a flor de piel Dégel no pudo contenerse más, llorando con amargura haciendo que con eso y lo que dijo, Kardia se sintiera como un gran canalla. El médico ofendió a su amado con su acusación no pensada y ahora se arrepentía enormemente por eso pero qué más podía ser si fue esa misma tarde que su esposo conoció al peli-turquesa y ya se preocupaba por él como si lo hubiese tratado desde hace tiempo.

—Papá no te pongas así, te hará más daño… —el escritor trataba de calmarlo sin éxito alguno— Padre no quiso decir eso —miró a Kardia con desaprobación.

—Mi amor, perdóname no quise… —Kardia abrazó a un Dégel que trataba de resistirse— Soy un idiota, por favor perdóname.

—Yo sólo quiero saber que ese niño esté bien Kardia… Es que si mi hijo estuviera conmigo no podría permitir que algo le pasara y Camus es un joven con una inocencia que brilla en sus ojos.

Kardia lo presionó fuerte sobre su pecho sintiendo como la tela de su camisa se mojaba a causa del llanto del otro, al parecer no había nada que pudieran hacer para tranquilizar a Dégel por lo que el peli-azul mayor suspiró tomando una decisión, para él el bienestar del francés era lo principal así que si para que estuviera bien debían ir a ver que todo con Camus estuviera bien, él mismo llevaría a Dégel de vuelta a aquella plaza.

—Está bien mi príncipe cumpliré todos tus deseos, te llevaré a la plaza para que busques a ese muchacho.

Milo al escuchar a su padre se impresionó, no le parecía correcto que por ese chico su papá expusiera su bienestar, era verdad que se sentía atraído por el otro francés pero aún así comenzaba a sentir cierto odio por él porque por su causa Dégel actuaba diferente al grado de no importarle su propia salud con tal de saber como estaba, teniéndolo ahora como alguien importante cuando ni siquiera sabía más de él que su nombre y que era un gitano más.

—¿No crees qué es contraproducente que papá salga en estas condiciones, padre?

Kardia miró a su hijo no muy convencido.

—Lo es Milo, pero si con eso Dégel se tranquiliza, habrá que hacerlo —comenzaba a guardar sus cosas en el maletín de cuero negro.

—Compréndeme hijo, quiero tratar a ese muchacho como deseo que te traten a ti si llegaras a necesitarlo alguna vez —le sonrío para en seguida acariciarle la mejilla izquierda—. Recuerda que aunque tengas una buena vida, las cosas pueden dar giros inesperados y pueda que necesites la bendición que te da la ayuda desinteresada de otras personas, no todos en el mundo son malos mi niño, pero está en cada uno de nosotros hacer la diferencia —le dijo un poco más tranquilo.

—Quedate con Dégel un momento hijo, iré a buscar su abrigo, vendré de nuevo para ayudarlo a bajar las escaleras.

—De acuerdo, aquí te esperamos padre.

Kardia asintió con una sonrisa antes de besar a su esposo en la frente y abandonar la habitación.

Algo llamaba a Dégel a querer ir en busca de Camus, una conexión fuerte e innegable que le decía que lo mejor era darse prisa y no iba a desobedecerla.

 

- o - ’ - o -

 

—Así como lo escuchan, por derecho Camus me debe ser entregado —sonrió mordaz el pelirrojo con una pose segura,

Estaba convencido de que Albiore al ser uno de los más correctos y justos hombres en el campamento, aceptaría que desposara a Camus, de igual modo si se negaba él podría exponer a los otros gitanos que la familia del peli-turquesa era deshonesta e incumplía con la ley, logrando así que los echaran de su comunidad.

—¡El beso blanco debe ser dado y recibido por voluntad propia, y tú escoria se lo arrebataste a mi hijo!

Shaina estaba furiosa y en cualquier momento se le iba encima al chico pues su actitud cínica la hacía odiarlo.

—P-papá, papá te lo ruego no me entregues… —Camus lloraba hincado a un lado de Albiore, el miedo se lo comía vivo, prefería mil veces huir que terminar como el esposo de ese mamarracho.

—Hijo, pero. ¿Por qué no me dijiste nada de esto? —levantó al menor para acunar su fino rostro lloroso entre las grandes manos— ¿Cuándo ocurrió?

—H-hoy… —sollozó— Fue en la tarde cuando estaba en el lago, él apareció y aunque le pedí que se fuera se negó hasta que logró acorralarme y, y… Lo siento, si yo no hubiera ido al lago nada de esto hubiera pasado —se lamentó con verdadero sentimiento.

Camus sentía que era su culpa por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado pero ahora no valía de nada lamentarse. Tenía que ser fuerte, él no quería a Surt como esposo y por eso entendía que su gente no dejaría aquello así como así, una de las alternativas era que aceptara el compromiso, la otra que él y su familia se separaran de la comunidad para siempre siendo obligados a divagar solos, y la última y más factible para el oji-zafiro. Irse del lado de sus padres para que ellos no cargaran con el estigma de tener un hijo (a palabras de los más viejos de su grupo) promiscuo por el hecho de mantener contacto más íntimo con otros sin tomar el compromiso de la fidelidad.

Porque sí, si un muchacho o muchacha besaban a alguien era por amor y por el querer estar ambos juntos de modo correcto, pero el negarse a la unión era como estar dispuesto a tener más parejas únicamente por diversión o placer, cosa mal vista entre los gitanos. Era por esto que Camus no quería condenar a sus padres y hermanos a sufrir por su causa, a pesar que él no tuviera la culpa de nada y que en realidad el que debía ser echado de la comunidad fuera Surt. Él estaba decidido a irse, a ser tachado como regalón de pasiones, a alejarse de todo lo único que conocía, todo fuera para no acabar con un hombre al que no ama y nunca podría amar, además de no ocasionar vergüenza a sus padres ellos no merecía eso.

—Maldito desgraciado… ¡Maldito infeliz!

Albiore no podía contenerse, dejó a Camus con Shaina y arremetió nuevamente contra el oji-violeta. La mujer abrazaba a su hijo que lloraba con fuerza, sintiendo la impotencia de que Camus tendría que casarse con ese tipo que no respetaba a nadie. Pero su rubio esposo le estaba dando tiempo, uno que ella supo aprovechar al susurrarle al menor algo que lo dejó frío.

—Camus, hijo mío tú sabes cuanto te amo, te amo más que a mi propia vida y por eso no quiero que sufras nunca… Yo amé y amo a tu padre de eso no te quepa duda alguna, a tus hermanos los amo y adoro con toda mi alma y ellos te aman a ti, mi pequeño —se separó de Camus para verlo, notando los ojos azul noche desorbitados y derramando lágrima tras lágrima—. Tienes que huir mi niño, nosotros daremos la cara por ti a nuestra gente pero no quiero que ese bastardo te tenga, no te merece mi tesoro y por eso ahora mismo deberás irte, busca un escondite… —sollozó ella presa de todo el dolor de hacer aquello— Te prometo que cuando esto se solucione yo te buscaré para que estemos juntos de nuevo.

—M-mamá…

Shaina lloraba abrazando con mucha más fuerza el delgado cuerpo de su hijo, ella prefería que él se fuera, que se salvara de ese negro destino que para muchos se sellaba con un beso forzado, pero para ella no era ni el principio. Sabía que Camus era fuerte, y cuando ella y Albiore terminaran de luchar contra las leyes de los gitanos, lo buscarían y los cinco serían la familia que eran hasta ese momento.

—Lo haré mamá… lo haré porque no dejaré que ustedes, Hyoga e Isaac se queden sin hogar por mi estupidez, estaré bien y los esperaré. Lo prometo, te amo mamá…

El hermoso joven escondió su rostro en el esponjoso pecho de su madre por última vez, le dolía dejarla a ella, a su padre y a sus hermanitos pero era lo mejor para evitar que la gente los hiciera objeto de habladurías y desprecios. Tenía que irse, no había marcha atrás.

—Aprovecha ahora para escapar mi pequeño. El manto de la noche te dará anonimato frente a las amenazas —se soltaron del contacto—, ten llevate puesto mi pañuelo.

Shaina se quitó una mascada de vivos colores azules de su cabeza para colocarla con cuidado sobre la de su hijo.

—Así no verán tu rostro al marchar y nadie podrá darle pistas a este animal del rumbo que has tomado… Nunca olvides que te amo, te amamos y pediré todos los días a los dioses que te cuiden, mi hermoso niño.

Como último acto de amor de una madre, la fémina besó con todo el amor y dolor de su sangrante corazón la blanca frente del menor. Camus la abrazó con fuerza y el llanto cayendo cual catarata de sus zafiros antes de darse la vuelta y empezar a correr sin mirar atrás, con el corazón deshecho por abandonar a quienes más amaba en ese cruel mundo. Ahora más que nunca debía ser fuerte se lo debía a su madre quien era una amazona en todo el sentido de la palabra, pues su fortaleza, valor y semblanza lo formaron a él como un caballero pero como tal debía luchar por sus ideales y libertad.

Corría dejando tras de si tantas cosas buenas y malas, no sabía que le deparaba el destino y era ahora cuando se lamentaba por no haber dejado que su amiga Saori le leyera las cartas del tarot esa mañana, tal vez ella pudo haber previsto todo lo ocurrido, salvándolo de esa horrible situación. Sin embargo ya no hay pero que valga, su vida dio un giro de 180 grados y por el momento no podía hacer nada más que escapar.

 

- o - ’ - o -

 

Un elegante auto negro recorría las solitarias calles de la pequeña región, no era para menos no ver muchas personas caminando por las calles tenuemente iluminadas por faroles con motivos acaracolados en las esquinas, total que eran ya las once menos un cuarto y a esa hora la mayoría de las personas se encontraban descansando en la comodidad de sus hogares, algo que el conductor y el copiloto del vehículo no hacían desde hace más de media hora.

Kardia manejaba despacio por pedido de Dégel que no perdía detalle de lo que pasaba en las calles con la esperanza de ver algo que lo ayudara a saber que Camus se encontraba bien.

 

- o - ’ - o -

 

Dejó de correr hace poco, estaba realmente cansado pero le tranquilizaba sentir que se alejó lo suficiente de aquella plaza donde su gente y él mismo se presentaron hace unas dos horas ya consumidas por la oscuridad de esa noche sin luna. Deseaba que sus padres y hermanos estuviesen bien, en verdad los iba a extrañar. Ahora estaba solo y con frío en medio de las lúgubres avenidas, jamás se dio cuenta de lo aterradoras que lucían las calles de noche pero ahora no podría olvidarlo.

El sueño y el agotamiento por tantas emociones junto con todo lo que había llorado y las carreras que hizo, terminaron con su energía a una velocidad vertiginosa, obligándolo a caer de rodillas para pronto desplomarse sobre la banqueta, hundido en un sueño nostálgico igual al de la noche en que su abuelo lo dejó abandonado en una triste caja a merced de la incertidumbre.

 

- o - ’ - o -

 

—Parece ser que esa celebración gitana se puso movida, mira allá —Kardia hizo referencia a una figura con vestimentas gitanas que caminaba a paso lento al otro lado de la calle donde ellos se estacionaron, Dégel miró sintiendo pena por la persona—. Imagino que ese tipo está tan ebrio que ha perdido el rumbo, porque hasta donde yo sé el territorio de los gitanos está nueve calles hacia abajo de aquí.

—Pobrecillo —respondió afligido sin despegar la mirada de la figura— quizás le ha ocurrido algo Kardia.

—A parte de posiblemente beber como si el mundo se fuera a acabar mañana, no creo que le haya pasado nada malo, mi amor.

No podían ver el estado de la persona porque tenía una especie de translucido velo azul cubriendo su cabeza, hombros y brazos. Pero al ver como el cuerpo caía de rodillas y se desplomaba en el acto sobre el pavimento, Dégel no pudo quedarse de brazos cruzados.

—¡Kardia, esa persona necesita ayuda! —le dijo quitándose el cinturón de seguridad con la intensión de bajar del vehículo e ir a auxiliar al desconocido.

—Pero mi amor, ¿y si no es más que un borracho que ya no ha podido con su alma? —refutó para tratar de convencer al otro de no abandonar el auto— Además tenemos que seguir para llegar al sitio donde debe estar ese chico que quieres ver y se está haciendo tarde.

—Por los dioses Kardia —lo miró desesperado—, borracho o no necesita ayuda, tú eres doctor no puedo creer que no te preocupes por el bienestar de las personas. Sólo quiero asegurarme de que ese hombre se encuentre bien, y si no pues podemos llevarlo al hospital.

Kardia se pasó la mano derecha con hastío y frustración sobre el rostro, suspiró resignado y sin nada por responder contra de eso le dijo al peli-verde:

—Está bien, tienes suerte de que te ame tanto y no quiera dejar que vayas solo hasta allá. Vamos.

Dégel sonrió, amaba a su esposo porque aunque no lo demostrara era un hombre muy bondadoso y bueno.

—Gracias mi amor.

Ambos bajaron del carro, cerraron bien las puertas y cruzaron de acera para ayudar a aquel extraño hombre desmayado en la banqueta.

El francés se agachó para poder examinar que el hombre no tuviera alguna herida. Al notar que todo estaba bien trataron de despertarlo pero no hubo resultado.

—Este hombre no huele a alcohol, Kardia. Más bien parece desmayado… —notó Dégel, Kardia asintió.

—Tienes razón mi vida, déjame moverlo un poco para ver su cara.

Y así lo hizo, el griego levantó el cuerpo para poder girarlo asombrándose con el resultado.

—Dégel, ¿se te hace familiar? —le dijo a su esposo con seriedad.

El peli-verde se acercó para pronto exhalar un gemido de sorpresa y preocupación.

—¡E-es es Camus! —exclamó con las manos sobre la boca.

—¿No debería estar con sus padres y amigos? ¿Qué hace tan lejos y en estas condiciones?

—Kardia hay que ayudarlo, llevémoslo a casa y esperemos a que despierte para que pueda explicarnos por qué está así.

—¿Estás seguro de qué es buena idea? Ni siquiera lo conocemos Dégel.

—Kardia por favor, él nos necesita. No sé como explicarte pero estoy seguro de que Camus es un buen chico.

—En verdad que no entiendo como siempre me terminas convenciendo de hacer tu voluntad… —el médico alzó al menor en sus brazos— Vamos al auto y regresemos a casa.

Dégel asintió angustiado sin saber porque ese hermoso muchacho estaba tan lejos de su gente y solo en medio de la noche, pero estaba feliz de haber podido encontrarlo ahora deseaba que Camus estuviera bien.

Notas finales:

Bien, si los dioses me dan vida la próxima semana, nos leeremor por aquí el siguiente martes. Sigan bell@s ;)


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