Día 3: Bad Guys
¿Hacía cuánto tiempo que habían dejado de verse? Charasuke había perdido la cuenta de los días desde la partida de Menma. Ambos habían decidido estudiar en preparatorias diferentes, aunque ese “decidido” no fuera realmente de Charasuke, sino de su padre. Le había presionado hasta el punto de acceder a meterse a la misma escuela en la que había estudiado Itachi previamente, pese a que su deseo era ir a la misma que su mejor amigo. ¿Cuántas veces iba en las que debía agachar la cabeza y respetar la voluntad de su padre? Siempre teniendo que hacer lo que él dictaba como mejores elecciones para él. ¿Cuándo llegaría el día en el que una decisión fuera completamente suya?
―Nunca llegara ese día seguramente ―murmuró Uchiha mientras estaba sentado en un banco en el parque fumando.
―Oe, Charasuke ―saludó un sujeto que el mencionado conocía muy bien―. No creí encontrarte en un lugar así y menos fumando.
―Menma ―susurró con los ojos bien abiertos―. ¿Qué haces por aquí? Un niño bueno como tú debería estar en casa haciendo su tarea ―se burló logrando que el ceño de Namikaze se frunciera visiblemente con molestia.
―¿Y qué hay de ti? ―cuestionó acercándose para arrebatarle el cigarrillo de un sólo movimiento―. Se supone que eres un chico de futuro prometedor. ¿No estabas acaso estudiando en la misma escuela en la que estuvo tu hermano?
―No es asunto tuyo ―dijo enojado por haber perdido su cigarrillo.
―¿Qué mierda sucede contigo? ―cuestionó aún más enojado que antes―. ¿No se supone que eres un idiota alegre?
―Las personas cambian, Menma ―contestó el azabache mirándolo con una expresión que Namikaze jamás le había visto.
―¿Por qué razón lo hiciste tú? ―interrogó interesado mientras se sentaba a su lado―. No creo que tú lo hicieras sin motivo alguno.
Aunque no quisiera admitirlo en voz alta la presencia de su mejor amigo era lo más reconfortante para Uchiha en esos momentos. Menma seguía siendo su mejor amigo, al menos eso entendió al verlo sentarse a su lado, dispuesto a escucharlo. Charasuke no le pidió que oyera sus problemas y Menma no se lo ofreció tampoco. Esas palabras estaban demás entre ellos. ¿Por qué las necesitarían si pese al distanciamiento entre ellos su amistad seguía en pie? Sin darle más vueltas al asunto, el menor de los Uchiha comenzó a relatar su historia. La razón detrás de su rebeldía. Necesitaba alguien a quien decírselo y su mejor amigo era la única persona que lo oiría sin juzgarlo deprisa. Muy seguramente lo regañaría, insultaría y hasta sería capaz de darle un par de golpes en la cabeza, empero lo dejaría desahogarse a gusto.
En esa ocasión el de ojos azules no supo qué hacer. Se despidió de su amigo sin cruzar más palabras que las de un simple regaño y un coscorrón en su cabeza por estarse dañando la salud y ser una mala influencia para otros. El de ojos oscuros esperaba eso y se mantuvo en una corta penitencia al ver la decepción en la mirada de Menma. Se enorgullecía de ver ese sentimiento en los ojos de su padre, mas no en Namikaze. Sus familiares creían, o intentaban convencerse a sí mismos, que la mala conducta que llevaba desde hacía tiempo era producto de sus amistades. Sin embargo, él era la mala influencia. Quería atención de un tipo que no se atrevía a pedir en voz alta. Siguió frecuentando el mismo parque, sentándose en su lugar de siempre, esperando el día en que Menma volviera a aparecerse.
―Oye ―llamó Namikaze en cuanto lo vio en ese mismo parque semanas después―. Toma ―dijo dándole un estuche de guitarra.
Luego de aquello Menma avanzó despidiéndose únicamente con la mano, dejando a Charasuke con muchas preguntas rondando en su cabeza. Sólo pudo sacar en claro una cosa. Sonrió al ver el regalo de su amigo y lo interpretó como un mensaje de apoyo que él recibió de buena manera. Y aunque no lo supiera, ese simple gesto era lo que necesitaba Uchiha en esos momentos y era la razón por la que el moreno jamás se permitiría volver a apartarse de su “girasol”.