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Corre Noah, corre. por Neko_san

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Notas del capitulo:

¡Hola! Espero que estén muy bien. 

Y como prometí en las notas del capítulo anterior... ¡Acá está el capítulo del día miércoles!

Sin más; ¡A leer!

 

12.

En esta pálida habitación que me rodea, con una que otra cinta interceptada en mi cuerpo, se escuchan los pitidos de la máquina de los latidos de mi corazón. La presión ejercida en mi dedo índice que me conecta a la máquina y le ayuda a saber cómo estoy, también me ayuda a mantenerme un poco en la realidad. La habitación del hospital es fresca, con el particular perfume con que se la identifica, y, para mi deleite, silenciosa.

     Los efectos que surten de la morfina también me mantienen relajado, tranquilo; hacen que mis problemas se vean como puntos insignificantes. Ojalá lo pudiera tener todo el tiempo.

     El doctor cabecera me ha dicho que quiere mantenerme bajo observación por lo menos durante dos días, como máximo. Al parecer, me desmayé producto de una baja presión, pero de lo que quiere asegurarse es que el golpe que me di en la cabeza –al parecer al caer inconsciente mi cabeza dio contra el somier y luego aterrizó en el suelo– no me vaya a dejar ninguna herida interna.

     No ha pasado ningún día; me he despertado al día siguiente del acontecimiento perturbado y asustado. Según me dijo Adele, ya que no recuerda eso.

     Ahora lo he vuelto a hacer, pero estoy aletargado. Mirándome los pies que sobresalen de las blancas sabanas.  Mi mamá está durmiendo en el asiento de un rincón, segura de que aun sigo durmiendo. No la quiero despertar. Harold... supongo que debe estar haciendo el papeleo.

     Escuché decir a Magda, cuando desperté no sé hace cuánto y, evidentemente más sedado que nunca, que el tono de llamado de mi celular los había despertado a ella y a Harold en la medianoche. Como vieron que el tono no cesaba se acercaron a mi habitación, y fue cuando me encontraron desfallecido sobre el suelo.

     El que llamaba era Mica. Lo hizo hasta que mi padre salió del shock y la ambulancia estaba en la puerta, que le contestó. Hasta entonces, lo único que he visto ha sido el rostro de Adele.  Y lo que he percibido también ha sido la ausencia de mis problemas. Pero sé que es gracias a los analgésicos y a la morfina; como también sé que volverán tarde o temprano.

Las horas pasaron como segundos, porque Mica es a quien veo entrar a mi habitación.

     –Hola –saluda con una pequeña sonrisa, cierra la puerta con cuidado de no aturdirme y se acerca hasta la camilla–. Tus padres me dijeron que estás mejor, ¿cómo te sientes?

     Me acomodo en la camilla de modo que quede sentado sosteniéndome con los brazos e irguiendo un poco la espalda. –Bien, sólo me duele el golpe de la cabeza –señalo el lugar–. Ellos me dijeron que no paraste de llamarme en toda la noche; si no, no se hubieran dado cuenta.

     –Cuando escuché un estruendo y no me contestabas supe que algo te había pasado. No tenía el número de tus padres por lo que se me ocurrió llamar intermitentemente hasta que al menos eso los despertara, pero estuve a punto de llamar a la Policía para que fueran por ti.

     –... Gracias. –Quiero sonreírle, pero los analgésicos a penas me permiten esbozar la diminuta sombra de una sonrisa.

     Se acomoda en el asiento de mi madre y permanece en silencio. Sus labios están fruncidos.  Sé por su expresión que quiere hablar de eso pero no se lo permite; quizá cree que tocar el tema  provocará que me dé un ataque de histeria o de algún modo me hará daño.

     –Lo recuerdo, recuerdo que te dije que era Logan.  –Creo que acabo de sorprenderlo al decir lo que tenía pensando al ver su cara de asombro.

     – ¿Por qué lo dijiste? Mencionaste también que:« El niño es Logan ».

     Lo miro atentamente. Pero lo que trato de buscar no es su mirada inquietada, sino más bien el hueco de los recuerdos.

     Me remonto a ese momento exacto:

     Era jardín de infantes. Y yo aún no podía escuchar. Había un niño en mi salón, al que nadie se acercaba, y yo no entendía por qué. Sus ojos eran verdes como las hojas de los árboles y su cabello rojo, no como la sangre o la tinta de los lápices o una manzana, era ese rojo en las nubes cuando son iluminadas por los rayos del sol. Era muy delgado, recuerdo.

     »El primer contacto que tuve con él fue en descanso. Él estaba arriba de en unos de los trenes que teníamos en el patio, apartado de todos. Quieto como una estatua. Me acerqué a él para invitarlo a jugar, pero sólo me miró sin ninguna expresión, y se volvió. Entonces ante su indiferencia insistí; le mostré y presté mis juguetes, aun así continuaba inmóvil, pero me observaba mientras jugaba conmigo mismo. En ese tiempo no me percataba de muchas cosas, como que los demás se burlaban de mí; y como también no le presté atención en si le agradaba o no a ese niño. Al finalizar la clase me despedí de él y cada uno por donde había llegado.

     »El segundo fue el último: salí del salón, eche un vistazo por todos lados esperando verlo, hasta que lo encontré. Me hizo unas extrañas señas para que me acercara y fui corriendo. Él se hundió detrás del tren y, cuando estuve lo suficientemente cerca para asomar la cabeza para ver qué estaba haciendo; él dio un salto, repentinamente se puso de pie y, con una mano colgando las orejas de un conejo decapitado, comencé a gritar y a gritar. No me pude mover hasta que unas manos me alejaron.

     Después de eso él nunca más volvió a aparecer. Y yo nunca más volví a pisar ese recuerdo; hasta el punto en que olvidé la razón por la que aborrecía a los conejos, de que ese niño alguna vez existió y... de que ese mismo niño se llamaba Logan.

     –... creo que por eso ocultaba su rostro: para no verle. Para no poder identificarlo –Espero una respuesta de Mica, pero no agrega nada, por lo que continuo–. Tal vez él desde un principio me reconoció.

     –Has estado con él desde el primer año, ¿por qué te haría esto? ¿Por qué ahora?

     –Probablemente quiera terminar el último año a lo grande –comento ignorando cómo deben escucharse esas palabras. Tal vez irónicas, satíricas, o tristes... no lo sé. –. Él me reconoció. Yo lo expuse en jardín de infantes y quizá por eso no lo volví a ver. Y a lo mejor eso mismo le acarreó problemas de quién sabe qué magnitud.

     –No lo creo, Noah –replica con voz suave, tratando de que no se escuche reprochante–. Yo no vi nada dudoso en su comportamiento en el colegio... –se interrumpe– igual que a los demás. –comenta con voz baja, algo defraudado por lo que acaba de decir–. Yo me inclino más por James, aun cuando los de seguridad no lo hayan visto entrar.

     James. Me había olvidado mencionárselo.

     –Ayer al regresar de la escuela lo vi salir de mi casa. Habló con mis padres; me dijo que los puso al tanto de que alguien me acosaba... –Antes de seguir, una punzada de luz brillante me detiene, similar a la sensación de que te percatas de algo que tenías en frente. –... si él fuera“esa persona”, ¿por qué iría a la casa de mis padres? ¿Por qué se delataría?

     Ambos nos damos cuenta de que lo que acabo de decir es un punto crucial y valido. Algo que sacude con fuerza todas las conjeturas que habíamos trazado y, como efecto correlativo, me animo a decir que nos deja sin nada.

     –Anoche... ¿te desmayaste por Logan?

     Su pregunta desarrolla un extraño efecto que hace marchar atrás los efectos de la morfina.

     –No –agito la cabeza–, quiero decir: en parte, pero... –El terror empieza a dominarme. –había un hombre, había alguien en el patio de mi casa, ¿no le han visto? ¿Mis padres no lo han visto o los de la ambulancia o alguien más? –me perturbo al recordar a esa figura, con las manos en los bolsillos, una capucha escondiendo su rostro y observándome.

     –Cálmate, Noah –coloca sus manos en mis hombros ejerciendo cierta fuerza para volver a colocarme en mi sitio; el pavor no me hace dar cuenta de que me he puesto de pie y de que el sonido del pulso de mi corazón se ha acelerado–. Descansa, yo... –apunta sus ojos por partes de la habitación; pensando–... creo que no deberíamos seguir, tienes que reposar...

     –No –replico–, necesito saber si le han visto. Dime.

     –No, no que yo sepa.

     – ¿Seguro? ¿Mis padres no te lo dijeron o... al menos no los oíste hablar a los enfermeros o al conductor de la ambulancia?

     –No, no me dijeron nada; tampoco escuche algo parecido en el hospital.

     Suspiro. Suspiro por el hecho de saber que no les hizo nada a mis padres; aunque los encontré bien, pero por una parte, pienso que se escabulló. Eso quiere decir que... sabe dónde vivo. Ahora sé que él lo sabe.

     – ¿Cómo era la persona? –habla de repente– ¿Recuerdas cómo era la persona? Si lo haces tal vez podamos sacar algo de eso.

     –... Era alto, muy alto –admito centrándome en recordarlo–. Quizás un metro ochenta... ochenta cinco o más alto. Era delgado... pero no puedo saber cómo era su rostro, llevaba una capucha que lo cubría, aparte de que estaba oscuro.

     – ¿Qué estilo de ropa llevaba?

     –Un abrigo gris deportivo, muy delgado para estar en la noche; los pantalones eran holgados y negros; y llevaba zapatillas de color blanco.

     –Bien... –exhala aliviado–, ¿sabes si en la carretera había algún automóvil que pudiera pertenecerle? Posiblemente si tenía uno fue como él pudo escaparse para que nadie lo viera.

     –No que recuerde –niego–. No puede haber sido Simón o Ezra –soliloquio–. Ellos son más bajos que la persona que estaba en el jardín.

     La puerta es abierta y ambos viramos para ver de quién se trata: Es la enfermera, avisándonos que el horario de visita se terminó.

     Yo y Mica nos contemplamos apenas la puerta es cerrada: diciéndonos sin una palabra que esto no ha terminado. Apoya sus manos sobre los brazos del asiento para ponerse de pie, cuando una vibración nos estremece. Reconozco esa vibración. Ladeo buscando la fuente de su emisión y resulta ser mi móvil, que está sobre un pequeño escritorio blanco.

     Mica se acerca a recogerlo y me lo entrega. Deslizo mi dedo para escrutar con qué me encuentro en la pantalla; un mensaje. El número resplandeciente me es familiar. Busco la mirada de Mica y luego la vuelvo a enfocar a mi celular. Él parece entenderlo ya que se sienta con cuidado a mi lado. Inclinando su cabeza para ver mejor y a la vez rozando su hombro contra el mío.

     Número desconocido: « Espero que no haya sido nada grave lo que te haya pasado... De cualquier modo te dejaré tres días para que te recuperes. Una tregua, ¿te parece?

 Mejórate. »

     Siento como la humillación y la rabia se chocan como dos fuerzas opuestas; sin embargo la morfina consigue apaciguar ese efecto haciéndome quedar indiferente ante el mensaje, como si no me hubiera lastimado en absoluto. Pero en cambio es Mica quien reacciona como yo lo haría si no tuviera este sedante corriendo por mis venas.

     Se alza con arrebato con el ceño fruncido, poniendo una expresión de desagrado. Negándose con el movimiento de su cabeza haber visto algo tan semejante.

     –Quiero... –dice rechinando los dientes–... voy a detenerlo, vamos a detenerlo –me mira aun con su rabia en el aire–. No te vas a rendir, ¿no? 

     Creo que al ver que no he reaccionado como cualquiera se esperaría (con un arrebato de enojo, un llanto o histeria), ha interpretado que me he dado por vencido, por lo que me apresuro en aclarar–: No. El sedante me  –apunto la cuerda del analgésico–... mantiene a raya. Apenas puedo sentir algo.

     –Ah... cierto.

     Apago el móvil y lo lanzo a una parte de la camilla. Mica y yo nos miramos hasta que se acerca a la puerta listo para marcharse. No obstante, se me escapa:

     –Él debe saber de ti –se detiene en seco–. Has venido al hospital y, seguro también debe saber dónde estoy. Aquí –guardo un minuto en silencio–. Te has expuesto.

     –... Pues si quiere venir a por mí, que lo haga –agrega sosteniendo la puerta–. No le temo. Y le voy a dar lo que se merece. –dice con aspereza y sale de la habitación.

     No me da mucho gusto decirlo pero, envidio la seguridad que tiene... ojalá pudiera ser la mitad como él. Ahora no hay motivos para pensar que Mica pueda ser “esa persona”: estaba hablando con él por teléfono cuando esa figura apareció en mi patio y, no hace poco, cuando el mensaje llegó, él estaba aquí mismo; Ezra y Simón no son tan altos como la persona que estaba plantada en el jardín. Por lo que quedan James, al que... el sólo hecho de haberse –si hipotéticamente fuera esa persona– delatado, hace que no ninguna deducción que saque parezca estable e inflexible; Rory, quien parece tener todos los motivos del mundo para querer arrancarme la cabeza; Ethan, a quien sólo puedo atribuirle la teoría de la detonación; y... Logan, quien está en la punta de todas mis dudas.

     Pero firmemente y sin vacilar me inclino a Logan. De sólo imaginármelo sé que sería capaz, quiere darme mi merecido. No quiero recordarlo... me dan escalofríos cuando lo hago. Es una sensación que... no se la desearía ni a esa persona.

     En lo único que quiero pensar y sentir es el alivio y el consuelo que me ofrece la morfina. Creo que podría hacerme adicto a esto. Podría pedir que me den una buena dosis para cuando lo necesite... no, eso sería todo el tiempo.

     Los dos días pasan sin problema. El doctor me da de alta y yo regreso a casa.

     A pesar de que he insistido en asistir a la escuela mis padres no me lo han permitido. Quieren que descanse al menos este día en el que he regresado; pero mañana tengo pensado ir de todas formas aunque ellos protesten.

     Adele y yo, por alguna razón, nos hemos vuelto distantes. A veces me mira por mucho tiempo; cuando la capto, ella me esboza una sonrisa o aparta la vista. En ocasiones frunce sus labios, como si quisiera sellar su boca para no decir algo que tiene en mente, algo que la mantiene por largos minutos enfrascada. Mirando a la nada.

     Me intranquiliza pensar que estará recapacitando acerca de la verosimilitud de la advertencia de James.

     La hora de la cena arriba. Bajo para ir a la sala pero me encuentro a mi madre a mitad de las escaleras subiendo con un plato de ternera y un vaso de leche.

     –Iba a llevártelo a tu cuarto.

     –No es necesario –sacudo las manos y luego las dirijo para tomar el plato y el vaso–. Estoy bien, no te preocupes.

     Da una pequeña sonrisa y me sigue hasta la habitación.

     –Noah –me nombra suavemente. Tomo asiento en la cama y ella me imita. –... ¿Estás bien?... no–se detiene. Puedo ver que hace una mueca en su rostro afligido. –, ¿no tienes algo que decirme? ¿Cómo te está yendo en la escuela? Apenas has platicado de eso.

     Mi corazón se retuerce al ver su expresión. Lo ha estado pensando. Pero si quiero protegerla, tengo que actuar bien. Tengo que hacer que deje de pensar en ello.

     –Estoy bien, de verdad –digo tratando de sonar creíble–. En la escuela no hay nada nuevo, por eso no hablo de eso–aguardo un segundo–, no –me corrijo–, tengo un nuevo amigo: se llama Mica. El que me visitó en el hospital.

     –Ah, sí. Lo recuerdo –Parece un poco más radiante. –. Es muy lindo. –se ríe. Pero en vez de regañarle, sólo la acompaño en su coro de risitas. –Se ve que es un buen chico.

     –Sí, es el presidente estudiantil. Tiene las mejores calificaciones; siempre está en el primer lugar de todo –Resopla con la nariz al mismo tiempo que sonríe. Una sonrisa entristecida. –.  Mamá –la toma de la mano, pero ella baja la vista hasta que la vuelve a fijar en mí. –Ey, estoy bien. No tienes por qué preocuparte. Tú sabes que si estuviera pasándome algo correría a decírtelo, ¿no?

     –... Sí –responde con algo de dificultad. Esta vez los labios se le extienden más. Se pone de pie y se acerca a la puerta. –Come y luego descansa. –asiento y se marcha.

     No lucía haberse quedado satisfecha. Se ha ido con la misma preocupación con la que había llegado, y me apena no poder actuado mejor, de reconfortarla. No quiero que la confianza que deposita en mí se desmorone.

     Si esta es una pequeña muestra de cómo se volvería nuestra relación si ellos se enteraran... dudo que pueda continuar.

     El autobús ahora me espera para ir a clases y, es el último día de la tregua.

 

Notas finales:

¡Hola de nuevo! Espero que les haya gustado el capítulo... :T; sé que ha estado relax, pero no va a durar mucho: ya le estoy agregando fire al siguiente capítulo. :D

¡Nos leemos!

 


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