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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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Esteban hablaba con el pelinegro idéntico que acababa de cogerlo, cuando desvió el rostro y lo miró.

A Matías casi le da un infarto, saltó del taburete en el que se había sentado para descansar de la cogida, pasó directamente hacia su lugar detrás de la barra, tomó un trapo y comenzó a limpiar manchas inexistentes.

-Tranquilo -lo paró Raul poniéndole la mano encima. -Ni que le hubieses sido infiel. Primero: nunca se animaba ni siquiera a mantener una charla contigo. Segundo: no tenías absolutamente nada con él. Tercero: ¿qué tal coge el hermano?

-Me desarmó y me volvió a armar -lo resumió mordiéndose el labio de abajo y poniendo los ojos en blanco.

Su platinado amigo largó una carcajada y luego tosió mientras le pegaba una patada en el tobillo.

Matías pegó un grito y levantó la pierna para devolver el golpe cuando sintió la voz de ese hombre hermoso.

-Vante, tocas el saxo todas las noches? me niego a pasar otra día sin escucharte.

Matías sonrió como idiota, bajando la cabeza y pasando un dedo por la barra; Raul vio la muestra estúpida de timidez, justo del hombre menos tímido del planeta y se alejó para no cagarlo a trompadas.

-Suele cantar también! -susurró desde atrás Esteban y a Matías se le borró la sonrisa idiota, lo miró asustado.

El pelinegro hermoso sin la cicatriz, giró hacia su hermano.

-Si me decías antes que este dios griego existía en este mundo, venía mucho antes al lugar! -y retornando la mirada al rubio, le explicó -Mi hermano siempre alababa el bar, pero no sabía qué había tan interesante! ahora lo comprendo. Mi nombre es Ernesto. ¿Crees que podamos tomar algo mañana?

Y Matías dudó.

Matías era el típico hombre que necesitaba el amor en su vida para subsistir. 

Ambivalente: amaba u odiaba, los términos medios no le interesaban. La gente que no le llamaba la atención la borraba de la memoria. Había hombres con los que cogía pero si no llegaban a colmar sus expectativas no solo en torno a lo sexual sino a lo mental, luego los cruzaba por la calle y ni siquiera reconocía los rostros.

De Esteban se había enamorado a lo idiota.

Seguramente si ese hombre tímido y hermoso bajaba al sótano, podría ver su nivel de obsesión y enamoramiento. Un mes atrás tenía 15 retratos de su rostro, ahora ascendían a los 50. Todos en hojas A3 y con la técnica del carboncillo más uno al óleo de 50x50 en el que estaba trabajando.

Ese hombre idéntico a su amor le preguntó si quería tomar algo con él y lo único que pudo hacer fue mirar el pómulo y advertir que la cicatriz no estaba.

Comenzó a estudiarlo.

Sí había diferencias: la mandíbula no era tan marcada y los ojos parecían levemente más anchos. Él como artista, como estudioso de los mínimos detalles tendría que haberlo visto, pero la emoción por tenerlo sobre él lo obnubiló.

-Creo que podré! -respondió y vio de reojo como Esteban, que estaba detrás de su hermano, bajaba el rostro y se retiraba lentamente.

***

Eran las dos de la madrugada y el rubio estaba sentado en el piso mirando el boceto de 50x50, listo para ser pintado.

-Sabías que estás enfermo? -preguntó Raul mientras terminaba de acomodar unas cajas.

-¿Crees que hice bien en aceptar la invitación de su hermano? a mi me supo a traición, en estos momentos me siento el judas de la historia.

Raul se detuvo un momento a pensar.

-Te dieron las 30 monedas de plata?

-Tu sabes a lo que me refiero.

-Estás enamorado como enajenado de ese hombre, pues éste es el mismo solo que sin la timidez que te estaba sacando de las casillas. Creo que hiciste lo correcto.

-¿Estar enamorado de él no implica también de su timidez?

-No te pongas en calidad de filósofo, Maty, es tarde y quiero cerrar para ir a dormir. Aparte me dijiste que te gustó la cogida, deberías dejar de lado a Esteban y concentrarte en este otro, en una de esas, éste es el indicado. Prepárate, te llevaré a tu casa.

-No, quiero seguir pintando, yo cierro.

-Matías no es conveniente que te quedes tanto tiempo, aquí apesta a esas pinturas, se te va a terminar por freír el cerebro. Tal vez ya lo tienes estropeado y por eso se te da lo de "ser o no ser" a las dos de la madrugada.

-Yo cierro -volvió a responder el rubio con una sonrisa y vio a su amigo partir.

Mentía, el dinero no alcanzaba y no quería aparecer por su departamento porque ya tenía un aviso de desalojo y el arrendatario le había tirado la indirecta que si se dejaba coger, le perdonaba un mes de alquiler y estaba tan desesperado que lo había considerado en más de una ocasión.

Necesitaba conseguir más dinero, con lo que obtenía del bar nunca alcanzaba, los materiales para pintar eran caros. Tenía la loca idea de poder presentar sus obras en alguna galería y dejar de ser el barman para convertirse en un pintor respetado. Castillos en el aire. No perdía nada con soñar, todavía no le cobraban por hacerlo.

Sacó una frazada que tenía oculta entre los lienzos nuevos y subió al bar, juntó un par de mesas y se acostó sobre ellas para dormir. El despertador del celular sonaría en un par de horas, necesitaba desayunar y un baño, no había ducha en el Scenary así que se la tendría que arreglar con el agua fría de los lavabos, todo eso antes que Raul apareciera a las 7 de la mañana. No quería que su platinado amigo supiese por las dificultades que estaba pasando, a veces sentía que lo ponía en aprietos. El bar estaba de moda, pero la gente no hacía grandes consumisiones y no podía quejarse por el sueldo. Sus gastos eran muchos, pero prefería quedar sin comer a dejar de lado la pintura. 

Dejar de pintar era renunciar a sus sueños y sin sus sueños, Maty se sentía uno más de la gran masa amorfa de la sociedad obsecuente y capitalista y eso... eso lo hacía sentir del asco.

No quería admitirlo, se negaba a visibilizar su costado mezquino, pero necesitaba un novio con dinero que pudiera ayudarlo de vez en cuando; y al día siguiente, cuando el hombre hermoso sin cicatriz le escribió y quedaron en verse a las 10 de la noche (su hora de descanso) para salir a cenar, vio una posibilidad al final del túnel cuando se subió a su Lamborghini gris plata.

***

-¿Tienes solo una hora para cenar?

-No, puedo tomarme un poco más de tiempo -le aclaró el rubio mientras se miraba sus zapatillas gastadas que desencajaban en semejante auto.

-Quería que cenemos en el Restaurant Stigma, pero no nos dejarán entrar a ninguno de los dos con estas fachas, ¿crees que pueda dejarte en tu casa para que te duches y te cambies y yo haga lo mismo? -Matías lo observó, lo estaba diciendo por él, porque el pelinegro estaba vestido de manera informal pero se notaba que solo el jean que llevaba valía varios de sus sueldos. Se sintió incómodo y Ernesto lo notó. Le puso la mano en el muslo mientras conducía y agregó 

-O podemos ir a mi casa que está a cuatro manzanas de aquí, será más rápido y te presto ropa, ¿te parece?

-No, Ernesto, propongo que vayamos por una hamburguesa en El Ronroneo, es un bar que está más adecuado a mi bolsillo -le respondió con sinceridad y Ernesto lo observó un momento.

-Y que te parece ir a mi casa a cenar? podemos pedir unas pizzas y comer jugando videojuegos! No te lo quise proponer al comienzo porque sentí que me tenía que lucir en nuestra primera cita!

Ernesto le cayó mejor. Matías le sonrió y el pelinegro le tocó los labios con un dedo.

-Tienes una sonrisa que podría valer un millón de dolares -dijo y el rubio bajó el rostro avergonzado.

Ernesto estacionó a los minutos en el garaje de una casa de tres pisos y Matías se sintió la cenicienta mugrienta del cuento.

Volvió a mirarse las zapatillas grises desgastadas y descubrió un agujerito en el lado derecho por donde se veía su vieja media rosa.

Ernesto salió del vehículo y corrió hacia su lado para abrirle la puerta y darle la mano. Tanta caballerosidad no solo lo hacía sentir la sirvienta pobretona de las novelas sino también manco.

El pelinegro lo hizo entrar a la casona.

-Vivo en el primer piso -explicó poniéndole la mano en su espalda baja y conduciéndolo hacia unas escaleras.

Estaba por preguntar quien vivía en los otros pisos cuando una voz tímida lo saludó desde un lateral del salón.

-Buenas noches, Vante.

Matías giró y lo encontró: era el hombre de la cicatriz, leía sentado en un sillón y le sonreía con tristeza... o sólo le sonreía? que más había en esos ojos? quien sabe, tal vez él quería encontrar algo más! tal vez ver algún reclamo!

No, el hombre de la pequeña cicatriz solo sonreía por cortesía, porque lo estaba saludando. No había nada más.

-Buenas noches, Esteban -le respondió y se dejó llevar por el pelinegro incompleto, por el hombre que no tenía la cicatriz, por el otro que no era tímido, por aquel del que no estaba enamorado.


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