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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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Dejemos de hablar de Matías.


Olvidemos por un instante al rubio enamoradizo... ¿qué pasa con Esteban?


Cuatro meses atrás, Esteban caminaba de noche luego de una larga jornada en el hospital cuando escuchó una voz grave cantando una canción lenta. Lenta y relajante. Miró hacia el lugar de donde provenía el sonido, era un bar. 


Dudó unos segundos. 


Sus colegas solían hablar del Scenery y ahí estaba, frente a él, sin haberlo buscado. 


Era un bar de moda y no le gustaban los lugares atestados de gente. Quería leer unas historias clínicas y para eso se necesitaba un lugar tranquilo y con buena luz. Esos bares estaban hechos para gente que socializaba y les gustaba "ligar". 


Se manejaban entre penumbras y en la mayoría de los casos olían a marihuana. Pero la voz... la voz hizo que mientras pensaba en todos los contras que tenía un lugar así, ingresara.


Esa fue la primera vez que vio al rubio.


Era de esos hippies que andaban pululando por ahí, vestía ropa ancha que dejaba escondido su cuerpo delgado. Tenía una voz hermosa.


Se sentó en una mesa que había en una esquina oscura, se permitió pedir una cerveza aunque era martes y los martes no bebía alcohol y durante los 40 minutos que el rubio cantó, se olvidó de las historias clínicas.


Comenzó a frecuentar el bar: martes, jueves y viernes. Sólo viernes alcohol y no más de un vaso largo de cerveza negra. Conocía gente que pedía las botellas pequeñas y bebía de ahí. Él no podía, sentía que era poco ético hacerlo como salvaje. Su hermano bebía de esa manera, a decir verdad su hermano era poco ético en cualquier lugar y día.


Tenía un gemelo mayor por 15 minutos y eran el día y la noche. En el hospital solían gastarles bromas diciendo que él era el Dr. Jekyll y su hermano, Mr. Hyde. 


(Si le hubiesen preguntado por qué le decían así a su hermano él habría evitado dar razones y por respeto a Esteban, yo tampoco se las daré, tendrán que descubrirlas a lo largo de la historia).


Volviendo al hombre tímido: durante dos meses frecuentó el bar hasta que una noche encontró todas las mesas ocupadas y no le quedó otra que sentarse a la barra.


Si tendría que ser sincero diría que se sintió incómodo.


Desde su esquina oscura era más cómodo mirar al rubio hippy (Vante! cuando subía a tocar el saxo con su amigo platinado, se presentaba como Vante!) y ahí en la barra era casi imposible, porque el rubio parecía haberlo descubierto y lo observaba constantemente.


No entendía muy bien por qué lo miraba! No era de los que llamaban la atención, siempre pasaba desapercibido, y no era una crítica hacia él mismo, estaba acostumbrado. Vivía bajo la sombra de su gemelo. Todo el carisma que a él le faltaba, a Ernesto le sobraba de a montones.


La primera noche en que fue descubierto, luego de dos meses de asistir al bar y que el rubio nunca hubiese notado su presencia, las cosas cambiaron.


Los viernes, cuando le tocaba tomar cerveza, se sentaba en la barra y trataba que no le temblaran mucho las manos cuando fingía tomar su bebida como si nada pasara, pero en realidad tenía un revoltijo de gusanos en la panza.


El rubio lo miraba sin disimulo y cuando él intentaba mirarlo y era descubierto, el rubio lejos de sentirse acosado... le sonreía. Y le sonría con esa sonrisa cuadrada que a cualquiera le podría quitar el hipo (o provocarlo).


Al mes, un viernes, cuando la barra estaba llena de gente y llegaba demasiado estresado como para tomar su bebida al lado de extraños decidió sentarse en su mesa del rincón. Pidió la cerveza a la mesera y se la trajo Vante.


Vante en persona!!!


Es más! El rubio le dijo que esperaba los días en que se sentaba en la barra.


Esa noche casi se cae de culo, casi flipa y va a la luna.


En su inseguridad pensaba que el rubio le sonreía a todos, pero aparentemente lo recordaba...  A ÉL!!! LO RECORDABA A ÉL!!! Tenía el autoestima por las nubes, su hermano siempre era el que conseguía parejas con solo chasquear los dedos y las cambiaba con tanta asiduidad que nunca llegaba a retener nombres ni rostros, y ahí estaba ahora, con un rubio hippy, cantante, hermoso y fijándose en él!


Es más, esa noche se animó a preguntarle como se llamaba (aunque ya lo sabía) y le dijo su nombre. Para el pelinegro había avanzado notablemente, era una mejoría de un ciento por ciento en la relación que tenía con el barman!!! CANTANTE, SAXOFONISTA, BARMAN Y HERMOSO! todo junto y mezclado en una sola persona... Y ESA PERSONA SE HABÍA DADO CUENTA QUE EXISTÍA.


Luego de un mes sin mayores adelantos y sin saber como acercarse porque los protocolos sociales no eran lo suyo, decidió pedirle consejo a su hermano, lo llamó al celular y le rogó que se encontraran en el Scenery (ya le había comentado que el bar era un lugar relajante, pero Ernesto odiaba los sitios que no estuvieran a su altura). Esa noche su gemelo accedió sólo porque no tenía nada más en mente y Esteban no pudo llegar a tiempo. Tuvo que atender a una niña de 5 años que había sido mordida por un perro y antes de hacerle una sutura necesitaba calmarla, ya era demasiado el trauma que tenía la pequeña como para que llegara un adulto y la torturara mas. Por eso, esa noche, se tardó; y cuando llegó descubrió que su hermano le había robado a su barman. 


Robar no es la palabra. 


Su gemelo no sabía que existía el rubio, pero esa noche Esteban sintió que se lo habían arrebatado y como siempre... se escondió en su sombra y desde ahí, miró como Vante caía rendido ante los encantos del gran Ernesto Morley.


***


Ya había pasado un mes y medio desde la fatídica noche en que su hermano descubrió al saxofonista y durante ese tiempo lo escuchó en el piso de arriba solo en cuatro ocasiones: Dos riéndose, una gimiendo y la cuarta discutiendo (esa vez sonrió complacido, parecía que no todo era color rosa en el paraíso).


Sabía que no se quedaba a dormir porque solía subir en puntas de pie a las tres de la madrugada (la hora en la que su vejiga religiosamente pedía ser descargada) y acercaba el oído a la puerta del cuarto de su hermano para escuchar, es más, en varias ocasiones se animó a abrirla para constatar que su gemelo estuviese durmiendo solo y así como subía, en puntas de pie, solía bajar pero con una sonrisa ancha.


Era sábado, la noche anterior había ido al scenery por su cerveza y Vante lo atendió con la cortesía de siempre, aunque ahora ya no le sonreía tanto como al principio y extrañaba un poco ese ritual.


Abrió el refrigerador para sacar una caja de refresco y cuando lo cerró se encontró con el rostro de Vante y su sonrisa rectangular. Hipó! si! un hipo profundo le salió desde lo más hondo de la faringe y dejó caer el jugo.


-Dioooos -gritó Vante retrocediendo y Esteban quedó en el mismo lugar, con todo el líquido naranja mojando su pantalón pijama, sus calcetines blancos y sus pantuflas del mismo color. 


-Te asusté? perdón! -gimió el rubio mientras levantaba la caja de jugo que había reventado y corría hacia el fregadero en busca de un trapo húmedo para limpiar el enchastre.


Esteban seguía en el mismo lugar.


Vante se puso de rodillas y trató de pasar el trapo pero los pies del pelinegro con sus calcetines  manchados y sus pantuflas de felpa seguían atornillados al lugar, el rubio levantó el rostro y lo observó. Esteban lo miraba e hipó nuevamente.


-Perdón! -volvió a gemir Vante y se desplazó de rodillas, acercó una silla y obligó a que se sentara el pelinegro, le sacó los calcetines y le miró el pantalón.


-Esteban, perdón!!! -volvió a rogar, se sentía estúpido y fuera de lugar. Lo miraba pero el hombre hermoso no le respondía. -tu hermano salió a comprar comida y bajé para saludarte! -gimió Matías.


-Vante, estás desnudo? -preguntó con voz baja y el rubio se miró, tenía puesta la camisa de Ernesto que le quedaba unos talles más grande y le llegaba hasta medio muslo.


-No!!! como crees que bajaría desnudo!! -gritó sintiéndose un tanto aliviado, tal vez Esteban creía que era tan desubicado como para andar en bolas por casa ajena, entonces se puso de pie de un salto y se levantó la camisa para que notara que tenía un boxer debajo.


Esteban hipó de nuevo.


Vante sentía que lejos de estar acercándose al hombre hermoso, estaba alejándolo con su estupidez, así que tomó el trapo y siguió limpiando.


-Deja Vante, ya me encargo yo -gimió Esteban poniendo la palma de la mano hacia arriba, esperando que le regresara el utensilio de limpieza.


-Perdón! sólo quise saludarte!


-Gracias por bajar a saludarme. Hola Vante.


Matías entregó el trapo y se retiró, estirándose la camisa para que le llegara lo más abajo posible, era la primera vez en la vida que sentía que su cuerpo le incomodaba a alguien.


-Vante?


Matías trotó hasta volver a la cocina y metió solo la cabeza para que su cuerpo semi desnudo no lo incomodara más.


-Si algún día estás solo y quieres bajar a escuchar jazz conmigo, puedes hacerlo, me gusta el jazz.


Matías casi regresa saltando y se le tira encima, pero sabía que eso podría ocasionar muerte súbita en el gemelo completo, el gemelo que tenía la cicatriz, el gemelo del que seguía enamorado.


-Gracias!!! -le dijo con su voz grave, sonrió y desapareció de su vista.


Esteban siguió hipando hasta muy entrada la noche.


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