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Mundos Paralelos. por Leuam

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   Estaba saliendo del baño después de haber limpiado mi piel pálida con un poco de agua de montaña. Me sequé y salí sin toalla porque al fin y al cabo era el único que vivía en esa casa. Me dirigía al cuarto para ponerme algo de ropa interior cuando escuche el timbre, tome el boxer y me lo iba poniendo mientras caminaba hacía la puerta  sin preocupación porque ya lo había hecho varias veces y ya varias personas se habían sorprendido al verme solo en ropa interior, sobre todo las religiosas. 

 

    Gire el pomi, abrí y mi jardín estaba totalmente vacío, era la primera vez que sucedía. Nunca había sonado el timbre sin que hubiese al menos una persona esperando fuera para ser atendida. Vienes raíces, religiosos, personas ofreciendo artículos que ya tenía en casa o clientes de la veterinaria. 

 

   —"Buenos días, señor. Estamos ofreciendo este nuevo artilugio para preparar un jugo delicioso".

   —"¡Bien aventurado sea! El Señor Supremo ha tocado su puerta el día de hoy".

    - Mueranse todos... -pensaba cada vez que hablaban. 

   Algunas veces me tomaban cuando mis ánimos no estaban de buen pie y solo cerraba la puerta sin decir más.

 

   En fin, no le di mucha importancia, cerré mi puerta y me fije en el reloj de pared que estaba colgando justo al final del pasillo sobre una ventana que brindaba una hermosa vista hacía un valle rodeado de montañas, faltaban algunos segundos para las ocho, fui a la cocina para empezar a preparar la cena. Invité a cenar a Fran así que preparé un Tabulé para empezar la noche. Me dirigí al recibidor para ver algo de televisión mientras llegaba mi invitado.

Revise la hora en mi celular y ya había pasado más de treinta minutos así que decidí enviarle un mensaje de texto: "No sabía que la impuntualidad era tu prioridad, caballero".

Apagué el televisor, fui al baño para dejar descansar un poco a mi vejiga y de vuelta me quede observando el paisaje que se presentaba todas las nohes por mi ventana del pasillo: montañas, un lago, animales yendo y viniendo, uno que otro pez saltando y otro siendo comido por un ave, el sol poniente y faltaba alguien, él. Quería que viera ese sol poniente a mi lado pero al parecer aun no había señales de vida. Intente hacerle una llamada pero le tuve que dejar un mensaje de voz porque al parecer no estaba en casa. 

 

   Espere unos veinticinco  minutos más y le llame a su celular pero igual la línea estaba ocupada así que preferí dejarle un mensaje: "Bueno, tengo una cena preparada, una receta que guarde para esta noche nunca la había preparado, se suponía que era una sorpresa pero ahí lo dejo a ver si así aceleras el paso. Te espero".

 

   Ya eran las ocho de la noche, estaba leyendo un libro sobre mi cama, revise el celular y me di por vencido. Fui a la cocina, guarde la cena en el microondas esperanzado de que volviera y me devolví al cuarto a seguir con mi lectura. Para llegar a mi cuarto tenía que pasar  frente a la ventana que estaba en el pasillo, la vi, gire para entrar al cuarto y note algo extraño en ella, me devolví. Tenía unas leves huellas en la parte inferior. La abrí y el frio de esa noche entro haciendo temblar mi cuerpo casi denudo, todo afuera estaba muy oscuro, a lo lejos solo se distinguian pequeñas luces de alguna que otra casa muy lejos de allí y una que otra luciérnaga. Cerré la ventana.

 

   Cogí el libro  para seguir con mi lectura y una de las sillas de la mesa fue movida como si alguien fuese a tomar asiento, agudice mis sentidos. Era casi imposible que alguien haya entrado en mi casa, tome una navaja que tenia debajo de la cama y active las trampas que estaban dentro de la casa presionando un botón en la pared detrás la cama. Abrí con sigilo la puerta, me fije rápidamente en la ventana, estaba tal cual la había dejado, escuchaba dos voces una mucho grave que otra, al parecer eran un hombre y una mujer. Maldije por la bajo. ¿cómo fue posible que dos intrusos estuviesen en mi cocina sin haberme dado cuenta? Esto es absurdo. Seguí caminando pegado a la pared con navaja en mano. me arrastre por lo bajo  para pasar por la sala y poder llegar al comedor. las voces se aclaraban, estaban hablando de política, eso me pareció extraño.  

Mire dos pies en la silla de la derecha, eran de mujer, sin duda alguna, a menos que el hombre usara tacones y al mirar un poco más observe otro dos en la silla del frente, las otras dos sillas estaba intactas. El corazón bombeaba a mil y podía sentir como mi sangre pasaba rozando mis venas. La voz grave  dijo por fin cortando la conversación sobre la administración del presidente:

 

    - Eh, Rafael, ¿por qué no terminas de llegar? Te estábamos esperando para la cena.

 

   Sentía que el corazón se me saldría del pecho. Me gire en la puerta que une el comedor con el recibidor con la navaja detrás de la espalda. En esta oportunidad fue ella quién habló.

 

   - No sabia que acostumbrabas a andar en ropa interior dentro de casa, hijo -decía mientras juagaba con la punta de un cuchillo y su dedo índice-. Esta casa tiene algo extraño, ¿no crees, Rafael?

Cuando termino de pronunciar mi nombre el hombre robusto y con cara de títere se lanzo sobre mi sosteniendo mi mano en la espalda donde tenía la daga. Me llevo a la pared mientras sacaba mi mano de la espalda y me apuntaba con ella en el cuello mientras mi otra mano la sostenía hacía abajo un sonilta.

 

   - Que lindo, el niño intenta hacerme daño con una navaja -rió-. No sabes que mi piel es tan dura como la piedra, niño.

   - ¡Déjalo! Tráelo ante mi -me quitó la navaja y me lanzo al medio del recibidor-. No sabía que iba a hacer tan sencillo terminar con una pestilencia como tú Rafael -mientras levantaba mi quijada con la punta de su cuchillo-. Veamos que tenemos aquí, sí, sí, un cuerpo muy fuerte pero un corazón muy blando. Que diría tu hermosa madre si viera a su hijo desnudo y con un cuchillo a centímetros de la garganta -rió a carcajadas tirándome al mueble mas cercano y dejando una cicatriz debajo de mi mentón.

¡Clac! 

La mujer y yo volteamos casi de inmediato a ver que había ocasionado tal sonido.

 

   - ¡Rog! Sabes que no me gusta que me interrumpan cuando juego con la comida -le tiró una mirada severa al hombre.

   - ¡No he hecho nada mujer!

 

   Mientras eso pasaba yo me levanté rápido pero con mucho sigilo del mueble parándome detrás  del mismo. Ella volteó y me miró directo al rostro quiso agredirme con la daga pero yo la detuve diciendo:

 

   - Antes de nada, señora, permítame unas palabras -ella rió mordazmente mostrando dientes negros e hizo un gesto de afirmación-. Lindos sueños -esta vez le hablaba a Rog. 

 

   El hombre que cayo dormido al suelo tras haber pisado una de mis trampas que activaron un gas narcótico. Aprovechando la distracción corrí a la cocina a buscar el arma debajo de la mesa pero ya no estaba.

   - ¿Buscas esto, cariño? -preguntó dándose importancia la mujer que también había entrado en la cocina mostrando el arma, la cargó y me apunto.

   - ¿Podríamos llegar a algún acuerdo? - propuse esta vez un poco nervioso. 

   Ella rió entre dientes y tiró del gatillo.

   La bala entro en mi pierna derecha obligándome a sostener mi cuerpo con el mesón de la cocina. Ella se acercaba y me obligaba a caminar, tropecé una olla que estaba sobre la cocina y me lancé a la mesa botando sangre como nunca lo había hecho mientras ella se acercaba y se posaba frente a la cocina. Jaló el gatillo una vez más y no paso nada, otra y otra vez y nada.

    Sonreí, satisfecho.

   Dejo el arma en la mesa y saco tres objetos pequeños muy parecidos a balines de una bolsa que le colgaba de la cintura.

   - ¿Los conoces?. 

    Negué con la cabeza. 

   - Lo imaginé, porque son de mi invención -dijo dejando escapar una risita despiadada mientras hacía una reverencia-. Verás, son niles, mis pequeños niles - los acariciaba como si fueran una mascota. Este, ¿lo ves? el azul esta compuesto de un líquido, que con solo olerlo te deja una migraña por un mes desgarrando tu nariz, se esparce en tu piel haciendo que te revuelques en el piso por horas. 

   Lo tomo con dos dedos y lo dejo suspendido en el aire, al segundo siguiente yo ya estaba en el suelo gimiendo de dolor.

   - Este -era de un color escarlata-. Hace que sientas que mil agujas atraviesan tus huesos centímetro a centímetro. 

   E hizo lo mismo con ese. Yo estaba intentando sujetarme de una silla para levantarme cuando sentí un dolor inimaginable en mis huesos.

   - Y este de color negro es mi preferido - decía mientras apoyaba su hombro sobre el refrigerador ¿quiere que te explique su función o te basta con...? El refrigerador se movió unos centímetros. 

   No pudo terminar de hablar porque una llamarada que salió de la lámpara sobre la mesa le abrazo directamente en la cara y la mano donde sostenía el nile, explotándole al instante dejando su piel viva. Intento acercarse pero el fuego le consumía el cráneo a una velocidad increíble, la mesa se movió por si sola sujetándola contra la cocina quemándola aún más, forcejeaba pero le era imposible salir, un instante más tarde la mitad de su cuerpo  cayó hecho carbón sobre la mesa.

 

   Mientras dentro de mi, el dolor no paraba seguía cada vez más. Dolía tanto que pensé en hacer acopio de todas mis fuerzas de levantarme, coger un cuchillo y atravesar mi cuerpo. 

   Escuché unos pasos apresurados, vi una silueta entrar en la cocina, el dolor no me dejaba abrir completamente los ojos y lo último que sentí fue un pinchazo en el pecho y me desmayé.

 

   - Gracias a la Luz que despiertas -me dijo una voz conocida.

Enfoque la mirada y no la reconocí. Ella me devolvió una mirada ceñuda. Ya estaba amaneciendo.

 

   - ¿En serio no sabes quién soy, Afar?

   - Me pareces conocida pero...

   - Soy Sanna, tu Sangre. Caí en cuenta, ella también podía cambiar de aspecto, había olvidado eso. 

   - Tus heridas tardarán en sanar pero estarás bien. 

   - Gracias, te debo una -le dije devolviéndole una sonrisa-. Por cierto, ¿cómo supiste que estaba en peligro? Es más, ¿cómo  lograste hallar mi casa? Esta muy bien protegida, mi mentor se encargo de ello.

   - Tu mentor instalo un interruptor para cuando tu activaras las protecciones de la casa me llegará un aviso y saber que estabas en peligro y así descubrí dónde estaba la casa. Se me hizo algo difícil pero la conseguí a tiempo -dijo al mismo tiempo que un ave se posaba en la ventana de mi cuarto.

   - ¿Y los cuerpos?

   - Me deshice de ellos, aunque cuando te traía al cuarto tuve que terminar con el ogro que degaste en la sala pero nada complicado.

   - Gracias nuevamente.

   - No me agradezcas, ambos tenemos que protegernos. Solo me basta con que estés a salvo -termino sonriendo y abrazando mis manos con las suyas. 

Incliné mi cabeza en la almohada pensando que hubiese pasado si Fran fuese ido a casa.

 

... 

 

 


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