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Mundos Paralelos. por Leuam

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   Los primeros rayos de sol me despertaron como a quien despiertan con un balde de agua fría. 

 

    Fran seguía dormido, su rostro me hechizo tanto o más como aquel amanecer que se alzaba sobre nosotros, lo cogí por el cuello  y las piernas y fui camino abajo, no quería que se despertara y sintiera lo fría que estaba la roca. 

 

   Se despertó pestañando y lo puse en pie. De pronto tuve un arrebato de sorpresa, no me había fijado pero lo había expuesto al peligro por mucho tiempo. Empezamos andar camino abajo hacia el pueblo esta vez no por el camino sino por los árboles, tenía mucho miedo de que le pasara cualquier cosa por mi culpa así que aceleramos el paso, veía a los animales diurnos y nocturnos que salían y entraban a sus cuevas o nidos. Sentía mucha presión, no recordaba que el pueblo estuviese tan lejos. 

 

   Eso fue muy irresponsable de mi parte. 

 

   Me detuve, escuche unos pasos acelerados detrás de nosotros, nos escondimos tras un árbol haciendo, con un muy leve movimiento, que las ramas mas bajas intentarán ocultarnos, pensé en cambiar de forma pero presentí que sería más peligroso, podía ser un humano, cualquier animal o... tal vez.

 

    Le di ordenes estrictas a Fran, que se quedara quieto en las raíces de aquel árbol y para asegurarme hice que estas lo cubrieran hasta que yo volviese mientras se sentaba como un niño regañado.

 

   Detallé una sombra a unos metros de nosotros era un poco más alta que yo pero con un cuerpo muy formidable y decidí en ir a pos de aquella enigmática sombra. Estaba emocionado pensé que podría ser uno de Los Guardianes de los árboles que, según las leyendas de los ancianos, vigilaban en aquellas montañas porque era una de las pocas conexiones "físicas" que tenían Las Aldeas con el mundo de los humanos, pero no estaba seguro. 

 

   Cada vez estaba adentrándose más y más a la montaña hasta que el sol de aquella mañana quedara casi oculto, parecía como si aquellos árboles formaran una ciudad. Aquel enigmático ser se dio cuenta que lo seguía y acelero el paso, por un momento lo había perdido pero lo encontré de pie en un claro, llevaba un objeto plateado colgando en su cuello con un símbolo muy singular, estaba de espalda a un inmenso árbol, que si no me equivocaba tenia más de tres mil años de vida, aquella sombra  tangible dio un paso hacia atrás y desapareció, como si el árbol lo hubiese absorbido sin más, como una esponja absorbe el agua. Caminé sigiloso hasta el claro, solo veía a mi alrededor uno que otro rayo de sol y árboles, árboles inmensos. 

 

   El lugar estaba cargado de una energía como ninguna que haya experimentado en cualquier otro lugar, me sentía como en casa pero como con un sabor dulzón en mi mente. Era como sí el universo se hubiese percatado de que existía y quiso complacer mis más íntimos deseos. Sentía una necesidad irremediable de ser un Ged, arrancar esa piel débil y pálida de mi cuerpo, de transformarme en lo que realmente era y no sé porque razón quería con todas mis ganas tocar aquel árbol donde estuvo en una oportunidad la sombra. Caminé en dirección al árbol estaba a centímetros de poner mis dedos sobre su corteza cuando una imagen conocida se apareció en mi mente, Fran.

 

   Esto había sido demasiado, ¡dejarlo solo!

 

   Corrí lo más rápido que pude pero sabía que estaba muy lejos, subí a un árbol con la velocidad de un rayo. Estaba asustado y empecé a trepar de árbol en árbol hasta llegar a dónde estaba Fran. Llegué al árbol, bajaba lo más rápido que pude por sus ramas y escuchaba una voz que gritaba, ya me faltaba muy poco para llegar así que sin esperar más me lancé y una raíz me recibió, cuando llegue el pobre estaba asustado, a penas las raíces le dieron libertad me brincó encima como aquel niño que le brinca a su madre después de haberlo dejado solo en casa por horas y solo se limito a decir:

 

   - Cuando quieras dar un paseo por un bosque tan siniestro como este, y dejar aun claustrofóbico sentado debajo de... ¡por los Dioses! ¡un árbol! - decía mientras lo señalaba-. Persona que a penas esta conociendo tu mundo. Por favor, ¡avisa! Si seguimos a este paso en cualquier momento me matarás de un infarto.

 

   Sonreí, le bese la frente mientras lo tranquilizaba y le prometía que mientras la natura estuviese cerca de nosotros nunca le pasaría nada. 

 

   Llegamos a la casa, dentro, mientras el humo dos tazas de té calentaban nuestra conversación le explique con detalle todo lo que había sucedido y lo que estaba por suceder, le confesé la intima historia de los Jhomgeds el por qué yo soy como soy. Su mirada era de fascinación absoluta como si siempre hubiese esperado una historia como esa, después que salió de su ensueño replico alterado.

 

   - !¿Cómo se te ocurre Rafael estar tan tranquilo por ahí esperando que esos Segundos te cacen?¡ ¡te tienes que ocultar! Hay que buscar un lugar, ¡sí! Oye en mi casa creo que... -lo interrumpí-.

   - Tranquilo, yo me se ocultar muy bien y gracias por tu oferta pero en tu casa no me puedo quedar tu familia estaría en peligro al igual que tú. Mientras tanto yo seguiré aquí, mi hogar tiene suficiente protección como para que no la hayan encontrado en veintiún años, tranquilo. 

   - Pero igual tienes que estar moviéndote, no puedes quedarte siempre encerrado en tu casa.

   - Lo sé -le dije con cara de reproche- ya estoy en eso tengo varios lugares en mente pero aun nada concreto. Ya veremos, mañana será otra aventura.

 

   Nos terminamos las tazas de té con conversaciones triviales.  Al cabo de unos minutos lo corrí de la casa a empujones, literalmente, porque tenía una clase importante en la universidad y no quería ir por quedarse conmigo así que opte por la fuerza bruta. 

   - ¿Y mi beso? -preguntó-.

   - ¿Cómo?

   - Quiero mi beso de buenas noches -dijo haciendo pucheros. 

   - Pero ¡ni siquiera es medio día! 

   - No te veré en la noche - terminó diciendo mientras sus pucheros aumentaban. 

   - ¡Pff!, humanos. Esta bien -me acerque le tome el cuello y le bese la frente-. Creo que es más que suficiente, ¿no?

   - Hmm, no. Pero esta bien -riéndose me devuelve el beso-. Buenas noches mi... Ged. 

   - ¡Buenos días! - terminé diciendo. 

 

   Se despidió con la cara ligeramente ruborizada. Yo cerraba la puerta de la casa mientras el cruzaba la esquina en dirección a su casa.

 

   - Hola Padre, ¿quién esta en la casa?

 

   La Aldea se sentía desierta a pesar que no había ni una sola casa sin luz, como si reinara una fiesta dentro de cada una. La carretera principal que dividía a la aldea en dos y distribuía otras cuantas calles a lo ancho de aquel lugar estaba totalmente desierta al igual que el bosque habitaba un extraño silencio para aquella época del año y nuestros animales nocturnos.

 

   Estaba observando la aldea a través de la ventana del recibidor  y detallaba que la ventana tenía algo de polvo en las orillas. Así que por mi mente pasó decirle a mi Padre que más tarde le haría un cariñito a las ventanas porque las arañas ya casi empezaban a adueñarse de ellas pero un reflejo en el vidrío me hizo dar un paso a tras con la boca abierta. Me acerque con curiosa pero asombrada expresión. Había mucho tiempo que no veía aquel rostro. 

Me volví. 

 

   - ¡Redma! pero ¿cómo es posible si tú...?

   - No hables hijo -me interrumpió mi Padre- no sabemos como llegaron pero están aquí y quieren hablarte -antes de que terminará la oración yo ya estaba en brazos de mi Madre, abrazándola tan fuerte que me pidió que la soltara. Es real pensé, tan real y tan tangible como la felicidad que emanaba mi ser. Me condujo a un sillón y me explicó que también muchos otros habían regresado a la aldea, que estaba tan confundida como yo, que había algo en su mente que le daba vueltas desde que llego y por algún motivo sentía que yo debía saberlo:

 

    "Salir en pro a la búsqueda de aquello que se desconoce es un trabajo arduo, en cambio, cuando lo desconocido te encuentra primero requiere atención para no dejarlo ir"

 

   Entre todo el ensimismamiento que mi rostro reflejaba por el hecho de tener a mi Madre muerta frente a mis ojos logré captar aquella oración.

 

   - Madre –dije con todo de voz de otro mundo-. ¿de qué va todo esto?

En esta oportunidad habló mi Oit que se aproximaba como una sombra borrosa detrás de mi Madre.

   - Querida, él aún no sabe nada, como de costumbre, claro esta -termino diciendo con tono sarcástico-. La última vez que vi tu trasero estabas jugando con unas lombrices en el patio de atrás -terminó diciendo mientras me abrazaba.

 

   Yo todavía no quitaba la cara de asombro y habían preguntas que volaban en mi mente como una migración de aves. ¿Qué estaba pasando? ¿por qué de repente estaban saliendo de sus tumbas los muertos? ¿será que atacarán a los humanos con una guerra seudo-zombie? Porque estaban muy bien físicamente como para haber salido de las garras de la muerte, aunque, francamente, sería interesante ver eso. Tío como si me leyera el pensamiento me dijo sonriendo:

 

   - Tranquilo todas tus preguntas serán aclaradas pronto -me dio una palmadita en la espalda mientras me llevaba a la cocina donde se escuchaba mucha gente discutiendo sobre algo aparentemente importante porque nadie dejaba de hablar. 

 

   La cocina estaba abarrotada de gente no cabía un alma, bueno, muertos en este caso. La cocina disponía de una mesa redonda para ocho personas. Me senté a la izquierda de Tío y a la derecha de mis Padres. Las sillas restantes las ocupaban personas que jamás había conocido y habían otras personas de pie.  Intenté escuchar con atención pero todos hablaban a la vez hasta que Liof hizo un gesto con la mano y todos callaron excepto un Ged bajo y regordete que estaba al fondo de la cocina seguía hablando sin prestarle atención a nada hasta que el muchacho del lado le dio con el codo y se calló.

   

    - Buenas noches -empezó- Gracias por venir, si no me equivoco nadie en esta habitación sabe por qué ni como llegaron aquí, ¿cierto? -muchos asintieron y otros se limitaron a solo quedarse inmóviles. Muy bien -continuo-. Esta reunión se hace cada veintiún años, La Ceremonia, o como nuestros antepasados la llamaban El Día de los Muertos. Es una semana donde los Jhomgeds caídos sumergen de la oscuridad y pueden, sin más ni menos, visitar a sus familiares . Hace veintiún años esta celebración se hacía con fiestas y comida, música y juegos pero este año no podrá celebrarse de ese modi. Ya hace mucho tiempo hubo problemas por la fatal deshonra de los humanos pero esa no es nuestra razón ahora, cuando se termino de exiliar a los humanos de nuestras Aldeas permaneció un grupo sediento de poder, se sentían victoriosos por el exilio de esos seres. Ese grupo sometió y esclavizo a su Aldea y todas las Aldeas cercanas, estos Jhomgeds son los Segundos.

 

   El asombro de los presentes era el mas apropiado, empezaron a hablar rápidamente sin quedarles muy claro, entablando problemas, hasta que Liof habló: 

 

   - Silencio, alterarnos no nos hará bien, ni solucionara nada, solo hay que buscar una solución, así que he informado a cada jefe de cada casa para que planteen soluciones esta noche y mañana temprano los discutimos,  buenas tardes. 

 

    Se levantó con lágrimas en los ojos me tomo el hombro y se retiró, el pequeño público presente solo se limito ha observarlo ir. Mi Madre me llamo a la puerta trasera, por un instante había olvidado que estaba en casa, me condujo hacía el bosque sin decir una palabra. La noche me abrazo fría y la luna se alzaba majestuosa. 

 

   Llegamos al mismo lugar donde la había visto por ultima vez, nos sentamos en una roca frente al lago y ella hablo primero:  - Yo sabía que serías igual que Liof, esta en tus venas lo supe el mismo día en que naciste  -volvió la mirada hacia el lago- el día en que te deje detrás de esa cascada, me odié pensando que te había desprotegido pero aquí estas. 

   - Mamá - intente hablar afectuosamente. 

   - Siempre me gustó que me llamaras así de tus labios suena hermoso -dijo sonriente-. Desde ese día nunca te he dejado, siempre he estado a tu lado, te he protegido y te seguiré protegiendo al igual que tu Redpa pero tienes que tener mucho cuidado, sé precavido.

    - Te he echado de menos Madre -dije mientras la abrazaba muy fuerte.

   - ¿No crees que ya deberías volver?

   - No, tú eres mucho más importante, además, recuerda que yo, Afar pertenezco aquí, no allá. Y estás tú, ya aquel mundo se puede hundir si les place.

   - Recuerda que solo estaré por una semana —dijo.

 

   Lo sabía y eso me frustraba, sabía que tenía que irse de nuevo pero prefería quedarme percibiendo el aroma a rosas que manaba su cuerpo y lo cálidas que eran sus manos. Por momentos creía que realmente no estuviese solo de paseo por la vida. La vida y la muerte suelen ser tan crueles  al mismo tiempo.

 

.... 

 

 


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