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Mundos Paralelos. por Leuam

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   Los veinticuatro jefes de los Signos se levantaron de sus camas. 

   Desde mi ventana podía ver como uno a uno se arrodillaban en medio de la Aldea enterrando las espadas de cada casa formando un círculo. Viví desde muy joven entre los humanos y no tuve la ventaja de aprender algunas cosas de mi tierra y eso me daba vergüenza. 

 

   - Una pregunta Liof: ¿por qué, si tu eres unos de los jefes, no vas allá? -pregunte a Tío mientras observaba conmigo por la ventana nostálgicamente.

   - Veras, nois. Aquel espacio es solo para los que tienen derecho de pelear y asumir las responsabilidades de los Signos y un muerto no tiene ese privilegio, además, ya esta ocupado el espacio de la Tierra.

   Señaló a una de las mujeres vestida con el atuendo blanco en el círculo. Era Sanna.

   - Pero...

   - El único problema contigo es haberte mandado con los humanos -echó una mueca de fastidio-. Cuando el jefe de una casa muere, queda responsable su familiar más cercano.

   - Entiendo, después de ti fue Redpa.

   - Exacto, cuando Ale muere el jefe de la casa tenia que ser su familiar directo, su hijo mayor siempre y cuando cumpla con la edad y el entrenamiento requerido. Teniendo en cuenta que en esta oportunidad sus únicos dos hijos tenían la misma edad y uno no vivía en la Aldea. Se quedaron sin jefe Tierra durante varios años hasta que tu Sangre hizo frente al asunto.

   - ¿Pero a quién se le ocurrió enviarme con ellos? Hubiese estado mejor aquí, me hubiese ahorrado todo esto -pronuncié las palabras muy rápido.

   - Nosotros, hijo - esta oportunidad habló mi Redpa desde mi espalda. 

   - Pero...

   - Lo meditamos mucho -dijo. Teníamos una decisión fuerte en nuestras manos, eras muy pequeño y las Aldeas estaban en guerra en aquel entonces.

   - Me pudieron enviar con mi Sangre o dejarme aquí con el mismo mentor que me dejaron -dije ya alzando un tanto la vos.

   - Lo pensamos -en esta oportunidad habló mi madre-. Teníamos esas posibilidades en mente pero las ciudades donde los humanos estaban en paz, la taza de mortalidad era muy baja en cabio aquí...

   - Preferimos tu seguridad antes que nada, hijo -terminó mi padre.

   - Y les pareció maravilloso dejarme sin mi Sangre ¿cierto? Me pudieron brindar la seguridad que seguro le dieron a ella -esta vez si hablé fuerte. 

   - Entendemos que te alteres - tercio mi tío- pero la seguridad de Sanna no estaba en las manos de tus padres al separarlos ella tenía su propia familia. Así que ellos se encargaron de brindarles lo mejor. 

   Me senté de golpe en unos de los muebles del recibidor. 

   - Bien, disculpen por alzarles la voz pero aun sigo pensando que hubiese estado mejor aquí.

   Mis padres se sentaron a mi lado y me abrazaron.

   - Los amo.

   - Y nosotros a ti.

   - Bueno, sí, yo también los amo a ustedes -dijo Liof estirando los brazos y uniéndose a nosotros con una sonrisa desde atrás del mueble. No pensaban que me iban a dejar por fuera después de haber presenciado esa "escenita familiar", ¿o si?

    Todos reímos a coro. 

   - Muy bien familia, voy a estirar las piernas, veré si puedo hablar con Sanna. Necesito que me ayude con algo.

 

   Llegué a su casa y la nana me dijo que estaba con los otros jefes haciendo trabajos para la Aldea a los alrededores. Le dí las gracias y me fui en su búsqueda. 

 

   Caminaba entre arbustos e inmensos árboles cuando vi pasar a velocidad de un rayo una sombra y chocaba contra un árbol. Era Sanna estaba intentando coger a un jaguar que estaba mal herido. Ella se reincorporó del golpe y fue tras el jaguar de nuevo, se subió a un árbol y esperó en silencio, cuando el jaguar iba pasando justo por debajo se lanzó pero el animal le previó y salió disparado y Sanna cayó de lleno en el suelo. Se levantó echa toda una furia e hizo que un árbol le trancase el paso, el jaguar se devolvió pero otro árbol se atravesó, intento escapar por otro lugar y unas raíces le trancaron el paso hasta dejarlo encerrado.

 

   - Te tengo saltarin - dijo con tono triunfante.

   - Lo estas haciendo mal -dije por fin y Sanna dio un salto-. Déjame probar a mi.

   Entre en el círculo y el animal estaba asustado pero alerta de cualquier movimiento, tenía la cola maltratada. Lo vi a los ojos, me acercaba cada vez más hasta que llegué a una zona prudente y me senté frente al animal. Le llamé y se empezó a acercar cada vez más y más hasta que se dejó caer sobre mis piernas agitando torpemente su cola hacia mi.

 

   Le tapé los ojos con una mano mientras que con la otra le arrancaba la parte de cola que tenia guindando sin vida. 

   - Solo será la punta -le susurré al oído-. Y de un solo tirón le quite el pedazo de cola destrozada se movió bruscamente y al instante se quedó quieto. Le quite la mano de los ojos y los tenía cerrados, cogí una hoja de un árbol, le susurré como contándole un secreto: 'Santis Secu'. Acto seguido, la hoja se adherio a la cola como lo haría una curita. Abrió los ojos se levantó muy despacio, fijo su mirada en la mía, le sonreí y rozó su cabeza junto a la mía en símbolo de agradecimiento. Se fue despacio y al pasar cerca de Sanna le gruñó. Me levante riendo por lo bajo.

   - Así que tu eres Tauriano. 

   - Sí, -respondí-. Los animales son mi especialidad y al parecer, si no me equivoco, tu eres Capricorniana, ¿no es así?

   Ella hizo una reverencia y el árbol que estaba a su espalda la imitó.

   - La nana me dijo que estabas haciendo trabajos con los jefes de la aldea, al parecer haces muy bien tu trabajo -moví la cabeza en dirección donde se había ido el jaguar.

   - No me molestes, sí se entenderme con los animales pero se me hace algo difícil algunas veces, he entrenado a unos cuantos que me ha ayudado bastante.

   - Muy bien -zanjando la conversación--¿dónde están los demás?

   - Ah, sí. Están por acá, sígueme.

   - Espera, ¿no es muy peligroso para mi estar paseándome así de la nada por estos campos? Lo digo por los Guardianes.

   - No te preocupes, los exiliamos hace mucho, eran un estorbo para la Aldea. Bien, sígueme.

 

   Llegamos al final de la Aldea donde se abría un mar infinito, tan hermoso y sereno que se podía confundir con un espejo gigante y en medio había un único camino hecho de madera y piedra que terminaba en una especie de chalet de un solo piso pero sin paredes que disponía de unos cuantos bancos. En la entrada había un arco sin puertas y debajo de este, en el suelo estaba el símbolo de Agua; dos ondas horizontales una sobre la otra ligeramente separadas.

   Mientras nos poníamos cómodos en el chalet ella dijo:

   - Mi trabajo ya lo terminé o, bueno, tú lo terminaste ahora falta que los jefes del Agua terminen el suyo. Deben estar en algún lugar por ahí dentro.

   Mientras esperábamos le pregunté por qué razón ella hacía el trabajo de un Tauriano y me respondió: - Tu sangre es mi sangre. Me gustan los animales y sin temor a equivocarme a ti te gustan las plantas también ¿cierto? 

   Asentí. 

 

    Pasados unos segundos el agua se movió y se veían algunas que otras burbujas brotar en el agua. Al instante, salió disparado un Ged, como lo haría un delfin pero con unos cuantos metros más alto.

    Sanna soltó una risotada. 

 

   Salió disparado otro Ged pero esta vez salió sujetando unos largos bigotes de un gigantesco pez bagre, multiplicaba su tamaño por mucho. Después de saludar a Sanna con un gesto de cabeza se zambullo de nuevo. Al cabo de un rato los Geds aparecieron suavemente sobre aquel pez dejándolos cerca de nosotros.

 

   El Ged que tenía agarrado por los bigotes al bagre era alto y delgado, tenía el cabello gris corto y cargaba una ropa que se le ajustaba muy bien al cuerpo. Los Geds del agua tenían una piel clara y aparentemente lisa. 

El otro Ged era de su mismo tamaño pero con el cabello marrón muy claro y ojos del mismo color del agua de donde acababan de salir, este también cargaba la misma ropa. 

   - Ellos son nuevos en la aldea, llegaron después que saquearan la suya. Él es Narf -señaló al chico de cabello gris, este hizo una reverencia. Y él es Arse -el Ged se limitó en verme de arriba abajo.

   - Es un placer -dijo el chico de cabello gris-. Escorpiano.

   - Pisciano -fue todo lo que dijo el otro.

   - Vienen de tierras muy lejanas, por eso la reverencia. 

   - Oh, muy bien, yo acostumbro a saludar tomándome de las manos -estreche mi mano entre ambos. Arse me vio extraño mientras que Narf estrecho su mano. Su piel era muy suave, era como si estuviese tocando una mano echa de algodón. 

   - Mucho gusto, soy Afar -le sonreí.

 

   El camino a la aldea era estrecho y solo había espacio para estar dos personas hombro a hombro. Sanna iba con Arse y yo con Narf. 

 

   - No te había visto en la aldea -preguntó.

   - Sí, veras yo ya no vivo aquí. Yo estoy con los humanos -dije esto sin querer decirlo.

    - Ah, eso explica tu asento -sonrió. Era una sonrisa encantadora.

   - Sí, y ¿a qué se dedicaban en su Aldea?

   - Él -hizo un gesto con la cara señalando a Arse. Se encargaba de las mareas altas e inundaciones, llevar y traer agua de un lugar a otro. Los Piscianos de nuestra aldea solían ser muy amigables pero él es diferente pero no le prestes atención es realmente agradable. En fin, yo me dedicaba a tratar con las bestias de las profundidades, que estuviesen sanas, que no sabotearan la Aldea o que se comieran a uno que otro Ged, claro eso siempre dependía de que tan cuidadoso y curioso eras con las aguas. Su voz era melodiosa, como las olas del mar.

 

   Llame a Sanna y le pedí a los muchachos que se adelantarán y ellos aceptaron sin reclamos. Nos desviamos del camino y nos adentramos al bosque. Caminamos sin decir una palabra sobre nada. Subimos a un árbol que nos pareció cómodo y nos sentamos casi en su copa.

   - ¿Será que algún día dejaremos de trepar sobre los árboles? Presiento que nos odian.

    - No, nada de eso -respondí-. Les encantan que estemos aquí, les gusta escuchar nuestras historias -suspiré. Sus ojos me vieron preocupados así que empecé a hablar. 

 

   - Mi Redma me dejó un acertijo el primer día que la vi pero aun no puedo descifrarlo. Sé que tengo que prestar atención pero no sé a qué. 

   - ¿Cómo versa?

   - "Mientras más busques menos encontrarás pero si observas con atención lo hallarás".

   Sanna giro mi vista hacía ella y nuestras miradas se cruzaron. En mi cabeza escuche su voz: "Soy yo, es a mi a quién tienes que hallar, mi Sangre".

   - ¿En serio? ¿Todo este tiempo estuve con la respuesta de mi acertijo? y tú lo sabías.

   - Así es, pero era necesario que intentarás descubrirlo por ti mismo o que tuviésemos esta conversación, aun te falta mucho por aprender. Bajamos del árbol y nos fuimos caminando por el bosque hasta la aldea. Antes de despedirnos la abracé tan fuerte que me pidió que la soltara, le bese la frente y me fui a casa. 

 

   Después del almuerzo me fui a la biblioteca de la familia a investigar un poco sobre nuestra historia y nuestros ancestros. Conseguí un libro muy particular, no tenia nombre del autor ni un titulo que me indicará sobre su contenido así que le eché unas ojeadas para averiguar sobre que hablaba dicho libro. Era muy viejo, la tapa la tenía toda raída y las hojas amarillas y tan delicadas como la seda. La primera página que abrí encontré el mismo símbolo que tenía aquella sombra en el bosque de la ciudad. No quise verlo más pero preferí llevármelo a casa, tal vez sea una lectura interesante. Después de haber presenciado el acto gracioso que monto mi Tío en el recibidor de la casa me fui a donde Sanna.

 

   - Me dijeron que cuando encontrase la respuesta tenía que volver a la Aldea pero ya estoy aquí, el caso es...

   - Sí, -dijo emocionada Sanna-. Aquí estas y mañana mismo comienza tu entrenamiento después que lo termines te encontraras con otro acertijo.

   - Sí, pero...

   - Muy bien mi Sangre.

   - Me tengo que ir -dije y el silencio se hizo.

   - Mañana comienza tu entrenamiento Afar, esta noche tenemos una celebración en mi casa por tu iniciación y no puedes faltar. 

   - Lo siento mi Sangre pero me tengo que ir, tengo cosas pendientes que hacer. Te prometo que mañana mismo vuelvo. Te lo aseguro.

 

   Sanna me tiro una mirada iracunda, se dio la vuelta y entró a su casa tirando la puerta en mi cara. Me fui caminando a la casa con la cabeza agacha, estaba caminando por la orilla del bosque y tuve el presentimiento de que alguien me estaba siguiendo. Giré mi cabeza y solo vi árboles y un conejo que saltaba de las garras de un perro. Seguí caminando con paso mas ligero y escuche unos pasos, pude haber jurado que eran pasos volteé rápidamente y vi una sombra alejarse entre el bosque. Me fui a la parte trasera de la casa, quise despedirme pero iba a regresar al día siguiente así que a lo mejor no notarían mi ausencia. Tome el libro fuerte y sin más desaparecí.

 

   Estaba observándome en el espejo más grande de la casa cuando, me veía cada detalle, estaba más delgado y un poco más alto. Sonó el timbre y fui a abrir, esta vez si usaba ropa, bueno, solo unos jeans. Al abrir me llevé la grata sorpresa de que era Fran con una sonrisa y una torta tres leches en una mano y una rosa roja en la otra.

 

    - ¡Qué manera la tuya de pedir disculpas! -dije haciéndolo pasar. Toma asiento donde prefieras, ya vengo, voy a terminar de alistarme. 

 

   Lo vi sentarse en el recibidor en el mismo mueble donde cayó desmayado Rog la otra noche. Me terminé de vestir y me fui a la cocina. Saque el Tabulé que había olvidado del microondas y lo eche en una cesta donde tiraba toda la comida que yo suponía se podían comer algunos de los animales a los que yo trataba. Monté una olla para el café y saqué unas galletas que no podían faltar en mi alacena para acompañar el café.

Fui al recibidor y no estaba, extrañado lo llamé y no respondió. Fui al baño de visitas toqué la puerta pero tampoco estaba, revise los cuartos y nada. Me volví a la cocina y lo volví a llamar, ya estaba preocupado, caminé hasta el recibidor y me apoyé en la pared, suspiré. Unos pocos segundos después sentí unas manos suaves que rosaban mi abdomen.

 

    - ¿Pensaste que te dejaría?

    - ¡Por los ocho Guardianes! No me vuelvas hacer eso -dije apartándolo y yéndome a sentar en el mueble mas amplio. Me pegaste un susto, pensé por un momento que te habías ido.

    - No, para nada -se sentó a mi lado-. Perdón por lo de la otra noche, realmente quería venir pero se me presentaron algunos contratiempos.

    - No te disculpes, yo también estuve ocupado esa noche -cambiando de conversación sin dejarlo hablar continúe. Entonces, caballero, ¿Qué quiere hacer hoy?

    - Yo solo quiero pasar el día contigo -tiró una de esas sonrisas que enamoran. Por cierto, dijiste que me ibas a sacar de algunas dudas sobre ti.

    - Muy bien, veamos por donde empiezo -recordé que me había traído el libro de la Aldea. Ah, yo creo saber donde podemos conseguir algo, traje un libro muy viejo que tiene escrito algunas historias veamos si esta lo que te quiero decir.

    - Pero, ¿no deberías saberlo ya?

    - ¿Me ves con cara de historiador? -pregunte mientras me levantaba a buscar el libro. Sí, en teoría se supone que debería saber lo esencial pero yo solo viví siete años en la Aldea -me volví a sentar con el libro sobre las piernas. Y luego de que mis padres murieran me vine a este mundo custodiado por un mentor. Claro yo de vez en cuando visitaba la Aldea pero solo cuando quería hablar con mi padre o él conmigo.

    - Pero, si esta muerto ¿cómo...?

    - Sencillo -toqué mi sien con el dedo índice. Por aquí. Nosotros los Jhomgeds, como nos llamamos, tenemos infinitas habilidades pero es imposible que solo un Ged pueda tenerlas todas. En este sentido, cuando mi padre murió sus recuerdos permanecieron en la Aldea y en mi. Y, por supuesto, sabe lo que pasa en mi vida, no preguntes cómo porque no tengo ni idea. Cosas de muertos. Así que cada vez que queremos hablar sobre cualquier tema o porque quiere saber de mi, solo cierro mis ojos, entró en un profundo sueño y terminó encontrándolo en el mismo lugar o él entra en mis sueños mientras duermo. Con mi madre no puedo hacer eso porque ella era humana tal cual como lo eres tú, pero le tomó tanto amor a nuestra Aldea que se terminó quedando allá. Por cierto, toda mi familia esta en la Aldea en este momento.

   - Espera un segundo Rafa, si me estas diciendo que tus padres están muertos, ¿cómo es posible que estén allá? -terminó diciendo con una tremenda cara de confusión.

    - Bien, cada veintiún años se celebra la Ceremonia, lo que ustedes conocen aquí como El Día de los Muertos, bueno, en este festejo son recibidos todos los familiares cercanos, humanos y Geds pero solo cuentan con la habilidad de saludar y llevar mensajes. A ellos se les recibe con un gran festín debido que regresan de la eterna oscuridad por tan solo una semana. Así que, mis abuelos, mi Tío y su esposo y mis padres están en la Aldea en este preciso instante y así con cada uno de los Jhomgeds que están en mi Aldea y el las demás.

    A Fran se le cayó la quijada como supuse que pasaría. 

    - Sabía que pondrías esa cara.

    - ¿Ellas? ¿cuántas Aldeas existen?

    - Tantas como tantas ciudades tiene este mundo. Hablando de este mundo, creo que el agua para el café ya esta lista. Voy a servirlo y vengo, tengo varios días sin tomarlo y ya siento como si me faltase una pierna. Deje el libro sobre la mesa del recibidor. 

 

    Al cabo de un instante el café nos distrajo y seguimos hablando sobre cualquier tema dejando el libro en el olvido, nos acabamos todo el café y las galletas, vimos una película y preparamos un almuerzo muy original: pizza con gaseosa para él porque yo no tolero el dióxido de carbono en una bebida así que yo me preparé un jugo de lulo, tal cual como lo preparaba mi abuela. Después de la pizza nos fuimos al cuarto de juegos a vencerlo treinta y cuatro veces en la mesa de ping pong y para que él me venciera en Just Dance. 

 

    - Tienes unas piernas muy ligeras, además, yo nunca había usado esto, me parecía poco divertido jugarlo solo.

    - Sí, mis piernas me han favorecido mucho -decía mientras me ayudaba a levantar tras haberme caído por el último baile. Ya es tarde, me tengo que ir. ¿Me puedo quedar esta noche contigo? -sonrió.

    - Es muy tentadora tu oferta pero mañana tengo que ir a la Aldea y no sé por cuanto tiempo estaré ausente y necesito todo mi ser para poder ir.

    - Cuando dices "todo tu ser" te refieres a la parte humana y a la Ged, ¿no? 

    - Sí.

    - Eso fue otra cosa que no me explicaste -decía mientras se cruzaba de brazos.

    - Cierto -choqué mi mano contra mi frente-. Bien, los únicos Geds que pueden transformarse y viajar entre este mundo y las Aldeas sin problemas son los hijos nacidos de un Ged y un humano por eso estoy frente a ti. ¿ Qué cómo es posible estar aquí y estar allá al mismo tiempo? Simple, no sé -frunció el ceño. En serio, mis abuelos tampoco lo sabían, esa habilidad la tenemos pocos Geds y viaja de generación tras generación lo que si sabemos es que no puedo estar mucho tiempo separado de esa manera porque ambos cuerpos se debilitan demasiado.

   - En fin personita con "vida rarita" me tengo que ir, avísame cuando te desocupes quiero llevarte a un lugar que sé te va a encantar. 

    - Antes de irte, quiero que me prometas que no le contarás esto a nadie.

    - No te preocupes mi hermoso Ged, solo yo lo sabré -se despidió ofreciéndome un beso en la mejilla-. Cuídate por favor, espero verte pronto.

 

    Me podía ir esa misma noche pero quería descansar en mi casa así que me fui temprano a la cama pero antes de dormir empecé a hojear el libro de la aldea y encontré algo que decía algo como.

 

   "Antes de que cualquier especie, llámese animal o vegetal, poblara este universo existía solo miles y millones de masas rocosas de muchos tamaños flotando en la espesa oscuridad en donde ahora habitamos pero en el centro de una de aquellas masas palpitaba una Luz , esta Luz sabía dónde estaba y de qué estaba rodeada, tenía Conciencia. Así que esperó dentro paciente hasta que en algún momento fuese liberada.

    Y así pasó, la masa donde habitaba empezó a quebrarse y de un momento a otro explotó, atrayendo para si toda masa rocosa y todo ser viviente o no que estuviese a su alrededor. Todo aquello cubrió nuevamente aquella Luz y al instante volvió a ocurrir una segunda explosión pero esta vez dejando masas rocosas de otras formas y con otras características a su alrededor y lo que cubría a la Luz se convirtió en una inmensa masa ardiente llena de vida que la Luz llamó Sol y ahí permaneció por muchos siglos hasta que dentro del Sol nació otra Luz y fue disparada a la tercera masa más cernana a este el cual decidió llamar Tierra.

   Esta pequeña luz penetro a Tierra hasta su núcleo dándole vida, despertó a los árboles, animales, lagos, tierra y volcanes. A esa pequeña luz le agradó estar ahí y llamo a Tierra, Hogar. 

    Muchos años pasaron y los elementos que la Luz había despertado en Tierra se estaban destrozando unos a otros así que decidió crear a dos Guardianes para que cuidaran de su Hogar porque su Luz era tan fuerte y poderosa que podía destruir a Tierra.

    Y así paso.

    Creó a los dos primeros Guardianes de la Tierra, una hembra y un macho, pero estos solo tenía la capacidad de cuidar solo una parte de Hogar así que decidió crear unos Guardianes de las Aguas, del Fuego y de los Vientos para poder así mantener todo bajo control y los llamó Guardianes Jhomgeds. Les entregó su conocimiento, parte vital de su Luz. 

    

   A los Guardianes de la Tierra les dio dos fuertes y solidas alas para que pudieran planear todas las tierras de Hogar y vigilar a sus animales sin problema al igual como hizo con los Guardianes de los Vientos.

   A los Guardianes del Fuego le ofreció una piel tan fuerte que ni la misma lava podía hacerles daño, en cambio, a los Guardianes del Agua le ofreció una agilidad inigualable bajo las profundas e interminables aguas de Hogar y la capacidad de estar bajo sus aguas por el tiempo que quisiesen sin ocasionarles daño alguno.

 

   Y a partir de ese momento Hogar empezó a poblarse de Jhomgeds y la Luz fue feliz."

 

... 


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