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Pomance estival por Marbius

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6.- Celos.

 

La cosecha de duraznos se dio sin contratiempos, y a diferencia de la primera vez en que se conformó con empacar el excedente de fruta y dejarlo colgado en la verja de la propiedad, Sirius se dedicó junto con Teddy y Harry a la zaga a visitar a las personas que había conocido durante su estancia y obsequiarles una bolsa. Obviamente eso incluyó a los Potter y a los Lupin, que le agradecieron (con té y mermelada, respectivamente), pero también a los Patil del supermercado, a los Longbottom de la policía, al chico Oliver Wood (que por fin se había recuperado de su lesión), además de conocer al famoso Albus Dumbledore, con su pareja Gellert Grindelwald  y a la profesora McGonagall que había sido la profesora de curso para los chicos.

Además de las personas que ya conocía, Sirius conoció otra docena más por intervención de Teddy y Harry, y el cierre lo obtuvieron casi al otro lado de la ciudad al pasar con los Tonks y que Andrómeda y Ted insistieran en que se quedaran a cenar y ellos después los acercarían a casa.

Aquella era la primera vez que Sirius veía interactuar a Teddy con sus abuelos, y comprobó con alivio que el afecto era mutuo y la adoración recíproca.

—¿Cómo está tu papá? —Preguntó Andrómeda a Teddy, y el chiquillo se enfrascó hablando de los duraznos y los pasteles que pensaba vender para conseguir un dinero extra.

Sirius ya se había hecho una aproximación de los empleos temporales a los que Remus se entregaba para hacer marchar sus finanzas, y no dejaba de asombrarle el esfuerzo que ponía y la reciprocidad que encontraba entre los habitantes del Valle de Godric, pues a quienquiera que Teddy se lo contara hacía siempre un pedido, ya fuera de sus mermeladas, pasteles o lo que fuera que Remus tuviera en el horno para esa semana.

Mientras Ted, Andrómeda y Teddy se llevaban la batuta de la conversación, Harry aprovechó para preguntarle a Sirius si él tenía abuelos.

—Er, de hecho ya no tengo padres, Harry —respondió Sirius, y el ceño tras las gafas del niño se acentuó.

—Yo tampoco. Abuelos, quiero decir... Los padres de papá murieron antes de que yo naciera, y los abuelos Evans vivían lejos y murieron no mucho después de mi segundo cumpleaños. —Harry le dedicó una mirada a los Tonks y a Teddy—. Pero debe ser genial tener abuelos, ¿verdad?

Sirius pensó en su propio caso y optó por una respuesta parcial. —Sólo si son como Ted y Andrómeda...

—Mmm, creo que no me importaría no tener abuelos si al menos tuviera un hermano con quien jugar, pero... —Harry resopló—. ¿Conoces a los Weasley?

—Sí.

—Ron es uno de mis mejores amigos, y él se queja de tener demasiados hermanos y ser siempre el último en recibir su ropa y juguetes. Después de él está Ginny y ella es la única mujer así que recibe todo nuevo, y Ron no está muy contento con eso y seguido dice que le gustaría ser hijo único como yo o Teddy, pero yo daría lo que fuera por estar en su lugar y tener al menos un hermano o hermana...

—Creo que los entiendo a los dos —dijo Sirius—. Yo tengo un hermano menor, y creciendo nos llevábamos fatal en el colegio. Seguido pensaba que quería tener un hermano que fuera mi mejor amigo, pero no quería que fuera Regulus. Y no se puede tener todo en la vida, así que hice lo mejor que estaba a mi alcance.

—¿Tus padres tuvieron otro hermano?

—No, Reg y yo parchamos nuestras diferencias y nos volvimos cercanos.

—Ah...

—¿Tu hermano Reg es mucho menor?

—Casi dos años.

—¿Y qué edad tiene él ahora?

—Va a cumplir treinta y siete en julio.

—Mmm, yo también soy de julio, a finales. ¿Y cuántos tienes tú?

—Cumpliré treinta y nueve en noviembre.

—Oh, mis padres igual el próximo año. Aunque mamá es mayor... Y también el tío Remus es mayor que papá, aunque por unas cuantas semanas. Podrían haber ido juntos a la escuela.

«Sólo si ellos también hubieran asistido a un internado en lo más profundo de Escocia», pensó Sirius, que no quería pensar en sus tiempos escolares y cambió mejor de tema.

—Escuché por ahí que te gusta el rugby y que este verano asistirás a un campamento...

Tal como esperaba, Harry se distrajo al hablar de su deporte favorito y los planes que tenía de mayor para unirse al equipo nacional (James lo había conseguido, pero una lesión había puesto fin a su carrera antes de cruzar a las ligas mayores), e incluso veinte minutos después así seguían cuando Andrómeda los llamó al comedor porque la cena estaba lista.

Pese a que sus profesiones no encajaban del todo con la idea de dos abuelos que presentaron un festín a sus invitados, Sirius comió de mil maravillas un asado con tres guarniciones en casa de los Tonks y disfrutó de su buena compañía mientras mataban dos pájaros de un solo tiro y charlaban de cómo iba el papeleo de la transacción legal de la casa (que a finales del verano estaría escriturada a nombre de Sirius y Regulus) así como de la labor de limpieza, en la que Sirius confesó sentirse perdido.

—Hemos ido a ayudar, y Sirius nos paga, pero... —Dijo Teddy, y a su lado Sirius suspiró.

—El tío Alphard parecía ser un coleccionista amateur de muebles viejos y pesados. Y por más que quisiera dejar la casa en el estado en el que se encuentra, no es posible. Además no sé qué hacer con su ropa, y hay un sinnúmero de objetos que bien podrían ser donados a quienes más los necesitaran.

—Creo que Benjy Fenwick podría ser tu solución —dijo Andrómeda—. Es él quien maneja una casa de antigüedades en el Valle de Godric, y tiene una sucursal en Londres que podría hacerse cargo de las ventas.

—Te quitaría la preocupación de buscarles un buen sitio y cobra sólo un porcentaje de la venta total —agregó Ted, que prometió darle a Sirius una tarjeta para hablar directamente con él en la brevedad posible.

Sirius se mostró agradecido por su ayuda, y cambiando la conversación hacia temas menos deprimentes como la limpieza de la casa que había pertenecido a su tío Alphard en vida, les habló de sus impresiones del Valle de Godric hasta el momento.

Con total honestidad Sirius les habló de la cálida recepción que había experimentado y el buen descanso que le estaba resultando el alejarse del trabajo y sólo ser y estar sin mayores ocupaciones.

—Remus y yo hemos hecho buenas migas —mencionó de pasada, y las cejas de Andrómeda se dispararon casi hasta la línea de su cabello.

—¿Tú y Remus?

—Sirius también viene los jueves a las cenas con mis padres —agregó Harry, que en su inocencia infantil no leyó nada en la atmósfera del comedor.

—No me puedo quejar —dijo Sirius con tono neutro—. Mis vecinos han resultado de lo más amables.

—A Sirius no le importa ayudarme con mis tareas —intervino Teddy—, y papá está muy agradecido, por eso le ha regalado varios tarros de su mermelada especial y ha horneado especialmente para él.

—Interesante —dijo Ted, y Sirius carraspeó.

—No sabía que era mermelada especial o que... —Y su voz fue perdiendo volumen hasta desaparecer—. Tendré que agradecérselo.

—Así es Remus —dijo Andrómeda—, expresa el cariño a su modo.

La cena continuó con un levísimo cambio de tema, adentrándose en el negocio de Remus y en la próxima tanda de delicias horneadas que seguro haría con los duraznos de Sirius, y el postre consistió en unos cuantos frutos dulces de los que Sirius había traído consigo y que disfrutaron en sobremesa.

Al final Ted condujo el automóvil con Sirius como copiloto y los críos en el asiento trasero de vuelta a su calle, y aunque el orden no era ese, dejó a Sirius para lo último y pidió tener con él unas palabras.

—Uhm, perdona si me meto donde no me llaman pero Andrómeda me ha pedido que... Bueno... —Ted se aclaró la garganta—. Ok, llámame entrometido, pero ¿entre tú y Remus hay... algo? Lo que sea. Más allá de una simple relación de vecinos amistosos.

Sirius se pasó una mano por el cabello, que desde su llegada al Valle de Godric no había pasado a la peluquería y lo tenía ligeramente largo.

—Intuyo que tú y Andrómeda están preocupados porque entre Remus y yo haya una relación más allá de la que pudiera existir entre amigos —dijo Sirius, y Ted asintió—. Y la verdad es que no sabría qué respuesta darles.

—Oh. Entonces creo comprenderlo —dijo Ted, que suspiró por lo bajo—. Remus es ahora como un hijo para Andy y para mí, ¿sabes? Y si te preguntamos a ti en lugar de ir directamente con él es porque... Bueno, porque es su vida y él decide hasta qué punto nos permite entrar. Ya ha sido más que generoso al no guardarnos ninguna clase de rencor por los primeros años en que él y Nymphadora estuvieron juntos y nosotros en contra, y no haríamos nada ahora que pusiera un alto a nuestro contacto con Teddy.

—Creo que él nunca querría que Teddy y sus abuelos estuvieran distanciados, independientemente de su relación con ustedes —dijo Sirius, y Ted volvió a suspirar.

—Tienes razón. Ese es Remus.

Tras despedirse y acordar un papeleo que quedaba pendiente de las escrituras de la casa, Sirius bajó del automóvil y entró a su propiedad, descubriendo en su porche un tarro grande repleto de duraznos en almíbar.

También una nota:

 

Sirius:

Van de maravilla con helado de vainilla, que si no tienes en casa, pasa por la mía.

R.

 

Que con una invitación semejante, Sirius descubrió que no había ninguna decisión por tomar.

Iría.

 

El mismo día en que Teddy y Harry terminaron el curso, Sirius recibió la visita de Benjy Fenwick para tasar los muebles de los que pensaba deshacerse y acordar con él una comisión por su venta en Londres.

Ya que el trabajo de dueño de una tienda de antigüedades iba de la mano con la imagen mental de un hombre entrado en años y quizá hasta con calva o una barriga que le fuera a juego, Sirius se llevó una grata sorpresa cuando a su puerta se presentó un individuo más o menos de su edad, con el cabello rubio peinado con estudiado descuido hacia un lado, jeans desteñidos y la camiseta de una banda que él reconoció sin problemas.

—Oh, ¿X Japan?

—¿Qué, los conoces? —Preguntó el individuo, y le extendió la mano para darle un apretón—. Soy Benjy Fenwick, por cierto. Ted y Andrómeda me pidieron que pasara a echarte una mano con tu inmobiliario.

—¿Que si los conozco? ¡Me encantan! Y por cierto, Sirius Black —recibió Sirius su mano y percibió el roce delicado de sus dedos—. Andrómeda fue quien me dijo que pasarías, aunque nunca especificó día.

—No se lo mencioné. Pensé que sería más apropiado pasar por la casa y presentarme yo mismo —dijo Benjy, y Sirius quedó deslumbrado por su sonrisa.

—En ese caso, pasa. —Sirius le franqueó la entrada y Benjy aceptó la invitación—. Antes debo prevenirte que el tío Alphard compró piezas suficientes para decorar tres casas de este tamaño, y mi única intención al vender es quitarle su comida a la termita. El qué, dónde y cuánto del asunto me tiene sin mucho cuidado.

—¿Así que no eres un fan de las antigüedades, eh? —Corroboró Benjy, y Sirius denegó con la cabeza.

—En lo absoluto. Más allá de saber reconocer a primera vista un mueble caro, el resto no me interesa.

—Yo mismo le vendí algunas piezas a Alphard. Tenía un gusto exquisito —dijo Benjy, que siguió a Sirius a la sala y pasó los dedos por una vitrina repleta de chucherías igualmente caras—. No me importará comprar algunas piezas de vuelta al precio, con ajuste de inflación y un extra, pero si me permites la sugerencia, ganarías más en una subasta.

—¿En serio?

—Muy en serio. Imagino que el dinero no es tu mayor prioridad durante la venta, pero podrías sacar una buena tajada.

—¿De cuánto hablamos?

Benjy se llevó el dedo índice al mentón y se dio unos golpecitos. —Unos cuantos millones al menos. Sé que Alphard gastó eso y más en la remodelación de esta casa, así que no me atrevería a decir que menos de eso.

Sirius asintió.

—No pareces sorprendido —observó Benjy, y Sirius se encogió de hombros.

—Ya me lo imaginaba. La verdad es que consideré llamar al servicio de basura y sacar todo a la calle-...

Benjy hizo un ruido de incredulidad.

—Exacto —confirmó Sirius—. Incluso yo no sería tan desalmado como para lanzar los muebles de la Reina por la ventana.

—De la Reina, el Rey y una amplia colección más —confirmó Benjy con una sonrisa.

Ya que el trabajo de avalúo podría tomarles horas, Sirius antes le ofreció a Benjy una taza de té y éste aceptó encantado el ofrecimiento. Mientras esperaban a que el agua se calentara, Benjy se asomó por la ventana de la cocina en dirección a la casita de Remus e hizo un comentario que Sirius no esperaba.

—¿Sigue Lupin viviendo ahí?

—Sí. ¿Conoces a Remus?

—Algo por el estilo —respondió Benjy con vaguedad—. Solíamos vernos.

—Oh.

Benjy malinterpretó la reacción de Sirius, cruzándose protectoramente de hombros y preparándose para lo peor.

—Mira, no lo mencioné porque creí que era evidente siendo el dueño de una tienda de antigüedades, pero... Soy gay. Espero que eso no genere conflicto en nuestra relación comercial, porque si es el caso...

Para Sirius, que la sorpresa había derivado de encontrarse en la cocina con uno de los exes de Remus más que de la sexualidad de Benjy, se apresuró a corregir el malentendido.

—Para nada. Yo también soy gay —dijo Sirius con soltura, que contadas veces había expresado esa frase y sólo en Londres. Ni en mil años habría imaginado que tendría una repetición en el Valle de Godric, y que su interlocutor esbozaría una sonrisa todavía mayor al enterarse.

—Vaya, es bueno saberlo.

Sirius ignoró el claro intento de flirteo y en su lugar preguntó: —Así que... ¿Tú y Remus?

Benjy resopló. —Sólo por una corta temporada. Justo acababa de mudarse a esa casa y lo conocí por casualidad cuando vine a entregarle a Alphard un par de mesitas Luis XVI que tenía en exhibición. Congeniamos al instante, Remus y yo, quiero decir. Era tarde y estaba caminando por la calle con ese enorme perro que tiene.

—Snuffles —suplió Sirius el nombre.

—Ese mismo —dijo Benjy, y se estremeció—. Personalmente soy más del tipo de tener gatos, así que el perro se abalanzó sobre mí y Remus lo detuvo. Una cosa llevo a la otra, pero no salimos por mucho tiempo. Ese asunto con su enfermedad limitaba bastante la clase de relación romántica que podíamos tener. Y tiene un hijo, ¿sabes? Un crío que vive de tiempo completo con él.

—Lo sé —confirmó Sirius—. Su nombre es Teddy.

—Cierto, Teddy —murmuró Benjy, que seguro había olvidado el nombre y no le importaba que así fuera—. Como sea, es historia pasada. Salimos hace años, el crío todavía acudía al kindergarten y ahora debe tener, no sé, ¿ocho, nueve años?

Sirius se mordió la lengua para no mencionar que Teddy ya tenía doce. Por fortuna la tetera lo salvó, y tras servir dos tazas empezaron con la labor de ir cuarto por cuarto revisando mobiliario y decidiendo qué se iba y qué se quedaba.

Benjy hizo lo suyo por congraciarse con Sirius a base de bromas, guiños y muchas sonrisas, pero éste no reaccionó, optando en su lugar por mantenerse ecuánime en sus reacciones y sin flirtear de vuelta. Ya que su incipiente relación con Remus apenas estaba en las primeras etapas y ambos caminaban sobre hielo muy fino, no quería echarlo a perder por una estupidez como tontear con un ex novio con el que al parecer las cosas no habían terminado del todo bien.

—Ah, precioso —comentó Benjy de pronto, mirando fijamente a Sirius que se había sentado en una silla y le observaba con una ceja alzada. Deliberadamente, Benjy lo miró de pies a cabeza, y como si nada agregó—: La silla, por supuesto, aunque debo de decir que va de maravilla contigo. Tal vez deberías quedártela.

—Mejor no —dijo Sirius poniéndose en pie—. Es terriblemente incómoda, y mi trasero me mataría por esa decisión.

Benjy le dedicó una mirada de reojo a su trasero, y para sí hizo un gesto de admiración que Sirius encontró en exceso vulgar, pero no dijo nada.

Con una casa tan atestada de muebles y con piezas suficientes para llenar un hotel, a media tarde propuso Benjy ponerle una pausa por el día y volver el lunes para continuar con el avalúo.

—Me atrevería incluso a decir que necesitaría del resto de la semana entrante para catalogar todas las piezas e inventariarlas —dijo con una segunda taza de té y revisando en su tablilla los apuntes—. También necesitaré que revises una a una las piezas y marques aquellas que se van.

—Será más rápido si selecciono las que pienso quedarme —dijo Sirius, que no había pasado por alto la enorme cantidad de hojas que Benjy había llenado con esa letra grande y cursiva de su dueño.

—Podría ayudarte a elegir si me lo permites. Me gusta la decoración de interiores, y me han dicho que tengo buen gusto —se ofreció Benjy en lo que obviamente era su intento más atrevido para agendar con Sirius una próxima reunión, pero la excusa que éste pensó en formular se perdió en sus labios cuando la puerta de la cocina se abrió, y la cabeza de Teddy apareció.

—¡Sirius! —Exclamó el niño, a todas luces feliz por el final del curso y listo para traerle las buenas noticias de su día, pero en cuanto vio que el adulto no estaba a solas perdió la sonrisa y se disculpó—. Lo siento, volveré más tarde.

—Ven, Teddy —le indicó Sirius con afabilidad, y el niño se hizo el remolón unos segundos antes de entrar—. De cualquier modo, el señor Fenwick ya se iba. ¿Todo bien en el último día del curso?

—Genial —dijo Teddy en voz baja, sus ojos pasando a Sirius a Benjy—. Tuvimos una fiesta en el grupo.

—Eso suena divertido. ¿Vino Harry contigo?

—Fue a su casa, pero dijo que más tarde pasaría. Tal vez yo también debería de irme...

Pese a la sugerencia velada que había hecho antes Sirius para hacerlo marchar, Benjy irguió más la espalda al anunciar Teddy que se iba, pero Sirius volvió a ponerle un alto.

—Oh, ¿pero no recuerdas que prometí llevarte a la piscina? Por fin me han entregado la credencial de membresía, y tengo permiso de tu papá para llevarte.

—¡Woah! —Explotó Teddy con felicidad—. ¿Harry también puede venir?

—Claro. Los Potter ya están enterados. Iba a ser una sorpresa para ustedes por sus buenas calificaciones este curso.

—Iré por mi traje de baño y la toalla —dijo Teddy, que volvió a salir por la puerta y dejó a los dos adultos a solas.

—Ese es el Teddy de Remus —dijo Sirius con ligereza, y Benjy frunció el ceño.

—Veo que se han hecho cercanos.

—Somos vecinos después de todo. Y me gusta echarle la mano a un padre de familia que se encuentra en apuros.

—¿Sólo vecinos?

Sirius se lo pensó. Al fin y al cabo, él y Remus se estaban dando una oportunidad, pero también... Habían decidido ser discretos, así que de momento la mentira tendría que bastar.

—Sólo vecinos.

Pero en el rostro de Benjy apareció la duda.

Y también la incredulidad.

—Entiendo.

 

Sirius pensó hablarle a Remus de Benjy ese mismo día, pero entre una cosa y otra, fue Teddy quien dio las noticias por él durante la cena.

Luego de una tarde en la piscina en la que Sirius había hecho de niñero y de paso jugado un rato con los críos a una especie de voleibol de tres, Lily había sido más que amable al hacer un pequeño desvío después de su trabajo para pasar por ellos en automóvil y una vez más agradecerle a Sirius por tener la bondad de cuidar a los niños y buscar cómo entretenerlos.

—No es nada. La verdad es que quien más se divirtió en la piscina fui yo —respondió Sirius con modestia, y desde los asientos traseros del sedán, Harry así lo confirmó.

—Sirius puede nadar de un lado de la alberca al otro sin necesidad de salir por aire, mamá. ¡Es increíble!

En un semáforo, Lily le dedicó a Sirius una mirada de apreciación. —¿Así que todo el largo de la piscina, eh? Debes de estar en excelente condición física.

—Trato de mantenerme —dijo Sirius, aunque la verdad es que no lo intentaba, sino que lo conseguía.

En sus años de colegio Sirius también había jugado rugby, aunque definitivamente no con la misma pasión que padre e hijo Potter demostraban. Para él el deporte había sido una válvula de escape para las frustraciones que vivía en casa y por ser un Black, y que además Regulus jugara en el equipo de casa contraria había favorecido como un método para liberar estrés cuando se enfrentaban y podían llevar a lo físico las peleas en su hogar.

Sin embargo, al ingresar a la universidad Sirius había sacado partido de las instalaciones del gimnasio, y sobre todo de la sauna, donde conoció un par de compañeros con sus mismos intereses por el sexo anónimo y sin ataduras. Pronto se volvió una costumbre para Sirius el pasar un par de veces por semana a ejercitarse en la piscina con una ronda de brazadas y cerrar su estancia con veinte minutos en la sauna, que invariablemente le garantizaban compañía para las siguientes horas.

Con los años, su fascinación por la sauna desapareció, no así el gusto por la natación y la quietud que se vivía bajo el agua, y que resultaba mejor que cualquier tipo de meditación o yoga para él.

—¡Mamá! —Se quejó Harry en el asiento trasero—. ¡Tengo tanta hambre!

—Un poco más y estaremos en casa. ¿Te quedas a cenar con nosotros, Sirius? —Ofreció Lily, pero Teddy respondió por ambos.

—Papá se nos unirá en casa de Sirius, y él va a cocinar.

—¿Así que también cocinas? —Se admiró Lily de su nuevo amigo.

—Un poco, y no como Remus. Yo sólo sé encender el horno porque recuerdo una receta de cordero asado, pero eso es todo en mi repertorio.

—Sirius sabe cocinar muchas cosas —dijo Teddy—. Esas calabazas con queso de la semana pasada fueron lo mejor.

—¡Yuck, calabazas! —Expresó Harry su desacuerdo, y tras el volante, Lily rió.

—Si son tan buenas —dijo Lily de buen humor—, quiero la receta. Ni Harry no James comen calabazas, pero tal vez el problema radique en mi manera de cocinarlas y no en la pobre verdura que para nada tiene la culpa.

—Te la escribiré —prometió Sirius, a tiempo cuando dieron vuelta en la calle que conducía a sus respectivas casas.

Lily condujo hasta la de Sirius para dejarlos a él y a Teddy ahí y después proseguir su camino. El sol ya había desaparecido, y en la cocina de Sirius se podía ver la luz encendida.

—Es papá —dijo Teddy, que estaba al tanto de la llave extra que Sirius le había dado a Remus y le dio media vuelta a la casa para entrar por la cocina y saludar a su progenitor.

Lily arqueó una ceja al entender la situación, y Sirius tuvo que luchar un poco con la sonrisa que pugnaba por salir de sus labios.

—Uhm...

—No tienes que explicar nada —dijo Lily con presteza—. Por si acaso no nos vemos antes, el domingo haremos una parrillada. Estás invitado, aunque de hecho ya lo estabas porque seguro Remus habría querido llevarte como su acompañante.

—¡Vamos, mamá! —Volvió Harry a la carga—. Tengo tanta hambre que me comería mi propio brazo.

—Entonces empieza por los dedos —dijo Lily con humor, y tras despedirse de Sirius y luego éste de ellos dos, se marcharon camino abajo hasta su propia casa.

Sirius por su parte entró por la puerta principal y recogió el correo que el cartero había dejado en el buzón de la puerta y que consistía en su mayoría correo para su tío Alphard (Sirius tomó nota de encargarse de notificar a quien fuera necesario de su ausencia) salvo por una postal que Regulus había puesto para él y que le causó gracia por su mensaje:

 

“Querido hermano mayor,

Londres no es la misma sin ti, pero imagino que el Valle de Godric tampoco es igual desde tu llegada, así que están a mano.

¿Te ha sorprendido saber de mí así?

Eso te enseñará a llamar más seguido.

Afectuosamente, RAB.”

 

Y al extremo opuesto, la imagen más británica y londinense posible con el Big Ben en todo su esplendor.

Sirius se prometió más tarde hacerle una llamada a Regulus y agradecerle la broma, pero entonces llegó a sus oídos la conversación que Teddy y Remus mantenían en la cocina, y que presagiaba tormenta.

—... era ese señor de la tienda de antigüedades. El que una vez te detuvo para conversar contigo en aquella fiesta en casa de los abuelos.

La respuesta de Remus se perdió por el bajo volumen con el que éste respondió, y al entrar Sirius en la cocina ya había olvidado el correo, su día en la piscina y hasta cómo hablar cuando vio la espalda tensa de Remus mientras cortaba un poco de verdura para una ensalada.

—Hey, Teddy —llamó Sirius la atención del niño—. ¿Podrías ir al invernadero y traer fresas? De postre tendremos fresas con crema.

—Claro —accedió el niño, que salió con un tazón grande dispuesto a cumplir su encargo.

Sirius se posicionó al lado de Remus y miró su rostro de perfil, que ostentaba un ceño fruncido.

—Remus...

—No es lo que piensas —murmuró éste, apenas moviendo los labios—. Es decir, son celos, pero...

Con una exhalación, Remus dejó ir el cuchillo y el trozo de lechuga que en esos momentos tasajeaba sin ningún cuidado y hasta con rencor.

—Seguro Benjy te contó que salimos. Adora decírselo a todo mundo que me conoce —dijo Remus, dándole la espalda a la encimera y cruzándose de brazos—. Fue él quien terminó conmigo. En sus palabras, no tenía inconvenientes conmigo siendo padre, pero sí actuando como uno.

—Ya, no parece del tipo que tolere a los niños.

—Porque no lo es. —Remus cerró los ojos—. Cuando dije que sentía celos... No era por él. Benjy está en el pasado, pero...

—¿Por mí entonces? —Preguntó Sirius, que posó su mano en el hombro de Remus y le dio un ligero apretón—. No deberías. Incluso si Benjy fuera mi tipo, te tengo a ti. Y él y yo trabajaremos juntos con la venta de las antigüedades del tío Alphard. No podría pensar en una peor manera de arruinar el tiempo que tengamos que convivir juntos que manteniendo una relación más allá de lo platónica con él.

—Lo mismo podrías decir de salir con un vecino y echar a perder tu estancia en el Valle de Godric —murmuró Remus, que abrió los ojos y ladeó la cabeza para apoyarla en la mano de Sirius.

—Nah. Honestamente, Benjy exuda unas vibras insoportables de pomposidad que no van en lo absoluto conmigo.

—Seh, puede serlo en ocasiones —confirmó Remus.

—¿Y qué si intentó ligar conmigo? —Sirius se acercó más a Remus, y con su otra mano le rozó la mejilla—. Ya tengo a alguien mucho mejor en mi cocina.

Dispuesto a premiar sus palabras con un beso, Remus apenas alcanzó a rozar sus labios cuando la puerta de la cocina se abrió y Teddy entró agitado con el tazón repleto de fresas y palabras acerca del hambre canina que le atacaba.

La cercanía entre Sirius y Remus se justificó como retirarle a éste último una pestaña del ojo, y ya que Teddy no se inmutó, después prosiguieron los preparativos de la cena.

A modo de celebración, fue un grueso bistec con papa asada al lado, ensalada, y las más frescas fresas con crema de postre que conmemoraron la boleta de calificaciones de Teddy donde sólo había buenas notas.

La abundante comida y la pereza propia de la digestión favorecieron a que después se sentaran en la sala a ver una película, y el cansancio del día dejó noqueado a Teddy, que antes siquiera de los cinco minutos ya estaba roncando ligeramente y no daba la impresión de poder despertar si no era con mucho esfuerzo.

—Pobre —dijo Sirius—. La piscina lo dejó agotado.

—¿A ti no?

—Qué va —dijo Sirius, que al girarse hacia Remus en la oscuridad que sólo el televisor aliviaba, encontró en sus ojos una chispa de travesura—. ¿Qué, tienes planes de hacerme dar un par de vueltas corriendo a la propiedad para demostrártelo?

—No, pero... Sé de otras maneras para dejarte corto de aliento.

Y porque Teddy dormía profundamente y ambos así lo querían tras varias semanas de refrenarse, Sirius llevó a Remus a su habitación en la planta superior y dejó que le mostrara cómo.

 

A diferencia de otras ocasiones en las que Remus se mostraba complacido con el papel pasivo de sus actividades, en esa ocasión sentó a Sirius a los pies de su cama en el cuarto de invitados y se plantó en su regazo, una pierna a cada lado mientras le sujetaba el rostro con ambas manos y lo besaba.

Por su cuenta, Sirius aprovechó para recorrer la espalda de Remus y deslizar sus manos hasta su huesudo pero firme trasero. El hizo provocó en Remus un arqueamiento de su espalda, y también un gemido que Sirius interpretó como positivo.

Con los labios de Remus recorriendo su rostro, Sirius tanteó por la orilla de la camiseta que vestía, y sus dedos se toparon con un parche de piel rugosa que los tensó a ambos.

—Uhm... —Con evidente acaloramiento, Remus escondió su rostro apoyando mejilla con mejilla contra Sirius—. Supongo que debo mencionarlo antes de que pasemos a más... Erm, ya has visto las cicatrices que tengo en el rostro, y las de mi cuerpo no son mejores.

—Remus...

—El riesgo a padecer cáncer de piel no tiene nada de gracia, y la doctora que me atiende es minuciosa al momento de extirpar... Le estoy muy agradecido por su minuciosidad al operar, y no tanto por las cicatrices que me han quedado...

Sirius tragó saliva, pues no podía ni quería mentirle a Remus. La verdad es que tenía una tolerancia bastante alta para presenciar sangre y heridas, no en balde los castigos corporales de Madre le habían hecho habitual la vista de ambos, pero Sirius tenía la impresión de que verse a sí mismo sangrante frente al espejo mientras se limpiaba con una gasa y el dolor lo distraía no sería lo mismo que encontrar señales de dolor en Remus, que aunque curadas, tenía un historial de sufrimiento sin fin.

—¿Puedes enseñarme? —Pidió Sirius tras considerarlo, y Remus separó sus rostros, buscando en los ojos de éste cualquier señal de arrepentimiento.

Pero no la había. Sólo curiosidad. Y deseo de entender... Y Remus quería ser entendido.

—No digas que no te lo advertí —murmuró éste, llevándose las manos a los bajos de la camiseta y sin fuerzas para alzársela aunque fuera un poco.

Sirius le ayudó, apoyando ambas manos sobre sus caderas y con los pulgares trazando un círculos alrededor de sus prominentes huesos. Remus exhaló con pesadez porque la sensación no era en lo absoluto desagradable, y Sirius se valió de ello para echar un primer vistazo.

Pese a la escasa iluminación que se podía apreciar en la habitación y que sólo proveía del exterior a través de las cortinas descorridas, Sirius no tuvo problemas en encontrar la primera de muchas cicatrices en el cuerpo de Remus justo a un lado de su ombligo. Una incisión recta de al menos cinco centímetros que tenía los bordes regulares, pero había quedado marcada por cuatro puntos y aspecto protuberante.

—Es de hace dos años —explicó Remus con voz tensa—. Había células anormales y mi doctora decidió cortar por lo sano como prevención.

—¿Dolió? —Preguntó Sirius acariciando la cicatriz con la yema de su dedo índice.

—No más que las demás —fue la vaga respuesta de Remus—. No tienes que ver el resto si no te apetece...

—No —murmuró Sirius. No quería hacerlo, en realidad no, pero sentía a la vez que no tenía derecho sobre el mismo cuerpo de Remus que le provocaba placer contra el suyo si antes no inspeccionaba cada parte de él—. Quiero hacerlo.

Remus exhaló con pesadez mientras Sirius continuaba su camino ascendente por su estómago, encontrando algunas cicatrices más antes de llegar al torso con una mano y a la espalda con otra.

—¿Puedo? —Inquirió Sirius cuando la camiseta de Remus se volvió un estorbo, y éste le ayudó al sacársela por sí mismo y rápidamente cruzarse de brazos para cubrirse.

Sirius le miró con ojos grandes y reverentes. —Moony...

—¿Perdón? —Se vio Remus sacado de su estado de pánico con estupor—. ¿Cómo me has llamado?

—Tu piel —dijo Sirius en apenas un susurro, y buscó los ojos de Remus—. Es... tan luminosa.

Remus pareció conforme con su respuesta, y se abrazó a Sirius para besarlo con desesperación.

—Sujétame —murmuró Remus contra sus labios—. No me dejes ir.

Y porque no estaba en sus planes, Sirius así lo hizo.

 

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Notas finales:

¿Lee siquiera alguien estas notas o estoy hablando sola? En fin, capítulo nuevo y probablemente la semana entrante el final.
Graxie por leer hasta aquí~!


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