Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fake Out por mary chan21

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El lugar era espacioso, aunque se viera repleto de gente. Sin importar hacia dónde mirara, aparecían más grupos desbordantes de emoción y gritos. Ya ni sabía si podría reconocer al grupo que lo había apartado de Shuichi, menos habiendo dado vueltas por el sitio para ver hacia dónde lo arrastraron. Qué ingenuo fue al creer que sería sencillo hallar una cabeza rosada.


Apenas divisó un espacio libre en la pared fue a recargarse allí. Para ser honesto, era inesperado que se sintiera tan ansioso, más aun siendo una despedida de soltero, estando con su marca camuflada, pudiendo divertirse… ¡Era momento de estar contento! ¿Por qué de pronto se sentía tan mal por no conocer a nadie?


Ok, estaba haciéndose mal la pregunta. El problema no era que fueran desconocidos: el problema era que había dado un vistazo al cronograma de Maiko para esta fiesta, y estaba realmente incómodo con la idea de ser tan íntimo con desconocidos, aunque hasta el mes pasado le habría importado un comino. Mentira, le habría gustado, sobre todo si podía fastidiar a alguien y jugar poniéndolo nervioso.


— ¡Tatsuha! —Dio un respingo, y su cabeza salió disparada como resorte hacia el dueño de esa voz. Dejando de lado la vergüenza que sentía por su comportamiento, agradeció en silencio tener por fin buena suerte (muy buena suerte), porque justo en ese momento anunciaban:


¡Tienen cinco minutos para buscar un compañero! Apenas le encuentren, por favor de acercarse al escenario.


Ryuichi estaba frente a él, con su adorable rostro lleno de confusión viendo los altoparlantes. Se encogió de hombros, y sin darle más importancia preguntó—: ¿Hacemos equipo?


El moreno asintió, suspirando de alivio. Ante la ceja alzada del otro, se apresuró en excusarse.


—Sí, claro, gracias. No conozco a nadie aquí y parece que ya venían acompañados —Esperaba sonar convincente. Las mariposas revoloteaban en su estómago, y se aferró al brazo del cantante para arrastrarlo hasta el escenario, esforzándose por ignorar una que otra mirada indiscreta. ¿Acaso importaba? Hoy no tenía nada por lo que avergonzarse. Pronto todos estarían envidiando su suerte.


—Tienes razón, qué bueno que te encontré nanoda. Kumagoro y yo estábamos nerviosos, nunca se sabe si tu compañero es un fan obsesionado —comentó con fingida inocencia, y recibiendo un codazo al instante. La sonrisa no se borró de su cara por eso; se sentía muy bien con Tatsuha agarrado a su brazo, sonriéndole y con excusa para pasar la tarde a su lado. A estas alturas ya entendía que no necesitaba inventar razones para verlo, y los últimos días con él habían sido estupendos: cumplieron la salida pendiente en la sala de juegos, jugaron la versión inversa del strip ajedrez (poniéndose tanta ropa como podían), se vistieron de cazadores de fantasmas para visitar casas embrujadas, e incluso fueron a la playa y compitieron por quién construía el mejor castillo de arena (y si perdió fue solo porque se distraía mirando feo a cualquiera que veía al chico por más de cinco segundos). Estaba pasándola tan bien con él que no quería despegarse nunca…


Sin embargo, apenas llegaron frente al escenario su brazo fue soltado y el moreno se limitó a quedarse a su lado.


— ¡Ryuichi, Tatsuha! —El desaparecido vocalista de Bad Luck apareció, con una mueca desesperada. Sintió al pelinegro tensarse a su lado, aunque no le dio mucha importancia considerando la actitud de Shuichi. — Tienen que ayudarme. Acabo de ver los planes de mi hermana para hoy, y moriré antes de la boda si no me ayudan —Los lloriqueos le hacían difícil para comprender sus palabras. Justo antes de que le pidiera la traducción a su compañero, éste se separó.


—Vuelvo enseguida, tengo una llamada.


El mayor frunció el ceño mientras lo veía alejarse. Parecía que estaba huyendo… pero él no escaparía de Shuichi, ¿verdad? Siempre estaba dispuesto a ayudarlo; debía ser una llamada urgente. Su amigo no lo entendía por lo visto, se jalaba los cabellos a cada paso del pelinegro.


— ¿Qué necesitas?


— ¡Que cambies de lugar conmigo! Salí por un momento, y cuando regresé solo quedaba Mika-san para que fuera mi pareja. Ella va a matarme, Ryuichi, ¡a matarme!


Tuvo que esforzarse al máximo para no reírse en su cara. Era demasiado dramático para tomarlo en serio.


— ¿Por qué dices eso? Yo hasta la veo más calmada que de costumbre nanoda —dijo, y para demostrárselo agitó la patita de su peluche hacia ella. A pesar de encontrarse algo lejos, podía ver que no hizo ninguna mueca de disgusto, y hasta asintió como saludo. Si hasta a él, que estaba “jugando” con los sentimientos de su hermanito, respondía sin violencia, ¿qué podía pasarle a Shuichi?


— ¡Está tranquila porque no sabe lo que viene! Va a matarme, en serio.


—Shh, tranquilízate tú, es tu fiesta. ¿Qué va a pasar que va a hacer que quiera matarte?


— ¡Son los juegos, va a matarme durante los juegos! —chilló, ocultando el rostro entre sus manos. — Maiko planeó muchos juegos del tipo sexy, yo no quiero hacer eso con mi cuñada, y es obvio que ella tampoco estaría dispuesta a hacer eso conmigo. ¿Podemos cambiar? Yo me quedo con Tatsuha, si es él no hay problema…  Yuki se enojaría si jugamos nosotros… Y tú puedes jugar con Mika, ¿verdad?


Se puso rígido por la propuesta, y antes de darse cuenta ya estaba negando. Tal vez con demasiada vehemencia, por el rostro decepcionado del otro. Pero ¿cómo culparse? Su estúpido lado alfa- no, no era su lado alfa, él, él quería estar con Tatsuha en esa clase de juegos. Sí, era contradictorio tras las declaraciones de amistad que hizo, pero era cierto, y no pretendía perder su lugar ni por ayudar a Shuichi.


—No puedo, yo… Mika me odia, lo sabes. A ti te tolera al menos, pero nuestro conflicto es muy reciente, y apenas den las instrucciones comenzará la masacre. Contigo puede que llegue al tercer round, quién sabe.


—Qué exagerado —gimió, al parecer sin reparar en que él también lo era. — Además, Mika va a matarte si juegas con su adorado hermano menor.


—Digamos entonces que estoy escogiendo de qué forma quiero morir. Y entre que ella me mate por ser su compañero o que me mate por ser el de su hermano… creo que es obvio lo que prefiero —declaró, sin una pizca de vergüenza, y secretamente disfrutando de la expresión escandalizada de su amigo.


— Cuando Tatsuha me escuche va a compadecerse y te dejará por mí, ¡ya verás!


—Lo siento por ti —De nuevo, su egoísmo actuó antes de que su parte racional pudiera evitarlo. Vio al moreno yendo hacia ellos, y corrió de inmediato hacia él, lo agarró del brazo y lo alejó de su cuñado. Definitivamente no perdería. Después de haber avanzado tanto con él (y aunque estaba encantado con las “citas de amigos”) extrañaba los retos. Los echaba mucho de menos… Quizá, si jugaban, ese sentimiento de nostalgia también despertaría en Tatsuha, y considerase darle una oportunidad- aunque ahora lo estuviera mirando como si fuera un bicho raro por abandonar a Shuichi mientras gritaba.


— ¿Todo bien? ¿Qué quería mi cuñadito?


—Él… nada en realidad —mintió, diciéndose a sí mismo que lo hacía por una causa mayor. — Estaba quejándose por tener a tu hermana como pareja. Uno pensaría que ya se habría acostumbrado a la familia de su prometido.


—Oh… pobrecito. Mi familia es un poco complicada —admitió rodando los ojos. — Pero ella es bastante competitiva… debería estar agradecido, tendrá oportunidad de ganar—Bien, lo dijo con toda la intención de evaluar su reacción; él sabía perfectamente de qué iban los juegos, y necesitaba saber si el castaño estaba al tanto también. O mejor dicho, quería saber por qué motivo Shuichi había ido hasta ellos sin cambiar acompañantes.


—Oh, no creo que ganen —se le escapó. Al notar la inquisición de su mirada quiso que se lo tragara la tierra. Sentía que estaba escrutándole la consciencia. — P-Puede que acaben peleando antes, ¿cierto?


El menor no alcanzó a contestar. La voz de la hermana del pelirosa les pidió acercarse y que se ubicaran en las sillas frente a sus parejas, así que se limitó a seguir al cantante. Sin embargo, no podía dejar de pensar… ¿Ryuichi lo sabría? ¿Le había mentido recién? Si resultaba ser el caso, era una mentira agradable, aunque mucho más grata sería la verdad; prefería que fuera directo con él. Después de todo, necesitaba saber si podía apostar sus esperanzas de nuevo.


¡Primer juego! —La voz de Maiko (a salvo sobre el escenario, la malintencionada) consiguió que se apuraran en sentarse. Resultaba un poco incómodo estar viéndose de frente (o de reojo más bien, fingiendo prestarle atención a la madrina de bodas) en lugar de a su lado, pero la emoción vencía su inseguridad. Después de todo, él sabía cómo provocar al mayor: estaba convencido de poder cumplir cualquier reto, y de que tendría la oportunidad de seducirlo de nuevo para que considerara cambiar la naturaleza de sus citas.  Estaba seguro de que si lograba gustarle por su personalidad olvidaría la emoción que sentía antes por el misterio de su casta; es más, podía reemplazar esa sensación con algo mucho más valioso… podía intentar gustarle de verdad. — El nivel de intensidad irá subiendo de a poco, así que prepárense y miren bien a su compañero… puede comenzar como un desafío en parejas, pero al final uno solo va a ganar, ¡así que será su último rival!


¿Qué? Mierda, no le gustaba la forma en que sonaba. Ryuichi tragó, suspirando para sus adentros porque ¿a quién engañaba? Tenía todas las de perder contra Tatsuha, que jamás se intimidaba y menos por cosas que a él sí le importaban, como el triste hecho de que estuvieran rodeados de decenas de personas. — Comencemos con algo simple… ¡el juego del pocky!


Victoria fácil, ¿eh?


Al moreno le costó gran parte de su fuerza mental contener la sonrisa. Fingiendo inocencia y asombro, se atrevió a mirar a los ojos al cantante. Y tuvo que hacer un nuevo esfuerzo por no reírse en cuanto éste apartó su mirada. Sí, quizás estaba mal que disfrutara de la situación, pero realmente amaba tomarlo con la guardia baja.  Y actuar también, por qué no. Se las arregló para lucir escandalizado cuando dejaron una cajita de pockys frente a ellos, y hasta fingió tomar aire para “darse ánimos”. Tal vez debería incursionar en la actuación, a juzgar por la actitud del cantante.


—Lo siento, Tatsuha. Si te incomoda podemos perder en la primera ronda —Mierda, no. En definitiva no era eso lo que quería; exageró demasiado. Ahora la pregunta era ¿cómo lo remediaba?


—No te preocupes — ¿Lo dijo muy rápido? ¿Estaba bien así? Vaya, era complicado saberlo. Mejor ni intentaba actuar. — Es solo un juego y… Tampoco tengo motivos para estar nervioso, ¿verdad? —El susurro le salió más insinuante de lo que pretendía, aunque fue incapaz de culparse considerando la cantidad de cosas que hicieron en su momento. Algo como el juego del pocky no le llegaba ni a los talones a su nivel cero, por lo que tampoco podía pretender verse tan ingenuo.


—N-No tienes por qué estarlo —confirmó. En realidad quería contradecirlo, confesarle que ya sabía cómo sería lo que venía, que deliberadamente escogió estar con él, que extrañaba tenerlo como más que su amigo… Pero era muy pronto para arruinarlo. — Solo son juegos, ¿cierto? Tan malo no puede ser.


Al menos, no más malos de lo que él se sentía.


— ¡Las parejas que más lejos lleguen serán las ganadoras! Comiencen en tres… dos… uno… ¡ya!


El castaño ya tenía un pocky entre sus labios, a sabiendas de que se quedaría paralizado en lugar de ir por el chico; era mejor que fuera él quien avanzara, tenía más agallas a fin de cuentas.


Tal y como esperaba, el menor no lo defraudó, y se fue acercando de a poco, sin quitarle los ojos de encima. El corazón amenazaba con salírsele, viendo como no dudaba en avanzar. Rayos, la situación estaba yéndose de sus manos con muy poco; si Tatsuha seguía así, luciendo tan apetecible y valiente, acabaría por lanzarse hacia delante, abandonar el tonto pocky y devorarlo frente a todos. Cosa que definitivamente no debía suceder, menos habiéndole jurado amistad (a él y a Shuichi, que sin dudas no apreciaría que además de haberlo abandonado atacara a su cuñado en medio de su despedida de soltero). Sin embargo, decir que los nervios traicionaban sus intenciones era quedarse corto: todo su autocontrol estaba concentrado en mantenerse quieto, aunque quedara como mojigato frente al moreno. Bueno, eso era preferible a ser un mentiroso y un pervertido.


Por su parte, el pelinegro maldecía la escasa longitud del dulce. ¡A él le gustaba la expectación, hacerse el interesante! Algo bastante difícil considerando los pocos centímetros que separaban sus labios, y lo difícil que era controlarse a sí mismo, mantener su mente fría para no delatarse con su olor (y ser puesto en evidencia frente a ese montón de desconocidos, para rematar).


Conteniendo un suspiro (y ligeramente desilusionado por haber predicho hasta las reacciones del otro) decidió cortarlo justo antes de que se tocaran.


Ryuichi, comprendiendo sus intenciones, se lanzó hacia sus labios. No era algo que hubiese planeado hacer… ni tampoco algo que el pelinegro pensara que pudiera lograr, por lo que ambos lucieron igual de sorprendidos cuando sus labios se tocaron. El contacto duró apenas un segundo antes de que el cantante se apartara, pero fue suficiente para que sus corazones se aceleraran.


Incrédulo, el monje trataba de buscar sus ojos para preguntarle todo aquello que sentía incapaz de decirle. Porque realmente para ellos era imposible entenderse. ¿Por qué ahora fue distinto para Ryuichi? ¿Por qué ahora estaba dispuesto a besarlo, si un estúpido juego debía importar menos que sus sentimientos, que una cita con él? Odiaba que le llegase el valor (o a las ganas) en momentos más que irrelevantes… para él, por lo menos.


— ¡Tiempo! Si no se atreven a avanzar más, sepan que ya perdieron su oportunidad. Queridos jueces, ¿alguna pareja llegó a besarse? —Maiko comenzó a pasearse, yendo frenéticamente entre los puestos para felicitar a los seleccionados. Vaya, ni siquiera había reparado en que había un juez detrás de ellos, levantando su mano para indicar que también lo hicieron. — ¡Genial, me alegra no haber tenido que bajar el nivel para que pasaran al siguiente juego! Entonces, son once parejas las elegidas para continuar —dijo, y justo su mirada se posó en la suya. Sin saber por qué, Tatsuha sintió el rubor traicionar su mueca de indiferencia; al contrario que su hermano, esta chica le hacía sentir bastante expuesto.


No obstante, pese a la inseguridad que le causaba pasar, le aliviaba la cantidad de parejas que avanzaron de nivel (entre ellos Shuichi y su hermana, para gracia suya); era más fácil relajarse si estaba acompañado. Y, aunque le costase admitirlo, le alegraba también que el mayor decidiera ir más lejos cuando él ya se había rendido; así, aun si fuera por poco tiempo más, le sería posible continuar con esta farsa incomprensible. — ¡Prepárense para el siguiente juego! —Un peso nuevo se instaló en su estómago, al ver llegar nuevas bandejas, con baldes de cubos de hielo.


El juez que se hallaba detrás les indicó que subieran al escenario, y pese a la sensación de mal augurio lo siguió junto con el cantante, que reflejaba su incomodidad sin dejar de ver las bandejas. No era un consuelo estar acompañado en el sentimiento, sin embargo. Aparte, era todavía peor estando de pie frente a tanta gente. —De seguro pueden imaginar el objetivo de la competencia. Van a tomar esos hielos con su boca, y van a hacer que se derrita primero con besos y después contra sus cuellos. Tendrán tiempo límite para cada una, lo que quiere decir… que deben cumplir bien con la primera parte, a menos que quieran arriesgarse a estar contra el cuello de su pareja hasta que se acabe el juego… Por supuesto, solo los que logren derretirlo pasarán a la próxima fase. ¿Preparados?


Ryuichi sintió verdadera indignación al oír esto último. ¿Qué quería decir con que tendrían que permanecer de esa manera? ¿Acaso no se daba cuenta que era peligroso? Entendía que también podía ser sexy, pero el enfado prevalecía por sobre las ganas que tenía de probar algo nuevo con Tatsuha. Es decir, sería genial si todo resultaba bien, pero era innegable su preocupación por estropear todo y lanzarse sobre el chico por un juego tonto.


De todas maneras, no hubo tiempo para discutirlo. Aunque varios concursantes se mostraban tan escandalizados como él, la madrina de bodas fue más rápida en hablar—: ¡Tres! Dos… uno… ¡comiencen!


Puede que nadie estuviese interesado en participar, pero su voz era poderosa y muchos se lanzaron a los baldes para obedecerla. Ryuichi suspiró al ver que Tatsuha era uno de ellos. Esperaba que realmente hubiese ido por querer, y que Maiko no hubiera usado sutilmente su voz de alfa para incentivar a los concursantes. Fuera como fuera, el moreno tampoco le dio tiempo para pensar: ya tenía el hielo en su boca y él, con la mente nublada por imaginar el contraste entre su boca y el afortunado cubo que estaba dentro de ella, acortó la distancia que los separaba e inició el beso. Concentrado como estaba, tratando de jugar con el hielo dentro de la boca del otro y perdido en la calidez de su lengua y su aroma, apenas reparó en que el menor no la estaba moviendo demasiado. Mejor dicho, lo poco que la había movido fue por el shock de su rapidez; estaba paralizado, y secretamente satisfecho por la atención del cantante, que disfrutaba del juego con sus ojos cerrados. Porque en serio estaba disfrutando, ¿verdad? Al menos eso parecía, y una parte de él no podía evitar encenderse ante el toque ansioso de su lengua. Le correspondió, intentando concentrarse en derretir el hielo para no delatarse con su olor, y comprobó con satisfacción que funcionaba, y que al ritmo que iban quizá ni necesitarían llegar a la fase del cuello…


Alto. Una aterradora idea bochornosa cruzó su mente, y tuvo que preguntarse: ¿estaba viéndose muy desesperado? Porque tal vez estaba demostrando más ganas de las que debía, y los espectadores podían pensar mal de ellos… No, no en realidad; podrían pensar lo correcto, de él, y definitivamente debía evitar que sucediera.


El mayor sintió que la lengua del otro se ralentizaba, volviendo a estar casi tan tensa como al inicio. A duras penas contuvo un gruñido exasperado, y sus ganas de insistir se convirtieron en decepción cuando el moreno tironeó de su ropa sutilmente. Era obvio que quería parar. Pensó en usar el juego como pretexto para seguir, pero justo en ese momento anunciaron:


— ¡Es momento de pasar a la siguiente fase! ¿Alguna pareja lo logró solo con besos? —Dos concursantes alzaron tímidamente la mano, y la complacida organizadora comenzó a llenarlos de elogios. — ¡Van a pasar automáticamente a la final! Los demás, ¡comiencen!


El castaño, que en medio de su frustración se había quedado con el hielo, se maldijo por lo que eso significaba: ahora tenía que acercarse él al cuello del moreno, que lo miraba con ojos como platos, tal vez recién percatándose que el dichoso hielo no estaba en su boca y comprendiendo lo que se avecinaba. Él todavía estaba digiriendo la posibilidad de cometer una estupidez, pero si no se apresuraba lo descalificarían e iba a perder la oportunidad de jugar otro reto. Tenía que arriesgarse.


No puedo dejar que esto termine todavía.


Armándose de valor se lanzó hacia su cuello, hacia el lado contrario de la marca (a fin de cuentas, ni siquiera sabía si el maquillaje era a prueba de agua), y comenzó a deslizar el hielo despacio para que no se le cayera. Le resultaba complicado, con las dulces feromonas del chico distrayéndolo y con lo fácil que resbalaba por su piel; era muy distinto a la fase anterior, donde tenía a Tatsuha para apoyarse. Ahora todo lo que podía esperar del chico era que no se estremeciera demasiado, pues hasta el más mínimo escalofrío dificultaba la tarea, y debía pegarse más para evitar un accidente… aunque pudiera ocasionar uno de otra índole al hacerlo.


El menor volvió a temblar, y el pequeño suspiro que se le escapó bastó para que la entereza de Ryuichi flaqueara; era una delicia que le costaba resistir, a la que quería entregarse ya mismo. Podía percibir su expectación, y también vagamente la de quienes estaban a su alrededor, aunque a cada instante le importaba menos cualquiera de ellos. Incluso había olvidado a Shuichi y que esta era su fiesta porque ¿qué más daba? Ya le había mostrado su verdadero rostro revelándole sus intenciones con Tatsuha, así que poco tenía que perder. Oh, y tenía tanto por ganar… para empezar, ¿era su deber avisar si se derretía el hielo? Ninguna regla del juego decía nada parecido…


Sin detenerse a pensarlo, lo atrajo por el cuello, esperando que quienes lo vieran pensaran que estaba sujetándolo para contener los escalofríos. La verdad era otra, por supuesto, y dudaba que Tatsuha fuera a decirla: el hielo estaba a punto de derretirse. Pronto no quedó más que agua, que lamió a toda prisa, para que ninguna gota delatara su situación. Sentía la tensión del menor en su agarre, y sonrió cuando comenzó a relajarse contra su boca, deseosa de marcar su piel como el otro día, para saber si vería aunque sea una pizca de la emoción que inundó esa vez los ojos del otro. Supuso que sería normal que la piel quedara enrojecida con el frío, así que tironeó experimentalmente con sus dientes para ver cómo reaccionaba.


¿Qué rayos está haciendo?


El pelinegro maldijo al cantante, dudando si apartarle (y exponerlo) o permanecer de esa forma. Odiaba la idea de ponerlo en evidencia, y en serio quería saber por qué estaba comportándose de esta manera… pero la fuerza que requería ya la estaba agotando en no abrazarlo de regreso y atraerlo hasta el suelo para que lo tomara ahí mismo. Le daba lo mismo solo tener suposiciones del porqué de su actuar, estaba dispuesto a entregarse a su voluntad. Es más, esas pequeñas succiones hasta le daban valor para sugerirle algo similar después de los juegos… Pero solo si le prometía que no sería como sus retos. Si podía decirle que era en serio, hasta estaría gustoso tomando la iniciativa.


— ¡Tiempo!


Mierda, no.


El Uesugi retrocedió un paso apenas habló Maiko, temeroso de ser descubierto. Le dirigió una mirada tímida al vocalista, encontrándose con los ojos azules de éste, oscurecidos por el deseo reprimido y las ganas de continuar. Tragó al verlo, preguntándose cuánto había pasado desde que sintió una avidez tal de su parte, y preguntándose también si había valido la pena no satisfacer este lado del mayor. Un solo repaso a los recuerdos que construyeron juntos estos días bastaron para saber que sí. Pero no sabía si eso significaba que no pudieran volver a lo mismo… o mejorarlo quizás.


— ¿Cuántas parejas consiguieron derretir el hielo? —Al notar que el juez junto a ellos levantaba su brazo para señalar su victoria dejó de preocuparse; no quería ver a esa desalmada a los ojos. En cambio, recorrió rápidamente el escenario, solo para descubrir que Shuichi y su hermana fueron eliminados en esa ronda. El pelirosa lloriqueaba por no poder participar más en su propia despedida (o de alivio por no tener que seguir haciéndolo con su cuñada, no estaba seguro), mientras Mika lo ignoraba por completo. Cuando se aburrió de su berrinche bajó del escenario sin él, típico de ella. — Entonces, cuatro parejas pasarán a la última etapa. ¿Están listos?


Vaya, era un poco vergonzoso que fuesen tan pocos. Sería más difícil ocultar sus ganas, además. Su cobardía le rogaba abandonar la competencia y largarse a probar suerte de verdad con el cantante, eso o limitarse a huir lejos de las intensas miradas que recibía, incluyendo la de Mika, que se veía especialmente furiosa. Tal vez lo mejor sería escapar, para no terminar recluido en alguna habitación sin ningún póster de Ryuichi siquiera. — Ahora daremos inicio a la fiesta. Espero que sean buenos con los juegos de beber.


El mayor hizo una mueca al oír esto último. Así que este era el final… y ni siquiera podría jugarlo. Conteniendo un suspiro, lo tomó del brazo para preguntar:


— ¿Vamos a otra parte? Deberíamos bajar antes de que Maiko nos detenga —Había hablado en voz baja, pero por la cara que puso el moreno sentía que fue indiscreto. ¿Por qué lo miraba de esa manera? Parecía tan escandalizado como al inicio de la primera prueba.


— ¿Nos vamos? ¿A… dónde?


—Donde quieras. No podemos quedarnos aquí con lo que viene —se encogió de hombros, sin reparar en sus ojos confundidos. Sin embargo, apenas había dado un paso cuando la madrina de bodas lo interceptó.


— ¿Se retiran sin intentarlo? Les faltan ánimos para ser una fiesta, chicos.


—Debemos hacerlo —sonrió, tratando de lucir compungido. Debió ser descubierto enseguida, porque ella continuó bloqueándole el paso.


— ¿Al menos van a hacerlo una vez antes de bajar? Los invitados están muy decepcionados por la falta de competitividad.


—No, Tatsuha no puede beber, es menor de edad —protestó Ryuichi, intentando bajarse del escenario con el chico. O más bien, sujetándolo del brazo para obligarle a bajar, porque parecía no darse cuenta de que no podían participar. — Así que tenemos que retirarnos esta ronda, cuestiones legales —insistió, pues por lo visto a ella le descuidaba el asunto. Eso o pretendía replicar con que sus toques tampoco debieron ser legales, y tenía que irse antes de que alguien lo hiciera notar.


—Pero basta con que tome usted la responsabilidad, Sakuma-san —El fingido tono inocente no lograba camuflar sus malas intenciones. A los dos les dieron escalofríos por la propuesta, pero ella se adelantó a hablar antes de que se negaran. — El juego es muy simple —continuó, ahora con el micrófono y dirigiéndose a todos, como si ya hubieran aceptado. A su señal, llegaron más ayudantes empujando carritos con botellas de tequila, rodajas de limones y sal. Que fuera una botella por pareja no lo ayudó a tranquilizarse, aunque fuera una pequeña. — Tienen que tomar un trago desde el cuerpo del otro, y quien haya tomado más para cuando se acabe el tiempo gana. Puede ser cualquier parte, si quieren pueden seguir solo en la boca. En el caso de Sakuma-san y Uesugi-kun… bueno, solo usted puede tomar los tragos, ¿verdad? —Ryuichi tuvo ganas de negar, al menos con la cabeza, para que los demás vieran que era ella la que detenía su retiro. Sin embargo, al mismo tiempo agradecía su impertinencia; podía seguir junto a Tatsuha. — Puede que los otros dúos tengan mayor ventaja, ya que podrían irse turnando… ¡pero agradecemos su participación!


Oh, de nuevo hablando como si él hubiera accedido a algo. Bueno, lo cierto es que su silencio ya había otorgado, y no le molestaba seguir jugando si eso le garantizaba más tiempo con el chico. Todavía se sentía aturdido por lo cerca que estuvieron, por los besos compartidos y definitivamente por la sensación de embriaguez que le provocaron sus feromonas, pero quizá si emparejaba aquello con una embriaguez más normal la cosa acabaría funcionando.


— ¿Qué hacemos? —El susurro de su compañero le hizo dar un respingo; lucía preocupado, mas no lograba comprender el porqué. — ¿Puedes hacerlo solo? Rayos, no sé por qué pregunto, es obvio que el resto tiene más posibilidades de ganar. Si necesitas ayuda quiero ayudarte, créeme que eres el único que se preocupa por mi edad aquí.


— ¿Y eso hace que signifique menos? Olvídalo, lo haré yo solo —bufó, indignado por la propuesta. — A cambio… podrías darme un incentivo para ganar. Con todo en contra me ayudaría un premio nanoda.


El pelinegro no se compró ni por un instante esa bella sonrisa, reluciente de falsa inocencia. Que supiera que era falsa no era suficiente para que dejase de parecerle irresistible sin embargo; en serio estaba perdido con él. Resignado a su destino, se encontró asintiendo antes de que terminara de rechazar sus inseguridades.


—Solo si ganas —concedió— ¿Qué quieres?


—Te lo diré si gano —No podría mirarlo a los ojos de otra manera. Y esa vergüenza se extendería más allá del juego, eso seguro.


—“Cuando” ganes —corrigió con suavidad— Sé optimista, estaré dándote ánimos. Es todo lo que puedo hacer ahora.


—Es más que suficiente, en serio —Lo único que esperaba era no emborracharse pronto (haciendo el ridículo como en ocasiones anteriores) y evitar más malas impresiones este día. De seguro Tatsuha debía estar inseguro por su arrebato de hace poco… tenía que ser sincero con él. Y aunque fuese una idea de cobardes, creía que quizás el alcohol le podía dar algo del valor que le faltaba para confesarle que quería volver a intentarlo, que incluso si eran incapaces de comprenderse iba a ser más sincero para que no volvieran a tropezar con ningún malentendido.


Conteniendo sus nervios, se ubicó delante de la mesa, preguntándose cómo rayos iba a tomar los tragos. Los demás concursantes parecían dispuestos a seguir intercambiando todo desde sus bocas, pero no quería que Tatsuha llegase a tomar una sola de gota de alcohol, ni por accidente. No solo por cuestiones éticas, sino más bien para prevenir falta de lucidez: quería que escuchara seriamente su declaración, y que estuviera 100% sobrio para no tener pensar  que se estaba aprovechando de él ni por asomo.


—Tengo una idea —Vaya, ¿tan perdido se veía? Era inevitable sentirse patético por necesitar su ayuda. Dudaba mucho estarse viendo como un pretendiente genial. —Puede que no te guste, pero es lo único que se me ocurre —Le hizo un gesto para que se acercara, y cumplió obedientemente. Sin embargo, por cada palabra susurrada perdía el escaso coraje que había juntado. A veces olvidaba lo creativo y osado que podía ser el chico que le gustaba.


— ¿Todos listos? ¡Comiencen!


La decisión fue rápida, aunque más por las ganas que por la prisa, y para ambos fue igual. Apenas agarró la bandeja el moreno se subió a la mesa, y para cuando la dejó en el piso y tuvo destapada la botella él ya tenía levantada la camiseta. Trató de ignorar las exclamaciones asombradas del indeseado público y vertió un poco de tequila directo a su ombligo; la mano le tembló un poco, y tuvo que inclinarse a lamerlo de inmediato, antes de que pudiera escurrirse por su vientre.


Olvidé la sal, maldijo, intentando vaciar su mente de cualquier pensamiento pecaminoso. Que aquel abdomen marcado lo hiciera difícil era un problema para su autocontrol. Evitó deliberadamente ver a cualquiera, y con los ojos cerrados chupó la rodaja de limón que tenía en su mano. Era consciente de que estaba siendo juzgado, y de que Mika lo mataría apenas pusiera un pie fuera del escenario (si es que Shuichi no le estaba mandando ya fotos a Eiri para que viniera a hacerlo él mismo), pero tenía que repetir aquella sensación celestial con su lengua. Porque aunque el menor luciera rígido y abochornado, usando todo su esfuerzo en mirar al techo, él sintió que se estremecía, y que aquel sabor amargo tenía algo dulce.


Tatsuha cerró los ojos al sentir nuevamente el líquido en su cuerpo. Hasta dejó de respirar, por miedo a derramarlo por accidente. Y por más que evitaba pensar en Ryuichi, en la forma en que succionaba y lamía, era imposible no imaginarlo, a pesar de no estar mirándole. Después de todo, ya había tenido una experiencia parecida con él, ¿cierto? Aunque sabía que lo que menos debía hacer ahora era recordar su primera vez recibiendo sexo oral por esa boca gloriosa, en serio lo sabía. Sabía eso y también que tenía que hacer todo lo posible por frenar hasta el gesto más involuntario, para apartar al cantante de cualquier comentario malicioso; poco podía protegerse a sí mismo de esto, sin embargo: suponía que ya debían estar cuchicheando en su contra, ya sea por su atrevimiento o de envidia por tener la suerte de estar emparejado con él. Fuera como fuera, antes de que cualquiera se atreviese a decirle algo, iba a ser encerrado en algún lugar lejano por sus hermanos, o tal vez (si iban de chismosos) su padre lo enclaustraría en el templo y no le dejaría salir hasta los veintiuno.  Ah, pensar en esto en serio ayudaba a que bajaran sus ganas.


Aunque no tanto a como pensé que lo haría, admitió, mordiéndose el labio. Tenía que aguantar un poco más. La tarea era imposible a fin de cuentas: incluso si de ese modo tomaba más rápido, no podía ganar si solo él bebía. Diablos, incluso las parejas debían tenerla difícil teniendo que beber (y probablemente terminarían borrachísimos, vomitando quizá), así que esperaba que el vocalista se rindiera pronto. Era imposible para él suponer que para el castaño hacía dos shots había dejado de importarle la prueba, el tequila y hasta las ovaciones del público; sus fuerzas estaban concentradas en permanecer estoico por fuera y tragar rápido para tener excusa para lamer su vientre. Seguía derramando más sobre Tatsuha, olvidando la sal, recordando los limones solo cuando estaba a punto de caer en la tentación e ignorando los gritos de emoción. Hasta los otros participantes paraban a ratos a mirar, aturdidos por su velocidad, presintiendo su derrota (hasta en el favor de las masas) y demasiado tímidos para atreverse a hacer lo mismo que ellos, aunque sabían que sería más práctico que se turnaran hasta que uno se embriagara. Solo una pareja más acabó por imitarlos, aunque tardaron en escoger quién estaría en la mesa, ya que ambos estaban algo mareados. En cambio, a Ryuichi hasta se le hacía normal su cabeza dando vueltas, convencido de que se debía a la esencia del menor, dulce y caliente, asomándose más con cada movimiento de su lengua. Su lengua, que estaba adormecida por el alcohol, pero que seguía obstinada buscando su sabor.


— ¡Cosas inesperadas pueden ocurrir! Parecían destinados a perder, pero Sakuma-san está demostrando que puede ganar. ¿Están dispuestos a hacer apuestas?


Shuichi quiso estrellar su cabeza contra la pared más cercana al ver a su hermana recogiendo el dinero y animando a más personas a apostar. Verla así casi hacía que se arrepintiera de haberle dejado la celebración a su cargo, aunque sabía que tuvo tantas cosas de las que ocuparse que cualquier otra posibilidad era inexistente. Aun sabiéndolo, le frustraba que la situación se hubiera escapado de sus manos. Para empezar, porque su cuñada (próximamente con toda la de la ley) parecía estar considerando el homicidio como una opción real en lugar de solo una amenaza, y la verdad era que no podía culparla. Aunque no podían asegurar a cuál de los dos se le ocurrió aquello, el otro debió aceptar, por lo que compartían igual cantidad de culpa. Pero aun así… ¿era raro que pensara que esto era bueno? Sí, tal vez Tatsuha ya había hecho esta clase de cosas (y más, por lo que podía recordar de sus antiguas insinuaciones), pero era bueno saber que se encontraba seguro con quien estaba, conocerlo y ver que era una buena persona…


O no, suspiró el pelirosa, incapaz de seguir viendo las indecencias que le hacía su ídolo a su cuñado. Y haciendo memoria, él no era en absoluto una buena persona, sino no lo habría abandonado antes con Mika. Ryuichi ya había bajado bastante la botella, seguido por otra pareja más, pero su avance era impresionante precisamente por estarlo haciendo solo. Y por lo que se acordaba, ni siquiera le gustaba mucho el tequila; la razón de su actuar se hacía a cada minuto más evidente, y a él le costaba tomar posición en el asunto. Después de todo, esos dos eran tan distintos… Podía ver al moreno, completamente rígido y afirmándose a la mesa, incómodo y de seguro luchando para no ponerse en evidencia sobre algo que jamás le dio vergüenza asumir: que estaba loco por Sakuma Ryuichi. Sin embargo, tanto había cambiado desde entonces… tantas decepciones y malos momentos que debía ser duro asumir su situación. Incluso a él se le hacía difícil a veces creer que había conseguido el amor de Yuki, y eso que iba a casarse en dos días. Le era imposible imaginar lo que pasaba por la mente del pelinegro. Solo podía rogar que su amigo no fuera a hacerlo sufrir.


— ¡Tiempo!¡Y Sakuma Ryuichi lo logró! Contra todo pronóstico, ¡ganaron! —gritaba emocionada Maiko, secundada por otros tantos igual o más sorprendidos que ella, mientras alzaba el brazo del campeón. Campeón que ya debía estar borracho, a juzgar por cómo seguía balanceando la botella sobre su compañero, al parecer sin comprender que ya no tenía excusa para beber de él. A su lado, y todavía sobre la mesa, Tatsuha lucía igual de aturdido pese a no haber dado ni un sorbo, probablemente recién percatándose de que los gritos no cargaban malas intenciones. —Sé que acaban de ganar pero ¿están listos para competir entre ustedes?


—Para nada —replicó el menor, lo suficientemente cerca de ella para ser captado por el micrófono. — Parece que no se encuentra bien…


— ¿Eh? Pero no puedo retirarme —Vaya, hasta estaba haciendo un puchero tras arrastrar las palabras. Si su tambaleo ya era poco convincente, lo de ahora lo era aún más.


—Ya ganaste, yo me retiro —insistió, tratando sin éxito de hacerlo avanzar fuera del podio. Temía que la impredecible animadora se los impidiera en cualquier instante, aunque ella lucía bastante satisfecha ya.


— ¿Qué? ¡Eso no es ganar de verdad nanoda! —El vocalista de Bad Luck suspiró ante el berrinche de su amigo. Ya lo había visto en condición similar antes, pero temía por lo que pudiese atreverse a hacer ahora. Antes de que su hermana decidiera apoyar al castaño, fue hasta el escenario para ayudarlo a bajar.


—Vamos, Sakuma-san, pueden dejarlo para otro día —El pelinegro le agradeció con la mirada, y Shuichi se lamentó un poco al verlo de esa manera; primero, por invitarlo cuando estaba claro que la cosa era para mayores (el hecho de que tuviera experiencia no hacía que fuera correcta su presencia), y en segundo lugar, por no haber estado pendiente de él ese último mes y medio. Era su estadía más larga en Tokyo, y sin embargo la estadía que menos habían hablado. Lo primero no era completamente su culpa (era ajeno a los planes de Maiko, pero fue su responsabilidad no supervisarla), y con lo segundo no tenía excusa. Con suerte lo había acompañado al médico una vez, y ni siquiera charlaron al respecto. Se sentía tan egoísta… lo menos que podía hacer era ayudarlo cuando su crush se emborrachaba para evitar hacer un escándalo.


— ¿Otro día? ¿Crees que podamos hacerlo otro día? Ni siquiera sé qué tengo que hacer, no nos dieron las instrucciones —Pese a sus protestas, se estaba dejando llevar dócilmente. Quizá prefería ahorrarse una caída de las escaleras nada más, pero era algo que agradecer; al menos se alejaban del problema. — ¿Y con qué motivo lo haríamos otro día? No se me ocurre ninguna excusa nanoda.


El menor sintió su rostro enrojecerse con esas últimas palabras. ¿Acaso quería una excusa para besarlo, para algo más? La idea se le hacía demasiado para procesarla ahora. Además, una cosa era que quisiera ahora, tal vez sería distinto estando sobrio; tenía que evitar hacerse esperanzas. Quizá para mañana ni siquiera recordaría lo que dijo, y debía plantearse si de verdad iba a preguntarle al respecto o no.


—Debería de darte vergüenza —La voz de Mika, afilada en contraste con su expresión indiferente, obtuvo escalofríos de parte de los tres. —De todas las personas que pudiste elegir, haber escogido a mi hermano… ¿Te parece justo aprovecharte de él? —Agradecían que decidiera hablar antes de matarlo. Eso y que siguiera avanzando, para no protagonizar una escenita. A Shuichi incluso se le escapó un suspiro cuando traspasaron la salida. — Espero que sepas que no tienes la aprobación de nadie en esto. Es inaceptable, más aún con conductas como las de antes. Ni creas que podrás volver a estar a solas con Tatsuha.


— ¿Qué? ¿Entonces no vamos a hacer el reto otro día? —El pobre cantante apenas lograba captar fragmentos de la conversación, para disgusto de ella. Y por si fuera poco, parecía estarse preparando para un berrinche. — ¡Eso si es una injusticia nanoda! Tatsuha, ¿acaso no quieres estar conmigo? —Para consternación de todos se lanzó sobre el moreno, en un apretado abrazo que casi lo hizo caer. El tambaleo constante del mayor no ayudó a que recuperara el equilibrio, mas logró estabilizarse a duras penas.


— ¿E-Estar contigo? —Por buda, ¿sentimental o sexualmente? Bueno, en este caso lo primero implicaba lo segundo, aunque lamentablemente no era así a la inversa. — S-Si podemos hablar sobre esto cuando estés más lúcido…


—La respuesta es no —lo cortó su hermana, gruñendo al ver la sonrisa bobalicona del castaño— Sin importar cuándo hablen de esto, la respuesta seguirá siendo la misma. Llamaré al chofer para que te lleve lejos de mi hermano. Y tú, Tatsuha, vas a venir conmigo. Está claro que ni Shuichi ni Eiri están cuidándote como se debe. Volverás a verlos en la boda —Sin esperar ninguna réplica, se alejó para marcar el número. El Uesugi gimió, maldiciendo a su hermana por arruinarle su oportunidad con su ídolo. En serio detestaba cuando se ponía así de intransigente; para ella, no existía un “cuidar” sin un “controlar”. ¡Y era terrible que fuese de esa manera con Ryuichi! Ya debía saber que era inofensivo… bueno, no se había comportado como si lo fuera en las últimas pruebas, pero podía apostar que en ningún momento tuvo malas intenciones. Incluso ahora, en lugar de lucir molesto con Mika, se limitaba a hacer pucheros y recargarse en su hombro. Estaba en la cúspide de la pirámide de personas adorables.


—Tal vez puedan verse mañana —comentó el pelirosa, tratando de sonar convincente— Puede que te deje ir a la despedida de soltero de Yuki, no pierdas las esperanzas.


Ojalá fuera así de fácil. Sin embargo, la realidad era cruel, y lo recordó en cuanto uno de los autos de los Seguchi se detuvo delante de ellos. A juzgar por la mirada de lástima que le dedicaba su cuñado, debía tener una expresión lamentable. — No pongas esa cara, Tatsuha… a lo máximo pasarán dos días sin verse. Bueno, entiendo que necesitan hablar con lo que pasó recién —reconoció, lamentándose por no conseguir animarlo— Pero tiempo tendrán de sobra, sobre todo después de graduarte y… Rayos. Al demonio todo. Yo te cubro —El pelinegro lo miró, sin comprender el repentino cambio. Entendió todavía menos cuando fue empujado en dirección al auto, tambaleándose también por culpa de Ryuichi. — Yo voy a distraerla, vete con él.


Un súbdito pensamiento le hizo adivinar su idea, y abrió la puerta del coche antes de que se arrepintiera. Si el arrepentimiento debía venir de él mismo o de Shuichi era algo que aún no meditaba. Por suerte el cantante estaba lo suficientemente lúcido para subir por sí mismo, aunque no tanto para saber qué estaba sucediendo. Y la verdad no tenía tiempo de sobra para explicárselo, así que el pelinegro obedeció y se subió, intentando lucir tranquilo para no levantar sospechas, y cerró la puerta solo con una pizca de culpabilidad.


—Buenas noches, Tanaka-san —saludó, reconociendo al conductor. Compuso una sonrisa para aparentar inocencia, y rogando que Mika estuviese siendo interceptada solicitó—: ¿Puede llevarnos hasta el departamento de Sakuma-san? Como puede ver, no se encuentra bien… Oh, mi hermana dijo que llamaría después para que la recogieran.


A juzgar por la mirada, condescendiente a pesar de verse solo por el espejo de adelante, supo que no estaba engañando a nadie. Tal vez hasta podría creer que estaba aprovechándose de su ídolo con su mala fama de acosador.


— ¿Por qué vuelves a tratarme de usted? —sollozó el ojiazul, zarandeándolo para colmo— Eres terrible, Tatsuha. Es cierto que todos en tu familia parecen fríos, pero no me trates así. ¿Te hice algo malo? ¿Sigues enojado? Tanaka-san, ¿puedes creer que este tipo me dejó en la mitad de una cita? Y desde entonces no quiere nada conmigo. Lo hubieses visto recién, creo que me odia.


Vaya, al parecer estando ebrio conversaba más de lo habitual. Al menos ahora el chofer no creería que lo estaba secuestrando; en su lugar, pensaría que había terminado por perder la cabeza, ya que llevaba años trabajando para la familia y conocía de primera mano las rarezas del vocalista. Por no hablar de sus propias locuras exclamando sobre su amor por Ryuichi.


—Ya veo —Fue todo lo que dijo, y para su fortuna se puso en marcha. Supuso que la distracción de su cuñado fue un éxito, porque ni hubo ocasión para ver a Mika haciendo señas por el espejo retrovisor.


—Pues yo no lo veo nanoda. Fue muy cruel, y es muy desconsiderado. Todos cometemos errores, ¿verdad? Así que no entiendo por qué sigue siendo tan malo por algo que ya pasó —se quejó, y el susodicho comenzó a preguntarse por primera vez si acaso no había exagerado en aquella ocasión. Jamás quiso otorgarle la oportunidad de una segunda cita, aun cuando el otro le dio explicaciones por su comportamiento…— Creí que iba a perdonarme pero es muy rencoroso. Me dije a mí mismo que lo olvidara, aunque Kumagoro no estuvo de acuerdo. Traté de alejarme y no sirvió de nada… ni para que se le pasara el enojo, de hecho creo que fue peor nanoda. Pero cuando me acerqué ¡eso también lo molestó!


—Puede que tengan un problema de comunicación, señor —se atrevió a comentar, para bochorno del moreno. Tenía ganas de desaparecer en ese instante, pues ya no sabía quién era más infantil, si Ryuichi o él. — Espero que tengan ocasión de hablar con seriedad.


—Gracias, Tanaka-san. En serio, detectas problemas mejor que google. No te imaginas todo lo que tuve que buscar para llegar a esa conclusión, y peor para encontrar soluciones. Ninguna funcionaba, casi me di por vencido incluso con el apoyo de Kuma-chan.


Mierda, esto lo hacía sentirse más culpable. Incluso cuando se percató del esfuerzo del castaño, incluso cuando disfrutaba y valoraba sus gestos hacia él los últimos días (y todo el tiempo antes de aquel fracaso de cita, por qué no admitirlo), en ningún momento pasó por su mente intentarlo de nuevo. O no formalmente, mejor dicho, porque sus fantasías seguían colándose incluso cuando él estaba indispuesto a darles la pasada.


—Para la próxima podría consultarlo directamente en un foro si no tiene con quién hablarlo, señor. Es mejor ser específico si quiere consejos adecuados.


— ¡Qué buena idea nanoda! No quiero que haya una próxima vez, pero es una gran idea.


Ah… Sentía que se estaba enamorando de nuevo, viéndolo con una sonrisa tan adorable. Al lado de una expresión como esa, el fiasco de aquella salida quedaba opacado, más todavía cuando recordaba sus amables palabras, que jamás tuvieron intención de lastimarlo. Cuando le daba cariño, él dudaba; cuando se lo demostraba con pasión, se quejaba por no poder dar lo mismo que él; y cuando le ofreció libertad, empañó todos sus buenos deseos tergiversando lo que dijo. Lamentaba mucho haberlo culpado por el fracaso entre los dos. Si acaso, la única culpa que tenía era haber decidido intentar algo con alguien tan dañado como él, que nunca tuvo una relación normal ni saludable con nadie.


 


***


 


Solo abrió la boca para darle las gracias a Tanaka-san por ayudarlo a cargar al cantante hasta el apartamento. Éste seguía con un equilibrio precario, aunque logró mantenerlo mientras él abría la puerta. Consideró tristemente la opción de dejarlo allí y largarse; estando tan indignado consigo mismo como ahora, dudaba poder hablar con seriedad. Y eso dejando de lado que el otro tampoco estaba en condición para hacer nada con seriedad. Sin embargo, no se atrevió a pedirle al chofer que lo esperara; sentía que lo mínimo que podía hacer por Ryuichi era cuidarlo, y vaya que parecía hacerle falta, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de veces que había repetido que estaba mareado; el viaje le sentó bastante más mal de lo que creyó.


— ¿Necesitas ir al baño? ¿Tienes náuseas o solo mareos?


— ¿Solo mareos? —repitió, con un tono tan mordaz que se sintió cohibido. — Pues sí, solo mareos. ¿Ahora dejaste el usted? ¿Por cuánto tiempo más va a ser?


—Perdón. Solo quería evitar que malinterpretaran la situación —se excusó, guiándolo al baño de todas maneras. Suponía que si se lavaba los dientes el malestar disminuiría, o al menos serviría para que olvidara la cantidad de alcohol que había ingerido.


— ¿Qué situación? —Las suaves caricias que el menor daba en su espalda estaban consiguiendo calmarlo, aunque tenía ganas de permanecer enfadado. Era increíble cuánto podía influenciar en él. — ¿Te desagrada que piensen que podemos tener algo? Tanaka-san es de confianza, pero si ese es el caso trataré de callarme a la próxima.


—Podríamos decir… que me disgusta que lo piensen cuando no somos algo —Tenía mucho más que decir atorado en su garganta, pero una inexplicable timidez le ganó al ver la dulce sorpresa del otro. — Mañana podemos hablar de eso. Digo… por favor, hablémoslo mañana.


El mayor se encontró asintiendo antes de acabar de procesar sus palabras. Después de todo ¿acaso podía decirle que no cuando se veía así? Estos últimos días con él, se había convencido de que estaba recuperando aquel brillo en sus ojos que tanto anhelaba. Ahora, se daba cuenta de que podía hacerlos brillar aún más.


—No tengo problema con eso. Me debes un premio por jugar y también quiero hablar de eso mañana. Quédate a dormir… Pero si te arrepientes a mitad de la noche y quieres hacerlo, despiértame.


— ¿Qué? ¿Hacer qué?


—Hablar. O lo que quieras —rio, disfrutando del sonrojo del chico. Sentía que la felicidad burbujeaba en su estómago. Bueno, existía la posibilidad de que no fuera felicidad precisamente, pero mientras menos pensara en ello más seguro estaba.


—Prefiero hacerlo como celebración que por anticipación. Será mañana. Ten, toma un poco de agua. ¿Tienes algún medicamento para la resaca?


—Sí —Él mismo rebuscó en el botiquín, y se lo tomó de un trago. Se le hizo extraño tomar agua, era una sensación similar a cuando se tiene la boca anestesiada. Fue incapaz de tomar más, pese a saber que lo mejor sería hacerlo.


El cantante sonrió, conmovido por la preocupación del chico. La cabeza ya la tenía bastante despejada, aunque dudaba poder demostrarlo, porque se le había vuelto a enturbiar por la emoción. Lo siguió dócilmente hasta su cuarto, con miles de pensamientos abrumándolo por el desconcierto. El pasillo daba vueltas, menos que su corazón aunque más peligrosas, y Tatsuha no había reparado en cómo iba caminando, más preocupado de ocultar su vergüenza y vacilando sobre si quedarse allí o venir a visitarlo mañana. A fin de cuentas, solo la habitación de Ryuichi tenía una cama…


También podría usar el sofá, admitió, aunque dudando sobre su capacidad de seguir diciéndole que no al castaño.


El sonido del vidrio rompiéndose lo apartó de sus fantasías, y al girar se encontró no solo con eso, sino con el cantante en el suelo. La imagen lo horrorizó al notar que algo de sangre se mezclaba con el agua derramada.


— ¡Ryuichi! —Olvidando sus pies descalzos avanzó hacia él, percatándose de que (por fortuna) solamente sus manos estaban sangrando, de seguro por frenar su golpe contra el piso. Aun así, era inquietante ver la cantidad que salía, y las suyas propias estaban temblando por la impotencia. Incluso había olvidado que el botiquín estaba en el baño. Lo único que pudo hacer fue tomar las manos del otro, aturdido por los nervios, y rogar que por favor se detuviera pronto todo esto. Odiaba la sangre. Odiaba verla en sí mismo, odiaba verla en los demás, y odiaba verla en cualquier lado, aunque estuviera seca. Era inevitable recordar que la sangre ocupaba pésimos lugares en su memoria, y resultaba imposible que no desfilaran por su mente imágenes que aborrecía; sin embargo, de su peor recuerdo ni siquiera podía evocar una imagen. Lo único que tenía era la sensación de ésta corriendo por su cuello, deslizándose caliente y empapando su ropa. Incluso le parecía volver a sentir el dolor y la vergüenza de huir de allí, sujetándose de las paredes y ensuciando el tatami.


 El pánico se apoderaba de él, pero no podía quitar sus ojos del vocalista, que ajeno a su agitación arrancaba con indiferencia los trozos de vidrio que tenía incrustados. Nuevas gotas fueron a parar en el suelo, aunque mucho más diminutas que las anteriores. Era una lástima que eso no bastara para tranquilizarle. Después de todo, para él la cantidad no siempre era proporcional al dolor. Solo bastaba con recordar su primera experiencia sexual para saberlo, aunque era algo de lo que hubiese preferido no enterarse nunca. Le costaba hasta respirar, pese a que suponía que su mente estaba exagerando la escena. — ¿E-Estás bien?


—Tranquilo, todavía tengo demasiado alcohol en la sangre para sentir dolor —sonrió, como si en serio no hubiese nada de qué preocuparse. Tal vez así era, por más que costara aceptarlo. — ¿Podemos limpiar mañana? Solo quiero llegar a la cama…


—Puedes esperarme ahí mientras traigo el botiquín —concedió, aunque temblando por la idea de atender una herida. El otro debió notarlo, porque de repente su ceño estaba fruncido.


— ¿Te sientes bien? Te veo algo tenso… Pero ¿qué rayos, Tatsuha? ¡Fíjate por dónde andas! —Su actitud ligera se había esfumado de golpe, y ni rastros quedaban de su aire de somnolencia. El pelinegro bajó la mirada, para encontrar lo que estaba espantando tanto al mayor: se había arrodillado en el piso; tanto sus pies como sus piernas estaban lastimados, e incluso por sus pantalones oscuros se podía apreciar algo de sangre. No quiso mirar sus calcetines, pero supo que el pánico vendría sin importar aquello.


—Lo siento —musitó, evidentemente aterrado. — No me di cuenta.


—Eso parece… ¿puedes caminar? Espérame en la cama, vuelvo enseguida.


El pelinegro asintió, lamentándose por haber perdido el control. Se sentía como un inútil, y todavía no conseguía disipar su ansiedad. Se obligó a mirar la escena, a ser capaz de verla con calma, pero fue en vano. El dolor comenzaba a llegar, y se preguntó cómo rayos no lo sintió antes.


Supongo que estaba más preocupado por él que por mí, pensó, aunque tampoco hizo nada por Ryuichi más que estorbar. Trataba de quitar los pensamientos negativos de su mente, pero era realmente difícil sin encontrar nada positivo más que no haberse desmayado ahí mismo. Y ahí sí que se habría sentido patético.


—Maldición —siseó, arrancando un pedazo de vidrio que tenía incrustado en el pie. La mayor parte de los fragmentos eran pequeños, así que se los sacudió esperando que no quedaran astillados en sus manos. Sin embargo, no podía dejar de ver aquel trozo más grande, manchado con su sangre como si fuera esmalte. Casi se veía lindo, si se esforzaba por imaginarlo de esa manera. Volvió a tomarlo, tratando de no temerle a algo tan simple; los accidentes siempre ocurrían y eran inevitables. No podía ser un cero a la izquierda, tenía que demostrar que valía la pena…


Cerró los ojos, sintiéndose cada vez más débil. Estaba seguro que no podría caminar hasta el cuarto. Tendría que pedir ayuda de nuevo…


— ¿Tatsuha? ¿Por qué limpiaste? Te dije que me esperaras en la pieza —La voz del cantante lo sorprendió, y a punto estuvo de tirar el vaso que sostenía.


¿Vaso?


— ¿Eh? —Por alguna razón, tenía un vaso en su mano. Era extraño, pero más extraño aún era que aquel desastre sobre el que estaba de pie había desaparecido: ni rastro del vidrio y de la sangre. Aunque podía apostar que el agua era la que ahora estaba dentro del vaso.  Claro, eso era lo de menos porque… lo más importante era que tampoco estaban sus heridas.


El castaño se le acercó con cautela, notando su desconcierto. Una suposición rondaba su mente, y se estaba esforzando por no decir nada. A fin de cuentas, lo que menos quería era que se pusiera más nervioso, y si lo que creía era cierto necesitaría muchas energías para mañana. Sin embargo, parecía que el chico ya estaba llegando a la misma conclusión, y no se veía en absoluto nervioso. Si tuviera que describirlo con una palabra, esa sería emocionado, por más que intentara mantenerlo a raya.  Apoyó una mano en su hombro, y sonrió al ver una mirada más tranquila.


— ¿Te sientes mejor?


—No sé cómo sentirme —admitió— Pero estoy feliz de serte de ayuda —Solo entonces el mayor se percató de la ausencia de dolor en su mano. Desconocía el alcance de su habilidad, aunque debía ser bastante intensa, pues ni siquiera había gotas de sangre en la camiseta del chico. ¿Pudo sanarlo antes de que lo tocara? ¿O incluso si lo tocaba pudo regresar la sangre con él?


—Gracias —Dulcemente, envolvió al menor en un abrazo, consciente de lo cansado que se veía. Tenía miedo de que aquello fuera causado por el uso de su recién descubierta habilidad, pero todavía era pronto para sacar conclusiones; además, era algo normal por ser la primera vez que la usaba. Lo importante sería vigilarlo al futuro, ver si el efecto prevalecía o no. Y en serio esperaba que no porque, conociendo a Tatsuha, decidiría ocuparla si podía ayudar a alguien.


Poco podía saber que, por primera vez en mucho, por la mente del otro estaba pasando un pensamiento egoísta.


 ¿Podría sanarse a sí mismo?


 ¿Una marca era algo más que una cicatriz acaso?

Notas finales:

Hey, ¿cómo están? Las cosas ya se encaminan hacia el final, final con el que todavía estoy en debate. Supongo que ya dejé mis dudas planteadas en los personajes... ya pueden imaginar lo que está pensando Tatsuha, y la verdad es que es por indecisión mía. Por un lado quiero hacerle la vida más fácil, pero por otro siento que perdería el sentido todo lo que Ryuichi ha tratado de hacerle entender. 

¿Qué piensan ustedes? 

También quería decir que lamento la demora. Al menos este capítulo es más largo (casi el doble que el anterior, porque evidentemente no sé cómo dividir las historias) y el próximo está avanzando bien. 

Espero que les haya gustado, ¡hasta la próxima!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).