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Fake Out por mary chan21

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Capítulo V


Sakuma sostenía unos papeles en sus manos, con una fuerza tan mal contenida que arrugaba los bordes de las hojas. La incredulidad era evidente en su rostro, tanto que al culpable creador de la lista que leía se le escapaba la risa, intentando adivinar qué parte iba leyendo por las exageradas expresiones de su rostro. Pero el cantante ni siquiera quiso terminar de leer. Horrorizado, bajó los papeles y los dejó sobre su escritorio.


— ¿Es una broma? ¿O te volviste loco y yo acabo de enterarme?


Su duda pareció propiciar aún más la risa del otro, que abrazaba a Kumagoro desde el otro lado del mueble porque esas hojas tenían "contenido no apropiado para buenos conejitos". Y Ryuichi, que no había llegado ni a la mitad, coincidía y agregaba que debía ser apto para muy poca clase de gente cuerda.


— ¿No te gusta mi idea? Bueno, lo cierto es que no son mis ideas —confesó— las busqué en internet. Aparecieron muchas peores, claro, pero escogí las más apropiadas para nuestro caso…


— ¿Apropiadas? —repitió— ¿Qué parte de esta lista te parece apropiada?


—Toda, para ser sincero. Está fríamente calculada —aseguró Tatsuha, rodando los ojos ante el excesivo "dramatismo" suyo— Cumplir este listado te hará inmune a mis encantos naturales, te lo aseguro. Todo tiene una razón de ser y puedo explicártelas si quieres.


— ¿En serio? —Revolvió las hojas, y eligiendo un número al azar preguntó—: ¿En qué nos ayudaría jugar strip póker a cualquiera de los dos? ¿En acabar como la última vez?


La responsabilidad por lo ocurrido ese día había atacado al cantante apenas se hubo marchado el menor. Había estado a punto de volver a evitarlo, pero antes quería pedirle perdón para no lastimarle. Sin embargo, ni siquiera había alcanzado a darle sus disculpas cuando el irracional chico le entregó una lista de todas las cosas que podían hacer juntos para que mejorase su control, cada una irrealizable para su consciencia, y muchas que creía que no estaban en la comprensión de alguien tan joven.


—Oh, eso es fácil de explicar —comenzó, sorprendiéndolo e interesándole un poco a su pesar— La vez pasada creé un escenario incompleto. Te había contado sobre una situación imaginaria, pero ese era un nivel muy alto para empezar. Si realmente me desnudara en medio de gente, dudo mucho que fueras a atacarme, eres demasiado dulce y considerado para eso, aunque te quejes de tener instintos alfas. ¡Esos mismos instintos te habrían obligado a protegerme de otro!


—No, eso es lo que hace mi moral. Los instintos son los que me dirían que me uniese al atacante —señaló sombrío.


—Tal vez, pero eso no quita que haya sido una situación fuera de tu alcance. Hay que empezar por el nivel más básico. Debemos crear una situación, real, que tenga algo que te aferre a esa realidad y no a tus deseos. El strip póker es perfecto para eso: estarás concentrado en la partida, y no tendrás tanto tiempo para mirarme a mí.


Aunque no quería aceptarlo, acabó por asentir. Sonaba razonable, y aun si no quería admitirlo en voz alta el otro ya sabía que había ganado; con un argumento más o menos decente había desbaratado todas sus buenas intenciones.


—Sigo sin querer hacerlo —insistió, solo para no abandonar su terquedad. Si lo hacía, nada le impediría seguir al pie de la letra esa lista, añadiéndole muchas situaciones sexuales que le harían perder todo su propósito. —No es la idea incitar a mi lado animal, Tatsuha. Ya comprobamos que es un arma de doble filo.


Un arma que me gustaría que se clavara en mis entrañas, de ser posible, pensó el pelinegro, aunque por supuesto no lo dijo.


—Entonces deberíamos comenzar con el nivel cero de la lista —propuso en su lugar— Hay muchas actividades inofensivas que serán de ayuda, en serio.


Dios, a ¿quién trataba de convencer? ¿A sí mismo o a él? Esperaba no equivocarse, y que si volvieran a tener alguna experiencia fuese por un motivo más romántico que simple deseo carnal.


—No me digas… ¿Y cuáles podrían ser esas actividades? ¿Jugar twister desnudos? —ironizó, señalando uno de los puntos de la primera página. Tatsuha no se tomó a mal su desaire, y rio de buena gana.


—No, eso ya sería nivel cinco. Propongo una actividad más brillante y creativa —Los ojos le brillaban de una manera tan bonita que el mayor supo que no podría decirle que no. — ¡Body painting!


Ryuichi ladeó la cabeza, inseguro sobre qué tenía de distinto eso al strip póker. Es decir, de todas maneras acabarían viéndose desnudos… No, no desnudos, ¿cierto? No llegarían tan lejos solo por pintar… —Vamos a mi cuarto. Tengo pinturas y estoy solo en casa.


El castaño tragó duro. Iba a ser más complicado de lo que ya creía.


 


 




 


 


—Me haces cosquillas —protestó Ryuichi, estremeciéndose un poco por la frialdad del pincel. Hizo todo lo posible para no moverse a pesar de ello, curioso por la cantidad de distintos tonos de verde que tenía el menor a su lado. Solo había unos pocos colores más, y se preguntaba qué planeaba hacer.


—Será mejor que te sientes mientras puedas —aconsejó, felicitándose por haber encontrado una excusa para admirar el cuerpo del vocalista. Y aunque fuera con cosquillas, le alegraba haberlo distraído de la sensación paranoica del desvestirse; le había notado preocupado, pero no le dio la importancia real hasta que el momento en que le preguntó cómo quería que lo pintara y ninguna opción salió de sus labios. Ahora al menos entendía que le angustiaba la idea de cometer otro error, y estaba dispuesto a distraerlo todo lo posible.


El mayor obedeció, suponiendo que no sería un proceso rápido, y se preguntó por qué había accedido a esto. Él era la clase de persona que se desesperaba hasta cuando estilistas profesionales le retocaban el rostro así que ¿por qué aceptó una propuesta que claramente le mantendría quieto por muchos minutos? Horas, quizás. Era imposible saber cuánto.


Al ver la sonrisa de Tatsuha recordó por qué. Se dijo que tal vez no se aburriría tanto, con la variedad de expresiones que mostraba el moreno al concentrarse. Desde su punto de vista, las líneas verdes que trazaba de momento eran un sinsentido, pero de seguro faltaba poco para comprender. Y el toque del pincel ya no era frío, sino relajante… Casi como una caricia.


Cerró los ojos, tratando de adivinar el dibujo por el movimiento que sentía. Daba muchas vueltas, pero no tenía una forma circular perfecta; a veces eran líneas muy largas, y otros trazos eran tan cortos que eran como un soplo en el aire. Le costaba imaginar qué era, aunque debía de admitir que era parte del atractivo de la actividad. Tal vez por esa manía de ser curioso Tatsuha estaba siempre en su cabeza. Desde que había propuesto la práctica de control que se encontraba pensando en él, cada vez que tenía tiempo libre y a veces incluso cuando debía estar concentrado en otra cosa. Se le hacía inevitable pensar en él, y en todas las posibilidades que constituía; el solo hecho de haber sugerido algo así le parecía admirable. Sí, habían tenido un fracaso, y todo el día había sido una angustia sobre si regresaría o no, pero había vuelto, y eso era lo importante. Le gustaba su valentía, y que no se avergonzara de expresar sus ideas, por más extrañas y problemáticas que estas fueran.


Tal vez, estaba gustándole demasiado como persona, y dudaba que eso fuera a ayudar para evitar que se sintiera atraído por él.


— ¿Me das una pista? —preguntó para alejar esos pensamientos.


—Mmm… es algo vivo —contestó, y se divirtió todavía más cuando el cantante soltó un bufido indignado. Su pecho había vibrado de una forma preciosa. De no haber estado lleno de pintura, le habría encantado apoyar su oído justo así…— ¿Qué? ¿Querías una pista fácil? —le picó a propósito, haciéndole cosquillas en el vientre con un pincel limpio.


— ¡Hey! ¡No lo hagas a propósito! Kuma-chan, sálvame de este demonio —le suplicó a su peluche, adorablemente vestido con un delantal que le consiguió el Uesugi. Kumagoro, vil cómplice, permitió que lo torturaran ahí.


—Bien, bien, tranquilo. No más cosquillas. Pero tampoco pistas, es muy fácil para decir cualquier cosa.


La explicación no lo dejó conforme, pero sí el toque del pincel. Ahora bajaba por su vientre, y delineaba sus caderas. Ya esperaba el momento en el que él pudiera devolverle esta sensación a Tatsuha. Bien podría quedarse dormido allí mismo, soñando con sus expresiones cuando le hiciera esto…


El cambio en la respiración del castaño fue evidente, y casi detuvo el pincel al notar que dormía. Consideró dejar de pintar para que descansara, pero dudaba mucho que le fuera hacer bien permanecer demasiado durmiendo en una silla, y no podía llevarlo a la cama teniendo pintura por todo el torso. En fin, solo quedaban los brazos, y vigilar que no se cayera. Si no despertaba pronto, no alcanzaría a pintarle la espalda…


 


 




 


 


Cuando Ryuichi abrió los ojos no sentía ningún cosquilleo agradable acariciando su piel. Sentía un peso en sus piernas, y parpadeó despacio al creer que soñaba. Tatsuha estaba acostado sobre ellas, con un rostro tan pacífico que deseó tener su celular a mano para fotografiarlo. ¿Así se sentían sus acosadores? Pues vaya que el karma le regresaba duro las cosas, poniéndole tamaña visión enfrente. Levantó su mano para acariciarle el pelo y…


¡¿Qué demonios?!


Tanta fue su sorpresa que hasta dio un saltito por la impresión. Por la disgustada expresión del chico decidió mantenerse quieto, y admirar el increíble trabajo que había hecho: sus brazos eran unas enredaderas magníficas, de distintos verdes brillantes, combinados y superpuestos entre sí. Había ramas largas, unas más gruesas que otras, saliendo justo por sobre el pantalón, y se sintió fascinado por las sombras que consiguió el chico.


Rayos, ¿qué voy a hacer ahora? Me da mucha pena pensar en quitar la pintura. Debió esforzarse mucho en esto.


Al notar que ya estaba seca (y que ya era bastante tarde, a juzgar por el rojo del atardecer), decidió sacudir al moreno para que se despertara. No concebía la idea de tener que irse sin haberle devuelto el favor. Por favor, ¡había soñado con pintar su cuerpo!


El pelinegro abrió los ojos pesadamente, y se los frotó sin moverse de encima. Se veía irritado, a juzgar por su ceño fruncido, que le hacía más parecido a su hermano de lo que se sentía cómodo, mas al notar que lo estaba mirando cambió por completo.


— ¿Te gusta? —preguntó, y por un instante el otro no tuvo idea de qué estaba hablando, hasta que asintió por fin, verdaderamente entusiasmado.


— ¡Me encanta! Cuando desperté pensé que me había convertido en un espíritu del bosque —sonrió, y sintió que su sonrisa crecía al ver la contraria, feliz por haberle alegrado aunque fuera un poco. —Debo de admitir… que me ha gustado mucho tu idea.


La declaración tomó por sorpresa al pelinegro. No supo cómo reaccionar, además de apartarse de su comprometedora posición y apartar la mirada. Los momentos que había pasado con Ryuichi últimamente, le hacían olvidar a veces que era su ídolo y que estaba fuera de su alcance. Pero en instantes como este, cuando parecía resplandecer, recordaba lo lejano que era, mucho que más que las estrellas.


—Me alegra oírlo —murmuró. El mayor no pareció fijarse en su cambio de actitud, más preocupado de buscar su móvil. Al encontrarlo lo alzó triunfante.


— ¡Quiero una foto! —chilló, y al otro le fue imposible negarse; su emoción era contagiosa, viva y fuerte. Golpeaba y te hacía querer seguirlo, obedecerle, hacerle feliz. Antes de darse cuenta estaba tomándole una fotografía, una de muchas más y aconsejándole para probar otros ángulos y distintas luces.


Le hubiese gustado saber que las cosas podían seguir de esta manera. Pero sabía que no era posible, que solo estaba en Tokyo por vacaciones, y que el próximo mes no estaría más que para la boda de su hermano. Solo le quedaban dos semanas para poner todos los retos que pudiera de excusa. Dudaba que luego de eso volvieran a pasar tiempo juntos así.


—Creo que esta es la mejor foto —opinó señalando su favorita. El castaño asintió fervientemente, y le dio un apretado abrazo, que casi hizo que se le cayera el celular.


—A mí también me gusta, creo que voy a subirla —Mariposas aletearon por el estómago del moreno al imaginarlo. Le parecía increíble que fuese a publicar una foto de algo que él había hecho, era casi tan íntimo como una foto juntos según su corazón. — Pero antes debo pintar algo a la altura de esta obra de arte, ¿verdad, Kuma-chan? Hay que estar a juego, no puedo quedar tan mal ante mis fans —rio, y Tatsuha perdió su sonrisa.


—Perdón, ¿ante quiénes?


—Ante mis fans. Oh, ¿acaso te molestan las fotos? —preguntó, percatándose de la incrédula y temerosa expresión del menor.


—N-No, pero… no creo que sea una buena idea subir una foto juntos —tragó, imaginándose cuántos fans se le lanzarían encima para exterminarlo como vil plaga. Seguro que alguno le reconocería del club de fans de Kyoto.


— ¿No quieres tomarte una foto conmigo y Kuma-chan? —lloriqueó, decepcionado por la inesperada respuesta. Creía que era un gesto que le gustaría, y al parecer se había equivocado.


— ¡Sí quiero! Solo tomarla, no subirla.


Ryuichi le miró entrecerrando los ojos, indignándose todavía más. Aunque eso solo ocurría en su rostro, porque en su interior era desilusión lo que crecía; debió haber supuesto que un chico de la edad de Tatsuha no querría verse involucrado con él en una situación que podía tener más de una interpretación. Incluso si no habían hecho nada (hoy), no faltaría quien preguntara sobre su cercanía, siendo de castas contrarias y estando con poca ropa.


—De acuerdo. ¿Y qué quieres que pinte, Tatsuha?


—Lo que tú quieras —devolvió, disfrutando su expresión enfurruñada— Podría ser algún paisaje para hacer juego —Acababa de decirlo cuando llegó el arrepentimiento, pero no tuvo tiempo de retractarse: Ryuichi parecía encantado con la idea, y ya lo había empujado a la silla mientras escogía colores.


—Es una gran idea, Kumagoro está de acuerdo también.


Le dio pena verle así de concentrado eligiendo colores, por lo que se mordió la lengua para no contradecirle. Quería verlo feliz a toda costa, seguir admirando esa dulce emoción porque ya no quedaba tiempo, aunque…


— ¡Está helado! —gritó, asustando al castaño, que accidentalmente apretó la pintura y estalló en su torso. El pelinegro se quedó mirando el desastre, al igual que él, preguntándose cómo diablos era posible tanta torpeza. Debía de admitir que el cantante se veía adorable sin saber qué hacer, sin embargo. —Uhm, dame un momento, iré a lavarme y regreso, ¿sí?


— ¡No!


— ¿Eh?


Ni siquiera había alcanzado a formar una pregunta coherente cuando el mayor lo tomó en brazos y se lo llevó corriendo al baño. Solo alcanzó a agradecer en su corazón que el departamento no fuera tan grande y que el camino fuera casi recto, porque cuando habían girado por la puerta de su habitación creyó que moriría de un golpe a la cabeza. Y su cabeza, al parecer por el peligro inminente, acababa de llegar a la conclusión del por qué Kumagoro era un peluche y no un conejito de verdad: no habría durado vivo ni dos días al lado de la bola de impulsividad que era Sakuma Ryuichi.


—Lo siento mucho —sollozó el vocalista, lanzándole agua fría del lavamanos. Tatsuha se mordió el labio para contener sus gritos, y se limitó a rogarle al destino que no estuviera mojando el piso. — Creo que ocupé mucha fuerza.


No me digas, pensó el accidentado, aunque en absoluto molesto con él. Es más, ahora que acariciaba su vientre con su mano helada y mojada… casi se sentía encendido… Lo cual era una muy, muy mala idea. Debía controlarse también. Si Ryuichi había podido, ¿por qué no podría él? Vaya locura.


—No hay problema, así está bien —frenó sus caricias, lamentando la pérdida pero sabiéndola necesaria— ¿Me alcanzas alguna toalla?


Al segundo siguiente ya tenía una, aunque no en sus manos, sino que frotándose suavemente gracias a Ryuichi. No dejaban de sorprenderle las gratas atenciones del castaño, al igual que la calma con la que ahora le trataba. Se le hacía extraño que alguien que hace poco acabó dándole una mamada por verlo sin camiseta ahora pudiese estar así de tranquilo manoseando su torso, sin ninguna intención impura aparente. ¿Tan rápido habían funcionado sus ideas de los retos? ¿Acaso ya no iba a descontrolarse más? Pensar eso provocaba cierta sensación de soledad; no le gustaba pensar que era el único caliente.


— ¿Está bien así? ¿No te estoy frotando muy fuerte?


Tanta consideración se sentía inadecuada para él, especialmente si se la daba alguien de un rango como el del cantante. No obstante, pese a sentirlo así, tampoco quería que acabara. Todavía quería probar tanto con él…


—Está bien —murmuró, enterrando su rostro en el pecho del otro para que no viera su sonrojo. Sus orejas lo delataron de todas maneras, llenando al mayor de ternura. Le gustaba ver la variedad de facetas que podía tener el moreno, a veces tan atrevido, otras tan tímido, pero siempre expresivo y sincero. Le gustaba la gente que no escondía sus emociones, pero no podía clarificar cuánto le gustaba Tatsuha.


—Me alegra oírlo —Solo para estudiar qué cara ponía lo bajó de sus brazos, y una extraña complacencia lo envolvió al notar la misma decepción por separarse que él sentía. Era ridículo, sí, aunque igualmente inevitable. Suponía que el hecho de que le gustaba hacía que quisiera explorar más actitudes suyas.


Caminaron en silencio hasta la habitación del menor, y al llegar comenzó a buscar más pinturas. No tenía muy claro qué podía pintar, pero tenía más que claro que quería una excusa para sentarse sobre ese trasero, así que dijo lo primero que se le ocurrió—: ¿Puedes ponerte boca abajo? Quiero hacerte un tatuaje yakuza en la espalda.


Wow, no era la idea más brillante que había tenido, aunque al menos parecía ser una excusa decente. O eso creyó, hasta que al segundo siguiente vio sospecha en la mirada del contrario.


— ¿Y no basta con voltearme en la silla?


Vaya, solo la pregunta le hacía sentirse tonto, pero la sonrisita irónica del menor era mil veces peor.


—Oh, es que me cuesta mucho dibujar con el brazo en alto. No suelo practicar con lienzos ni nada, es incómoda la posición. Cuando dibujo siempre apoyo las hojas y los cuadernos en la mesa —(o en el suelo, para disgusto de Tohma).


—Supongamos que te creo. ¿Por qué tengo que ponerme boca abajo?


—Porque… ¿los tatuajes yakuza se ven mejor en la espalda? Kumagoro y yo pensamos eso, al menos.


La excusa era tan mala que hasta le dio gracia. Fue incapaz de enojarse con él, así que en lugar de ello lanzó un cojín de su cama para no estar tan incómodo, y rogando no arrepentirse se acostó boca abajo. El mayor tragó duro, demasiado agradecido por la oportunidad como para arrojarse encima de su trasero tan pronto. En lugar de eso, acomodó las pinturas un costado de Tatsuha, y comenzó a pintar desde ahí. Todavía no decidía si quería pintar un dragón o un pez koi (no tenía idea de qué más podría hacer, porque en definitiva no quería pintar un oni), pero confiaba en que si empezaba por las escamas no había ningún problema con su indecisión.


—Debo de admitir que no sé cómo no te moviste. Es realmente incómodo y da cosquillas.


—A mí me pareció relajante —dijo, lanzándole una mirada asesina. ¡El desgraciado se había movido! Ahora esa escama era demasiado larga para ser la de un pez. Bueno, viéndole el lado positivo, le había ahorrado tomar una decisión. Volvió a pintar, y él volvió a moverse. Por dios, si seguía haciendo eso, el dibujo quedaría pésimo. Sin darse cuenta, apoyó su otra mano en la cadera del menor, haciéndole tensarse. Poco sabía que ahora no tenía por qué preocuparse, porque el ojiazul estaba completamente centrado en crear algo bonito, tal y como había hecho él antes.


—Me di cuenta… aunque no esperé que te durmieras —comentó, nervioso a su pesar. Sentía que Ryuichi estaba cargando su peso; poco, sí, pero no podía evitar recordar ciertos episodios incómodos de su vida, en que quedó inmovilizado de la misma forma. Dudaba que fuera hacerle algo malo, pero solo era su mente la que dudaba, y su corazón el que creía tener la certeza; su cuerpo en cambio tenía memoria, empañada por el miedo de malas experiencias.


—Yo menos —sonrió— Debo de admitir que me dejaste impresionado.


Escucharle consiguió tranquilizarle un poco, y cuando su cuerpo dejó que algo de tensión se fuera regresaron las cosquillas. El cantante, frustrado, acabó por subirse a su espalda mientras dibujaba la cabeza bordeando su hombro; tan concentrado estaba que ni se dio cuenta del momento en que bajó hasta su ansiado trasero. Y lamentablemente, ninguno de los dos tuvo ocasión de disfrutarlo: justo entonces se abrió la puerta.


—Tatsuha, ¿cuándo vas a aprender a contestar cuando te llaman? No sabía qué demonios traerte para cenar y…—El regaño que iba a darle Eiri quedó pospuesto por el shock. Más tarde, Shuichi diría que la impresión fue tanta que lo paralizó, y solo por eso no dejó caer la comida que traía en las manos. — ¿Qué demonios está pasando aquí?


La pregunta contenía tanta amenaza implícita que el vocalista de NG pensó que no lograría salir del departamento sin llevarse un par de golpes, que probablemente tendría que explicar ante cámaras. Como en definitiva no quería eso, levantó las manos en señal de rendición, todavía sin ser consciente de que la principal señal de desafío para Yuki era dónde se estaba sentando. Supo que no consiguió calmar al rubio, a juzgar por su ceño fruncido, aunque no tenía idea de qué hacer. Por suerte, Tatsuha estaba ahí para salvarlo (o tratar).


—Body painting —Fue la respuesta, desvergonzada al parecer de su hermano. — ¿Quieres unirte? — ¡Y la proposición lo era más aún! Maldita sea, su indignación aumentaba a cada segundo, y pronto ni él mismo podría manejarla.


—Paso —gruñó, y recién con ese gesto el otro alfa de la habitación comprendió por qué estaba molesto, y se levantó, no sin una sonrisita de suficiencia; debía admitir que le gustaba fastidiar al irascible escritor. — ¿Qué demonios haces en mi casa?


Antes de que Sakuma pudiera pensar en una contestación ingeniosa (que incluyera a su conejito, obvio, porque se notaba que el pobre peluche recibía todavía más antipatía por parte de Eiri), el pelinegro se levantó y respondió por él, prefiriendo evitar un conflicto entre alfas tercos.


—Yo lo invité. Uh… no pensé que fuera a molestarte —mintió con rapidez— Y creí que podríamos pasar tiempo con Shuichi —Nueva mentira, más evidente que la anterior, aunque surtió efecto de todas maneras, pues Yuki no quería darle un sermón delante del castaño. Sin decir ni una palabra, empujó a su prometido (en estado de shock por la escena que presenció) y gruñó nuevamente. — ¡Cuñadín! ¿Cómo les fue con los preparativos de la boda?


—B-Bien.


Vaya, no esperaba una respuesta tan corta. Tampoco comprendía por qué se veía tan sorprendido (no estábamos haciendo nada raro, ¿verdad?), así que clasificó su reacción como una de las tantas exageraciones del pelirosa.


—Ya veo… —Aún si era una exageración, se daba cuenta de que no podría sacar nada positivo de Shindou. Era lamentable, pero entendía que no les convenía quedarse allí con esos ánimos, por lo que dijo—: Supongo que están cansados, así que mejor los dejamos solos —Les quedaba el departamento de Ryuichi, y por sobre todo, les quedaban sus ganas de que esto funcionara, de probar cosas nuevas y el no querer alejarse todavía. Ya después podría soportar los regaños de su hermano, recargado con la energía del primer amor— Descansen, nos vemos mañana y…


Antes de que alcanzara a huir, Eiri lo tomó por el brazo. Tragó, nervioso, y ese maldito instinto omega y la marca de su cuello palpitaron, como si él acabase de hacer algo muy malo, como si acabara de desobedecer a su alfa. Se dijo y se repitió a sí mismo que eso no era así, pero su corazón no parecía ser capaz de entenderlo. La psicóloga le había dicho que a veces su cuerpo trataría de obligarlo a hacer cosas que su parte racional no aprobaba, como ahora sucedía, pero su mente apenas lograba mantenerle allí, sosteniendo la mirada ámbar del otro, en lugar de inclinarse ante él y pedir perdón.


Odiaba ser un omega. Odiaba verse alto y fuerte pero no ser más que un debilucho por su casta.


— ¿Van a salir así? Deberían de bañarse primero —Para su extrañeza (y la de su instinto, que inmediatamente se calmó al no notar una actitud hostil de su alfa), su hermano no lucía tan enfadado a como creyó en un inicio; estaba molesto, sí, pero ahora notaba que debía ser más por su elección (nunca le ha agradado Ryuichi) que por sus actos. Aunque también entendía la advertencia implícita de que no le permitiría pasar una noche con el otro tan pronto.


—Oh… claro —asintió a la sugerencia casi sin darse cuenta ni reconocer su propia voz, y para cuando su mente regresó solo reparó en el decepcionado pucherito de su crush, y que tal vez ya había arruinado su oportunidad con él. — ¿Vas primero? —le preguntó, para tantear qué tan desilusionado estaba.


—Claro que voy primero, todavía no terminaba de pintarte.


¿Acaso estaba molesto por no terminar su pintura? ¿No por su extraño y antinatural sometimiento? Bueno, no sabía si los demás habrían percibido lo mismo que él, pero de todas formas creyó que el cantante se aburriría, pues lo más probable es que no pudieran salir después, ni tampoco continuar con sus retos. Y si no tenían esos desafíos, ¿qué le quedaba a su relación? Ninguna excusa para que permanecieran juntos.


— ¿Quieres terminar de pintar? —Solo cuando vio que se iluminaban sus ojos azules, pudo confirmar que había dado en el clavo. Dios, a veces el mayor realmente podía tener intereses infantiles, y eso se le hacía adorable. Ojalá tuviera la oportunidad de conocer más de ese lado de él, y de todas sus facetas.


Sin embargo, antes de que el vocalista asintiera y pudieran regresar a la sugerente posición de antes, Shuichi tuvo que arruinarlo:


— ¿Qué se supone que es? ¿Una lagartija?


De inmediato, el ánimo de Ryuichi fue desde lo alto hasta el subsuelo. Su pobre ego de alfa herido le impidió volver a hacer pucheros, aunque para ambos hermanos fue evidente que la oportunidad ya se había desperdiciado, y que no tenía ganas de lidiar con ellos.


—No es nada. Me voy a bañar —Tomó a Kumagoro, enfurruñado, y salió sin mirar atrás. Tatsuha se preguntó brevemente si acaso habría alguna toalla disponible en el baño para él, o si podría entrar con la excusa de dejarle una, pero se arrepintió al recordar que tenían compañía, de una parejita de entrometidos que acababan de desaprovechado semejante ocasión para él.


— ¿Qué le ocurre? Se veía algo mosqueado.


Incluso Yuki miró con incredulidad a su prometido. Sabía que era algo idiota a veces, y algunas le sorprendían más que otras, pero esto era excesivo. Negando con la cabeza y sin dignarse a contestarle, se dirigió con seriedad al pelinegro.


—Llevo años oyéndote balbucear sobre lograr algo con ese tipo, y creí que podrías esperar un par de años más, Tatsuha —El nombrado se encogió sobre sí mismo debido al grave tono que usaba; no sabía si el rubio pretendía que esperara debido a su marca o no, y la sola idea de que lo mencionara le hacía sentirse enfermo. Entendía que para otros (él mismo incluido) el mejor plan habría sido esperar a poder borrar su marca, comenzar una vida de nuevo, lejos de todo aquel que conociera esa parte de su pasado, intentarlo con alguien después y que nunca se enterara de su verdad. Jamás había tratado de acercarse a Ryuichi por esa razón; se mantuvo lejos para ocultar su aroma, que era pecaminoso, que incitaba a que no lo trataran como persona siquiera. Entendía que nadie lo podía ver como algo más que el deshecho de un alfa, y que incluso su ídolo instintivamente le tenía catalogado igual. La única diferencia entre él y los otros, era que quería cambiar su percepción natural. Solo eso le hacía ser mil veces mejor persona ante sus ojos. Era una lástima que no pudiera decirse lo mismo de él, que se aprovechaba de sus buenas intenciones.


A fin de cuentas, no era más que una basura. Y lo que tenía no era más que una terrible huella de un error fuera de su alcance, un rastro de su falla como producto, un defecto de fábrica: él no era apto para el consumo de nadie. Estaba podrido.


—Lo sé. Esto también es inesperado para mí, y comprendo que no es lo más… inteligente que se me ha ocurrido.


Por el ceño fruncido de Eiri, advirtió también que tenía más cosas que decir, y que no serían buenas. Tatsuha no lo culpaba. ¿Cómo, si era su hermano quien cargó con la responsabilidad de su accidente, aun cuando no fue consciente de lo que le hizo? ¿Cómo, si sabía que quien más se culpaba era el mismo Eiri? Odiaba ser una carga para su hermano. Odiaba no ser lo suficientemente fuerte para cortar ese lazo retorcido que le obligaba a ir a verlo cada tanto, y que impedía que el otro lo echara por más que quisiera. Odiaba también haber interferido cuando conoció a Shuichi, actuando como un idiota, primero tratando de coquetearle para que olvidara a su hermano, y después solo mostrando el patético omega que era, lleno de dolor e indignación por ser reemplazado, cuando en realidad nunca ocupó ningún lugar ni quería hacerlo.


Odiaba no poder odiarse a sí mismo, a la terrible criatura celosa e infeliz que era, a su manía por querer ser feliz cuando era obvio que no podía serlo ahora mismo, y que ya no tendría la posibilidad de serlo en el futuro con la persona que le gustaba, que admiraba desde niño.


Debí suponer que no podríamos estar juntos, menos si pretendía enamorarlo con mentiras.


Ninguna gran relación surgía con una base de engaños. Ahora sabía que jamás tuvo oportunidad con Ryuichi. Esperaba que su parte omega, codiciosa a pesar de la mala suerte que había tenido con los alfas, lo entendiera también.


— ¿Que no es inteligente? Es más que eso, estás siendo bastante idiota, Tatsuha —Auch, en serio dolía escucharlo así. Su aniki nunca había sido muy delicado, pero él tampoco había perdido nunca la esperanza de que aprendiera a ser un poco menos hiriente. — Si alguien descubre que está con un menor de edad vas a acabar con cualquier posibilidad de que salgan de verdad en un futuro. ¿Te costaba mucho esperar a los veintiuno?


El moreno parpadeó, sorprendido tanto por las palabras como por la actitud del ojiámbar. ¿Ser menor de edad? ¿Eso era lo más importante según él? ¿No ser un omega sucio y desesperado? Le extrañaba su optimismo; al parecer se le había contagiado algo del pelirosa. No a él, sin embargo: sabía que para el resto del mundo, su edad solo sería un agregado a su verdadera condición desastrosa. El problema principal era ese, y ya que Eiri jamás había presenciado cómo le trataban era imposible que lo comprendiera.


—Me costaba mucho ignorarlo teniéndolo enfrente —Tratándome como persona. Reconociéndome como alguien, añadió en su mente, desesperado por su incapacidad para hacerse entender. ¿Cómo ignorarle? A su mirada sincera, su risa estrepitosa… Diablos, ¿cuándo alguien le vio a los ojos sin ver algo más que un juguete o una víctima? ¿Cuándo a alguien le había importado que fuera ingenioso, que supiera hacer chistes? Él era un chiste para la mayoría. De haber pensado como su hermano, con ese optimismo fuera de lugar, nunca habría soportado ninguna humillación, ni el rechazo que le tenían los de su propia casta, por desafiar las reglas, por querer ser algo más que una pertenencia olvidada. — Aunque puedes estar tranquilo, no es como si hubiésemos tenido una cita ni nada.


— ¡¿Una cita?! ¿Están en esa clase de relación? —El entusiasmo de Shuichi le hizo sonreír un poco pese a sus oscuros pensamientos anteriores. Si algo bueno había traído sus berrinches de omega celoso, fue hallar un aliado en el cantante; fue una sorpresa cuando éste le contó que Yuki le había confesado todo, pero contra todo pronóstico fue una sorpresa grata. Era la única persona que no le miraba con lástima, como su familia, ni buscando examinarlo, como su psicóloga. Simplemente sentía su empatía, y sus ganas escandalosas por ayudar y mostrar su apoyo.


—Lamentablemente no. A eso me refiero con que no tenemos citas.


Todavía no tienen —remarcó, sus ojos color amatista iluminados por la idea de ser "algo así como familia" de su ídolo— Es cosa de tiempo, Yuki y yo tampoco tuvimos una cita hasta mucho después y…


—Y evito tenerlas, como supongo que hará Sakuma si es aunque sea un poco razonable dentro de su demencia —bufó el escritor— Nosotros no nos llevamos quince años y aun así fuimos bombardeados por la prensa. Si llegaran a tener algo, no faltará quien se dé cuenta que tu marca no coincide con su olor. ¿Qué harías tú si alguien pregunta?


Al instante siguiente el rubio se arrepintió por hablar, al notar la mirada herida de su hermano, y la reprobación en los ojos de su prometido. Se estaba pasando, sí, sobre todo teniendo en cuenta que solo habían hablado de eso en dos ocasiones; cuando le pidió perdón a Tatsuha, y cuando éste llegó cierta vez a casa, llorando mientras le contaba que había tenido su primera vez, y que dolía, y dolía también su marca… De todas maneras, no tenía caso retractarse. Quizás él se estaba sobrepasando, pero era su hermano y actuaba preocupándose por él, a diferencia de los malditos amarillistas, que se excedían constantemente y por pura malicia. Si pretendía tener un noviazgo con el loco del conejo (que no era santo de su devoción, aunque entendía su estúpido atractivo físico y moral) debía prepararlo y hacerle saber que esa era una de las formas más suaves en que se lo preguntarían. Podía ser peor, podía ni siquiera ser una pregunta, sino una acusación… Y Yuki sabía que lo que más le dolería a Tatsuha, más que su propio honor, sería desprestigiar a Sakuma Ryuichi.


Sin embargo, antes de que cualquiera tuviera ocasión de hablar, entró el castaño, cubriéndose solo con el delantal que el menor de los Uesugi le había dado a Kumagoro.


—Creo que arruiné la ducha, porque el baño está inundado nanoda —La falsa inocencia (que no obstante se veía real, tan real) y la tranquilidad con que lo dijo no les hizo reaccionar al principio, pero el rastro húmedo que dejaba en el piso fue suficiente para que la ira de Eiri llegara.


— ¡¿Que hiciste qué?!


—Rompí la llave nanoda —Con su mano libre hizo una reverencia con su peluche, cosa que solo aumentó el enojo del dueño de casa. — Tal vez Kuma-chan la cerró muy fuerte.


— ¡Tranquilo, Yuki, puedo arreglarla! —Antes de que su novio cometiera un asesinato, lo tomó del brazo y lo arrastró fuera de allí. — Solo ayúdame a secar el piso, cuando termines ya estará todo listo, lo prometo.


La expresión de Ryuichi no se hizo menos inocente pese a la lejanía del peligro; podía regresar en cualquier momento esperando matarlo, a fin de cuentas. Aunque esperaba que no volviera, porque de ser así tendría el doble de ganas de matarle, solo por la cara embobada de Tatsuha, que seguía recorriéndole el cuerpo con la mirada.


— ¿Me prestas algo de ropa, Tatsuha? La mía se mojó.


— ¿Eh? —El pobre chico parecía incapaz de salir de su trance. — Yo… claro, puede escoger lo que quiera, Sakuma-san —El castaño frunció el ceño. ¿Por qué demonios lo volvía a tratar de usted? Por suerte, el otro también notó su equivocación, y se apresuró en corregirse—: Digo, Ryuichi. Lo siento, debes estar congelándote. Puedes elegir lo que gustes, yo veré si puedo ayudar para bañarme pronto. Con permiso.


El moreno huyó, sin darle la oportunidad de decir cualquier cosa. Se sintió algo decepcionado por ser abandonado de esa forma, pero le causaba gracia también que el menor hubiese tenido que escapar por la vergüenza. Era divertido verle ruborizado; era una tarea complicada, sobre todo considerando que era el Uesugi quien propiciaba deliberadamente acciones con este fin.


Se lo tiene merecido.


Sonriendo, rebuscó en el armario algo que ponerse, feliz por saber que tendría una excusa para verlo cuando quisiera para devolvérsela en un futuro. Incluso podría venir mañana mismo, pues dudaba que el otro fuera a regresar tras verle casi desnudo el día de hoy. Aunque… ¿realmente tenía que regresar mañana? ¿Acaso sería más fácil… quedarse?


Sin darse tiempo para arrepentirse, sacó un pijama y se lo puso. Agradeció el haber decidido pronto cuando escuchó pasos por el pasillo, y sin dudarlo se lanzó al futón de Tatsuha y fingió que dormía.


—Voy a matarlo, ni se te ocurra detenerme. En vez de agradecerme por no matarlo pese a verlo de esa manera con mi hermano…—Vaya, desde aquí se le podía oír rechinar los dientes— Va y hace otra tontería que hace que aumenten las ganas. Se lo está buscando, Shuichi, y te juro que no va a seguir viéndome la cara de imbécil.


—Pero no lo hizo a propósito, Yuki —Ah, se notaba que su amigo no le conocía para nada. En el fondo todavía le veía más como un ídolo que otra cosa. —Bueno, lo de Tatsuha sí, por más que tu hermano sea un pervertido dudo que lo haya obligado, pero lo de la ducha sí fue accidental. Digo, ¿para qué querría mojar su propia ropa?


Para quedarme a dormir con tu cuñado, Shu-chan, le respondió en su mente, acurrucándose y cubriendo su sonrisa con las mantas.


— ¿Para qué? ¿Acaso no es obvio que quiere lucirse frente a Tatsuha?


También, pero no eres lo suficientemente listo, Yuki-san.


— ¡Y eso hacía también tu hermano! Por algo estaba sin nada encima-


—Si llevaba algo encima, a diferencia suya —El frío tono del rubio le hizo replantearse su decisión. Tal vez no era buena idea quedarse allí, no si quizá cierto escritor se colara hasta él y lo asfixiara con la almohada por comportarse como un degenerado con alguien de su familia.


La puerta se abrió, y trató de lucir relajado, con su respiración tres veces más lenta que los latidos de su nervioso corazón. Percibió que la agitación de la pareja se aplacaba un poco, y que dudaban sobre si despertarle para discutir o no. Al parecer incluso Yuki Eiri podía ser considerado con alguien dormido. Eso o calculaba los riesgos de asfixiarle ahora mismo con la almohada, y especular sobre si su prometido sería o no capaz de delatarlo. Esperaba que fuera lo primero.


—Con permiso —Sin embargo, antes de que pudiera enterarse de las verdaderas intenciones de Eiri, el pelinegro entró y les cerró la puerta en la cara. — Cielos, Ryuichi, no puedo creer que hagan tanto escándalo por un accidente solamente…


A pesar de no tener abierto sus ojos, podía imaginárselo dándose cuenta recién de que dormía sobre su cama. Casi podía verle, sin poder parpadear, habiéndose olvidado de respirar y emocionado por la oportunidad que tenía con él… O no. Sus estúpidas deducciones podían irse al demonio. El moreno estaba enfrente, con un pucherito indignado, y dándole una vista magnífica de su espalda mientras se ponía la camiseta del pijama.


El mayor tragó duro, sin notar que se había sentado de golpe en la cama. Era él quien se olvidaba de parpadear; simplemente no podía quitar la vista de encima, ansioso porque se quitara el nudo de la toalla y pudiera disfrutar al menos de la visión de ese trasero bien formado…


No, no puedo. No quiero mentirle ni aprovecharme de él.


Deberían de darle vergüenza sus pensamientos anteriores; Tatsuha pensaba que él estaba dormido, ¡por eso se estaba cambiando delante de él! No porque quisiera mostrarle nada, no por querer seducirle.


—Estoy despierto, por si te interesa —Una parte suya protestó por avisar, pero su consciencia le permitió respirar tranquilo. Notó un respingo por parte del otro, todavía con las manos sobre la toalla.


— ¿Eh? Ya lo sabía. Si te molesta puedes girarte.


No se volteó, aunque más por la sorpresa que le causaron sus palabras que por querer disfrutar de la vista. El menor sí pareció disfrutar de su aturdimiento, o eso entendió con la suave risa que dejó escapar mientras deslizaba el short del pijama y lanzaba lejos la toalla. Sonreía mientras se le acercaba contoneando sus caderas, y para cuando se sentó a su lado y apartó las sábanas el mayor ya había admitido para sí mismo que estaba algo excitado. —Todavía no podemos dormir —Grandes palabras. Suponía que sería difícil pasar toda la noche despiertos sin hacer ruidos sospechosos, pero esperaba que lograsen llegar al amanecer pasando desapercibidos. — ¡Aún hay retos que podemos hacer!


El ánimo desapareció como por arte de magia del cuerpo del cantante. Conque más retos, nada de consumación… Debía de reconocer que en estos momentos (tras tanta expectativa) esa tortura deliciosa no era para nada bienvenida.


Al parecer, su decepción no pasó inadvertida para el menor. — Prometo que va a serte de ayuda. Y puede que te guste mucho.


La pequeña curva de sus labios le envió escalofríos. Antes de arrepentirse, acabó de apartar las sábanas y preguntó:


— ¿Qué se supone que debemos hacer?


 

Notas finales:

Bien, esto es lo que obtuve tratando de ser original. La verdad es que acabé más distraída buscando imágenes de body painting que otra cosa, pero tenía buenas intenciones.

Volviendo al tema de las notas de arriba, no sé si podré publicar puntualmente las próximas semanas. Justo hoy terminaron mis clases (con el semestre sin cerrar, pero igual tendré vacaciones) y me iré de viaje, no sé por cuánto tiempo, a la vida nada más. Supongo que podré escribir de todas maneras, pero de ahí a poder publicar (por la señal, el internet o cualquier impedimento) hay un gran paso y no puedo asegurar nada. Aún así, espero que sea pronto (idealmente el otro sábado).

¡Hasta la próxima!


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