Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fake Out por mary chan21

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

¿A cuántos encuentros sociales había asistido esta semana? Sospechaba (sin temor a equivocarse) que había acudido a más que en todo el trimestre pasado. Todo para mendigar información aunque ¿qué había obtenido? Recompensas dudosas, no mucho más. Si tan solo no fuera tan malo recordando nombres, habría podido preguntar directamente por la persona que buscaba… aquella de la que, tiempo atrás, había escuchado que tenía el dato que necesitaba. Su búsqueda recién hoy daba frutos, tras días sin poder pasar tiempo de calidad con Tatsuha, y varios sin verlo siquiera. Ahora, por fin luego de tediosas charlas, lidiar con interesados y chismosos, tenía lo que buscaba: un número de contacto y una dirección.


Qué difícil es encontrar a alguien cuando no sabes ni su nombre, pensó, imaginando lo sencillo que habría sido buscarle por internet y evitar relacionarse con tantas personas. En parte fue divertido verles tratar de sobrellevar su personaje lleno de infantilismo y locura, pero odiaba haber perdido tanto tiempo en algo tan simple. Tatsuha necesitaba ayuda, de su apoyo, y apenas ahora podría dárselo. Se sentía bastante fracasado.


Tomando aire, marcó.


 


***


 


Aunque Ryuichi le había pedido permiso a aquella simpática señora que le dio la información (Koyuki Ayame, ya no se le olvidaría, es más, le agradecería cada vez que se la encontrara) para suplantarla con su habilidad, la incomodidad de usarla era enorme. Al menos se había puesto ropa cómoda –de las pocas prendas cómodas que Noriko tenía, y que con tanta amabilidad (y burla y curiosidad) le prestó. Tuvo que soportar a su amiga gritándole que ese outfit no iba con zapatillas, pero gracias a ellas corrió antes de que le hicieran preguntas, así que poco lamentaba.


Guardó su celular en su mochila, luego de comprobar por enésima vez que estaba en el sitio correcto. Evitó deliberadamente echar un vistazo al último mensaje que le había mandado a Tatsuha para verse dentro de media hora en la cafetería de enfrente, y se armó de coraje para entrar.


“Cosmética profesional Yumeko” parecía una tienda normal, aunque fuese consciente de que no lo era. Las estanterías estaban repletas de productos que ignoró, yendo directamente al mostrador.


—Buenas tardes, Fujito-san. Vine a recoger el encargo que hice ayer —saludó, esperando que la sonrisa que hacía no se viese muy artificial. Ayame-san sonreía bastante, así que decidió que lo haría todo el tiempo; quizá de esa manera sus nervios se fueran. Aunque, por la mirada de la vendedora, supuso que no desaparecerían pronto. ¿Por qué lo veía tan fijo? ¿Había algo mal con su cara? Tal vez, considerando lo poco que ejercitaba su habilidad, la transformación no era perfecta. ¿O era solo que actuaba mal?


—Claro, enseguida lo traigo —Apenas la mujer se retiró, sacó un espejo para revisar. La paranoia le hizo ver detalles en los que antes no se percató. Juraba que no lucía tan joven como Ayame-san. ¿Serían imaginaciones suyas? —Por cierto, es un gran disfraz. Si no me hubieran avisado realmente no me habría dado cuenta.


¿Avisado?


Mierda. Mierda, mierda, mierda, ¡jamás debió confiar en ella! ¿Le pediría una identificación? Odiaba pensar que podría ser expuesto por algo como esto, yendo a comprar artículos no muy legales por una buena causa. Suponía, sin embargo, que con una conferencia de prensa sus fans se pondrían de su lado, alegando que simplemente buscaba el bien de los omegas. Claro, tendría que adornar la realidad un poquito, y negar que en el fondo se trataba de un interés personal y no comunitario, negar a Tatsuha y su relación pero ¿qué más daba? Podría perdonarlo él también, seguro que sí.


Calma, se ordenó, repasando las palabras de la mujer. Todavía no lo descubría: pensaba que era un disfraz, no su habilidad. Quizás Ayame-san lo traicionó, pero no por completo. Si todo salía mal, todavía podía pedir ir a “quitarse el disfraz” para “hablar con honestidad” y transformarse en cualquiera de las personas que hubiese tocado el último mes. Si se esforzaba en hacer memoria, podría ser cualquiera.


—Bueno, es un asunto privado. Me dijo que era una clienta habitual, así que le pedí que me dejara venir en su lugar —explicó, intentando sonar razonable.


—Lo sé. Me aseguró que tenías buenas intenciones, pero es parte de mi política entrevistar a los nuevos clientes. Aunque sea tu… asunto privado, debo cerciorarme de que vas a utilizarlo para fines adecuados.


Ryuichi tragó, nervioso a su pesar. ¡Él no estaba dispuesto a revelarle a nadie la situación de Tatsuha! Prefería haber venido a nada y perder el tiempo que ponerle en evidencia de esa forma, menos cuando el moreno comenzaba a confiar en él y en las esperanzas que tenía.


—Eso no puedo decirlo yo, ni siquiera es para mí.


— ¿Por qué no vino tu omega?


—No es mi omega —se le escapó. Al notar la ceja alzada de la vendedora, decidió arriesgarse; tal vez no necesitaba confesar todo para obtener o que quería. — Está marcado desde hace mucho, por un alfa que ahora tiene otra pareja. Nosotros… somos amigos. No negaré que me gusta, pero lo principal es que lo quiero ayudar.


— ¿Ayudar con qué? —Rodó los ojos— O mejor dicho, ¿a qué? ¿A no tener que soportar el aroma de otro alfa cuando te tiene a ti?


—A que deje de ser despreciado solo por su marca. Tu producto puede eliminar el efecto, ¿verdad? Pues vine aquí por eso, y porque sé de buena fuente que es sin daños colaterales. Es difícil saber de un sitio confiable, y lo que menos quiero es lastimarlo. Yo… solo deseo que tenga la oportunidad de elegir, de salir con quien él quiera.


— ¿Incluso si ese alguien no eres tú? —El tono hostil se había ido. Podía sentir que el interés de su mirada era genuino, y quiso recompensarlo con sinceridad.


—Oh, yo prefiero que pueda escoger y ser libre. Si se tratara de que me eligiera, bien podría sentarme y esperar a que sigan evitándolo y opte por mí para no estar solo, pero… sería una pésima forma de comenzar una relación, ¿no le parece? —Rio sin ganas—Si decide estar conmigo aun teniendo la posibilidad de estar con otros, podré tranquilizarme de verdad. Si no, pues le pasaré el dato para que venga por sí mismo hasta que consiga borrar su marca. ¿Es mi motivo suficiente para usted?


La mujer permanecía pensativa, aunque sin quitarle la vista de encima, como si esperara ver algo de falsedad en su cara. Debió comprender que no ocultaba nada, pues se limitó a suspirar y asentir.


—Lo es. Espero no equivocarme contigo. —Seguía pareciendo reticente a entregar la bolsa, mas acabó por dejarla en el mostrador. Pese a su recelo, se veía resignada a arriesgarse. En silencio, Ryuichi tendió el pago y cogió la bolsa, temiendo que en cualquier momento fueran a arrebatársela. La guardó en la mochila lentamente, esperando no verse ansioso. — ¿Cómo es su marca?


— ¿Perdón? —Bien, al menos ya tenía guardada la salvación de Tatsuha. Dudaba que fuera a quitarle la mochila por una pregunta extraña e intrusiva.


—Su marca. ¿Es visible?


—Pues… es antigua y débil, pero está lo bastante cerca del cuello como para verse con camisetas —contestó, recordando el rechazo que le produjo verla por primera vez, creyendo que fue una imprudencia de adolescente. Qué idiota y prejuicioso había sido.


— ¿Cuál es el tono de su piel? —preguntó de nuevo, mostrándole una serie de bases correctoras. El vocalista señaló una, inseguro sobre la curiosidad de la otra. Ella se limitó a tenderle la que indicó. — Las instrucciones están ahí mismo. Síguelas correctamente y después camufla la marca con esto. La novia de Ayame-san… también las compra, aunque parece que se le olvidó mencionárselo a ella. Quizá piense que deja de verse por el producto pero no es así. Asegúrate de proteger a tu amigo.


Ryuichi asintió, algo turbado por la pausa de la vendedora. Supuso que, si pedía razones para vender, lo más probable era que conociera el pasado de la novia de Ayame-san, que él apenas conocía de pasada. Pero aunque supiera poco, entendía que la había pasado bastante mal: se había divorciado de un alfa que la maltrataba y que se negaba a concederle el divorcio. Fue un proceso largo por lo que le dijeron, lleno de complicaciones además por su condición enfermiza, y las recomendaciones de los médicos para no romper el enlace, aunque éste estuviera causándole otras complicaciones por estar alejada de su alfa. Le habían contado que ella incluso intentó regresar con él, para dejar de soportar ese dolor. Afortunadamente, Ayame-san estuvo ahí para contenerla e impedirle recaer. Conociendo casos como ese ¿acaso no era inevitable preocuparse por Tatsuha? Debía de haberlo pasado muy mal (seguir pasándolo mal), siendo años separado de su alfa.


 ¿Podría él ser capaz de contenerlo?


—Gracias —murmuró, y tras una reverencia salió de allí.


 


***


 


Le quedaban dos minutos para la hora fijada, pero el moreno ya estaba frente a la cafetería, esperando con una expresión nerviosa. Lucía realmente adorable, sin saber hacia dónde dirigir su mirada y acabando por regresarla a su móvil. En serio adorable. Tanto, que antes de darse cuenta corrió hacia él para saludarlo.


— ¡Tatsuha! Perdón por avisarte tan de repente. Te extrañé mucho —Sus palabras salían atropelladas, pero su cuerpo no se detuvo ni un instante para lanzarse en un abrazo. Al separarse notó la confusión del chico (¡mierda! ¡Olvidé decirle que vendría como otra persona!), y las divertidas y curiosas miradas de la gente a su alrededor. A veces olvidaba lo conservadora que era la gente en Japón. De seguro les causaba gracia que “una alfa” fuera así de melosa con un omega. A él le perdonaban todo por considerarlo excentricidades de famoso, pero probablemente no eran tan permisivos con cualquier persona por la calle.


—S-Sí, pudiste… avisar —dijo, refiriéndose a lo obvio con la ojeada que le dio. Por suerte había entendido. —Ehm, ¿nos sentamos entonces?


—Quiero cambiarme primero. Y te tengo una sorpresa —susurró, sin poder contener su emoción. ¿Qué más daba anunciar su sorpresa? Estaba seguro de que sería igualmente feliz.


El pelinegro asintió y lo siguió sin poner resistencia, bastante intrigado. Muerto de curiosidad, más bien, porque hacía mucho que no pasaban tiempo de calidad juntos, y estaban en una cita -aunque fuera con otra apariencia, y se viera algo mayor para él. Esperaba que nadie hubiese pensado que era uno de esos jóvenes que se buscaban una sugar mommy.


La idea le causó gracia (después de todo, Ryuichi seguía siendo bastante mayor para él, por lo que no era una completa mentira), aunque no la suficiente para disipar su nerviosismo. — ¿Puedes revisar si hay alguien más en el baño de hombres? Me incomoda permanecer de esta manera.


El menor volvió a asentir, y tras revisar le hizo una señal de confirmación. Ryuichi entró a un cubículo rápidamente, y él se quedó fuera, impaciente y comiéndose la cabeza tratando de adivinar qué le tenía preparado el otro. Le costaba imaginarlo en plan romántico.


¿Será algún peluche? Quizás una réplica de Kumagoro en otro color. Me encantaría. Acepto, Sakuma-san, respondió en su mente, imaginando la cursi posibilidad y en cuánto cuidaría a ese conejo. Tan concentrado estaba en su fantasía que ni se percató de cuando se abrió la puerta y…


¿Quién es este tipo?


Un sonriente desconocido se encontraba frente a él, demasiado cerca para su comodidad personal. — ¿Te gusta esta forma, Tatsuha? Me esforcé por chocar con él en el metro esta tarde. Oh, no te preocupes, iba en dirección contraria, y traje una gorra por las dudas. Es más o menos de tu edad, ¿no? ¿Está bien esta apariencia para ti? Si quieres que cambie, dilo. Tropecé a propósito con muchas opciones hoy.


Oh, claro: Ryuichi no podía pasear con su verdadera apariencia. Había olvidado ese detalle. La idea le entristecía un poco, pero le parecía linda la forma en que se enorgullecía de chocar con las personas, así que lo dejó pasar.


—Realmente no me importa, Ryu. Con que estés cómodo estaré feliz.


—Qué poco exigente. Podrías escoger a alguien que fuera tu tipo, no sé —se encogió de hombros y se acomodó la gorra, ocultando parte de su cabello. Era aquella gorra de Bad Luck que le había visto un par de veces, y por alguna razón que la ocupara lo tranquilizó.


—Tú eres mi tipo, pero ya podrás volver a lo original en privado. Va a haber “privado” después de esto, ¿verdad? Porque también te he extrañado mucho.


El mayor lo miró sorprendido, y él no entendió por qué. ¿Le asombraba que intentara ser romántico? Porque si era así no tenía derecho, menos habiendo saltado a él y dicho lo mismo a gritos…


—Puede haber un privado ahora si quieres —El pelinegro se estremeció por el tono. No lo describiría como “sensual”, pero sí sonaba realmente apasionado, intenso, tanto que costaba mantenerse firme. Es decir, quería decirle que sí, solo que no ahora, estando en un lugar público y con otra apariencia. Lo último era lo que se le hacía más extraño, lo sentía incorrecto incluso. — Cuando quieras. Tú… acabas de hacerme muy feliz, Tatsuha —dijo, con una sonrisa tan suya que por un instante olvidó que aquel era otro rostro. Amaba lo expresivo que podía ser.


— ¿Qué? ¿Cómo? —Sin embargo, pese a que le removiera el corazón esa carita, prefería aclarar sus dudas antes de comérselo a besos.


—Oh, lo siento, mejor dejamos la conversación sobre mi penosa adolescencia para otro día —rio nervioso, alejándose ahora. Su sonrisa se hizo más tensa cuando el moreno frunció el ceño. — A menos que quieras saber. En ese caso puedo hablar, me da miedo llevarte la contraria y quiero que solo tengamos buenos momentos hoy —carraspeó. — Fueron apenas unas peticiones… que duelen que te las hagan en ciertos momentos de la vida —Por alguna razón, ver su expresión confundida le dio ánimos para continuar. — Llevo años siendo famoso, y jamás me lo han vuelto a pedir desde entonces en ese aspecto, pero antes mis… parejas y líos amorosos me pedían si podía transformarme en otras personas. Ya sabes, debió parecerles entretenido, poder cumplir esa idea de que soy como tener más de un novio a la vez...


—Eso es horrible —lo interrumpió Tatsuha, viéndose verdaderamente enojado. Ryuichi se sintió idiota, por encontrarse feliz con el otro indignándose por él. — ¿Por qué querrían algo así? Es una falta de respeto utilizarte de esa manera, y usar la imagen de esas personas también. Dudo que ellos supieran que se aprovechaban de ti por el antojo de esos tontos… pero es indudable que estarían en desacuerdo.


—Claro, de haber estado de acuerdo no habrían acudido a mí, sino directamente a ellos —rio, aunque paró enseguida al notar que el enfado del Uesugi aún no se iba.


—A mí no me hace gracia que se hayan querido aprovechar de ti —dijo, y el cantante se mordió la lengua para callar la verdad; no era solo que hubieran querido: era que lo lograron. Era ingenuo, y lo que al principio le pareció un juego acabó por ser un agobio y un tormento para su autoestima. Ah, pero él siempre había sido un egoísta; recién ahora que lo mencionó Tatsuha se detenía a pensar en quienes se transformó.


Pues sí que es una falta de respeto… ¿por qué no se me ocurrió antes? —Se me hace raro que exista gente que pueda ignorar lo lindo que eres —comentó, para tratar de abandonar el tono de desagrado— Aunque gente con malos gustos hay en todos lados. Al menos puedes confiar en mis sentidos, puedo decirte que en serio echo de menos besarte —Se detuvo un instante para observar la puerta, por la que todavía no entraba nadie.


Antes de que pudiera reaccionar le hizo retroceder de nuevo hasta el cubículo y echó el seguro. — ¿Me la puedes mostrar de nuevo?


El mayor asintió, aturdido y excitado como siempre que el chico daba algún avance. Se concentró, sintiendo como poco a poco volvía a su yo habitual. Apenas acabó, y antes de que alcanzara a abrir los ojos, el moreno ya se había lanzado a sus labios y optó por dejarlos así, para disfrutar relajado. Saboreó su boca, abrazado a su cintura, y sus ganas de quedarse allí, encerrados y besándose toda la tarde, se volvieron abrumadoras. Podrían hacerlo. Bueno, tal vez alguien viniera y tendrían que ser cuidadosos, pero definitivamente podían.


¿Basta con esto?, se preguntó, ahora besando su cuello. Yo quería darle una sorpresa…


—Prometo que tendremos tiempo más tarde —aseguró, separándose a duras penas. Solo la vista a su mueca enfurruñada era suficiente para hacerlo vacilar, mas logró contenerse. Quería hacer de este un momento solemne. A fin de cuentas, podía ser que tuviera entre sus manos la solución para la condición de Tatsuha: de sus fracasos en llevar una vida tranquila, y de que abandonara ese apremio para borrar su enlace. — Te traje un regalo.


— ¿Eh? ¿Un regalo? —repitió, gratamente impresionado. Antes había llegado a la conclusión de que la sorpresa era una de sus fantasías cumplidas (sexo en lugar público: todavía sin desbloquear), y no un verdadero obsequio. — ¿Por qué?


—Entenderás el motivo cuando lo pruebes. Cierra los ojos —pidió, con tanta dulzura que Tatsuha obedeció inmediatamente. Por su cabeza pasaron varias ideas, aunque le costaba inclinarse por alguna en específico. Después de todo, el cantante podía ser bastante excéntrico cuando se lo proponía.


De repente, sintió algo en su cuello. Un líquido ni frío ni caliente, que sin embargo fue calentándose de a poco sobre su piel. ¿Crema? No, era un poco más denso, aunque tampoco era aceitoso. ¿De qué se trataba esto? — Abre la boca, por favor.


Reticente esta vez, cedió, para sentir unas gotas en su lengua. La extrañeza era tanta que ni se fijó en el sabor. Sus altas expectativas comenzaban a derrumbarse al no comprender la situación. — ¡Bien! Todavía no puedes abrirlos, ¿está bien?


El pelinegro no respondió, nuevamente sintiendo los dedos del mayor en su cuello. Era un poco incómodo que los pasara con tanta calma sobre su marca, pero se esforzó por aguantar la sensación, ahora un poco más cremosa que la de antes. Olía a maquillaje. Un triste presentimiento quedó atorado en su pecho; ya comenzaba a entender. — ¡Listo! Dentro de poco va a hacer efecto.


— ¿Exactamente qué va a hacer efecto? —Su voz sonó más desanimada de lo que pretendía, fue inevitable. Al mismo tiempo no creía posible sus suposiciones, sin embargo. ¿Cómo podía ser posible? Su tonta idea hasta involucraba algo ilegal. Dudaba que Ryuichi fuera a exponerse cargando una cosa semejante en un lugar público.


—Lo conseguí, Tatsuha —anunció orgulloso, mostrándole dos frasquitos casi rozándole la cara. —Con esto nadie va a saber que estás marcado. Me los recomendaron y por lo que sé es sin ningún efecto secundario, tranquilo, no pongas esa cara.


— ¿Por qué?


— ¿Huh?


— ¿Por qué buscaste esto? Dijiste… dijiste que no te importaba mi aroma.


El vocalista se arrepintió de inmediato. ¿Lo había dicho de mala manera? Por lo visto siempre acababa por preocuparle, sin importar sus intenciones.


—Jamás me ha molestado, ni lo hace ahora. Esto no se trata de mí sino de ti, Tatsuha —dijo, y contuvo las ganas de reír al ver su ceño fruncido. Por una vez, en lugar de dar miedo causaba gracia; demostraba absoluta confusión, y además un puchero lo acompañaba. En serio era adorable. — Va a ahorrarte muchas situaciones desagradables. Por ejemplo, ahora que falta poco para que vengas a vivir aquí. ¿Acaso no es mejor que conozcas gente que no se fije en tu marca? ¡Que ni siquiera lo sepan! Nada de murmullos a tus espaldas, que hablen mal de ti cuando no saben nada… Tú también quieres empezar de cero, ¿verdad?


¿Sin arrastrar su pasado? La idea se le hacía maravillosa. Hasta ahora le había sido imposible concebir esa posibilidad sin sufrir de por medio, y sin preocupar a su familia además. ¿En serio era tan fácil? — Puedes ocultarlo hasta que ya no lo necesites —Distraído, apenas fue capaz de sostener su nueva medicina. ¿Sería más correcto decir camuflaje? —Y nadie va a ser prejuicioso por tonterías. Es más, con lo lindo que eres he empezado a preocuparme por que intenten seducirte al primer acercamiento. Oh, ¿y cuando conozcan tu personalidad? Definitivamente todos caerán enamorados de ti y…


De repente, su parloteo exagerado perdió fuerzas. Tatsuha alzó una ceja, sin comprender a qué se debía el cambio en su expresión. Lucía tan tenso… ¿estaba molesto con él por no estar animado, quizá? Tenía que explicarle que simplemente le costaba imaginar su futuro. No, no parecía estar molesto, aunque sí bastante agitado…


— ¿Ryuichi? ¿Estás bien? —No parecía estarlo. Se veía enfermo incluso. Preocupado, intentó extender la mano para tocar su frente, mas fue detenido antes de que pudiera hacerlo.


Alcanzó a oír un jadeo antes de que el mayor lo empujara hacia atrás, y que se refugiara en la curvatura de su cuello. Respiraba entrecortadamente, y sujetaba con tanta fuerza sus hombros para mantenerlo quieto (aunque él todavía ni pensara en moverse) que prefirió cerrar la boca. Parecía ser algo serio.


Observó atento la forma en que su respiración se regularizaba, aunque permaneció en el mismo sitio, rígido y cabizbajo, hasta que se atrevió a abrazarlo. El moreno volvió a tensarse cuando lo sintió aspirar hondo antes de alejarse.


— Lo siento.


—Descuida, estoy bien. ¿Cómo te sientes?


—No lo sé. Puede que sea peligroso que estemos así ahora —Apenas había acabado de decirlo cuando abrió la puerta, y avanzó a grandes zancadas para tomar aire, como si a su alrededor estuviese denso.


Eso es, se dio cuenta, de repente horrorizado. Puede sentir mi aroma.


Tal vez era una mala idea estar encerrado con un alfa, aunque ese alfa hubiese demostrado ser tierno y considerado en el pasado. Porque ¿cómo olvidar que hubo un momento en que antes no lo fue? ¿Cómo olvidar las mismas advertencias que él le daba?


Pero puede que siga a salvo, señaló en su mente. Al fin y al cabo, Ryuichi solo había confirmado que se descontrolaba por ser incapaz de precisar su olor, ¿cierto? A estas alturas ya tendría más que claro cuál era su aroma.


Misterio develado. ¿Le gustará lo suficiente para seguir interesado en mí?


Él mismo podía sentir su olor, dulce y caliente, impregnado en él y rodeándolo. Aún no podía precisar qué era, pero se le hacía obvio que era horneado. Y muy dulce, demasiado dulce. Siempre había fantaseado con un aroma floral, y de nuevo sus deseos eran incumplidos. Si resultaba que su aroma no era del agrado de Ryuichi, ¿qué harían? ¿El vocalista querría seguir con él por su personalidad, como le había asegurado, o su instinto jugaría una mala pasada? Necesitaba saberlo ya mismo. Tenía que saber si debía abandonar sus ilusiones.


— ¿Te gusta? —En contra del aviso y los gestos titubeantes del otro, avanzó de todas maneras. Vio auténtico pánico en la mirada contraria, pero ni con eso fue capaz de detenerse. — ¿Te gusto así? —Odiaba pensar que todo podía desaparecer, por culpa de cosas que estaban completamente fuera de su alcance además. Odiaba la naturaleza que le hizo tan débil, con un cuerpo que sufría a causa de algo tan simple como una mordida de hace años. Las heridas sanaban, mas de momento era imposible que lo hiciera la suya, aunque ahora estuviese oculta. Necesitaba saber que nada tenía por qué cambiar de nuevo, no cuando comenzaba a ir bien, por culpa de la naturaleza otra vez.


— ¿Qué? Tatsuha, tú siempre me gustas. Por eso mismo deberíamos de alejarnos un poco… Mierda, debí pedir también algo para que tu olor fuera menos intenso. Existe, ¿verdad? Solo conozco uno que lo oculta por completo, pero si acabas de recuperar tu olor dudo que quieras perderlo.


—No me gusta —confesó— Tenía la esperanza de que fuera floral y no dulce. Tengo muy mala suerte —se quejó, buscando en su propia mochila si tenía de casualidad perfume. O desodorante. O crema. Lo que fuera que disipara aunque fuera un poco aquel olor empalagoso y cálido.


— ¿Es broma? —El incrédulo bufido del mayor hizo que detuviera su búsqueda. Lo miró enarcando una ceja, claramente mostrando que no, no bromeaba y se le hacía terrible cargar con ese aroma. Al menos podía ir a comprar uno de los inhibidores que mencionaba Ryuichi sin riesgo alguno, ya que sí eran legales. — A mí me encanta.


La declaración los tomó a ambos con la guardia baja. Tatsuha se forzó a mantener su mirada, disfrutando en parte la sorpresa del otro, como si se le hubiese escapado una confesión muy grande; no lo era para nada, pues lo había dicho e insinuado en más de una ocasión, incluso cuando todavía tenía rastros mezclados en su esencia. ¿Por qué ahora ambos lo sentían diferente?


—Entonces eso es suficiente para mí —le aseguró con una sonrisa. Complacido por que  el cantante no tuviera a su conejito para ocultar su expresión (irresistible, realmente irresistible con ese rubor), volvió a acercarse para robarle un beso. Tanteó con su lengua hasta que dieron paso para seguir y pudo enredarla con la contraria. Una parte de él se calentó con la simple caricia que recibió su cadera, y sintió que la temperatura de todo a su alrededor aumentaba. ¿Qué sucedía?


No era el ambiente el que se calentaba en realidad, aunque a los dos les parecía que así era, y a cualquiera que hubiese entrado le habría ocurrido lo mismo; era la respuesta de las feromonas del omega que, consternado, comenzaba a comprender que se encargarían de delatar sus hormonales deseos, y que ya no podría jugar a hacerse el interesante sin ser puesto en evidencia por sí mismo. Era ridículo.


Abochornado, escogió apartarse de los labios del vocalista, pese a preferir quedarse. No obstante, la caricia en su cadera se convirtió en agarre antes de que lo notase, y lo siguiente que supo fue que besaban su cuello. Fue inevitable tensarse cuando lamieron su clavícula. Contuvo la respiración, con su mente jugándole malas pasadas mediante incesantes preguntas. Solo con la primera se paralizó por completo: si se mantenía quieto ¿dolería menos la mordida? Los recuerdos le hacían creer que sí.


Se dijo que lamentaba haber desobedecido, que debió mantenerse alejado… pero su aroma, aún más caliente e impaciente que antes, hizo que se acordara de la verdad: lo estaba disfrutando; un estúpido placer culpable, sí, pero disfrutaba volverlo loco y arrastrarlo hasta su propia ansiedad. La lengua lo hacía delirar y prometía que faltaba poco. Cerró los ojos, preguntándose vagamente si le llamarían de formas peores por tener una nueva marca, y en el lado contrario de la anterior para colmo, como para remarcar que fueron dos. Decidió que no importaba si podía tener su marca.


Para su buena o mala fortuna, a su cuello jamás llegaron los dientes. No alcanzó a lamentarlo sin embargo, pues antes de que se pudiera quejar se hizo más fuerte la caricia que lo sujetaba, y una exquisita succión mandó escalofríos por todo su cuerpo. El mayor se separó de él, igualmente agitado, dándole espacio para observar lo que había hecho.


—Ryuichi… ¿cómo se supone que llegue a casa con un chupón?


Por lo alterado que lucía, dudaba que fuera a saberlo. Probablemente en su cabeza, todavía aletargada por las feromonas, le costaba incluso pensar en Yuki Eiri asesinándolo.


 


***


 


A regañadientes, Tatsuha había accedido a cubrir su “marca de amor” en público con la base de maquillaje, aunque parecía enorgullecerse de esta y tener ganas de presumirla (de hecho, hasta la fotografió antes de taparla, para inmortalizar el momento). Casi no podía mantenerse quieto en su silla, y ni hablar de ocultar su sonrisa.


—Creo que tomé mucho café. Siento mucha energía —se excusó— ¡Vamos a hacer algo divertido! Hay un lugar por aquí cerca, Shuichi me habló de él cuando supo que nos juntaríamos —confesó, con un sonrojo tan dulce que el mayor suspiró por él. Por la mirada del pelinegro, debatiéndose entre la gracia y el bochorno, supo que no fue muy disimulado. — Apuesto que hace mucho dejaste de ir a salas de juegos. ¿Quieres que vayamos? Si es así, te advierto que soy peligroso cuando se trata del air hockey.


El cantante se tomó su tiempo para responder y darle un sorbo a su propio café. Y, aunque se sentía observado y terriblemente descarado, le dio un mordisco a su postre: rollitos de canela. Podía sonar cliché, pero aquel era el aroma del omega que tenía delante: irónicamente (porque claro que él concordaba con la definición), Tatsuha había llevado su personaje de cinnamon roll a otro nivel; era amable y dulce, y también había pasado por más sufrimiento del que merecía. Claro, en parte le daba gracia que alguien como el Uesugi (tan atrevido, burlón e incapaz de fingir inocencia) pudiera catalogarse de esa manera pero ¿qué más daba? Cumplía con la definición, aunque tuviera una que otra característica de sobra para ésta, y él estaba dispuesto a proteger su ternura a toda costa de este mundo cruel, incluso cuando ahora mismo no se veía adorable, por hallarse todavía algo molesto por su pedido. A él poco le importaba: era mejor pasar vergüenzas por pedir rollitos de canela teniendo al omega enfrente que comérselo a besos delante de tanta gente.


—Supongamos que jamás esperé que fueras competitivo —resopló— Aun así quiero salir contigo.


—Bien —repuso, sin caer en la provocación para centrarse en lo positivo— Entonces deberías apurarte. Puede que te parezca excesivo pero tengo toque de queda. Mi aniki dice que hasta la tercera cita no piensa alargar el tiempo mientras esté bajo su techo, y claro que prefiero el suyo antes que el de mi hermana. ¿Puedes creer que ayer me llamó por dos horas para darme otro sermón sobre lo nuestro? Ya van cuatro esta semana. En todo caso, ninguno fue peor al del primer día. En serio, cuando se enteró casi se desmaya, por lo que dijo mi cuñado aterrador. Exageran demasiado lo nuestro, ¿cierto?


Ryuichi se tomó su tiempo para contestar, mientras intentaba sacudirse la decepción por su postre; estaba claro que el sabor no le llegaba ni a los talones al que degustó en el baño. Sí, fue solo un chupón, pero podía jurar que no sabían igual: para empezar, carecía del dulzor de Tatsuha, sentía que faltaban ingredientes, y para colmo ni el aroma le hacía justicia. Podía apostar que el moreno escondía otro sabor, cítrico además. Recordaba haber visto que algunos tenían toques de naranja, pero en definitiva el que estaba comiendo no la traía incluida.


— ¿Crees que exageran? Recuerdo que tú mismo te preocupabas mucho al inicio —señaló, sin rastro de malicia.


— ¡Eso es distinto! Es un asunto personal, yo puedo preocuparme lo que se me dé la gana, mientras que ellos lo hacen de chismosos nada más.


—Bueno, fue mi culpa involucrar a Tohma —le recordó, mordiéndose el labio— Lo siento.


—Lo hubiesen sabido de todas formas —replicó, quitándole importancia. Para demostrarlo, comenzó a explicarle lo que le había contado Eiri sobre las cámaras el otro día, y el mayor se esforzó por escucharlo como correspondía. Lo cierto es que era una tarea complicada: su boca se hacía agua teniéndolo cerca, más aún con el fantasma de su esencia haciendo eco en sus labios. Tenía que recordarse constantemente que no era el momento, que él en serio quería disfrutar, tener una cita de verdad y no limitarse a jugar con fuego a escondidas. Sin embargo, sentía que casi podía tocar la calidez del omega, y no podía evitar imaginar escenas duras de ignorar.


¿Cómo sería pasar su calor con él?


Debe arder esos días…


—Dame un momento, iré a pedir una bebida —lo interrumpió, levantándose de golpe. — ¿Quieres algo más?


— ¿Eh? No, gracias —Su voz salió vacilante, y apenas consiguió ocultar su decepción. ¿Era idea suya o no le estaban prestando atención? Al menos, el otro lucía bastante distraído. A qué se debía ni idea, pero eso era un hecho sin importar la causa.


¿Va a ser así toda la tarde?, se preguntó, creyendo ver su futuro tras sus párpados: al cantante ido durante su cita, él ganando todos los juegos sin la sensación de victoria, y una sosa despedida antes de que llegara la noche. Sí, quizá se llevaría un fiasco, igual que durante toda su vida. Tal vez, aunque a Ryuichi le agradara su aroma, no lo hacía tanto como el atractivo anterior del misterio, y ahora (cumplida su misión de buena persona) le faltaban razones para seguir con él.


Un sonoro suspiro escapó de sus labios mientras lo veía de lejos conversando con una camarera.


¿De verdad va a acabar aquí?


Era innegable que lo había ayudado. Como estaba ahora, podía rehacer su vida como se le diera la gana. Sin embargo, él solo quería continuar con lo que tenían juntos. ¿Estaría mal si lo invitaba a una próxima cita, aunque no viese mucho interés de su parte?


—Parece que lo de ustedes no marcha muy bien —El pelinegro dio un respingo; estaba tan concentrado viendo al vocalista que se había olvidado de su alrededor, y ni siquiera se percató de la presencia del alfa a su lado. De inmediato se puso en guardia, acostumbrado como estaba a los comentarios mordaces de esa casta. — Tranquilo, no lo decía con mala intención —se disculpó el chico.


Tatsuha se limitó a enarcar una ceja, evidentemente incrédulo.


— ¿Y con qué intenciones lo decías? —Le sostuvo la mirada todo el tiempo, percibiendo cierto nerviosismo en el otro. Se alegró de que fuera tan sencillo; era un alfa joven, quizá con poca experiencia tratando de intimidar.


—Yo… no les deseo mal, pero quería saber… Si no les funciona, ¿querrías salir conmigo? —Toda el aura brabucona de la que quiso rodearse desapareció por la impresión. En su rostro se delató la sorpresa, y a toda velocidad volvió a analizar la situación desde el inicio. O mejor dicho, a dudar desde que comenzó todo. Para empezar, esa sonrisa con la que había llegado ¿era una sonrisa coqueta? Y ese primer comentario ¿era para que considerara irse con él? Qué rayos sucedía era algo que se hallaba más allá de su entendimiento. ¿Por qué un alfa lo invitaría a salir?


Ya no saben que estoy marcado, recordó, de repente emocionado por todos los malos ratos que se ahorraría. Lo había olvidado por pensar en Ryuichi, pero ahora comprendía que tenía que considerar también que podían llegar otra clase de situaciones, como esta. No se sentía preparado para esto sin embargo. ¿Cómo podía rechazarle con suavidad? Jamás se vio en esta clase de circunstancias antes. — Puedes decidirlo otro día. Supongo que todavía no sabes si la cita vale la pena. Te dejo mi número para que lo pienses —dijo, y antes de que alcanzara a reaccionar garabateó su teléfono en su servilleta. — Espero que nos veamos pronto.


Todavía paralizado, lo vio despedirse y marchar con una sonrisa. Fue una sonrisa bastante dulce; ni compasiva, ni irónica, ni mucho menos falsa. Sabía que dejarse llevar por las primeras impresiones era un sinsentido (¿le habría sonreído así si percibiera su marca?), pero una extraña sensación dentro de él se removía. Si su vida iba a comenzar a ser de esta manera, quería irse acostumbrando. Y no se refería a los coqueteos, claro que no, sino a olvidar el desprecio.


—Un chico con agallas, sin duda —La repentina voz de Ryuichi casi le hizo saltar en su silla. Mierda, ¿había escuchado lo de recién? — Pedirte una cita estando yo tan cerca… una mezcla de valentía y estupidez, porque de haber sido otro eso habría molestado —comentó, con toda la tranquilidad del mundo tomando de su bebida, que tenía demasiado hielo a su parecer. Por algún motivo, verlo así de calmado menguó la emoción anterior. Con esa última frase ¿se refería a que él era distinto a otros alfas, o solo que no tenía razón o interés para enfadarse?


—Concuerdo —murmuró, revolviendo perezosamente su café. Su ánimo había bajado de golpe. Por supuesto que no pretendía causarle celos pero ¿era necesaria tanta indiferencia? Parecía que fuese completamente ajeno a que esta era su cita, de ambos. Si aquel tipo había olido el fracaso en el aire, solo aprovechó la oportunidad. —Aunque no negaré que ignoro la forma en que tomas decisiones. A veces pareces tan posesivo… y otras dejas que me pidan una cita en tu cara. Incomprensible.


Prefirió ser directo para salir de dudas, aunque trató de disfrazarlas con un tono divertido. Por la manera en que reaccionó el otro (sonriéndole, maldita sea) supo que había dado resultado.


—Es decisión tuya si sales con él —repuso, quitándole importancia con un gesto. — Es decir, precisamente por eso traje esas cosas, para que pudieras decidir. Siempre te he dicho que quiero que seas libre, Tatsuha. Puedes serlo si las oportunidades llegan a ti. Aunque si lo hubiese visto violento o insistente, ¡por supuesto que habría intervenido! El lema de héroe que tenemos con Kuma-chan impide que me quede quieto ante la injusticia…


Se interrumpió en cuanto el menor se levantó de su silla. Se le quedó viendo aturdido, sin entender el porqué de su exabrupto, mas antes de que pudiera preguntar se adelantó el otro.


—Creo que ya escuché suficiente. En vista de que te interesa tanto que decida por mí mismo, decido terminar con esta cita ahora. Adiós.


El mayor permaneció en su sitio, estancado tanto de cuerpo como de mente. Solo sus ojos consiguieron seguir al Uesugi, que caminó deprisa y sin voltear ni una sola vez. Su fragancia se desvanecía a cada paso que daba, y por la manera en que andaba adivinó una gran frustración. ¿Sería tan grande como la suya, por ser abandonado así sin ninguna explicación? Fuera como fuese, el enfado era mucho menor que la tristeza que cargaba.


Se quedó ahí, terminando de comer, y degustando todo amargo.


No alcanzaron a ir a ninguna parte, y eso que había estado entusiasmado en ir a jugar con Tatsuha, con la esperanza de que los juegos funcionaran como distracción a su aroma.


Tampoco alcanzó a pedirle una segunda cita. Aunque siendo sincero, dudaba que fuera a aceptarla.

Notas finales:

Ok, primero que todo, en serio me complicada elegir un aroma omega para Tatsuha. Para empezar, porque no se me ocurrían cosas seductoras que calzaran con su personalidad, así que decidí tomar un estereotipo de personaje en su lugar, y como dije más arriba, sí calza en teoría. Aparte, uno de mis conflictos con el omegaverse es que realmente no creo que ningún aroma natural del mar realmente seductor (¿?). ¿A ustedes les llama alguno? Sinceramente pensé bastante en eso, pero ninguna flor me pareció correcta (aunque debo admitir que igual estuve revisando significados por si acababa elegiendo una), y lo mismo va para la comida. Él evitó deliberadamente el aroma de Ryuichi por la misma razón, aunque en el caso de los alfas son menos llamativos los usuales a mi parecer. Sin embargo, si mantengo mi idea original,

En fin, queda poco para terminar la historia (y si todo va bien, mi semestre también termina en mes y medio y tendré una semana para escribir un completo). 

¡Hasta la próxima! <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).